Buscar Poemas con Injusta


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra injusta

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Lope de Vega

Clarinda, Amor se corre, y no consiente

-- de Lope de Vega --

Clarinda, Amor se corre, y no consiente
que Adonis llore y que se alegre Marte,
y que a Naturaleza venza el arte,
negando el rostro lo que el alma siente.

Quien ama y disimula, o sufre, o miente;
con nuevo gusto el alma se reparte;
pero la fe, si en ella tiene parte,
es carácter que dura eternamente.

Ya que es costumbre, y no razón mudarse,
quien oro ha de medir, lágrimas mida:
que con mayor valor pueden pesarse.

Venganza injusta fama infame pida,
que es dentro arderse y por de fuera helarse
bastardo efeto de verdad fingida.

Poema Clarinda, Amor se corre, y no consiente de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Señor Liñan, quien sirve sin estrella

-- de Lope de Vega --

Señor Liñán, quien sirve sin estrella,
en átomos del sol quimeras hace,
pues cuanto más el duro yugo abrace,
tanto más su fortuna le atropella.

De mí estoy cierto, que nací sin ella;
pues ¿que porfía, el que sin ella nace?
La forma sin materia se deshace;
cantar no puedo en Babilonia bella.

Sin premio, cosa injusta me parece
perder el tiempo, encanecer temprano,
ídolos de dosel, confuso abismo.

Dichoso vos, a quien el cielo ofrece
tabla en el mar, y en el profundo, mano,
sirviendo a dueño que se da si mismo.

Poema Señor Liñan, quien sirve sin estrella de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel de Zequeira

A la injusticia

-- de Manuel de Zequeira --

Al tribunal de la injusticia un día,
El mérito llego desconsolado,
A la deidad rogándole postrado
Lo que por sus hazañas merecía:

Treinta años de servicios exponía,
Diez batallas, herido, acreditado,
Volvió el rostro la diosa al desdichado
Y dijo: no ha lugar, con voz impía.

Mostró luego el poder sus pretensiones,
Y la ingrata a obsequiarlo se decide,
Aunque oye impertinentes peticiones;

Y cuando injusta al mérito despide,
Al poder por razón de sus doblones,
La deidad decretó: como lo pide.

Poema A la injusticia de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Juan de Arguijo

A la muerte de Cicerón

-- de Juan de Arguijo --

Deten un poco la cobarde espada,
Cruel Pompilio, ingrato, y considera
La injusta empresa que á tu brazo espera,
Y largos siglos ha de ser llorada.

¿Posible es que se ve tu mano armada
Contra el gran Tulio, á quien librar debiera
En igual recompensa de la fiera
Muerte, á tu ingratitud recomendada?

¡Oh, cuán poco aprovecha la memoria
Del recibido bien, que al obstinado
Ninguna cosa de su error le muda!

Desciende el golpe sobre la alta gloria
De la latina lengua; derribado
Deja el valor, y la elocuencia muda.



Gutierre de Cetina

en la muerte de la princesa doña maría

-- de Gutierre de Cetina --

La gran dea de los partos invidiosa
de ver que haya en el cielo alguna estrella
de mayor resplandor y beldad que ella,
del marido y hermano está quejosa.
Júpiter que agradar desea a la esposa,
si bien conoce injusta su querella,
«traigamos acá dijo otra más bella
y así venus será menos hermosa».
Por el mundo la va juno buscando,
y en pincia, por común desaventura,
de una princesa al parto se destina.
Mas no tan presto la ha mirado, cuando
al cielo se llevó su hermosura.
¡Ay, invidia crüel, fiera lucina!



Gutierre de Cetina

luz de estos ojos tristes que solía

-- de Gutierre de Cetina --

Alegrarlos mirando alegremente,
vida por quien la mía ahora siente
harto más que el morir vuestra porfía,
¿por cual razón, ¡ay, bien del alma mía!
turbado por un súbito accidente
luego a mi verdad no se consiente?
¿cual injusta ocasión de mí os desvía?
si mi vivir, señora, os desagrada,
si dura mucho ya una buena suerte,
si privarme queréis del bien pasado,
no os me enojéis, no os me mostréis airada:
que como me quitasteis de la muerte,
me la podéis volver de vuestro grado.



Gutierre de Cetina

ay, falso burlador, sabroso sueño

-- de Gutierre de Cetina --

Malamente traidor, me has ofendido!
¡ay, nunca hubiera yo jamás dormido
o nunca se acabara tu beleño!
la saña injusta y el turbado ceño
me mostraste en amor ya convertido,
y en llegándome al vivo del sentido
el mal, me huyó el bien como su dueño.
¿Para qué fue, traidor, aquel mostrarme
tan llena de piedad a mi señora
y tan de su crueldad arrepentida?
dejárasme así estar sin engañarme,
o fuera un sueño tal, no por un hora,
mas lo poco que queda de mi vida.



Sor Juana Inés de la Cruz

La sentencia de Justo

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.



Vicente García de la Huerta

Disculpa de una injusta desconfianza

-- de Vicente García de la Huerta --

Perdona, Lisa mía, la extrañeza,
si en dicha que es mayor que la esperanza,
en idioma de mi desconfianza
lastima tus oídos mi fineza,

que hiciera agravio a la mayor belleza,
si tranquilo en mi torpe confianza
no temiera en mis dichas la mudanza
que tu mérito inspira y mi rudeza.

Disculpe tu gallardo entendimiento
mis tiernos siempre apasionados modos,
dialecto del temor más importuno,

nacido de mi fiel conocimiento;
que, aunque gloria mayor logro de todos,
también merezco menos que ninguno.



Vicente García de la Huerta

Soneto cuarto del caballero

-- de Vicente García de la Huerta --

Necio, atrevido y loco me apellida,
Fili, tu injusta condición ingrata,
y con infames títulos maltrata
la más noble pasión y bien nacida.

Emplea en mí tu cólera encendida,
abrasa un corazón que te retrata,
y consume, si te es empresa grata,
la ya torpe memoria de mi vida.

Ya aborrezco el vivir, pues inhumana
segunda causa das a mi tormento,
por que acabe mi vida de esta suerte:

Acción por todos términos tirana
ensangrentarte en mi aborrecimiento,
sobrando tu desdén a darme muerte.



Antonio Hurtado de Mendoza

La guerra (AHM)

-- de Antonio Hurtado de Mendoza --

Sangrienta perdición, yugo trano,
Guerra cruel, origen y osadía
De la injusta primera tiranía,
Que puso cetro en poderosa mano.

Bárbara ley, tan murmurada en vano,
Ayudar del morir a la porfía,
Como si no costara solo el día
Como si no costara el ser humano.

Mas, aunque más, ¡oh guerra!, estás culpada,
Es mayor la de fáciles antojos,
En bello campo de belleza armada.

No quiero amor; más quiero dar enojos
A la dura violencia de una espada
Que a la blanda soberbia de unos ojos.



Juan Nicasio Gallego

Al primer pintor de Camara don Vicente López

-- de Juan Nicasio Gallego --

Si plugo a Carlos con la regia mano,
que a Marte arrebató palmas sin cuento,
alzar del suelo el mágico instrumento
a que gloria inmortal debe Tiziano;

si vio Velázquez de su dicha ufano
premiar todo a Filipo su talento,
dando a su efigie en ínclito ornamento
la roja insignia del Patrón hispano:

hoy a despecho de la envidia injusta
te ofrece, López, tan feliz destino
de otro monarca la bondad augusta,

que a favor desusado y peregrino
da a tus desvelos recompensa justa
y nuevos timbres al pincel divino.



Fernando de Herrera

Pues la flor do crecía mi esperanza

-- de Fernando de Herrera --

Pues la flor do crecía mi esperanza
quemó duro rigor de ingrato hielo,
y a mi ardiente deseo negó el cielo
de fortuna mejor más confianza,

do el sol con tibio rayo tarde alcanza,
y luenga sombra ofende el mustio suelo,
daré ausente, olvidado, sin consuelo,
a mi injusta osadía igual venganza.

Mas no sufre la fuerza que padezco
tan corta paga en tanto atrevimiento;
que en la ausencia el dolor es menos fiero.

Llega ya a estrecho tal, que no merezco
alabanza ni culpa en mi tormento;
tanto es grande mi mal, que desespero.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 21

-- de Francisco de Quevedo --

En este sitio donde mayo cierra
cuanto con más fecunda luz florece,
tan parecido al cielo, que parece
parte que de su globo cayó en tierra;
testigos son las peñas de esta sierra
(hombros que al peso celestial ofrece)
del duro afán que el corazón padece,
en alta esclavitud, injusta guerra.
Miré la fuente donde ver solía
a fílida, que en ella se miraba,
cuando por serla espejo no corría.
Por imitar mi envidia se abrasaba,
cuando en sus manos mi atención ardía:
y, en dos incendios, fílida se helaba.



Clemente Althaus

Escrito en nombre de una joven

-- de Clemente Althaus --

¿La misma ya no soy? Y porque ardiente
negra viruela mancilló la rosa
de mi mejilla y la nevada frente,
¿Ya me huyes y desdeñas por esposa?

De tu injusta mudanza te arrepiente,
no humillada me dejes y celosa;
ven; y, aunque la beldad perdí aparente,
ve que me queda aún un alma hermosa.

Mas que vivir, si fuerza era perderte,
de tu desdén objeto y de tu espanto,
¡Por qué mi horrible mal no me dio muerte!

Rogarás por mi paz al cielo santo,
y te dolieras de mi triste suerte,
y mi tumba regarás con tu llanto.



Clemente Althaus

A la guerra

-- de Clemente Althaus --

No ya, no ya, cual las aciagas veces
en que hermanos armaste contra hermanos,
las almas afligidas estremeces
de los buenos peruanos.
De Sur a Norte, de Ocaso al Este,
armado se levanta el Perú entero,
como una sola e impaciente hueste,
como un solo guerrero.
Que no eres hoy el execrable horrendo
monstruo maldito cuyo nombre espanta:
hermosas apariencias revistiendo,
hoy eres justa y santa:
santa para la patria y quien derrame
su sangre y por tal madre dé la vida;
mas para el torpe Ibero eres infame
e injusta y maldecida.
Hoy doble faz ostentas: una bella,
otra feroz que el corazón aterra:
ésta conviertes a la mar, aquélla
conviertes a la tierra.
Una faz a mi patria alborozada
alto honor y victoria vaticina:
presagia la otra a la española armada
derrotada, oprobio, ruina.



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