Buscar Poemas con Inexorable


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Abraham Valdelomar

El conjuro (Valdelomar)

-- de Abraham Valdelomar --

El barco va a manera, sobre el mar inestable,
de un cansado titán que buscara su lecho
y el viento entre las jarcias silba agudo, a despecho
de la hélice que gira veloz e inexorable.

Como un gran corazón, crepita; mas advierte
la mirada radiante del fanal, que, avizora,
le indica la acechanza marina, y con la prora
en blanca espuma frágil, al cruzarla, convierte.

Va sin temor, confiado, seguro en su destino;
la hélice da el impulso, el timón, el camino
y atraviesa la negra sombra inerte, ligero.

Y el conjuro del mar ruge a su paso. ¡Pero
hay rocas y hay tormentas, y ha de llegar un día!...
Y toda tu armadura ¡oh vano! será mía...

Poema El conjuro (Valdelomar) de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Abraham Valdelomar

Yo, pecador

-- de Abraham Valdelomar --

Mi boca fue a manera de un ático panal
do acudieron los besos en lírico tropel,
abejas amorosas que llenaron de miel
mi espíritu sediento y mi carne mortal.

Ha gravitado en mi alma, sincera y vertical,
la voz inexorable y cóncava, de aquel
de testa fascinante que al bíblico vergel
arrancó la manzana con giros de espiral.

Soy, Señor, de tus siervos, quien más ha delinquido:
el no poder amar fue mi pena más honda,
el no poder besar fue mi mayor tormento.

Dame, de tus castigos, la acre copa redonda;
y pues soy de tus siervos el que más te ha ofendido,
yo te pido perdón.. ¡Pero no me arrepiento!

Poema Yo, pecador de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Amado Nervo

seis meses...

-- de Amado Nervo --

¡seis meses ya de muerta! y en vano he pretendido
un beso, una palabra, un hálito, un sonido...
Y, a pesar de mi fe, cada día evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...
Si yo me hubiese muerto, ¡qué mar, qué cataclismos,
qué vórtices, qué nieblas, qué cimas niqué abismos
burlaran mi deseo febril y omnipotente
de venir por las noches a besarte en la frente,
de bajar, con la luz de un astro zahorí,
a decirte al oído: ¡no te olvides de mí!
y tú, que me querías tal vez más que te amé,
callas inexorable, de suerte que no sé
sino dudar de todo, del alma, del destino,
¡y ponerme a llorar en medio del camino!
pues con desolación infinita evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...

Poema seis meses... de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

eternidad

-- de Amado Nervo --

¡la muerte! allí se agota todo esfuerzo,
allí sucumbe toda voluntad.
¡La muerte! ¡lo que ayer fue nuestro todo
hoy sólo es nuestra nada!... ¡Eternidad!
¡silencio!... El máximo silencio
que es posible encontrar.
¡Silencio!... ¡Ultrasilencio,
y no más! ¡oh, no más!
¡ni una voz en la noche
que nos pueda guiar!
ana, razón suprema de mi vida,
¿dónde estás, dónde estás,dónde estás?
se abisma en el abismo el pensamiento,
se enlobreguece, ¡al fin!, todo mirar
en esta lobreguez inexorable,
y desespera, a fuerza de esperar,
la más potente de las esperenzas.
¡Eternidad,eternidad!



Jorge Luis Borges

a un poeta menor de la antología

-- de Jorge Luis Borges --

¿dónde está la memoria de los días
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron
dicha y dolor y fueron para ti el universo?
el río numerable de los años
los ha perdido; eres una palabra en un índice.
Dieron a otros gloria interminable los dioses,
inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores;
de ti sólo sabemos, oscuro amigo,
que oíste al ruiseñor, una tarde.
Entre los asfodelos de la sombra, tu vana sombra
pensará que los dioses han sido avaros.
Pero los días son una red de triviales miserias,
¿y habrá suerte mejor que ser la ceniza,
de que está hecho el olvido?
sobre otros arrojaron los dioses
la inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumeralas grietas,
de la gloria, que acaba por ajar la rosa que venera;
contigo fueron más piadosos, hermano.
En el éxtasis de un atardecer que no será una noche,
oyes la voz del ruiseñor de teócrito.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad vi

-- de Octavio Paz --

Las horas, su intangible pesadumbre,
su peso que no pesa, su vacío,
abigarrado horror, la sed que expío
frente al espejo y su glacial vislumbre,
mi ser, que multiplica en muchedumbre
y luego niega en un reflejo impío,
todo, se arrastra, inexorable río,
hacia la nada, sola certidumbre.
Hacia mí mismo voy; hacia las mudas,
solitarias fronteras sin salida:
duras aguas, opacas y desnudas,
horadan lentamente mi conciencia
y van abriendo en mí secreta herida,
que mana sólo, estéril, impaciencia.



Octavio Paz

golden lotuses 2

-- de Octavio Paz --

Delgada y sinuosa
como la cuerda mágica.
Rubia y rauda:
dardo y milano.
Pero también inexorable rompehielos.
Senos de niña, ojos de esmalte.
Bailó en todas las terrazas y sótanos,
contempló un atardecer en san josé, costa rica,
durmió en las rodillas de los himalayas,
fatigó los bares y las sabanas de áfrica.
A los veinte dejó a su marido
por una alemana;
a los veintiuno dejó a la alemana
por un afgano;
a los cuarenta y cinco
vive en proserpina court, int. 2, Bombay.
Cada mes, en los días rituales,
llueven sapos y culebras en la casa,
los criados maldicen a la demonia
y su amante parsi apaga el fuego.
Tempestad en seco.
El buitre blanco
picotea su sombra.



Gabino Alejandro Carriedo

muerte mortal

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Yo indago, levemente desplazo
exequia y funeral, el llanto
se oye en el eco diario
del urbanismo ciudadano.
Llamo a la guardia, embalo
aquellos recuerdos de que hablo,
multiplico la voz y añado
la división de lo soñado.
Sí, levemente yo indago
funerales y exequias y el plazo
inexorable está marcado
en lo negro y oro del catafalco.
En la monotonía de los salmos
en el patético cristal ovalado,
da el incienso.



Hernando de Acuña

Oh sin ventura yo, oh mal nacido

-- de Hernando de Acuña --

¡Oh sin ventura yo, oh mal nacido!
¿En qué estrella cruel vine a la tierra
sujeto a tierno llanto, a dura guerra,
a siempre amar sin serme agradecido?

¿Cuál hado inexorable me ha traído
a las manos de un tigre, en que se encierra
beldad del cielo y crueldad de tierra,
mi alma en el abismo del olvido?

¡Ay, enemigo cruel!, ¿y quién creyera
que estaban en mi muerte conjurados
tan nueva ingratitud y tal crudeza?

¡Ay vida, y tiempo, y horas mal gastadas!
¡No quiera Dios que adore yo a una fiera
que paga tanto amor con tal dureza!



Marilina Rébora

alejamiento

-- de Marilina Rébora --

Alejamiento
resultará forzoso el cruel alejamiento
y habrá que decidirse, como lo inevitable,
lo mismo que aceptamos la violencia del viento,
el rugido del mar o el tiempo inexorable.
Habrá que tener ánimo en el fatal momento
para abdicar de todo lo que nos fue agradable,
y saber resignarnos en el recogimiento
con el gesto tranquilo ante lo inapelable.
Los ojos en el cielo, frente al azul del día,
serán dulce consuelo las venturas de otrora
el hogar de la infancia, juventud, poesía,
y al alumbrar la luna, al filo de la sombra,
tendré la paz ansiada, y llegará la hora
en que cerca de dios, tan sólo a dios se nombra.



Mario Benedetti

recién nacido

-- de Mario Benedetti --

Ignorante del mundo y de sí mismo
deja el recién nacido su caverna
lejos y cerca de la piel materna
inaugura el candor de su egoísmo
mira en su entorno y es un espejismo
la apenas asumida vida externa
no es todavía despiadada o tierna
pero ya muestra señas del abismo
aprenderá sin duda ese paisaje
que poco a poco en niebla se convierte
y empezará a enterarse del mensaje
donde estará la clave de su suerte
ya ha reservado sitio para el viaje
sutil e inexorable hacia la muerte



Medardo Ángel Silva

Soneto de otoño

-- de Medardo Ángel Silva --

¡De nuevo son las rosas de Octubre, Otoño mío...!
Han escondido el sol en una cueva obscura...
Y los pálidos dedos del inmortal Hastío
estrujan –rosa seca– mi pasada ventura.

¡Lacerante recuerdo de la extinta dulzura
que torna vanamente al corazón vacío...!
Perdimos el sendero y la noche perdura
–¡la noche!– y aún no brilla tu luminar, ¡Dios mío!

Los años son guirnalda florecida
–pensamos– una fiesta es nuestra vida...
E hicimos una fiesta de toda ella...

Pero sonó el Destino inexorable su hora
y el brusco despertar nos anunció la aurora
verdadera, la aurora sin flor y sin estrella.



Julio Herrera Reissig

amor sádico

-- de Julio Herrera Reissig --

Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo el beso
de la repulsa nos unió un instante...

Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante.
Ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
-mudo el amor, el corazón inerte-,

huraño, atroz, inexorable, hirsuto...
¡Jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!



Francisco Martínez de la Rosa

La muerte (Martínez de la Rosa)

-- de Francisco Martínez de la Rosa --

Al borde está de una tumba
La inexorable deidad,
Mal ceñido el negro manto,
Lívida la horrenda faz,
Y la planta descarnada
Sobre una corona real:
En tablas de bronce y mármol,
Carcomidas por la edad,
Apoya el brazo siniestro
Con terrible majestad,
Y la historia de cien siglos
Debajo borrada está.
Reina en torno hondo silencio,
Destrucción y soledad,
Como en el Averno lago
En que hasta el aire es letal;
Ni alrededor nace yerba,
Ni osan las aves volar.
Ante sus ojos perenne
Arde una luz funeral,
Cual si la densa tiniebla
Luchase por disipar;
Mas apenas la vislumbra
Entre sombras el mortal,
Cuando su débil reflejo
¡Se pierde en la eternidad!



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