Buscar Poemas con Hará


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Se han encontrado 50 poemas con la palabra hará

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José Agustín Goytisolo

el aire huele a humo

-- de José Agustín Goytisolo --

A gabriel celaya y a amparo gastón,
que tanto le quiso y le quiere todavía.
J.A.G.
¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?
¿qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?
¿qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?
¿qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?
¿qué hacer?¿qué hará? preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.

Poema el aire huele a humo de José Agustín Goytisolo con fondo de libro

Lupercio Leonardo de Argensola

Esos cabellos en tu frente enjertos

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Esos cabellos en tu frente enjertos
(por más que disimules y los rices)
en otros cuerpos dejan las raíces,
y por ventura en otros cuerpos muertos.

¿Por qué pueblas, o Gala, los desiertos
de la Libia? ¿Por qué con tus barnices
ofendes nuestros ojos y narices,
cual si viesen sepulcros descubiertos?

Que aunque vuelvas a ser la que solías,
no puedes competir con Galatea;
oye, verás si la ventaja es poca:

en ti son años los que en ella días;
está en duda si el tiempo la hará fea,
y está en verdad que nunca la hará loca.

Poema Esos cabellos en tu frente enjertos de Lupercio Leonardo de Argensola con fondo de libro

Manuel del Cabral

palabra

-- de Manuel del Cabral --

Palabra, ¿qué tu más quieres?
¿qué más?

vengo a buscar tu silencio,
el que a fuerza de esperar
se endurece... Se hace estatua...
Para hablar.

Ya ves, palabra, ya ves,
herida, tú, sin edad...

¿Qué hará contigo el soldado?

¿qué harán los grillos? ¿qué hará
en la punta de la espada
la eternidad?

Poema palabra de Manuel del Cabral con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

A Carmela

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Vengan hijos de ti, cuya ternura
se hará apacible del vivir la senda,
si luce en cada uno alguna prenda
de tantas como adornan tu hermosura!

Imiten los varones la bravura
con que al potro andaluz sueltas la rienda;
y enamore en las hembras y suspenda
tu dulce trato, tu virtud segura.

Mire el mundo sin fin reproducidas
tu faz hermosa, tus contornos bellos,
alma sencilla y corazón valiente:

y en tus nietos tus gracias esparcidas,
la edad futura te amará por ellos,
como por ti te adora la presente.



Alfonsina Storni

Paz

-- de Alfonsina Storni --

Vamos hacia los árboles... El sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve.

Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.



Lope de Vega

perderá de los cielos la belleza

-- de Lope de Vega --

Perderá de los cielos la belleza
el ordinario curso, eterno y fuerte;
la confusión, que todo lo pervierte,
dará a las cosas la primer rudeza.
Juntaránse el descanso y la pobreza;
será el alma inmortal sujeta a muerte;
hará los rostros todos de una suerte
la hermosa en varïar, naturaleza.
Los humores del hombre, reducidos
a un mismo fin, se abrazarán concordes;
dará la noche luz y el oro enojos.
Y quedarán en paz eterna unidos
los elementos, hasta aquí discordes,
antes que deje de adorar tus ojos.



Lope de Vega

Si de la sombra de tu cuerpo santo

-- de Lope de Vega --

Si de la sombra de tu cuerpo santo
puesto en la cruz un bárbaro homicida
recibe luz para pedirte vida,
y vida eterna por tan breve llanto;
si la divina fimbria de tu manto
salud concede a quien la tiene asida,
más es tenerte en celestial comida.
¡Dichosa el alma que merece tanto!
No sombra de tu cuerpo, o fimbria tuya,
sino tu cuerpo mismo, ¿cuál efeto
hará en el alma que a tu mesa llega?
¡Qué reino pedirá? ¿Qué salud suya,
que tú la niegues, si con dulce efeto
tan cerca te ama, abraza, goza y ruega?



Góngora

Si Amor entre las plumas de su nido

-- de Góngora --

Si Amor entre las plumas de su nido
prendió mi libertad, ¿qué hará ahora,
que en tus ojos, dulcísima señora,
armado vuela, ya que no vestido?

Entre las vïoletas fui herido
del áspid que hoy entre los lilios mora;
igual fuerza tenías siendo aurora,
que ya como sol tienes bien nacido.

Saludaré tu luz con voz doliente,
cual tierno ruiseñor en prisión dura
despide quejas, pero dulcemente.

Diré como de rayos vi tu frente
coronada, y que hace tu hermosura
cantar las aves, y llorar la gente.



Luis Rosales

la última luz

-- de Luis Rosales --

La última luz
eres de cielo hacia la tarde, tienes
ya dorada la luz en las pupilas,
como un poco de nieve atardeciendo
que sabe que atardece.
Y yo querría
cegar del corazón, cegar de verte
cayendo hacia ti misma
como la tarde cae, como la noche
ciega la luz del bosque en que camina
de copa en copa cada vez más alta,
hasta la rama isleña, sonreída
por el último sol,
¡y sé que avanzas
porque avanza la noche! y que iluminas
tres hojas solas en el bosque,
y pienso
que la sombra te hará clara y distinta,
que todo el sol del mundo en ti descansa,
en ti, la retrasada, la encendida
rama del corazón en la que aún tiembla
la luz sin sol donde se cumple el día.



Manuel de Zequeira

Los pesares de la ausencia

-- de Manuel de Zequeira --

De dos tiernas amantes tortolillas,
cautivé con mis brazos una de ellas,
y la otra repitiendo sus querellas,
batió en mi seguimiento sus alillas;

cansada se volvió a las florecillas
donde antes disfrutaron horas bellas,
y acusando en su canto a las estrellas
no picaba la flor, ni las semillas.

Apiadado de verla en tal tristura
llevando su dolor de rama en rama,
a la otra desaté la ligadura:

Con que si de esta suerte, Nise, exclama
la tortolilla a quien ausencia apura,
¿qué hará sin verte el racional que te ama?



Manuel del Cabral

negro siempre

-- de Manuel del Cabral --

Negro quieto,
barro dócil,
tú que siempre
eres el grano que no siembran nunca.

¡Qué hará contigo el hombre,
tú que tienes
la herida abierta como un surco con útiles
humilladas semillas de silencios?

tu mano está en el aire,
tan desnuda,
tan simple
como tu risa que no tiene filo,
o como tu mirada,
tan sencilla,
tan lavada, que siempre con tus ojos
puede limpiarse el hombre.



Jaime Torres Bodet

amor

-- de Jaime Torres Bodet --

Para escapar de ti
no bastan ya peldaños,
túneles, aviones,
teléfonos o barcos.
Todo lo que se va
con el hombre que escapa:
el silencio, la voz,
los trenes y los años,
no sirve para huir
de este recinto exacto
sin horas ni reloj,
sin ventanas ni cuadros
que a todas partes va
conmigo cuando viajo.
Para escapar de ti
necesito un cansancio
nacido de ti misma:
una duda, un rencor,
la vergüenza de un llanto;
el miedo que me dio
por ejemplo poner
sobre tu frágil nombre
la forma impropia y dura
y brusca de mis labios...
El odio que sentí
nacer al mismo tiempo
en ti que nuestro amor,
me hará salir de tu alma
más pronto que la luz,
más deprisa que el sueño,
con mayor precisión
que el ascensor más raudo:
el odio que el amor
esconde entre las manos.



Jorge Isaacs

Canción del boga

-- de Jorge Isaacs --

Se no junde ya la luna;
Remá, remá.
¿Qué hará mi negra tan sola?
Llorá, llorá.
Me coge tu noche escura,
San Juan, San Juan.
Escura como mi negra,
Ni má, ni má.
La lú de su s´ojo mío
Der má, der má.
Lo relámpago parecen,
Bogá, bogá.



Jorge Luis Borges

infierno, v, 129

-- de Jorge Luis Borges --

Dejan caer el libro, porque ya saben
que son las personas del libro.
(Lo serán de otro, el máximo,
pero eso qué puede importarles.)
Ahora son paolo y francesca,
no dos amigos que comparten
el sabor de una fábula.
Se miran con incrédula maravilla.
Las manos no se tocan.
Han descubierto el único tesoro;
han encontrado al otro.
No traicionan a malatesta,
porque la traición requiere un tercero
y sólo existen ellos dos en el mundo.
Son paolo y francesca
y también la reina y su amante
y todos los amantes que han sido
desde aquel adán y su eva
en el pasto del paraíso.
Un libro, un sueño les revela
que son formas de un sueño que fue soñado
en tierras de bretaña.
Otro libro hará que los hombres,
sueños también, los sueñen.



Jorge Manrique

canción quien tanto veros desea

-- de Jorge Manrique --

I
quien tanto veros desea,
señora, sin conoceros,
¿qué hará después que os vea,
cuando no pudiere veros?
ii
gran temor tiene mi vida
de mirar vuestra presencia,
pues amor en vuestra ausencia
me hirió de tal herida;
aunque peligrosa sea,
deliro de conoceros,
y si muero porque os vea,
mi victoria será veros.



Emilio Bobadilla

Todo igual

-- de Emilio Bobadilla --

¡Qué vértigo en el aire, qué aflicción en las almas!
¡Qué huracán de vesania, qué fiebre, qué delirio!
Aspiran los valientes a batir áureas palmas,
las palmas clandestinas de anónimo martirio!

¿Saldrá más acendrada la moral de esta lucha?
¿Será mejor el hombre venidero? ¡Quién sabe!
No es animal aéreo ni terrestre la trucha;
y, voladora siempre, tendrá plumas el ave...

Habrá nuevas costumbres, el lujo, irá en aumento;
viviendas más higiénicas, más orden en la vida;
tal vez menos ideas y menos sentimiento

y acaso sólo sirva de adorno la palabra...
Pero esta lucha épica, feroz y fratricida,
no hará de un cardo un cedro, ni un toro de una cabra.



Enrique Lihn

gallo I

-- de Enrique Lihn --

Este gallo que viene de tan lejos en su canto,
iluminado por el primero de los rayos del sol;
este rey que se plasma en mi ventana con su corona viva, odiosamente,
no pregunta ni responde, grita en la sala del banquete
como si no existieran sus invitados, las gárgolas
y estuviera más solo que su grito.
Grita de piedra, de antigüedad, de nada,
lucha contra mi sueño pero ignora que lucha;
sus esposas no cuentan para él ni el maíz que en la tardelo hará besar el polvo.
Se limita a aullar como un hereje en la hoguera de sus plumas.
Y es el cuerno gigante
que sopla la negrura al caer al infierno.



Pedro Salinas

luz de la noche

-- de Pedro Salinas --

Estoy pensando, es de noche,
en el día que hará allí
donde esta noche es de día.
En las sombrillas alegres,
abiertas todas las flores,
contra ese sol, que es la luna
tenue que me alumbra a mí.
Aunque todo está tan quieto,
tan en silencio en lo oscuro,
aquí alrededor,
veo a las gentes veloces
prisa, trajes claros, risa
consumiendo sin parar,
a pleno goce, esa luz
de ellos, la que va a ser mía
en cuanto alguien diga allí
«ya es de noche».
La noche donde yo estoy
ahora,
donde tú estás junto a mí
tan dormida y tan sin sol
en esa
noche y luna del dormir,
que pienso en el otro lado
de tu sueño, donde hay luz
que yo no veo.
Donde es de día y paseas
te sonríes al dormir
con esa sonrisa abierta,
tan alegre, tan de flores,
que la noche y yo sentimos
que no puede ser de aquí.



José Ángel Buesa

oasis

-- de José Ángel Buesa --

Así como un verdor en el desierto,
con sombra de palmeras y agua caritativa,
quizás será tu amor lo que me sobreviva,
viviendo en un poema después que yo haya muerto.
En ese canto, cada vez más mío,
voces indiferentes repetirán mi pena,
y tú has de ser entonces como un rastro en la arena,
casi como una nube que pasa sobre un río...
Tú serás para todos una desconocida,
tú, que nunca sabrás cómo he sabido amarte;
y alguien, tal vez, te buscará en mi arte,
y, al no hallarte en mi arte, te buscará en mi vida.
Pero tú no estarás en las mujeres
que alegraron un día mi tristeza de hombre:
como oculté mi amor sabré ocultar tu nombre,
y, al decir que te amo, nunca diré quién eres.
Y dirán que era falsa mi pasión verdadera,
que fue sólo un ensueño la mujer que amé tanto;
o dirán que era otra la que canté en mi canto,
otra, que nunca amé ni conocí siquiera.
Y así será mi gloria lo que fue mi castigo,
porque, como un verdor en el desierto,
tu amor me hará vivir después que yo haya muerto,
pero cuando yo muera, ¡tú morirás conmigo!



José Ángel Buesa

canción de la lluvia

-- de José Ángel Buesa --

Acaso está lloviendo también en tu ventana;
acaso esté lloviendo calladamente, así.
Y mientras anochece de pronto la mañana,
yo sé que, aunque no quieras, vas a pensar en mí.
Y tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo,
sintiendo que despierta tu ternura de ayer.
Y, si estabas cosiendo, se hará un nudo en el hilo,
y aún lloverá en tus ojos, al dejar de llover.



Juan Bautista Arriaza

A Olimpia cantando

-- de Juan Bautista Arriaza --

Guarda, Olimpia, esa boca seductora,
que dulcemente canta y dulce ríe,
para aquel orgulloso que se engríe
de que ninguna gracia le enamora.

El ejemplo de un alma que te adora,
por mas que de tus ojos se desvíe,
hará que el más soberbio desconfíe
de no rendirse a la fatal cantora.

Yo el suave olor que de tus labios parte,
y aun el tacto evité de tus vestidos,
y los ojos cerré por no mirarte;

pero al sonar tu voz en mis oídos,
Olimpia, vi que para no adorarte,
es menester quedarse sin sentidos.



Juan de Arguijo

Casandra

-- de Juan de Arguijo --

Cuando en horror medroso y ciego espanto
Por los teucros discurre Alecto airada,
Y el impío acero de la griega espada
Hace crecer con frigia sangre el Janto,

Entre los gritos y confuso llanto
De la mísera gente descuidada
Alza la voz Casandra, arrebatada
De profético aliento y furor santo.

«En tus cenizas, dice, ¡oh patria cara!
Se guarda el fuego cuya llama ardiente
Hará costosa á Grecia esta vitoria.

»Otra renacerá de tí mas clara
Troya, por quien tu nombre eternamente
Vuelva á vivir en mas dichosa historia.»



Garcilaso de la Vega

SONETO I

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Garcilaso de la Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Garcilaso de la Vega)

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Gaspar María de Nava Álvarez

Retrato de la tristeza del doctor Young

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Sobre la negra tumba recostado
está el anciano Young. Contempla atento
bajo la losa todo su contento,
porque nada la Muerte le ha dejado.

Con lágrimas su rostro está bañado,
y temblando su cuerpo macilento.
Sólo consta de un ¡ay! su triste acento,
que resuena en el techo embovedado.

Supremo Ser, exclama que, subido
sobre el cerco de estrellas prodigioso,
ves con tedio al que gusta de esta vida,

¿cuándo será mi espíritu impelido
de tu potente diestra y con reposo
hará junto a tu trono su manida?



Gutierre de Cetina

al conde de feria

-- de Gutierre de Cetina --

Mientra el franco furor fiero se muestra
en uno con el bárbaro tremiendo,
mientra el consorcio protestante, horrendo,
turbar piensa la fe y la patria nuestra,
marte os arma, señor, la mano diestra,
a la cual la victoria está atendiendo,
a aquel vestigio de valor siguiendo
que a la inmortalidad virtud adiestra.
Ya me paresce ver de vuestra gloria
el alto resplandor ilustrar tanto
que al paterno poder hará la vista.
Sólo tengo temor que tanta historia
puesta no quedará en eterno canto
si vos de vos no sois el coronista.



Hernando de Acuña

Contra la ciega y general dolencia

-- de Hernando de Acuña --

Contra la ciega y general dolencia
de la triste ignorancia miserable,
que de común se ha hecho comportable,
siendo tan insufrible pestilencia,

quiero que valga en esto mi sentencia:
que vuestro dulce estilo tan loable
os hará en Helicona memorable
sin contraste ninguno o diferencia;

ya vuestro claro ingenio nos lo muestra,
y ya el fruto gentil que de él procede
a la cumbre del monte os encamina,

do subís sin errar por la vía diestra
camino que a tan pocos se concede,
que ya por vuestro mal no se camina.



Hernando de Acuña

De oliva y verde yedra coronado

-- de Hernando de Acuña --

De oliva y verde yedra coronado,
cuando el rayo de sol es más caliente,
vueltos los ojos a una clara fuente,
y al pie de un alto pino recostado,

sin acuerdo de sí ni del ganado,
que de pacer dejaba al son que siente,
así soltó la voz suavemente
de amores un pastor apasionado:

«Las ondas cesarán del mar profundo,
por latas cumbres subirán los ríos,
sin hoja verde nos vendrá el verano

y oscuro hará el sol antes el mundo
que, aunque refuerce Amor los males míos,
a Silvia deje de adorar Silvano».



Hernando de Acuña

En qué puedo esperar contentamiento

-- de Hernando de Acuña --

¿En qué puedo esperar contentamiento,
si tras todo mi mal, señora mía,
consiente mi fortuna que a porfía
me venga ahora a dañar cada elemento?

Mis esperanzas se las lleva el viento,
el fuego crece donde arder solía,
llevóme el agua cuanto bien tenía
y la tierra me hará el apartamiento.

Vos juntaréis con esto el olvidarme,
pues quedar no merezco asegurado
del continuo temor de vuestro olvido;

y no me quejaré por no aliviarme,
que no es justo que quede en otro estado
el que vivo quedó y os ha perdido.



Hernando de Acuña

La grave enfermedad que en Silvia vía

-- de Hernando de Acuña --

La grave enfermedad que en Silvia vía
lloraba triste su pastor Silvano,
cuando, mirando en la siniestra mano,
le vio un agudo hierro que tenía,

así diciendo: «De la furia mía
guárdese todo corazón humano».
¿Y qué hará con alegre gesto y sano
la que doliente y tal esto hacía?

Mostró que, pues peligro descubierto
tan claro desengaña al que le viere,
huyan todos la muerte conocida,

porque el daño mayor está encubierto,
que el triste que a quererla se atreviere
harto más aventura que la vida.



Teófilo V. Méndez Ramos

Mira tu alma

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

No te tortures; mira
el mundo insospechado que posees
dentro del alma. Peregrino, admira
lo que llevas en ti, y no desees

Los bienes transitorios. Cada instante
que pasan te hará ver todo el tesoro
encerrado en tu espíritu... E ignorante
apagas sed de dicha con el oro.

¿Crucificaron tu alma?, la sonrisa
pronta fluya a tus labios; La tortura
es fuego sacrosanto; ¿Ya? ¡Divisa,
como tu alma al dolor se transfigura!.



Medardo Ángel Silva

Actitud

-- de Medardo Ángel Silva --

Dedicado a N.A.G.

Loco rebelde a las duchas y a las camisas
de fuerza que se llaman teorías y problemas,
mi espíritu oye vagas palabras indecisas
y, con esas palabras, suele hacer sus poemas.

Mi corazón no es cuerdo (claro, si es de poeta),
quintaesencia el dolor en un verso exquisito;
como el clown de Banville, él hará una pirueta
y, de un salto mortal, volará al infinito.

Devana, ¡oh, Tiempo! —buen hilandero —tu rueca;
yo tengo para todo bien o mal mi sonrisa
—una sonrisa triste como una rosa seca—,

e inquieto, siempre inquieto, buscándome en mí mismo,
como la nube a la voluntad de la brisa,
¡mi pensamiento va de un abismo a otro abismo!



Miguel Hernández

1

-- de Miguel Hernández --

1
un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
Ala de metal crispado,
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.
Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.
Sigue pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.



Guarda mundo tu flaca fortaleza

-- de Juan Díaz Rengifo --

Guarda mundo tu flaca fortaleza,
fortaleza de carne no la quiero,
quiero servir a Aquel, en quien, si espero,
espero hará de roble mi flaqueza.

Flaqueza en la virtud es gran vileza,
vileza no consiente un caballero,
caballero en la sangre, no en dinero,
dinero, que oscurece la nobleza,

nobleza verdadera en Dios se halla,
hállala el que, a sí mismo despreciando,
preciando solo a Dios, en él se honra.

Honra Dios a los suyos, cuando calla,
calla porque en silencio está ayudando,
dando paciencia y honra en la deshonra.



Juan Nicasio Gallego

Al Sr. Obispo de Zamora en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Hoy que sus rayos el mayor planeta
mustios y oblicuos a la tierra envía
y envuelto en tinieblas y en escarcha fría
del trópico tocó la helada meta;

para dar vado a la emoción secreta
que el alma siente en vuestro fausto día,
sin invocar a Euterpe ni a Talía,
sola mi gratitud me hará poeta.

Gozadle un siglo, y por el santo celo
de tal pastor, que honrara el Vaticano,
de las sagradas ínfulas modelo,

hoy para bien del pueblo zamorano
más bendiciones os conceda el cielo
que tiene repartidas vuestra mano.



Juana de Ibarbourou

la higuera

-- de Juana de Ibarbourou --

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten...

Por eso,
cada verz que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
-es la higuera el más bello
de los árboles en el huerto.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

y tal vez a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo, le cuente:
-hoy a mi me dijeron hermosa.



Julio Zaldumbide Gangotena

Al dolor (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Hiere, hiere, ¡oh Dolor! He, aquí desnudo
mi inerme pecho: el protector escudo
que en otro tiempo rechazó tus dardos,
roto en pedazos estalló a tus golpes,
y contra ti ya nada me defiende.
¡A ti me entrego en mi fatal despecho!
Hiere, pues, rompe, hiende,
destroza sin piedad mi inerme pecho.
Pero sabe, oh Dolor, que, aunque rendido,
a ti me doy perdida la esperanza;
no me verás doblar la erguida frente
y el rudo bote de tu ardiente lanza
del corazón herido
no arrancará ni queja ni gemido
ni de su llanto hará correr la fuente.
Y acaso el solo ruego
que escuchen de mis labios tus oídos,
será que de tu brazo formidable
en mí descargues tan tremendo y fuerte
que con sólo ese golpe me des muerte,
dando fin a esta vida miserable.



Federico García Lorca

Nana de Sevilla

-- de Federico García Lorca --

Este galapaguito
no tiene mare;
lo parió una gitana,
lo echó a la calle.
No tiene mare, sí;
no tiene mare, no:
no tiene mare,
lo echó a la calle.

Este niño chiquito
no tiene cuna;
su padre es carpintero
y le hará una.



Fernando de Herrera

A do tienes la luz, Héspero mío

-- de Fernando de Herrera --

¿A do tienes la luz, Héspero mío,
la luz, gloria y honor del Occidente?
¿Estás puesto en el cielo reluciente
en importuno tiempo y seco estío?

Lleva tu resplandor al sacro río,
que tu belleza espera alegremente,
y el céfiro te sea otro oriente,
hecho lucero, y no Héspero tardío.

Merezca Betis fértil tanta gloria,
que solo él de estas luces ilustrado,
a tierra y cielo lleve la victoria:

Que tu belleza y resplandor sagrado
hará perpetuo, de inmortal memoria,
mientras corriere al mar arrebatado.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 73

-- de Francisco de Quevedo --

Hoy, por el mar bermejo del pecado,
que en los vados cerúleos espumosos
sepultó sin piedad los poderosos
ejércitos del príncipe obstinado,
pasa, virgen, exento y respetado
vuestro ser de los golfos procelosos:
así por los decretos misteriosos
en vuestra concepción fue decretado.
Quien puede y quiere, con razón colijo,
hará cuanto a su mano se concede,
y más que hizo el sol con lo que dijo.
Y pues naciendo en vos, de vos procede,
¿quién dirá que no quiere, siendo hijo?
¿quién negará que, siendo dios, no puede?



Francisco de Quevedo

parnaso español 2

-- de Francisco de Quevedo --

Más de bronce será que tu figura
quien la mira en el bronce, si no llora,
cuando ya el sentimiento, que te adora,
hará blando al metal la forma dura.
Quiere de tu caballo la herradura
pisar líquidas sendas, que la aurora
a su paso perfuma, donde flora
ostenta varia y fértil hermosura.
Dura vida con mano lisonjera
te dio en florencia artífice ingenioso,
y reinas en las almas y en la esfera.
El bronce, que te imita, es virtuoso.
¡Oh cuánta de los hados gloria fuera,
si en años le imitaras numeroso!



Francisco Sosa Escalante

A Laura

-- de Francisco Sosa Escalante --

Avaro, Laura, soy de tu ventura,
Y al mirar tu belleza soberana
Me atribula pensar que ciega ó vana
Pudieras descender de tánta altura.

Goces, riquezas, cuanto dicha augura,
Te habrá de prometer la cortesana
Juventud que te sigue y que se afana
Por ver marchita tu inocencia pura.

Ay si la escuchas! sus brillantes flores
Aspid ocultan de fatal veneno
Que hará que triste y desolada llores.

Si abres incauta al seductor tu seno,
Tras el sueño falaz de los amores
Su negra infamia te hundirá en el cieno.



Baltasar del Alcázar

Cercada está mi alma de contrarios

-- de Baltasar del Alcázar --

Cercada está mi alma de contrarios;
la fuerza, flaca; el castellano, loco;
el presidio, infïel, bisoño y poco,
ningunos los pertrechos necesarios.

Los socorros que espero, voluntarios,
porque ni los merezco ni provoco;
tan desvalido, que aun a Dios no invoco
porque mis consejeros andan varios.

Los combates, continuos, y la ofensa;
los enemigos, de ánimo indomable;
rota por todas partes la muralla.

Nadie quiere acudir a la defensa...
¿Qué hará el castellano miserable
que en tanto estrecho y confusión se halla?



Baltasar del Alcázar

Preso de amores

-- de Baltasar del Alcázar --

Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.

Esta Inés (amantes) es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.

Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.

Fue de Inés la primer palma,
pero ya júzgase mal
entre todos ellos cuál
tiene más parte en mi alma.

En gusto, medida y peso
no le hallo distinción,
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.

Alega Inés su beldad,
el jamón que es de Aracena,
el queso y berenjena
la española antigüedad.

Y está tan fiel en el peso
que juzgado sin pasión
todo es uno, Inés, jamón,
y berenjenas con queso.

A lo menos este trato
de estos mis nuevos amores,
hará que Inés sus favores,
me los venda más barato.

Pues tendrá por contrapeso
si no hiciere razón,
una lonja de jamón
y berenjenas con queso.



Carlos Pellicer

recinto VIII

-- de Carlos Pellicer --

xii
en el silencio de la casa, tú,
y en mi voz la presencia de tu nombre
besado entre la nube de la ausencia
manzana aérea de las soledades.
Todo a puertas cerradas, la quietud
de esperarte es vanguardia de heroísmo,
vigilando el ejército de abrazos
y el gran plan de la dicha.
Ya no sé caminar sino hacia ti,
por el camino suave de mirarte
poner los labios junto a mis preguntas
sencilla, eterna flor de preguntarte
y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego
rechazar, luminoso, las penumbras...!
Manzana aérea de las soledades,
bocado silencioso de la ausencia,
palabra en viaje, ropa del invierno
que hará la desnudez de las praderas.
Tú en el silencio de la casa. Yo
en tus labios de ausencia, aquí tan cerca
que entre los dos la ronda de palabras
se funde en la mejor que da el poema.



Clemente Althaus

A Colón (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Sigue, sigue, atrevido navegante,
por los mares remotos de occidente:
ni la onda insana, ni la ciega gente
rinda tu fe, ni tu valor espante:

que, si aún no existe la región gigante
que tu adivino corazón presiente,
por ti solo el favor omnipotente
hará que de las ondas se levante.

Y se presenta al fin; mírala: es ella,
madre del porvenir, Edén segundo,
reina del mar y de la tierra estrella;

la que aislaba el océano profundo,
para que virgen se guardara y bella,
y joven fuera en la vejez del mundo.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Roque Dalton García

estudio con algo de tedio

-- de Roque Dalton García --

Clov: llora
hamm: luego vive.
(Diálogo de fin de partida de beckett).
Tengo quince años y lloro por las noches.
Yo sé que ello no es en manera alguna peculiar
y que antes bien hay otras cosas en el mundo
más apropiadas para decíroslas cantando.
Sin embargo hoy he bebido vino por primera vez
y me he quedado desnudo en mis habitaciones para sorber la tarde
hecha minúsculos pedazos
por el reloj.
Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear.No hay nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.
Está uno y su cara. Uno y su cara
de santón farsante.
Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,
el gesto que escondemos todo el día,
el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos
el día en que lo sepan todo las buenas gentes
y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros.
Tengo quince años de cansarme
y lloro por las noches para fingir que vivo.
En ocasiones, cansado de las lágrimas,
hasta sueño que vivo.
Puede ser que vosotros no entendáis lo queson estas cosas.
Os habla, más que yo, mi primer vino mientras la piel que
sufro bebe sombra



Rubén Bonifaz Nuño

yo seguiré cantando, tú habrás muerto...

-- de Rubén Bonifaz Nuño --

Yo seguiré cantando. Tú habrás muerto.
Habré yo muerto y seguiré cantando.
Ha de sonar mi voz de vida, cuando
la muerte en celo me haya descubierto.

Como surgidas del sepulcro abierto,
mis palabras; en ellas, abrasando,
irá este amor, hoy pasajero y blando;
entonces ya, definitivo y cierto.

Y nosotros, ya entonces, ni siquiera
huesos ni polvo ni recuerdo, juntos
estaremos. Es triste nuestra vida.

Sólo mi voz hará la primavera
que quisimos; los cálices difuntos
que arderán con tu nombre y su medida.



Rubén Darío

Ama tu ritmo

-- de Rubén Darío --

Ama tu ritmo y ritma tus acciones

bajo tu ley, así como tus versos;

eres un universo de universos

y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones

hará brotar en ti mundos diversos,

y al resonar tus números dispersos

pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina

del pájaro, del aire y la nocturna

irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna

y engarza perla y perla cristalina

en donde la verdad vuelca su urna.



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