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-- de Adelardo López de Ayala --
La piedra imán recibe de una estrella
el influjo en que busca su gobierno
la nave audaz, y, en éxtasis eterno,
contempla enamorada su luz bella.
Siente en su espalda el mar la blanda huella
de la luna gentil, y, amante tierno,
suspira y gime, o, con furor interno,
en cien montañas a la par se estrella.
¡Ama una flor al luminar del día;
dispersas y apartadas, sus amores
se comunican las flexibles palmas...
¿Por qué, ausente, no escuchas la voz mía?
¿Por qué sienten mejor el mar, las flores,
y hasta las mismas piedras que las almas?
Poema "Ausencia (López de Ayala)" de Adelardo López de Ayala
-- de Alfonso Verdugo Castilla --
Al fuerte patriarca la primera
Raquel a larga senectud redujo;
al victorioso Alfonso, torpe indujo
la segunda a manchar su gloria entera.
La mental, la canora, la tercera,
al grande Ulloa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
fatal aun en las copias persevera!
Mas ya de la beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y soberano
que en nueva copia el nombre antiguo emplea.
Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel fea.
Poema "Reverso de la medalla antecedente" de Alfonso Verdugo Castilla
-- de Amado Nervo --
Tu amada muerta es como una princesa que duerme.
Su alma, en un total olvido de sí misma, flota en la noche.
Mas si tú persistes en quererla,
un día esta persistencia de tu amor la recordará.
Su espíritu tornará a la conciencia de su ser, ysentirás en lo íntimo de tu cerebro el suave latido de sudespertar y el influjo inconfundible de su vieja ternura que vuelve...
Comprenderás entonces, merced a estos signos misteriosos, queuna vez más el amor ha vencido a la muerte.
Poema "la bella del bosque durmiente" de Amado Nervo
-- de Amado Nervo --
Todo en ella encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como margarita sin par,
el influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia como el avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
yo gocé del privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia como el avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
¡cuánto, cuánto la quise! ¡por diez añosfue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡era llena de gracia, como el avemaría,
y a la fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... Como gota que se vuelve a la mar!
Poema "gratia plena" de Amado Nervo
-- de Manuel del Palacio --
Gracias, no á su valer, sino á su influjo,
(Que asi ganan renombre más de siete),
Corregido por Vega y por Cañete
Pudo imprimir un libro que tradujo.
Conservo de él un ejemplar de lujo
Que me vendió en diez reales un pobrete,
Y el cual duerme hace tiempo en mi retrete
Como duerme en el agua el somormujo.
Rico, noble, valiente, campechano.
Alumno ya del gremio de escritores
En la Academia entróse muy ufano;
Hoy le abruman los títulos y honores,
Y sigue traduciendo el italiano....
Cuando no hace otras cosas aun peores.
Poema "Semblanzas: IX" de Manuel del Palacio
-- de José María Blanco White --
Te engañas, mi Dorila,
si juzgas que rendido
de amar sin esperanza
se verá el pecho mío;
que no, no es tan tirano,
cual dicen, el Dios niño,
y sabe aun con las ansias
dar premios exquisitos.
Son necios los amantes
que llaman su dominio
cruel, y que maldicen
sus cadenas y grillos.
Dorila, yo te adoro;
y el ardor en que vivo,
es el premio y la gloria
que el adorarte pido.
Peno ¡ay triste! mas tengo
en tu rostro divino
de mis crueles ansias
un dulce y cierto alivio:
pues aun cuando mi pecho
más agitado miro,
volviendo a ti los ojos
ledo que da y tranquilo.
Y si del rostro amable
el influjo benigno
me es negado, y ausente
mi fuego es más activo,
tu dulce nombre entonces
tiernamente repito,
y un nuevo fuego enciendo,
con que aplaco el antiguo.
¡Ay! de esta suave llama
los amantes deliquios
sólo es dado gozarlos
a quien sabe sentirlos.
Zagala, no te engañes,
que aun el más afligido
pagado está, si logra
dar a tiempo un suspiro.
Poema "A Dorila" de José María Blanco White
-- de José Tomás de Cuellar --
¡QUÉ magia tienes en tu mirada,
Qué luz del cielo te iluminó!
Qué ángel su aureola te dió encantada
Qué astro su eterno, vivo fulgor!
Cuando me miras, niña hechicera,
Cuando tus ojos fijas en mí,
Siento la lumbre que reverbera
En tus pupilas, dentro de mí.
Siento el influjo celeste y blando.
De un bien que nunca mi alma probó,
Poema "El cielo" de José Tomás de Cuellar
-- de José Tomás de Cuellar --
COMO rosada luz
De matutino albor
Que la extensión azul
De súbito alumbró;
Como el primer olor
Del cándido jazmín,
Así en mi corazón
Siento el influjo de tu dulce sí.
Como tras largo afán,
Perdido en la extensión
De proceloso mar,
Sin rumbo ni timón,
El náutico al fin cree
Poema "Un sí y un no" de José Tomás de Cuellar
-- de Juan Boscán --
Un nuevo amor un nuevo bien me ha dado,
ilustrándome el alma y el sentido,
por manera que a Dios yo ya no pido
sino que me conserve en este estado.
A mi bien acrecienta el mal pasado,
tan sin temor estoy de lo que ha sido;
y en las hierbas compuestas que he bebido,
mi fuerza y mi vivir se han mejorado.
Anduvo sobre mí gran pestilencia
hasta matar los pájaros volando
y casi cuando en vida fue criado;
este influjo crüel se fue pasando,
y así, de esta mortal, brava dolencia
con mas salud quedó lo que ha quedado.
Poema "Un nuevo amor un nuevo bien me ha dado" de Juan Boscán
-- de Gaspar Melchor de Jovellanos --
De agudo mal el golpe no esperado
asusta, clori, tu preciosa vida;
y al mirarte doliente y afligida
mi enfermo corazón tiembla asustado.
Dos veces con influjo porfiado
ejerce el mal su saña enfurecida,
una turbando mi alma dolorida,
otra afligiendo tu ánimo angustiado.
¿Cuál, clori, de las dos, pues la inclemencia
del mal sentimos ambos de consuno,
cuál, dime, sufrirá mayor martirio?
¿tú, en quien se ceba la cruel dolencia,
o yo que todo el mal siento importuno
de tu misma dolencia y mi delirio?
Poema "de agudo mal el golpe no esperado" de Gaspar Melchor de Jovellanos
-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --
En un día del mes de diciembre
Reina en el cielo, Sol! reina e inflama
con tu almo fuero mi cansado pecho:
sin luz, sin brio, comprimido, estrecho,
un rayo anhela de tu ardiente llama.
A tu influjo feliz brote la grama,
el hielo caiga a tu fulgor deshecho;
Sal! del invierno rígido a despecho,
Rey de la esfera, sal! mi voz te llama.
De los dichosos campos, do mi cuna
recibió de tus rayos el tesoro,
alejóme por siempre la fortuna.
Bajo otro cielo, en otra tierra lloro...
Esta nieve luciente me importuna...
¡El invierno me mata!... ¡Yo te imploro!
Poema "Al sol (Avellaneda)" de Gertrudis Gómez de Avellaneda
-- de Gutierre de Cetina --
Que a nuestra voluntad cegar porfía,
ha andado trabajando el alma mía
por defenderla de amoroso velo.
Y no bastando aquel divino celo
con que me ha desviado y me desvía,
pudo en el cuerpo más su fantasía,
como en cosa compuesta acá en el suelo.
No debe el alma ser reprehendida,
pues libre sin lesión ninguna queda
y sola la mortal parte ofendida.
Ni basta aquella que nos vuelve en rueda,
por ser elementada nuestra vida,
que contra el cielo defenderla pueda.
Poema "contra el influjo del contrario cielo" de Gutierre de Cetina
-- de Francisco Sosa Escalante --
No canta el ave así; no así del viento
El suspirar se escucha en la arboleda,
Ni el manso arroyo que entre guijas rueda
El són iguala de tu dulce acento.
Ya revele tu voz del pensamiento
Amargura tenaz ó dicha leda,
Es nota de arpa celestial; remeda
Alegre risa ó funeral lamento.
Mas ay! si á influjo de tu dulce canto
Olvida el triste corazón sus penas
Tambien es causa de dolor y llanto.
Infundes el amor cual las sirenas,
Y á aquel que admira tu hechicero encanto
A eterno vasallaje le condenas!
Poema "A una artista (Sosa Escalante)" de Francisco Sosa Escalante
-- de Francisco Sosa Escalante --
¡Oh sueño bondadoso! á tí me entrego,
A tí que alejas el mortal quebranto
Cuando te acercas con cariño santo
Brindando al alma celestial sosiego.
Cierra mis ojos escuchando el ruego
Del triste corazón que anega el llanto,
Y en onda pura de inefable encanto
De mi rudo penar apaga el fuego.
Ven; á tu influjo bienhechor las horas
Veloces se deslizan, como ruedan
Del arroyo las aguas bullidoras.
Ven, sueño dulce, ven; solo me quedan
Tus bellas ilusiones seductoras
Que la pasada realidad remedan.
Poema "Al sueño (Sosa Escalante)" de Francisco Sosa Escalante
-- de José Manuel de Navarrete --
Célebres calles de la corte indiana,
grandes plazas, soberbios edificios,
templos de milagrosos frontispicios,
elevados torreones de arte ufana,
altos palacios de la gloria humana,
fuentes de primorosos artificios,
chapiteles, pirámides, hospicios,
que arguyen la grandeza americana:
¡Oh México!, sin duda yo gozara
del gusto que me brinda tu grandeza,
si causa superior no lo estorbara.
De tu suelo me arranca con presteza
el suave influjo de la dulce cara
de una agraciada rústica belleza.
Poema "Influjo de amor" de José Manuel de Navarrete
-- de Bartolomé de Argensola --
Si amada quieres ser, Licoris, ama;
que quien desobligando lo pretende,
o las leyes de amor jamás comprende,
o la naturaleza misma infama.
Afectuoso el olmo a la vid llama,
con ansias de que el néctar le encomiende,
y ella lo abraza y sus racimos tiende
en la favorecida ajena rama.
¿Querrás tú que a los senos naturales
se retiren avaros los favores,
que (imitando a su autor) son liberales?
No en sí detengan su virtud las flores,
no a tu benignidad los manantiales,
ni su influjo las luces superiores.
Poema "Si amada quieres ser, Lícoris, ama" de Bartolomé de Argensola
-- de Rubén Darío --
Hay un verde laurel. En sus ramas
un enjambre de pájaros duerme
en mudo reposo,
sin que el beso del sol los despierte.
Hay un verde laurel. En sus ramas
que el terral melancólico mueve,
se advierte una lira,
sin que nadie esa lira descuelgue.
¡Quién pudiera, al influjo sagrado
de un soplo celeste,
despertar en el árbol florido
las rimas que duermen!
¡y flotando en la luz el espíritu,
mientras arde en la sangre la fiebre,
como un himno gigante y extraño
arrancar a la lira de bécquer!
Poema "rima vi" de Rubén Darío
-- de Rubén Darío --
Hay un verde laurel. En sus ramas
un enjambre de pájaros duerme
en mudo reposo,
sin que el beso del sol los despierte.
Hay un verde laurel. En sus ramas
que el terral melancólico mueve,
se advierte una lira,
sin que nadie esa lira descuelgue.
¡Quién pudiera, al influjo sagrado
de un soplo celeste,
despertar en el árbol florido
las rimas que duermen!
¡Y flotando en la luz el espíritu,
mientras arde en la sangre la fiebre,
como "un himno gigante y extraño"
arrancar a la lira de Bécquer!
Poema "Rima VI (Rubén Darío)" de Rubén Darío