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Se han encontrado 5 poemas con la palabra inicio

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César Vallejo

¡cuatro conciencias

-- de César Vallejo --

¡cuatro conciencias
simultáneas enrédanse en la mía!
¡si vierais cómo ese movimiento
apenas cabe ahora en mi conciencia!
¡es aplastante! dentro de una bóveda
pueden muy bien
adosarse, ya internas o ya externas,
segundas bóvedas, mas nunca cuartas;
mejor dicho, sí,
mas siempre y, a lo sumo, cual segundas.
No puedo concebirlo; es aplastante.
Vosotros mismos a quienes inicio en la noción
de estas cuatro conciencias simultáneas,
enredadas en una sola, apenas os tenéis
de pie ante mi cuadrúpedo intensivo.
¡Y yo que le entrevisto (estoy seguro)!

Poema ¡cuatro conciencias de César Vallejo con fondo de libro

Gabino Alejandro Carriedo

mensaje desde la ciudad

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

«desde la entraña se elevó mi grito»
dámaso alonso
me inicio en tu dolor en esta noche
preñada de delirios y silencios.
Te encuentro traspasada en ese río
que pasa por debajo de nosotros.
Adivino el secreto de tu sombra,
de tus meditaciones solitarias
y palpo tu ansiedad, bebo la sangre
de tus desentrañadas amarguras.
No me digas que no, que yo estoy lejos
de ti, que no podría comprenderte,
que yo no puedo trasladar tu llanto
ese llanto que nadie ha sorprendido
hasta el exhausto mar de mis pupilas.
Que yo solo te sé tan torturada
por el infierno eterno que te quema
y quiero hacerte mía en el delirio
de esta noche preñada de silencios.

Poema mensaje desde la ciudad de Gabino Alejandro Carriedo con fondo de libro

Santiago Montobbio

mujer de poeta (mascarilla)

-- de Santiago Montobbio --

Mujer de poeta (mascarilla)
para la verdadera dignidad la sociedad no tiene asiento;
pero eso se comprueba luego, y así primero fueron
los inexistentes triunfos pequeños, el manso ruido
de la colaboración diaria, esperanzadoras señales todasdel inicio
de una tan gloriosa como inevitable carrera literaria que nacía
de un extraño entusiasmo por las cosas
y también de las mordidas
lagunas de la sombra. Y aunque nunca
entendiste esas cosas con exceso
estuviste cerca, silenciosa columna
fuiste del sigilo y para navegar
por esas aguas de tu corazón
día a día hiciste pan muy blanco.
Pero para tu escondido quehacer diario
al cabo de los años resulta muy poco
y muy pobre el contrapeso del regalo aburrido
además de ocasional de algunos libros,
como recalentados ya los dedicados versos
y aún menos tolerable te parece el valor
de unos pretendidamente dolorosos
insomnios a destiempo. Y así dichoso,
de verdad dichoso será el día
en que comprendas todo eso y te decidas
a dejar ya para siempre abandonado
a tan miserable y estúpido sujeto.

Poema mujer de poeta (mascarilla) de Santiago Montobbio con fondo de libro

Ramón López Velarde

un lacónico grito...

-- de Ramón López Velarde --

Un lacónico grito...
Yo te digo: «alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males».
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.
Mi corazón te dice: «rosa intacta,
vas dibujada en mí con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo».
Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.
Siempre que inicio un vuelo
por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.
Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



Ramón López Velarde

Un lacónito grito

-- de Ramón López Velarde --

Yo te digo: "Alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males."
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.

Mi corazón te dice: "Rosa intacta,
vas dibujada en mi con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo."

Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.

Siempre que inicio un vuelo por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.

Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



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