Buscar Poemas con Ida


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra ida

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Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 27

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Al pavón la corneja vídol' faser la rueda,
dixo con grand envidia: 'yo faré quanto pueda,
'por ser atán fermosa' -esta locura coeda:
la negra por ser blanca contra sí se denueda.
Peló todo su cuerpo, su cara et su çeja;
de péndolas de pavón vistió nueva pelleja,
fermosa et non de suyo fuese para la iglesa:
algunas fasen esto que fiso la corneja.
Graja empavonada como pavón vestida
vídose bien pintada, e fuese enloqueçida,
a mejores que non ella era desagradeçida,
con los pavesnos anda la tan desconoçida.
El pavón de tal fijo espantado se fiso,
vido el mal engaño, et el color apostiso,
pelole toda la pluma, et echola en el carriso,
más negra paresía la graja que el eriso.
Ansí con tu envidia fases a muchos sobrar,
pierden lo que ganaron por lo ageno cobrar,
con la envidia quieren por los cuerpos quebrar,
non fallarán en ti si non todo mal obrar.
Quien quiere lo que non es suyo, et quiere otro paresçer
con algo de lo ageno ahora resplandesçer,
lo suyo e lo ageno todo se va a perder,
quien se tiene por lo que non es, loco es, va a perder.
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índice de la obra
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Poema libro de buen amor  27 de Juan Ruiz Arcipreste de Hita con fondo de libro

Amado Nervo

Ingenua

-- de Amado Nervo --

¡Oh! ¡los rizos negros y los ojos nubios!
¡Oh, los ojos claros y los rizos rubios!

Los enormes besos en que amor es ducho...
¡Besarse sin treguas y quererse mucho!

Ser grande, muy grande, ser bueno, muy bueno;
pero entre tus brazos y sobre tu seno;

Besarte la nuca, besarte los ojos
y los hombros blancos y los labios rojos...

¡Oh! ¡mis dieciocho años! ¡Oh, mi novia ida!
Mi amor a la vida, mi amor a la vida...

La vida era dulce y el mundo era bueno;
¡pero entre tus brazos y sobre tu seno!

Las lunas de mayo si se los preguntas,
te dirán que vieron nuestras sombras juntas;

el estero de aguas cuchicheadoras
lamió nuestra barca con lenguas sonoras,

lamió nuestras barcas con lenguas sonoras,
en aquellas horas, en aquellas horas...

¿Dónde está la barca? ¿dónde está el estero?
¿dónde están las lunas?... ¡Tú mueres, yo muero!

¡Oh! mis dieciocho años, ¡Oh! ¡mi novia ida!
mi amor a la vida... Mi amor a la vida...

Poema Ingenua de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

eso me basta

-- de Amado Nervo --

Este libro tiene muchos precedentes¹,
tantos como gentes
habrán sollozado
por un bien amado,
desaparecido,
por un gran amor extinguido.
Tal vez muchos otros lloraron mejor
su dolor que yo mi inmenso dolor,
quizá (como eran poetas mayores)
había en sus lágrimas muchos más fulgores...
Yo en mis tristes rimas no pretendo nada:
para mí es bastante
con que mi adorada
para siempre ida,
detrás de mi hombro las lea anhelante
y diga: este sí que es un buen amante
que nunca me olvida .

Poema eso me basta de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

¡Oh engaño de los hombres, vida breve

-- de Lope de Vega --

¡Oh engaño de los hombres, vida breve,
loca ambición al aire vago asida!,
pues el que más se acerca a la partida,
más confiado de quedar se atreve.
¡Oh, flor al hielo, oh rama al viento leve,
lejos del tronco!, si en llamarte vida
tú misma estás diciendo, que eres ida,
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?
Dos partes tu mortal sujeto encierra:
una, que te derriba al bajo suelo,
y otra, que de la tierra te destierra.
Tú juzga de las dos el mejor celo:
si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra,
el alma quiere ser cielo en el cielo.



Góngora

la dulce boca

-- de Góngora --

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a júpiter ministra el garzón de ida,
¡amantes! no toquéis si queréis vida:
porque entre un labio y otro colorado
amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que al aurora
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno.
Manzanas son de tántalo y no rosas,
que después huyen dél que incitan ahora
y sólo del amor queda el veneno.



Góngora

La dulce boca que a gustar convida

-- de Góngora --

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

¡amantes! no toquéis si queréis vida:
porque entre un labio y otro colorado
Amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que al Aurora
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno.

Manzanas son de Tántalo y no rosas,
que después huyen dél que incitan ahora
y sólo del Amor queda el veneno.



Anastasio Pantaleón a unas fiestas

-- de Anastasio Pantaleón de Ribera --

Rompio, Clori, tres astas en el toro
Gauiria el moço tan de lleno en lleno,
que dexó desluçida en el terreno
qualquier lanzada del izquierdo moro.
Fue de las fiestas con igual decoro
explorado el taladro y el barreno,
la Beatitud de Bonifaçio onçeno,
cuyo tremendo pie postrado adoro.
Erraronse las cañas, y con ellas
su caracol a justiçiar fue visto
en la plaça sin misas y sin credos.
Estas cañitas, Clori, son aquellas
que en llegando a madrid el antichristo,
incará por las yemas de los dedos.
Despues de tantos miedos
de este impuro vestiglo,
tendra final consumaçion el siglo.
Paciencia, yemas mias,
que ello se an de cumplir las profeçias.»



Rafael Mendive

La indiferente

-- de Rafael Mendive --

¿Dónde la flor de tu esperanza es ida,
Pálida virgen que enlutada lloras;
¿Dónde la hermosa luz de las auroras
Que alumbraron la senda de tu vida?

¿Por qué a la nave del silencio asida,
Ni amor te inflama, ni consuelo imploras,
Y en las sombras del tiempo aterradoras,
La imagen ves de tu ilusión perdida?

Si aún tienes corazón, espera, y lucha
Por derrocar el tenebroso imperio
De la duda que oprime tu existencia:

Mas si no late por tu mal, escucha:
-A gemir en perpetuo cautiverio,
Te condena tu propia indiferencia.



Juan de Arguijo

Júpiter a Ganimédes

-- de Juan de Arguijo --

No temas ¡oh bellísimo troyano!
Viendo que, arrebatado en nuevo vuelo,
Con corvas uñas te levanta al cielo
La feroz ave por al aire vano.

¿Nunca has oido el nombre soberano
Del alto olimpo, la piedad y el celo
De Júpiter, que da la pluvia al suelo
Y arma con rayos la tonante mano,

A cuyas sacras aras humillado,
Gruesos toros ofrece el teucro en Ida,
Implorando remedio á sus querellas?

El mismo soy; no al águila eres dado
En despojo; mi amor te trae, olvida
Tu amada Troya y sube á las estrellas.



Julio Zaldumbide Gangotena

Las estaciones. A Laura

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Cuatro estaciones hay en nuestra vida
como en el año, Laura:
Una en que el cielo es puro, mansa el aura,
que corre entre las flores adormida:
ésta es aquella dulce edad primera,
de nuestra vida alegre primavera.

Tras ésta viene aquella que aquilones
tan furiosos desata,
que nuestras ilusiones arrebata,
y nos deja por fin sin ilusiones;
como el ventoso otoño que despoja
de su verdor el bosque hoja por hoja.

Después, muerta la fe, la ilusión ida,
y en su lugar la duda,
nuestra existencia en soledad se muda,
se esteriliza el campo de la vida
al abrasado soplo del hastío;
ésta es la edad sin flor, es el estío.

Y viene en fin aquella edad sombría
de miserias cargada,
que ya se hunde en las sombras de la nada,
la escuálida vejez, la vejez fría,
envuelta de dolor en las tinieblas:
invierno triste de ateridas nieblas.

Y estas cuatro estaciones de la vida,
una tras otra vienen,
y pasan ¡ay! y nunca se detienen
del raudo tiempo en la veloz corrida,
que sacando a los hombres de la nada
los lleva de la muerte a la morada.



Francisco de Aldana

Ya te vas Tirsis

-- de Francisco de Aldana --

«¿Ya te vas, Tirsis?» «Ya me voy, luz mía.

«¡Ay, muerte!» «¡Ay, Galatea, qué mortal ida
«Tirsis, mi bien, ¿do vas?» «Do la partida
halle el último fin de mi alegría.»

«Luego ¿en saliendo el sol?» «Saliendo el día.»

«¿Te vas sin dilatar?» «Me voy sin vida
«¡Ay, Tirsis mío!» «¡Ay, gloria mía perdida
«¡Mi Tirsis!» «¡Galatea, mi estrella y guía!»

«¿Quién tal podrá creer?» «No hay quien tal crea.»

«¡Oh, muerte!» «Acabaré yo mis enojos.»
«¡Ay, grave mal! ¡Ay, mal grave y profundo!»

«Tirsis, adiós.» «Adiós, mi Galatea.»

«Tirsis, adiós.» «Adiós, luz de mis ojos.»
«¡Oh, lástima!» «¡Oh, piedad, sola en el mundo!»



José Martí

una virgen espléndida

-- de José Martí --

Una virgen espléndida morada
de un sol de amor que por sus negros ojos
brota, pregunta, abraza y acaricia
versos me pide, versos de mujeres.
¡Arrullos de paloma,
murmullos de sunsunes,1
suspiros de tojosas!
yo podré, en noche ardiente,
trovando amor al pie de su ventana,
en tal aura envolverla,
con tal fuego besarla,
que al nuevo amanecer, nadie vería
en su cutis la flor que lo teñía.
¡Calla, mi amigo amor! que nadie sepa
que yo llevo en los labios la flor roja
que su mejilla cándida lucía,
y el candor, y la flor, y el frágil vaso,
mío es todo, puesto que ella es mía.
Y la madre amorosa,
de sagrado temor y amor movida,
dijérale a la pálida ¿y la rosa
de tu mejilla fresca dónde es ida?



Ramón López Velarde

despilfarra el tiempo

-- de Ramón López Velarde --

Despilfarras el tiempo
prolóngase tu doncellez
como una vacua intriga de ajedrez.
Torneada como una reina
de cedro, ningún jaque te despeina.
Mis peones tantálicos
al rondarte a deshora,
fracasan en sus ímpetus vandálicos.
La lámpara sonroja tu balcón;
despilfarras el tiempo y la emoción.
Yo despilfarro, en una absurda espera,
fantasía y hoguera.
En la velada incompatible,
frústrase el yacimiento espiritual
y de nuestras arterias el caudal.
Los pródigos al uso
que vengan a nosotros a aprender
cómo se dilapida todo el ser.
Tu destino y el mío, contrapuestos,
vuelcan el apogeo de la vida
febril e insomne que se va, en la ida
de un cofre que rebosa
y se malgasta en una fecha ociosa.
Las monedas excomulgadas
de nuestro adulto corazón
caen al vacío, con
lúgubre opacidad, cual si cayera
una irreparable sordera.
Y frente al ínclito derroche
de los tesoros que atesora
el yacimiento de las almas, algo
muy hondo en mí, se escandaliza y llora.



Ramón López Velarde

Despilfarras el tiempo...

-- de Ramón López Velarde --

Prolóngase tu doncellez
como una vacua intriga de ajedrez.

Torneada como una reina
de cedro, ningún jaque te despierta.

Mis peones tantálicos
al rondarte a deshora,
fracasan en sus ímpetus vandálicos.

La lámpara sonroja tu balcón;
despilfarras el tiempo y la emoción.

Yo despilfarro, en una absurda espera,
fantasía y hoguera.

En la velada incompatible,
frústrase el yacimiento espiritual
y de nuestras arterias el caudal.

Los pródigos al uso
que vengan a nosotros a aprender
cómo se dilapida todo el ser.

Tu destino y el mío, contrapuestos,
vuelcan el apogeo de la vida
febril e insomne que se va, en la ida
de un cofre que rebosa
y se malgasta en una fecha ociosa.

Las monedas excomulgadas
de nuestro adulto corazón
caen al vacío, con
lúgubre opacidad, cual si cayera
una irreparable sordera.

Y frente al ínclito derroche
de los tesoros que atesora
el yacimiento de las almas, algo
muy hondo en mi se escandaliza y llora.



Rubén Darío

A un poeta (Rubén Dario)

-- de Rubén Darío --

Te recomiendo, a ti, mi poeta y amigo,
que comprendas mañana mi profundo cariño,
y que escuches mi voz en la voz de mi niño,
y que aceptes las hostia en la virtud del trigo

Sabe que cuando muera yo te escucho y te sigo
que si haces bien, te aplaudo; que si haces mal, te riño;
si soy lira; te canto, si soy cíngulo; te ciño;
si en tu cerebro; seso; y en tu vientre; ombligo.

Y comprende que en el don de la pura vida,
que no se puede dar manca ni dividida,
para los que creemos que hay algo supremo,
yo me pongo a esperar a la esperanza ida,
y conduzco entre tanto la barca de mi vida;
Caronte es el piloto, mas yo dirijo el remo.



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