Buscar Poemas con Hablar


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Se han encontrado 82 poemas con la palabra hablar

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César Vallejo

un hombre pasa con un pan al hombro

-- de César Vallejo --

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿voy a escribir, después, sobre mi doble?
otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila,mátalo
¿con qué valor hablar del psicoanálisis?
otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿hablar luego de sócrates al médico?
un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿voy, después, a leer a andré bretón?
otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿cabrá aludir jamás al yo profundo?
otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿cómo escribir, después del infinito?
un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿innovar, luego, el tropo, la metáfora?
un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿hablar, después, de cuarta dimensión?
un banquero falsea su balance
¿con qué cara llorar en el teatro?
un paria duerme con el pie a la espalda
¿hablar, después, a nadie de picasso?
alguien va en un entierro sollozando
¿cómo luego ingresar a la academia?
alguien limpia un fusil en su cocina
¿con qué valor hablar del más allá?
alguien pasa contando con sus dedos
¿cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

Poema un hombre pasa con un pan al hombro de César Vallejo con fondo de libro

Roberto Juarroz

hablar desde la ausencia

-- de Roberto Juarroz --

Hablar desde la ausencia,
desde las antípodas de esta inyección de sombra.
Hablar con la palabra suspendida,
con la amenaza de la palabra,
con su pasado más remoto.
Porque aquí y ahora la palabra no existe.
Tan sólo queda su identificación
en los archivos policiales
de la historia del hombre.
Su sonido es un coágulo en el tiempo.
Su escritura es un pálido diafragma
para las tácticas funestas
del corredor de la memoria.
Hablar desde la ausencia,
corrigiendo por anticipado en la palabra
ese defecto técnico
que la borra en el tiempo.

Poema hablar desde la ausencia de Roberto Juarroz con fondo de libro

Manuel del Palacio

Semblanzas: IV

-- de Manuel del Palacio --

Parece que sirvió en carabineros
Y aun le queda afición al contrabando;
Pues vive desde antiguo comerciando
En pieles una vez y otras en cueros.

Mártir algunos años de usureros
Armóse, sin saber cómo ni cuándo,
Viniendo á ser cacique de ese bando
Que gobierna el Nestor de los boleros.

Si de su amor la historia no conoces,
Maridos hallarás de buena pasta
Cuyo silencio lo publica á voces.

Y ni él te ocultará cómo las gasta,
Que hablar es el primero de sus goces,
Fuera de que al hablar.... Con verlo basta.

Poema Semblanzas: IV de Manuel del Palacio con fondo de libro

José Ángel Buesa

carta sin fecha

-- de José Ángel Buesa --

Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.
Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y dios.
Sólo sé que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizá mañana nos olvide a los dos.
Ya ves: ahora es de noche. Yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para quererla más;
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.
¡Qué importa lo que sueña! déjalaasí, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las ventanas en el atardecer.
Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.
Y pasarán los años favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por ella y para ti...



Juan de Tassis y Peralta

a josefa vaca, reprendiéndola su marido

-- de Juan de Tassis y Peralta --

«oiga, josefa, y mire que ya pisa
esta corte del rey, cordura tenga;
mire que el vulgo en murmurar se venga
y el tiempo siempre sin hablar avisa.
»Por nuestra santa y celestial divisa,
que de hablar con los príncipes se abstenga,
y aunque uno y otro duque a verla venga,
su marido no más, su honor, su misa».
Dijo morales y rezó su poco,
mas la josefa le responde airada:
«¡oh, lleve el diablo tanto guarda el coco!
»¡mal haya yo si fuese más honrada!»
pero como ella es simple y él es loco,
«miró al soslayo, fuese y no hubo nada».



Santiago Montobbio

hospital de inocentes

-- de Santiago Montobbio --

Hospital de inocentes
el papel en blanco jamás es sólo el papel en blanco:
hablar de eso es hablar fácil, mas no el decir y es cierto
que la página en la soledad más profunda consumida
es la vida sin versos o llena de los poemas que nadie,
de los que eres tú, ha de poder escribir nunca.
Porque puede quedarme un amor, una sombra y un olvido,
y más que eso ha de quedarme un modo
de hacerme daño, hasta el fin y en la noche
un modo de afilar la puntería
para arruinarme y perseguirme
a través de la agotadora y muy extraña cacería
en que soy arma, a la vez presa.



Vicente Espinel

Mil veces voy a hablar

-- de Vicente Espinel --

Mil veces voy á hablar
A mi zagala,
Pero mas quiero callar,
Por no esperar
Que me envie noramala

Voy á decirle mi daño,
Pero tengo por mejor
Tener dudoso el favor
Que no cierto el desengaño:
Y aunque me suele animar
Su gracia y gala,
El temor me hace callar,
Por no esperar, c.

Tengo por suerte mas buena
Mostrar mi lengua á ser muda,
Que estando la gloria en duda
No estará cierta la pena:
Y aunque con disimular
Se desiguala,
Tengo por mejor callar
Que no esperar
Que me envie noramala.



Vicente Huidobro

la vida es sueño

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
las princesas posan de rama en rama
como la sangre de los enanos
que cae igual que todas sobre las hojas
cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
son gemelas de voz dolorida
son la sangre de las princesas
y los ojos de rama en rama
que caen igual que los astros viejos
con las alas rotas como corbatas

la sangre cae de rama en rama
de ojo en ojo y de voz en voz
la sangre cae como corbatas
no puede huir saltando como los enanos
cuando las princesas pasan
hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
como los ojos de las olas
como las hojas de los ojos
como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
como la sangre
que quiere hablar.



Vicente Huidobro

La vida es sueño (Huidobro)

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
Las princesas posan de rama en rama
Como la sangre de los enanos
Que cae igual que todas sobre las hojas
Cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
Son gemelas de voz dolorida
Son la sangre de las princesas
Y los ojos de rama en rama
Que caen igual que los astros viejos
Con las alas rotas como corbatas

La sangre cae de rama en rama
De ojo en ojo y de voz en voz
La sangre cae como corbatas
No puede huir saltando como los enanos
Cuando las princesas pasan
Hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
Como los ojos de las olas
Como las hojas de los ojos
Como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
Como la sangre
Que quiere hablar.



Anónimo

Romance del duque de Arjona

-- de Anónimo --

En Arjona estaba el duque
y el buen rey en Gibraltar,
envióle un mensajero
que le viniese a hablar.
Malaventurado el duque
vino luego sin tardar;
jornada de quince días
en ocho la fuera a andar.
Hallaba las mesas puestas
y aparejado el yantar,
y desque hubieron comido,
vanse a un jardín a holgar.
Andándose paseando,
el rey comenzó a hablar:
-De vos, el duque de Arjona,
grandes querellas me dan:
que forzades las mujeres
casadas y por casar,
que les bebíaides el vino
y les comíades el pan,
que les tomáis la cebada,
sin se la querer pagar.
-Quien os lo dijo, buen rey,
no os dijera la verdad.
-Llamaisme a mi camarero
de mi cámara real,
que me trajese unas cartas
que en mi barjuleta están.
Védeslas aquí, el duque,
no me lo podéis negar.
Preso, preso, caballeros,
preso de aquí lo llevad:
entregadlo al de Mendoza,
ese mi alcalde el leal.



Nicolás Fernández de Moratín

epigrama. saber sin estudiar

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Epigrama
saber sin estudiar
admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en francia
supiesen hablar francés.
«Arte diabólica es»,
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho
un fidalgo en portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho».



Nicolás Fernández de Moratín

Saber sin estudiar

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.

«Arte diabólica es»
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho,
un fidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho.»



José Hierro

con las piedras, con el viento con las piedras, con el viento... (1950)

-- de José Hierro --

Mi reino vivirá mientras
estén verdes mis recuerdos.
Cómo se pueden venir
nuestras murallas al suelo.
Cómo se puede no hablar
de todo aquello.
El viento no escucha. No
escuchan las piedras, pero
hay que hablar, comunicar,
con las piedras, con el viento.
Hay que no sentirse solo.
Compañía presta el eco.
El atormentado grita
su amargura en el desierto.
Hay que desendemoniarse,
liberarse de su peso.
Quien no responde, parece
que nos entiende,
como las piedras o el viento.
Se exprime así el alma. Así
se libra de su veneno.
Descansa, comunicando
con las piedras, con el viento.



Blanca Andreu

extraño no decirlo y hablar hidras pensadas

-- de Blanca Andreu --

Extraño no decirlo y hablar hidras pensadas
o hacer poesía y cálculo,
extraño no contarte que el cianuro cifran viene sobre las diez,
o viene rilke el poeta
a contarme que sí, que de veras tú pasas a mi sangre
pero de qué nos sirve.
Veneno y sombra extraña, extraño no decirlo, de metales muy fríos
y faltos de latido:
amor, es eso, yo bebo violas rotas,
pienso cosas quebradas,
en verdad yo me bebo la infancia del coñac,
bebo las locas ramas virginales,
bebo mis venas que se adormecen para querer morir,
bebo lo que me resta cuando dejo mi cuello
bajo la luna de guillotina,
bebo la sábana de los sacrificios y bebo el amor que salpica sueño
pero de qué nos sirve.



Roberto Juarroz

un día para ir hasta dios

-- de Roberto Juarroz --

Un día para ir hasta dios
o hasta donde debería estar,
a la vuelta de todas las cosas.
Un día para volver desde dios
o desde donde debería estar,
en la forma de todas las cosas.
Un día para ser dios
o lo que debería ser dios,
en el centro de todas las cosas.
Un día para hablar como dios
o como dios debería hablar,
con la palabra de todas las cosas.
Un día para morir como dios
o como dios debería morir,
con la muerte de todas las cosas.
Un día para no existir como dios
con la crujiente inexistencia de dios,
junto al silencio de todas las cosas.



Lope de Vega

señoras musas, pues que siempre mienten

-- de Lope de Vega --

Señoras musas, pues que siempre mienten
señoras musas, pues que siempre mienten,
aunque de menosine hermosas hijas,
sepan que se han quebrado las clavijas:
ya no hay que euterpizar, chanzas inventen.
De las horas perdidas se lamenten,
que al sol de la opinión miraron fijas;
desgreñen del cabello las sortijas,
y de moños donados se contenten.
Miren que llevo errada la derrota,
por ser a la grandeza lisonjeras,
pues donde espero siete me dan sota.
Dejemos metafísicas quimeras;
vuesas mercedes garlen en chacota:
que no está el mundo para hablar de veras.



Lope de Vega

¿Adónde vas con alas tan ligeras

-- de Lope de Vega --

«¿Adónde vas con alas tan ligeras,
del hemisferio nuestro al tuyo opuesto,
divino sol en el Orïente puesto,
dónde fuera más justo que nacieras?»

Apenas te gozaron las riberas
del Tajo, a ser tu antípoda dispuesto,
cuando las cubres de ciprés funesto,
robando en ti sus verdes primaveras.

«Los duros jaspes, los rebeldes bronces,
se ablandan escuchando mis enojos;
dime, pues ya te vas, si podré verte».

Así Fabio lloraba. Albania entonces
miróle, y quiso hablar, cerró los ojos,
y respondiole lo demás la Muerte.



Lope de Vega

El cabello tendido por el manto

-- de Lope de Vega --

El cabello tendido por el manto,
que humilde el sol para corona estima,
María llega a que en su prima imprima,
amor los brazos, que ella baña en llanto.
«Bendito el fruto de tu vientre santo»,
dice Isabel a su querida prima,
y ella responde: «Mi humildad sublima
Dios, que por ella me engrandece tanto».
El monte se conmueve a su alabanza,
y los pastores tan alegremente,
que reventaba por hablar un mudo.
Juan de contento salta, baila y danza,
que el maestro que entonces tiene enfrente,
es el más primo que tocar le pudo.



Lope de Vega

Ir y quedarse, y con quedar partirse

-- de Lope de Vega --

Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.



Despídese de su musa amor

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Ya no compuesto hablar, ya no que aspire
a laurel docto o a sagrada musa;
mándalo, ¡oh Musa!, Amor, que en mí rehúsa
menos que el pecho su rigor suspire.
Ya va fuera de mí verso que admire
en pulido decir; mi llama excusa,
¡oh, sagrados despojos de Medusa!
que en vuestras aguas este ardor respire.
Otro alentad en el licor dichoso,
que ya, ausente de voz, al mal presente,
desata el pecho un río caudaloso.
Adiós, pues trueca Amor por vuestra fuente,
(mirad cual cantaré) de mi lloroso
pecho, en su ausencia larga, la corriente



Góngora

con la estafeta pasada

-- de Góngora --

Con la estafeta pasada
me dio aviso un gentilombre
de que asombraís con mi nombre
y que mataís con mi espada;
vivís, señora, engañada;
que el amor que os he propuesto
no es hijo de marte en esto;
antes es de él tan distinto,
que si me hablaís en el quinto
no os he de hablar en el sexto



Líber Falco

Para vivir

-- de Líber Falco --

Porque se está solo ahí,
porque en la locura y la muerte
se está solo,
porque hay un ojo fijo,
incambiado, que acecha sin sentido,
yo quiero ahora abrazaros,
y siquiera no más,
hablar de cómo cambia el cielo.



Manuel del Cabral

hombre y perro

-- de Manuel del Cabral --

Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.

Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.

Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.

Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.

Mira que soy hombre, pero ..,
Con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.

Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?

Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.

¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡estoy flaco porque tengo
gorda la voz!



Manuel del Cabral

aire

-- de Manuel del Cabral --

En una esquina está el aire
de rodillas...
Dos sables analfabetos
lo vigilan.

Pero yo sé que es el pueblo
mi voz desarrodillada.
Pone a hablar muertos sin cruces
mi guitarra.

Pedro se llaman los huesos
de aquél que cruz no le hicieron.
Pero ya toda la tierra
se llama pedro.

Aquí está el aire en su sitio
y está entero...

Aquí...
Madera de carne alta,
tierra suelta:

mi guitarra.



Manuel del Cabral

palabra

-- de Manuel del Cabral --

Palabra, ¿qué tu más quieres?
¿qué más?

vengo a buscar tu silencio,
el que a fuerza de esperar
se endurece... Se hace estatua...
Para hablar.

Ya ves, palabra, ya ves,
herida, tú, sin edad...

¿Qué hará contigo el soldado?

¿qué harán los grillos? ¿qué hará
en la punta de la espada
la eternidad?



Manuel del Palacio

Semblanzas: XIX

-- de Manuel del Palacio --

Cuando su arpada lengua se desata
Y brota de su labio la armonía,
Yo, que jamás contengo mi alegría,
Esto se llama, digo, hablar en plata.

Viene después la reflexión ingrata
Que de la mente el entusiasmo enfria,
Y encuentro en su brillante algarabía
Junto al águila real la garrapata.

Sensible corazón, gallardo estilo,
Arte, elegancia, erudición, dulzura,
De todo tiene cuando suelta el hilo.

Oyéndole se goza la ventura,
Y dice mi compadre don Camilo
Que no le falta nada... Para cura.



Jaime Sabines

tu cuerpo está a mi lado

-- de Jaime Sabines --

Tu cuerpo está a mi lado
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.



Jaime Torres Bodet

regreso ii

-- de Jaime Torres Bodet --

Ii
¿quién habitó esta ausencia? ¿quésuspiro
interrumpo al hablar? ¿a quién despojo
del recobrado cuerpo en que me alojo?
¿quién mira, con mis ojos, lo que miro?
la luz que palpo, el aire que respiro,
el peso del silencio que recojo,
todo me opone un íntimo cerrojo
y me declara intruso en mi retiro.
En vano el pie que avanzo coincide
con la huella del pie que hundió en la arena
el invisible igual que sustituyo;
pues lo que el alma, al regresar, me pide
no es duplicarse en cuanto me enajena
¡sino ser otra vez lo que destruyo!



Jaime Torres Bodet

canción de las voces serenas

-- de Jaime Torres Bodet --

Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...



Jorge Riechmann

verwisch die spuren

-- de Jorge Riechmann --

Me han hablado del poeta
que se arroja ácido a la cara durante los recitales
y escribe en el cielo preprogramado de california
con humo de aeroplanos
y me impresiona la calidad de esta ética laboral
tan a la altura
de nuestros tiempos de paleocapitalismo posmoderno:
todo por la patria
por el patrón
por el poder
por la poesía...
Pero me temo
que ni siquiera con tanto sacrificio
consigue durar más de diez segundos en los telediarios.
Prefiero
otra estrategia lateral, contraria:
escribir en la arena
y hablar en voz muy baja
para que tú me oigas.
Borrar las huellas.



Jorge Riechmann

13

-- de Jorge Riechmann --

Los hay que mueren de silencio
de tragarse demasiadas palabras y del cólico fenomenal que sigue
y los hay que mueren por hablar demasiado
pues las paredes al contrario que las tapias, que estánsordas oyen.
Los hay que mueren de cansancio
de todo lo que hay que cambiar para que nada cambie
y hay quien muere de aburrimiento
en esta feria universal donde continuamente ocurren cosas
y nunca pasa nada.
Hay quienes mueren de miedo
ante la mera sospecha de que podrían darse de bruces
con la verdad de sus actos
y hay a quienes les da tanto coraje
que alguien pudiera sospechar que hay una verdad tras sus actos
que sencillamente se mueren.
Los hay que no mueren nunca
porque ya están muertos.



Diego de Torres Villarroel

ciencia de los cortesanos de este siglo

-- de Diego de Torres Villarroel --

Bañarse con harina la melena,
ir enseñando a todos la camisa,
espada que no asuste y que dé risa,
su anillo, su reloj y su cadena;
hablar a todos con la faz serena,
besar los pies a misa doña luisa,
y asistir como cosa muy precisa
al pésame, al placer y enhorabuena;
estar enamorado de sí mismo,
mascullar una arieta en italiano
y bailar en francés tuerto o derecho;
con esto, y olvidar el catecismo,
cátate hecho y derecho cortesano,
mas llevárate el diablo dicho y hecho.



Octavio Paz

la palabra dicha

-- de Octavio Paz --

La palabra se levanta
de la página escrita.
La palabra,
labrada estalactita,
grabada columna,
una a una letra a letra.
El eco se congela
en la página pétrea.
Ánima,
blanca como la página,
se levanta la palabra.
Anda
sobre un hilo tendido
del silencio al grito,
sobre el filo
del decir estricto.
El oído: nido
o laberinto del sonido.
Lo que dice no dice
lo que dice: ¿cómo se dice
lo que no dice?
di
tal vez es bestial la vestal.
Un grito
en un cráter extinto:
en otra galaxia
¿cómo se dice ataraxia?
lo que se dice se dice
al derecho y al revés.
Lamenta la mente
de menta demente:
cementerio es sementero,
simiente no miente.
Laberinto del oído,
lo que dices se desdice
del silencio al grito
desoído.
Inocencia y no ciencia:
para hablar aprende a callar.



Pablo Neruda

sueño de gatos

-- de Pablo Neruda --

Qué bonito duerme un gato,
duerme con patas y peso,
duerme con sus crueles uñas,
y con su sangre sanguinaria,
duerme con todos los anillos
que como círculos quemados
construyeron la geología
de una cola color de arena.
Quisiera dormir como un gato
con todos los pelos del tiempo,
con la lengua del pedernal,
con el sexo seco del fuego
y después de no hablar con nadie,
tenderme sobre todo el mundo,
sobre las tejas y la tierra
intensamente dirigido
a cazar las ratas del sueño.
He visto cómo ondulaba,
durmiendo, el gato: corría
la noche en él como agua oscura,
y a veces se iba a caer,
se iba tal vez a despeñar
en los desnudos ventisqueros,
tal vez creció tanto durmiendo
como un bisabuelo de tigre
y saltaría en las tinieblas
tejados, nubes y volcanes.
Duerme, duerme, gato nocturno
con tus ceremonias de obispo,
y tu bigote de piedra:
ordena todos nuestros sueños,
dirige la oscuridad
de nuestras dormidas proezas
con tu corazón sanguinario
y el largo cuello de tu cola.



Pablo Neruda

la muerta

-- de Pablo Neruda --

Si de pronto no existes,
si de pronto no vives,
yo seguiré viviendo.
No me atrevo,
no me atrevo a escribirlo,
si te mueres.
Yo seguiré viviendo.
Porque donde no tiene voz un hombre
allí, mi voz.
Donde los negros sean apaleados,
yo no puedo estar muerto.
Cuando entren en la cárcel mis hermanos
entraré yo con ellos.
Cuando la victoria,
no mi victoria,
sino la gran victoria
llegue,
aunque esté mudo debo hablar:
yo la veré llegar aunque esté ciego.
No, perdóname.
Si tú no vives,
si tú, querida, amor mío,
si tú
te has muerto,
todas las hojas caerán en mi pecho,
lloverá sobre mi alma noche y día,
la nieve quemará mi corazón,
andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
pero
seguiré vivo,
porque tú me quisiste sobre todas las cosas
indomable,
y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre
sino todos los hombres.



Pedro Calderón de la Barca

De Mirtillo

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Sin cuidado el cabello, y tan incierta
al corazón la sangre redimida,
desmayada con aire de dormida,
y dormida con garbo de despierta.

Poco cierto el vivir, la beldad cierta,
el alma sin obrar en sí encogida,
para poder matar como con vida,
y para no sentirlo, como muerta.

La vi, y al ir a hablar, dije advertido:
si lo hermoso de ingrato es argumento,
desmayada, y esquiva tendrá oído.

Luego en vano es decirla lo que siento
que mal podrá sentirlo sin sentido,
si aun con él no tuviera sentimiento.



José Pedroni

cuando me ves así

-- de José Pedroni --

Cuando me ves así, con estos ojos
que no quieren mirarte,
es que al oírte hablar pienso en la lluvia
sin dejar de escucharte.

Porque tu voz, amiga, como el agua
rumorea el amor,
y pensando en la lluvia me parece mejor
que te escucho mejor.

Cuando me ves así, con estos ojos
que te miran sin verte,
es que a través de ti miro a mi sueño,
sin dejar de quererte.

Porque en tu suave transparencia tengo
un milagroso tul,
con el cual, para dicha de mis ojos,
todo lo veo azul.



José Ángel Buesa

poema del secreto

-- de José Ángel Buesa --

Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar mis labios un día y otro día...
Y no puedo olvidar.
Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar,
puedo decir tu nombre con voz indiferente...
Y no puedo olvidar.
Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así como al azar...
Puedo verte con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo olvidar.
Ya vez: tú no sospechas este secreto amargo,
más amargo y profundo que el secreto del mar...
Porque puedo dejarte de amar, y sin embargo...
¡No te puedo olvidar!



José Ángel Buesa

con la simple palabra

-- de José Ángel Buesa --

Con la simple palabra de hablar todos los días,
que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar,
voy diciendo estas cosas que casi no son mías,
así como las playas casi no son mar.
Con la simple palabra con que se cuenta un cuento,
que es la vejez eterna de la eterna niñez,
la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento,
muere con la esperanza de nacer otra vez.
Con simple palabra te ofrezco lo que ofreces,
amor que apenas llegas cuando te has ido ya:
quien perfuma una rosa se equivoca dos veces,
pues la rosa se seca y el perfume se va.
Con la simple palabra que arde en su propio fuego,
siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén:
las estrellas no existen en las noches del ciego,
pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también.
Y así, como un arroyo que se convierte en río,
y que en cada cascada se purifica más,
voy cantando este canto tan ajeno y tan mío,
con la simple palabra que no muere jamás.



Gabriela Mistral

el amor que calla

-- de Gabriela Mistral --

Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro.
Tú lo quisieras vuelto en alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Imitación de Petrarca

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

No encuentro paz, ni me conceden guerra,
de fuego devorado tengo frío,
abrazo al mundo y quédome vacío,
me lanzo al cielo y préndeme la tierra.

Ni libre soy, ni la prisión me encierra,
veo sin luz, sin voz hablar ansío,
temo sin esperar, sin placer rio,
nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro,
al sentirme morir me encuentro fuerte,
valiente pienso ser y débil lloro,

Juguete soy, con tan estraña suerte,
de una belleza, a quien ardiente adoro,
que no quiere mi vida ni mi muerte.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xx

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que al alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Antes que tú me moriré: escondido
en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.
Antes que tú me moriré: y mi espíritu,
en su empeño tenaz,
sentándose a las puertas de la muerte,
allí te esperará.
Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro jordán.
Allí, donde el murmullo de la vida
temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar.
Allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad...
¡Todo lo que los dos hemos callado
lo tenemos que hablar!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.
Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja en sol que muere.
¡Duerme!
despierta miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida;
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
¡Duerme!
despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!
sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne:
de tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!



Gutierre de Cetina

es lo blanco castísima pureza

-- de Gutierre de Cetina --

Amores significa lo morado;
crudeza o sujeción es lo encarnado;
negro obscuro es dolor, claro es tristeza;
naranjado se entiende que es firmeza;
rojo claro es venganza, y colorado
alegría; y si obscuro es lo leonado,
congoja, claro es señoril alteza;
es lo pardo trabajo, azul es celo;
turquesado es soberbia; y lo amarillo
es desesperación; verde esperanza.
Y de esta suerte, aquél que niega el cielo
licencia en su dolor para decillo,
lo muestra sin hablar por semejanza.



Gutierre de Cetina

no puede un corazón apasionado

-- de Gutierre de Cetina --

Claro tener de amor conocimiento;
mas si la pasión cesa, el sentimiento
puede hablar bien del como avisado.
Yo sé decir quién es, que lo he probado;
toda su calidad entiendo y siento;
y si artero no soy del escarmiento,
no es poco bien quedar escarmentado.
Jamás vi amor honesto o provechoso,
ni puede ser del todo deleitable
naciendo de apetito codicioso.
Porque si la esperanza no es estable,
si el trabajo es más cierto que el reposo,
¿qué deleite dará que sea durable?



Gutierre de Cetina

de las doce a las cuatro había pasado

-- de Gutierre de Cetina --

Por la quinta carrera el sol corría,
sin que del resplandor que dar solía
muestra de su beldad, luz haya dado.
O escondido o traspuesto o de un nublado
negro, lleno de horror, se le cubría
al mísero vandalio, el cual no vía
sin él por dó seguir con su ganado.
Llenos de un triste humor tenía los ojos
el cuitado pastor mirando al cielo,
mostrando sin hablar su desventura.
Cuando, por renovar viejos enojos,
quitándose y poniendo el sol un velo,
mostró y tornó a esconder su hermosura.



Gutierre de Cetina

en un bastón de acebo que traía

-- de Gutierre de Cetina --

Por sostener el cuerpo trabajado,
vandalio de su mano había entallado
la imagen que en el alma poseía.
Y como que presente la tenía,
mirando della el natural traslado,
envuelto en un suspiro apasionado,
con lágrimas llorando le decía:
«dórida, si mirando esta figura
siento el alma encender, siento abrasarme,
piensa qué será ver tu hermosura.
»Si así puedes ver tu hermosura,
di cuándo acabará mi desventura.
Mas no querrás hablar por no hablarme».



Anónimo

Romance del cerco de Baza

-- de Anónimo --

Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho
antes morir que se dar.



Anónimo

Romance del rey Ramiro

-- de Anónimo --

Ya se asienta el rey Ramiro,
ya se asienta a sus yantares,
los tres de sus adalides
se le pararon delante:
al uno llaman Armiño,
al otro llaman Galvane,
al otro Tello, lucero,
que los adalides trae.
-Mantengaos Dios, señor.
-Adalides, bien vengades.
¿Qué nuevas me traedes
del campo de Palomares?
-Buenas las traemos, señor,
pues que venimos acá;
siete días anduvimos
que nunca comimos pan,
ni los caballos cebada,
de lo que nos pesa más,
ni entramos en poblado,
ni vimos con quién hablar,
sino siete cazadores
que andaban a cazar.
Que nos pesó o nos plugo,
hubimos de pelear:
los cuatro de ellos matamos,
los tres traemos acá,
y si lo creéis, buen rey,
si no, ellos lo dirán.



Anónimo

La mora Moraima

-- de Anónimo --

Yo me era mora Moraima

morilla de un bel catar.

Cristiano vino a mi puerta

cuitada, por me engañar:

hablóme en algarabía

como quien la sabe hablar:

«ábrasme las puertas, mora,

sí, Alá te guarde de mal.»

«Cómo te abriré, mezquina,

que no sé quién te serás?»

«Yo soy el moro Mazote

hermano de la tu madre,

que un cristiano dejo muerto

y tras mí viene el alcalde:

si no me abres tú, mi vida,

aquí me verás matar.»

Cuando esto oí, cuitada,

comencéme a levantar,

vistiérame un almejía

no hallando mi brial,

fuérame para la puerta

y abríla de par en par.



Marilina Rébora

candor

-- de Marilina Rébora --

Candor
no trates de llevarme al mundo de los sabios
para hablar del origen de la criatura humana;
canciones y sonrisas sólo quiero en tus labios
y agradecerle a dios tu ser, cada mañana.
No me ilustres la mente; prefiero no saber,
conservar mi ignorancia hasta en dulces tonteras,
que, como en la niñez, aún quisiera creer
en magos, nigromantes, en elfos y hechiceras.
Déjame porque guarde el candor de la infancia
aunque tal vez parezca desusado por bobo,
sin buscar en el tiempo de remota distancia
la explicación terrena de la divina obra.
Sería tan sensible como pinchar el globo,
cuando el niño, a momentos, lo suelta y lo recobra.



Mario Benedetti

después

-- de Mario Benedetti --

El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
Yo estaré un poco sordo para escuchar los árboles
pero de todos modos recordaré que existen
tal vez un poco viejo para andar en la arena
pero el mar todavía me pondrá melancólico
estaré sin memoria y sin dinero
con el tiempo en mis brazos como un recién nacido
y llorará conmigo y lloraré con él
estaré solitario como una ostra
pero podré hablar de mis fieles amigos
que como siempre contarán desde europa
sus cada vez más tímidos contrabandos y becas.
Claro estaré en la orilla del mundo contemplando
desfiles para niños y pensionistas
aviones
eclipses
y regatas
y me pondré sombrero para mirar la luna
nadie pedirá informes ni balances ni cifras
y sólo tendré horario para morirme
pero el cielo de veras que no es éste de ahora
ese cielo de cuando me jubile
habrá llegado demasiado tarde.



Miguel Unamuno

Coloquio místico

-- de Miguel Unamuno --

Mantiene con su Dios largos monólogos
en el centro del alma, según dice,
cuidando mucho no se les deslice
la más leve herejía; son teólogos

los dos, según él cree, pero en apólogos
tienen que hablar, y no hay quien los cotice
en su justo valor, y al infelice
con líos de palabras los filólogos



Juan Gelman

hemos comido...

-- de Juan Gelman --

Hemos comido
hemos bebido
hemos hecho el amor como es debido
¿te puedo hablar oh cuerpo
que abrigaste mis furias?
hemos andado toda la noche
y gemido
y gozado
y creído en la vida
pero mejor callar ahora hay sol
y eso es bueno o llueve
y es mejor y cantan
todos los pajaritos del mundo o todos
los pajaritos que
nacen vuelan y mueren
entre nosotros dos
entre nosotros dos



Juan Gelman

el cuchillo

-- de Juan Gelman --

Mi mano sobre tus pechos la cocina
en reposo a esa hora el café
que hirvió el hablar en voz baja
para no molestar a la dulzura de nuestros
cuerpos
que temblaban o brillaban
con una especie de luz como el cuchillo que
usaste
mientras estaba en tu mano



Juan Gelman

hace frío en esta zona del país...

-- de Juan Gelman --

Hace frío en esta zona del país
donde tu cuerpo no está y hace falta
el calor de tu cuerpo y no vivo
dolorido o arrepentido o triste sino
solo nomás
hemos aprendido a tenernos
hemos aprendido a perdernos
¿por qué hace tanto frío mi dios?
no comprendo qué pasa los cosmonautas
rajan la noche por encima de aquí
y nosotros
que no hemos salido al espacio
que no hemos salido a tocar las estrellas
que ni siquiera hemos salido de esta casa
temblamos como locos crepitábamos
como cegados por el sol
desnudos puros sin hablar como bestias
o mundos
girando en la paciencia universal



Juan Meléndez Valdés

El propósito inútil

-- de Juan Meléndez Valdés --

Tiempo, adorada, fue cuando abrasado
al fuego de tus lumbres celestiales,
osé mi honesta fe, mis dulces males
cantar sin miedo en verso regalado...

¡Qué de veces en lágrimas bañado
me halló el alba besando tus umbrales,
o la lóbrega noche, siempre iguales
mi ciego anhelo y tu desdén helado!

Pasó aquel tiempo, mas la viva llama
de mi fiel pecho inextinguible dura,
y hablar no puedo aunque morir me veo.

Huyo, y muy más mi corazón se inflama;
juro olvidarte y crece mi ternura,
y siempre a la razón vence el deseo.



Juan Ramón Jiménez

el día menos

-- de Juan Ramón Jiménez --

¡ya se arreglarán los sueños,
mañana se arreglarán!
¡hoy, a soltar y a gozar!
hoy para encontrar el amigo,
para olearse en los dos ríos,
para hablar con duras mujeres;
hoy para irisarse de césped,
para ventear a caballo,
para silbear en el árbol,
para acerarse en las montañas,
para huir por las luces anchas
perdido entre glorias ruidosas...
Hoy para la gran tensión fresca
de un vivir sin casa ni venda.
¡Ya se ordenarán los sueños,
mañana se ordenarán!
¡hoy, a romper y a cantar!



Juana de Ibarbourou

el pozo

-- de Juana de Ibarbourou --

Asiento de musgo florido
sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor,
bajo el enorme paraíso en flor.

¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
tal vez envidiosa, quizás dolorida!
¡tan triste la pobre, tan muda, tan quieta
bajo esta nerviosa ramazón violeta!

-vámonos. No quiero que el agua nos vea
cuando me acaricies. Tal vez eso sea
darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
-tonta! ¡si de noche la besa una estrella!



Julio Herrera Reissig

Idilio espectral

-- de Julio Herrera Reissig --

Pasó en un mundo saturnal; yacía
bajo cien noches pavorosas, y era
mi féretro el Olvido... Ya la cera
de tus ojos sin lágrimas no ardía.

Se adelantó el enterrador con fría
desolación. Bramaba en la ribera
de la morosa eternidad, la austera
Muerte hacia la infeliz Melancolía.

Sentí en los labios el dolor de un beso.
No pude hablar. En mi ataúd de yeso
se deslizó tu forma transparente...

Y en la sorda ebriedad de nuestros mimos,
anocheció la tapa y nos dormimos
espiritualizadísimamente.



Julio Herrera Reissig

el sauce

-- de Julio Herrera Reissig --

A mitad de mi fausto galanteo,
su paraguas de sedas cautelosas
la noche desplegó, y un lagrimeo
de estrellas, hizo hablar todas las cosas...

Erraban las walkirias vaporosas
de la bruma, y en cósmico mareo
parecían bajar las nebulosas
al cercano redil del pastoreo...

En un abrazo de postrero arranque,
caímos en el ángulo del bote...
Y luego que llorando ante el estanque

tu invicta castidad se arrepentía,
¡el sauce, como un viejo sacerdote,
gravemente inclinado nos unía...



Evaristo Carriego

Esta enfermo y quiere verte

-- de Evaristo Carriego --

¿No me respondes? ¿Te han dicho
a lo que vengo? No es hora
de negarte: ese capricho
sería cruel ahora.

Quiere que vayas a verle...
Quedó en un grito, entretanto.
¡Vieses! Debemos tenerle
compasión: padece tanto!

¡Y vuelta a la misma queja!
Ya ni un momento se calma,
¡si vieses cómo se queja
se te partiría el alma!

Se le conoce en la cara
el sufrimiento. Al hablar
vuelve la cabeza para
que no le vean llorar.



Evaristo Carriego

La dulce voz que oímos todos los días

-- de Evaristo Carriego --

¡Tienes una voz tan dulce!...
Yo no sé por qué será:
te oímos y nos dan muchas
ganas de quererte más.
Tienes una voz tan dulce
y una manera de hablar,
que aunque a veces tú también
estés triste de verdad
haces reir a abuelita
cuando ella quiere llorar.
¡Y ninguno sabe en donde
encuentras tanta bondad
para poder decir unas
cosas que nos gustan más! — ...
¡Si vieras como nos gusta!
No te habrás de imaginar
lo mucho que sufriremos



Federico García Lorca

tarde

-- de Federico García Lorca --

Noviembre de 1919
tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.
Los árboles marchitos.
Mi cuarto, solitario.
Y los retratos viejos
y el libro sin cortar...
Chorrea la tristeza por los muebles
y por mi alma. Quizá,
no tenga para mí naturaleza
el pecho de cristal.
Y me duele la carne del corazón
y la carne del alma. Y al hablar,
se quedan mis palabras en el aire
como corchos sobre agua.
Sólo por tus ojos
sufro yo este mal,
tristezas de antaño
y las que vendrán.
Tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.



Federico García Lorca

Tarde (Lorca)

-- de Federico García Lorca --

Tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.
Los árboles marchitos.
Mi cuarto, solitario.
Y los retratos viejos
y el libro sin cortar...

Chorrea la tristeza por los muebles
y por mi alma. Quizá,
no tenga para mí Naturaleza
el pecho de cristal.

Y me duele la carne del corazón
y la carne del alma. Y al hablar,
se quedan mis palabras en el aire
como corchos sobre agua.

Sólo por tus ojos
sufro yo este mal,
tristezas de antaño
y las que vendrán.

Tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.



Francisco Villaespesa

balada de amor

-- de Francisco Villaespesa --

Llaman a la puerta, madre. ¿Quién será?
es el viento, hija mía, que gime al pasar.
No es el viento, madre. ¿No oyes suspirar?
es el viento que al paso deshoja un rosal.
No es viento, madre. ¿No escuchas hablar?
el viento que agita las olas del mar.
No es el viento. ¿Oíste una voz gritar?
el viento que al paso rompió algún cristal.
Soy el amor dicen, que aquí quiere entrar...
Duérmete, hija mía..., Es el viento no más.



José Alonso y Trelles

Al dolor Alfredo E. Castellanos

-- de José Alonso y Trelles --

Con motivo de una fiesta celebrada en su
estancia en honor de su nietita
Marta Etchepare

Jué al ñudo, Dotor, su envite;
Conformesé con mi ausencia,
La gambeta no me almite.
Pa mi gusto hubo palpite
En esa risolución;
Dios que es de güen corazón,
Le tocó al Juez en el mate
Pa que entre tanto manate
No hiciese yo un papelón.

Eso, ¡como si lo viera!
Bien sabe él que uno de botas
No está bien entre mascotas
Ni en una fiesta campera.
Yo que soy muy de p'ajuera,
Cuando oigo hablar a un dotor
Quedo como un temblor,
Lo mesmo que potro crudo
Si, preparándole el ñudo
Le corren el maniador.-



José Hierro

caballero de otoño tierra sin nosotros (1947)

-- de José Hierro --

Viene, se sienta entre nosotros,
y nadie sabe quién será,
ni por qué cuando dice nubes
nos llenamos de eternidad.
Nos habla con palabras graves
y se desprenden al hablar
de su cabeza secas hojas
que en el viento vienen y van.
Jugamos con su barba fría.
Nos deja frutos. Torna a andar
con pasos lentos y seguros
como si no tuviera edad.
Él se despide. ¡Adiós! nosotros
sentimos ganas de llorar.



José Joaquín de Olmedo

Un sueño

-- de José Joaquín de Olmedo --

Visitome el amor esta noche
con un dulce, gratísimo sueño:
yo soñé que a mi angélico dueño
de este modo empezábale a hablar:
-Saber puedes las veces que te amo
si las luces contares del cielo,
y las hojas que cubren el suelo,
y las olas que baten la mar...-

Ella me oye, y gustosa y afable
corre a mí con el seno entreabierto...
Mas ¡ay triste!, que al punto despierto,
y era sombra lo que iba a abrazar.
Loco, ciego, impaciente, furioso,
salto luego del lecho gritando:
-¡Duro amor!, ¡duro amor!, ¿hasta cuándo,
hasta cuándo me quieres burlar?



José Martí

a emma

-- de José Martí --

A emma
no sientas que te falte
el don de hablar que te arrebata el cielo,
no necesita tu belleza esmalte
ni tu alma pura más extenso vuelo.
No mires, niña mía,
en tu mutismo fuente de dolores,
ni llores las palabras que te digan
ni las palabras que te faltan llores.
Si brillan en tu faz tan dulces ojos
que el alma enamorada se va en ellos,
no los nublen jamás tristes enojos,
que todas las mujeres de mis labios,
no son una mirada de tus ojos...
Villaviciosa (madrid), 10 de julio, 1872



Carolina Coronado

canción I

-- de Carolina Coronado --

Mis ojos, laura, vertieron
mil veces lloro a raudales,
mas nunca lágrimas fueron
a estas lágrimas iguales.
El tierno y bello cantor
que en dulcísima querella
trova las penas de amor...,
¿Canta por ti o por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
nunca tan grande aflicción,
tan grande pena he sentido,
¡tengo, laura, el corazón
mitad por mitad partido!
aquella luz penetrante
que de sus ojos destella
y aquel hablar palpitante...
¿Eran tal vez por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
negras sombras, laura mía,
siempre adonde miro veo,
y como estoy en el día
y ciega o loca me creo:
aquel ramillete hermoso
con la rica cinta aquella
que a entrambos dio cariñoso...
¿Era no más para estrella?
¡para ella sólo, para ella!
ay, laura, que si mis ojos
el sueño logra cerrar
se acrecientan mis enojos
con lo que acierto a soñar;
aquella música bella
que a nuestras rejas sonaba
¿no sabes por quién la daba?
¿era también por estrella?
¡por ella sólo, por ella!



Clemente Althaus

A Jesucristo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¿A quién acudiré, cuando estoy triste,
en busca de remedio y de consuelo,
si no a ti, que comprendes nuestro duelo,
del que experiencia tan crüel hiciste,

Cuando la mortal carne que nos viste,
te vio vestir el asombrado cielo,
y las miserias del mezquino suelo
todas por larga prueba conociste?

Me espanta de tu Padre soberano
la majestad tremenda; más contigo,
que te muestras tan dulce y tan humano,

me es dado hablar cual con estrecho amigo,
o cual pudiera hermano con hermano,
y mis dolores íntimos te digo.



Clemente Althaus

Adiós (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¿Por qué, por qué te conocí tan tarde?
¿Por qué, si ya no puedes ser tú mía,
sentí, al verte, tan honda simpatía,
y la lengua, al hablar, tembló cobarde?

Adiós, adiós: no será bien que aguarde
que crezca junto a ti de día en día
el crudo fuego que, si ayer nacía,
hoy ya con llamas tan intensas arde.

Adiós, que amarte yo fuera delito
y de tú gran belleza seductora
el fiero riesgo con la ausencia evito:

que un recuerdo le des tan sólo implora
el que de ti purísimo y bendito
eternamente lo tendrá, Señora.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Cristóbal de Castillejo

sonetos - al lugar donde están los trovadores

-- de Cristóbal de Castillejo --

Al lugar donde están los trovadores
que en esta nuestra lengua y sus primores
fueron en este siglo señalados,

los unos a los otros alterados
se miran, con mudança de colores,
temiéndose que fuesen corredores
espías o enemigos desmandados;

y juzgando primero por el traje,
paresciéronles ser, como debía,
gentiles españoles caballeros;

y oyéndoles hablar nuevo lenguaje
mezclado de estranjera poesía,
con ojos los miraban de estranjeros.



Ramón López Velarde

Mi prima Águeda

-- de Ramón López Velarde --

A Jesús Villalpando

Mi madrina invitaba a mi prima Águeda
a que pasara el día con nosotros,
y mi prima llegaba
con un contradictorio
prestigio de almidón y de temible
luto ceremonioso.

Águeda aparecía, resonante
de almidón, y sus ojos
verdes y sus mejillas rubicundas
me protegían contra el pavoroso
luto...

Yo era rapaz
y conocía la o por lo redondo,
y Águeda, que tejía
mansa y perseverante en el sonoro
corredor, me causaba
calosfríos ignotos...
(Creo que hasta la debo la costumbre
heroicamente insana de hablar solo).

A la hora de comer, en la penumbra
quieta del refectorio,
me iba embelesando un quebradizo
sonar intermitente de vajilla
y el timbre caricioso
de la voz de mi prima.

Águeda era
(luto, pupilas verdes y mejillas
rubicundas) un cesto policromo
de manzanas y uvas
en el ébano de un armario añoso.

(De La sangre devota, 1916)



Roberto Juarroz

callar puede ser una música

-- de Roberto Juarroz --

Callar puede ser una música,
una melodía diferente,
que se borda con hilos de ausencia
sobre el revés de un extraño tejido.
La imaginación es la verdadera historia del mundo.
La luz presiona hacia abajo.
La vida se derrama de pronto por un hilo suelto.
Callar puede ser una música
o también el vacío
ya que hablar es taparlo.
O callar puede ser tal vez
la música del vacío.



Roberto Juarroz

las cosas nos imitan

-- de Roberto Juarroz --

Las cosas nos imitan.
Un papel arrastrado por el viento
reproduce los tropezones del hombre.
Los ruidos aprenden a hablar como nosotros.
La ropa adquiere nuestra forma.
Las cosas nos imitan.
Pero al final
nosotros imitaremos a las cosas.



Roberto Juarroz

hemos amado juntos tantas cosas

-- de Roberto Juarroz --

Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.
Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.
Hemos andado tanto sin movernos
que los viajes ahora se descuelgan
como abrigos inútiles.
Movimiento y quietud se han desunido
como grados de dos temperaturas.
Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.
Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos substitutos.
Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.
Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.



Roberto Juarroz

¿es la poesía un pretexto de la locura?

-- de Roberto Juarroz --

¿es la poesía un pretexto de la locura?
¿o es la locura un pretexto de la poesía?
¿o las dos son un pretexto de otra cosa,
de otra cosa excesivamente justa
y que no puede hablar?



Roque Dalton García

el gran despecho

-- de Roque Dalton García --

País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo
antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
norte y sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de ti
ello me alegra
porque prueba que me inventé un país
aunque me deba entonces a los manicomios
soy pues un diosecillo a tu costa
(quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex-patria)



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Ariiba