Buscar Poemas con Letal


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra letal

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Arturo Borja

Era un sueño

-- de Arturo Borja --

Era un sueño muy dulce y lejano...
En la verde y floreada alameda
con la vaga tristeza de un piano
se juntaba el frúfré de tu seda.

El camino era largo; las flores,
se inclinaban, la luna dormía,
despertaban mis locos amores
de una vieja y letal atonía.

¡Oh, qué larga, qué triste avenida!
y ninguno pensaba en el viaje,
yo llevaba tu mano cogida
bajo el claro lunar del paisaje.

Entonaba un dulcísimo anhelo
en mi ser su florida cantata...

References

Poema Era un sueño de Arturo Borja con fondo de libro

José Tomás de Cuellar

La mujer que amé

-- de José Tomás de Cuellar --

¡AH! yo la vi, divina, encantadora,
En la mitad de mi árido camino,
Como la luz de la rosada aurora.
Como la playa el náufrago marino.

Hubo un tiempo en que solo recorría
El vasto erial del fementido mundo,
Rendido por letal melancolía,
Lleno mi pecho de dolor profundo.

Una funesta noche, ¡noche horrible,
Que nunca olvida la memoria mía!
Abrumado de tédio irresistible
En el festín alegre me perdía...

Poema La mujer que amé de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

Gabino Alejandro Carriedo

honestidad y cometido del arquitecto antonio miró

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Miró miró la arquitectura
con las lentes de su bondad
lento mirar hacia la altura
que el edificio crece sin cesar
miró miró la gente dura
parapetada en su vanidad
la vio pequeña de estatura
genitiva negativa letal
miró miró la regla pura
para su cálculo racional
reglamentando la textura
de esta función fundamental
miró miró con voz oscura
desde su telescopio catalán
y vio la vida por ventura
como es: arte y oficio de cristal

Poema honestidad y cometido del arquitecto antonio miró de Gabino Alejandro Carriedo con fondo de libro

Gabriela Mistral

la lluvia lenta

-- de Gabriela Mistral --

Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.
Quieto el árbol, quieto el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!
el cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.
Dentro del hogar, los hombres
no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.
Este largo y fatigante
descender de aguas vencidas,
hacia la tierra yacente
y transida.
Llueve... Y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la tierra?
¿dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la muerte?



Juan Meléndez Valdés

El deseo y la desconfianza

-- de Juan Meléndez Valdés --

¡Oh, si el dolor que siento se acabara,
y el bien que tanto anhelo se cumpliese!
¡Cómo, por desdichado que ahora fuese
la más alta ventura no envidiara!

Con la esperanza sola me aliviara;
y por mucho que en tanto padeciese,
el gozo de que el mal su fin tuviese,
lo amargo de la pena al fin templara.

Por un instante de placer que hubiera,
con júbilo mis ansias sufriría,
ni en su eterno durar desfalleciera.

Pero si es tal la desventura mía,
que huyendo el bien, el daño persevera,
¡qué aguardo puedo en mi letal porfía!



Julio Flórez

Al lector

-- de Julio Flórez --

Poem

Hay una gruta, misteriosa y negra, donde resbala bajo mustias frondas, un raudal silencioso que ni alegra ni fecunda: ¡qué amargas son sus ondas!

Con qué impudor bajo esa gruta helada mil flores abren su aterido broche ¡Nunca al beso de luz de la alborada! ¡Siempre al ósculo negro de la noche!

Esa gruta es mi alma; y esa fuente muda y letal, mi corrosivo llanto; y esas flores, los versos que en mi mente brotan al choque de fatal quebranto.

Cierto es que hay ámbar y color y almíbar en muchas de esas flores mas te advierto, que estas esconden repugnante acíbar, olor de cirio, y palidez de muerto.



Julio Flórez

Al Tequendama

-- de Julio Flórez --

Poem

Ah, yo soy como tú también fui río, me deslicé por sobre blanda arena, bajo un cielo de bóveda serena, y recorrí la vega y el plantío!

Más tarde la fatiga y el hastío y más que todo la desdicha ajena, al repletar mi corazón de pena, me sentí desplomado en el vacío!

Y estoy cayendo en el abismo oscuro de mi dolor, letal, sordo, infinito como tú, del peñón inmoble y duro.

Voy, como tú, tras negra lontananza, lanzando siempre, como tú, mi grito; ay!... Pero sin un iris de esperanza!



Francisco Martínez de la Rosa

La muerte (Martínez de la Rosa)

-- de Francisco Martínez de la Rosa --

Al borde está de una tumba
La inexorable deidad,
Mal ceñido el negro manto,
Lívida la horrenda faz,
Y la planta descarnada
Sobre una corona real:
En tablas de bronce y mármol,
Carcomidas por la edad,
Apoya el brazo siniestro
Con terrible majestad,
Y la historia de cien siglos
Debajo borrada está.
Reina en torno hondo silencio,
Destrucción y soledad,
Como en el Averno lago
En que hasta el aire es letal;
Ni alrededor nace yerba,
Ni osan las aves volar.
Ante sus ojos perenne
Arde una luz funeral,
Cual si la densa tiniebla
Luchase por disipar;
Mas apenas la vislumbra
Entre sombras el mortal,
Cuando su débil reflejo
¡Se pierde en la eternidad!



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante IV)

-- de Francisco Sosa Escalante --

No de las quejas que en letal quebranto
El alma triste dolorida exhala,
Las notas te daré miéntras resbala
Tu vida en medio de feliz encanto.

No con las gotas de mi amargo llanto
¡Oh paloma gentil! se moje tu ala;
Yo el rumbo seguiré que me señala
Mi sino adverso, aunque te amaba tanto.

Las hadas que en la cuna te mecieron
Gozosas presagiaron tu ventura
Cuando tu frente alabastrina vieron;

Ay! y esas mismas hadas la amargura
Al hombre que te amara predijeron,
¡Que tal el signo fué de tu hermosura!



Francisco Sosa Escalante

Adiós (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Adios! adios! si al suspirar el viento
Entre las flores de tu hogar querido
Remeda alguna vez hondo gemido
Que un pecho exhala en su letal tormento,

Escucha allí mi voz; será el lamento
Del bardo triste por tu amor herido,
Que á demandarte irá que no al olvido
Su nombre legues en fatal momento.

Adios, mi bien; doquiera la ventura
Tu senda borde con fragantes flores
Dignas de tu beldad, de tu alma pura.

Adios, y sé feliz; que siempre ignores.
En tanto que padezco, la amargura
De los tristes recuerdos punzadores.



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