Buscar Poemas con Hambrientos


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra hambrientos

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Amado Nervo

el hielo

-- de Amado Nervo --

Para cubrir los peces del fondo, que agonizan
de frío, mis piadosas ondas se cristalizan,
y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil
es variar, enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil.
¡Ah! tú no sabes como padezco nostalgia
de sol bajo esa sábana siempre fría.
Tú no sabes la angustia de la ola que inmola
sus ritmos ondulantes de mujer su sonrisa
al frío, y que se vuelve mujer de loth banquisa:
ser banquisa es ser como la estatua de la ola.
Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo,
y ansiosa de que todo en mi dios sea loado,
desprendo radiaciones al bloque de mi hielo,
y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.
Mis crestas en la noche del polo con fanales,
reflejo el rosa de las auroras boreales,
la luz convaleciente del sol, y con deleites
de seraphita, yergo mi cristalina roca
por donde trepan lentas las morsas y la foca,
seguidas de lapones hambrientos de su aceite...
¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo?
y yo recé: ¡loemos a dios, hermano hielo!

Poema el hielo de Amado Nervo con fondo de libro

Emilio Bobadilla

Flandes

-- de Emilio Bobadilla --

Llanuras jugosas, verdes, maternales;
cortadas en línea recta por canales;
tranquilas aldeas, tapias conventuales;
ruidosas kermeses, que eran bacanales:

besos, tamboriles, risas y cerveza...
Procesiones rústicas en que el pueblo reza;
fúlgidos hogares de insólita limpieza,
primitivos cuadros de sin par belleza...

Y ahora son eriales tus campos fecundos,
sembrados de muertos y de moribundos,
o de hambrientos seres, locos o errabundos...

Ahora todo es lágrimas, ruinas numantinas,
en que ya no vienen ni las golondrinas,
que anidar no quieren entre tantas ruinas.

Poema Flandes de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Octavio Paz

iv. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Iv
un cuerpo, un cuerpo solo, sólo un cuerpo,
un cuerpo como día derramado
y noche devorada;
la luz de unos cabellos
que no apaciguan nunca
la sombra de mi tacto;
una garganta, un vientre que amanece
como el mar que se enciende
cuando toca la frente de la aurora;
unos tobillos, puentes del verano;
unos muslos nocturnos que se hunden
en la música verde de la tarde;
un pecho que se alza
y arrasa las espumas;
un cuello, sólo un cuello,
unas manos tan sólo,
unas palabras lentas que descienden
como arena caída en otra arena
esto que se me escapa,
agua y delicia obscura,
mar naciendo o muriendo;
estos labios y dientes,
estos ojos hambrientos,
me desnudan de mí
y su furiosa gracia me levanta
hasta los quietos cielos
donde vibra el instante:
la cima de los besos,
la plenitud del mundo y de sus formas.

Poema iv. bajo tu clara sombra de Octavio Paz con fondo de libro

José Ángel Buesa

ah, si, ya abrí mi casa

-- de José Ángel Buesa --

Ah, sí, ya abrí mi casa
para todo el que llega, para todo el que pasa.
Sobran salud y pan, y, sin embargo,
hay algo en esta miel con sabor amargo.
Y desdeño mis bienes,
estos bienes ganados con sangre y con lamentos,
y envidio el hombre sucio que despide los trenes
viendo crecer sus hijos alegremente hambrientos.



Mario Benedetti

la vida ese paréntesis

-- de Mario Benedetti --

Cuando el no ser queda en suspenso
se abre la vida ese paréntesis
con un vagido universal de hambre
somos hambrientos desde el vamos
y lo seremos hasta el vámonos
después de mucho descubrir
y brevemente amar y acostumbrarnos
a la fallida eternidad
la vida se clausura en vida
la vida ese paréntesis
también se cierra incurre
en un vagido universal
el último
y entonces sólo entonces
el no ser sigue para siempre



Rosalía de Castro

Camino blanco, viejo camino

-- de Rosalía de Castro --

Camino blanco, viejo camino,
Desigual, pedregoso y estrecho,
Donde el eco apacible resuena
Del arroyo que pasa bullendo,
Y en donde detiene su vuelo inconstante,
O el paso ligero,
De la fruta que brota en las zarzas
Buscando el sabroso y agreste alimento,
El gorrión adusto,
Los niños hambrientos,
Las cabras monteses
Y el perro sin dueño...
Blanca senda, camino olvidado,
¡Bullicioso y alegre otro tiempo!
Del que solo y a pie de la vida
Va andando su larga jornada, más bello
Y agradable a los ojos pareces
Cuanto más solitario y más yermo.
Que al cruzar por la ruta espaciosa
Donde lucen sus trenes soberbios
Los dichosos del mundo, descalzo,



José Cadalso

unos pasan, amigo

-- de José Cadalso --

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro,
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo
que hay de venus a marte,
que hay de mercurio a venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de newton o descartes
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



José Cadalso

anacreóntica II

-- de José Cadalso --

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro,
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo
que hay de venus a marte,
que hay de mercurio a venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de newton o descartes
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.



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