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Se han encontrado 61 poemas con la palabra imperio

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Pedro Calderón de la Barca

Hermosura

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mi beldad hermosa y pura;
ni al rey envidio, ni sus triunfos quiero,
pues más imperio ilustre considero
que es el que mi belleza me asegura.

Porque si el rey avasallar procura
las vidas, yo, las almas, luego infiero
con causa que mi imperio es el primero,
pues que reina en las almas la hermosura.

Pequeño mundo la filosofía
llamó la hombre; sin en él mi imperio fundo,
como el cielo lo tiene, como el suelo,

bien puede presumir la deidad mía
que al que al hombre llamó pequeño mundo,
llamará a la mujer pequeño cielo.

Poema Hermosura de Pedro Calderón de la Barca con fondo de libro

José Joaquín de Olmedo

Al retrato de un Cupido dado por Nise

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿Dónde corres, Cupido,
a la luz de tus fuegos,
seguido de tu madre
tan alegre y contento?
Para más bien, y llora:
no todos son tus siervos;
la joven que yo adoro
se resiste a tu imperio.

Deja ya ese arco flojo
por el uso y el tiempo,
ni tu dorada aljaba
penda de tu hombro bello,
y apaga de tu tea
el ya lánguido fuego,
que la joven que adoro
se resiste a tu imperio.

Antes bien busca flechas
y un arco más certero,
y o súmete en la tierra,
o levántate al cielo,
para encender tu antorcha
de más activo fuego,
pues la joven que adoro
se resiste a tu imperio.

Poema Al retrato de un Cupido dado por Nise de José Joaquín de Olmedo con fondo de libro

Lope de Vega

El sucesor del gótico arrogante

-- de Lope de Vega --

El sucesor del gótico arrogante,
que fulminó dos veces Carlos Quinto,
en blanco armado, aunque de sangre tinto,
del Sacro Imperio presumióse Atlante.

Estaba el mundo en acto circunstante,
si bien el voto universal distinto,
cuando cayó de tanto laberinto,
con breve plomo, el ínclito gigante.

Mesuróse el león de España, el ave
del imperio paró las sacras plumas,
y el gran Melquisedec doró la llave.

Que suelen de olas infinitas sumas,
pensando, altivas, contrastar la nave,
nacer montañas y morir espumas.

Poema El sucesor del gótico arrogante de Lope de Vega con fondo de libro

Dolores Veintimilla

Aspiración (Veintimilla)

-- de Dolores Veintimilla --

Yo no quiero ventura ni gloria,
Sólo quiero mi llanto verter:
Que en mi mente la cruda memoria
Sólo tengo de cruel padecer.

Cual espectro doliente y lloroso
Sola quiero en el mundo vagar,
Y en mi pecho, cual nunca ardoroso,
Sólo quiero tu imagen llevar.

Yo no quiero del sol luminoso
Sus espléndidos rayos mirar,
Mas yo quiero un lugar tenebroso
Do contigo pudiera habitar.

Si del mundo un imperio se hiciera,
Que encerrara tesoros sin cuento;
Si este imperio a mis pies se pusiera,
Lo cambiara por verte un momento.

Si angel fuera a quien templos y altares
En mi culto se alzaran tal vez,
Con tormentos cambiara eternales
Por estar un instante a tus pies.



Emilio Bobadilla

Vanitas!

-- de Emilio Bobadilla --

Imperio poderoso de militar empuje
que aspiras al dominio del mundo en cruel batalla
y no dejas que nadie tu vigor sobrepuje,
so pena de arrojarle torrentes de metralla.

¡Cómo el triunfo te embriaga y tu sable sangriento
da tajos y mandobles sin piedad ni medida!
Agita tus banderas, como una tromba, el viento
y corres a la muerte deificando la vida!

Músicas y festejos, luminarias, banquetes
—apoteosis del daño que tu sevicia fragua—,
y hay arengas y versos y flores y cohetes...

Imperio, de dominio tu ambiciosa quimera
es la grandeza efímera de una montaña de agua
en que el sol de la tarde fastuoso reverbera.



Pedro Antonio de Alarcón

Roma

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Sólo tú por dos veces el imperio!
¡oh Roma! ¡Has ejercido en las edades!
¡Sólo tú de dos ínclitas ciudades
envuelves en la púrpura el misterio!

Dos veces asombrado el hemisferio
contempló tus grandeza o tus maldades,
según fueron del orbe potestades
León o Borgia, César o Tiberio.

De Persépolis, Ninive y Cartago
queda más que fúnebres ruinas,
cálida arena y solitarias palmas:

¡y tú inmortal en medio del estrago,
al perecer las águilas latinas,
conquistaste el imperio de las almas!



Adelardo López de Ayala

El sueño (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Sueño, que lento y pesado
mis sentidos acometes,
y uno a uno los sometes
a tu imperio dilatado:

tú en prisión pones la vista
y gusto y tacto en olvido:
pierde el olfato la pista,
y, aunque el último, el oído
también cede a tu conquista

Y así dominas el fuerte,
y dejas de guarnición
la eficaz respiración
para que impida a la muerte
quitarte su posesión.

Ya sé que al cuerpo te agrada
ver en nada transformado...
¡Y el cuerpo vil es muy dado
a transformarse en la nada!

Mas, cuando pones en calma
el corpachón, que es más fuerte,
dime, tití de la muerte:
¿en qué se entretiene el alma?



Lope de Vega

Alta sangre real, claro Felipe

-- de Lope de Vega --

Alta sangre real, claro Felipe,
a cuyo heroico y generoso pecho
el límite africano vino estrecho,
aunque en grandeza a Europa se anticipe,

porque el cielo ordenó que participe
de otro imperio mayor vuestro derecho
y que se ocupen en tan alto hecho
los cisnes de las fuentes de Aganipe;

tanto os estima a vos, Príncipe, solo,
que un día aventuró para ganaros
con cuatro reyes veinte mil personas,

trocando el bajo por el alto polo,
a Fez en Fe, y a vuestros montes claros
por claros cielos y por mil coronas.



Lope de Vega

Si amare cosa yo que Dios no sea

-- de Lope de Vega --

Si amare cosa yo que Dios no sea,
y de lo que su amor también procede,
que en odio al cielo y la tierra quede,
que sí estaré, como sin Él me vea
¿Y qué de mucho que el alma, que desea
el centro, donde sólo parar puede,
ame aquel bien que todo excede,
pues no hay descanso que sin Dios posea?
Tú, Rey del cielo, que mi amor procuras,
serás el centro de las ansias mías,
de aquel eterno bien prendas seguras.
Son las del mundo breves tiranías
que no merecen nombre de hermosuras,
sujetas al imperio de los días.



Lava el soberbio mar del sordo cielo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Lava el soberbio mar del sordo cielo
la ciega frente, cuando airado gime
agravios largos del bajel que oprime,
bien que ya roto, su enojado velo;

hiere, no solo nubes, mas al suelo,
porque su brazo tema e imperio estime.
Olas, no rayos, en su playa imprime;
tiembla otro Deucalión su igual recelo.

Envidia —-cuando, fuerte y espantosa,
la mar la rota nave ya presenta
ya al cielo, ya a la arena, de su seno—-

al rústico el piloto vida exenta.
Yo así en mis celos, libertad dichosa,
no cuando alegre, cuando en ellos peno.



Luis Palés Matos

neurosis

-- de Luis Palés Matos --

Yo no sé si soy sonámbulo o neurótico;
siento algos en el alma, y no son míos...
El ambiente me sofoca, como a exótico
en un pueblo enteramente de judíos.

Vivo en ml y no comprendo; hormigueos
van abriendo filtraciones de erotismo
en mi pecho, y un enjambre de deseos
mancha ci cisne de mi estricto misticismo.

Poco a poco de mi juicio van comiendo
y un volcán de efervescencia promoviendo
al tocar de mis recuerdos el tropel;

que se agitan como cuervos plutonianos,
como duendes, como brujas, como enanos
del imperio revoltoso de luzbel.



Manuel de Zequeira

La Ilusión

-- de Manuel de Zequeira --

OÑÉ que la fortuna en lo eminente
Del más brillante trono me ofrecía
El imperio del orbe, y que ceñía
Con diadema inmortal mi augusta frente.

Soñé que hasta el Ocaso desde Oriente
Mí formidable nombre discurría,
Y que del Septentrión al Mediodía
Mi poder se adoraba humildemente.

De triunfantes despojos revestido,
Soñé que de mi carro rubicundo
Tiraba César con Pompeyo uncido.

Despertóme el estruendo furibundo,
Solté la risa y dije en mi sentido:
«Así pasan las glorias de este mundo.»



Manuel del Palacio

La profecía

-- de Manuel del Palacio --

Víctima de sus vicios fué Sodoma,
Jerusalem de su impiedad insana,
De su ambición Cartago la africana,
De su avaricia y su soberbia Roma.

Hoy por su propio peso se desploma
De Pelayo la herencia soberana,
Y hecho pedazos rodará mañana
El trono que de Dios origen toma.

Y nadie de la edad en el misterio
Buscará de esa ruina las razones
De fácil comprensión al hombre serio:

Lo que sí ha de admirar á las naciones,
Es cómo vivió siglos un imperio
Gobernado por monjas y bribones.



Manuel del Palacio

Reseña política

-- de Manuel del Palacio --

Se hace en Francia demócrata el Imperio;
El Czar de Rusia hácia el progreso avanza;
Da Prusia del desarme la esperanza;
Entra en Italia un nuevo ministerio;

De Dalmacia el motin se pone sério;
Contra los turcos el Egipto avanza;
Empieza en Roma ya la contradanza,
y viene de Austria olor á cementerio.

Inglaterra prosigue con sus líos;
Brasil y Paraguay se dan mal trato;
Del fiero portugués crecen los bríos;

Buscan los españoles candidato...
Lo cual quiere decir, lectores mios,
Que estamos como tres en un zapato.



Jacinto de Salas y Quiroga

La indiferente (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

La indiferente y bella Flora
del amor ciego se burlaba,
sin experiencia a toda hora
la pobrecilla así cantaba:
«No temo, amor, tu poderío,
a pesar de toda tu saña,
libre seré de tu albedrío;
tu buena cara no me engaña».

«Me lo han dicho mis compañeras,
los hombres son muy inconstantes;
si con ellos somos severas
suelen mostrarse muy amantes;
si nos rendimos, los bribones
nos abandonan cruelmente;
¡ay! Quien se fía de tal gente
merece males a millones».
Pero el amor lo vence todo,
y a su poder se rindió Flora;
pronto, humilde, y de mejor modo
así cantaba a toda hora:
Amor, me rindo... ¡Qué dulzura
sobre mi pecho has esparcido!
¡Por qué tan tarde he conocido
tu dulce imperio y mi locura!



Jorge Luis Borges

el bastón de laca

-- de Jorge Luis Borges --

María kodama lo descubrió. Pese a su autoridad y a sufirmeza, es curiosamente liviano. Quienes lo ven lo advierten; quieneslo advierten lo recuerdan.
Lo miro. Siento que es una parte de aquel imperio,infinito en el tiempo, que erigió su muralla para construir unrecinto mágico.
Lo miro. Pienso en aquel chiang tzu quesoñó que era una mariposa y que no sabía aldespertar si era un hombre que había soñado ser unamariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.
Lo miro. Pienso en el artesano que trabajó elbambú y lo dobló para que mi mano derecha pudiera calzarbien en el puño.
No sé si vive aún o si ha muerto.
No sé si es tahoista o budista o si interrogael libro de los sesenta y cuatro hexagramas.
No nos veremos nunca.
Está perdido entre novecientos treintamillones.
Algo, sin embargo, nos ata.
No es imposible que alguien haya premeditado estevínculo.
No es imposible que el universo necesita estevínculo.



César Vallejo

Ausente (Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Ausente! La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos, al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.

Ausente! La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras lanceradas.

Ausente! Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauria de remordimientos!



César Vallejo

ausente

-- de César Vallejo --

Ausente
ausente! la mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos al misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.
Ausente! la mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.
Se, habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.
Ausente! y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauría de remordimientos!



César Vallejo

Ausente (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Ausente! La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos, al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.

Ausente! La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras lanceradas.

Ausente! Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauria de remordimientos!



Efraín Huerta

órdenes de amor IV

-- de Efraín Huerta --

Ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo.

Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
mi alma vive en tu piel.

Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.



Emilio Bobadilla

Moscovia

-- de Emilio Bobadilla --

Borrachos de aguardiente, revueltos y convulsos,
el mujik, el gran duque, el pope y el cosaco
—del crimen epiléptico los mórbidos impulsos—
entran en el palacio de los zares a saco.

Huye despavorido el autócrata pálido,
la ensangrentada mano temblando de ira y miedo,
los ojos muy abiertos sobre el semblante escuálido
y en la boca la angustia de un tartamudo credo.

Derrúmbase el imperio: un fraile epileptoide
envenenado, rueda en macabro banquete
—de libertinos locos la híbrida escorpioide—:

un perfil circasiano, unas manos muy blancas,
unos ojos muy negros, en el rostro blanquete,
unas piernas muy largas y unas redondas ancas...



Julián del Casal

coquetería

-- de Julián del Casal --

En el verde jardín del monasterio,
donde los nardos crecen con las lilas,
pasea la novicia sus pupilas
como princesa por su vasto imperio.
Deleitan su sagrado cautiverio
los chorros de agua en las marmóreas pilas,
el lejano vibrar de las esquilas
y las místicas notas del salterio.
Sus rizos peina el aura del verano,
mas la doncella al contemplarlos llora
e, internada en el bosque de cipreses,
piensa que ha de troncharlos firme mano
como la hoz de ruda segadora
las espigas doradas de las mieses.



Pablo Neruda

soneto xxxvi cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Corazón mío, reina del apio y de la artesa:
pequeña leoparda del hilo y la cebolla:
me gusta ver brillar tu imperio diminuto,
las armas de la cera, del vino, del aceite,
del ajo, de la tierra por tus manos abierta
de la sustancia azul encendida en tus manos,
de la transmigración del sueño a la ensalada,
del reptil enrollado en la manguera.
Tú con tu podadora levantando el perfume,
tú, con la dirección del jabón en la espuma,
tú, subiendo mis locas escalas y escaleras,
tú, manejando el síntoma de mi caligrafía
y encontrando en la arena del cuaderno
las letras extraviadas que buscaban tu boca.



Pablo Neruda

unidad

-- de Pablo Neruda --

Hay algo denso, unido, sentado en el fondo,
repitiendo su número, su señal idéntica.
Cómo se nota que las piedras han tocado el tiempo,
en su fina materia hay olor a edad,
y el agua que trae el mar, de sal y sueño.
Me rodea una misma cosa, un solo movimiento:
el peso del mineral, la luz de la piel,
se pegan al sonido de la palabra noche:
la tinta del trigo, del marfil, del llanto,
las cosas de cuero, de madera, de lana,
envejecidas, desteñidas, uniformes,
se unen en torno a mí como paredes.
Trabajo sordamente, girando sobre mí mismo,
como el cuervo sobre la muerte, el cuervo de luto.
Pienso, aislado en lo extenso de las estaciones,
central, rodeado de geografía silenciosa:
una temperatura parcial cae del cielo,
un extremo imperio de confusas unidades
se reúne rodeándome.



Rafael María Arízaga

Brasilia

-- de Rafael María Arízaga --

I

A la lumbre amorosa del Crucero,
fulgente en gemas de riqueza ignota,
una tarde estival, en la derrota
se cruzó de feliz aventurero.

A admirar su belleza el mundo entero
de sus hijos le envió múltiple flota,
y en sus venas vertió gota por gota
sangre de nueva estirpe: el brasilero.

De Iberia conoció los campeadores,
de Albión los libres y severos lores,
de la Galia gentil, la inmortal gesta;

y, madre ya de Ledos y de Andrades,
heroína de sus propias libertades,
¡alzó ante el Orbe la laureada testa!

II

La señora del Austro, soberana,
que en magno imperio dilatarse pudo,
no asió la lanza ni embrazó el escudo,
como soberbia Juno americana.

Soñó con la república romana
de la gloriosa edad; y en verbo agudo
execró de la fuerza el cetro rudo,
baldón eterno de la historia humana.

El mundo de los Arios, desde el Orto,
la miró entonces, en su nobleza absorto,
y en honor a sus ínclitas acciones.

De sus Sorbonas le franqueó la entrada
y la hizo presidir, de mirto orlada,
en la gran Sociedad de las Naciones.



Rafael María Baralt

A Dios I

-- de Rafael María Baralt --

Perlas son de tu manto las estrellas;
tu corona los soles que al vacío
prendió tu mano, y de tu imperio pío
espada y cetro al par son las centellas.

Por el éter y el mar andas sin huellas;
y cuando el huracán suelta bravío
sus mil voces de un polo al otro frío,
con tu voz inmortal sus labios sellas.

Doquiera estás; doquier llevan tu nombre
mares, desiertos, bosques y palacios,
cielos y abismos, el animal, el hombre.

Aunque estrechos la mente y los espacios
te llevan, ¡oh Señor!, sin contenerte;
te adoran, ¡oh Señor!, sin conocerte.



Rafael Mendive

La indiferente

-- de Rafael Mendive --

¿Dónde la flor de tu esperanza es ida,
Pálida virgen que enlutada lloras;
¿Dónde la hermosa luz de las auroras
Que alumbraron la senda de tu vida?

¿Por qué a la nave del silencio asida,
Ni amor te inflama, ni consuelo imploras,
Y en las sombras del tiempo aterradoras,
La imagen ves de tu ilusión perdida?

Si aún tienes corazón, espera, y lucha
Por derrocar el tenebroso imperio
De la duda que oprime tu existencia:

Mas si no late por tu mal, escucha:
-A gemir en perpetuo cautiverio,
Te condena tu propia indiferencia.



A la Magdalena

-- de José Somoza --

A la virtud, cuando habitara el suelo,
su imperio la belleza sometía,
la faz encantadora que atraía
el mundo al sonreír, lloró ante el Cielo.

Calmose el huracán que en raudo vuelo
el mar de las pasiones embestía;
fue la tiniebla luz, la noche día,
alzando la verdad su eterno velo.

La paz logró en la tierra una victoria,
y a las plantas del Justo por trofeos
se vieron los placeres, los amores;

las insignias del triunfo de más gloria,
las armas de la lid de los deseos,
suspiros, besos, lágrimas, olores.



Densas nubes vomita el Occidente

-- de José Somoza --

Densas nubes vomita el Occidente,
la noche en carro de ébano se sienta,
vuela en aras de fuego la tormenta,
hierve el rayo en la espuma del torrente;

la selva tala el huracán mugiente,
tronchada cruje el haya corpulenta,
rueda el risco al barranco y le acrecienta,
los montes en el mar hunden su frente;

la luna en olas de tinieblas nada,
es trono del relámpago la esfera,
y el imperio del mal anuncia el trueno;

la luz y paz que en hora bienhadada
el cielo al angustiado mundo diera,
huye y se acoge al corazón del bueno.



Juan de Tassis y Peralta

al príncipe de españa

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Émulo al sol saldrá del cielo hesperio
un rayo de las armas, y cometa
que con agüero de feliz planeta
al asia librará de cautiverio.
Y revelando al mundo el gran misterio
verá el levante ocasos de su seta;
uno el ovil, una la ley perfeta;
habrá un solo pastor y unsolo imperio.
Y la hidra inhumana, que no pudo
ver extinta con fuego ni cortada
el celo y el valor de sus abuelos,
al resplandor del soberano escudo
muerta caerá de miedo de la espada
que con filos de fe templan los cielos.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXIII

-- de Garcilaso de la Vega --

Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propria fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdezca en esta parte,

han reducido a la memoria del arte
y el antiguo valor italïano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.

Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,

vuelve y revuelve amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.



Garcilaso de la Vega

Boscán, las armas y el furor de Marte

-- de Garcilaso de la Vega --

Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propia fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdesca en esta parte,

han reducido a la memoria el arte
y el antiguo valor italiano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.

Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,

vuelve y revuelve Amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.



Hernando de Acuña

Al Rey nuestro Señor

-- de Hernando de Acuña --

Ya se acerca, señor, o es ya llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.

Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un monarca, un imperio y una espada.

Ya el orbe de la tierra siente en parte,
y espera en todo, vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra:

que a quien ha dado Cristo su estandarte
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.



Hernando de Acuña

Después que a César el traidor de Egipto

-- de Hernando de Acuña --

Después que a César el traidor de Egipto
dio la cabeza que el peor quería,
encubriendo las muestras de alegría,
en público lloró, como está escrito.

Y Aníbal, cuando al imperio aflito
vio que Fortuna desfavorecía,
rióse entre la gente que plañía,
encubriendo un dolor que era infinito.

Así a veces el ánimo, cualquiera
pasión que siente, so contrario manto
cubre con vista alegre o lastimera;

por do, si alguna vez, yo río o canto,
es por querer, con el placer de fuera,
encubrir mi secreto y triste llanto.



Hernando de Acuña

A su Majestad

-- de Hernando de Acuña --

Invictísimo César, cuyo nombre
el del antiguo Carlo ha renovado,
al sonido del cual tiemble y se asombre
la tierra, el mar y todo lo criado;
en quien Roma su imperio y gran renombre
conoce más que nunca sublimado,
y do el dichoso siglo que os alcanza
pone primera y última esperanza.

Vos, pues, Señor, en cuya fortaleza
el nombre se sustenta y ser cristiano,
y en el supremo grado de grandeza
tenéis siempre delante el ser humano;
si del don bajo suple la bajeza
un puro corazón sincero y sano,
dél acetad esta señal presente,
como César humano, humanamente.



Tomás de Iriarte

Trabajos por Juana

-- de Tomás de Iriarte --

Pensando en Juana tomo siempre el sueño;
Juana mi reflexión de noche afana;
pienso en Juana también por la mañana
y Juana a todas horas es mi dueño.

Juana me desanima con su ceño;
Juana otras veces me parece humana;
severo estoy, según me mira Juana;
según me mira Juana, estoy risueño.

Sin Juana estoy y a Juana tengo al lado;
no es imperio el de Juana: ¡es despotismo!
Juana es en mí un espíritu arrimado

y para Juana no hallo un exorcismo...
¿Ves cómo este soneto está enjuanado?
Pues aún más enjuanado estoy yo mismo.



José Alcalá Galiano

Aparición

-- de José Alcalá Galiano --

Miré tu rostro, y de la inmensa altura
Bajé á mi corazón,
Y al verle encadenado á tu hermosura
Bendije mi prision.

La noche en su silencio y con su calma
Adormeció mi sér,
Y al mecerse tranquila, olvidó el alma
Su eterno padecer;

Una sola mirada de tus ojos
Del sueño me sacó,
Y una sonrisa de tus labios rojos
De amor me estremeció.

La quietud con su mágico misterio
Me hacia meditar;
Oí tu voz de irresistible imperio
Y prorumpí á llorar.

Léjos de las miserias de la vida,
De los astros en pos,
Mi mente, con delirio, iba perdida
Allí buscando un Dios.

Y cuando más ansioso le buscaba
Aparecer te ví,
Y la faz de aquel Dios que no encontraba
Ví reflejarse en tí.



Medardo Ángel Silva

Balada del infante loco

-- de Medardo Ángel Silva --

El pálido Infante
una extraña locura tenía,
el pálido Infante
poseer una estrella quería...

Para curar su mal, el Rey hizo venir
de un imperio lejano a la Infanta más bella,
pero, el Príncipe, al ver sus ojos de zafir,
se acordó de la estrella...

Amarga era su vida hasta que, una mañana
—sin criados ni mastines,
el gerifalte al puño— lo vio pasar la gente cortesana;
se dijo que iba a cazar a la selva cercana...
No retornó jamás a sus jardines...

Y Carmín, el buen paje que persiguió su huella,
hallóle muerto frente al mar sonoro:
en sus ojos azules se miraba la estrella
como una lágrima de oro...



Medardo Ángel Silva

Hoja de álbum

-- de Medardo Ángel Silva --

Atraviesas la vida como un jirón de bruma
—tan exquisita y tan crepuscular—
celeste y vaporosa, con levedad de espuma
o de aroma lunar.

No basta el verso diáfano para tu gracia suma,
ni la cadencia rítmica del misterioso mar,
ni el trino de la alondra que sonrosa su pluma
en el parque de sol y aroma de azahar.

Es tuyo el melodioso imperio de la Aurora:
el grupo de los cisnes que el estanque decora
canta el advenimiento de tu azul primavera;

la noche se detiene, al umbral del ocaso,
por la embriaguez de olores que da tu cabellera...
¡Y el corazón del mundo late bajo tu paso!



Medardo Ángel Silva

Votos

-- de Medardo Ángel Silva --

Al verte, sin pensar, se dice ¡Ave María...!
Y pues es tuyo el reino de la estrella y la rosa
y está en tu corazón la sacra Poesía
por gracia de una antigua virtud maravillosa;

que suenen tiorbas y arpas; y Psalmo y Letanía
se digan en tu elogio; que la lira y la rosa
y el ciego ruiseñor, al expirar el día,
unánimes saluden tu aparición gloriosa.

Que con voz auroral de fuente diamantina,
y con luz vesperal de estrella cristalina
y con apasionada voz de brisas y mares.

Cielo y Tierra consagren tu venusino imperio...
¡O sonaré en tu gloria mi místico salterio
en otro salomónico Cantar de los Cantares!



Soneto con estrambote

-- de Juan Díaz Rengifo --

Este grandioso Túmulo erigido,
fúnebre pompa de cristiano afecto,
al más hermoso, y al mayor sujeto
que injusto triunfo de la Parca ha sido,

este consigo mismo competido,
de lealtad, y de amor piadoso efecto
funesto Ocaso es hoy del más perfecto
sol, que gozar España ha merecido.

Con un golpe mortal, en breve instante
al gran Philipo, su divina Aurora,
la Lis francesa, la beldad galante,

quitó, llevó la Muerte robadora:
Mas si en eterno imperio brillante,
tantos de gloria grados atesora.

Para que España llora
a Isabel de Borbón, que muerta yace,
si al Cielo Fénix inmortal renace.



Juan Nicasio Gallego

A Margarita en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Dos veces y no más Márgara mía,
veces y no más plugo al destino
que a tu lado me hallase el matutino
plácido ambiente de tu fausto día.

Gozoso entonces admirar solía
los rasgos de tu imperio peregrino,
y al eco de tu labio purpurino
colmaba el pecho insólita alegría.

Todo cambió. Por términos extraños
perdida ya de verte la esperanza,
me acosan males, tedio, desengaños.

Sólo en mi corazón no hallo mudanza;
que el poder de las penas y los años
en él tu imagen a borrar no alcanza.



Juan Nicasio Gallego

A Ofelia en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Una vez, y no más, Ofelia mía,
una vez y no más plugo al destino
que a tu lado me hallase el matutino
plácido ambiente de tu fausto día.

Fortuna entonces a mi amor reía:
feliz gozaba tu mirar divino,
y al eco de tu labio purpurino
nadaba el pecho en célica alegría.

¡Todo cambió! Por términos extraños
funestos dones debo a la venganza:
mofa, pobreza, canas, desengaños.

Sólo en mi corazón no hallo mudanza,
que el poder de las penas y los años
en él tu imperio a destruir no alcanza.



Julio Flórez

Humana

-- de Julio Flórez --

Poem

Hermosa y sana, en el pasado estío, murmuraba en mi oído, sin espanto: "Yo quisiera morirme, amado mío; más que el mundo me gusta el camposanto".

Y de fiebre voraz bajo el imperio, moribunda ayer tarde, me decía: "No me dejes llevar al cementerio... Yo no quiero morirme todavía..."

¡Oh, Señor... Y qué frágiles nacimos! ¡Y qué variables somos y seremos! ¡Si la tumba está lejos... La pedimos! ¡Pero si cerca está...No la queremos!



Fernando de Herrera

Sufro llorando, en vano error perdido

-- de Fernando de Herrera --

Sufro llorando, en vano error perdido,
el miedo y el dolor de mi cuidado,
sin esperanza; ajeno y entregado
al imperio tirano del sentido.

Mueve la voz Amor de mi gemido
y esfuerza el triste corazón cansado,
porque siendo en mis cartas celebrado
de él se aproveche nunca el ciego olvido.

Quien sabe y ve el rigor de su tormento,
si alcanza sus hazañas en mi llanto,
muestre alegre semblante a mi memoria.

Quien no, huya y no escuche mi lamento,
que para libres almas no es el canto
de quien sus daños cuenta por victoria.



Francisco de Quevedo

parnaso español 8

-- de Francisco de Quevedo --

Tú que, hasta en las desgracias envidiado,
con brazo, mucio, en ascuas encendido,
más miedo diste a júpiter temido
que el osado jayán con ciento armado;
tú, cuya diestra con imperio ha estado
reinando entre las llamas; tú, que has sido
el que con sólo un brazo que has perdido
las alas de la fama has conquistado;
tú, cuya diestra fuerte, si no errara,
hiciera menos, porque no venciera
un ejército solo cara a cara,
de esas cenizas, fénix nueva espera,
y de ese fuego, luz de gloria clara,
y de esa luz, un sol que nunca muera.



Francisco de Quevedo

parnaso español 21

-- de Francisco de Quevedo --

Ansí, sagrado mar, nunca te oprima
menos ilustre peso; ansí no veas
entre los altos montes que rodeas
exenta de tu imperio alguna cima;
ni, ofendida, tu blanca espuma gima
agravios de haya humilde, y siempre seas,
como de arenas, rico de preseas,
del que la luna más que el sol estima.
Ansí tu mudo pueblo esté seguro
de la gula solícita, que ampares
de thetis al amante, al hijo nuevo:
pues en su verde reino y golfo oscuro,
don luis la sirve, honrando largos mares,
ya de aquiles, valiente, ya de febo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 9

-- de Francisco de Quevedo --

Pues ya tiene la encina en los tizones
más séquito que tuvo en hoja y fruto,
y el nubloso orïón manchó con luto
las (otro tiempo) cárdenas regiones;
pues perezoso arturo, y los trïones
dispensan breve el sol, y poco enjuto,
y con imperio cano y absoluto
labra el yelo las aguas en prisiones;
hoy que se busca en el calor la vida,
gracias al dueño invierno, amante ciego,
a quien desprecia amor y lisi olvida,
al yelo hermoso de su pecho llego
mi corazón, por ver si, agradecida,
se regala su nieve con mi fuego.



Francisco Sosa Escalante

13 de agosto de 1521

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del bello Anáhuac la gentil señora,
La gran Tenoxtitlan que en oro y flores
La frente reclinaba á los fulgores
Del sol radiante que sus cumbres dora,

Ya es presa de Cortés; ya la invasora
Hueste que siembra por doquier horrores,
Los templos profanó, y en sus furores
Nada respeta, ni a mujer que llora.

Cayó el imperio que Tenoch un dia
Fundó á la orilla del sereno lago,
Y Cuauthemoc heroico defendía.

Callad! no importa! pues el aire vago
Difunde la tremenda profecía:
.



Francisco Sosa Escalante

Cuauhtemoc

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cuando el imperio por Tenoch fundado
Miró llegar desde el lejano Oriente
Como tremenda tempestad rugiente
Al invasor inícuo y desalmado,

De patriotismo y de valor dechado,
Con sed de gloria y entusiasmo ardiente,
Sublime te opusiste á aquel torrente
Y Anáhuac tuvo su mejor soldado.

¡Oh prócer inmortal! cómo fulgura
Tu nombre ilustre, de la patria gloria,
Tan grande cual tu propia desventura!

Los siglos al pasar, de tu memoria
No el brillo opacan, porque eterno dura
El libro sacrosanto de la historia.



José Cadalso

renunciando al amor y a la poesía lírica con motivo de la muerte de filis

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tu admiraste,
al punto sin imperio en mi te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

muerta filis renuncia el poeta al amor y a la poesía

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

A la muerte de Filis I

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
Amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.

Mas, ay, que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi Talía.

Pues no borra su ley la Parca dura
(a quien el mismo Jove no resiste),
olvido el Pindo y dejo la hermosura.

Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a Filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Joaquín de Olmedo

En el álbum de la señorita Grimanesa Althaus

-- de José Joaquín de Olmedo --

Díceme un dios que dentro el pecho siento,
que al nacer se me dio fuego divino,
sólo porque cantara ¡oh Grimanesa!,
las gracias, la virtud y la belleza.
Yo cumplí, no sin gloria, mi destino,
cuando mi corazón y el alma mía
en vivo amor y juventud ardía.

Y en premio de haber sido
siempre fiel al dulce ministerio,
el Dios, a cuyo imperio
se rinden voluntarios,
la tierra, el cielo, el mar, ha concedido
su antiguo ardor, su inspiración divina,
a un genio que fallece oscurecido,
como el sol que a su ocaso se avecina.

Y he podido cantar como solía...
Tuyo es este portento, amiga mía.
¡Qué gloria para mí! Ver que este día
la más graciosa y bella no rehúsa
ser la corona de mi anciana musa.



José Lezama Lima

rueda el cielo

-- de José Lezama Lima --

Rueda el cielo -que no concuerde
su intento y el grácil tiempo-
a recorrer la posesión del clavel
sobre la nuca más fría
de ese alto imperio de siglos.
Rueda el cielo -el aliento le corona
de agua mansa en palacios
silenciosos sobre el río
a decir su imagen clara.
Su imagen clara.

Va el cielo a presumir
-los mastines desvelados contra el viento-
de un aroma aconsejado.
Rueda el cielo
sobre ese aroma agolpado
en las ventanas,
como una oscura potencia
desviada a nuevas tierras.
Rueda el cielo
sobre la extraña flor de este cielo,
de esta flor,
única cárcel:
corona sin ruido.



Clemente Althaus

A España (1 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Un día, España, en tu anchuroso imperio,
moviendo el sol el refulgente paso,
jamás hallaba tenebroso ocaso
al ir de un hemisferio a otro hemisferio;

cual ya al romano, así al valor iberio,
el ámbito del orbe vino escaso:
mas a tu antigua majestad, acaso
iguala tu presente vituperio.

De tal altura a sima tan profunda
te hizo caer del hado la inconstancia,
que Roma el mundo te llamó segunda:

Dad escarmientos a Inglaterra y Francia,
y teman que en abismo igual las hunda
su proterva ambición y su arrogancia.



Clemente Althaus

A un cóndor enjaulado

-- de Clemente Althaus --

Un tiempo, allá en el suelo americano,
rey te aclamó la voladora plebe,
y de los Andes la más alta nieve
atrás dejabas en tu vuelo ufano:

el espacio sin fin del aire vano
era tu imperio; mas en cárcel breve
hoy en vano tus alas alza y mueve
tu no perdido instinto soberano.

¡Cuánto, al mirarte, oh cóndor, me apïadas
preso, y en suelo, como yo, extranjero!
Mas yo pronto a las playas adoradas

de mi dulce Perú tornar espero,
y tú, blanco curioso a las miradas,
ausente morirás y prisionero.



Clemente Althaus

Dido a Eneas

-- de Clemente Althaus --

Y ¡partes y me dejas, enemigo!
Y, por más que a tus plantas en un lago
de lágrimas ardientes me deshago,
¡ablandar tus entrañas no consigo!

¡Oh de tanta merced inicuo pago!
Aquí náufrago y prófugo y mendigo
llegaste, ingrato, y yo partí contigo
mi lecho y el imperio de Cartago.

¡Ah! pues no basta a detenerte nada,
permitan las deidades justicieras
que, al presentarse al fin a tu mirada

de esa tu ansiada Italia las riberas,
súbita tempestad hunda tu armada,
y, como yo, desesperado mueras.



Clemente Althaus

L... a E...

-- de Clemente Althaus --

No siempre triste al contemplarme y serio
en los verdores de mi edad florida,
intentes, bella joven, de mi vida
penetrar el tristísimo misterio.

De horrendos males cuyo antiguo imperio
padece un alma que jamás olvida
sólo me ha de librar la apetecida
profunda eterna paz del cementerio.

Sí, soy bien desgraciado; más no quieras
tan extraños pesares roedores
y desventuras conocer tan fieras:

es bien que para siempre las ignores,
ni de ellas consolarme tú pudieras,
que consuelo no admiten mis dolores.



Ramón López Velarde

En el reinado de la primavera

-- de Ramón López Velarde --

Josefa de los santos

(17 de marzo de 1880 - 7 de mayo de 1917)

Amada, es primavera.
Fuensanta, es que florece
La eclesiástica unción de la cuaresma.

Hay un alivio dulce
En las almas enfermas,
Porque abril con sus auras les va dando
La sensación de la convalecencia.

Se viste el cielo del mejor azul
Y de rosas la tierra,
Y yo me visto con tu amor... ¡Oh gloria
De estar enamorado, enamorado,
Ebrio de amor a ti, novia perpetua,
Enloquecidamente enamorado,
Como quince años, cual pasión primera!

Y con la dicha de palomas que huyen
Del convento en que estaban prisioneras
Y se ven lejos, bajo la promesa
Azul del firmamento
Y sobre la florida de la tierra,
Así vuelan a verte en otros climas
¡oh santa, amadísima, oh enferma!
Estos versos de infancia que brotaron
Bajo el imperio de la Primavera.



Ramón María del Valle Inclán

rosas astrales

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡eternos imperios! ¡dorados sagrarios!
¡claves del gran todo! ¡rezo en sus laúdes!
¡voluntades quietas! ¡solemnes virtudes!
¡entrañas del mundo! ¡ardientes ovarios!

¡encendidos ritos de celestes lames!
¡sellados destinos del humano coro!
¡soles que las normas guardan del tesoro
¡demiúrgico! ¡arcanas rosas estelares!

arcano celeste, agnóstico arcano
donde los enigmas alzó el trymegisto:
por querer leerte abrió juliano

en su imperio el cisma, y se hizo anticristo,
exégeta, gnóstico del cielo pagano
una metamórfosis solar vio en el cristo.



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