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Se han encontrado 31 poemas con la palabra hermosos

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José Tomás de Cuellar

Los ojos azules

-- de José Tomás de Cuellar --

TIENE el azul divino de tu ojos
El diáfano color
De las flotantes gasas de los aires
Bajo la luz del sol.

Tienen la transparencia del zafiro
Que deja percibir de tu alma ardiente
El fuego del amor.

Tienen ese matíz del mar en calma
Cuando lo baña el argentado lampo
Del matutino albor.
Son aire, luz y mar; amor y cielo
Más hermosos que el mar y que el amor,
Más hermosos que el cielo.... El cielo es uno
Y tus ojos son dos.

Poema Los ojos azules de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

Francisco de Aldana

De sus hermosos ojos, dulcemente

-- de Francisco de Aldana --

De sus hermosos ojos, dulcemente,
un tierno llanto Filis despedía
que por el rostro amado parecía
claro y precioso aljófar transparente.

En brazos de Damón, con baja frente,
triste, rendida, muerta, helada y fría,
estas palabras breves le decía
creciendo a su llorar nueva corriente:

«¡Oh pecho duro, oh alma dura y llena
de mil durezas!, ¿dónde vas huyendo?,
¿do vas con ala tan ligera y presta?»

Y él, soltando de llanto amarga vena,
della las dulces lágrimas bebiendo,
besola, y solo un ¡ay! fue su respuesta.

Poema De sus hermosos ojos, dulcemente de Francisco de Aldana con fondo de libro

Abraham Valdelomar

Desolatrix

-- de Abraham Valdelomar --

Un álbum... Una dama que entre los folios tersos
ha de buscar inquieta la ofrenda primorosa...
La pluma está en mi mano vacilante y medrosa,
pero en mi corazón no florecen los versos.

Yo no creo que el lírico valor de mis esfuerzos
haga brotar en mi alma la ofrenda primorosa:
un secreto dolor, cual pétalos de rosa,
mis más amados ritmos se ha llevado dispersos.

Hoy quisiera, señora, cantar vuestros hermosos
prestigios, el divino don de vuestra belleza,
vuestro selecto espíritu elogiar en mi canto,

pero a mi derredor sólo escucho sollozos,
ya sólo me acompañan mi perenne tristeza
y este mi corazón que se deshace en llanto...

Poema Desolatrix de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Lope de Vega

Amor por ese sol divino jura

-- de Lope de Vega --

Amor por ese sol divino jura,
siendo negro color vuestros despojos,
quizá por luto, más que por enojos,
de muchos que mató vuestra hermosura.

Ojos, que un negro túmulo procura
al alma que de vos tuviere antojos;
tal fuera mi ventura, hermosos ojos,
que yo quiero tener negra ventura.

Ojos, no me guardé, que por honrados,
mirándoos de color negro vestidos,
fuistes de mis sospechas estimados.

Robásteme por eso los sentidos,
pero también quedastes engañados,
pues fuistes en el hurto conocidos.



Lope de Vega

Erase el mes de más hermosos días

-- de Lope de Vega --

Bien puedo yo pintar una hermosura,
y de otras cinco retratar a Elena,
pues a Filis también, siendo morena,
ángel, Lope llamó, de nieve pura.

Bien puedo yo fingir una escultura,
que disculpe mi amor, y en dulce vena
convertir a Filene en Filomena,
brillando claros en la sombra escura.

Mas puede ser que algún letor extrañe
estas musas de Amor hiperboleas,
y viéndola después se desengañe.

Pues si ha de hallar algunas partes feas,
Juana, no quiera Dios, que a nadie engañe:
basta que para mi tan linda seas.



Lope de Vega

Hermosos ojos, yo juré que había

-- de Lope de Vega --

Hermosos ojos, yo juré que había
de hacer en vos de mi rudeza empleo,
en tanto que faltaba a mi deseo
el oro puro que el Oriente cría.

Rústica mano de esta fuente fría
ofrece el agua; mas mirad que a Orfeo
versos le dieron singular trofeo
de aquella noche, que no ha visto el día.

Y pues que en la crueldad, que en toda parte
usáis conmigo, vuestro cuerpo tierno
puede temer la pena de Anaxarte,

no despreciéis el don, que al lago Averno
irá por voz mi amor, venciendo el arte...
Mas tal hielo aun no teme el fuego eterno.



Lope de Vega

Ojos, por quien llamé dichoso al día

-- de Lope de Vega --

Ojos, por quien llamé dichoso al día
en que nací, para morir por veros,
que por salir de noche a ser luceros,
cercáis de azul la luz que al sol envía;

hermosos ojos, que del alma mía
un inmortal engaste pienso haceros
de envidia del safir, que por quereros,
entre cristal y rosa el cielo cría;

agora sí, que vuestras luces bellas
son de mi noche celestial consuelo,
pues en azul engaste vengo a vellas.

Agora sí, que sois la luz del suelo,
agora sí, que sois, ojos estrellas,
que estáis en campo azul, color de cielo.



Lope de Vega

Pastor que con tus silbos amorosos

-- de Lope de Vega --

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
Tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados;
¿pero cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?



Jorge Guillén

ya se acortan las tardes

-- de Jorge Guillén --

Ya se acortan las tardes
ya se acortan las tardes, ya el poniente
nos descubre los más hermosos cielos,
maya sobre las apariencias velos
pone, dispone, claros a la mente.
Ningún engaño en sombra ni en penumbra,
que a los ojos encantan con matices
fugitivos, instantes muy felices
de pasar frente al sol que los alumbra.
Nos seduce este cielo de tal vida,
el curso de la gran naturaleza
que acorta la jornada, no perdida
si hacia la luz erguimos la cabeza.
Siempre ayuda la calma de esta hora,
lenta en su inclinación hasta lo oscuro,
y se percibe un ritmo sobre el muro
que postrero fulgor ahora dora.
Este poniente sin melancolía
nos sume en el gran orden que nos salva,
preparación para alcanzar el alba,
también serena aunque mortal el día.



Jorge Isaacs

En la noche callada

-- de Jorge Isaacs --

Ay! cuántas veces en las lentas horas
De la noche callada, antes que el sueño
Venga á cerrar mis párpados, recorre
Mi memoria tenaz los bellos días
De lloros y de risas infantiles
A que siguieron tan hermosos años!
Sus palabras de amor entonces oigo,
Sus votos de constancia...No cumplidos,
Y vuelvo á ver la luz de esa mirada
Que hundióse en el Ocaso de la vida
Para ya no lucir...Ay! para siempre!
Ay! cuántas veces los amigos caros
Al corazón desde la infancia unidos,
Que ya no existen...Mi memoria evoca,
Y hallo en torno de mí sólo sus tumbas,
A do bajaron, como al soplo frío
Del invierno, las hojas macilentas...
Imagínome entonces que recorro
Un salón de banquete ya desierto,
Do algunas luces oscilando mueren...
Donde se ven aquí y allá dispersas
Las guirnaldas marchitas... Lo han dejado
Todos, excepto yo; y así en la vida
Ay! cuántas veces me contemplo solo!



Estanislao del Campo

¡adiós! (a lucila, antes de ir a un duelo)

-- de Estanislao del Campo --

De pesar una lágrima sentida
no brote, no, de tus hermosos ojos:
¿por qué llorar mi muerte si mi vida
era un erial de espinas y de abrojos?

no puede ser mi luz el dulce brillo
que derrama en efluvios tu pupila,
y es mi infierno el que irradia del anillo
que otro en tu mano colocó, lucila.

¿Qué iba a hallar este pobre peregrino
a un desierto sin término lanzado?
¡adelfas y cicuta en su camino?
¡oh, no las hay en el sepulcro helado!

en el mar proceloso de la vida
el amor es el puerto de bonanza;
¿y a dónde guiar mi nave combatida
si mi amor es amor sin esperanza?

¡venga el rayo de plomo, que hoy por suerte
sobre mi frente, amenazante oscila;
y en la mansión oscura de la muerte
la paz recobre el corazón, lucila!



Estanislao del Campo

Adiós (del Campo)

-- de Estanislao del Campo --

De pesar una lágrima sentida
No brote, no, de tus hermosos ojos:
¿Por qué llorar mi muerte si mi vida
Era un erial de espinas y de abrojos?

No puede ser mi luz el dulce brillo
Que derrama en efluvios tu pupila,
Y es mi infierno el que irradia del anillo
Que otro en tu mano colocó, Lucila.

¿Qué iba a hallar este pobre peregrino
A un desierto sin término lanzado?
¡Adelfas y cicuta en su camino?
¡Oh, no las hay en el sepulcro helado!

En el mar proceloso de la vida
El amor es el puerto de bonanza;
¿Y a dónde guiar mi nave combatida
Si mi amor es amor sin esperanza?

¡Venga el rayo de plomo, que hoy por suerte
Sobre mi frente, amenazante oscila;
Y en la mansión oscura de la muerte
La paz recobre el corazón, Lucila!



Juan Bautista Aguirre

A una dama imaginaria

-- de Juan Bautista Aguirre --

Qué linda cara que tienes,
válgate Dios por muchacha,
que site miro, me rindes
y si me miras, me matas.

Esos tus hermosos ojos
son en ti, divina ingrata,
harpones cuando los flechas,
puñales cuando los clavas.

Esa tu boca traviesa,
brinda entre coral y nácar,
un veneno que da vida
y una dulzura que mata.

En ella las gracias viven;
novedad privilegiada,
que haya en tu boca hermosura
sin que haya en ella desgracia.

Primores y agrados hay
en tu talle y en tu cara
todo tu cuerpo es aliento,
y todo tu aliento es alma.

El licencioso cabello
airosamente declara,
que hay en lo negro hermosura,
y en lo desairado hay gala.

Arco de amor son tus cejas,
de cuyas flechas tiranas,
ni quien se defiende es cuerdo,
ni dichoso quien se escapa.

¡Qué desdeñosa te burlas!
y ¡qué traidora te ufanas,
a tantas fatigas firme,
y a tantas finezas falsa!

¡Qué mal imitas al cielo
pródigo contigo en gracias,
pues no sabes hacer una
cuando sabes tener tantas!



Juan Bautista Arriaza

Brindando a las damas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Venus Divina, madre de placeres
baja de tu mansión afortunada,
pues miras esta mesa coronada
de la brillante flor de las mujeres.

Baja gozosa y si dejar sintieres
el coro de quien eres festejada,
ninfa verás aquí más agraciada
que cuantas te acompañan en Citeres.

Y si de tu jardín entre las flores
al dejas y al amor dormidos
no los despiertes, ni su ausencia llores.

Baja, que aquí hallarás nuevos Cupidos
pues tienen estas damas mil amores
en sus hermosos ojos escondidos.



Juan Bautista Arriaza

La guarida del amor

-- de Juan Bautista Arriaza --

Amor, como se vio desnudo y ciego,
pasando entre las gentes mil sonrojos,
pensó en buscar unos hermosos ojos
donde vivir oculto y con sosiego.

¡Ay, Silvia!, vio los tuyos, vio aquel fuego
que rinde a tu beldad tantos despojos,
y hallando satisfechos sus antojos
en ellos parte a refugiarse, luego.

¡Qué extraño ver a tantos corazones
rendir, bien mío, los soberbios cuellos
y el yugo recibir que tú le pones!

Si a más de que esos ojos son tan bellos
está todo el amor con sus traiciones
haciéndonos la guerra dentro de ellos.



Gutierre de Cetina

ojos claros, serenos,

-- de Gutierre de Cetina --

Si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.



Gutierre de Cetina

ay, vivo fuego, ay, fiero pensamiento

-- de Gutierre de Cetina --

Ay, rabioso dolor, pasos cansados,
ay, recelos de amor desesperados,
ay, triste, congojoso sentimiento!
¡ay, alto desear sin fundamento,
ay, vana empresa llena de cuidados,
ay, ríos, fuentes, selvas, bosques, prados,
ay, esquiva ocasión de mi tormento!
¡ay, verdes murtas, árboles hermosos,
ay, lugar que ya fue ledo y jocundo,
do gastaba mi tiempo en dulce canto!
espíritus alegres y amorosos,
si alguno vive acá en el bajo mundo,
muévaos hora a piedad mi triste llanto.



Salvador Díaz Mirón

Ojos verdes

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!

Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!

Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.

Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas.



Tirso de Molina

coplas

-- de Tirso de Molina --

De no hallar en mis amores
el número de mi mesa
sabe dios cuánto me pesa.
Cuéstame hartos desvelos
celos bastardos, mal nacidos celos.
No soy carne ni pescado,
y aunque mi sazón es corta
sé muy bien lo que me importa.
Mi gusto aprendió en toscana,
pues hallo el arte de amar
en el tropo variar.
Peor que el diablo soy si me resuelvo,
pues a puerta cerrada aún no me vuelvo.
Cúpome el número sexto,
mas yo he sido tan fiel
que jamás me acusé de él.
Puesto que no hay más que ver
en lo que llego a mirar,
aún hay más que desear.
Para la flecha de amor,
aunque aguda y penetrante,
tengo el pecho de diamante.
Aunque en orden a limpieza
todos dirán en mi abono
mejor cuelo que jabono.
No lloréis, ojos hermosos,
no lloréis.
Podrá ser que os engañéis.
Sin pundonor, sin melindres,
sin desdenes, vengo a ser
don calla a más no poder.



Tirso de Molina

Coplas (Tirso de Molina)

-- de Tirso de Molina --

De no hallar en mis amores
el número de mi mesa
sabe Dios cuánto me pesa.

Cuéstame hartos desvelos
celos bastardos, mal nacidos celos.

No soy carne ni pescado,
y aunque mi sazón es corta
sé muy bien lo que me importa.

Mi gusto aprendió en Toscana,
pues hallo el arte de amar
en el tropo variar.

Peor que el diablo soy si me resuelvo,
pues a puerta cerrada aún no me vuelvo.

Cúpome el número sexto,
mas yo he sido tan fiel
que jamás me acusé de él.

Puesto que no hay más que ver
en lo que llego a mirar,
aún hay más que desear.

Para la flecha de amor,
aunque aguda y penetrante,
tengo el pecho de diamante.

Aunque en orden a limpieza
todos dirán en mi abono
mejor cuelo que jabono.

No lloréis, ojos hermosos,
no lloréis.
Podrá ser que os engañéis.

Sin pundonor, sin melindres,
sin desdenes, vengo a ser
don calla a más no poder.



Antonio Machado

Pascua de Resurrección

-- de Antonio Machado --

Mirad: el arco de la vida traza
el iris sobre el campo que verdea.
Buscad vuestros amores, doncellitas,
donde brota la fuente de la piedra.
En donde el agua ríe y sueña y pasa,
allí el romance del amor se cuenta.
¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,
atónitos, el sol de primavera,
ojos que vienen a la luz cerrados,
y que al partirse dé la vida ciegan?
¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?
¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!
Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,
y escriben en las torres sus blancos garabatos.
Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.
Entre los robles muerden
los negros toros la menuda hierba,
y el pastor que apacienta los merinos
su pardo sayo en la montaña deja.



Antonio-Plaza-Llamas

cantares

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Te adoré como a una virgen
cuando conocí tu cara;
pero dejé de adorarte
cuando conocí tu alma

cuestión de vida o muerte
son las pasiones,
si alguien lo duda, deja
que se apasione.

Las heridas del alma
las cura el tiempo,
y por eso incurables
son en los viejos.

Los astros serán, mi vida,
más que tus ojos hermosos;
pero a mi más que los astros
me gustan, linda, tus ojos.



Rosalía de Castro

En su cárcel de espinos y rosas

-- de Rosalía de Castro --

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

Y despiertan soñando, y dormidos
Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.



Rosalía de Castro

Los robles (Rosalía de Castro)

-- de Rosalía de Castro --

LOS ROBLES

I

Allá en tiempos que fueron, y el alma
Han llenado de santos recuerdos,
De mi tierra, en los campos hermosos,
La riqueza del pobre era el fuego;
Que al brillar, de la choza en el fondo,
Calentaba los rígidos miembros
Por el frío y el hambre ateridos,
Del niño y del viejo.

De la hoguera sentados en torno,
En sus brazos la madre arrullaba
Al infante robusto;
Daba vuelta, afanosa la anciana
En sus dedos nudosos, al huso,
Y al alegre fulgor de la llama,
Ya la joven la harina cernía,
O ya desgranaba
Con su mano callosa y pequeña,
Del maíz las mazorcas doradas.



Rosalía de Castro

¡Jamás lo olvidaré!... De asombro llena

-- de Rosalía de Castro --

¡Jamás lo olvidaré!... De asombro llena
Al escucharlo, el alma refugióse
En sí misma y dudó...; Pero al fin, cuando
La amarga realidad, desnuda y triste,
Ante ella se abrió paso, en luto envuelta,
Presenció silenciosa la catástrofe,
Cual contempló Jerusalén sus muros
Para siempre entre el polvo sepultados.

¡Profanación sin nombre! Dondequiera
Que el alma humana, inteligente, rinde
Culto á lo grande, a lo pasado culto,
Esas selvas agrestes, esos bosques
Seculares y hermosos, cuyo espeso
Ramaje abrigo y cariñosa sombra
Dieron á nuestros padres, fueron siempre
De predilecto amor, lugares santos
Que todos respetaron.
¡No! En los viejos
Robledales umbrosos, que hacen grata
La más yerma región, y de los siglos



Miguel Unamuno

Ojos sin luz

-- de Miguel Unamuno --

Hermosos ojos que no veis, topacios
de lumbre muerta, cristalinas lunas,
gemelas tristes, vais por los espacios
tenebrosos mecidas como cunas

de invisibles visiones y de agüeros
de un mundo que marrara. Y de tiniebla
se abren ante vosotros los senderos
que van rompiendo de la luz la niebla.



Julio Flórez

A un niño (Flórez)

-- de Julio Flórez --

Poem

Dime, niño adorado de los labios de rosa, de ojos grandes y verdes como el verde del mar: De qué estrella caíste y en qué trágica fosa: Tan bello eres que, al verte, dan ganas de llorar.

Tal vez porque al mirarte con tan hondo cariño, pienso en el mal del mundo, pienso en tu porvenir ¡Los niños tan hermosos como tú, dulce niño, no debieran ser hombres, se debieran morir.



Julio Zaldumbide Gangotena

Madrigal (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

¿Qué dices, Laura, de esta flor? ¡Qué hermosos
sus pétalos en lustre y en color!
Mira con qué arte agrúpanse graciosos
del frágil tallo asidos al redor.

Empero, ve de un soplo disipada
tanta hermosura... ¡Efímero primor!
¿Qué ves ya de la flor? El tallo... Nada,
porque en no habiendo pétalos, no hay flor.

Ahora, Laura, dime: ¿De qué el emblema
aquellas hojas y este tallo son?
¿De tu placer, de tu beldad suprema,
de tu inocencia o tu fugaz pasión?

No imagen tuya, Laura, esas caídas
hojas, y el despojado tallo son:
las hojas son mis ilusiones idas
y el tallo es mi desierto corazón.



Evaristo Carriego

El nene esta enfermo

-- de Evaristo Carriego --

Hoy el hogar no tiene la habitual alegría
de los días hermosos, y eso que hoy es un día
suavemente asoleado. En el patio no hay ruidos,
ni se escuchan las risas sonando en los dormidos
rincones de la antigua casa. La regalona
y traviesa hermanita de siete años no entona
las canciones ingenuas que aprendiera en la escuela,
ni riñe a su muñeca mutilada. La abuela
— ¡ah, la pobre abuelita casi nunca está sana! —
olvida su dolencia que lleva una semana
de no darla un momento de reposo. Una incierta
amenaza inquietante ha violado la puerta
del hogar. Bajo el techo
de la casa modesta se presiente en acecho
al dolor. Repentina, melancólicamente,
ha pasado una sombra como por una frente,
como por una frente que fué siempre serena



Carolina Coronado

a un amador

-- de Carolina Coronado --

Buen joven, en hora aciaga
fijasteis en mí los ojos,
pues los fijasteis risueños
y los apartáis llorosos.
Mal os quieren los amores
cuando eligen en su encono
mi corazón para blanco
de vuestro empeño amoroso.
Y en verdad que son injustos
pues ni antes, de vuestro rostro
ni después, he visto alguno
con perfiles más hermosos.
Inútil en vuestra cara
es el perfecto contorno
pues para ganar las almas
tenéis demás con los ojos.
Y, por el mismo santiago
que en un alazán brioso
vuestro talle y apostura
dar pueden al santo enojos.
Mas entre sí están los nuestros
corazones tan remotos,
que el uno al sud, el otro al norte,
fuego es uno, hielo el otro.
Juzgo no habéis de enojaros,
por mi desdén caprichoso,
mancebo, si ves despacio
cuál pierde más de nosotros.
Vos de galán lográis fama
con vuestro afecto amoroso,
yo en no amaros gloria pierdo
y fama de esquiva logro.
Y si queda aquí humillado
alguno, es mi orgullo loco,
pues desdeñándoos se ofende
y se castiga a sí propio.
Por eso la compasión
que demandáis no os otorgo,
porque entre amarme y no amaros



Roque Dalton García

hora de la ceniza

-- de Roque Dalton García --

finaliza septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.
Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.
Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que eligió la esperanza.
Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.
Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.



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Ariiba