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Se han encontrado 16 poemas con la palabra ledo

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Amado Nervo

¡oh muerte!

-- de Amado Nervo --

Muerte, ¡cómo te he deseado!,
¡con qué fervores te he invocado!,
¡con qué anhelares he pedido
a tu boca su beso helado!
¡pero tú, ingrata, no has oído!
¡vendrás, quizá, con paso quedo
cuando de partir tenga miedo,
cuando la tarde me sonría
y algún ángel, con rostro ledo,
serene mi melancolía!
vendrás, quizá, cuando la vida
me muestre una veta escondida
y encienda para mí una estrella.
¡Qué importa! llega, ¡oh prometida!
¡siempre has de ser la bien venida,
pues que me juntarás con ella!

Poema ¡oh muerte! de Amado Nervo con fondo de libro

José María Blanco White

A Dorila

-- de José María Blanco White --

Te engañas, mi Dorila,
si juzgas que rendido
de amar sin esperanza
se verá el pecho mío;
que no, no es tan tirano,
cual dicen, el Dios niño,
y sabe aun con las ansias
dar premios exquisitos.
Son necios los amantes
que llaman su dominio
cruel, y que maldicen
sus cadenas y grillos.
Dorila, yo te adoro;
y el ardor en que vivo,
es el premio y la gloria
que el adorarte pido.
Peno ¡ay triste! mas tengo
en tu rostro divino
de mis crueles ansias
un dulce y cierto alivio:
pues aun cuando mi pecho
más agitado miro,
volviendo a ti los ojos
ledo que da y tranquilo.
Y si del rostro amable
el influjo benigno
me es negado, y ausente
mi fuego es más activo,
tu dulce nombre entonces
tiernamente repito,
y un nuevo fuego enciendo,
con que aplaco el antiguo.
¡Ay! de esta suave llama
los amantes deliquios
sólo es dado gozarlos
a quien sabe sentirlos.
Zagala, no te engañes,
que aun el más afligido
pagado está, si logra
dar a tiempo un suspiro.

Poema A Dorila de José María Blanco White con fondo de libro

José María Heredia

recuerdo. soneto

-- de José María Heredia --

Recuerdo
soneto
despunta apenas la rosada aurora:
plácida brisa nuestras velas llena;
callan el mar y el viento, y solo suena
el rudo hendir de la cortante prora.
Ya separado ¡ayme! de mi señora
gimo no más en noche tan serena:
dulce airecillo, mi profunda pena
lleva al objeto que mi pecho adora.
¡Oh! ¡cuántas veces, al rayar el día,
ledo y feliz de su amoroso lado
salir la luna pálida me vía!
¡huye, memoria de mi bien pasado!
¿qué sirves ya? separación impía
la brillante ilusión ha disipado.

Poema recuerdo. soneto de José María Heredia con fondo de libro

José María Heredia

Recuerdo

-- de José María Heredia --

Despunta apenas la rosada aurora:
plácida brisa nuestras velas llena;
callan el mar y el viento, y solo suena
el rudo hendir de la cortante prora.

Ya separado ¡ayme! de mi señora
gimo no más en noche tan serena:
dulce airecillo, mi profunda pena
lleva al objeto que mi pecho adora.

¡Oh! ¡cuántas veces, al rayar el día,
ledo y feliz de su amoroso lado
salir la luna pálida me via!

¡Huye, memoria de mi bien pasado!
¿Qué sirves ya? Separación impía
la brillante ilusión ha disipado.



Gutierre de Cetina

amor, ¿de dónde nace un tan gran miedo

-- de Gutierre de Cetina --

¿soy causa yo de este temor que siento?
¿por qué no piensa el bien mi pensamiento
ni de recelar mal tirarlo puedo?
»¿qué es esto que me quita el vivir ledo,
como solía cuándo más contento?
si me quita el descanso el sentimiento,
¿quién me quita el esfuerzo y el denudo?
»estas congojas y estas bascas tales,
¿de qué proceden? ¿ son por ventura
en los otros amantes de esta suerte?»
«sí respondió el amor, tu desventura,
que ni pueden hallar medios tus males,
ni en tus males hallar medio la muerte».



Gutierre de Cetina

el cielo de sus altos pensamientos

-- de Gutierre de Cetina --

Con las alas de amor ledo subía
vandalio, y ni el peligro lo desvía
ni le ponen temor mil escarmientos.
Las nubes deja atrás, deja los vientos,
vencidos del valor de su osadía,
cuando de las palabras que decía
al sol, suenan acá tales acentos:
«si fue temeridad, ojos del cielo,
osar tan sin valor volar tan alto,
sabiendo de faetón el caso fiero,
»consentidme una vez que sin recelo
mire vuestra beldad; después si el salto
viniera a ser mortal, mortal lo quiero».



Gutierre de Cetina

debajo de un pie blanco y pequeñuelo

-- de Gutierre de Cetina --

Tenía el corazón enamorado
vandalio, tan ufano en tal cuidado,
que tiene en poco el mayor bien del suelo.
Cuando movido amor de un nuevo celo,
envidioso de ver tan dulce estado,
mirando el pie hermoso y delicado,
el fuego del pastor muestra de hielo.
En tanto, el corazón que contemplaba
el pie debajo el cual ledo se vía,
con lágrimas de gozo lo bañaba.
Y el alma, que mirando se sentía,
con fogosos suspiros enjugaba
las mancillas que el llanto en el ponía.



Gutierre de Cetina

ay, vivo fuego, ay, fiero pensamiento

-- de Gutierre de Cetina --

Ay, rabioso dolor, pasos cansados,
ay, recelos de amor desesperados,
ay, triste, congojoso sentimiento!
¡ay, alto desear sin fundamento,
ay, vana empresa llena de cuidados,
ay, ríos, fuentes, selvas, bosques, prados,
ay, esquiva ocasión de mi tormento!
¡ay, verdes murtas, árboles hermosos,
ay, lugar que ya fue ledo y jocundo,
do gastaba mi tiempo en dulce canto!
espíritus alegres y amorosos,
si alguno vive acá en el bajo mundo,
muévaos hora a piedad mi triste llanto.



Gutierre de Cetina

si así durase el sol sereno cuanto

-- de Gutierre de Cetina --

Dura la noche tenebrosa, obscura,
si en medio del placer mi desventura
no transformase el gozo en triste llanto,
¿cuál vida podría ser alegre tanto,
cuál mal que iguale al bien de tal ventura,
cuál remedio mayor de mi tristura
que mudar en alegre el triste canto?
en la gloria mayor de mi tormento
voy por tranquilo mar ledo cantando,
mientra alegres se muestran vuestros ojos.
Mas, ¡ay!, que cuando más, más gloria siento,
se me deshace el bien considerando
cuál me suelen parar vuestros enojos.



Gutierre de Cetina

de sola la ocasión ledo y gozoso

-- de Gutierre de Cetina --

Dijo vandalio a amor: «por un halago
corre en cama dorada el rico tago,
pactolo sea de perlas abundoso;
»desee con su virtud quedar famoso
el que el sacro laurel quiere por pago,
vaya arando la mar, cual hizo lago,
aquél que de riquezas es cuidoso;
»gobierne el reino aquel que lo procura,
sea el mundo de aquél que lo conquista,
y cada cual se goce con su estado.
»Yo no pido ni quiero más ventura
salvo que pueda de una dulce vista
solamente mirar y ser mirado».



Gutierre de Cetina

a la princesa de molfeta I

-- de Gutierre de Cetina --

Como al rayo de sol nueva serpiente
en virtud del calor sale y se aviva,
muéstrase más lozana y más altiva
y el esfuerzo y valor doblado siente,
y como mientra el sol no es tan caliente,
la falta del calor hace que viva
tímida, solitaria, obscura, esquiva,
do ni la puede ver ni vea la gente,
tal ha sido de mí, señora mía,
que en virtud del calor de los favores
mientra el sol me duró, ledo vivía,
hasta que los helados disfavores
hicieron encoger mi fantasía,
esconderme y huir de los amores.



Medardo Ángel Silva

La muerte enmascarada

-- de Medardo Ángel Silva --

Silenciosa y eternamente va a nuestro lado,
con paso sin rumor, enigmático y ledo,
grávido de misterios el rostro enmascarado,
seguido del horror, la tiniebla y el miedo.

Pasan las horas dulces en cortejo rosado,
y sonríen. Yo intento sonreír... Y no puedo,
porque, al saberme siempre por ella acompañado,
como quien ve un abismo súbitamente quedo.

Cuando pueblan la estancia las horribles visiones
que hace la neurastenia surgir en los rincones,
entre los cortinajes de azul desconocido,

¡ay, apagad las luces y velad los espejos!
Temo ver en sus lunas de borrosos reflejos,
junto a la Enmascarada, mi faz de aparecido.



Julio Herrera Reissig

el banco del suplicio

-- de Julio Herrera Reissig --

Eufocordias

... Et puis je suis parti, pleurant comme un enfant!
musset

a punto de dormirte bajo el ledo
suspiro del arcángel que te guía,
hirióme el corazón tu analogía
con una ingrata que olvidar no puedo.

Reclinada en el banco del viñedo,
junto al tilo de exánime apatía,
al iluso terror de que eras mía
me arrodillé con tembloroso miedo.

Partido por antiguo sufrimiento,
sobre tu frente agonicé un momento...
Y cuando el sueño te aquietó en el blando

tul irreal de los deliquios suyos,
uniéronse mis labios a los tuyos,
y como un niño me alejé llorando.



Fernando de Herrera

Nunca mi mal terrible sentiría

-- de Fernando de Herrera --

Nunca mi mal terrible sentiría,
ni descansar querría de mi pena,
si cuidase tal vez que mi serena
luz alegre y suave me sería;

mas no sufre la indina suerte mía
esta gloria, y de sí la aparta ajena,
y a rendir la esperanza me condena,
porque osé y di lugar a esta osadía.

Haga el cielo que pierda en menor daño
la memoria de aquel atrevimiento
que tuve en ver mi afán no aborrecido,

cuando agradó a mi bien que en dulce engaño
sufriese ufano y ledo el mal que siento:
mas ¿qué vale a quien muere en tibio olvido?



Francisco de Aldana

Al cielo

-- de Francisco de Aldana --

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo.

¡Oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,
tan lejos del mortal caduco velo,
casi un Argos divino alzado a vuelo,
de nuestro humano error libre y piadoso!

¡Oh patria amada!, a ti sospira y llora
esta en su cárcel alma peregrina,
llevada errando de uno en otro instante;

esa cierta beldad que me enamora
suerte y sazón me otorgue tan benina
que, do sube el amor, llegue el amante.



Clemente Althaus

Al sábado

-- de Clemente Althaus --

Questo è de sette el più gradito giorno

pien di speme e di gioia:

diman tristezza e noia

recheran l'ore, ed al travaglio usato

ciascuno in suo pensier farà ritorno.

LEOPARDI.

Víspera dulce del festivo día,
aún más que él dulce para el alma humana,
oh hijo, el más feliz de la Semana,
lleno estás de esperanza y alegría!
Tú al hombre, a quien abruma de la larga
semana el vario afán y los negocios,
en los festivos, anhelados ocios
la tregua ofreces de su grave carga.
¡Cuán dulce y lisonjera tu promesa
sonaba un tiempo a mi infantil oído,
a la hora en que el estudio maldecido
entre mil gritos de algazara cesa!
¡Qué placeres tan vivos me pintaba!
¡Cuán ledo me mostraba y halagüeño
el solo día de que yo era dueño,
único libre en mi semana esclava!
Mas ¡ay! apenas el mortal alcanza
el bien que más ansió, de él no se cuida,
y el único placer de nuestra vida
es el vano placer de la esperanza.



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