Buscar Poemas con Inmaculada


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Se han encontrado 9 poemas con la palabra inmaculada

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Amado Nervo

jaculatoria a la nieve

-- de Amado Nervo --

¡qué milagrosa es la naturaleza!
pues, ¿no da luz la nieve? inmaculada
y misteriosa, trémula y callada,
paréceme que mudamente reza
al caer... ¡Oh nevada!:
tu ingrávida y glacial eucaristía
hoy del pecado de vivir me absuelva
y haga que, como tú, mi alma se vuelva
fúlgida, blanca, silenciosa y fría.

Poema jaculatoria a la nieve de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Palés Matos

frontis

-- de Luis Palés Matos --

Lector, vas a beber en una fuente,
donde al bajar el labio y la mirada,
encontrarás tu imagen retratada
en la seda de su onda transparente;

vas a beber el agua de un torrente
hecha de todo y en resumen nada,
que sabe de la estrella inmaculada
y de la sima negra y atrayente...

Ese es mi verso; profundiza un poco.
No compadezcas mi dolor, si loco
te lanza entre la sombra su saeta;

sigue, a tientas quizás: jasón perdido,
y toparás al cabo sorprendido,
el vellocino de oro del poeta.

Poema frontis de Luis Palés Matos con fondo de libro

Arturo Borja

Mujer de bruma

-- de Arturo Borja --

Comme le souvenir

d'un grand cygne de neige

aux longues,

longues plumes.

SAMAIN

Fue como un cisne blanco que se aleja
y se aleja, suave, dulcemente
por el cristal azul de la corriente,
como una vaga y misteriosa queja.

Me queda su visión. Era una vieja
tarde fría de lluvia intermitente;
ella, bajo la máscara indolente
de su enigma, cruzó por la calleja.

Fue como un cisne blanco. Fue como una
aparición nostálgica y alada,
entrevista ilusión de la fortuna...

Fue como un cisne blanco y misterioso
que en la leyenda de un país brumoso,
surge como la luna inmaculada.

Poema Mujer de bruma de Arturo Borja con fondo de libro

Pedro Calderón de la Barca

Imagen de María inmaculada

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Pensad con su Hijo en brazos a María
que en un trono de nubes se sentaba,
cuyo Alba y cuyo Sol a un tiempo daba
luz a la noche, oscuridad al día.

Temor y amor, grave y hermosa, unía
con ojos de paloma que miraba,
y su madeja el corazón postraba
con un solo cabello que le hería.

De esta idea, formad la bella copia,
flor a flor, rosa a rosa, estrella a estrella,
que aunque de original siempre se copia,

hoy sin original habéis de hacella;
que mal podrá salir la imagen propia
de Original que nunca cupo en ella.



José Zorrilla

cristo, legislador

-- de José Zorrilla --

Cristo, legislador, no escribió nada;
ni papiro dejó ni un pergamino:
quedó tras él su espíritu divino,
su fe con su memoria inmaculada.
Cristo, rey, no empuñó cetro ni espada;
en el polvo sembró de su camino
de su fe la semilla; a su destino
dejándola y al tiempo encomendada.
Germen de amor, de paz, de fe y cariño,
culto del alma, religión interna,
de fausto exenta y de mundano aliño,
la propagó el amor, la amistad tierna,
la fe del pobre, la mujer y el niño:
y por eso es veraz, única, eterna.



Antonio-Plaza-Llamas

a una niña

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Niña gentil que a la vida
despertaste alegre ayer,
como en oriente despierta
la luz al amanecer.

Niña, que del oro cielo
viniste al mundo a caer,
como aljofarada gota
del nítido rosicler.

Y en inmaculada cuna
te remeciste después,
como ilusión que se mece
del sueño al dulce vaivén.

Niña de cabellos de oro
y de labios de clavel
son de rosa tus mejillas
es de raso tu alba tez.

Es tu sonrisa inconsciente,
de ángel tu mirada es,
y como brilla una estrella
brilla el candor en tu sien.

Dichosa tú que del mundo
pasando vas el dintel,
sin sospechar que las flores
espinas tienen también.

En mi canto, bella niña,
le ruego al dios de israel,
que la virtud de tus años
tierno, en otros te dé.

Para que ese mundo, nunca,
con su lodo y fetidez,
ensucie de tu pureza
el blanquísimo glasé;

qué siempre tú, mariposa
en primoroso vergel
hueles y en las flores halles
ánforas ricas de miel;

que dé calor a tus alas
el santo sol de la fe,
y que jamás una espina
tus alas llegue a romper.



Julio Flórez

Sus ojos se entornaron

-- de Julio Flórez --

Poem

Sus ojos se entornaron; sobre los blancos hielos de las altivas cumbres agonizaba el sol; y de las densas brumas tras de los amplios velos quedó flotando, a solas, inmóvil, en los cielos, el lívido cadáver del último arrebol.

La luna, como un arco de nívea luz cuajada, subió con lento paso del infinito en pos; y entonces, reclinando la frente inmaculada sobre mi pecho -¡mira!- me dijo mi adorada- ¡qué barca tan hermosa para bogar los dos!

Hoy..."Ella" ya no existe! Bajo un rosal florido descansa la que un día me dió luz y calor; mas desde aquella tarde, contemplo, entristecido, la luna, cuando sóla, como un bajel perdido en el azul derrama su gélido fulgor.



Julio Flórez

¡Y no temblé al mirarla!

-- de Julio Flórez --

Poem

¡Y no temblé al mirarla! El tiempo había su tez apenas marchitado; hacía tanto... Que ni de lejos la veía...

Vago tinte de aurora su semblante inundó de repente, en el instante en que me vio tan cerca... Y tan distante!...

Las luchas interiores, no los años, revelaban también sus desengaños, que absortos tuvo a todos los extraños.

Llevaba en el regazo un pobre niño, trémulo y silencioso y sin aliño, pero bello, y más blanco que un armiño.

¡Todo lo adiviné!... Y aquella hermosa que fue hasta ayer inmaculada rosa, única a quien llamado hubiera esposa...

Pero que nunca a mi reclamo vino, que me odió y en mi lóbrego camino del desprecio glacial sembró el espino;

aquella esquiva flor que en una grieta de mis ruinas nació, cual la violeta, y a un tiempo me hizo pérfido y poeta,

en el momento en que los rayos rojos del triste sol de ocaso, los despojos de la tarde alumbraban, de sus ojos

vertió al bajar del tren, como rocío, un diluvio de lágrimas... ¡Dios mío! Pero yo estaba como el mármol... ¡Frío!



José Asunción Silva

Adriana

-- de José Asunción Silva --

Noble como la cándida adorada
del inmortal poeta florentino,
corona de la frente inmaculada
el dorado cabello
que sobre el hombro flota en blondos rizos,
perdida en el espacio la mirada
como se pierde en su conjunto bello
la de aquél que contempla sus hechizos.

Hay infinita luz que reverbera
en el azul de sus divinos ojos
cual de limpio zafiro en los cristales.
Una expresión de majestad serena
de pudor y recato virginales
vela la gracia de sus labios rojos,
¡y es a la vez misterïoso encanto,
lumbre, murmullo, vibración y canto!

Su voz tiene las notas armoniosas
de la del ave que en blando nido
de su impotencia de volar se queja,
llena de suavidad, llena de calma
su cariñosa frase siempre deja
una estela de perlas en el alma.

Tiene la delicada transparencia
de las húmedas hojas de las lilas
y ni una leve mancha en la conciencia
y ni una leve sombra en las pupilas.

Es una reunión encantadora
de lo más dulce que la vida encierra
a los rosados rayos de la aurora
hecha, del aire en los azules velos,
¡con lo más delicado de la tierra
y lo más delicado de los cielos!



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