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Se han encontrado 25 poemas con la palabra impulso

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Abraham Valdelomar

El conjuro (Valdelomar)

-- de Abraham Valdelomar --

El barco va a manera, sobre el mar inestable,
de un cansado titán que buscara su lecho
y el viento entre las jarcias silba agudo, a despecho
de la hélice que gira veloz e inexorable.

Como un gran corazón, crepita; mas advierte
la mirada radiante del fanal, que, avizora,
le indica la acechanza marina, y con la prora
en blanca espuma frágil, al cruzarla, convierte.

Va sin temor, confiado, seguro en su destino;
la hélice da el impulso, el timón, el camino
y atraviesa la negra sombra inerte, ligero.

Y el conjuro del mar ruge a su paso. ¡Pero
hay rocas y hay tormentas, y ha de llegar un día!...
Y toda tu armadura ¡oh vano! será mía...

Poema El conjuro (Valdelomar) de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Abraham Valdelomar

La viajera desconocida

-- de Abraham Valdelomar --

En el rostro anguloso de fiero perfil duro
se enseñorea el aire de su adusta mirada;
parece que viniera de una tierra ignorada,
habla un idioma extraño, sordo, lento y oscuro.

La cabeza inclinada en la cóncava mano,
el cuerpo agazapado en un gesto felino,
sus ojos son los ojos siniestros del Destino
y su boca la puerta de un insondable arcano.

Cuando el mar en las tardes su furor agiganta,
la ignota en un impulso violento se levanta
y las rojas quimeras del crepúsculo mira.

Pasa sobre la nave graznando una gaviota,
epilépticamente la dura hélice gira
y en la estela agitada la blanca espuma flota

Poema La viajera desconocida de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Alfonsina Storni

Palabras degolladas

-- de Alfonsina Storni --

Palabras degolladas,
caídas de mis labios
sin nacer;
estranguladas vírgenes
sin sol posible;
pesadas de deseos,
henchidas...

Deformadoras de mi boca
en el impulso de asomar
y el pozo del vacío
al caer...
Desnatadoras de mi miel celeste,
apretada en vosotras
en coronas floridas.

Poema Palabras degolladas de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

La puerta

-- de Amado Nervo --

Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita mas aprisa, mas aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la Pálida esta alerta:
¡oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!



Jorge Cuesta

rema en una agua espesa y vaga el brazo

-- de Jorge Cuesta --

Rema en agua espesa y vaga el brazo,
pero indeciso su ademán suspende,
y aislado del impulso que lo tiende
la mano ignora que lo dé al acaso.

La suya inútil flota con retraso,
pero ningún fugaz apoyo aprehende
en el vacío, de que se desprende
lo mismo que del yugo de su paso.

Oscila sin esfuerzo, consumido
el mundo en torno, y como del olvido
una memoria mutilada emana

que ya no habita el alma que la mira,
aun muerto se desata y se retira
del brazo inerte la presencia vana.



Diego de Torres Villarroel

al amor

-- de Diego de Torres Villarroel --

Ente chismoso, fábula, quimera,
diosecillo infernal, diablo cojuelo,
yo por ti ni un suspiro, ni un desvelo;
el diantre me llevará si tal diera
si filis con sus ojos no viniera
guardándote a mi rabia picaruelo
cuando tu arpón o tu carcaj o anzuelo
de haberme herido blasonar pudiera
si quieres ver al libre ceño mío
burlar el fuerte impulso de tus botes
sin filis ven conmigo a desafío
que sin más que mirarme a los bigotes
arañado saldrás de mi albedrío
y te daré muchísimos azotes.



Enrique González Martínez

a la que va conmigo

-- de Enrique González Martínez --

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta
que atisba tras la verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos la célica armonía
del amigo sinsonte que es músico y poeta.

Daremos a las nubes que circundan los flancos
de las altas montañas nuestro saludo atento,
y veremos cuál corren al impulso del viento
como un tropel medroso de corderillos blancos.

Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,
de misteriosos cantos y de voces extrañas;
y veremos cuál tejen las pacientes arañas
sus telas impalpables con los siete colores.

Iremos por la vida confundidos en ella,
sin nada que conturbe la silenciosa calma,
y el alma de las cosas será nuestra propia alma,
y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.

Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto
sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído
sepa escuchar las voces de los desconocido,
se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.



Olegario Víctor Andrade

La flor de mi esperanza (Andrade)

-- de Olegario Víctor Andrade --

Yo diviso rodando marchita
sin aroma la cándida flor
que furioso huracán precipita
resonando con triste fragor.

De mi seno se lleva la calma,
mis ensueños de gloria, de paz,
y en lugar de la dicha del alma,
solo queda un recuerdo fugaz.

En un tiempo que huyó presuroso
como el eco de triste canción,
levantando su cáliz precioso
parecía celeste visión.

Era hermosa cual nítida estrella,
que refleja su plácida luz,
cuando sola la luna descuella
de la noche en el negro capuz.

Su fragancia divina brindaba
conmovida por mágico ambiente,
y al mirarla un suspiro lanzaba
con mi llanto regando su frente.

Pero pronto el impulso violento
del terrible fatal aquilón,
sin piedad destrozó en un momento
de mi sueños la dulce ilusión.

Y nos sigue un conforme destino:
yo doblego mi altiva cerviz,
ella pierde su aroma divina,
su precioso, variado matiz.

¡Cuán sensible es el ver marchitarse
de ferviente esperanza la flor,
y en la vida fugaz deslizarse
por abismos de luto y horror!

(Uruguay, 13 de octubre de 1855)



José María Heredia

la melancolía. letrilla

-- de José María Heredia --

La melancolía
letrilla
hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.
Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.
Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.
Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel.



José María Heredia

La melancolía

-- de José María Heredia --

Hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? —Lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.

Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
Nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.

Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.

Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel.



José Tomás de Cuellar

En la muerte de la niña D***

-- de José Tomás de Cuellar --

.............................
Porque al abrirse las puertas
Del misterioso ataúd
Hallan paz, vida y contento
Los que mueren como tú.

Zorrilla.

TIERNO botón que en el pensil florido
Tus matices apenas ostentabas,
Y en la rama flexible,
A impulso de las brisas odorantes,
Con muelle oscilación te columpiabas.

Virginea flor, purísima azucena
De los jardines del edén caída



José Tomás de Cuellar

La primavera (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

YA viene la estación de los amores,
Ya las escarchas del invierno crudo,
Del sol á los ardientes resplandores,
En vaporosas formas se levantan
É invaden la región del firmamento.
Huye y reposa proceloso viento
Y repliega las alas que agitaron
Las hojas del vergel, la rosa, el lirio,
Cesa ya, cesa, genio airado,
De arrasar con tu impulso seco y rudo
Los campos donde ayer fueron las flores
Á engalanar el valle y la pradera
Sitios ¡ay! de mis férvidos amores.



José Ángel Buesa

la enredadera

-- de José Ángel Buesa --

En el áureo esplendor de la mañana,
viendo crecer la enredadera verde,
mi alegría no sabe lo que pierde
y mi dolor no sabe lo que gana.
Yo fui una vez como ese pozo oscuro,
y fui como la forma de esa nube,
como ese gajo verde que ahora sube
mientras su sombra baja por el muro.
La vida entonces era diferente,
y, en mi claro alborozo matutino,
yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente.
Pero la vida es una cosa vaga,
y el corazón va desconfiando de ella,
como cuando miramos una estrella,
sin saber si se enciende o si se apaga.
Mi corazón, en tránsito de fuego,
ardió de llama en llama, pero en vano,
porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo halló la mano de otro ciego.
Y ahora estoy acodado en la ventana,
y mi dolor no sabe lo que pierde
ni mi alegría sabe lo que gana,
viendo crecer la enredadera verde
en el áureo esplendor de la mañana.



Manuel Machado

La Sonrisa de Franco resplandece

-- de Manuel Machado --

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de paz la tierra que conquista.

Sabe vencer y sonreír. Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria
seguro y firme. Y para hacer Historia
Dios quiso darle mucho más: el genio.

Inspira fe y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,

para un mañana, que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!



Marcelino Menéndez y Pelayo

Soneto-dedicatoria

-- de Marcelino Menéndez y Pelayo --

A ti, de ingenio y luz raudal hirviente,
De las helenas Gracias compañera,
De mis cantos daré la flor primera:
Gane hermosura al adornar tu frente.

No de otro modo en bosque floreciente
Rudo y sin desbastar el leño espera,
O el mármol encerrado en la cantera,
El sabio impulso de escultor valiente.

Llega el artista, y la materia rinde;
Levántase a forma vencedora
Del mármol que el cincel taja y escinde.

Corra, en la piedra, de la vida el río;
Tú serás el cincel, noble Señora,
Que labre el mármol del ingenio mío.



Juan Nicasio Gallego

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano
de mi triste prisión fácil salida,
por generoso impulso dirigida
tú me tendiste protectora mano.

Por ti recobro, ilustre Soberano
cuanto me puede hacer grata la vida.
Familia tierna, libertad perdida,
el sol de España, el suelo carpetano.

Que admiras hoy benévolo confío,
de mi tosco buril escaso fruto,
estos humildes rasgos que te envío,

mientras exento ya de pena y luto
por tanto alto favor el pecho mío
te da en su gratitud mejor tributo.



Juan Ramón Jiménez

el impulso

-- de Juan Ramón Jiménez --

Subes de ti misma,
como un surtidor
de una fuente.
No
se sabe hasta donde
llegará tu amor,
porque no se sabe
dónde está el venero
de tu corazón.
(Eres ignorada,
eres infinita,
como el mundo y yo)



Julia de Burgos

el hombre y mi alma

-- de Julia de Burgos --

¡qué caricia larga de acción me sube por las venas
anchas de recorrerme!

me veo inmóvil de carne esperando la lucha
entre el hombre y mi alma,
y me siento invencible,
porque mi ahora es fuerte columna de avanzada
en la aurora que apunta,
es grito de corazón vacío en la nave del mundo,
es esfuerzo de ola tendido en playa firme
para arrasar calumnias de las conciencias rotas.

Entre el hombre y mi alma
se ha cruzado la espada...
(La mente es una intérprete que traduce la fuerza
en ideas que avanzan.)

De mi lado se bate la conciencia del hombre
en un sol de principios sobre el soy de las almas.

En la mano del hombre se defiende la hueca
escultura de normas sobre el tiempo moldeada.

Ha sonado la lucha...
Y me siento intocada...
Estoy sobre los siglos con fiereza de olas...
¡Nadie palpe la sombra que mi impulso ahuyentara!



Julio Herrera Reissig

consagración

-- de Julio Herrera Reissig --

Surgió tu blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y era en vez de mi mano -atenta al caso
mi alma quien oprimía tu cintura...

De procaces sulfatos, una impura
fragancia conspiraba a nuestro paso,
en tanto que propicio a tu aventura
llenóse de amapolas el ocaso.

Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro...
Uniéndome a tu ser, con suave impulso,

al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré convulso,
¡hasta las heces, como un vino sacro!



Francisco Sosa Escalante

Los terremotos

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sordo rugido, cual rumor lejano
Del bravo mar que la ribera azota,
Se escucha resonar; su causa ignota
Pretende el hombre descubrir en vano.

Y crece más y más, y al soberano
Impulso que las aguas alborota,
La madre tierra se abre, y de ella brota
En negras espirales humo insano.

Clamor inmenso que traduce el ruego,
El llanto, y el pavor, y la agonía
De un pueblo todo, hasta el Señor se eleva.

Un rayo brilla de esperanza, y luego
Renuévase el temblor, con saña impía
Volviendo á difundir angustia nueva.



José Asunción Silva

Enfermedades de la niñez

-- de José Asunción Silva --

A una boca vendida,
a una infame boca,
cuando sintió el impulso que en la vida
a locuras supremas nos provoca,
dio el primer beso, hambriento de ternura
en los labios sin fuerza, sin frescura.
No fue como Romeo
al besar a Julieta;
el cuerpo que estrechó cuando el deseo
ardiente aguijoneó su carne inquieta,
fue el cuerpo vil de vieja cortesana,
Juana incansable de la tropa humana.

Y el éxtasis divino
que soñó con delicia
lo dejó melancólico y mohíno
al terminar la lúbrica caricia.
Del amor no sintió la intensa magia
y consiguió... Una buena blenorragia.



José Eustasio Rivera

cantadora sencilla...

-- de José Eustasio Rivera --

Cantadora sencilla de una gran pesadumbre,
entre ocultos follajes, la paloma torcaz
acongoja las selvas con su blanda quejumbre,
picoteando arrayanes y pepitas de agraz.

Arrurruúu... Canta viendo la primera vislumbre;
y después, por las tardes, al reflejo fugaz,
en la copa del guáimaro que domina la cumbre
ve llenarse las lomas de silencio y de paz.

Entreabiertas las alas que la luz tornasola,
se entristece, la pobre, de encontrarse tan sola;
y esponjado el plumaje como leve capuz,

al impulso materno de sus tiernas entrañas,
amorosa se pone a arrullar las montañas...
Y se duermen los montes... Y se apaga la luz.



José Martí

académica

-- de José Martí --

Académica
ven, mi caballo, a que te encinche: quieren
que no con garbo natural el coso
al sabio impulso corras de la vida,
sino que el paso de la pista aprendas,
y la lengua del látigo, y sumiso
des a la silla el arrogante lomo:
ven, mi caballo: dicen que en el pecho
lo que es cierto, no es cierto: que las estrofas
igneas que en lo hondo de las almas nacen,
como penacho de fontana pura
que el blando manto de la tierra rompe
y en gotas mil arreboladas cuelga,
no han de cantarse, no, sino las pautas
que en moldecillo azucarado y hueco
encasacados dómines dibujan:
y gritan «¡al bribón!» ¡cuando a las puertas
del templo augusto un hombre libre asoma!
ven, mi caballo, con tu casco limpio
a yerba nueva y flor de llano oliente,
cinchas estruja, lanza sobre un tronco
seco y piadoso, donde el sol la avive
del repintado dómine la chupa,
de hojas de antaño y de romanas rosas
orlada, y deslucidas joyas griegas,
y al sol del alba en que la tierra rompe
echa arrogante por el orbe nuevo.



Ricardo Güiraldes

Aconcagua

-- de Ricardo Güiraldes --

Cima. Altura. Cono tendencioso, que escapas de la tierra, hacia la coronación rala de aires eternos.

Aspiración a lo perfecto.

Gran tranquilo. Eterno mojón de cataclismo, cernido de nubes que lloran en tus flancos pétreos, desflocando sobre tu dureza la impotencia blanduzca de sus velámenes, esclavos del viento.

Indiferente.

Caótica cristalización.

Rezo de piedra.

Véngame tu firmeza inconmovible. Dios del silencio. Dios de aspiraciones hacia la perfección sideral.

¡Oh! tú que escapas a la tierra.

Impulso en catalepsia.

Borbotón solidificado.

Serenidad, hecha materia, que duermes al través de los siglos, imperturbablemente.

Vuelo en letargo.

Véngame tu estabilidad perenne, oh, pacificador inerte; dame tu sopor inmutable y la paz de tu quietismo de esfinge geológica.

¡Aconcagua!

Mendoza, 1913.



Ricardo Güiraldes

Reposo (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Acostado sobre la tierra, en la calma absoluta de la noche, hilvano incoherencias.

Mis oídos se tienden hacia los sonidos. Un vago rumor, hecho de mil imperceptibles. Junto a mí, un pasto que escapa al peso del cuerpo cruje apenas. Y los otros, esos que crecen, también tendrán su canto.

Bruscamente evoco el zumbido inmenso de la tierra, en su girar sobre sí misma, mientras cruza el espacio. Ese ruido, como los otros, escapa a la receptividad de mis oídos incapaces.

¿Y si perdiera la tierra su atracción centrípeta?

Siéntome cruzar la atmósfera, despedido en impulso gigantesco.

Y mi alma va tras el infinito, infinitamente.

París, 1911.



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Ariiba