Buscar Poemas con Interés


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 18 poemas con la palabra interés

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Carolina Coronado

en el álbum de una señora muy simpática

-- de Carolina Coronado --

Tiene a veces el alma un sentimiento
que sabe comprender, mas no explicar,
no es amor, no es pasión y es este afecto
más que interés y menos que amistad;
es vaga inclinación que nos inspira
entre otros mil determinado ser,
es dulce, indefinible simpatía
que nace y muere sin razón, tal vez.
Es lo que siento yo por vos señora,
más que interés y menos que amistad
falta para amistad vuestro cariño,
sobra para interés que os quiero ya.

Poema en el álbum de una señora muy simpática de Carolina Coronado con fondo de libro

Góngora

A cierta dama que se dejaba vencer antes del interés que del gusto

-- de Góngora --

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indïano
por cien escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
sabiendo que halla ya paso más llano,
la bolsa abierta, el rico pelicano,
que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,
y gato de doblones, no Amor ciego,
que leña y plumas gasta, cien arpones

le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?

Poema A cierta dama que se dejaba vencer antes del interés que del gusto de Góngora con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

A la esposa de mi amigo

-- de Adelardo López de Ayala --

Con Placer hablo contigo,
yo que en mi vida te he hablado;
pues eres centro, y abrigo,
Y depósito sagrado
de la dicha de un amigo.

Dueña de su fe segura
y árbitra a un tiempo te ves
de su gozo o su amargura;
que él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.

Aunque Marte galardone
su esfuerzo nunca domado
y cien veces le corone,
y en los negocios de Estado
consiga más que ambicione;

y aunque atenta a su interés,
siempre constante y segura
fortuna bese sus pies,
él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.

La mujer nuestra existencia
condena a dolor profundo
o a perpetua complacencia;
Y no hay poder en el mundo
que revoque la sentencia.

Él adora tu hermosura,
e insoluble el lazo es
que formó vuestra ternura:
¡Ya no tendrá más ventura
que aquella que tú le des!

Como al sol por sus reflejos
logramos adivinar,
y por su aroma al azahar,
y el grave son desde lejos
anuncia cercano el mar,

yo adivino tu alma pura
en la apacible quietud
del hombre que amor te jura,
y contemplo en su ventura
resplandecer tu virtud.

Poema A la esposa de mi amigo de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

Sabia Polimnia

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Sabia Polimnia en razonar sonoro
verdades dicta, disipando errores;
mide Urania los cercos superiores
de los planetas y el luciente coro.

Une en la historia el interés decoro
Clío y Euterpe canta los pastores;
mudanzas de la suerte y sus rigores
Melpómene feroz, bañada en lloro;

Calíope victorias; danzas guía
Terpsícore gentil; Erato en rosas
cubre las flechas del amor y el arco;

pinta vicios ridículos Talía
en fábulas que anima deleitosas;
y ésta le inspira al español Inarco.



Lope de Vega

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras

-- de Lope de Vega --

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿qué interés se te sigue, jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡qué extraño desvarío
si de mi ingratitud de hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡cuántas veces el ángel me decía:
«alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»
¡y cuántas, hermosura soberana,
«mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!



Lope de Vega

Amor, no pienses que te pintan tierno

-- de Lope de Vega --

Amor, no pienses que te pintan tierno,
porque lo mismo que pareces eres,
ni así desnudo, porque ardiendo mueres,
que no hay Scitia cruel como tu invierno.

Tu pecho es roble, tu interés eterno,
loco tu ardor, prestados tus placeres;
fingida y breve gloria, cuando quieres;
cuando aborreces, verdadero infierno.

Si dios, siendo tan malo, te llamaron,
no ha sido porque tú lo merecieses,
mas porque tantos necios te adoraron.

Y viendo que era fuerza que debieses
a cuantos sus haciendas te fiaron,
las alas te pusieron porque huyeses.



Lope de Vega

Oh, qué secreto, damas; oh galanes

-- de Lope de Vega --

¡Oh, qué secreto, damas; oh galanes,
qué secreto de amor; oh, qué secreto,
qué ilustre idea, qué sutil conceto!
¡Por Dios que es hoja de me fecit Ioanes!

Hoy cesan los melindres y ademanes,
todo interés, todo celoso efeto;
de hoy más Amor será firme y perfeto,
sin ver jardines, ni escalar desvanes.

No es esto filosófica fatiga,
trasmutación sutil o alquimia vana,
sino esencia real, que al tacto obliga.

Va de secreto, pero cosa es llana,
que quiere el buen letor que se le diga:
pues váyase con Dios hasta mañana.



Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

-- de Lope de Vega --

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!



Enrique Lihn

familia

-- de Enrique Lihn --

Familia, me declaro culpable, tú
la culpa me empuja a la culpa,
ahora la absolucion misma sería su levadura.
En esta maleta cabe todo el fango del mundo y de sus alrededores,
cualquiera pequeña historia soez,
la idea del pecado original y eso
de ser capado a uña y sin dolor
entre misterios idiotas
lo que es el colmo de la humillación
el sueño, nada de interpretaciones
digo que allí ensayamos, pero groseramente,
el mal del que somos a la luz del día
un juego de sombras contagiosas
no viajo, huyo, mis propios sueños no me dejan dormir
quejándome del insomnio de la vejez tan prematuramente
todo para ocultarle la verdad a mis acreedores
gente sencilla,
que mi negocio es más sucio de lo que parece:
no engaño, atormento. No me mueve el interés personalsino el afán de la bancarrota,
la obsesión de la quiebra, en una palabra el miedo
por el que empieza la barbarie.



Pedro Calderón de la Barca

Del pecador herido

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Si esta sangre, por Dios, hacer pudiera
que la herida a los ojos la pasara,
antes que la vertiera la llorara,
fuera elección y no violencia fuera.

Ni el interés del Cielo me moviera,
ni del Infierno el daño me obligara;
sólo por ser quien es la derramara
cuando ni premio ni castigo hubiera.

Y si aquí Infierno y Cielo mi agonía
abiertos viera, cuya pena o cuya
gloria estuviera en mí, si prevenía

ser voluntad de Dios que me destruya,
el infierno me fuera por la mía
y no entrara en el Cielo sin la suya.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxvi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Voy contra mi interés al confesarlo;
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡ladridos de los perros a la luna!
tú sabes y yo se que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 82

-- de Francisco de Quevedo --

Un nuevo corazón, un hombre nuevo
ha menester, señor, la ánima mía;
desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo.
Dudosos pies por ciega noche llevo,
que ya he llegado a aborrecer el día,
y temo que hallaré la muerte fría
envuelta en (bien que dulce) mortal cebo.
Tu hacienda soy; tu imagen, padre, he sido,
y, si no es tu interés en mí, no creo
que otra cosa defiende mi partido.
Haz lo que pide verme cual me veo,
no lo que pido yo: pues, de perdido,
recato mi salud de mi deseo.



Francisco de Quevedo

salmo i quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Un nuevo corazón, un hombre nuevo
ha menester, señor, el alma mía:
desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo.
Dudosos pies por ciega noche llevo,
que ya he llegado a aborrecer el día,
y temo que he de hallar la muerte fría
envuelta en (bien que dulce) mortal cebo.
Tu imagen soy, tu hacienda propia he sido,
y si no es tu interés en mí, no creo
que otra cosa defiende mí partido.
Haz lo que pide el verme cual me veo,
no lo que pido yo: que de perdido,
aún no fío mi salud a mi deseo.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 89

-- de Francisco de Quevedo --

No, alma, no, ni la conciencia fíes
del que te ofrece a cristo si le vende;
quien te pide interés, por él pretende
que del señor que compres te desvíes.
Para que tus tesoros, fabio, guíes
a cristo, que tu bien sólo pretende,
dásele al pobre, en quien desnudo atiende
que por su mano humilde se le envíes.
Darle por lo que dan es mercancía.
Judas dice: «¿qué quieres darme?» cristo
dice: «quiere y tendrás la gloria mía».
No todo beso es paz, como lo has visto;
y advierte que en la propia compañía
de jesús hay discípulo malquisto.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 31

-- de Francisco de Quevedo --

El amor conyugal de su marido
su presencia en el pecho le revela;
teje de día en la curiosa tela
lo mismo que de noche ha destejido.
Danle combates interés y olvido,
y de fe y esperanza se abroquela,
hasta que, dando el viento en pompa y vela,
le restituye el mar a su marido.
Ulises llega, goza a su querida,
que por gozarla un día, dio veinte años
a la misma esperanza de un difunto.
Mas yo sé de una fiera embravecida,
que veinte mil tejiera por mis daños,
y al fin mis daños son no verme un punto.



Francisco de Quevedo

Salmo X Quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Trabajos dulces, dulces penas mías,
pasadas alegrías
que atormentáis ahora mi memoria,
dulce en un tiempo, sí, mas breve gloria
gozada en años y perdida en días;
tarde y sin fruto derramados llantos,
si sois castigo de los cielos santos,
con vosotros me alegro y me enriquezco,
porque sé de mí mismo que os merezco,
y me consuelo más que me lastimo;
mas, si regalos sois, más os estimo,
mirando que en el suelo,
sin merecerlo, me regala el cielo.
Perdí mi libertad, mi bien con ella:
no dejó en todo el cielo alguna Estrella
que no solicitase,
entre llantos, la voz de mi querella,
¡tanto sentí mirar que me dejase!
Mas ya, ver mi dolor, me he consolado
de haber mi bien perdido,
y en parte de perderle me he holgado,
por interés de haberle conocido.



Clemente Althaus

A Flérida

-- de Clemente Althaus --

¿Qué has hecho, ingrata Flérida, que has hecho?
¡Así a tu amante dejas, y a un anciano
por un vil interés vendes tu mano
a que solo el amor tiene derecho!

¡Ay! ¡qué vida te aguarda! en mesa, en lecho,
do quier al lado de ese espectro humano,
tu dulce amante extrañarás en vano,
que no se vende con la mano el pecho.

No marmóreo palacio, áurea carroza,
claros diamantes, ni real boato
la pena aliviarán que te destroza:

mas que tal vida y el continuo trato
de tu odiado consorte, en pobre choza
con tu amante vivir te fuera grato.



Roberto Juarroz

un caos lúcido

-- de Roberto Juarroz --

Un caos lúcido,
un caos de ventanas abiertas.
Una confusión de vértigos claros
donde la incandescencia se construye
con el movimiento total de la ruptura.
Viajar por las líneas
que se quiebran a cada instante
y rodar como un émbolo sin guía
hacia los núcleos aleatorios
de las cancelaciones primigenias.
Tocar las vértebras sin eje,
los círculos sin centro,
las particiones sin unidad,
los choques sin contacto,
las caídas sin escuadra,
los pensamientos sin quien piense,
los hombres sin más rostro que su dolor.
Y recoger allí la ley de lo casual,
la norma de lo imposible:
cada forma es un borde cortante del caos,
un ángulo perplejo de sus ojos abiertos,
los únicos abiertos.
Porque el caos es la tregua de la nada,
la lucidez sin compromiso,
la intersección aguda
de un espacio sin interés por los objetos
y de un tiempo pensante.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba