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César Vallejo

oración del camino

-- de César Vallejo --

Oración del camino
ni sé para quién es esta amargura!
oh, sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.
Oyes? regaña una guitarra. Calla!
es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo... Largo...
Azulea el camino, ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!
queda un olor de tiempo abonado de versos,
para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!

Poema oración del camino de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

Medialuz

-- de César Vallejo --

He soñado una fuga. Y he soñado
tus encajes dispersos en la alcoba.
A lo largo de un muelle, alguna madre;
y sus quince años dando el seno a una hora.

He soñado una fuga. Un “para siempre”
suspirado en la escala de una proa;
he soñado una madre;
unas frescas matitas de verdura,
y el ajuar constelado de una aurora.

A lo largo de un muelle......
Y a lo largo de un cuello que se ahoga!

Poema Medialuz de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

Oracion del camino

-- de César Vallejo --

Ni sé para quién es esta amargura!
Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un Cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.

Oyes? Regaña una guitarra. Calla!
Es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo..., Largo...

Azulea el camino, ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
Y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!

Queda un olor de tiempo abonado de versos,
para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!

Poema Oracion del camino de César Vallejo con fondo de libro

Ernesto Cardenal

canción

-- de Ernesto Cardenal --

¡mi pelo largo!
¡mi pelo largo!
querías tu
muchacha con
el pelo largo
yo lo tengo abajo
de los hombros
crees que esta esquina
de la vendedora de guayabas
donde voz me encontraste
con terror y con júbilo
(aunque sólo demostraste
palidez y silencio)
la borrarán
los ángeles,
les champs-elysees?



Por ese camino

-- de Vicenta Castro Cambón --

El camino fué largo, muy largo,
fué malo también:
los tropiezos que en él abundaban
lo hacian difícil, cansaban los pies.

Mucho lodo cubría el camino,
y más de una vez
nuestros pies, doloridos y débiles,
andando inseguros hundiéronse en él.

¡Cuántas charcas hallamos al paso!
¡Qué ingrato nos fué
del continuo croar de los sapos
la voz que auguraba: "pronto ha de llover"!

Hasta el viento, mi amigo constante,
fué malo esta vez:
se empapaba en hedor de pantanos
que a cada momento traíanos cruel.

Y el camino fué largo y fué malo...
Y qué ¡extraño es!
en caminos muy cortos y fáciles
que anduve en la vida más que hoy me cansé.

Es porque este penoso camino
estéril no fué:
porque mi alma, en sus ansias de abeja,
por ese camino buscó y hallo miel.



Dulce María Loynaz

la mujer de humo

-- de Dulce María Loynaz --

Hombre que me besas,
hay humo en tus labios.
Hombre que me ciñes,
viento hay en tus brazos.

Cerraste el camino,
yo seguí de largo;
alzaste una torre,
yo seguí cantando...

Cavaste la tierra,
yo pasé despacio...
Levantaste un muro
¡yo me fui volando!...

Tu tienes la flecha:
yo tengo el espacio;
tu mano es de acero
y mi pie es de raso...

Mano que sujeta,
pie que escapa blando...
¡Flecha que se tira!...
(El espacio es ancho...)

Soy lo que no queda
ni vuelve. Soy algo
que disuelto en todo
no está en ningún lado...

Me pierdo en lo oscuro,
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa... En tus manos.

Humo que se crece,
humo fino y largo,
crecido y ya roto
sobre un cielo pálido...

Hombre que me besas,
tu beso es en vano...
Hombre que me cines:
¡nada hay en tus brazos!



Arturo Borja

A Misteria

-- de Arturo Borja --

¡Oh, cómo te miraban las tinieblas,
cuando ciñendo el nudo de tu abrazo
a mi garganta, mientras yo espoleaba
el formidable ijar de aquel caballo,
cruzábamos la selva temblorosa
llevando nuestro horror bajo los astros!
Era una selva larga, toda negra:
la selva dolorosa cuyos gajos
echaban sangre al golpe de las hachas,
como los miembros de un molusco extraño.
Era una selva larga, toda triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.
El espumante potro galopaba
mojando de sudor su cansancio,
y ya hacía mil años que corría
por aquel bosque lúgubre. ¡Mil años!
Y aquel bosque era largo, largo y triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.
Y era tu abrazo como un nudo de horca
y eran glaciales témpanos tus labios,
y eran agrios alambres mis tendones,
y eran zarpas retráctiles mis manos,
y era el enorme potro un viento negro
furioso en su carrera de mil años.

Caímos a un abismo tan profundo
que allí no había Dios: montes lejanos
levantaban sus cúspides, casqueadas
de nieve, bajo el brillo de los astros,

references



Pablo Neruda

fantasma

-- de Pablo Neruda --

Cómo surges de antaño, llegando,
encandilada, pálida estudiante,
a cuya voz aún piden consuelo
los meses dilatados y fijos.
Sus ojos luchaban como remeros
en el infinito muerto
con esperanza de sueño y materia
de seres saliendo del mar.
De la lejanía en donde
el olor de la tierra es otro
y lo vespertino llega llorando
en forma de oscuras amapolas.
En la altura de los días inmóviles
el insensible joven diurno
en tu rayo de luz se dormía
afirmado como en una espada.
Mientras tanto crece a la sombra
del largo transcurso en olvido
la flor de la soledad, húmeda, extensa,
como la tierra en un largo invierno.



Pablo Neruda

madrigal escrito en invierno

-- de Pablo Neruda --

En el fondo del mar profundo,
en la noche de largas listas,
como un caballo cruza corriendo
tu callado callado nombre.
Alójame en tu espalda, ay refúgiame,
aparéceme en tu espejo, de pronto,
sobre la hoja solitaria, nocturna,
brotando de lo oscuro, detrás de ti.
Flor de la dulce luz completa,
acúdeme tu boca de besos,
violenta de separaciones,
determinada y fina boca.
Ahora bien, en lo largo y largo,
de olvido a olvido residen conmigo
los rieles, el grito de la lluvia:
lo que la oscura noche preserva.
Acógeme en la tarde de hilo
cuando el anochecer trabaja
su vestuario, y palpita en el cielo
una estrella llena de viento.
Acércame tu ausencia hasta el fondo,
pesadamente, tapándote los ojos,
crúzame tu existencia, suponiendo
que mi corazón está destruido.



José Ángel Buesa

canción del amor lejano

-- de José Ángel Buesa --

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.



Gabriela Mistral

la lluvia lenta

-- de Gabriela Mistral --

Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.
Quieto el árbol, quieto el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!
el cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.
Dentro del hogar, los hombres
no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.
Este largo y fatigante
descender de aguas vencidas,
hacia la tierra yacente
y transida.
Llueve... Y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la tierra?
¿dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la muerte?



Vicente Huidobro

Contacto externo

-- de Vicente Huidobro --

Mis ojos de plaza pública
Mis ojos de silencio y de desierto
El dulce tumulto interno
La soledad que se despierta
Cuando el perfume se separa de las flores y emprende el viaje
Y el río del alma largo largo
Que no dice más ni tiempo ni espacio

Un día vendrá ha venido ya
La selva forma una sustancia prodigiosa
La luna tose
El mar desciende de su coche
Un jour viendra est déjà venu
Y Yo no digo más ni primavera ni invierno

Hay que saltar del corazón al mundo
Hay que construir un poco de infinito para el hombre



Antonio Machado

Cante hondo

-- de Antonio Machado --

Yo meditaba absorto, devanando
los hilos del hastío y la tristeza,
cuando llegó a mi oído,
por la ventana de mi estancia, abierta
a una caliente noche de verano,
el plañir de una copla soñolienta,
quebrada por los trémolos sombríos
de las músicas magas de mi tierra.
...Y era el Amor, como una roja llama...
-Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro,
que se trocaba en surtidor de estrellas-.
...Y era la Muerte, al hombro la cuchilla,
el paso largo, torva y esquelética.
-Tal cuando yo era niño la soñaba-.
Y en la guitarra, resonante y trémula,
la brusca mano, al golpear, fingía
el reposar de un ataúd en tierra.
Y era un plañido solitario el soplo
que el polvo barre y la ceniza avienta.



Rosalía de Castro

en un álbum

-- de Rosalía de Castro --

Te vi una vez de niña;
me pareciste flor de primavera
o capullo de rosa que exhalase
su virginal esencia.
Ahora dicen todos
que eres mujer bella...
¡Quiera dios que en el lecho de las vírgenes
por largo tiempo en largo sueño duermas!
¡que es el sueño más dulce
que duermen las hermosas en la tierra!



Rosalía de Castro

En un álbum (Castro)

-- de Rosalía de Castro --

Te vi una vez de niña;
me pareciste flor de primavera
o capullo de rosa que exhalase
su virginal esencia.

Ahora dicen todos
que eres mujer bella...
¡Quiera Dios que en el lecho de las vírgenes
por largo tiempo en largo sueño duermas!

¡Que es el sueño más dulce
que duermen las hermosas en la Tierra!



Julia de Burgos

poema de la íntima agonía

-- de Julia de Burgos --

Este corazón mío, tan abierto y tan simple,
es ya casi una fuente debajo de mi llanto.

Es un dolor sentado más allá de la muerte.
Un dolor esperando... Esperando... Esperando...

Todas las horas pasan con la muerte en los hombros.
Yo sola sigo quieta con mi sombra en los brazos.

No me cesa en los ojos de golpear el crepúsculo,
ni me tumba la vida como un árbol cansado.

Este corazón mío, que ni él mismo se oye,
que ni él mismo se siente de tan mudo y tan largo.

¡Cuántas veces lo he visto por las sendas inútiles
recogiendo espejismos, como un lago estrellado!

es un dolor sentado más allá de la muerte,
dolor hecho de espigas y sueños desbandados.

Creyéndome gaviota, verme partido el vuelo,
dándome a las estrellas, encontrarme en los charcos.

¡Yo que siempre creí desnudarme la angustia
con solo echar mi alma a girar con los astros!

¡oh mi dolor, sentado más allá de la muerte!
¡este corazón mío, tan abierto y tan largo!



Claudio Rodríguez

ajeno

-- de Claudio Rodríguez --

Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.



Adelardo López de Ayala

A unos pies

-- de Adelardo López de Ayala --

Me parecen tus pies, cuando diviso
que la falda traspasan y bordean,
dos niños que traviesos juguetean
en el mismo dintel del Paraíso.

Quiso el amor, y mi fortuna quiso,
que ellos el fiel de mi esperanza sean:
de pronto, cuando salen, me recrean;
cuando se van, me afligen de improviso.

¡Oh pies idolatrados! ¡Yo os imploro!
y pues sabéis mover todo el palacio
por quien el alma enamorada gime,

traed a mi regazo mi tesoro,
y yo os aliviaré por largo espacio
del riquísimo peso que os oprime.



Alberti

A FEDERICO GARCÍA LORCA

-- de Alberti --

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.



Amado Nervo

y el buda de basalto sonreía

-- de Amado Nervo --

Aquella tarde, en la alameda, loca
de amor, la dulce idolatrada mía
me ofreció la eglantina de su boca.
Y el buda de basalto sonreía...
Otro vino después, y sus hechizos
me robó; dile cita, y en la umbría
nos trocamos epístolas y rizos.
Y el buda de basalto sonreía...
Hoy hace un año del amor perdido.
Al sitio vuelvo y, como estoy rendido
tras largo caminar, trepo a lo alto
del zócalo en que el símbolo reposa.
Derrotado y sangriento muere el día,
y en los brazos del buda de basalto
me sorprende la luna misteriosa.
Y el buda de basalto sonreía...



Amado Nervo

Esta niña dulce y grave...

-- de Amado Nervo --

Esta niña dulce y grave,
tiene un largo cuello de ave,
cuello lánguido y sutil
cuyo gálibo suave
finge prora de una nave,
de una nave de marfil.

Y hay en ella cuando inclina
la cabeza arcaica y fina,
-que semeja peregrina
flor de oro- al saludar,
cierto ritmo de latina,
cierto porte de menina
y una gracia palatina
muy difícil de explicar...



Leopoldo Lugones

El zorzal

-- de Leopoldo Lugones --

Al matinal
cielo de añil,
desde el pensil
lanza el zorzal,
silbo viril,
loa jovial,
que rompe el tul
inmaterial
del alba azul
y angelical.

Largo arrebol
dilata el sol
por el tapial
de aquel vergel,
donde rival
más claro que él,
trina, genial,
cantas, sutil,
pueril zorzal,
zorzal gentil.



Lope de Vega

si gasta el mar la endurecida roca

-- de Lope de Vega --

Si gasta el mar la endurecida roca
con el curso del agua tierna y blanda,
si el español, que entre los indios anda,
con largo trato a su amistad provoca;
si al ruego el áspid la fiereza apoca,
si el fuego al hierro la fiereza ablanda,
no yerra amor, cuando esperar le manda
un imposible a mi esperanza loca.
Que el tiempo que las rocas enternece,
indios, áspides, hierros, bien podría
sirviendo, amando cuanto amor concede,
por más que mi desdicha os endurece,
señora, enterneceros algún día,
que un inmortal amor todo lo puede.



Lope de Vega

Inmenso monte, cuya blanca nieve

-- de Lope de Vega --

Inmenso monte, cuya blanca nieve
te muestra antes de tiempo encanecido,
en ti quiero vivir, por ver si ha sido
fuego este amor, pues acabar se debe.

Pero si está en el alma, aunque más pruebe
hacer de nieve a su memoria olvido,
será trabajo eterno del sentido
y de mi largo error engaño breve.

Nieve por nieve al fin, puerto por puerto,
blancura y condición, Lucinda helada,
a mi fuego darán remedio cierto.

¡Oh duro puerto una mujer airada!
pero pásele yo quedando muerto,
que a quien cansa el vivir, la muerte agrada.



Lope de Vega

Por ver si queda en su furor deshecho

-- de Lope de Vega --

Por ver si queda en su furor deshecho,
Leandro arroja el fuego al mar de Abido,
que el estrecho del mar, al encendido
pecho, parece mucho más estrecho.

Rompió las sierras de agua largo trecho,
pero el fuego, en sus límites rendido,
del mayor elemento fue vencido,
más por la cantidad, que por el pecho.

El remedio fue cuerdo; el amor loco:
que como en agua remediar espera
el fuego que tuviera eterna calma,

bebióse todo el mar, y aún era poco:
que si bebiera menos, no pudiera
templar la sed desde la boca al alma.



Escuadrones de estrellas temerosas

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Escuadrones de estrellas temerosas
desamparan el cielo, de corridas
en ver que solo no han de ser vencidas
del sol, cual antes, o de frescas rosas.

Ya las ligeras horas presurosas
oro crecen al carro, y encendidas
perlas les da el Oriente más subidas
por afrentar a las de Celia hermosas.

Cual a su dueño el prado lisonjera
vitoria ofrece y esperanzas vanas
en su color y en el laurel que cría.

Salió mi bello Oriente a sus ventanas:
parose el sol vencido en su carrera,
y fue más largo por mi Celia el día.



Luis Cañizal de la Fuente

populus nigra

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

No la chopera, que apenas
sabe esbozar un fácil canto verde:
pero el que canta como un pueblo entero
es el pinar,
la gloria silenciosa
del aire entre las ramas.
La alta gloria callada
del viento entre los pinos.
Su clamoreo largo y sostenido
se funde con la carcajada
de un tren que pasa, al margen, fragoroso,
por la vía apartada. ¡Corre, que lo pierdes!
(no corras. Más bien báñate
dentro de este oleaje
sonoro. Ensordece en su seno.)



Luis Cernuda

peregrino

-- de Luis Cernuda --

¿volver? vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿volver? regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a ulises,
sin ítaca que aguarde y sin penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.



Luis Palés Matos

la ceiba

-- de Luis Palés Matos --

La ceiba sobre el cauce se dobla bondadosa
quebrando la afonía de la áfona llanura.
Con su voz de matrona, la ceiba caprichosa
tiene el ramaje loco de una rara locura.

Ella entraña el recuerdo recóndito y fragante,
de una princesa india de pupila moruna,
que sumergió en el río su cuerpo palpitante
bajo la anemia crónica de la pálida luna.

Ella ofrenda su sombra tutelar al viajero
nostálgico de calma; el ruiseñor parlero,
entona entre sus ramas fervientes sonatinas;

la ceiba es una madre, que sobre el río largo
expande su paraguas enorme; y sin embargo,
la ceiba tiene el tronco pletórico de espinas.



Manuel del Palacio

En un calabozo

-- de Manuel del Palacio --

¡Cuán triste debe ser y cuán amargo
Vivir en este sucio asilo estrecho,
Sintiendo sin cesar dentro del pecho
De la airada conciencia el justo cargo!

¡Cuántas horas de angustia y de letargo
Ofrecerá al culpable el duro lecho,
Y cuántas, ¡ay! en lágrimas deshecho
De su existencia el fin hallará largo!

Pero á mí ¿qué me importa tu tristeza?
Como en almohada de caliente pluma
Reclino en tu tarima mi cabeza;

La culpa, no el castigo, es lo que abruma,
Y rompe mi virtud toda vileza
Como el alto bajel rompe la espuma.



Jacinto de Salas y Quiroga

El ingrato (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

(Música de Romagnesi.)

Ese ingrato que tanto quieres
imita al fin tu ligereza;
él te abandona, y tú prefieres
su veleidad a mi firmeza.
¡Ay! El que te hace así penar
no merece, no, tu ternura;
a mí, que adoro tu hermosura,
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Amable Rosa, ¿por qué lloras?
Ese cruel que te entristece,
al ver cuan firme tú le adoras,
de ti se ríe y se envanece.
¡Ah! Más valiera despreciar
al que tus penas ha causado;
yo nunca olvido lo pasado;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Si largo tiempo en mi dolor
tu alevosía he repetido;
si fuiste ingrata con mi amor,
padeces ya... Todo lo olvido.
Bella Rosa, vuelve a tomar
mi corazón y mi fortuna;
deja el rubor... Amor nos una;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.



Jaime Sabines

los he visto en el cine

-- de Jaime Sabines --

Frente a los teatros,
en los tranvías y en los parques,
los dedos y los ojos apretados.
Las muchachas ofrecen en las salas oscuras
sus senos a las manos
y abren la boca a la caricia húmeda
y separan los muslos para invisibles sátiros.
Los he visto quererse anticipadamente, adivinando
el goce que los vestidos cubren, el engaño
de la palabra tierna que desea,
el uno al otro extraño.
Es la flor que florece
en el día más largo,
el corazón que espera,
el que tiembla lo mismo que un ciego en un presagio.
Esa niña que hoy vi tenía catorce años,
a su lado sus padres le miraban la risa
igual que si ella se la hubiera robado.
Los he visto a menudo
a ellos, a los enamorados
en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol,
encontrarse en la carne,
sellarse con los labios.
Y he visto el cielo negro
en el que no hay ni pájaros,
y estructuras de acero
y casa pobres, patios,
lugares olvidados.
Y ellos, constantes, tiemblan
se ponen en sus manos,
y el amor se sonríe, los mueve, les enseña,
igual que un viejo abuelo desengañado.



Jaime Sabines

vieja la noche...

-- de Jaime Sabines --

Vieja la noche, vieja,
largo mi corazón antiguo.

¡Qué de brazos adentro
del pecho, fríos,
se mueven y me buscan,
viejo amor mío!

la noche, vieja, cae
como un lento martirio,
sombra y estrella, hueco
del pecho mío.

Y yo entretanto, ausente
de mi martirio,
entro en la noche, busco
su cuerpo frío.

No hay luna, locos,
desde hace siglos.
Sólo un breve milagro
cuando hace frío.



Jorge Guillén

los nombres

-- de Jorge Guillén --

Albor. El horizonte
entreabre sus pestañas,
y empieza a ver. ¿Qué? nombres.
Están sobre la pátina
de las cosas. La rosa
se llama todavía
hoy rosa, y la memoria
de su tránsito, prisa.
Prisa de vivir más.
A lo largo amor nos alce
esa pujanza agraz
del instante, tan ágil
que en llegando a su meta
corre a imponer después.
Alerta, alerta, alerta,
yo seré, yo seré.
¿Y las rosas? pestañas
cerradas: horizonte
final. ¿Acaso nada?
pero quedan los nombres.



Jorge Isaacs

Después de la victoria

-- de Jorge Isaacs --

I

Con albas ropas, lívida, impalpable,
en alta noche se acercó a mi lecho:
estremecido, la esperé en los brazos;
inmóvil, sorda, me miró en silencio.

Hiriome su mirada negra y fría...
Sentí en la frente como helado aliento;
y las manos de mármol en mis sienes,
a los míos juntó sus labios yertos.

II

La hoguera del vivac agonizante:
Infla las lonas de la tienda el viento:
Olor de sangre... Fatigados duermen:
De centinelas, voces a los lejos...

¡Largo vivir!... ¡La gloria!... ¿Quién laureles
Y caricias tendrá para mí en premio?
¿Gloria sin ti?... ¡Dichosos los que yacen
En la llanura ensangrentada, muertos!



Jorge Luis Borges

soneto del vino

-- de Jorge Luis Borges --

¿en qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto
otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.



Jorge Luis Borges

al hijo

-- de Jorge Luis Borges --

No soy yo quien te engendra. Son los muertos.
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo dédalo de amores
trazaron desde adán y los desiertos
de caín y de abel, en una aurora
tan antigua que ya es mitología,
y llegan, sangre y médula, a este día
del porvenir, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos nosotros
y, entre nosotros, tú y los venideros
hijos que has de engendrar. Los postrimeros
y los del rojo adán. Soy esos otros,
también. La eternidad está en las cosas
del tiempo, que son formas presurosas.



Jorge Luis Borges

al vino

-- de Jorge Luis Borges --

En el bronce de homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.
Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.
En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.
Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,
vino que como un éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.
En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de cristo.
En las arrebatadas estrofas del sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.
Que otros en tu leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.
Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.
Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.



César Vallejo

Trilce: XLIX

-- de César Vallejo --

Murmurado en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes
de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta yo he olvidado
de quién seré.

Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas
de las partidas.
Esa guardarropía, ella sola,
al volver de cada facción,
de cada candelabro
ciego de nacimiento.

Tampoco yo descubro a nadie, bajo
este mantillo que iridice los lunes
de la razón;
y no hago más que sonreir a cada púa
de las verjas, en la loca búsqueda
del conocido.

Buena guardarropía, ábreme
tus blancas hojas:
quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo, quiero
saber de estar siquiera.

En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo
de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
por sí propios, de perchas
como ductores índices grotescos,
y partiendo sin cuerpos, vacantes,
hasta el matiz prudente
de un gran caldo de alas con causas
y lindes fritas.
Y hasta el hueso!



César Vallejo

Trilce: LXII

-- de César Vallejo --

Alfombra
Cuando vayas al cuarto que tú sabes,
entra en él, pero entorna con tiento la mampara
que tánto se entreabre,
cása bien los cerrojos, para que ya no puedan
volverse otras espaldas.

Corteza
Y cuando salgas, di que no tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cojido de un canto de tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras de borde de tu alma.

Almohada
Y sólo cuando hayamos muerto ¡quién sabe!
Oh nó. Quién sabe!
entonces nos habremos separado.
Mas si, al cambiar el paso, me tocase a mí
la desconocida bandera, te he de esperar allá;
en la confluencia del soplo y el hueso,
como antaño,
como antaño en la esquina de los novios
ponientes de la tierra.

Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis nós musgosos y arrecidos,
para que en ellos poses las rodillas
en las siete caídas de esa cuesta infinita,
y así te duelan menos.



César Vallejo

aniversario

-- de César Vallejo --

¡cuánto catorce ha habido en la existencia!
¡qué créditos con bruma, en una esquina!
¡qué diamante sintético, el del casco!
¡cuánta más dulcedumbre
a lo largo, más honda superficie:
¡cuánto catorce ha habido en tan poco uno!
¡qué deber,
qué cortar y qué tajo,
de memoria a memoria, en la pestaña!
¡cuanto más amarillo, más granate!
¡cuánto catorce en un solo catorce!
acordeón de la tarde, en esa esquina,
piano de la mañana, aquella tarde;
clarín de carne,
tambor de un solo palo,
guitarra sin cuarta ¡cuánta quinta,
y cuánta reunión de amigos tontos
y qué nido de tigres el tabaco!
¡cuánto catorce ha habido en la existencia!
¿qué te diré ahora,
quince feliz, ajeno, quince de otros?
nada más que no crece ya el cabello,
que han venido por las cartas,
que me brillan los seres que he parido,
que no hay nadie en mi tumba
y que me han confundido con mi llanto.
¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!



César Vallejo

nervazón de angustia

-- de César Vallejo --

Nervazón de angustia
dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor...
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!
regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos!:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas fieras de longinos!
desclávame mis clavos, oh nueva madre ,mía,
sinfonía de olivos, escancia tu llorar!
y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!
pasas..., Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.
Son las ocho de la mañana de un crema brujo...
Hay frío... Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue... Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apaguél
y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café...!



César Vallejo

al cavilar en la vida, al cavilar

-- de César Vallejo --

Al cavilar en la vida, al cavilar
despacio en el esfuerzo del torrente,
alivia, ofrece asiento el existir,
condena a muerte;
envuelto en trapos blancos cae,
cae planetariamente
el clavo hervido en pesadumbre; cae!
(acritud oficial, la de mi izquierda;
viejo bolsillo, en sí considerada, esta derecha).
¡Todo está alegre, menos mi alegría
y todo, largo, menos mi candor,
mi incertidumbre!
a juzgar por la forma, no obstante, voy de frente,
cojeando antiguamente,
y olvido por mis lágrimas mis ojos (muy interesante)
y subo hasta mis pies desde mi estrella.
Tejo; de haber hilado, héme tejiendo.
Busco lo que me sigue y se me esconde entre arzobispos,
por debajo de mi alma y tras del humo de mi aliento.
Tal era la sensual desolación
de la cabra doncella que ascendía,
exhalando petróleos fatídicos,
ayer domingo en que perdí mi sábado.
Tal es la muerte, con su audaz marido.



César Vallejo

alfombra

-- de César Vallejo --

lxii
alfombra
cuando vayas al cuarto que tú sabes,
entra en él, pero entorna con tiento la mampara
que tánto se entreabre,
cása bien los cerrojos, para que ya no puedan
volverse otras espaldas.
Corteza
y cuando salgas, di que no tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cojido de un canto de tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras de borde de tu alma.
Almohada
y sólo cuando hayamos muerto ¡quién sabe!
oh nó. Quién sabe!
entonces nos habremos separado.
Mas si, al cambiar el paso, me tocase a mí
la desconocida bandera, te he de esperar allá;
en la confluencia del soplo y el hueso,
como antaño,
como antaño en la esquina de los novios
ponientes de la tierra.
Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis nós musgosos y arrecidos,
para que en ellos poses las rodillas
en las siete caídas de esa cuesta infinita,
y así te duelan menos.



César Vallejo

Nervazon de angustia

-- de César Vallejo --

Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor....
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!
Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas... Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de una mañana en crema brujo....
Hay frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue....Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café....!



Dulce María Loynaz

el perdedor

-- de Dulce María Loynaz --

Has perdido jugando una canción:

yo te la iré a buscar junto a la fuente
donde el agua es más honda y el sopor
más largo...
Hoy la devolveré a tu pecho ardiente
hecha sombra... ¡O hecha sol!

has perdido jugando tu mejor
perla, la que era un coágulo de aurora,
la llamada alba triste:
no llores por tu perla, perdedor...
Yo te la buscaré hora tras hora,
guijarro tras guijarro y flor tras flor...

Has perdido-jugando...-El resplandor
de una estrella: ¡has perdido hasta una estrella!
y hasta una estrella he de encontrarte yo...

Tanto puedo por ti, tanto... Voy a seguir la huella
sobre el mar de una estrella
que se perdió...

Has perdido jugando un gran amor...



Arturo Borja

Era un sueño

-- de Arturo Borja --

Era un sueño muy dulce y lejano...
En la verde y floreada alameda
con la vaga tristeza de un piano
se juntaba el frúfré de tu seda.

El camino era largo; las flores,
se inclinaban, la luna dormía,
despertaban mis locos amores
de una vieja y letal atonía.

¡Oh, qué larga, qué triste avenida!
y ninguno pensaba en el viaje,
yo llevaba tu mano cogida
bajo el claro lunar del paisaje.

Entonaba un dulcísimo anhelo
en mi ser su florida cantata...

References



Julián del Casal

en el mar

-- de Julián del Casal --

Abierta al viento la turgente vela
y las rojas banderas desplegadas,
cruza el barco las ondas azuladas,
dejando atrás fosforescente estela.
El sol, como lumínica rodela,
aparece entre nubes nacaradas,
y el pez, bajo las ondas sosegadas,
como flecha de plata raudo vuela.
¿Volveré? ¡quién lo sabe! me acompaña
por el largo sendero recorrido
la muda soledad del frío polo.
¿Qué me importa vivir en tierra extraña
o en la patria infeliz en que he nacido
si en cualquier parte he de encontrarme solo?



Julián del Casal

paisaje de verano

-- de Julián del Casal --

Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus ondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.



Octavio Paz

monólogo

-- de Octavio Paz --

Monólogo
bajo las rotas columnas,
entre la nada y el sueño,
cruzan mis horas insomnes
las sílabas de tu nombre.
Tu largo pelo rojizo,
relámpago del verano,
vibra con dulce violencia
en la espalda de la noche.
Corriente oscura del sueño
que mana entre las rüinas
y te construye de nada:
amargas trenzas, olvido,
húmeda costa nocturna
donde se tiende y golpea
un mar sonámbulo, ciego.



Octavio Paz

iii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Iii
mira el poder del mundo,
mira el poder del polvo, mira el agua.
Mira los fresnos en callado círculo,
toca su reino de silencio y savia,
toca su piel de sol y lluvia y tiempo,
mira sus verdes ramas cara al cielo,
oye cantar sus hojas como agua.
Mira después la nube,
anclada en el espacio sin mareas,
alta espuma visible
de celestes corrientes invisibles.
Mira el poder del mundo,
mira su forma tensa,
su hermosura inconsciente, luminosa.
Toca mi piel, de barro, de diamante,
oye mi voz en fuentes subterráneas,
mira mi boca en esa lluvia oscura,
mi sexo en esa brusca sacudida
con que desnuda el aire los jardines.
Toca tu desnudez en la del agua,
desnúdate de ti, llueve en ti misma,
mira tus piernas como dos arroyos,
mira tu cuerpo como un largo río,
son dos islas gemelas tus dos pechos,
en la noche tu sexo es una estrella,
alba, luz rosa entre dos mundos ciegos,
mar profundo que duerme entre dos mares.
Mira el poder del mundo:
reconócete ya, al reconocerme.



Octavio Paz

v. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

V
deja que una vez más te nombre, tierra.
Mi tacto se prolonga
en el tuyo sediento,
largo, vibrante río
que no termina nunca,
navegado por hojas digitales,
lentas bajo tu espeso sueño verde.
Tibia mujer de somnolientos ríos,
mi pabellón de pájaros y peces,
mi paloma de tierra,
de leche endurecida,
mi pan, mi sal, mi muerte,
mi almohada de sangre:
en un amor más vasto te sepulto.



Octavio Paz

en uxmal

-- de Octavio Paz --

1
la piedra de los días
el sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.
2
Mediodía
la luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.
3
Más tarde
se despeña la luz,
despiertan las columnas
y, sin moverse, bailan.
4
Pleno sol
la hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.
5
Relieves
la lluvia, pie danzante y largo pelo,
el tobillo mordido por el rayo,
desciende acompañada de tambores:
abre los ojos el maíz, y crece.
6
Serpiente labrada sobre un muro
el muro al sol respira, vibra, ondula,
trozo de cielo vivo y tatuado:
el hombre bebe sol, es agua, es tierra.
Y sobre tanta vida la serpiente
que lleva una cabeza entre las fauces:
los dioses beben sangre, comen hombres.



Oliverio Girondo

porque me cree su perro

-- de Oliverio Girondo --

Porque me cree su perro
y sacaréme la niebla
el turbio zumo oscuro del traspienso
la pulpa
la soborra de mente
toda su gris resaca me sacaré hasta el meollo
antes de que se asiente
la áspera espera arena que taté teté yo y lamí
y tragué yo en la sed
a trago tardo largo
lo hueco
lo plenamente hueco y que no es más que hueco
pero crece
sin fin ni sino o causa o pauta o pausa me sacaré yo el lastreque no lastra
por no saber a piedra
por no saber saber
ni saber no saber
los decesos del seso y sus desechos me sacaré yo de pie
junto con tanta sombra sórdida que sobra de cuanto fue y nofue
o fue fue
y no se fue
aunque retorne al árbol del primo primo simio me sacaréyo sin tino la maraña
demasiadísimo humana
y mil y miles vueltas y revueltas y contras y recontras
y sus colas
y sus entelequitas y emocioncitas nómadas
y más y más
de cuajo me sacaré el obtuso yo zurdo absurdo burdo que aúnbusca ser herido aunque sonría
entre otros obvios sordos escombros naturales
y restos casi muertos de algún yo otro propio que todavíaulula
porque me cree su perro



Pablo Neruda

casa

-- de Pablo Neruda --

Tal vez ésta es la casa en que viví
cuando yo no existí ni había tierra,
cuando todo era luna o piedra o sombra,
cuando la luz inmóvil no nacía.
Tal vez entonces esta piedra era
mi casa, mis ventanas o mis ojos.
Me recuerda esta rosa de granito
algo que me habitaba o que habité,
cueva o cabeza cósmica de sueños,
copa o castillo o nave o nacimiento.
Toco el tenaz esfuerzo de la roca,
su baluarte golpeado en la salmuera,
y sé que aquí quedaron grietas mías,
arrugadas sustancias que subieron
desde profundidades hasta mi alma,
y piedra fui, piedra seré, por eso
toco esta piedra y para mí no ha muerto:
es lo que fui, lo que seré reposo
de tu combate tan largo como el tiempo.



Pablo Neruda

soneto xlv cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

No estés lejos de mí un solo día, porque cómo,
porque, no sé decirlo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.
Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,
porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.



Pablo Neruda

puentes

-- de Pablo Neruda --

Puentes: arcos de acero azul adonde vienen
a dar su despedida los que pasan
por arriba los trenes,
por abajo las aguas,
enfermos de seguir un largo viaje
que principia, que sigue y nunca acaba.
Cielos arriba, cielos,
y pájaros que pasan
sin detenerse, caminando como
los trenes y las aguas.
Qué maldición cayó sobre vosotros?
qué esperáis en la noche densa y larga
con los brazos abiertos como un niño
que muere a la llegada de su hermana?
qué voz de maldición pasiva y negra
sobre vosotros extendió sus alas,
para hacer que siguieran
el viaje que no acaba
los paisajes, la vida, el sol, la tierra,
los trenes y las aguas,
mientras la angustia inmóvil del acero
se hunde más en la tierra y más la clava?



Pablo Neruda

sueño de gatos

-- de Pablo Neruda --

Qué bonito duerme un gato,
duerme con patas y peso,
duerme con sus crueles uñas,
y con su sangre sanguinaria,
duerme con todos los anillos
que como círculos quemados
construyeron la geología
de una cola color de arena.
Quisiera dormir como un gato
con todos los pelos del tiempo,
con la lengua del pedernal,
con el sexo seco del fuego
y después de no hablar con nadie,
tenderme sobre todo el mundo,
sobre las tejas y la tierra
intensamente dirigido
a cazar las ratas del sueño.
He visto cómo ondulaba,
durmiendo, el gato: corría
la noche en él como agua oscura,
y a veces se iba a caer,
se iba tal vez a despeñar
en los desnudos ventisqueros,
tal vez creció tanto durmiendo
como un bisabuelo de tigre
y saltaría en las tinieblas
tejados, nubes y volcanes.
Duerme, duerme, gato nocturno
con tus ceremonias de obispo,
y tu bigote de piedra:
ordena todos nuestros sueños,
dirige la oscuridad
de nuestras dormidas proezas
con tu corazón sanguinario
y el largo cuello de tu cola.



Pablo Neruda

soneto xxvii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Desnuda eres tan simple como una de tus manos,
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente,
tienes líneas de luna, caminos de manzana,
desnuda eres delgada como el trigo desnudo.
Desnuda eres azul como la noche en cuba,
tienes enredaderas y estrellas en el pelo,
desnuda eres enorme y amarilla
como el verano en una iglesia de oro.
Desnuda eres pequeña como una de tus uñas,
curva, sutil, rosada hasta que nace el día
y te metes en el subterráneo del mundo
como en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu claridad se apaga, se viste, se deshoja
y otra vez vuelve a ser una mano desnuda.



Pablo Neruda

el insecto

-- de Pablo Neruda --

De tus caderas a tus pies
quiero hacer un largo viaje.
Soy más pequeño que un insecto.
Voy por estas colinas,
son de color de avena,
tienen delgadas huellas
que sólo yo conozco,
centímetros quemados,
pálidas perspectivas.
Aquí hay una montaña.
No saldré nunca de ella.
Oh qué musgo gigante!
y un cráter, una rosa
de fuego humedecido!
por tus piernas desciendo
hilando una espiral
o durmiendo en el viaje
y llego a tus rodillas
de redonda dureza
como a las cimas duras
de un claro continente.
Hacia tus pies resbalo,
a las ocho aberturas
de tus dedos agudos,
lentos, peninsulares,
y de ellos al vacío
de la sábana blanca
caigo buscando ciego
y hambriento tu contorno
de vasija quemante!



Pablo Neruda

soneto xcii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xcii
amor mío, si muero y tú no mueres,
no demos al dolor más territorio:
amor mío, si mueres y no muero,
no hay extensión como la que vivimos.
Polvo en el trigo, arena en las arenas
el tiempo, el agua errante, el viento vago
nos llevó como grano navegante.
Pudimos no encontrarnos en el tiempo.
Esta pradera en que nos encontramos,
oh pequeño infinito! devolvemos.
Pero este amor, amor, no ha terminado,
y así como no tuvo nacimiento
no tiene muerte, es como un largo río,
sólo cambia de tierras y de labios.



Pablo Neruda

soneto lxxxiv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxxiv
una vez más, amor, la red del día extingue
trabajos, ruedas, fuegos, estertores, adioses,
y a la noche entregamos el trigo vacilante
que el mediodía obtuvo de la luz y la tierra.
Sólo la luna en medio de su página pura
sostiene las columnas del estuario del cielo,
la habitación adopta la lentitud del oro
y van y van tus manos preparando la noche.
Oh amor, oh noche, oh cúpula cerrada por un río
de impenetrables aguas en la sombra del cielo
que destaca y sumerge sus uvas tempestuosas,
hasta que sólo somos un solo espacio oscuro,
una copa en que cae la ceniza celeste,
una gota en el pulso de un lento y largo río.



Pablo Neruda

soneto lxvii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

La gran lluvia del sur cae sobre isla negra
como una sola gota transparente y pesada,
el mar abre sus hojas frías y la recibe,
la tierra aprende el húmedo destino de una copa.
Lalma mía, dame en tus besos el agua
salobre de estos mares, la miel del territorio,
la fragancia mojada por mil labios del cielo,
la paciencia sagrada del mar en el invierno.
Lalgo nos llama, todas las puertas se abren solas,
relata el agua un largo rumor a las ventanas,
crece el cielo hacia abajo tocando las raíces,
y así teje y desteje su red celeste el día
con tiempo, sal, susurros, crecimientos, caminos,
una mujer, un hombre, y el invierno en la tierra.



Pablo Neruda

soneto lxi cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxi
trajo el amor su cola de dolores,
su largo rayo estático de espinas
y cerramos los ojos porque nada,
porque ninguna herida nos separe.
No es culpa de tus ojos este llanto:
tus manos no clavaron esta espada:
no buscaron tus pies este camino:
llegó a tu corazón la miel sombría.
Cuando el amor como una inmensa ola
nos estrelló contra la piedra dura,
nos amasó con una sola harina,
cayó el dolor sobre otro dulce rostro
y así en la luz de la estación abierta
se consagró la primavera herida.



Pedro Julio Mir

ni un paso atrás

-- de Pedro Julio Mir --

Árbol de luna que obedece al clima
un sistema de nocturnidad,
no permitas que el murciélago te oprima.
Ni un paso atrás.

No permitas que el largo regimiento
de los años de crimen pertinaz,
te toque el hombro con el pensamiento.
Ni un paso atrás.

Que la alta flor que de tus ramas brota
en este chapuzón de libertad,
no pierda en miel ni la más breve gota.
Ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, soldados y civiles
hermanados de pronto en la verdad.
La vida es una sobre los fusiles,
que no hay trincheras para los reptiles,
de malos nuestros a extranjeros viles.
Ni un paso atrás.

La libertad como un antiguo espejo
roto en la luz, se multiplica más,
y cada vez que un trozo da un reflejo
el tiempo nuevo le repite al viejo:
ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, ni un paso atrás,
ni un paso de retorno al ayer, ni la mitad
de un paso en el sentido del ocaso,
ni un paso atrás.

Que en la lucha del pueblo se confirme,
-sangre y sudor- la nacionalidad.
Y pecho al plomo y la conciencia en firme.
Y en cada corazón... Ni un paso atrás.



Pedro Salinas

versos 2089 a 2123

-- de Pedro Salinas --

Versos 2089 a 2123
tú no las puedes ver;
yo, sí.
Claras, redondas, tibias.
Despacio
se van a su destino;
despacio, por marcharse
más tarde de tu carne.
Se van a nada; son
eso no más, su curso.
Y una huella, a lo largo,
que se borra en seguida.
¿Astros?

no las puedes besar.
Las beso yo por ti.
Saben; tienen sabor
a los zumos del mundo.
¡Qué gusto negro y denso
a tierra, a sol, a mar!
se quedan un momento
en el beso, indecisas
entre tu carne fría
y mis labios; por fin
las arranco. Y no sé
si es que eran para mí.
Porque yo no sé nada.
¿Son estrellas, son signos,
son condenas o auroras?
ni en mirar ni en besar
aprendí lo que eran.
Lo que quieren se queda
allá atrás, todo incógnito.
Y su nombre también.
(Si las llamara lágrimas,
nadie me entendería.)



Rafael Carvajal

Impresión a la vista del mar

-- de Rafael Carvajal --

Infeliz y entregado al torbellino
de tristes pensamientos viome el cielo,
sin patria, sin amigos, sin consuelo
y postrado al rigor de mi destino.

Vagando, como suele, de contino,
quien la copa bebió de la amargura,
mi vista se extendió por la llanura,
que no tiene ni huella ni camino.

¡Era el mar! y su aspecto majestuoso
largo tiempo detúvome absorbido
en éxtasis profundo, misterioso.

¡Era el mar! que agitado por los vientos
mi suerte retrataba enfurecido
o, en su calma, mis tristes pensamientos.



José María Eguren

nocturno

-- de José María Eguren --

De occidente la luz matizada
se borra, se borra;
en el fondo del valle se inclina
la pálido sombra.

Los insectos que pasan la bruma
se mecen y flotan,
y en su largo mareo golpean
las húmedas hojas.

Por el tronco ya sube, ya sube
la nítida tropa
de las larvas que, en ramas desnudas,
se acuestan medrosas.

En las ramas de fusca alameda
que ciñen las rocas,
bengalíes se mecen dormidos,
soñando sus trovas.

Ya descansan los rubios silvanos
que en punas y costas,
con sus besos las blancas mejillas
abrazan y doran.

En el lecho mullido la inquieta
fanciulla reposa,
y muy grave su dulce, risueño
semblante se torna.

Que así viene la noche trayendo
sus causas ignotas;
así envuelve con mística niebla
las ánimas todas.

Y las cosas, los hombres domina
la parda señora,
de brumosos cabellos flotantes
y negra corona.



José Tomás de Cuellar

Un sí y un no

-- de José Tomás de Cuellar --

COMO rosada luz
De matutino albor
Que la extensión azul
De súbito alumbró;
Como el primer olor
Del cándido jazmín,
Así en mi corazón
Siento el influjo de tu dulce sí.

Como tras largo afán,
Perdido en la extensión
De proceloso mar,
Sin rumbo ni timón,
El náutico al fin cree



José Ángel Buesa

poema de la espera

-- de José Ángel Buesa --

Yo sé que tú eres de otro. Y, a pesar de eso, espero.
Y espero sonriente, porque yo sé que un día,
como en amor el último vale más que el primero,
tú tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro, pero eso no me importa,
porque nada es de nadie, si hay alguien que lo ansía,
y mi amor es tan largo, y la vida es tan corta,
que tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro pero la sed se sacia
solamente, en el fondo de la copa vacía;
y, como la paciencia puede más que la audacia,
tú tendrás que ser mía.
Por eso, en lo profundo de mis sueños despiertos,
yo seguiré esperando, porque sé que algúndía
buscarás el refugio de mis brazos abiertos,
y tendrás que ser mía.



José Ángel Buesa

corazón en la noche

-- de José Ángel Buesa --

Una ventana abierta. La lluvia. Y un lejano recuerdo.
Una calle vacía. Nada más que una calle y el viento.
Corazón en la noche sin que nadie comparta un sueño.
La lluvia, un hombre solo. Y el dolor de las rosas que han muerto.
La vida está pasando. La vida es lo que pasa no el tiempo.
Eso es así. Y no importa. Lo demás es un largo silencio.



José Ángel Buesa

el resucitado

-- de José Ángel Buesa --

i
no, nunca fue lo oscuro tan oscuro.
Y está acostado pero no en su lecho.
Quiere moverse y se lo impide un muro.
Un muro en derredor, largo y estrecho.
Llama, y su voz resuena extrañamente,
sin que acudan su madre ni su hijo.
Y un súbito sudor hiela su frente,
al palpar en su pecho un crucifijo.
No, no hay duda: esa sombra que lo aterra
es sombra de ataúd bajo la tierra,
y no es soñando, porque está despierto.
Y lo aturde un pavor definitivo
al comprender que se le dio por muerto
y al comprobar que fue enterrado vivo
ii
pero un día, al abrir la sepultura,
se sabría su muerte verdadera.
Si el ataúd mostrara la hendidura,
de un golpe de su mano en la madera.
Y al pensar de repente en el mañana,
piensa también enloquecidamente
en el espanto de la madre anciana
y en el horror del hijo adolescente.
Y allí, en la sombra, sin quejarse en vano
sin dar un grito, sin alzar la mano,
con una abnegación casi suicida
cierra los ojos y se queda quieto
porque así, solo así, será un secreto
su horrible muerte de enterrado en vida.



José Ángel Buesa

el arquero

-- de José Ángel Buesa --

i
arquero de la noche, con un gesto arrogante,
alcé el arco en la sombra y apunté a las estrellas.
Arquero de la noche, mi pulso estaba firme,
y en mi carcaj había solamente una flecha.
Ii
y vigorosamente lancé mi flecha al viento,
y hubo un largo zumbido sobre la cuerda tensa.
Lancé mi única flecha la flecha de mi ensueño
y me crucé de brazos bajo la noche negra.
Iii
el arco envejecido se me pudre en las manos,
pero yo sigo arquero de la noche en mi espera.
Lancé mí única flecha, y se perdió en lasombra.
Y nunca he de saber si llegó a las estrellas.



Juan de Arguijo

Artemisa

-- de Juan de Arguijo --

Labra Artemisa el grande mausoleo,
Que los altos pirámides afrenta
Del egipcio soberbio, y no contenta,
Busca á su ilustre fe mayor trofeo.

Del tierno y casto pecho en nuevo empleo
Hacer sepulcro al nuevo esposo intenta,
Cuyas cenizas, de su amor sedienta,
Bebe con ansias de inmortal deseo.

«En vano, dice, pretendió la muerte
De tí, dulce Mausolo, dividirme,
Y en largo olvido sepultar tu gloria;

»Que de su injuria hasta á defenderte
Mi pecho, mas que el bronce y mármol firme,
Y eternizar mi amor y tu memoria.



Juan de Arguijo

La avaricia

-- de Juan de Arguijo --

Castiga el cielo á Tantalo inhumano,
Que en impia mesa su rigor provoca,
Medir queriendo en competencia loco
Saber divino con engaño humano.

Agua en las aguas busca, y con la mano
El árbol fugitivo casi toca;
Huye el copioso Eridano á su boca,
Y en vez de fruta aprieta el aire vano.

Tú, que espantado de su pena, admiras
Que el cercano manjar en largo ayuno
Al gusto falte y á la vida sobre,

¿Cómo de muchos Tántalos no miras
Ejemplo igual? Y si codicias uno,
Mira el avaro, en sus riquezas pobre.



Juan de Arguijo

Orfeo (1-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

«Desiertas selvas, monte yerto y frío,
Ródope, que en el cielo tocar osas;
Vosotras, de Estrimon ondas hermosas,
A quien vencer presume el llanto mio,

»Seréis testigos largo tiempo, fio,
De mi dolor y quejas lastimosas,
Que en vano esparzo al aire, y con piadosas
Voces al rey del lago obscuro envio.»

Así cantando llora el tracio amante;
Y á sus blandos acentos enmudece
El viento, y la agua su corriente enfrena;

Y enternecidas truecan el semblante
Las fieras ¡corto alivio! mientras crece
Del ya perdido bien la justa pena.



Juan de Arguijo

Orfeo (2-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

A tí en los versos dulce y numeroso
¡Oh primer padre de la lira, Orfeo!
Lloró por largo tiempo de Nereo
Cuanto contiene el término espacioso;

A tí lloró Estrimon, á tí el fragoso
Ródope y altas cumbres de Pangeo,
A tí las ninfas del sagrado Alfeo,
Obligadas del canto generoso.

Tus divididos miembros, no estimados
Del bacanal furor, que osadamente
Los esparció por el ingrato suelo,

Como á precioso don en sus sagrados
Senos Ebro recoge, y la prudente
Cabeza Lésbos, y la lira el cielo.



Fray Luis de León

Al salir de la prisión

-- de Fray Luis de León --

De nuevo, ¡oh Salamanca!
estoy aquí , de la prisión salido.
La frente toda blanca,
el cuerpo envejecido.
¡Si las canas me hiciese más temido!
Sosegado ya un tanto
vuelvo a emprender la vía abandonada
sin rencor ni quebranto.
¿Fe y vida está salvada?
¡Pues todo no ha quedado en la estacada!
Mañana hacia la ciencia
seguiré sin sentir recelo alguno
ni cargo de conciencia.
¡Dulce oficio oportuno
que enseñar y aprender es todo uno!
Pero es camino largo
que hay que seguir tenaz con firme anhelo.
A veces, cierto, amargo
hasta romper el hielo;
más grato cuanto más lejos del suelo.
¡Dulce camino loco!
¡Empresa más feliz cuanto más nueva!
Que si es cierto que el poco
saber nos pone a prueba,
el mucho, si se alcanza, a Dios nos lleva.



Gabriela Mistral

vergüenza

-- de Gabriela Mistral --

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano...
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!



Garcilaso de la Vega

SONETO XXI

-- de Garcilaso de la Vega --

Clarísimo marqués, en quién derrama
el cielo cuanto bien conoce el mundo;
si el gran valor en que el sujeto fundo,
y al claro resplandor de nuestra llama

arribare mi pluma, y do la llama
la voz de vuestro nombre alto y profundo,
seréis vos solo eterno y sin segundo,
y por vos inmortal quien tanto os ama.

Cuanto del largo cielo se desea,
cuanto sobre la tierra se procura,
todo se halla en vos de parte a parte;

y, en fin, de solo vos formó natura
una extraña y no vista al mundo idea.
Y hizo igual al pensamiento el arte.



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