Buscar Poemas con Hechicera


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Se han encontrado 28 poemas con la palabra hechicera

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Félix María Samaniego

El inquisidor y la supuesta hechicera

-- de Félix María Samaniego --

A un viejo inquisidor es presentada
una hermosa mujer, que de hechicera,
sin más motivo que la envidia fiera,
ante su tribunal fue delatada.

Al tenor de los cargos preguntada,
los niega todos. Mas con voz severa
la comprimía el juez de tal manera
que la infeliz mujer, ya sofocada:

—-Ilustrísimo, dice, esto es lo fijo;
yo de hechizos, señor, entiendo nada,
este es solo el hechizo que colijo,

dice, y alza las faldas irritada.
Monta él las gafas, y al mirarlo dijo:
—-¡Hola, hola!, ¡pues no me desagrada!

Poema El inquisidor y la supuesta hechicera de Félix María Samaniego con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

Ángel tú... ya no

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Un ángel al Pindo bajó cierto día,
por él una musa de amor suspiró;
naciste, oh hermosa, de aquella armonía.
Su frente inspirada, su voz de ambrosía,
la Musa te dio.

Te dio como madre, su forma hechicera,
su paso de ninfa, su queja de amor,
sus ojos de luna y gentil cabellera;
en tanto que el ángel, de célica esfera
te dio el resplandor.

Sonó en el Olimpo cantar de alegría,
entonces doliente el cielo gimió;
aquel una virgen gozoso adquiría,
un ángel el cielo querido perdía
y el mundo aplaudió.

Y tú ante el aplauso, incauta ¡ay! olvidas
que Dios para el cielo el ángel formó.
Yo lloro ilusiones, cuán triste, perdidas
al ver ya tus alas al mundo vendidas...
¿Ángel tú?... Ya no.

Poema Ángel tú... ya no de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Alfonsina Storni

Vida

-- de Alfonsina Storni --

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta de mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas,
que de domar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuanto escancio en su trova de hechicera.

¡Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera!

Poema Vida de Alfonsina Storni con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

hechicera

-- de Luis Gonzaga Urbina --

No sentí cuando entraste; estaba oscuro,
en la penumbra de un ocaso lento,
el parque antiguo de mi pensamiento
que ciñe la tristeza, cual un muro.

Te vi llegar a mí como un conjuro,
como el prodigio de un encantamiento,
como la dulce aparición de un cuento:
blanca de nieve y blonda de oro puro.

Un hálito de abril sopló en mi otoño;
en cada fronda reventó un retoño;
en cada viejo nido, hubo canciones;

y, entre las sombras de jardín errantes
luciérnagas brillaron, como antes
de mi postrer dolor, las ilusiones.



Manuel Acuña

Por eso

-- de Manuel Acuña --

Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.

Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.

Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.

Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;

por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.

Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!

Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos
palpita sobre mi boca.

Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.



Manuel del Palacio

Al despertar

-- de Manuel del Palacio --

— ¿Quién eres, ángel, que ante mí apareces,
Como en nublado cielo blanca aurora,
Y al corazón, que desengaños llora,
Paz y consuelo y esperanza ofreces?

Yo te he visto en mis sueños muchas veces
Juguete de ilusión fascinadora,
Y vive en mi tu imágen seductora,
Y con tu puro aliento me estremeces.

¿Eres quizá la silfíde hechicera
Que amada de las nubes y las brisas
Llevarme quieres á su azul esfera?

Flores hollando vas por donde pisas...
— ¿Quién eres? — Soy, señor, la lavandera,
Y vengo á que me pague las camisas.



Manuel del Palacio

La recompensa

-- de Manuel del Palacio --

Hay en el valle que mi Laura habita
Un rincón entre arbustos escondido,
Donde tienen las tórtolas su nido
Y las auras se dan amante cita.

Levántase en su centro una casita,
Cuyo tejado, por el sol herido,
Brilla con el matiz de oro bruñido
Como torre de arábiga mezquita.

Cerca de esa mansión tan hechicera
Se abre en el bosque pabellón esbelto
Vestido de jazmin y enredadera.

Allí fué donde impávido y resuelto
Pinté á Laura mi afán de tal manera...
Que me dio un bofetón de cuello vuelto.



Pedro Antonio de Alarcón

Charada

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Oh, tú, ingrata mujer, más hechicera
que todas las mujeres!
árbitra, dueña de mi «todo» eres:
tu amor lo embelleciera,
y tu desdén de abrojos lo circunda
mi vida es mi «primera»;
mi muerte, mi «segunda».
Si la dulce «primera» no has de darme,
con la «segunda» acaba de matarme;
pues prefiero la muerte,
al cruel martirio de ignorar mi suerte.



Pedro Antonio de Alarcón

Si no has de amarme, dime que retire

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Si no has de amarme, dime que retire
de ti mi admiración; si no he de amarte,
haz que nunca te mire;
si no he de mirarte,
deja de ser tan hechicera y pura;
pues mi amor sin tu amor me da la muerte,
y a mi pesar te adora el alma al verte
y a mi pesar contemplo tu hermosura...
Así, dulce bien mío,
tu belleza depón o tu desvío.



José Tomás de Cuellar

A Elvira

-- de José Tomás de Cuellar --

¿POR qué doblegas la frente
Con tan hondo sentimiento?
¿Por qué mustio, macilento,
Tiene tu rostro el pesar?
¿Por qué, Elvira, tus miradas
Son de duelo y amargura?
¿Por qué, Elvira, sin ventura,
No sabes más que llorar?

¿En dónde está tu sonrisa
Tan pura y tan hechicera?
¿Dónde van, ave parlera,
Las notas de tu canción?
Elvira, contén el llanto



José Tomás de Cuellar

El cielo

-- de José Tomás de Cuellar --

¡QUÉ magia tienes en tu mirada,
Qué luz del cielo te iluminó!
Qué ángel su aureola te dió encantada
Qué astro su eterno, vivo fulgor!

Cuando me miras, niña hechicera,
Cuando tus ojos fijas en mí,
Siento la lumbre que reverbera
En tus pupilas, dentro de mí.

Siento el influjo celeste y blando.
De un bien que nunca mi alma probó,



José Tomás de Cuellar

Fué todo mentira

-- de José Tomás de Cuellar --

¡DE qué modo tan triste y tan feo
Acaba la vida!....
¡Como van aumentando las penas
Y huyendo la dicha!....
¡Como va ennegreciéndose el cielo
Donde antes reían
La dulce esperanza, el deseo,
Y estas infinitas
Visiones de célico brillo
Que el hombre se cría!...
¡Como cambia el aspecto de todo
Lo que antes lucía!
¡Como trueca la vida en angustia
Lo que antes fué dicha!...
¡Como puede tomarse hechicera



Salvador Díaz Mirón

Infeliz el cónyuge, ¡Ay del que se fíe!

-- de Salvador Díaz Mirón --

Infeliz el cónyuge, ¡ay del que se fíe
de joven hermosa, dulce y hechicera
en brazos de un mozo que apriete y porfíe!
Ella dulcemente mueve la cadera,
y él no mira cosa que la contraríe,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente ríe.
Y la esposa baila con los senos fuera
y él no mira cosa que la contraríe,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente ríe.



Salvador Díaz Mirón

Ojos verdes

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!

Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!

Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.

Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas.



Manuel Reina

La gota de sangre

-- de Manuel Reina --

Sentados en la gótica ventana
estábamos tú y yo, mi antigua amante;
tú, de hermosura y de placer, radiante;
yo, absorto en tu belleza soberana.

Al ver tu fresca juventud lozana,
una abeja lasciva y susurrante
clavó su oculto dardo penetrante
en tu seno gentil de nieve y grana.

Viva gota de sangre transparente
sobre tu piel rosada y hechicera
brilló como un rubí resplandeciente.

Mi ansioso labio en la pequeña herida
estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera,
que aquella gota envenenó mi vida!



Manuel Reina

Flores secas

-- de Manuel Reina --

No extrañéis que conserve, cual tesoro,
esas pálidas flores;
sus hojas son las páginas de oro
de una historia de amores.

Esas páginas traen a mi memoria
la ventura perdida;
el tiempo del placer y de la gloria,
mañana de la vida.
........................................
El fuego en tu corola ya no arde,
despedazada rosa;
lindo adorno tú fuiste, cierta tarde,
del pecho de una hermosa.

Este mustio clavel, bella Dolores,
borró nuestros enojos;
aún me parece ver, en sus colores,
los de tus labios rojos.

Esos nardos, con pétalos brillantes,
Adelina hechicera,
bañaron en aromas penetrantes
tu blonda cabellera.

Amelia regalome esta camelia
con lúbrico embeleso,
dando a la flor la encantadora Amelia
un encendido beso.

Tus pétalos de plata, raso y oro,
marchitada azucena,
aún parecen regados por el lloro
de la dulce Filena.
........................................
Las flores están ya tristes y yertas;
sus hojas, en jirones;
todo pasó; las flores están muertas
como mis ilusiones.



Manuel Reina

Una cortesana

-- de Manuel Reina --

Es Elisa una hermosa cortesana
de formas seductoras,
de mejillas de grana
y de ardientes pupilas brilladoras.

Su rubia y luminosa cabellera,
cual cascada de oro,
cae por su espalda blanca y hechicera;
y es su cuerpo de gracias un tesoro.

Príncipes y señores
le entregan sus riquezas.
Por sus besos de fuego embriagadores;
todos, amantes son de sus bellezas.
Todos, menos Ernesto, su querido,
que la maltrata y hiere;
y ella, todos los hombres da al olvido,
y sólo a Ernesto quiere.



Esteban Echeverría

la diamela

-- de Esteban Echeverría --

Dióme un día una bella porteña,
que en mi senda pusiera el destino,
una flor cuyo aroma divino
llena el alma de dulce embriaguez;
me la dio con sonrisa halagüeña,
matizada de puros sonrojos,
y bajando hechicera los ojos,
incapaces de engaño y doblez.

En silencio y absorto toméla
como don misterioso del cielo,
que algún ángel de amor y consuelo
me viniese, durmiendo, a ofrecer;
en mi seno inflamado guardéla,
con el suyo mezclando mi aliento,
y un hechizo amoroso al momento
yo sentí por mis venas correr.

Desde entonces, do quiera que miro
allí está la diamela olorosa,
y a su lado una imagen hermosa
cuya frente respira candor;
desde entonces por ella suspiro,
rindo el pecho inconstante a su halago,
con su aroma inefable me embriago,
a ella sola consagro mi amor.

Iii



Francisco Sosa Escalante

A Carlos

-- de Francisco Sosa Escalante --

Necio! de orgullo y vanidad te llena
Mirarte de Lucila preferido;
De la hechicera jóven que al olvido
Los juramentos del amor condena.

De aquella que atrayendo cual sirena,
Si el capricho falaz mira cumplido
Se lanza de otro en pos, y no ha sentido
Latir su pecho ante la angustia ajena

Como tú, se ostentaron vencedores
Mil y mil que conservo en la memoria,
Y sin ser, en verdad, que tú mejores.

Nadie te envidia tu fugaz victoria,
Ni puede ser feliz con tus amores
Quien siempre ambicionó más alta gloria.



Francisco Sosa Escalante

Adela

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del Cantábrico mar en la ribera
Y de sus olas al amante arrullo,
Primoroso y gentil brotó un capullo
De rosa purpurina y hechicera.

Le dió su beso el aura lisonjera,
La fuente mansa plácido murmullo,
Y le vió con amor, con noble orgullo
La aurora y le brindó su luz primera.

Así creció la flor; mas plugo un día
Al Señor de los mundos soberano,
Que fuese gala de la patria mía.

Trájola aquí la omnipotente mano,
Y hoy luce su esbeltez y bizarría
Bajo el hermoso cielo mexicano.



Francisco Sosa Escalante

Bienvenida

-- de Francisco Sosa Escalante --

Llegue en buena hora la gentil viajera
De rubias crenchas y de azules ojos,
De placido mirar, de labios rojos,
Y de sonrisa grata y hechicera.

Como llega la hermosa primavera
Ocultando con flores los abrojos,
Llegue la niña así, de los enojos
Borrando pía la memoria fiera.

¡Oh rosa que brotó bajo otro cielo!
Ven, perfuma, embellece y engalana
Con tus encantos, de mi patria el suelo;

Ven, á tu hechizo arrobador, mañana
Los bardos cantarán con dulce anhelo
Tu belleza y tu gracia soberana.



Francisco Sosa Escalante

Después de la batalla (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

El hórrido fragor de la pelea
Por fin cesó; ya no los atambores
Y el agudo clarín nuevos horrores
Anuncian en la lucha gigantea.

El cañon se apagó; tan solo humea
La roja sangre, y se oyen los clamores
Del herido infeliz que en sus dolores
La atónita mirada allí pasea.

Está pensando en el hogar tranquilo
En que dejara á la hechicera esposa
Junto á la cuna del dormido infante;

Y al ver que llega á destrozar el hilo
De su vida, la parca presurosa,
¡Perdón! perdón! prorumpe delirante.



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante I)

-- de Francisco Sosa Escalante --

De un hospital en la mansion sombría
Y con pálida faz como la cera,
Allí en el lecho solitario, espera
Su pobre corazón la muerte fría.

¿Y es esa aquella misma que fué un día
Gentil como las hadas, y hechicera
Cual la rosa del valle, y más parlera
Que ave pintada en la floresta umbría?

Ay! del placer las olorosas flores
Aspid guardan que todo lo envenena!
El ángel era ayer de los amores,

Cual ninfa seductora, cual sirena,
Y á morir sollozando entre dolores
Hoy la suerte implacable le condena!



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante III)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tan dulce como tú, tan hechicera,
Del trágico alemán la fantasía
A Margarita soñó, cuando escribía
Su leyenda sublime y duradera.

La ingenuidad de la pasion primera
Que á la callada flor consulta y fia
De amor la duda que le acosa un día
Ante el halago de pasión artera,

¡Cuál resplandece en tí con dulce encanto!
¡Cómo brilla en tus ojos la ventura
A la hora del placer, y cómo el llanto

De tu alma dice la sin par ternura
Divina Margarita! y á tu canto
¡Cuál se aleja de las almas la amargura!



José Alonso y Trelles

Canta la noche

-- de José Alonso y Trelles --

Sobre la cabeza del lomiyo
Que luce en oro de su dueño el nombre,
Como cansáo de asujetar las riendas
Se apoya el brazo convidando al trote.
Obedece el overo,
Que sabe ya que al comenzar la noche,
La inquietú de su dueño se adormece
Como en agua e laguna el camalote,
Y, pisando a gatitas la gramiya,
Va saliendo del monte
Pa rumbiar por la costa e la cañada
Buscando un rancho al que da sombra un molle.
Duebla el jinete el poncho sobre el hombro,
Y pa que al viento su melena flote
Echa a la nuca el gacho y pára el oído,
Y se agacha pa ver el horizonte...
No se mueve ni un pasto; en la yanura
Ni el tero ni el chajá sienten el trote
Del overo que sabe, como su amo,
Que hay que juir de la luz y de los hombres...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
En la puerta del rancho
A que da sombra un molle,
Una china hechicera espera a un gáucho,
Y un poema de amor canta la noche.



José Martí

pomona

-- de José Martí --

Pomona
¡oh ritmo de la carne, oh melodía,
oh licor vigorante, oh filtro dulce
de la hechicera forma! ¡no hay milagro
en el cuento de lázaro, si cristo
llevó a su tumba una mujer hermosa!
¿qué soyquién es, sinomemnón en donde
toda la luz del universo canta,
y cauce humilde en el que van revueltas,
las eternas corrientes de la vida?
iba, como arroyuelo que cansado
de regar plantas ásperas fenece,
y, de amor por el noble sol, transido,
a su fuego con gozo se evapora:
iba,cual jarra que el licor ligero
hinche, sacude, en el fermento rompe.
Y en silenciosos hilos abandona:
iba,cual gladiador que sin combate
del incólume escudo ampara el rostro
y el cuerpo rinde en la ignorada arena.
... ¡Y súbito,las fuerzas juveniles
de un nuevo mar, el pecho rebosante
hinchan y embargan,el cansado brío
arde otra vez,y puebla el aire sano
música suave y blando olor de mieles!
porque a mis ojos los brazos olorosos
en armónico gesto alzó pomona.



Ramón López Velarde

En un jardín

-- de Ramón López Velarde --

Al decir que las penas son fugaces
En tanto que la dicha persevera,
Tu cara es sugestiva y hechicera
Y juegan a los novios los rapaces.

Al escuchar la apología que haces
Del mejor de los mundos, se creyera
Que lees a Abelardo... En voz parlera
Dialogas con los pájaros locuaces.

De pronto, sin que tu me lo adivines,
Cual por un sortilegio se contrista
Mi alma con la visión de los jardines,

Mientras oigo sonar plácidamente
Los trinos de tu plática optimista
Y el irisado chorro de la fuente.



Ramón López Velarde

La estrofa que danza

-- de Ramón López Velarde --

Ya brotas de la escena cual guarismo
tornasol, y desfloras el mutismo
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
las multánimes giros de una sola quimera.

Ya tus ojos entraron al combate
como dos uvas de un goloso uvate;
bajo tus castañuelas se rinden los destinos
y se cuelgan de ti los sueños masculinos,
cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.
Ya te adula la orquesta con servil
dejo libidinoso de reptil,
y danzando lacónica, tu reojo me plagia;
y pisas mi entusiasmo con una cruel magia
como estrofa danzante que pisa una hemorragia.

Ya vuelas como un rito por los planos
limítrofes de todos los arcanos;
las almas que tu arrullo va limpiando de escoria
quisieran renunciar su futuro y su historia,
por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.

Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:
tu rítmica y eurítmica cintura
nos roba a todos nuestra flama pura;
y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo
por la tangente dócil de un celaje profundo,
se llevan mis holgorios el azul pudibundo.



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Ariiba