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Se han encontrado 80 poemas con la palabra hombre

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Jaime Torres Bodet

nunca

-- de Jaime Torres Bodet --

Nunca me cansará mi oficio de hombre.
Hombre he sido y seré mientras exista.
Hombre no más: proyecto entre proyectos,
boca sedienta al cántaro adherida,
pies inseguros sobre el polvo ardiente,
espìritu y materia vulnerables
a todos los oprobios y las dichas...
Nunca me sentiré rey destronado
ni ángel abolido mientras viva,
sino aprendiz de hombre eternamente,
hombre con los que van por las colinas
hacia el jardín que siempre los repudia,
hombre con los que buscan entre escombros
la verdad necesaria y prohibida,
hombre entre los que labran con sus manos
lo que jamás hereda un alma digna,
¡porque de todo cuanto el hombre ha hecho
la sola herencia digna de los hombres
es el derecho de inventar su vida!

Poema nunca de Jaime Torres Bodet con fondo de libro

León Felipe

ii. sé todos los cuentos

-- de León Felipe --

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
Ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
Y sé todos los cuentos.

Poema ii. sé todos los cuentos de León Felipe con fondo de libro

Manuel del Cabral

hombre y perro

-- de Manuel del Cabral --

Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.

Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.

Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.

Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.

Mira que soy hombre, pero ..,
Con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.

Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?

Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.

¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡estoy flaco porque tengo
gorda la voz!

Poema hombre y perro de Manuel del Cabral con fondo de libro

Ernesto Cardenal

epitafio para joaquín pasos

-- de Ernesto Cardenal --

Aquí pasaba a pie
por estas calles,
sin empleo ni puesto
y sin un peso
sólo poetas, putas
pero
recordadle cuando
tengais puentes de concreto,
grandes turbinas,
tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.
La guardia nacional
anda buscando
a un hombre
un hombre espera
esta noche llegar
a la frontera
el nombre
de ese hombre
no se sabe
hay muchos
hombres más
enterrados en
una zanja
el número y
el nombre de esos
hombres no se sabe.
Ni se sabe el lugar
ni el número de zanjas.
La guardia nacional
anda buscando a un hombre
un hombre espera
esta noche salir
de nicaragua



José Ángel Buesa

te acordarás un día

-- de José Ángel Buesa --

Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te besó en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía,
porque te quiso tanto que no te lo decía.
Aquel amante loco que era como un amigo,
y que se fue con otra para soñar contigo.
Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas, con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano que volvió del olvido
sólo para quererte como nadie ha querido.
Aquel que fue ceniza de todas las hogueras,
y te cubrió de rosas, sin que tú lo supieras.
Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente;
viajero silencioso de las noches de estío,
que sembraba en la arena su corazón tardío.
Te acordarás un día de aquel hombre lejano,
del que más te ha querido, porque te quiso en vano.
Quizás, así, de pronto, te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto,
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
Y él andará en la sombra, con su sonrisa triste.
Y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.



Juan Gelman

una mujer y un hombre

-- de Juan Gelman --

Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.



Julia de Burgos

el hombre y mi alma

-- de Julia de Burgos --

¡qué caricia larga de acción me sube por las venas
anchas de recorrerme!

me veo inmóvil de carne esperando la lucha
entre el hombre y mi alma,
y me siento invencible,
porque mi ahora es fuerte columna de avanzada
en la aurora que apunta,
es grito de corazón vacío en la nave del mundo,
es esfuerzo de ola tendido en playa firme
para arrasar calumnias de las conciencias rotas.

Entre el hombre y mi alma
se ha cruzado la espada...
(La mente es una intérprete que traduce la fuerza
en ideas que avanzan.)

De mi lado se bate la conciencia del hombre
en un sol de principios sobre el soy de las almas.

En la mano del hombre se defiende la hueca
escultura de normas sobre el tiempo moldeada.

Ha sonado la lucha...
Y me siento intocada...
Estoy sobre los siglos con fiereza de olas...
¡Nadie palpe la sombra que mi impulso ahuyentara!



Roberto Juarroz

en alguna parte hay un hombre

-- de Roberto Juarroz --

En alguna parte hay un hombre
que transpira pensamiento.
Sobre su piel se dibujan
los contornos húmedos de una piel más fina,
la estela de una navegación sin nave.
Cuando ese hombre piensa luz, ilumina,
cuando piensa muerte, se alisa,
cuando recuerda a alguien, adquiere sus rasgos,
cuando cae en sí mismo, se oscurece como un pozo.
En él se ve el color de los pensamientos nocturnos
y se aprende que ningún pensamiento carece
de su noche y su día.
Y también que hay colores y pensamientos
que no nacen de día ni de noche,
sino tan sólo cuando crece un poco más el olvido.
Ese hombre tiene la porosidad de una tierra más viva
y a veces, cuando sueña, toma aspecto de fuego,
salpicaduras de una llama que se alimenta con llama,
retorcimientos de bosque calcinado.
A ese hombre se le puede ver el amor,
pero eso tan sólo quien lo encuentre y lo ame.
Y también se podría ver en su carne a dios,
pero sólo después de dejar de ver todo el resto.



Roberto Juarroz

el hombre es siempre

-- de Roberto Juarroz --

El hombre es siempre
el constructor de una cárcel.
Y no se conoce a un hombre
hasta saber qué cárcel ha construido.
Algunas veces parece sólo la propia,
pero siempre es también la de otros.
Y no le basta con construir la prisión:
aporta también el carcelero.
Lo único que el hombre no pone
es el material para hacer la prisión,
porque sobra en todas partes.
Pero hay otra cosa
que no sabemos quién la pone:
el combustible para el incendio.
Porque si todo hombre es la historia de sus cárceles,
la lamentable historia de un ex presidiario
que vuelve a su prisión
o inaugura otra,
a veces es también la historia de quemarse
al incendiar la mayor de sus prisiones.
O ni siquiera la mayor:
la que estaba en el límite.



Lope de Vega

Tiraban Dios y el hombre al blanco un día

-- de Lope de Vega --

Tiraban Dios y el hombre al blanco un día
flechas de amor y de crueldad tirana,
por ver quien de los dos el premio gana,
que atado a un árbol el rigor tenía.
Dios, que del blanco lo que Dios sabía,
tiraba con destreza soberana;
erraba el hombre con malicia humana,
porque la mira contra Dios ponía.
Era de entrambos Sebastián el cierto
blanco en un tronco, donde ramas hechas
las flechas le dejaron tan cubierto.
Que puesto que a matarle iban derechas,
quedó de Dios, y no del hombre muerto:
que en las flechas de Dios rompió sus flechas.



Jorge Debravo

hombre

-- de Jorge Debravo --

Soy hombre , he nacido,
tengo piel y esperanza.
Yo exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.
No soy dios: soy un hombre
(como decir un alga).
Pero exijo calor en mis raíces,
almuerzo en mis entrañas.
No pido eternidades
llenas de estrellas blancas.
Pido ternura, cena,
silencio, pan, casa...

Soy hombre, es decir,
animal con palabras.
Y exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.



César Vallejo

el momento más grave de la vida

-- de César Vallejo --

Un hombre dijo:
el momento más grave de mi vida estuvo en la batalla del marnecuando fui herido en el pecho.
Otro hombre dijo:
el momento más grave de mi vida, ocurrió en un maremotode yokohama, del cual salvé milagrosamente, refugiado bajo elalero de una tienda de lacas.
Y otro hombre dijo:
el momento más grave de mi vida acontece cuando duermo dedía.
Y otro dijo:
el momento más grave de mi vida ha estado en mi mayor soledad.
Y otro dijo:
el momento más grave de mi vida fue mi prisión en unacárcel del perú.
Y otro dijo:
el momento más grave de mi vida es el haber sorprendido deperfil a mi padre.
Y el ultimo hombre dijo:
el momento más grave de mi vida no ha llegado todavía.



Dulce María Loynaz

la mujer de humo

-- de Dulce María Loynaz --

Hombre que me besas,
hay humo en tus labios.
Hombre que me ciñes,
viento hay en tus brazos.

Cerraste el camino,
yo seguí de largo;
alzaste una torre,
yo seguí cantando...

Cavaste la tierra,
yo pasé despacio...
Levantaste un muro
¡yo me fui volando!...

Tu tienes la flecha:
yo tengo el espacio;
tu mano es de acero
y mi pie es de raso...

Mano que sujeta,
pie que escapa blando...
¡Flecha que se tira!...
(El espacio es ancho...)

Soy lo que no queda
ni vuelve. Soy algo
que disuelto en todo
no está en ningún lado...

Me pierdo en lo oscuro,
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa... En tus manos.

Humo que se crece,
humo fino y largo,
crecido y ya roto
sobre un cielo pálido...

Hombre que me besas,
tu beso es en vano...
Hombre que me cines:
¡nada hay en tus brazos!



José Ángel Buesa

poema del río

-- de José Ángel Buesa --

Únicamente el río conoce tu secreto,
ese secreto tuyo que es el secreto mío.
El río es un hombre de corazón inquieto
pero el amor se aleja como el agua del río.
Únicamente el río nos vio por la vereda,
y el rumor de sus aguas era como un reproche.
Tu piel era más blanca bajo la magra seda,
como el deslumbramiento de la nieve en la noche.
No importa que huya el agua como un amor de un día;
mi amor, igual que el río, se quedará aunque huya.
Únicamente el río supo que fuiste mía,
para que mí alma fuera profundamente tuya.
El río es como un viaje para el sueño del hombre,
el hombre, es como el río, un gran dolor en viaje.
Únicamente el río te oyó decir mí nombre
cuando las hojas secas decoraron tu traje.
Sí. El río es como un hombre de corazón inquieto
que va encendiendo hogueras y se muere de frío.
Únicamente el río conoce tu secreto.
Únicamente el río.



José Ángel Buesa

canción del transeúnte

-- de José Ángel Buesa --

Te envidio, hombre que pasas en el atardecer;
hombre de un solo anhelo y una sola mujer.
Sin que nadie te mire, sin que nadie te hable,
pasas, con tu sonrisa de animal saludable.
Desde tus pasos firmes hasta tu erguido pecho,
transpira por tus poros un hombre satisfecho.
Nunca miras las nubes que van quien sabe a dónde...
Tu alma nada pregunta. Tu alma nada responde.
Y acaso, hombre que pasas, nos vemos día a día,
yo, envidiando tu suerte; tú, envidiando la mía...



Nicanor Parra

el hombre imaginario

-- de Nicanor Parra --

El hombre imaginario
el hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
de los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario



Roberto Juarroz

el universo se investiga a sí mismo

-- de Roberto Juarroz --

El universo se investiga a sí mismo.
Y la vida es la forma
que emplea el universo
para su investigación.
La flecha se da vuelta
y se clava en sí misma.
Y el hombre es la punta de la flecha.
El hombre se clava en el hombre,
pero el blanco de la flecha no es el hombre.
Un laberinto
sólo se encuentra
en otro laberinto.



León Felipe

español español del éxodo y del llanto (1939)

-- de León Felipe --

Español del éxodo de ayer
y español del éxodo de hoy:
te salvarás como hombre,
pero no como español.
No tienes patria ni tribu. Si puedes,
hunde tus raíces y tus sueños
en la lluvia ecuménica del sol.
Y yérguete... ¡Yérguete!
que tal vez el hombre de este tiempo...
Es el hombre movible de la luz,
del éxodo y del viento.



Lope de Vega

Circe, que de hombre en piedra me transforma

-- de Lope de Vega --

Circe, que de hombre en piedra me transforma,
quiere, o lo quieren los contrarios cielos,
que viva ausente, sin matarme celos,
cosa imposible si de amor se informa.

Tanto el temor con el amor conforma
que era pedir centellas a los hielos
estar ausente y no tener recelos
aun a la sombra que el pensarlos forma.

Al contrario presente aunque atrevido,
bien puede hacer un hombre resistencia,
mas no cuando a traición otro le enviste.

Los celos por los ojos me han venido,
pero por las espaldas el ausencia,
y lo que no se ve no se resiste.



Lope de Vega

¿Cómo puede, Señor, justificarse

-- de Lope de Vega --

¿Cómo puede, Señor, justificarse
con Vos el hombre, habiéndoos ofendido,
parecer limpio de mujer nacido,
ni el polvo al que es eterno compararse?
¿Cómo puede la nada levantarse,
pues el más estimado y preferido
se ve en tan breve término caído,
que puede hasta la envidia lastimarse?
El bálsamo en los huesos no compone
segunda vez del hombre la armonía,
por más oro que el túmulo corone.
Si no es limpio con Vos el sol, el día,
¿qué será el hombre vil, que a Dios se opone,
resuelto en polvo y en ceniza fría?



Lope de Vega

Sobre ocho veces treinta el sol corría

-- de Lope de Vega --

Sobre ocho veces treinta el sol corría
los años de un enfermo, que aguardaba
junto a Betsaida el ángel que bajaba,
y a las sagradas aguas revolvía.
A Cristo, que salud le prometía,
de la falta del hombre se quejaba,
que la divina luz, que le llamaba,
la noche de su error desconocía.
Yo, que imito sus obras y su nombre,
ciego a la viva luz que me reduce,
aguardo mi remedio descuidado.
Mas no puedo decir por falta de hombre,
pues tengo un hombre en Dios que me conduce
a las aguas del mar de su costado.



Lope de Vega

Es la mujer del hombre lo más bueno

-- de Lope de Vega --

Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno
Cielo a los ojos cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo,
por falso al hombre su rigor condeno.
Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata;
es un ángel, y a veces una arpía.
Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer, al fin, como sangría,
que a veces da salud y a veces mata.



Líber Falco

Tres apuntes

-- de Líber Falco --

I

¿Era aquel un hombre?
Me acerqué y le dije:
¿Ha visto que tiene usted
la cara de papel?
Me miró con odio,
pero alzó una mano; allí.

¡Ah! Oí crujir su rostro,
quebrársele la nariz
y rodar sus ojos por el suelo.

Quedó detrás del mostrador;
espantoso!
Yo me fui,
triste.

II

El hombre me miró de costado.
Como viese que era yo
lo que era, lo que soy,
me miró de costado...
Luego de frente, y me dijo:
Váyase!
Retrocedí.
Dí contra una pared.
Reboté hacia él
y desesperadamente,
le escupí mi asco.

Ahora...
Ando calles.

III

No parecía que aquel ojo viese.
Pero estaba ahí, mirándome.
Sin brillo, sin sentido.
Ojo de perro muerto.
De cosa que Dios no ha creado.
De bestia inédita.

Estaba el hombre mirándome.
Abrió su boca, rió.
Y con sus dientes de oro
mascó mi corazón,
como si fuese un trapo.



Manuel de Zequeira

Contra la guerra

-- de Manuel de Zequeira --

De cóncavos metales disparada,
sale la muerta envuelta en estampido
y en torrentes de plomo repartido
brota el Etna su llama aprisionada.

El espanto, el dolor, la ruina airada,
al vencedor oprimen y al vencido,
huye esquivo el reposo apetecido,
solo esgrime el valor sangrienta espada.

El hombre contra el hombre se enfurece,
su propia destrucción forma su historia,
y de sangre teñido comparece

en el sagrado templo de la gloria.
Cese hombre tu furor, tu ambición cese,
si al destruirte a ti mismo es tu victoria.



Manuel del Cabral

camina

-- de Manuel del Cabral --

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.

-Lo sé.

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.

Y vuelve la voz y dice:
-jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.

-Lo sé.

Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:

-murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?

-que haga pronto el hoyo usted.

Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando ...

Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
dc café...



Jorge Luis Borges

un soldado de lee (1862)

-- de Jorge Luis Borges --

Lo ha alcanzado una bala en la ribera
de una clara corriente cuyo nombre
ignora. Cae de boca. (Es verdadera
la historia y más de un hombre fue aquel hombre.)
El aire de oro mueve las ociosas
hojas de los pinares. La paciente
hormiga escala el rostro indiferente.
Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas
y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.



Jorge Luis Borges

el testigo

-- de Jorge Luis Borges --

Desde su sueño el hombre ve al gigante
de un sueño que soñado fue en bretaña
y apresta el corazón para la hazaña
y le clava la espuela a rocinante.
El viento hace girar las laboriosas
aspas que el hombre gris ha acometido.
Rueda el rocín; la lanza se ha partido
y es una cosa más entre las cosas.
Yace en la tierra el hombre de armadura;
lo ve caer el hijo de un vecino,
que no sabrá el final de la aventura
y que a las indias llevará el destino.
Perdido en el confín de otra llanura
se dirá que fue un sueño el del molino.



César Vallejo

una mujer...

-- de César Vallejo --

Una mujer de senos apacibles, ante los que la lengua de la vacaresucita una glándula violenta. Un hombre de templanza,mandibular de genio, apto para marchar de dos a dos con los goznes delos cofres. Un niño está al lado del hombre, llevando porel revés, el derecho animal de la pareja.
¡Oh la palabra del hombre, libre de adjetivos y de adverbios quela mujer decline en su único caso de mujer, aun entre las milvoces de la capilla sixtina! ¡oh la falda de ella, en el puntomaternal donde pone el pequeño las manos y juega a los pliegues,haciendo a veces agrandar las pupilas de la madre, como en lassanciones de los confesionarios!
yo tengo mucho gusto de ver así al padre, al hijo y alespiritusanto, con todos los emblemas e insignias de sus cargos.



César Vallejo

un hombre está mirando a una mujer

-- de César Vallejo --

Un hombre está mirando a una mujer,
está mirándola inmediatamente,
con su mal de tierra suntuosa
y la mira a dos manos
y la tumba a dos pechos
y la mueve a dos hombres.
Pregúntome entonces, oprimiéndome
la enorme, blanca, acérrima costilla:
y este hombre
¿no tuvo a un niño por creciente padre?
¿ y esta mujer, a un niño
por constructor de su evidente sexo?
puesto que un niño veo ahora,
niño ciempiés, apasionado, enérgico;
veo que no le ven
sonarse entre los dos, colear, vestirse;
puesto que los acepto,
a ella en condición aumentativa,
a él en la flexión del heno rubio.
Y exclamo entonces, sin cesar ni uno
de vivir, sin volver ni uno
a temblar en la justa que venero:
¡felicidad seguida
tardíamente del padre,
del hijo y de la madre!
¡instante redondo,
familiar, que ya nadie siente ni ama!
¡de qué deslumbramiento áfono, tinto,
se ejecuta el cantar de los cantares!
¡de qué tronco, el florido carpintero!
¡de qué perfecta axila, el frágil remo!
¡de qué casco, ambos cascos delanteros!



Diego Hurtado de Mendoza

Hame traido amor a tal partido

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Hame traido amor á tal partido,
Que no puedo ni quiero conocerme;
Cuantas armas tenia le he rendido,
Pues le dí la razon para vencerme.

Hombre nací y por hombre era tenido;
Pudieran seso y arte socorrerme,
El tiempo, la experiencia y el sentido;
Mas todo lo dejé, y quise perderme.

Gran mal, Señora, es que el hombre entiende
Cuánto aparta de sí, y no se arrepiente,
Y que sabe cuán poco bien espera;

Que vive y morirá desta manera,
Fuera de humana forma ó accidente,
Sino de querer bien; que no se aprende.



José Ángel Buesa

la mujer sin nombre

-- de José Ángel Buesa --

Por ti escribo estos versos, aunque no sé quién eres;
estos versos que acaso tú nunca leerás...
Quizás estés ahora junto al hombres que quieres,
o el hombre que tú quieres no te quiere quizás.
Yo he de olvidarte pronto, como a tantas otras mujeres,
y tú, al hombre que hoy amas, también lo olvidarás,
y vendrán otras noches y otros amaneceres,
sin que nos encontremos nuevamente jamás...
Y te escribo estos versos, mujer desconocida,
con la extraña certeza de haberte amado en vano,
aunque te vi un instante solamente en la vida.
Y si acaso lo lees, tú, la mujer sin nombre,
quizás sientas la angustia de un recuerdo lejano,
y entornarás los ojos, pensando en otro hombre...



Nicolás Guillén

fusilamiento

-- de Nicolás Guillén --

Fusilamiento
van a fusilar
a un hombre que tiene los brazos atados.
Hay cuatro soldados
para disparar.
Son cuatro soldados
callados,
que están amarrados,
lo mismo que el hombre amarrado que van
a matar.
¿Puedes escapar?
¡no puedo correr!
¡ya van a tirar!
¡qué vamos a hacer!
quizá los rifles no estén cargados...
¡Seis balas tienen de fiero plomo!
¡quizá no tiren esos soldados!
¡eres un tonto de tomo y lomo!
tiraron.
(¿Cómo fue que pudieron tirar?)
mataron.
(¿Cómo fue que pudieron matar?)
eran cuatro soldados
callados,
y les hizo una seña, bajando su sable,
un señor oficial;
eran cuatro soldados
atados,
lo mismo que el hombre que fueron
los cuatro a matar.



Juan Gelman

corajes

-- de Juan Gelman --

Es enorme la tristeza que un hombre una mujer
pueden hacerse entre sí
como enormes son esos dos pajaritos parados en
la rama picoteándose
y enorme es el mismo árbol con lluvias bajo el sol
que se le ven en la cara
¿lloverá? ¿no lloverá?¿cantarán
los pajaritos esos mismos? ¿seguirá la enorme
tristeza mandando creciendo como un lago o mar
entre un hombre y una mujer?
¿volará la tristeza entre árbol y árbol?
¿como pasos solitarios en una habitación?
¿como madréporas por aire?
¿como tablones como puentes pero desolados desamados?
una ramita ha caído en el lago y navega
es enorme la tristeza que un hombre y una mujer
pueden hacerse entre sí
como enorme es la navegación de la ramita en el lago
mojada de su propio coraje



Juan Gelman

opiniones

-- de Juan Gelman --

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.



José Lezama Lima

sobre un grabado de alquimia china

-- de José Lezama Lima --

Debajo de la mesa

se ven como tres puertas
de pequeños hornos,
donde se ven piedras y varas ardiendo,
por donde asoma el enano
que masca semillas para el sueño.
Encima de la mesa
se ven tres cojines grises y azules,
en dos de ellos hay como figuras geométricas
hechas con huevos irrompibles.
Al lado un jarrón sin ornamento.
Pedazos de leña por el suelo.
Un hombre curvado con una balanza
pesa una cesta de almendras.
La varilla de ébano
alcanza de inmediato el fiel.
El hombre que vende
teme a los tres pequeños hornos
que se esconden debajo de la mesa.
Por allí deben salir
las figuras esperadas
que vendrán cuando el pesador
logre el centro de la canasta.
A su derecha el hombre que contempla
absorto al pesador,
juega con unos pájaros.



Ricardo Gutiérrez

El cadáver

-- de Ricardo Gutiérrez --

Sí; todo es vanidad, todo es mentira,
todo es dolor en la existencia humana,
porque la vida de la tierra triste
no es más que el paso a la inmortalidad jornada.
¡Ay! del que al mundo
su dicha amarra...
El cadáver del hombre es el sudario
donde a la eternidad la vida pasa.

Sí; todo es ilusión, todo es delirio;
sólo es verdad la voz de la esperanza
con que en el corazón cada latido
a la esfera de Dios la vida llama.
Sólo es eterna,
eterna el alma:
el cadáver del hombre es el sudario
que a la inmortalidad la vida salva.

Allí ya para siempre, para siempre
unió el Señor mi alma con tu alma
que la existencia fúnebre del mundo
separó con estúpida muralla.
¿Qué es ya en la tierra
la angustia humana?
El cadáver del hombre es el sudario
donde la eternidad la vida pasa.

La luz celeste de la fe sublime
me alumbró el universo en tu mirada:
he visto a su fulgor la vida eterna;
me ha tocado el Señor con la esperanza.
¡Ah, y en mis ojos
no hay más lágrimas!...
¡Oh, pasajera muerte en la tierra,
cúbreme con la sombra de tus alas!



Alberti

EL ÁNGEL AVARO

-- de Alberti --

Gentes de las esquinas
de pueblos y naciones que no están en el mapa
comentaban.
Ese hombre está muerto
y no lo sabe.
Quiere asaltar la banca,
robar nubes, estrellas, cometas de oro,
comprar lo más difícil:
el cielo:
Y ese hombre está muerto.
Temblores subterráneos le sacuden la frente.
Tumbos de tierra desprendida,
ecos desvariados,
sones confusos de piquetas y azadas,
los oídos.
Los ojos,
luces de acetileno,
húmedas, áureas galerías.
El corazón,
explosiones de piedras, júbilos, dinamita.
Sueña con las minas.



Alfonsina Storni

El silencio

-- de Alfonsina Storni --

¿Nunca habéis inquirido
Por qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasando sin ruido?

Ellos, los que traspiran
Las cosas absolutas,
Por sus azules rutas
Siempre callados giran.

Sólo el hombre, pequeño,
Cuyo humano latido
En la tierra, es un sueño,
¡Sólo el hombre hace ruido!



Alfonsina Storni

El silencio (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

¿Nunca habéis inquirido
Por qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasando sin ruido?

Ellos, los que traspiran
Las cosas absolutas,
Por sus azules rutas
Siempre callados giran.

Sólo el hombre, pequeño,
Cuyo humano latido
En la tierra, es un sueño,
¡Sólo el hombre hace ruido!



Amado Nervo

celoso

-- de Amado Nervo --

Bien sé, devota mujer,
cuando te contemplo en tus
fervores y celo arder,
que no me puedes querer
como quieres a jesús.
Bien sé que es vano soñar
con el edén entrevisto
de tu boca, sin cesar,
y tengo celos de cristo
cuando vas a comulgar.
Pero sé también que son,
por mi mal y por tu daño,
piedades y devoción,
caretas con que el engaño
te disfraza el corazón.
Y comprendo, no te asombre,
que hay en tu espíritu dos
cultos con un solo nombre,
que rezas al hombre-dios
y sueñas con el dios-hombre;
y el ardor de que me llenas
acabará por quemar
todo el jugo de mis venas;
y, por no quererme amar,
tú te vas a condenar
y a mí también me condenas.



A Eva y María Santísima

-- de León de Arroyal --

¡O Eva soberbia, quanto bien perdiste!
¡Ó humilde Eva, quanto bien ganaste!
Tú la gracia y la vida nos quitaste:
tú la vida y la gracia nos volviste;
la cólera de Dios tú enardeciste:
la coléra de Dios tú la aplacaste;
tú al hombre de su Dios le dividiste:
tú con su Dios al hombre le juntaste;
tú á Dios de amigo hicistes enemigos:
tú le tornaste de enemigo amigo.



Lope de Vega

dios mío, sin amor ¿quién pasará

-- de Lope de Vega --

Dios mío, sin amor ¿quién pasará?
algo ha de amar quien hombre al fin nació.
Tres cosas que tú dices, hallo yo
en que todo el amor resuelto está:
amarte a ti cualquiera lo dirá.
¿Qué scita, qué hombre bárbaro no amó
al dios que le sustenta y le crió,
y el aire en que respira y luz le da?
pues al amigo en ley de amor se ve,
¿tengo de amar al enemigo? sí,
que pues que tú lo mandas, justo fue.
Dichoso aquel, mi dios, que te ama a ti,
en ti al amigo con honesta fe,
y al enemigo por amor de ti.



Lope de Vega

Dios mío, sin amor ¿quien pasará?

-- de Lope de Vega --

Dios mío, sin amor ¿quién pasará?
Algo ha de amar quien hombre al fin nació.
Tres cosas que tú dices, hallo yo
en que todo el amor resuelto está:
amarte a Ti cualquiera lo dirá.
¿Qué scita, qué hombre bárbaro no amó
al Dios que le sustenta y le crió,
y el aire en que respira y luz le da?
Pues al amigo en ley de amor se ve,
¿tengo de amar al enemigo? Sí,
que pues que Tú lo mandas, justo fue.
Dichoso aquel, mi Dios, que te ama a Ti,
en Ti al amigo con honesta fe,
y al enemigo por amor de Ti.



Lope de Vega

Dos cosas despertaron mis antojos

-- de Lope de Vega --

Dos cosas despertaron mis antojos,
extrajeras, no al alma, a los sentidos;
Marino, gran pintor de los oídos,
y Rubens, gran poeta de los ojos.
Marino, fénix ya de sus despojos,
yace en Italia resistiendo olvidos;
Rubens, los héroes del pincel vencidos,
da gloria a Flandes y a la envidia enojos.
Mas ni de aquél la pluma, o la destreza
déste con el pincel pintar pudieran
un hombre que, pudiendo, a nadie ayuda.
Porque es tan desigual naturaleza,
que cuando a retratalle se atrevieran,
ser hombre o fiera, les pusiera en duda.



Lope de Vega

Gertrudis, siendo Dios tan amoroso

-- de Lope de Vega --

Gertrudis, siendo Dios tan amoroso
que está en el hombre por amor ardiente
y el hombre en Él, no es mucho que aposente
tan abrasado corazón su esposo.
Amor le ha dado en vos dulce reposo,
que allí quiere vivir y estar presente,
que nadie amara y estuviera ausente,
si fuera como Dios tan poderoso.
Si al que pregunta al mismo Dios, que adónde
le podrá hallar, después del blanco velo,
«en vuestro santo corazón» responde.
Custodia sois, mientras gozáis el suelo,
y pues que todo Dios en él esconde,
mayor tenéis el corazón que el cielo.



Lope de Vega

Jaque de aquí con este santo Roque

-- de Lope de Vega --

Jaque de aquí con este santo Roque,
peste cruel, que quiere Dios que aplaque
este bordón con su divino jaque
todo peligro que a los hombre toque;
y que las piezas del contrario apoque,
y el alma dama en el postrero escaque,
libre de tretas y peligros, saque
cualquiera que su nombre santo invoque.
Procura el negro alfil que el hombre peque,
y con sus tretas ya le pone a pique,
porque de la piedad la oliva seque.
Mas Roque hace que el bordón se aplique
a la espada de Dios, y el rigor trueque,
y que su cruz a Cristo signifique.



Luis Cernuda

qué ruido tan triste

-- de Luis Cernuda --

Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.



Líber Falco

Canto a Rafael Barrett

-- de Líber Falco --

¿Titilaban acaso las estrellas
y oír pudiste
sus melopeas de solitarias?

Campanero del posible ensueño.
Hermano nuestro.
Tú tocaste un Angelus
fraternal y rebelde.

Asucultando la noche
del Cosmos y del hombre,
con el badajo rojo de tu corazón
llamabas.

Era viril tu canto
y la tónica de tu canto era el Amor.

Hermano, es ya la hora de la gesta
que amamantó tu anhelo.
Tras el alba nueva
renacerá en el hombre su primer sonrisa.
Y no estarán tan solas las estrellas!



Líber Falco

Llueve sobre mi casa

-- de Líber Falco --

Llueve sobre mi casa.
Sobre la ciudad toda.
Llueve sobre los campos.

¿Qué será de aquel rancho?
Pasé en ferrocarril,
y me hubiese quedado.
El hombre sentado,
y mirando hacia el cielo,
tomaba mate.
La mujer espantaba unas gallinas.
¿De qué color sería su delantal?...
No lo recuerdo.

Llueve sobre los campos.
Llueve sobre aquel rancho.
¿Qué será de aquel hombre?



Líber Falco

Regreso (Falco)

-- de Líber Falco --

Allí golpea lejos sobre el mar la lluvia.
Desde siempre y siempre.
Desde quién sabe qué oscuro designio,
allí golpea y golpea la lluvia sobre el mar.

Oh! inmemorial paisaje.
Monstruo paciente y solitario,
mar amargo, agua última
donde un hombre y su miedo
huyen, beben y vuelven
en secreto y solos.

Cuando de allí se vuelve
nada alcanza en la Tierra y todo es triste.
Sin embargo, con ugencias de ahogado
uno pregunta y llama, y otros nos oyen;
porque es preciso juntos, enterrar la muerte.

Y aunque llueve también sobre la Tierra
y sobre los campos y ciudades llueve,
lejos quedó lo que no tiene nombre
y alguien, con visceral memoria
se rescata y vive.

Entonces, sí, qué alegría, sentir que estamos vivos,
ir por las calles con cantos de borracho
y sobre tantas cosas inefables y tristes,
poder de nuevo y otra vez, recuperar los días.

Así de oscuro, de embebido o muerto,
un hombre lleva su alegría por la tierra.



Líber Falco

Regresó al fondo, hueco y eco de la nada

-- de Líber Falco --

Regresó al fondo, hueco y eco de la nada.
Allí el dolor antiguo le esperaba.
–Hijo, tú cerraste indiferente la puerta,
pero yo te esperaba.
¿Acaso crees que no me debes tu alegría?
Un hombre nace y de su dolor toma nombre.
Y luego su alegría, también de su dolor toma nombre.
Lo que fue tuyo siempre será tuyo.
Y lo que un hombre busca olvidar amando,
ni los demás lo saben, ni apenas tú lo sabes.

Si para huir de mí pones una losa
sobre el hueco y cantas y bailas,
no olvides que yo velo.
Tuya es la embriaguez,
pero yo soy tu padre y no te olvido.



Líber Falco

Sobre los muros

-- de Líber Falco --

Hoy subo veinte cometas.
¡Sobre los muros
veinte cometas!

............................

Debajo de un muro triste
estaba mi corazón.
Como un avaro oculto contando su dinero,
estaba mi corazón.
¿Como un avaro o como un prisionero?
Ah...

¡Júbilo marinero!
no más muro carcelero
ni corazón prisionero.
Ya sobre los viejos muros,
está mi corazón.
Y sobre el muro que el hombre
puso al hombre
está mi corazón.

Sube mi corazón, cometa mía.
Roja lágrima mía, encendida en el día
y en el día latiendo amaneceres.
¡Sube! Mi corazón...!



Manuel del Cabral

negro siempre

-- de Manuel del Cabral --

Negro quieto,
barro dócil,
tú que siempre
eres el grano que no siembran nunca.

¡Qué hará contigo el hombre,
tú que tienes
la herida abierta como un surco con útiles
humilladas semillas de silencios?

tu mano está en el aire,
tan desnuda,
tan simple
como tu risa que no tiene filo,
o como tu mirada,
tan sencilla,
tan lavada, que siempre con tus ojos
puede limpiarse el hombre.



Manuel del Cabral

negro sin risa

-- de Manuel del Cabral --

Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.

Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.

Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.

Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.

Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.

Tu lagrima no cae
como gota de agua...

(No se caen en el suelo
las palabras.)



Manuel del Cabral

donde la voz parece más del árbol

-- de Manuel del Cabral --

Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...

Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.

Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.

Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.



Manuel del Cabral

aire durando

-- de Manuel del Cabral --

¿quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

Este sudor... ¿Por quién muere?
¿por qué cosa muere un pobre?

¿quién ha matado estas manos?
¡no cabe en la muerte un hombre!

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

hay muertos como raíces
que hundidas... Dan fruto al ala.

¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?

hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..



Jaime Sabines

los días inútiles

-- de Jaime Sabines --

Los días inútiles son como una costra
de mugre sobre el alma.
Hay una asfixia lenta que sonríe,
que olvida, que se calla.
¿Quién me pone estos sapos en el pecho
cuando no digo nada?
hay un idiota como yo andando,
platicando con gentes y fantasmas,
echándose en el lodo y escarbando
la mierda de la fama.
Puerco de hocico que recita versos
en fiestas familiares, donde mujeres sabias
hablan de amor, de guerra,
resuelven la esperanza.
Puerco del mundo fácil
en que el engaño quiere hacer que engaña
mientras ácidos lentos
llevan el asco a la garganta.
Hay un hombre que cae días y días
de pie, desde su cara,
y siente que en su pecho van creciendo
muertes y almas.
Un hombre como yo que se avergüenza,
que se cansa,
que no pregunta porque no pregunta
ni quiere nada.
¿Qué viene a hacer aquí tanta ternura fracasada?
¡díganle que se vaya!



Jaime Torres Bodet

fuga

-- de Jaime Torres Bodet --

¡huyes, pero es de ti!
j. R. Jiménez
huías... Pero era en mí
y de ti quien huías.
¿Cómo? ¿adónde? ¿para qué?
por todo lo que es vial,
ascensor, tragaluz, puerto
para fugarse del hombre
en el hombre: por la voz,
por el pulso, por el sueño,
por los vértigos del cuerpo...
Por todo lo que la vida
ha puesto de catarata
en el alma y en el alba
huías... Pero era en mí.



Jorge Luis Borges

brunanburh, 937 a. d.

-- de Jorge Luis Borges --

Nadie a tu lado.
Anoche maté a un hombre en la batalla.
Era animoso y alto, de la clara estirpe de anlaf.
La espada entró en el pecho, un poco a la izquierda.
Rodó por tierra y fue una cosa,
una cosa del cuervo.
En vano lo esperarás, mujer que no he visto.
No lo traerán las naves que huyeron
sobre el agua amarilla.
En la hora del alba,
tu mano desde el sueño lo buscará.
Tu lecho está frío.
Anoche maté a un hombre en brunanburh.
Nota del autor: brunanburgh. Son las palabras de un sajón que se ha batido en la victoria que los reyes de wessex alcanzaron sobre una coalición de escoceses, daneses y britanos, comandados por anlaf (olaf) de irlanda. En el poema hay ecos de la oda contemporánea que tennyson tan admirablemente tradujo.



Jorge Luis Borges

la prueba

-- de Jorge Luis Borges --

Del otro lado de la puerta un hombre
deja caer su corrupción. En vano
elevará esta noche una plegaria
a su curioso dios, que es tres, dos, uno,
y se dirá que es inmortal. Ahora
oye la profecía de su muerte
y sabe que es un animal sentado.
Eres, hermano, ese hombre. Agradezcamos
los vermes y el olvido.



Jorge Luis Borges

el bastón de laca

-- de Jorge Luis Borges --

María kodama lo descubrió. Pese a su autoridad y a sufirmeza, es curiosamente liviano. Quienes lo ven lo advierten; quieneslo advierten lo recuerdan.
Lo miro. Siento que es una parte de aquel imperio,infinito en el tiempo, que erigió su muralla para construir unrecinto mágico.
Lo miro. Pienso en aquel chiang tzu quesoñó que era una mariposa y que no sabía aldespertar si era un hombre que había soñado ser unamariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.
Lo miro. Pienso en el artesano que trabajó elbambú y lo dobló para que mi mano derecha pudiera calzarbien en el puño.
No sé si vive aún o si ha muerto.
No sé si es tahoista o budista o si interrogael libro de los sesenta y cuatro hexagramas.
No nos veremos nunca.
Está perdido entre novecientos treintamillones.
Algo, sin embargo, nos ata.
No es imposible que alguien haya premeditado estevínculo.
No es imposible que el universo necesita estevínculo.



Jorge Luis Borges

a una espada en york minster

-- de Jorge Luis Borges --

En su hierro perdura el hombre fuerte,
hoy polvo de planeta, que en las guerras
de ásperos mares y arrasadas tierras
lo esgrimió, vano al fin, contra la muerte.
Vana también la muerte. Aquí está el hombre
blanco y feral que de noruega vino,
urgido por el épico destino;
su espada es hoy su símbolo y su nombre.
Pese a la larga muerte y su destierro,
la mano atroz sigue oprimiendo el hierro
y soy sombra en la sombra ante el guerrero
cuya sombra está aquí. Soy un instante
y el instante ceniza, no diamante,
y sólo lo pasado es verdadero.



Jorge Luis Borges

edipo y el enigma

-- de Jorge Luis Borges --

Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día
y con tres pies errando por en vano
ámbito de la tarde, así veía
la eterna esfinge a su inconstante hermano,
el hombre, y con la tarde un hombre vino
que descifró aterrado en el espejo
de la monstruosa imagen, el reflejo
de su declinación y su destino.
Somos edipo y de un eterno modo
la larga y triple bestia somos, todo
lo que seremos y lo que hemos sido.
Nos aniquilaría ver la ingente
forma de nuestro ser; piadosamente
dios nos depara sucesión y olvido.



Josefina Pla

concepción

-- de Josefina Pla --

Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego,
como al moreno cántaro que espera al fin del surco,
a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos.
Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre.

De mi lecho después, en largas madrugadas
hacer creerás el blanco camino del olvido.
Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña,
conmigo habrás llegado por una noche sola,

a la encantada playa donde no está tu muerte.
Por el nocturno río caliente de mi sangre
irán tus ojos lejos, para jamás volverse,
tu voz prenderá en roca para perennes ecos.

Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego.
Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta!
el puerto de que zarpen las naves de otra aurora.
1939



César Vallejo

Trilce: XX

-- de César Vallejo --

Al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.

Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende A vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.

Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.

Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.

Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má-
.S.



César Vallejo

al ras de batiente nata blindada

-- de César Vallejo --

Xx
al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.
Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende a vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.
Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.
Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.
Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má
.S.



César Vallejo

varios días el aire, compañeros

-- de César Vallejo --

Varios días el aire, compañeros,
muchos días el viento cambia de aire,
el terreno, de filo,
de nivel el fusil republicano.
Varios días españa está española.
Varios días el mal
mobiliza sus órbitas, se abstiene,
paraliza sus ojos escuchándolos.
Varios días orando con sudor desnudo,
los milicianos cuélganse del hombre.
Varios días, el mundo, camaradas,
el mundo está español hasta la muerte.
Varios días ha muerto aquí el disparo
y ha muerto el cuerpo en su papel de espíritu
y el alma es ya nuestra alma, compañeros.
Varios días el cielo,
éste, el del día, el de la pata enorme.
Varios días, gijón;
muchos días, gijón;
mucho tiempo, gijón;
mucha tierra, gijón;
mucho hombre, gijón;
y mucho dios, gijón,
muchísimas españas ¡ay! gijón.
Camaradas,
varios días el viento cambia de aire.



César Vallejo

la punta del hombre

-- de César Vallejo --

La punta del hombre,
el ludibrio pequeño de encojerse
tras de fumar su universal ceniza;
punta al darse en secretos caracoles,
punta donde se agarra uno con guantes,
punta el lunes sujeto por seis frenos,
punta saliendo de escuchar a su alma.
De otra manera,
fueran lluvia menuda los soldados
y ni cuadrada pólvora, al volver de los bravos desatinos,
y ni letales plátanos; tan sólo
un poco de patilla en la silueta.
De otra manera, caminantes suegros,
cuñados en misión sonora,
yernos por la vía ingratísima del jebe,
toda la gracia caballar andando
puede fulgir esplendorosamente!
¡oh pensar geométrico al trasluz!
i oh no morir bajamente
de majestad tan rauda y tan fragante!
¡oh no cantar; apenas
escribir y escribir con un palito
o con el filo de la oreja inquieta!
acorde de lápiz, tímpano sordísimo,
dondoneo en mitades robustas
y comer de memoria buena carne,
jamón, si falta carne,
y un pedazo de queso con gusanos hembras,
gusanos machos y gusanos muertos.



César Vallejo

la cólera que quiebra al hombre en niños

-- de César Vallejo --

La cólera que quiebra al hombre en niños,
que quiebra al niño en pájaros iguales,
y al pájaro, después, en huevecillos;
la cólera del pobre
tiene un aceite contra dos vinagres.
La cólera que al árbol quiebra en hojas,
a la hoja en botones desiguales
y al botón, en ranuras telescópicas;
la cólera del pobre
tiene dos ríos contra muchos mares.
La cólera que quiebra al bien en dudas,
a la duda, en tres arcos semejantes
y al arco, luego, en tumbas imprevistas;
la cólera del pobre
tiene un acero contra dos puñales.
La cólera que quiebra al alma en cuerpos,
al cuerpo en órganos desemejantes
y al órgano, en octavos pensamientos;
la cólera del pobre
tiene un fuego central contra dos cráteres.



César Vallejo

un hombre pasa con un pan al hombro

-- de César Vallejo --

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿voy a escribir, después, sobre mi doble?
otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila,mátalo
¿con qué valor hablar del psicoanálisis?
otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿hablar luego de sócrates al médico?
un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿voy, después, a leer a andré bretón?
otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿cabrá aludir jamás al yo profundo?
otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿cómo escribir, después del infinito?
un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿innovar, luego, el tropo, la metáfora?
un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿hablar, después, de cuarta dimensión?
un banquero falsea su balance
¿con qué cara llorar en el teatro?
un paria duerme con el pie a la espalda
¿hablar, después, a nadie de picasso?
alguien va en un entierro sollozando
¿cómo luego ingresar a la academia?
alguien limpia un fusil en su cocina
¿con qué valor hablar del más allá?
alguien pasa contando con sus dedos
¿cómo hablar del no-yó sin dar un grito?



César Vallejo

Desnudo en barro

-- de César Vallejo --

Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Substancia
camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.

Las Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba!

Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!



César Vallejo

Los dados eternos

-- de César Vallejo --

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.



César Vallejo

Masa

-- de César Vallejo --

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazo al primer hombre; echóse a andar...

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César Vallejo

Varios días el aire, compañeros ...

-- de César Vallejo --

Varios días el aire, compañeros,
muchos días el viento cambia de aire,
el terreno, de filo,
de nivel el fusil republicano.
Varios días España está española.

Varios días el mal
moviliza sus órbitas, se abstiene,
paraliza sus ojos escuchándolos.
Varios días orando con sudor desnudo,
los milícianos cuélganse del hombre.
Varios días, el mundo, camarada,
el mundo está español hasta la muerte.

Varios días ha muerto aquí el disparo
y ha muerto el cuerpo en su papel de espíritu
y el alma es ya nuestra alma, compañeros.
Varios días el cielo,
éste, el del día, el de la pata enorme.

Varios días, Gijón;
muchos días, Gijón;
mucho tiempo, Gijón;
mucha tierra, Gijón;
mucho hombre, Gijón;
y mucho dios, Gijón,
muchísimas Españas ¡ay! Gijón.

Camaradas,
varios días el viento cambia de aire.

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Diego Hurtado de Mendoza

Como el hombre que huelga de soñar

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Como el hombre que huelga de soñar,
Y nace su holganza de locura,
Me viene á mi con este imaginar;
Que no hay en mi dolencia mejor cura.

Puso amor en mi mano mi ventura,
Mas puso lo peor, pues el penar
Me hace por razon desvariar,
Como el que viendo, vive en noche oscura.

Veo venir el mal, no sé huir;
Escojo lo peor cuando es llegado,
Cualquier tiempo me estorba la jornada.

¿Qué puedo yo esperar del porvenir,
Si el pasado es mejor, por ser pasado?
Que en mí siempre es mejor lo que no es nada.



Diego Hurtado de Mendoza

El hombre que doliente está de muerte

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

El hombre que doliente está de muerte
Y vecino á aquel trago temeroso,
Cualquiera beneficio le es dañoso
Y en la causa del mal se le convierte.

Ansí mi alma triste en solo verte
Halla daño, si busca haber reposo,
Viniendo del bien cierto el mal dudoso,
Del dulce verte, el duro conocerte.

La vana fantasia y confianza
En desesperación se torna luego
Que el seso reconoce la ocasion.

Donde vence el remedio la pasion
Sobrado ver es luz que torna ciego,
Y confiado vivir sin esperanza.



Emilio Bobadilla

Combatiente empedernido

-- de Emilio Bobadilla --

Somos de pulpa y hueso, componentes bien frágiles,
y en atómico polvo al fin nos convertimos:
somos como los tigres, carnívoros y ágiles,
y nos vencen a ratos el amor y los mimos.

Y el hombre contra el hombre, su hermano, inventa medios
de destrucción: cañones, dinamita, fusiles...
Con que pone a su vida y su riqueza asedios,
a rendirse obligándole en condiciones viles.

Los placeres olvida; lo que su ingenio un día
creó de grande y noble, destruye convulsivo
en sus horas frenéticas de fiebre y anarquía.

¡Y su carne resiste sangrando y no se abate
y hasta en el mismo campo —su odio siempre vivo—
le sorprenden los siglos en el mismo combate!



Emilio Bobadilla

Cuadro lúgubre

-- de Emilio Bobadilla --

Las frutas amarillas de los árboles cuelgan;
el oro de los trigos llamea en la llanura;
los arados, las tierras estériles no amelgan;
y cual torrente invade los valles la espesura.

Los barcos en la orilla del río cabecean,
el velamen plegado, los remos inactivos;
las chozas solitarias, al despertar, no humean.
Es un mundo de muertos con andares de vivos.

Su curva plañidera de tarde en tarde el gallo
sobre el paisaje alarga, cual soñolienta cinta.
Por los campos no ambula ni un hombre, ni un caballo,

¡Es la guerra, es la guerra! ¡Mientras todo solloza,
bajo una luna en olas de sangre humana tinta,
el hombre en fratricida tragedia se destroza!



Emilio Bobadilla

La hierba mala

-- de Emilio Bobadilla --

Bajo el agua y la nieve gimen en las trincheras
de reúma y de anquilosis los míseros soldados;
y con graznido lúgubre las aves agoreras
promulgan el fin hórrido de dramas ignorados.

Solitarios los pueblos, llenos los hospitales
—amputación de piernas y brazos a porrillo—;
en los campos miseria, luto en las capitales;
las iglesias en llamas y saqueado el castillo.

Ni la nieve, ni el agua, ni el dolor, ni la ruina
a tu ambición y tu odio, hombre cruel, ponen freno;
que en ti demoledora propensión predomina.

Exterminar al hombre tu sevicia no espere.
¿A la verdad acaso eres, di, tan ajeno
que no ves que eres malo y lo malo no muere?



Enrique Lihn

mayor

-- de Enrique Lihn --

El hijo único sería el mayor de sus hermanos
y en su orfandad algo tiene de eso
que se entiende por la palabra mayor. Como si también elloshubieran muerto
sus imposibles hermanos menores.
Mucho más riguroso que el luto repartido
es el suyo: la muerte lo cortó a su medida,
lo cosió, lenta, con extrema finura
mientras el padre se iba transfundiendo en el hijo,
lo envejecía a fuerza de crearlo a su imagen
-niño otra vez el hombre, hombre otra vez el niño--
en noches tan oscuras como el luto que llevan.
Y el hijo tiene algo de un hermano mayor
como si lo rodeáramos, nonatos, mientras él nace porsegunda vez
a una vida más grave que la nuestra.
Alguien se mira en él con los ojos cerrados,
gravita su silencio
sobre nuestras palabras sin objeto.



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