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Se han encontrado 43 poemas con la palabra letras

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José Martí

con letras de astros

-- de José Martí --

Con letras de astros
con letras de astros el horror que he visto
en el espacio azul grabar querría
en la llanura, muchedumbre: en lo alto
mientras que los de abajo andan y ruedan
y sube olor de frutas estrujadas,
olor de danza, olor de lecho, en lo alto
de pie entre negras nubes, y en los hombros
cual principio de alas se descuelgan,
como un monarca sobre un trono, surge
un joven bello, pálido y sombrío.
Como estrella apagada, en el izquierdo
lado del pecho vésele abertura
honda y boqueante, bien como la tierra
cuando de cuajo un árbol se le arranca
abalánzanse, apriétanse, recógense,
ante él, en negra tropa, toda suerte
de fieras, anca al viento, y bocas juntas
en una inmensa boca, y en bordado
plato de oro bruñido y perlas finas
su corazón el bardo les ofrece.

Poema con letras de astros de José Martí con fondo de libro

Lope de Vega

En lámimas de plata, en letras de oro

-- de Lope de Vega --

En láminas de plata, en letras de oro,
que en almas escribirse merecía,
vuestro nombre a la fama el mundo envía,
Girón divino del mayor tesoro.

Será sujeto del Castalio coro
mientras dura del cielo el armonía,
famoso en cuanto el sol dilata el día,
del Pez al Cantro, de la Libra al Toro.

Verá la envidia, en la mayor alteza
de títulos tan grandes y escogidos
el del ingenio fértil y abundante.

Igualará la pluma a la grandeza,
y el Parnaso de vos favorecido
tendrá en su frente el cielo como Atlante.

Poema En lámimas de plata, en letras de oro de Lope de Vega con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

En la duda

-- de Adelardo López de Ayala --

«Para ti, cuanto quieras...» -Te confieso
que, al leer estas letras de tu mano,
quedé como el avaro que cercano
viera el tesoro que guardaba Creso.

Recordé de tu boca el dulce beso,
de tus ojos el fuego soberano,
tu pródiga hermosura, y el arcano
en que el amor se enciende y vive preso.

Si es verdad que a que elija te acomodas
entre más joyas que mujer alguna
llevó jamás para alegrar sus bodas,

yo dudoso entre tantas, ¡oh fortuna!,
todas las quiero, todas, todas, todas...
¡Pero, por Dios, que no me falte una!

Poema En la duda de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Alfredo Mario Ferreiro

El árbol taciturno

-- de Alfredo Mario Ferreiro --

El árbol tenía un letrero
que solo los pájaros podían leer:

”Se alquilan ramas para nidos”,
decían las letras
que un hombre no habría podido leer.

A pesar del anuncio,
ningún pájaro vino
a hacer su nido
en este árbol, que muere de tristeza,
gacha la cabeza,
al borde del camino.



Lope de Vega

Con presunción de bélico soldado

-- de Lope de Vega --

Con presunción de bélico soldado,
galán sale y feroz Pablo atrevido,
que si agora en la cuenta no ha caído,
caerá muy presto del primero estado.
¿Adónde, Pablo, de soberbia armado
para quedar con una voz vencido?
Seguid las letras, ¿Dónde vais perdido,
que habéis de ser Dotor del mayor grado?.
Aunque valor vuestra persona encierra,
no es bien que nadie contra Dios presuma,
que dará con los ojos por la tierra.
La Iglesia espera vuestra docta suma,
mirad que no sois vos para la guerra,
dejad las armas y tomad la pluma.



Lope de Vega

Digna siempre será tu docta frente

-- de Lope de Vega --

Digna siempre será tu docta frente,
Alcïato español, del verde engaste;
venciste para mí, don Juan, triunfaste,
y mi fortuna lo contrario intente.

¡Qué claro, qué erudito, qué elocuente
al senado católico informaste!,.
En cuya heroica majestad mostraste
tus letras y elocuencia ilustremente.

Premio tendrás, que hables o que escribas,
del senado real, cuando a sus puertas
el parabién de vencedor recibas.

Las leyes vivas siempre fueron ciertas;
mas ¿qué importan, don Juan, las leyes vivas
en pleito donde están las dichas muertas?



Lope de Vega

En tanto que deshace el claro Apolo

-- de Lope de Vega --

En tanto que deshace el claro Apolo
de la sierra de Béjar la alta cumbre,
y por Gibraleón su menor lumbre
pasa por nuestro mar al otro polo;

y mientras sobre el oro de Pactolo
su líquido cristal Tormes encubre,
y de Atlante la excelsa pesadumbre
oprime el hombro, que sustenta solo:

con mil despojos, armas y laureles,
después que otro Virgilio Eneidas cante
del gran Sotomayor de Benalcázar,

con nuevo timbre y nuevos coroneles
vuestro nombre con letras de diamante
pondrá la fama en su dorado alcázar.



Lope de Vega

¡Qué bien se echa de ver, divino Diego

-- de Lope de Vega --

¡Qué bien se echa de ver, divino Diego,
que en Alcalá estudiastes teología,
pues tan divina Cátedra se os fía,
desde a donde enseñáis letras de fuego!
¿Mas cómo sois tan sabio, si sois lego,
pues dos maestros disputando un día,
de tantos argumentos la porfía
controvertida resolvistes luego?
Teólogo salistes admirable
de un libro, cuyas hojas milagrosas
hacen que un alma en todas ciencias hable.
Y entre las que sabéis maravillosas,
mirad si sois filósofo notable,
pues hacéis entender que el pan es rosas.



Lope de Vega

Señora, aunque soy pobre, no venía

-- de Lope de Vega --

Señora, aunque soy pobre, no venía
a pediros limosna; que buscaba
un cierto licenciado que posaba
en estas casas, cuando Dios quería.

Extraña siempre fue la estrella mía;
que a un pobre parecí desde la aldaba,
pues ya que a la ventana os obligaba,
trujistes desde allá la fantasía.

No porque culpa vuestro engaño sea,
que a tal Dios le provea no replican
mis hábitos, que son de ataracea.

No mis letras, mis penas significan;
pero ¿cómo queréis que me provea,
si tales como vos se lo suplican?



Góngora

amarrado al duro banco

-- de Góngora --

Amarrado al duro banco
de una galera turquesca,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de dragut
en la playa de marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
«¡oh sagrado mar de españa,
famosa playa serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias!,
»pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
»tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
»porque si es verdad que llora
mi captiverio en tu arena,
bien puedes al mar del sur
vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lengua,
»pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado
a nadie matarán penas!»
en esto se descubrieron
de la religión seis velas,
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.



Góngora

En la muerte de una señora que murió moza en Córdoba

-- de Góngora --

Fragoso monte, en cuyo vasto seno
duras cortezas de robustas plantas
contienen aquel nombre en partes tantas
de quien pagó a la tierra lo terreno:

así cubra de hoy más cielo sereno
la siempre verde cumbre que levantas,
que me escondas aquellas letras santas
de que a pesar del tiempo has de estar lleno.

La corteza do están desnuda, o viste
su villano troncón de hierba verde,
de suerte que mis ojos no las vean.

Quédense en tu arboleda, ella se acuerde
de fin tan tierno, y su memoria triste,
pues en troncos está, troncos la lean.



Góngora

A Juan Rufo, de su Austríada

-- de Góngora --

Cantastes, Rufo, tan heroicamente
De aquel César novel la augusta historia,
Que está dudosa entre los dos la gloria
Y a cuál se deba dar ninguno siente.

Y así la Fama, que hoy de gente en gente
Quiere que de los dos la igual memoria
Del tiempo y del olvido haya victoria,
Ciñe de lauro a cada cual la frente.

Debéis con gran razón ser igualados,
Pues fuistes cada cual único en su arte:
Él solo en armas, vos en letras solo,

Y al fin ambos igualmente ayudados:
Él de la espada del sangriento Marte,
Vos de la lira del sagrado Apolo.



Jorge Luis Borges

un ciego

-- de Jorge Luis Borges --

No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
no sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.
Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.
Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de milton y es valiente,
pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara.



Jorge Luis Borges

góngora

-- de Jorge Luis Borges --

Marte, la guerra. Febo, el sol. Neptuno,
el mar que ya no pueden ver mis ojos
porque lo borra el dios. Tales despojos
han desterrado a dios, que es tres y es uno,
de mi despierto corazón. El hado
me impone esta curiosa idolatría.
Cercado estoy por la mitología.
Nada puedo. Virgilio me ha hechizado.
Virgilio y el latín. Hice que cada
estrofa fuera un arduo laberinto
de entretejidas voces, un recinto
vedado al vulgo, que es apenas, nada.
Veo en el tiempo que huye una saeta
rígida y un cristal en la corriente
y perlas en la lágrima doliente.
Tal es mi extraño oficio de poeta.
¿Qué me importan las befas o el renombre?
troqué en oro el cabello, que está vivo.
¿Quién me dirá si en el secreto archivo
de dios están las letras de mi nombre?
quiero volver a las comunes cosas:
el agua, el pan, un cántaro, unas rosas...



César Vallejo

Trilce: LII

-- de César Vallejo --

Y nos levantaremos cuando se nos dé
la gana, aunque mamá toda claror
nos despierte con cantora
y linda cólera materna.
Nosotros reiremos a hurtadillas de esto,
mordiendo el canto de las tibias colchas
de vicuña ¡y no me vayas a hacer cosas!

Los humos de los bohíos ¡ah golfillos
en rama! madrugarían a jugar
a las cometas azulinas, azulantes,
y, apañuscando alfarjes y piedras, nos darían
su estímulo fragante de boñiga,
para sacarnos
al aire nene que no conoce aún las letras,
a pelearles los hilos.

Otro día querrás pastorear
entre tus huecos onfalóideos
ávidas cavernas,
meses nonos,
mis telones.
O querrás acompañar a la ancianía
a destapar la toma de un crepúsculo,
para que de día surja
toda el agua que pasa de noche.

Y llegas muriéndote de risa,
y en el almuerzo musical,
cancha reventada, harina con manteca,
con manteca,
le tomas el pelo al peón decúbito
que hoy otra vez olvida dar los buenos días,
esos sus días, buenos con b de baldío,
que insisten en salirle al pobre
por la culata de la v
dentilabial que la vela en él.



Octavio Paz

arcos

-- de Octavio Paz --

A silvina ocampo
¿quién canta en las orillas del papel?
inclinado, de pechos sobre el río
de imágenes, me veo, lento y solo,
de mí mismo alejarme: letras puras,
constelación de signos, incisiones
en la carne del tiempo, ¡oh escritura,
raya en el agua!
voy entre verdores
enlazados, voy entre transparencias,
río que se desliza y no transcurre;
me alejo de mí mismo, me detengo
sin detenerme en una orilla y sigo,
río abajo, entre arcos de enlazadas
imágenes, el río pensativo.
Sigo, me espero allá, voy a mi encuentro,
río feliz que enlaza y desenlaza
un momento de sol entre dos álamos,
en la pulida piedra se demora,
y se desprende de sí mismo y sigue,
río abajo, al encuentro de sí mismo.



Octavio Paz

escritura

-- de Octavio Paz --

Yo dibujo estas letras
como el día dibuja sus imágenes
y sopla sobre ellas y no vuelve



Octavio Paz

escrito con tinta verda

-- de Octavio Paz --

La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.
Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.
Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.
Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.



Pablo Neruda

soneto xxxvi cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Corazón mío, reina del apio y de la artesa:
pequeña leoparda del hilo y la cebolla:
me gusta ver brillar tu imperio diminuto,
las armas de la cera, del vino, del aceite,
del ajo, de la tierra por tus manos abierta
de la sustancia azul encendida en tus manos,
de la transmigración del sueño a la ensalada,
del reptil enrollado en la manguera.
Tú con tu podadora levantando el perfume,
tú, con la dirección del jabón en la espuma,
tú, subiendo mis locas escalas y escaleras,
tú, manejando el síntoma de mi caligrafía
y encontrando en la arena del cuaderno
las letras extraviadas que buscaban tu boca.



Pablo Neruda

soneto i cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Matilde, nombre de planta o piedra o vino,
de lo que nace de la tierra y dura,
palabra en cuyo crecimiento amanece,
en cuyo estío estalla la luz de los limones.
En ese nombre corren navíos de madera
rodeados por enjambres de fuego azul marino,
y esas letras son el agua de un río
que desemboca en mi corazón calcinado.
Oh nombre descubierto bajo una enredadera
como la puerta de un túnel desconocido
que comunica con la fragancia del mundo!
oh invádeme con tu boca abrasadora,
indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos,
pero en tu nombre déjame navegar y dormir.



Pablo Neruda

cuándo lee la mariposa

-- de Pablo Neruda --

Cuándo lee la mariposa
lo que vuela escrito en sus alas?
qué letras conoce la abeja
para saber su itinerario?
y con qué cifras va restando
la hormiga sus soldados muertos?
cómo se llaman los ciclones
cuando no tienen movimiento?



Pedro Salinas

versos 388 a 424

-- de Pedro Salinas --

Versos 388 a 424
yo no necesito tiempo
para saber cómo eres:
conocerse es el relámpago.
¿Quién te va a ti a conocer
en lo que callas, o en esas
palabras con que lo callas?
el que te busque en la vida
que estás viviendo, no sabe
mas que alusiones de ti,
pretextos donde te escondes.
Ir siguiéndote hacia atrás
en lo que tú has hecho, antes,
sumar acción con sonrisa,
años con nombres, será
ir perdiéndote. Yo no.
Te conocí en la tormenta.
Te conocí, repentina,
en ese desgarramiento
brutal de tiniebla y luz,
donde se revela el fondo
que escapa al día y la noche.
Te vi, me has visto, y ahora,
desnuda ya del equívoco,
de la historia, del pasado,
tú, amazona en la centella,
palpitante de recién
llegada sin esperarte,
eres tan antigua mía,
te conozco tan de tiempo,
que en tu amor cierro los ojos,
y camino sin errar,
a ciegas, sin pedir nada
a esa luz lenta y segura
con que se conocen letras
y formas y se echan cuentas
y se cree que se ve
quién eres tú, mi invisible.



José Ángel Buesa

variante de una canción antigua

-- de José Ángel Buesa --

En el tronco de un árbol voy a grabar tu nombre
pero con mi capricho, vulgarmente galante,
dejaré satisfecha mi vanidad de hombre,
acaso más profunda que mi orgullo de amante.
En esas letras toscas que grabará mi mano,
tu nombre sin ternura crecerá hacia el olvido,
pues, fatalmente, un surco que ha florecido en vano
es cien veces más triste que el que no ha florecido.
Y pasarán las nubes sobre el árbol que ignora
que hay amores fugaces como sus primaveras...
Y un día, al ver el nombre que estoy grabando ahora,
me encogeré de hombros, sin recordar quién eras...



Juan Bautista Arriaza

A los serenísimos señores infantes

-- de Juan Bautista Arriaza --

No tanto de placer queda colmada
la ansiedad del cansado caminante,
cuando alzando los ojos ve delante
las torres de la villa deseada;

ni con júbilo igual ve recobrada
su libertad la tortolilla amante,
volando al dulce nido en el instante
que rota ve la pérfida lazada;

como al ver la bondad y gracia unida
de Carlos y Francisca, alegre aclama
la imprenta a su favor agradecida.

Las letras sirven bien a quien las ama:
tiempo vendrá en que paguen su venida
con la inmortalidad y con la fama.



Juan Bautista Arriaza

Consejo a un militar

-- de Juan Bautista Arriaza --

Si por la noble senda del dios Marte
subir quieres al templo de la Fama,
y arrebatar allí la verde rama
que la envidia jamás podrá quitarte.

Es fuerza, oh Blanco, a los estudios darte,
pues en las glorias a que el Dios te llama
no sirve ya el valor que el pecho inflama,
si no lo templa y modifica el arte.

Es bien que por modelo te presentes
de altos varones la inmortal caterva
que en letras y armas fueron excelentes.

Pues el lauro que Marte te reserva,
para darlo por premio a los valientes,
se lo da por la mano de Minerva.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros:
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos entrambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? ni aun entonces
pude saberlo;
sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.
Creación de dante era el libro,
era su infierno.
Cuando a él bajamos los ojos
yo dije trémulo:
¿comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
y ella respondió encendida:
¡ya lo comprendo!



Gutierre de Cetina

con ansia que del alma le salía

-- de Gutierre de Cetina --

La mente del morir hecha adivina,
contemplando vandalio la marina
de la ribera bética, decía:
«pues vano desear, loca porfía,
a la rabiosa muerte me destina,
mientras la triste hora se avecina,
oye mi llanto tú, dórida mía.
»Y si tu crüeldad contenta fuese,
por premio de esta fe firme y constante,
que sobre mi sepulcro se leyese,
»no en letras de metal, mas de diamante,
dórida ha sido causa que muriese
el más leal y el más sufrido amante».



Gutierre de Cetina

en un olmo vandalio escribió un día

-- de Gutierre de Cetina --

Do la corteza estaba menos dura,
el nombre y la ocasión de su tristura;
después, mirando al cielo, así decía:
«tanto crezcas, ¡oh bella planta mía!,
que al más alto ciprés venzas de altura,
y tanta sea mayor tu hermosura
cuanta aquella de dórida sería.
»Crezcan a par del olmo en su grandeza
las letras del amado y dulce nombre,
y en él hagan perpetua su memoria;
»porque los que vendrán sepan que un hombre
levantó el pensamiento a tanta alteza
que es digno al menos de inmortal renombre».



Salvador Rueda

coplas 30

-- de Salvador Rueda --

Pone al amar la mujer,
que en letras de luto dice:
«muerta, menos para él».



Anónimo

¿Dónde vas Alfonso XII?

-- de Anónimo --

¿Dónde vas, Alfonso XII,
dónde vas triste de tí?
Voy en busca de Mercedes
que hace tiempo no la ví.

Ya Mercedes está muerta,
muerta está, que yo la ví,
cuatro duques la llevaban
por las calles de Madrid.

Su carita era de cera
y sus manos, de marfil,
y el velo que la cubría,
de color carmesí.

Sandalias bordadas de oro
llevaba en sus lindos pies,
que se las bordó la infanta,
la infanta doña Isabel.

El manto que la envolvía
era rico terciopelo
y en letras de oro decía:
«Ha muerto cara de cielo».

Los caballos de Palacio
ya no quieren pasear,
porque se ha muerto Mercedes
y luto quieren llevar.

Los faroles de las calles
con gasas negras están,
porque se ha muerto Mercedes
y luto quieren llevar.

Ya murió la flor de Mayo,
ya murió la flor de Abril,
ya murió la blanca rosa,
rosa de todo Madrid.



Marilina Rébora

paz interior

-- de Marilina Rébora --

Paz interior
detrás de mis paredes, feliz a mi manera,
extraigo del azul la esencia de mi verso
y escribo entre las nubes ¡añorante quimera!,
con las letras del alma, un vocablo disperso.
Ignorando el tropel que redobla en la acera,
extraña a la vorágine que rige el universo,
no turba mi interior el bullicio de afuera
y así conmigo misma, escribiendo, converso.
Pero en el corazón no puede haber engaño,
como dentro del alma no cabe la mentira
que en solitaria paz nos vemos al desnudo,
sin vanidad ni orgullo, ajenos al cruel daño
de la simulación que hipócrita conspira
y entonces a los cielos, para inspirarme, acudo.



Mario Benedetti

ángelus

-- de Mario Benedetti --

Quién me iba a decir que el destino era esto
ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los ómnibus brillantes como peces
y esa melancolía que impregna las bocinas.
Aquí no hay cielo,
aquí no hay horizonte.
Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.
Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.



Miguel Unamuno

Paleontología

-- de Miguel Unamuno --

Hay rocas que conservan, alegatos
al diluvio anteriores, las señales
que dejaron rastreros animales
de su paso en la tierra. Los estratos

pedernosos en esos garabatos
como con grandes letras capitales
nos dicen las memorias ancestrales
de sus vidas. El sabio los hiatos



Nicanor Parra

cambios de nombre

-- de Nicanor Parra --

A los amantes de las bellas letras
hago llegar mis mejores deseos
voy a cambiar de nombre a algunas cosas.
Mi posición es ésta:
el poeta no cumple su palabra
si no cambia los nombres de las cosas.
¿Con qué razón el sol
ha de seguir llamándose sol?
¡pido que se llame micifuz
el de las botas de cuarenta leguas!
¿mis zapatos parecen ataúdes?
sepan que desde hoy en adelante
los zapatos se llaman ataúdes.
Comuníquese, anótese y publíquese
que los zapatos han cambiado de nombre:
desde ahora se llaman ataúdes.
Bueno, la noche es larga
todo poeta que se estime a sí mismo
debe tener su propio diccionario
y antes que se me olvide
al propio dios hay que cambiarle nombre
que cada cual lo llame como quiera:
ese es un problema personal.



Federico García Lorca

Gacela del amor imprevisto

-- de Federico García Lorca --

Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre.

Siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.



Federico García Lorca

La Lola

-- de Federico García Lorca --

Amparo
¡qué sola estás en tu casa
vestida de blanco!

(Ecuador entre el jazmín
y el nardo).

Oyes los maravillosos
surtidores de tu patio,
y el débil trino amarillo
del canario.

Por la tarde ves temblar
los cipreses con los pájaros,
mientras bordas lentamente
letras sobre el cañamazo.

Amparo,
¡qué sola estás en tu casa,
vestida de blanco!

Amparo,
¡y qué difícil decirte:
yo te amo!



Abate Marchena

La coronación se acerca

-- de Abate Marchena --

La coronación se acerca
y mi pobre Musa helada
no pica de profetisa,
ni al rey vaticina hazañas.
En vano el frío Iriarte
sus insulsas coplas grazna,
y en lenguaje de Gaceta
a Carlos y Luisa canta.
¿Qué me importa que Forner
alce su tremenda vara,
y en duros y malos versos
haga por elogios sátiras?
¿Que el escritor cinco letras
acatamiento le haga,
qué a mí? ¿Fui yo por ventura
el autor de la Riada?
Por más que el necio Berilo
las ninfas de Salamanca
las atruene con sus cantos
sin armonía ni gracia,
mi Musa en profundo sueño
y en vil ocio sepultada
a Moratín y a Batilo
no envidia lauro y guirnaldas.



José Martí

como fiera enjaulada

-- de José Martí --

Como fiera enjaulada
mi asiento dejoempujo la entornada
puerta, vuelvo a mi libro,
los anchos ojos en sus letras clavo,
como cuerdas heridas, tiemblo y vibro,
y ruge, y muerde el alma atormentada,
como en cuerpo de mármol encerrada.



José Martí

al extranjero

-- de José Martí --

i
hoja tras hoja de papel consumo:
rasgos, consejos, iras, letras fieras
que parecen espadas: lo que escribo,
por compasión lo borro, porque el crimen,
el crimen es al fin de mis hermanos.
Huyo de mí, tiemblo del sol; quisiera
saber dónde hace el topo su guarida,
dónde oculta su escama la serpiente,
dónde sueltan la carga los traidores,
y dónde no hay honor, sino ceniza:
¡allí, mas sólo allí, decir pudiera
lo que dicen y viven!, ¡que mi patria
piensa en unirse al bárbaro extranjero!
ii
yo callaré, yo callaré: que nadie
sepa que vivo: que mi patria nunca
sepa que en soledad muero por ella:
si me llaman, iré: yo sólo vivo
porque espero a servirla: así, muriendo,
la sirvo yo mejor que husmeando el modo
de ponerla a los pies del extranjero.



Carolina Coronado

en el álbun de una señora que pedía versos largos y cortos

-- de Carolina Coronado --

Los versos más largos y aquéllos más cortos
que tengan del arte las reglas concisas,
señora, aunque sean horribles abortos
decís que queréis en letras precisas;
vos
ni
dios
a
mi musa ignorante de tales hazañas
inspiran, señora, el grande talento
de hacer en el álbum, con formas extrañas,
la rara poesía del genio portento
que
yo
no
sé.



Ramón López Velarde

Me estás vedada tú

-- de Ramón López Velarde --

¿Imaginas acaso la amargura
que hay en no convivir
los episodios de tu vida pura?

Me está vedado conseguir que el viento
y la llovizna sean comedidos
con tu pelo castaño.
Me está vedado oír en los latidos
de tu paciente corazón (sagrario
de dolor y clemencia)
la fórmula escondida
de mi propia existencia.

Me está vedado, cuando te fatigas
y se fatiga hasta tu mismo traje,
tomarte en brazos, como quien levanta
a su propia ilusión incorruptible
hecha fantasma que renuncia al viaje.

Despertarás una mañana gris
y verás, en la luna de tu armario,
desdibujarse un puño
esquelético, y ante el funerario
aviso, gritarás las cinco letras
de mi nombre, con voz pávida y floja
¡y yo me hallaré ausente
de tu final congoja.!

¿Imaginas acaso
mi amargura impotente?
me estás vedada tú... Soy un fracaso
de confesor y médico que siente
perder a la mejor de sus enfermas
y a su más efusiva penitente.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de alejandría

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Docta en los secretos de la abracadabra,
dispersó en el aire, tus letras, mi mano,
y al caer, formóse aquella palabra,
cifra de tu enigma y luz de tu arcano.

¿Por qué ley se juntan en nueva escritura
los signos dispersos? ¿qué azar hizo el juego?
¿qué ciencia de magos alzó la figura
y leyó el enigma? sierpe, rosa, fuego.

¡Sierpe! ¡rosa! ¡fuego! tal es tu armonía:
gracia de tres formas es tu gracia inquieta,
tu esencia de monstruo en la alegoría

se descubre. Antonio el anacoreta
huyó de tu sombra por alejandría.
¡Antonio era santo! ¿si fuese poeta?...



Roberto Juarroz

menos que el circo ajado de tus sueños

-- de Roberto Juarroz --

Menos que el circo ajado de tus sueños
y que el signo ya roto entre tus manos.
Menos que el lomo absorto de tus libros
y que el libro escondido
de páginas en blanco.
Menos que los amores que tuviste
y que el tizne que alarga los amores.
Menos que el dios que alguna vez fue ausencia
y hoy ni siquiera es ausencia.
Menos que el cielo que no tiene estrellas,
menos que el canto que perdió su música,
menos que el hombre que vendió su hambre,
menos que el ojo seco de los muertos,
menos que el humo que olvidó su aire.
Y ya en la zona del más puro menos
colocar todavía un signo menos
y empezar hacia atrás a unir de nuevo
la primera palabra,
a unir su forma de contacto oscuro,
su forma anterior a sus letras,
la vértebra inicial del verbo oblicuo
donde se funda el tiempo transparente
del firme aprendizaje de la nada.
Y tener buen cuidado
de no errar otra vez el camino
y aprender nuevamente
la farsa de ser algo.



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