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-- de Leopoldo Lugones --
Al promediar la tarde de aquel día,
cuando iba mi habitual adiós a darte,
fue una vaga congoja de dejarte
lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabia...
Con tu rubor me ilumino al hablarte,
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa,
mas ya la plenitud de la promesa
nos infundía un jubilo tan blando,
que nuestros labios suspiraron quedos...
Y tu alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviera deshojando.
Poema "Alma venturosa" de Leopoldo Lugones
-- de José Ángel Buesa --
Di que mi amor ha muerto de una forma habitual,
aunque tú, por la espalda, le clavaste un puñal.
Lo enterraremos juntos, sin pesar ni alegría,
aunque yo sólo sepa que vive todavía.
Pero no intentes nunca remover esa fosa:
déjala abandonada; déjala silenciosa...
Pues si un día la abrieras, tu mano desleal
no hallaría otra cosa que tu propio puñal.
Poema "epílogo" de José Ángel Buesa
-- de Evaristo Carriego --
Hoy el hogar no tiene la habitual alegría
de los días hermosos, y eso que hoy es un día
suavemente asoleado. En el patio no hay ruidos,
ni se escuchan las risas sonando en los dormidos
rincones de la antigua casa. La regalona
y traviesa hermanita de siete años no entona
las canciones ingenuas que aprendiera en la escuela,
ni riñe a su muñeca mutilada. La abuela
— ¡ah, la pobre abuelita casi nunca está sana! —
olvida su dolencia que lleva una semana
de no darla un momento de reposo. Una incierta
amenaza inquietante ha violado la puerta
del hogar. Bajo el techo
de la casa modesta se presiente en acecho
al dolor. Repentina, melancólicamente,
ha pasado una sombra como por una frente,
como por una frente que fué siempre serena
Poema "El nene esta enfermo" de Evaristo Carriego