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Se han encontrado 74 poemas con la palabra habla

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Miguel Unamuno

Habla, que lo quiere el niño

-- de Miguel Unamuno --

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Ya está hablando!

El Hijo del Hombre, el Verbo
encarnado
se hizo Dios en una cuna
con el canto
de la niñez campesina,
canto alado.

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Hable tu papel, mi pájaro!

Háblale al niño que sabe
voz del alto,
La voz que se hace silencio
sobre el fango...
Háblale al niño que vive
en su pecho a Dios criando...

Tú eres la paloma mística,
tú el Santo
Espíritu que hizo el hombre
con sus manos...

Habla a los niños, que el reino
tan soñado
de los cielos es del niño
soberano,
del niño, rey de los sueños,
¡corazón de lo creado!

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Ya está hablando!

Poema Habla, que lo quiere el niño de Miguel Unamuno con fondo de libro

Octavio Paz

la llama, el habla

-- de Octavio Paz --

En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los diosa no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Mudos, también los muertos
pronuncian las palabras
que decimos los vivos.
El lenguaje es la casa
de todos en el flanco
del abismo colgada.
Conversar es humano.

Poema la llama, el habla de Octavio Paz con fondo de libro

Octavio Paz

conversar

-- de Octavio Paz --

En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los diosa no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Conversar es humano.

Poema conversar de Octavio Paz con fondo de libro

Octavio Paz

lámpara

-- de Octavio Paz --

Contra la noche sin cuerpo
se desgarra y se abraza
la pena sola
negro pensar y encendida semilla
pena de fuego amargo y agua dulce
la pena en guerra
claridad de latidos secretos
planta de talle transparente
vela la pena
calla en el día canta en la noche
habla conmigo y habla sola
alegre pena
ojos de sed pechos de sal
entra en mi cama y entra en mi sueño
amarga pena
bebe mi sangre la pena pájaro
puebla la espera mata la noche
la pena viva
sortija de la ausencia
girasol de la espera y amor en vela
torre de pena
contra la noche la sed y la ausencia
gran puñado de vida
fuente de pena



Gabriela Mistral

amo amor

-- de Gabriela Mistral --

anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrásque escuchar!
habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrásque hospedar!
gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrásque hospedar!
tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrásque creer!
te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso paraen morir!



Teófilo V. Méndez Ramos

La voz del dolor

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Yo no sé lo que busco; mis anhelos son vagos,
descontento de todo cuanto existe en la vida,
pretendo hallar en vano la forma de los lagos;

Y sentir como sienten casi todos los hombres,
y pensar cómo piensan los que llámanse cuerdos,
para de esta manera sepultar los recuerdos,
no tejer esperanzas y olvidar dulces nombres.

Y el dolor, viejo hermano, me habla quedo al oído
con la voz de la noche, que es la voz del Arcano
interrogando al hombre de lo desconocido.

Familiar y sencillo su lenguaje es cauterio
para el mal de mi vida... Como es bueno mi hermano,
creo en todo lo que habla del país del misterio.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 22

-- de Francisco de Quevedo --

Esta fuente me habla, mas no entiendo
su lenguaje, ni sé lo que razona;
sé que habla de amor, y que blasona
de verme a su pesar por flori ardiendo.
Mi llanto, con que crece, bien le entiendo,
pues mi dolor y mi pasión pregona;
mía lágrimas el prado las corona;
vase con ellas el cristal riendo.
Poco mi corazón debe a mis ojos,
pues dan agua al agua y se la niegan
al fuego que consume mis despojos.
Si no lo ven, porque, llorando, ciegan,
oigan lo que no ven a mis enojos:
déjanme arder, y la agua misma anegan.



Abraham Valdelomar

La viajera desconocida

-- de Abraham Valdelomar --

En el rostro anguloso de fiero perfil duro
se enseñorea el aire de su adusta mirada;
parece que viniera de una tierra ignorada,
habla un idioma extraño, sordo, lento y oscuro.

La cabeza inclinada en la cóncava mano,
el cuerpo agazapado en un gesto felino,
sus ojos son los ojos siniestros del Destino
y su boca la puerta de un insondable arcano.

Cuando el mar en las tardes su furor agiganta,
la ignota en un impulso violento se levanta
y las rojas quimeras del crepúsculo mira.

Pasa sobre la nave graznando una gaviota,
epilépticamente la dura hélice gira
y en la estela agitada la blanca espuma flota



Abraham Valdelomar

Los pensadores vencidos

-- de Abraham Valdelomar --

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida, pero siempre soñadora...
Al coro
de monocordios de oro
van las cabezas hermosas
de los griegos, coronadas de pámpanos y de rosas.

Por entre la multitud
va la esteta juventud
de pensadores vencidos
y de eternos soñadores de los frutos prohibidos.

La suave diosa Harmonía
cuando pasan por el yugo les habla de poesía.

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...

Las cabezas cabellosas
dejan, como frescas rosas
que pisaran los atletas,
las divinas harmonías de sus rítmicos poetas...

Pasan sátiros, vestales
y entonan himnos triunfales
los labios que beben mieles,
y con guirnaldas de mirtos van guiando sus corceles
los donceles...

En la Puerta Nomentana y en el viejo Capitolio
el eco de un himno eolio,
deja una nota sonora.

...Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...



Alberto Hidalgo

Ser hecho a mano

-- de Alberto Hidalgo --

El aire almacenado en los textos de física y de química
Cómo me satisface, me enamora.
Ese es el aire que respiro.
La luz para la memoria de los siglos en la pintura establecida
por los colores siempre insomnes,
Es la luz con que veo.
El calor irradiado de los libelos y demás hogueras,
resplandecientes de odio equitativo.
Es el calor que me circunda
Mujeres de escultura y natación,
a la existencia incorporadas de tanto presentirlas;
pueblan de júbilo mis ansias.
Si alguien pudiera escamotearme el suelo debajo de los pies,
mi cuerpo quedaría bien parado.
Le da levitación la poesía.
Si desnudo la música me viste.
Si cansado los libros me transfieren.
Si mudo el verso me declama.
Aire luz y calor placer y suelo vestuario,
Movimiento y habla,
con herramientas de ala y pétalo
Me los hago a la medida de mi ser.
El hombre es un acto manual.



Alfonsina Storni

Parásitos

-- de Alfonsina Storni --

Jamás pensé que Dios tuviera alguna forma.
Absoluta su vida; y absoluta su norma.
Ojos no tuvo nunca: mira con las estrellas.
Manos no tuvo nunca: golpea con los mares.
Lengua no tuvo nunca: habla con las centellas.
Te diré, no te asombres;
Sé que tiene parásitos: las cosas y los hombres.



Lope de Vega

Con pálido calor, ardiendo en ira

-- de Lope de Vega --

Con pálido color, ardiendo en ira,
en los brazos de Avero y de Alencastro,
de la difunta doña Inés de Castro
el bravo portugués el rostro mira.

Tierno se allega, airado se retira,
(trágico fin de amor, infeliz astro)
y abrazado a su imagen de alabastro,
con este llanto y voz habla y suspira:

«Si ves el alma, Nise, de mis ojos
desde el cielo, en que pisas palma y cedro,
más que en este laurel y fe constante,

verás que soy, honrando tus despojos,
portugués en amor, en rigor Pedro,
rey en poder, y en la venganza amante».



Lope de Vega

Con una risa entre los bellos ojos

-- de Lope de Vega --

Con una risa entre los ojos bellos
bastante a serenar los accidentes
de los cuatro elementos diferentes,
cuando muestra el amor del alma en ellos;

con dulce lengua y labios, que por ellos
muestran los blancos y menudos dientes,
con palabras tan graves y prudentes,
que es gloria oírlas, si es descanso vellos;

con vivo ingenio y tono regalado,
con clara voz y pocas veces mucha,
con poco afecto y con serena calma;

con un descuido en el mayor cuidado
habla Lucinda. ¡Triste del que escucha
pues no le puede responder con alma!



Lope de Vega

Divino labrador, honor de España

-- de Lope de Vega --

Divino labrador, honor de España,
que, a pesar de la bárbara fiereza,
trujistes en las manos la cabeza,
por no morir en la heredad extraña,
el ejército muerto, la montaña
de cuerpos, troncos, tanta fortaleza
admira, y da lugar a la riqueza
del vuestro, insigne por tan alta hazaña.
Muertos responden a quien habla muerto,
y la patria de tales ciudadanos
de muro a muro a ser sepulcro viene.
Dichosa Zaragoza por Lamberto,
que tiene su cabeza por sus manos,
y ella su cuerpo por cabeza tiene.



Lope de Vega

En esta tabla de tu Cruz divina

-- de Lope de Vega --

En esta tabla de tu Cruz divina
saldré de la tormenta del mar fiero
con el aliento del vivir postrero,
a donde el Norte de su luz me inclina.
La nave de mi vida peregrina,
que en las Sirenas no temió primero,
en los bancos del mundo lisonjero
sin gobierno zozobra y desatina.
Tú sola en tal peligro, tú me alientas,
tabla dichosa, que mi vida entabla
por tantas olas de mi error violentas.
Cobréme en Ti, y a Ti llegue sin habla:
que no puedo anegarse en sus tormentas
quien se abrazare a tu divina tabla.



Líber Falco

Volver II

-- de Líber Falco --

Sobre oscura losa,
ojos sin nada
y de cara al cielo.
Con un puñal de hielo
ardiendo en sus entrañas.
Arriba, el mundo entero.
El abajo,
apretado de angustias.
Sin lágrimas, sin pañuelo,
ojos sin nada
y de cara al cielo.

¿Quien echó tierra en sus ojos
y metió en su garganta
una víbora de miedos?
Se levantó de un salto.
Y vio a los barcos y a los hombres sobre el mar.
Aprendió el lenguaje de las gaviotas
y el ensueño que sueñan y matan,
los marineros.
¿Quién revivió a aquel muerto?

Aquel muerto, porque murió una vez
habla ahora de la vida
y quiere abrazar a sus hermanos.
Ama a los barcos
y sueña un humo blanco para ellos.
Ama a los marineros
y a las que cuentan sus monedas
en los puertos.

Aquel muerto, porque murió una vez,
ama a la vida
y teje una bandera para el viento.



Manuel del Cabral

habla compadre mon

-- de Manuel del Cabral --

Lo que ayer dije yo
a gritarlo vuelvo ya:
¿tierra en el mar?
no señor,
aquí la isla soy yo.

Algo yo tengo en el cinto
que estoy como está la isla,
rodeada de peligro.

Sí, señor, mi cinturón:
ola de pólvora y plomo.
Aquí la isla soy yo.

Cabe, lo que dije ya,
siempre aquí, como le cabe
el día en el pico de ave.
¡Qué bien me llevan la voz
las balas que sueño yo!

y no está lejos del hombre
de tierra adentro y dormido
la verde fiera que siempre
nos pone un rabioso anillo...
Estoy hablando del mar
porque en él hay algo mío...

¿Pero estoy hablando yo
de una antilla, tierra en agua?
no señor,
con la cintura entre balas,
al mapa le digo no.
Aquí la isla soy yo.



Manuel del Palacio

La historia del pollo

-- de Manuel del Palacio --

Se levanta y almuerza de una á dos,
Se viste y se va al Círculo á las tres,
Habla allí de política en francés,
Y un poco en castellano contra Dios.

Sale, y compra unos guantes á Dubós,
Encarga unas babuchas al Leonés,
Y en la Carrera instálase después,
Fumando un puro que le causa tos.

Allí encuentra á Ventura y á Tomás,
Se burla del atraso del país,
Y hace muecas á niñas y á mamás.

Come á las ocho á estilo de París,
Va al teatro si hay baile, y nada más:
— ¿Pero son éstos hombres, ó titís?



Manuel del Palacio

Semblanzas: XVIII

-- de Manuel del Palacio --

Aunque no lo parece fué civil,
Dejó de serlo por favor real,
Y educado en la escuela liberal,
Como estudió al revés se hizo servil.

Maneja al par la pluma y el fusil,
Habla á menudo y con frecuencia mal,
Y brilla en el Congreso nacional
Como brilla en un sótano un candil.

Dice una desvergüenza al mismo Sol,
Tiene el orgullo necio de Luzbel,
Y en arrastrarse imita al caracol:

Sus mismos partidarios huyen de él,
Y aunque por lo elegante es un farol,
Siempre me huele á rancho y á cuartel.



Jorge Luis Borges

al espejo

-- de Jorge Luis Borges --

¿por qué persistes, incesante espejo?
¿por qué duplicas, misterioso hermano,
el movimiento de mi mano?
¿por qué en la sombra el súbito reflejo?
eres el otro yo de que habla el griego
y acechas desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.
El hecho de no verte y de saberte
te agrega horror, cosa de magia que osas
multiplicar la cifra de las cosas
que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro



César Vallejo

Trilce: LVI

-- de César Vallejo --

Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.

El niño crecería ahito de felicidad
oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como Dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.

Flecos de invisible trama,
dientes que huronean desde la neutra emoción,
pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca que ha perdido el habla.

Fósforo y fósforo en la oscuridad,
lágrima y lágrima en la polvareda.



César Vallejo

altura y pelos

-- de César Vallejo --

¿quién no tiene su vestido azul?
¿quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡yo que tan sólo he nacido!
¡yo que tan sólo he nacido!
¿quién no escribe una carta?
¿quién no habla de un asunto muy importante,
muriendo de costumbre y llorando de oído?
¡yo que solamente he nacido!
¡yo que solamente he nacido!
¿quién no se llama carlos o cualquier otra cosa?
¿quién al gato no dice gato gato?
¡ay, yo que sólo he nacido solamente!
¡ay!, ¡yo que sólo he nacido solamente!



César Vallejo

todos los días amanezco a ciegas

-- de César Vallejo --

lvi
todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.
El niño crecería ahíto de felicidad
oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.
Flecos de invisible trama,
dientes que huronean desde la neutra emoción,
pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca que ha perdido el habla.
Fósforo y fósforo en la oscuridad,
lágrima y lágrima en la polvareda.



Emilio Bobadilla

A raíz del saqueo

-- de Emilio Bobadilla --

Edificios envueltos en densas humaredas
y muertos en posturas dolientes o tranquilas;
aquí, un caballo rígido; allí, un cañón sin ruedas
y entre piedras y yerbas, fusiles y mochilas.

El hedor que lo muerto sin enterrar emite:
olor a incendio, a pólvora, a pus, a grasa, a cieno.
En una esquina un viejo que sin cesar repite
como un loco: «Han echado en los pozos veneno.»

Al través de los campos devastados se aleja
la turba consternada de gente fugitiva
que ni habla, ni grita, ni llora, ni se queja...

Decrépita la iglesia entre escombros se esboza
y en sus torres de encaje la luna pensativa
como el alma elegíaca de las ruinas solloza.



Emilio Bobadilla

Desolación flamenca

-- de Emilio Bobadilla --

Nostálgicas aldeas, campos desiertos
en que vagan de noche sombras de muertos;
esqueletos dolientes de campanarios
ya sin bronces; caminos que son osarios;

praderas calcinadas por la metralla,
—espectro espeluznante de la batalla—;
río que tuvo márgenes y hoy no las tiene
y a beber en sus aguas ya nadie viene;

cocina abandonada sin chimenea
cuyo hogar polvoriento, glacial, no humea;
reló que el tiempo anárquico desampara

cual corazón que un susto de pronto para...
¡Soledad elegíaca del cataclismo
en que habla el silencio consigo mismo!



Octavio Paz

tus ojos

-- de Octavio Paz --

Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
o toño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombrode un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.



Octavio Paz

por la calle de galeana

-- de Octavio Paz --

A ramón xirau
golpean martillos allá arriba
voces pulverizadas
desde la punta de la tarde bajan
verticalmente los albañiles
estamos entre azul y buenas noches
aquí comienzan los baldíos
un charco anémico de pronto llamea
la sombra de un colibrí lo incendia
al llegar a las primeras casas
el verano se oxida
alguien ha cerrado la puerta alguien
habla con su sombra
pardea ya no hay nadie en la calle
ni siquiera este perro
asustado de andar solo por ella
da miedo cerrar los ojos



Octavio Paz

niña

-- de Octavio Paz --

Niña
a laura elena
nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento,
alto deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y la nubes pelean con el viento
y el espacio se vuelve
un transparente campo de batalla.
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
brilla en las hojas, habla entre las piedras
y en húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña.
Y la ola amarilla;
la marea del sol,
en su cresta nos alza,
en los cuatro horizontes nos dispersa
y nos devuelve, intactos,
en el centro del día, a ser nosotros.



Salomé Ureña

tristezas (a mi esposo ausente)

-- de Salomé Ureña --

Nuestro dulce primogénito,
que sabe sentir y amar,
con tu recuerdo perenne
viene mi pena a aumentar.

Fijo en ti su pensamiento,
no te abandona jamás:
sueña contigo y, despierto,
habla de ti nada más.

Anoche, cuando, de hinojos,
con su voz angelical
dijo las santas palabras
de su oración nocturnal;

cuando allí junto a su lecho
sentéme amante a velar,
esperando que sus ojos
viniese el sueño a cerrar,

incorporándose inquieto,
cual presa de intenso afán,
con ese acento que al labio
las penas tan sólo dan,

exclamó como inspirado:
!tú no te acuerdas, mamá?
el sol ¡que bonito era
cuando estaba aquí papá!



José María Eguren

la niña de la lámpara azul

-- de José María Eguren --

En el pasadizo nebuloso
calcula mágico sueño de estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.

Ágil y risueña se insinúa,
y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.

Con voz infantil y melodiosa
el fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.

Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.

De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.



José Ángel Buesa

la copa de diamante

-- de José Ángel Buesa --

Tal vez por un capricho más triste que galante
cuente un día una historia que casi no es de amor.
Tal vez estés ausente, o acaso estés delante,
pero si estás delante lo contaré mejor.
Diré que hubo una copa tallada de diamante,
una flor sin rocío y un blanco surtidor.
Pero aunque se moría de sed un caminante
le negaron el agua para regar la flor.
Como ves es una historia que puede no ser mía,
pues habla de un suceso que ocurre cada día;
burlar a un vagabundo, negar una merced.
Pero al fin de este cuento vulgar y cotidiano,
tú sentirás la copa de diamante en tu mano,
y yo estaré de nuevo muriéndome de sed.



José Ángel Buesa

soneto (de félix arvers)

-- de José Ángel Buesa --

Nadie conoce mi amor secreto:
no lo conoce ni quien lo inspira;
y es tan humilde que a nada aspira,
pues su constancia no tiene objeto.
Mi amor se escuda tras mi respeto;
respiro el aire que ella respira,
y ella me habla y ella me mira,
sin que descubra mi amor discreto.
Porque, entre el coro de la alabanza
que se prolonga sobre su huella,
mi amor suspira sin esperanza;
y tanto ignora mis sueños vanos,
que si estos versos van a sus manos,
tal vez pregunte: «¿quién será ella?»



Gabriel Celaya

biografía

-- de Gabriel Celaya --

Biografía
no cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está tanganika? ¿qué añonació cervantes?
le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.
¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
la cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.
No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.



Gabriela Mistral

el papagayo

-- de Gabriela Mistral --

El papagayo verde y amarillo,
el papagayo verde y azafrán,
me dijo «fea» con su habla gangosa
y con su pico que es de satanás.
Yo no soy fea, que si fuese fea,
fea es mi madre parecida al sol,
fea la luz en que mira mi madre
y feo el viento en que pone su voz,
y fea el agua en que cae su cuerpo
y feo el mundo y él que lo crió...
El papagayo verde y amarillo,
el papagayo verde y tornasol,
me dijo «fea» porque no ha comido
y el pan con vino se lo llevo yo,
que ya me voy cansando de mirarlo
siempre colgado y siempre tornasol...



Gabriela Mistral

vergüenza

-- de Gabriela Mistral --

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano...
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!



Gabriela Mistral

balada de mi nombre

-- de Gabriela Mistral --

El nombre mío que he perdido,
¿dónde vive, dónde prospera?
nombre de infancia, gota de leche,
rama de mirto tan ligera.
De no llevarme iba dichoso
o de llevar mi adolescencia
y con él ya no camino
por campos y por praderas.
Llanto mío no conoce
y no la quemó mi salmuera;
cabellos blancos no me ha visto,
ni mi boca con acidia,
y no me habla si me encuentra.
Pero me cuentan que camina
por las quiebras de mi montaña
tarde a la tarde silencioso
y sin mi cuerpo y vuelto mi alma.



Gabriela Mistral

la casa

-- de Gabriela Mistral --

La mesa, hijo, está tendida
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Ésta es la sal, éste el aceite
y al centro el pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan «cara de dios»(*)
no llega a mesas de las casas.
Y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
Hijo, el hambre, cara de mueca,
en remolino gira las parvas,
y se buscan y no se encuentran
el pan y el hambre corcovada.
Para que lo halle, si ahora entra,
el pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio qechua nunca cerraba,
¡y miremos comer al hambre,
para dormir con cuerpo y alma!



Idea Vilariño

tarde

-- de Idea Vilariño --

Cuerpos tendidos, cuerpos
infinitos, concretos, olvidados del frío
que los irá inundando, colmando poco a poco.

Cuerpos dorados, brazos, anudada tibieza
olvidando la sombra ahora estremecida,
detenida, expectante, pronta para emerger
que escuda la piel ciega.

Olvidados también los huesos blancos
que afirman que no es un sueño cada vida,
más fieles a la forma que la piel,
que la sangre, volubles, momentáneas.

Cuerpos tendidos, cuerpos
sometidos, felices, concretos,
infinitos...

Surgen niños alegres, húmedos y olorosos,
jóvenes victoriosos, de pie, como su instinto,
mujeres en el punto más alto de dulzura,
se tienden, se alzan, hablan,
habla su boca, esa un día disgregada,
se incorporan, se miran, con miradas de eternos.



Vicente Aleixandre

el escuchador (gustavo adolfo bécquer)

-- de Vicente Aleixandre --

(gustavo adolfo bécquer)
mueve el viento.
Mueve el velo
quedo.
Mueve el aire.
Mueve el arce.
Vase.
Luz sin habla.
Voz callada.
Clara.
Sombra justa.
Suena muda.
Luna.



Vicente Aleixandre

corazón negro

-- de Vicente Aleixandre --

Corazón negro.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Sangre negra, corazón dolorido que desde lejos la envías
a latidos inciertos, bocanadas calientes,
vaho pesado de estío, río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.
Aquí, aquí en la tierra echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
¡Corazón negro, origen del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre unas manos.
Beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!



Vicente Huidobro

en

-- de Vicente Huidobro --

El corazón del pájaro
el corazón que brilla en el pájaro
el corazón de la noche
la noche del pájaro
el pájaro del corazón de la noche
si la noche cantara en el pájaro
en el pájaro olvidado en el cielo
el cielo perdido en la noche
te diría lo que hay en el corazón que bulle en elpájaro
la noche perdida en el cielo
el cielo perdido en el pájaro
el pájaro perdido en el olvido del pájaro
la noche perdida en la noche
el cielo perdido en el cielo
pero el corazón es el corazón del corazón
y habla por la boca del corazón



Anónimo

Romance de doña Vrraca

-- de Anónimo --

Morir vos queredes, padre,
San Miguel vos haya el alma;
mandastes las vuestras tierras
a quien se vos antojara:
a don Sancho a Castilla,
Castilla la bien nombrada;
a don Alonso a León,
y a don García a Vizcaya.
A mí, porque soy mujer,
dejáisme desheredada.
Irme yo por esas tierras
como una mujer errada,
y este mi cuerpo daría
a quien se me antojara:
a los moros por dineros
y a los cristianos de gracia,
de lo que ganar pudiere
haré bien por la vuestra alma.
Alli preguntara el rey:
-¿Quién es esa que así habla?
Respondiera el Arzobispo:
-Vuestra hija doña Vrraca.
-Calledes, hija, calledes,
no digades tal palabra,
que mujer que tal decía
merece de ser quemada.
Allá en Castilla la Vieja
un rincón se me olvidaba,
Zamora había por nombre,
Zamora la bien cercada;
de una parte la cerca el Duero,
de otra, peña tajada;
del otro la morería.
Una cosa muy preciada,
quien os la tomare, hija,
la mi maldicion le caiga.
Todos dicen amen, amen,
sino don Sancho, que calla.



Anónimo

Seducción de la Cava

-- de Anónimo --

Amores trata Rodrigo,
descubierto ha su cuidado;
a la Cava se lo dice
de quien anda enamorado;
-Mira, Cava; mira, Cava;
mira, Cava, que te hablo;
darte he yo mi corazón
y estaría a tu mandado.
La Cava, como es discreta,
a burlas lo habla echado;
respondió muy mesurada
y el gesto muy abajado:
-Como lo dice tu alteza,
debe estar de mí burlando;
no me lo mande tu alteza,
que perdería gran ditado.
Don Rodrigo le responde
que conceda en lo rogado.
Ella hincada de rodillas,
él estala enamorando;
sacándole está aradores
de las sus jarifas manos.
Fuese el rey dormir la siesta,
por la Cava había enviado;
cumplió el rey su voluntad
más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España
por aquel tan gran pecado.
La malvada de la Cava
a su padre lo ha contado.
Don Julián, que es traidor,
con los moros se ha concertado
que destruyen España
por le haber así injuriado.



Mario Benedetti

la historia

-- de Mario Benedetti --

Dijo cervantes que la historia
es el depósito de las acciones
y yo salvadas las distancias creo
que es un nomenclátor de expectativas
el historiador era para schlegel
apenas un profeta que miraba hacia atrás
y yo salvadas las distancias creo
que suele ser estrábico y a veces hipermétrope
por su parte el saber congelado sostiene
que los pueblos felices nunca tienen historia
y como en realidad todos la tienen
vaya sacando usted las conclusiones
a menudo la historia se vale de utopías
algunos aprovechan para erigirle estatuas
y luego es consagrada como infancia del mundo
o como fotocopia del futuro
la historia colecciona pálidos nomeolvides
lápidas de homenaje con hollines y mugre
y en su amplio muestrario de desdenes
figura hasta el humilde que vivió sin codicia
la historia está maltrecha quebrantada
hace dos o tres siglos que no ríe
que no llora no habla acaso porque ahora
ya no hay quien le peine las mentiras



Medardo Ángel Silva

Balada de la melancolía otoñal

-- de Medardo Ángel Silva --

Ya en la otoñal y hermosa alameda
vuelan los últimos cálices de oro
y en tus nerviosas pestañas de seda
queda temblando una lágrima de oro.

El surtidor su romanza masculla,
siempre más triste en la noche cercana,
—Dime, Princesa, la historia que arrulla
y hace olvidemos la Muerte cercana.

Dime la vieja leyenda harmoniosa
que habla de aquella Princesa difunta:
así pondremos mortaja de rosa
a la divina esperanza difunta...

Pálido amor que los sueños enlutas,
torna el mirar a la luz de la vida:
viene a nosotros por místicas rutas
la barca negra del mar de Ultra-Vida.

¡Tú que obstinadas las albas esperas,
entre tus sedas, tus rosas, tus joyas!
Mas, no vendrá la Anunciada que esperas
cuando la aurora derrama sus joyas...

Hacia la noche voló nuestro sueño
—blanca hipsipila con alas de gloria—
¡pero en el claro jardín del Ensueño
velan las puras estrellas su gloria!



Medardo Ángel Silva

El reloj (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Tu juventud de música, de fragancia y de trino,
huele a magnolias húmedas, a mojada reseda...
Es un olor carnal y espiritual, un fino
olor que llevo en mí sin que olvidarlo pueda.

De tu blancura me habla el lucero divino,
el ruiseñor conoce tu voz y la remeda,
y la divagación del viento vespertino
trae el recuerdo de tus cabellos de seda.

Del luto de la ausencia mi corazón se viste,
y, porque te recuerdo, mi noche es menos triste...
Pero resuena en mi alma, siniestro y agresivo,

este reloj que cuenta las horas de no verte,
y lo escucho lo mismo que un enterrado vivo
oyera un imposible comentario a su muerte.



Medardo Ángel Silva

Voces en la sombra

-- de Medardo Ángel Silva --

Está en el bosque, sonrosada,
la luna de la madrugada.

El negro bosque rememora
lo que miró desde la aurora:

Se recuerda, temblando, una hoja
del lobo y Caperuzita Roja;
del aúreo son del olifante
del Rey de barbas de diamante
habla la eufónica espesura
donde claro eso perdura;
cuenta el césped que fuera alfombra
al paso de una leve sombra,
y al ligero trote lascivo
del dios de las patas de chivo,,,

De una polífona armonía
se puebla la selva sombría...

Mas cuando dice una voz: "Ella,
la Diosa, el Ídolo ha pasado..."
Pensando en su blancor de estrella
el negro bosque se ha callado...



Miguel de Cervantes

A un valentón

-- de Miguel de Cervantes --

Un valentón de espátula y gregüesco
que a la muerte mil vidas sacrifica,
cansado del oficio de la pica,
mas no del ejercicio picaresco,
retorciendo el mostacho soldadesco
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica
y en el nombre de Dios, pidió refresco.
“Den voacedes, por Dios, a mi pobreza
--les dice--, donde no, por ocho santos
que haré lo que suelo sin tardanza.”
Mas uno que a sacar la espada empieza
“¿Con quién habla—le dijo—el tragacantos?
Si limosna no alcanza,
¿qué es lo que suele hacer en tal querella?”
Respondió el bravonel: “Irme sin ella”

Esta obra se encuentra en dominio público. Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio público.



Nicolás Fernández de Moratín

epigrama. saber sin estudiar

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Epigrama
saber sin estudiar
admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en francia
supiesen hablar francés.
«Arte diabólica es»,
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho
un fidalgo en portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho».



Nicolás Fernández de Moratín

Saber sin estudiar

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.

«Arte diabólica es»
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho,
un fidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho.»



Juan Gelman

cuerpo que me temblás entrado al alma...

-- de Juan Gelman --

Cuerpo que me temblás entrado al alma
río que me enfriásmanita tuya
manando sombrasombrasombrasombra
¿para tu deshacerte en algún lado?
¿te rejunto otra vez?¿te apeno el habla?
¿te duelo el nunca?¿más?¿o nuncamás
me mirará hermoseando tu hermosura?
¿descansás de tu piel?¿desquerés mucho?
me escuchásdeteniendo tu pasaje
fuera de vos?¿carita que solés
iluminarme el animal?¿o pena?
recorrerme la cielocomo sol?



Juan Ramón Jiménez

la que habla

-- de Juan Ramón Jiménez --

Cállate, por dios, que tú
no vas a saber decírmelo.
Deja que abran todos mis
sueños y todos tus lirios.
Mi corazón oye bien
la letra de tu cariño.
El agua lo va temblando
entre los juncos del río,
lo va estendiendo la niebla,
lo están meciendo los pinos
(y la luna opaca) y el
corazón de tu destino...
¡No apagues por dios, la llama
que arde dentro de mí mismo!
¡cállate por dios, que tú
no vas a poder decírmelo!



Juan Zorrilla de San Martín

Imposible

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

Dejadme recordar; y en ese limbo
en que agitan sus alas los amores,
y suspiran insólitos rumores,
que el alma sabe traducir no más,
las palmas donde duermen los recuerdos
abaniquen mi frente soporosa,
que, al beso de su brisa mentirosa
en un seno de amor se dormirá.

¡Qué dulce realidad la del recuerdo,
vaga ilusión que a otra ilusión imita!
No entiendo el corazón cuando palpita,
mecido por su aliento celestial.
¡Y me habla tanto en su lenguaje mudo!
¿Cuándo lo entenderé? ... Cuando la vida,
en mundo de recuerdos convertida,
de mentiras engendre una verdad!



Juana Rosa de Amézaga

Al despertar (Amézaga)

-- de Juana Rosa de Amézaga --

Dejan las aves el nocturno abrigo
de las vecinas y coposas frondas,
y con sus trinos de placer adulan
a la naciente y sonrosada aurora.

Engastadas en nítido rocío,
bellas se ostentan las gentiles rosas,
y envidiando su aroma delicioso,
lucen sus galas las cucardas rojas.

Cerca se escucha el majestuoso ruido
que hacen del mar las bullidoras olas,
y al retirarse, cual de blancas perlas,
con sus espumas las riberas bordan.

¡Oh! ¡Cuánto goza en este cuadro el alma
si lo contempla recogida y sola!
Y Dios parece que al oído le habla
en tan solemne y apacible hora.

Para la mente que inquietud agita,
es lo que fresca, deliciosa copa,
para el enfermo que la fiebre siente,
en sus entrañas y abrasada boca.

Mi amante pecho dilatarse siento
viendo, Señor, de tu poder las obras;
y al contemplarlas con filial confianza,
mi humilde labio tu grandeza adora.



Julio Herrera Reissig

Meridiano durmiente

-- de Julio Herrera Reissig --

Frente a la soporífera canícula insensata,
la vieja sus remiendos monótonos frangolla;
y al son del gluglutante rezongo de la olla
inspírase el ambiente de bucólica beata...

En el sobrio regazo de la cocina grata,
su folletín la cándida maledicencia empolla,
hasta que la merienda de hogaza y de cebolla
abre un dulce paréntesis a la charla barata.

Afuera el aire es plomo... Casiopea y Melampo,
turban sólo el narcótico gran silencio del campo.
Ella, la muy maligna, finge torpes enredos,

como le habla al oído de divinos deslices...
Y así el tiempo resbala por sus almas felices,
como un rosario fácil entre unos bellos dedos.



Julio Herrera Reissig

la llavera

-- de Julio Herrera Reissig --

Viste el hábito rancio y habla ronco en voz densa;
sigue un perro la angustia de su sombra benigna;
mascullando sus votos, reverente, consigna
un espectro achacoso de rutina suspensa...

Al repique doméstico de sus llaves, se piensa
en las brujas de rembrandt... Sin embargo, es tan digna
que luzbel la chamusca, por lo cual se persigna
y con aguas benditas neutraliza su ofensa...

Ella sabe la historia de los santos patrones,
de syllabus, de ritos y de kirieleysones...
Ella sufre nostalgias sordas del santo oficio.

En la gloria del padre será libre de expurgo.
Y se tiene por cierto que en la noche del juicio
dará fe de los buenos moradores del burgo...



Evaristo Carriego

Aquella vez que vino tu recuerdo

-- de Evaristo Carriego --

La mesa estaba alegre como nunca.
Bebíamos el té: mamá reía
recordando, entre otros,
no sé qué antiguo chisme de familia,
una de nuestras primas comentaba
— recordando con gracia los. Modales,
de un testigo irritado — el incidente
que presenció en la calle;
los niños se empeñaban, chacoteando,
en continuar el juego interrumpido,
y los demás hablábamos de todas
las cosas de que se habla con cariño.
Estábamos así, contentos, cuando
alguno te nombró, y el doloroso
silencio que de pronto ahogó las risas,
con pesadez de plomo



Evaristo Carriego

El aniversario

-- de Evaristo Carriego --

La casa amaneció triste, callada.
Un aire melancólico se advierte
en los rostros: la pena es resignada.
No se oye reir ni se habla fuerte.
Los muchachos faltaron a la escuela,
y desde muy temprano, con incierto
y sombrío fulgor, arde la vela
en la que fuera habitación del muerto.
El recuerdo luctuoso les alcanza
a todos por igual.
Durante el día
unas cuantas visitas de confianza
estuvieron a hacerles compañía;
pero, entrada la noche, los amigos
al fin se despidieron, y la pena
contenida en presencia de testigos
extraños, fué a la hora de la cena



Evaristo Carriego

Que sera de ti?

-- de Evaristo Carriego --

¿Qué será de ti? ¡Hace tanto
que te fuiste! Ya ni sé
cuanto tiempo.
¿De nosotros
te acuerdas alguna vez?
¿Verdad que sí? Tu cariño
de lejos nos seguirá...
Lejos de nosotros, ¡pobre,
qué sola te sentirás!
Si se habla de ti, en seguida
pensamos: ¿será feliz?
Y a veces te recordamos
con un vago asombro: así
como si estuvieras muerta.
¿Después de aquel largo adiós,
ahora que no eres nuestra,
quién escuchará tu voz?



Federico García Lorca

el poeta habla por teléfono con el amor

-- de Federico García Lorca --

Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.
Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.
Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.
Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!
regresar a sonetos del amor oscuro



José de Diego

tu nombre

-- de José de Diego --

Dulce es tu nombre en nuestro dulce idioma;
suena en las preces del fervor cristiano,
y es verso en el lenguaje soberano
con que aun nos habla en su sepulcro roma.

De un pie latino la cadencia toma
cuando vibra en el ritmo castellano
cual breve arrullo de cantar lejano
o eco de amor con alas de paloma.

Dos silabas; un beso; algo muy triste
para el que te ha perdido; la elegía
del sueño muerto, que en la muerte existe.

Carmen el mundo te llamó algún día;
pero después de lo que a ml me hiciste...
¿Cómo te llamaremos, alma mía?.



José Hierro

caballero de otoño tierra sin nosotros (1947)

-- de José Hierro --

Viene, se sienta entre nosotros,
y nadie sabe quién será,
ni por qué cuando dice nubes
nos llenamos de eternidad.
Nos habla con palabras graves
y se desprenden al hablar
de su cabeza secas hojas
que en el viento vienen y van.
Jugamos con su barba fría.
Nos deja frutos. Torna a andar
con pasos lentos y seguros
como si no tuviera edad.
Él se despide. ¡Adiós! nosotros
sentimos ganas de llorar.



José Martí

dos patrias

-- de José Martí --

Dos patrias tengo yo: cuba y la noche.
¿O son una las dos? no bien retira
su majestad el sol, con largos velos
y un clavel en la mano, silenciosa
cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
que en la mano le tiembla! está vacío
mi pecho, destrozado está y vacío
en donde estaba el corazón. Ya es hora
de empezar a morir. La noche es buena
para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo
habla mejor que el hombre.
Cual bandera
que invita a batallar, la llama roja
de la vela flamea. Las ventanas
abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
las hojas del clavel, como una nube
que enturbia el cielo, cuba, viuda, pasa...



José Martí

tienes el don...

-- de José Martí --

Tienes el don, tienes el verso, tienes
todo el valor de ti, tienes la altiva
resolución que arrostra y que cautiva
y llama las coronas a las sienes.
Tienes la fuga, el verbo, los desdenes
divinos de quien es, y el habla viva
de quien cruza la tierra cielo arriba
y ni adula al feliz, ni aguarda bienes.
¡Pero no tengo el impudor odioso
de enseñar mis entrañas derretidas
en estuche de verso recamado!
viva mi nombre oscuro y en reposo
si he de comprar las palmas perseguidas
sacando al viento mi dolor sagrado.



Blanca Andreu

di que querías ser caballo esbelto, nombre

-- de Blanca Andreu --

¡eh gritó will la gente corre como
si ya hubiese llegado la tormenta!
¡llegó gritó jim, la tormenta somos
nosotros!
ray bradbury
di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.
Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, los nervios de los ángeles,
vinieron a hacer música para rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.
Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Clemente Althaus

El hablador

-- de Clemente Althaus --

I

Llega, y con tono magistral y grave
de la palabra al punto se apodera,
y empieza a disertar sobre cualquiera
materia, porque todas se las sabe.
No habla más largo ni seguido el ave
que nuestro idioma imita vocinglera;
y aunque su voz apague la ronquera,
ni remota esperanza hay de que acabe.
Crece en tanto el fastidio, el tiempo pasa,
a despedirse empieza ya la gente,
y a tanta reunión la antes escasa
sala se desocupa, y solamente
con la infeliz señora de la casa
se queda el hablador impertinente.

II

¡Ay del que con Don Juan entra en disputa!
de aquel a quien siquiera se le escapa
la réplica menor, pues se reputa
más infalible que el romano Papa.
Cuanto dice verdad es absoluta
que a la misma Verdad la boca tapa,
aunque diga que en Francia está Calenta
y a París ponga en África su mapa.
Materia en todo para eterna plática
halla, a pesar de su apariencia tísica
y de su cruel respiración asmática;
y desde rudimentos de gramática
hasta la más sublime metafísica
en todo su sentencia da, dogmática.



Cristóbal de Castillejo

respuesta del autor

-- de Cristóbal de Castillejo --

Injustamente condena
mi fama la falsa historia;
mal se habla en culpa ajena
en una casa tan llena
de culpa, y culpa notoria.

Al repique de broqueles
estáis tan a punto ya,
que do quier que carne está,
no son puestos, los manteles,
cuando la huelen allá.



Rafael Pombo

Cutufato y su gato

-- de Rafael Pombo --

Cutufato y su gato

Quiso el niño Cutufato
Divertirse con un gato;
Le ató piedras al pescuezo,
Y riéndose el impío
Desde lo alto de un cerezo
Lo echó al río.

Por la noche se acostó;
Todo el mundo se durmió,
Y entró a verlo un visitante
El espectro de un amigo,
Que le dijo: ¡Hola! al instante
¡Ven conmigo!

Perdió el habla; ni un saludo
Cutufato hacerle pudo.
Tiritando y sin resuello
Se ocultó bajo la almohada;
Mas salió, de una tirada
Del cabello

Resistido estaba el chico;
Pero el otro callandico,
Con la cola haciendo un nudo
De una pierna lo amarró,
Y, ¡qué horror! casi desnudo
Lo arrastró.

Y voló con él al río,
Con un tiempo oscuro y frío,
Y colgándolo a manera
De un ramito de cereza
Lo echó al agua horrenda y fiera
De cabeza

¡Oh! ¡qué grande se hizo el gato!
¡qué chiquito el Cutufato!
¡Y qué caro al bribonzuelo
su barbarie le costó!
Más fue un sueño, y en el suelo
Despertó.



Ricardo Güiraldes

Siete verdades y una belleza

-- de Ricardo Güiraldes --

Es un camino. Debe ser en Grecia vieja.

Para un lado, va el valle enriqueciendo su flora, para el otro, la tierra, árida, se enferma. Son el lado del campo; el lado del pueblo.

Algo: dos sombras, dos almas, corren en dirección opuesta.

Con pequeño esfuerzo vese mejor.

El que viene del campo, es un viejo; va despacio y parece llevar una carga. El que sale al campo es joven, va rápidamente y algo parece aletear entre sus brazos.

Al encontrarse el muchacho, impaciente, habla primero:

-¿Qué llevas, viejo, que tanto te encorva?

-Siete verdades llevo, que he arrancado a mi alma para dar al mundo.

Y a su vez pregunta:

-Y tú ¿qué llevas que caminas tan alado?

-Una belleza llevo, que he arrancado al mundo, para dar a mi alma.

Ambos siguen sus caminos diferentes; el viejo, los ojos bajos, el paso lento; el muchacho, la frente alta, el correr ligero. Uno pensando, el otro sintiendo.

Más el viejo, cansado, descarga sus verdades, y un momento se vuelve para mirar al muchacho, cuya mancha vivaz va empequeñeciéndose hacia el horizonte.

Buenos Aires, 1918.



Roberto Juarroz

el fondo de las cosas no es la vida o la muerte

-- de Roberto Juarroz --

El fondo de las cosas no es la vida o la muerte.
Me lo prueban
el aire que se descalza en los pájaros,
un tejado de ausencias que acomoda el silencio
y esta mirada mía que se da vuelta en el fondo,
como todas las cosas que se dan vuelta cuando acaban.
Y también me lo prueba
mi niñez que era pan
anterior a la harina,
mi niñez que sabía
que hay humos que descienden,
voces con las que nadie habla,
papeles donde el hombre está inmóvil.
El fondo de las cosas no es la muerte o la vida.
El fondo es otra cosa
que alguna vez sale a la orilla.



Roque Dalton García

estudio con algo de tedio

-- de Roque Dalton García --

Clov: llora
hamm: luego vive.
(Diálogo de fin de partida de beckett).
Tengo quince años y lloro por las noches.
Yo sé que ello no es en manera alguna peculiar
y que antes bien hay otras cosas en el mundo
más apropiadas para decíroslas cantando.
Sin embargo hoy he bebido vino por primera vez
y me he quedado desnudo en mis habitaciones para sorber la tarde
hecha minúsculos pedazos
por el reloj.
Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear.No hay nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.
Está uno y su cara. Uno y su cara
de santón farsante.
Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,
el gesto que escondemos todo el día,
el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos
el día en que lo sepan todo las buenas gentes
y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros.
Tengo quince años de cansarme
y lloro por las noches para fingir que vivo.
En ocasiones, cansado de las lágrimas,
hasta sueño que vivo.
Puede ser que vosotros no entendáis lo queson estas cosas.
Os habla, más que yo, mi primer vino mientras la piel que
sufro bebe sombra



Rubén Darío

A Roosevelt

-- de Rubén Darío --

Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod!
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aun reza a Jesucristo y aun habla en español.



Rubén Darío

Salvador Díaz Mirón (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Tu cuarteto es cuadriga de águilas bravas
Que aman las tempestades, los oceanos;
Las pesadas tizonas, las férreas clavas,
Son las armas forjadas para tus manos.

Tu idea tiene cráteres y vierte lavas;
Del arte recorriendo montes y llanos,
Van tus rudas estrofas jamás esclavas,
Como un tropel de búfalos americanos.

Lo que suena en tu lira lejos resuena,
Como cuando habla el bóreas, o cuando truena.
¡Hijo del Nuevo Mundo!, la Humanidad

Oiga, sobre la frente de las naciones,
La hímnica pompa lírica de tus canciones
Que saludan triunfantes la Libertad.



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Ariiba