Buscar Poemas con Guía


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Se han encontrado 57 poemas con la palabra guía

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Garcilaso de la Vega

Mi lengua va por do el dolor la guía

-- de Garcilaso de la Vega --

Mi lengua va por do el dolor la guía;
ya yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos hemos de ir, con puro tino;
cada uno a parar do no querría;

yo, porque voy sin otra compañía,
sino la que me hace el desatino,
ella, porque la lleve aquel que vino
a hacerla decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual,
que aunque inocencia siempre en mí conoce,
siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío
de mi lengua, si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?

Poema Mi lengua va por do el dolor la guía de Garcilaso de la Vega con fondo de libro

Francisco Villaespesa

morena mía

-- de Francisco Villaespesa --

i
bajo el fulgor lunar el mar es plata;
entreabre tú, mi bien, tu mirador,
y asómate a escuchar la serenata
que, mientras duermes tú, vela el amor
asómate al balcón, morena mía,
las sombras de mis noches a alumbrar,
que, como un ciego, sin bordón ni guía,
así voy sin la luz de tu mirar.
Ii
la brisa de jazmines perfumada
despierta la pasión que duerme en mí;
la noche está para el amor creada
y todo vive, como yo, por ti.
Asómate al balcón, morena mía,
las sombras de mis noches a alumbrar,
que, como un ciego, sin bordón ni guía,
así voy sin la luz de tu mirar.
Iii
sal a darle consuelo a mi tormento;
que si no sales, del balcón al pie,
como esas rosas que deshoja el viento,
sin la luz de tus ojos moriré.
Asómate al balcón, morena mía,
las sombras de mis noches a alumbrar,
que, como un ciego, sin bordón ni guía,
así voy sin la luz de tu mirar.

Poema morena mía de Francisco Villaespesa con fondo de libro

Garcilaso de la Vega

SONETO XXXII

-- de Garcilaso de la Vega --

Mi lengua va por do el dolor la guía;
ya yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos hemos de ir, con puro tino;
cada uno a parar do no querría;

yo, porque voy sin otra compañía,
sino la que me hace el desatino,
ella, porque la lleve aquel que vino
a hacerla decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual,
que aunque inocencia siempre en mí conoce,
siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío
de mi lengua, si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?

Poema SONETO XXXII de Garcilaso de la Vega con fondo de libro

Por la calle vamos...

-- de Vicenta Castro Cambón --

Por la calle vamos, un niño me guía.
Su pequeña mano sostiene la mía;
peligro y tropiezos me advierte con celo
y el camino hacemos contentos los dos.
Él, porque los niños no saben de duelo;
yo, porque en mi noche de angustia infinita
¡a Dios busco y hallo y en la manecita
de mi guía beso la mano de Dios!



Adelardo López de Ayala

A Emilia (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Cuando cantas en dulce melodía
la Oración de la Virgen, me parece
que otra vez el Arcángel aparece
y se postra a las plantas de María.

De aquel hondo misterio la alegría
mi espíritu levanta y ennoblece;
la niebla se disipa, y se esclarece
la estrecha senda que al Empíreo guía.

Hoy que tu pura voz ha enmudecido,
entre el cielo y el mundo denso velo
van poniendo las sombras del olvido...

¡Ay! Canta, Emilia, que escucharte anhelo,
para mirar de nuevo establecido
el contacto del mundo con el cielo.



Amado Nervo

parábola. jam faotet

-- de Amado Nervo --

Jam faotet
para ezzequiel a. Chávez.
Jesucristo es el buen samaritano:
yo estaba malherido en el camino,
y con celo de hermano,
ungió mis llagas con aceite y vino;
después, hacia el albergue, no lejano,
me llevó de la mano,
en medio del silencio vespertino.
Llegados, apoyé con abandono
mi cabeza en su seno,
y él me dijo muy quedo: «te perdono
tus pecados, ve en paz; sé siempre bueno
y búscame: de todo cuanto existe
yo soy el manantial, el ígneo centro...»
Y repliqué, muy pálido y muy triste:
«¿señor, a qué buscar si nada encuentro?
¡mi fe se me murió cuando partiste,
y llevo su cadáver aquí dentro!
»estando tú conmigo viviría...
Mas tu verbo inmortal todo lo puede:
dila que surja en la conciencia mía,
resucítala, ¡oh dios, era mi guía
y jesucristo respondió: «ya hiede».



Leandro Fernández de Moratín

soneto. la despedida

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Nací de honesta madre: diome el cielo
fácil ingenio en gracias afluente;
dirigir supo el ánimo inocente
a la virtud el paternal desvelo.
Con sabio estudio, infatigable anhelo,
pude adquirir coronas a mi frente;
la corva scena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.
Dócil, veraz, de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las musas bellas
mi pasión fueron, el honor mi guía.
Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido
culpas, a dios, ingrata patria mía.



Leandro Fernández de Moratín

La despedida

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Nací de honesta madre: diome el Cielo
fácil ingenio en gracias, afluente:
dirigir supo el ánimo inocente
a la virtud, el paternal desvelo.

Con sabido estudio, infatigable anhelo,
pude adquirir coronas a mi frente:
la corva escena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.

Dócil, veraz: de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las Musas bellas
mi pasión fueron, el honor mi guía.

Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido
culpas; adiós, ingrata patria mía.



Leandro Fernández de Moratín

Sabia Polimnia

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Sabia Polimnia en razonar sonoro
verdades dicta, disipando errores;
mide Urania los cercos superiores
de los planetas y el luciente coro.

Une en la historia el interés decoro
Clío y Euterpe canta los pastores;
mudanzas de la suerte y sus rigores
Melpómene feroz, bañada en lloro;

Calíope victorias; danzas guía
Terpsícore gentil; Erato en rosas
cubre las flechas del amor y el arco;

pinta vicios ridículos Talía
en fábulas que anima deleitosas;
y ésta le inspira al español Inarco.



Lope de Vega

La lengua del amor, a quien no sabe

-- de Lope de Vega --

La lengua del amor, a quien no sabe
lo que es amor, ¡qué bárbara parece!;
pues como por instantes enmudece,
tiene pausas de música süave.
Tal vez suspensa, tal aguda y grave,
rotos conceptos al amante ofrece,
aguarda los compases que padece,
porque la causa su destreza alabe.
¡Oh dulcísimo bien, que al bien me guía!
¿con qué lengua os diré mi sentimiento,
ya que tengo de hablaros osadía?
Mas si es de los conceptos instrumento,
¿qué importa que calléis, o lengua mía,
pues que vos penetráis mi pensamiento?



Lope de Vega

Era la alegre víspera del día

-- de Lope de Vega --

Era la alegre víspera del día
que la que sin igual nació en la tierra,
de la cárcel mortal y humana guerra,
para la patria celestial salía;

y era la edad en que más viva ardía
la nueva sangre que mi pecho encierra,
(cuando el consejo y la razón destierra
la vanidad que el apetito guía),

cuando Amor me enseñó la vez primera
de Luciana en su sol los ojos bellos
y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión y dulce arder por ellos;
sin duda que su fuego fue mi esfera,
que con verme morir descanso en ellos.



Jaime Torres Bodet

regreso iv

-- de Jaime Torres Bodet --

Iv
por esa fina herida silenciosa
que siquiera da paso a la agonía,
¡ay! entra, muerte, en mí, como la guía
de la hiedra que el sol prende en la losa.
Abre ¡aunque sea así! la última rosa
en que tu fuerza adulta se extasía,
ansia de ya no ser, llama tan fría
que a su lado la luz parece umbrosa.
Rompe la plenitud, la simetría,
el basalto en que acaba toda cosa
que dura más de lo que tarda el día;
y, arrancándome al tedio que me acosa,
envuélveme en tu vértigo, alegría,
¡afirmación total, muerte dichosa!



Josefina Pla

el amor realizado

-- de Josefina Pla --

Realizado

xii
el amor realizado es un sorbo de muerte
que nos pasa los labios, que se filtra en las venas.
El alma que nos cambia es más ancha y vacía:
más triste y más sedienta, la boca que nos deja.

Dentro del corazón, alárgase una sombra
cada vez que los labios su antiguo vaso llenan.
El amor realizado aguza en nuestros ojos
del imposible anhelo la trémula saeta,
y es paso que prolonga, en cruel hechizo mágico,
ante la planta laxa la cansadora meta...

Amor: perfecto guía para ir al encuentro
del dolor apostado al fin de cada senda...



Diego de Torres Villarroel

cuenta los pasos de la vida

-- de Diego de Torres Villarroel --

De asquerosa materia fui formado,
en grillos de una culpa concebido,
condenado a morir sin ser nacido,
pues estoy no nacido y ya enterrado.
De la estrechez obscura libertado,
salgo informe terrón no conocido,
pues sólo de que aliento es un gemido
melancólico informe de mi estado.
Los ojos abro, y miro lo primero
que es la esfera también cárcel obscura;
sé que se ha de llegar el fin postrero.
Pues ¿adónde me guía mi locura,
si del ser al morir soy prisionero,
en el vientre, en el mundo y sepultura?



Octavio Paz

agua nocturna

-- de Octavio Paz --

La noche de ojos de caballo que tiemblan en la noche,
la noche de ojos de agua en el campo dormido,
está en tus ojos de caballo que tiembla,
está en tus ojos de agua secreta.
Ojos de agua de sombra,
ojos de agua de pozo,
ojos de agua de sueño.
El silencio y la soledad,
como dos pequeños animales a quienes guía la luna,
beben en esos ojos,
beben en esas aguas.
Si abres los ojos,
se abre la noche de puertas de musgo,
se abre el reino secreto del agua
que mana del centro de la noche.
Y si los cierras,
un río, una corriente dulce y silenciosa,
te inunda por dentro, avanza, te hace oscura:
la noche moja riberas en tu alma.



Pedro Antonio de Alarcón

El llanto del soltero

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Sin ti...¡Cuán negra y angustiosa y larga
pasé la noche toda, amada mía!
¡Sin ti me encuentra el implacable día;
sin ti y en honda soledad amarga!

Ya el sueño, que mis párpados embarga,
sin ti mis pasos hacia el lecho guía;
y pues no estás en él, en él querría
dejar por siempre del vivir la carga.

Pero ¿quién eres tú? ¿Luz postrimera
eres del bien perdido, o vaga sombra
de un nuevo bien que al porvenir demando?

No sé, no sé quién eres. «Compañera»
te llama el corazón cuando te nombra,
y las noches sin ti paso llorando.



Rafael María Baralt

A la memoria de don Alberto Lista y Aragón

-- de Rafael María Baralt --

¡Levanta de tu tumba, oh de la hispana
ilustre juventud émulo guía!
¡Tú a cuya voz absorto detenía
Betis sagrado el onda soberana!

¡Tú a quien Minerva de su oliva, ufana,
la noble frente coronaba un día
y el rubio Apolo del laurel ceñía
que en la pompa circense el vate gana!

¡Vives, sí, vives; de esplendor vestido
templo el mundo a tu fama es dilatado
y altar augusto la marmórea losa!

¡Alce otra vez tu plectro el gran sonido,
y en hombros de las Musas levantado,
sube triunfante a la mansión gloriosa!



Rafael María Baralt

A la Santa Cruz (3)

-- de Rafael María Baralt --

Alto Portento del amor divino
tus oprobios, ¡oh Cruz!, torna en blasones
y el suplicio de esclavos y ladrones
de Dios a la mansión abre el camino.

Lábaro fuiste al magno Constantino
y por ti victoriosas sus legiones
anunciaron a pueblos y a naciones
nueva luz, nuevo altar, nuevo destino.

Entre cielo y tierra lazo fuerte,
del orbe antorcha, de la historia guía
en quien eterna la verdad reposa;

cuando vive y respira vendrá a muerte;
Tú con Jesús en el postrero día
asistirás triunfante y gloriosa.



Rafael María Baralt

Al nacimiento de la Princesa de Asturias

-- de Rafael María Baralt --

¡La Reina es madre! Venturoso día
luce por fin en el Oriente hispano:
présago de salud, con hondo arcano
a Trono y Pueblo el Hacedor le envía.

Cesa la guerra; la Discordia impía
huye al profano; y del bifronte Jano
cerrado el templo, con augusta mano
la regia prole a la virtud nos guía.

Y la patria revive; árbitro y dueño
es de la tierra; y su blasón divino
brilla otra vez con inmortal hazaña.

Ángel querido, así al mirarte, el ceño
la suerte depondrá, y alto destino
de honor y gloria labrarás a España.



José María Eguren

la niña de la lámpara azul

-- de José María Eguren --

En el pasadizo nebuloso
calcula mágico sueño de estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.

Ágil y risueña se insinúa,
y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.

Con voz infantil y melodiosa
el fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.

Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.

De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.



Gaspar Melchor de Jovellanos

a la noche

-- de Gaspar Melchor de Jovellanos --

Ven, noche amiga; ven, y con tu manto
mi amor encubre y la esperanza mía;
ven, y mi planta entre tus sombras guía
a ver de clori el peregrino encanto;
ven, y movida a mi ardoroso llanto,
envuelve y llena en tu tiniebla fría
el malicioso resplandor del día,
testigo y causador de mi quebranto.
Ven esta vez no más; que si piadosa
tiendes el velo a mi pasión propicio,
y el don que pide otorgas a mi ruego,
tan solo a ti veneraré por diosa,
y para hacerte un grato sacrificio
mi corazón dará materia al fuego.



Gutierre de Cetina

cercado de terror, lleno de espanto

-- de Gutierre de Cetina --

En la barca del triste pensamiento,
los remos en las manos del tormento,
por las ondas del mar del propio llanto,
navegaba vandalio; y si algún tanto
la esperanza le da propicio el viento,
la imposibilidad en un momento
le cubre el corazón de obscuro manto.
«Vandalio, ¿qué harás hora? decía.
Fortuna te ha privado de la estrella
que era en el golfo de la mar tu guía».
Y andándola a buscar, ciego sin ella,
cuando por más perdido se tenía,
la vio ante los nublados ir más bella.



Gutierre de Cetina

si contra amor, señora, andáis armada

-- de Gutierre de Cetina --

De aquel frío saber que amor contiende,
si os guía la razón, si ella os defiende,
no es gran caso no estar enamorada.
De poco amor, amor se desagrada;
no puede amor crecer do el seso entiende;
si el juicio gobierna, amor se ofende;
do no hay pasión, amor no puede nada.
Pero si permitiese el hado mío,
cosa que podría ser, que amor hallase
entrada en ese pecho de diamante,
a pagar de mi alma aquel desvío
en blando consentir se transformase,
¿qué freno hay que tener pueda un amante?



Gutierre de Cetina

remedio incierto que en el alma cría

-- de Gutierre de Cetina --

La ponzoña que da vida al tormento,
madrastra del cuitado sufrimiento,
de nuestros años robadora arpía;
obscura luz que por tinieblas guía,
falso esfuerzo del loco pensamiento,
dificultoso bien del sentimiento,
peligroso manjar de la porfía;
sierpe fiera con rostro de doncella,
fuego que blandamente nos consume,
jarabe dulce de alargar los males,
bien do el daño mayor se anida y sella.
¿Quién será tal que tus maldades sume?
¡oh mísera esperanza de mortales!



Gutierre de Cetina

cuando a escribir de vos el alma mía

-- de Gutierre de Cetina --

Se mueve, tanto que alabar se ofrece
que el ingenio y el arte desfallece
y sólo el desear queda por guía.
Este deseo la tira y la desvía
de cuanto acá hermoso nos parece,
y en la eterna beldad do resplandece
la que vemos acá, mira y porfía.
De aquí nace otro efecto: que mirando
vuestra beldad en la beldad del cielo,
entre las otras puesta en alta cima,
se inflama de otro ardor que sentía cuando
acá os miraba, y de un más limpio celo.
¡Qué el bien más conocido más se estima!



Gutierre de Cetina

golfo de mar con gran fortuna airado

-- de Gutierre de Cetina --

Se puede comparar la vida mía;
van las ondas do el viento las envía
y las de mi vivir do quiere el hado;
no hallan suelo al golfo, ni hallado
será cabo jamás en mi porfía;
en el golfo hay mil monstruos que el mar cría,
mi recelo mil monstruos ha criado;
en el mar guía el norte, a mí una estrella;
nadie se fía del mar, de nada fío;
vase allí con temor, yo temeroso;
por mis cuidados van, naves por ella.
Y si en algo difiere el vivir mío,
es en que se aplaca el mar, yo no reposo.



Gutierre de Cetina

por qué es ciego el amor» «porque con ojos

-- de Gutierre de Cetina --

Ajenos, ya que puede ver, se guía».
«¿Por qué tan niño por la incierta vía?»
«que tiene en gobernarse por antojos».
«¿Desnudo?» «por mostrar que sus enojos
natura los produce, ella los cría».
«¿Por qué tiene alas?» «porque en solo un día
da y quita libertad, vida y despojos».
«¿Por qué le dan el arco y las saetas?»
«por el libre poder que en todos tiene».
«¿Y el fuego?» «porque arder almas le agrada».
«¿Por qué son de oro, pues, las más perfectas
y otras de plomo?» «porque amando pene
el desamado de la cosa amada».



Hernando de Acuña

Al Marqués de Pescara

-- de Hernando de Acuña --

Señor, en quien nos vive y ha quedado
el gran nombre del Vasto y, su memoria,
después que de esta breve y transitoria
a al vida inmortal mudó su estado,

donde desprecia nuestro bajo grado
y goza para siempre inmensa gloria,
quedando en todo verso, en toda historia,
del mundo eternamente celebrado;

mirad cuán ancha y espaciosa vía
os muestran sus hazañas inmortales
de haceros inmortal entre la gente,

y seguid su valor, que con tal guía
los más famosos no os serán iguales
del siglo ya pasado o del presente.



Hernando de Acuña

De la alta torre al mar Hero miraba

-- de Hernando de Acuña --

De la alta torre al mar Hero miraba,
al mar, que siempre más se embravecía,
y esperando a Leandro se temía
mas siempre con temerse le esperaba.

Cuando la tempestad ya le acababa
de su vida la lumbre, y de su guía,
y el cuerpo sin el alma a dar venía
do el alma con el cuerpo deseaba,

en esto la triste Hero, esclareciendo,
vio muerto a su Leandro en la ribera
del viento y de las ondas arrojado,

y dejóse venir sobre él, diciendo:
«Alma, pues otro bien ya no se espera,
éste al menos te será otorgado».



Hernando de Acuña

Tal novedad me causa haber probado

-- de Hernando de Acuña --

Tal novedad me causa haber probado
el bien pasado, que, en el mal que pruebo,
lo mucho que me duelo, a lo que debo,
no puede ser con mucho comparado.

Y Amor me tiene tan escarmentado,
que casi a desear bien no me atrevo;
determino moverme, y no me muevo,
voy vacilando de uno en otro estado.

De todos vengo a conocer que el mío,
por natural razón, es apartarme
del derecho camino que me guía;

pero cuando en seguirlo más me fío,
hallo que voy por tan contraria vía,
y al cabo escojo por mejor quedarme.



Anónimo

Bodas hacían en Francia...

-- de Anónimo --

Bodas se hacían en Francia,
allá dentro de París
¡Cuán bien que guía la danza
esta doña Beatriz!
¡Cuán bien que se la miraba
el buen conde don Martín!
-¿Qué miráis aquí, buen conde?
conde, ¿qué miráis aquí?
Decid si miráis la danza
o si me miráis vos a mí.
-Que no miro yo a la danza,
porque muchas danzas vi,
miro yo vuestra lindeza
que me hace penar a mí.
-Si bien os parezco, conde,
conde, saquéisme de aquí,
que el marido la tengo viejo
y no puede ir tras de mí.



Anónimo

El conde Arnaldos

-- de Anónimo --

¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de seda
la ejarcia de oro tozal.

Marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar,
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-"Por tu vida el marinero
dígasme ora ese cantar".
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-"Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va".



Anónimo

El infante Arnaldos

-- de Anónimo --

¡Quién hubiera tal ventura

sobre las aguas del mar

como hubo el infante Arnaldos

la mañana de San Juan!

Andando a buscar la caza

para su falcón cebar,

vio venir una galera

que a tierra quiere llegar;

las velas trae de sedas,

la jarcia de oro torzal,

áncoras tiene de plata,

tablas de fino coral.

Marinero que la guía,

diciendo viene un cantar,

que la mar ponía en calma,

los vientos hace amainar;

los peces que andan al hondo,

arriba los hace andar;

las aves que van volando,

al mástil vienen posar.

Allí habló el infante Arnaldos,

bien oiréis lo que dirá:

-Por tu vida, el marinero,

dígasme ora ese cantar.

Respondióle el marinero,

tal respuesta le fue a dar:

-Yo no digo mi canción

sino a quien conmigo va.



Marilina Rébora

la música

-- de Marilina Rébora --

La música
dan ritmo a la faena los trozos musicales;
combate la tristeza la suave melodía;
cuando preocupaciones asedian, habituales,
cantares apaciguan la mente, todavía.
La música es así, remedio de los males,
inagotable fuente a escanciar cada día;
sosiego de palacios, templanza de arrabales,
y placidez del alma, armonizante guía.
Si acaso preguntaras, qué en la hora postrera
ansío oír de nuevo, mi gusto no vacila:
aurora, de panizza canción a la bandera,
y la muerte de isolda, el aria de dalila,
también de mefistófeles el dantesco monólogo
o el coro de los angeles, divinizando el prólogo.



Marilina Rébora

dios me salva

-- de Marilina Rébora --

Dios me salva
ya no sé qué pensar de mi propia existencia,
aun si he de poder soportar esta vida,
que en viéndome al espejo descubro en tal presencia
un ser a todo hostil que extraño me intimida.
Deslízanse las horas fuera de mi conciencia;
todo se me aparece como cruel despedida
por no sé qué catástrofe de fatal evidencia
y adolezco de idea, de noción y medida.
Sólo en el pensamiento, dios al cabo me salva;
que si por el no fuera, torpe sucumbiría,
al no importarme noche, crepúsculo ni alba.
Menester es llevar a término el destino
y con dios en la mente como único guía
hacer, la cruz a cuestas, el humano camino.



Rosalía de Castro

Predestinados

-- de Rosalía de Castro --

Es el abismo el que le atrae
desde su fondo más oscuro,
para que deje esta vida tan triste
que él ve cubierta de eterno luto.

No bien una sombra se disipa
otra se agranda... Se agranda y le envuelve
sin que adivine por qué ha venido,
por qué le busca, ni qué le quiere,
pero le aterra y le acobarda
y a donde va le sigue siempre.

Si algún dolor abandona su alma,
otro más vivo y más intenso,
en sus entrañas haciendo el nido,
para él inventa nuevos tormentos,
mucho más hondos y más terribles
siempre los últimos que los primeros.

Un mal espíritu, algún demonio
de cuantos hay el más cruel
ha presidido su nacimiento
y oculto guía siempre su pie
hacia los bordes de la alta sima
a ver si puede verle caer.

Vacila su planta ya... Y sus ojos
vagos se fijan en lo infinito,
que él cree imagen de la nada;
pero le atrae... Le atrae el vacío
en donde flotas, genio invisible,
siempre llamándole hacia el abismo.

Y cae al fin... Y nadie sabe,
ni nadie pregunta por qué ha caído.



Meira Delmar

carta de roma

-- de Meira Delmar --

Te escribo, amor, desde la primavera.
Crucé la mar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, roma
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
danzando.
La cascada de piedra que desciende
por trinitá dei monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.
Los árboles repiten siete veces
la música del viento en las colinas,
y el húmedo llamado de las fuentes
guía mis pasos.
Más bella que en el aire
una rota columna hallé en el césped,
caída en el abrazo de una rosa.
Cuando fluye la luz,
cuando se para
el tiempo,
asomada a los puentes roma busca
su imagen sobre el tevere,
y en vez del nombre suyo ve que tiembla
tu nombre, amor, en el rodante espejo.
!--Img



Miguel Unamuno

Luciérnaga celeste

-- de Miguel Unamuno --

Luciérnaga celeste, humilde estrella
de navegante guía: la Boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor; gran maravilla
que broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.

Era al girar del universo quicio
basado en nuestra tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.

Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio
y diste así con su esperanza al traste.



Miguel Unamuno

La estrella polar

-- de Miguel Unamuno --

Luciérnaga celeste, humilde estrella
de navegante guía: la Boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor; gran maravilla
que broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.

Era al girar del universo quicio
basado en nuestra tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.

Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio
y diste así con su esperanza al traste.



A la sabiduría

-- de Juan Díaz Rengifo --

Pluguiera a Dios, que en ti, Sabiduría
(Guía del alma, y celestial lumbrera)
hubiera yo empleado el largo día,
la fría noche, el tiempo, que perdiera.

Tuviera con tu dulce compañía
alegría en lo adverso, y paz entera:
viera lo que no vi cuando creía,
que veía, lo que ver jamás quisiera.

Vencido de ignorancia, pobre, y ciego
entrego a ti el ingenio envejecido
despedido del ocio y vano juego,

ruégote le recibas, que aunque ha sido
perdido por su gran desasosiego,
sosiego ha de hallar a ti rendido.



Juan Meléndez Valdés

Ora pienso yo ver a mi señora

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ora pienso yo ver a mi señora
de donosa aldeana, y que el cabello
libre le vaga por el alto cuello,
cantando alegre al despertar la Aurora:

Ya en pellico y callado de pastora
los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos;
ya en ocio blando en la cabaña mora.

Tierna ora ríe, y va cogiendo flores:
a caza ora tras ella el monte sigo;
y bailar en la fiesta ora la veo.

Así ausente me alivio en mis dolores;
y aunque sueño de amor es cuanto digo,
el alma siente un celestial recreo.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 105

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Miraglos muchos fase virgen siempre pura,
agoardando los coytados de dolor et de tristura,
el que loa tu figura, no lo dexes olvidado,
non catando su pecado, sálvaslo de amargura.
Ayudas al inoçente, con amor muy verdadero,
al que es tu servidor, bien lo libras de ligero,
non le es falleçedero tu acorro sin dudança,
guárdalo de mal audança el tu bien grande llenero.
Reyna, virgen, mi esfuerço, yo sé puesto en tal espanto,
por lo qual a ti bendigo, que me guardes de quebranto,
pues a ti, señora, canto, tú me guarda de lisión,
de muerte et de ocasión por tu fijo jesú santo.
Yo só mucho agraviado en esta çibdad seyendo,
tu acorro et guarda fuerte a mí libre defendiendo,
pues a ti me encomiendo, non me seas desdeñosa,
tu bondad maravillosa loaré siempre sirviendo.
A ti me encomiendo, virgen santa maría,
la mi coyta tú la parte, tú me salva e me guía,
et me guarda todavía, piadosa virgen santa,
por la tu merçed que es tanta, que desir non la podría.
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índice de la obra
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Julio Flórez

¡Oh muerte!

-- de Julio Flórez --

Poem

¡Amad la muerte, amadla!... Ella procura el supremo descanso, ella nos guía en el camino del silencio, es fría pero buena ella mata l‘amargura!

Ella es la maga de la sombra es pura y eterna y todos la llamáis impía! Por qué? ¿Porque nos besa en l‘agonía y un tálamo nos da en la sepultura?

La Muerte es la ceniza de la llama; es el «no ser» de lo que vibra, muda ante el placer o el infortunio, ama:

El sueño, matador de los dolores; la calma, que del daño nos escuda, y la tierra q‘es madre de las flores.



Julio Herrera Reissig

el banco del suplicio

-- de Julio Herrera Reissig --

Eufocordias

... Et puis je suis parti, pleurant comme un enfant!
musset

a punto de dormirte bajo el ledo
suspiro del arcángel que te guía,
hirióme el corazón tu analogía
con una ingrata que olvidar no puedo.

Reclinada en el banco del viñedo,
junto al tilo de exánime apatía,
al iluso terror de que eras mía
me arrodillé con tembloroso miedo.

Partido por antiguo sufrimiento,
sobre tu frente agonicé un momento...
Y cuando el sueño te aquietó en el blando

tul irreal de los deliquios suyos,
uniéronse mis labios a los tuyos,
y como un niño me alejé llorando.



Julio Herrera Reissig

los carros

-- de Julio Herrera Reissig --

Mucho antes que el agrio gallinero, acostumbra
a cantar el oficio de la negra herrería,
husmea el boticario, abre la barbería...
En la plaza hay tan sólo un farol (que no alumbra).

A través de la sórdida nieve que apesadumbra,
los bueyes del cortijo aran la cercanía,
y en gesto de implacable mala estación, el guía
salpica de improperios rurales la penumbra.

Mientras, duerme la villa señorial... Los amores
de la fuente se lavan en su mármol antiguo;
y bajo el candoroso astro de los pastores,

ungiendo de añoranzas el sendero contiguo,
pasan silbidos lentos y aires de tiempo ambiguo,
en tintinambulantes carros madrugadores.



Evaristo Ribera Chevremont

ellos

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La tierra de las cumbres en su barro los cuaja.
Esplenden por el sobrio valor de sus figuras.
Muestran líneas del río, del matojo y la laja.
Ajustan sus espíritus a sus musculaturas.

Huelen a hierbas propias del solar. ¿Quién los guía?
¿quién los defiende? nadie. Pero, ¡qué resistencias
las de estos hombres! tienen intacta la energía.
Sanas, como sus cuerpos, mantienen sus conciencias.

Como en la altura moran, de altura es su legado.
Dan lo que recibieran de los mejores cielos.
La precisión gozosa del día soleado
se capta en sus pupilas, que excluyen los recelos.

Suavizan su asperezas las sabias mansedumbres.
Bajo la piel quemada la sangre es generosa,
como es de generosa la vida de las cumbres,
donde la luz alcanza tonos de blanco y rosa.



Fernando de Herrera

Cual rociada aurora en blanco velo

-- de Fernando de Herrera --

Cual rociada aurora en blanco velo
muestra la nueva luz al claro día,
cual sagrado lucero, del sol guía,
sus rayos abre y tiende al limpio cielo,

cual va Venus a honrar el fértil suelo
de Cipro, y va en hermosa compañía,
con ella Amor, las Gracias y Alegría,
que Céfiro las lleva en blando vuelo;

tal, o más pura, esclareciente y bella,
al día y cielo y suelo dando gloria,
saliste, aquistando mil despojos.

Tendió a aquel punto Amor su red y en ella
sus alas quemó, preso, y la victoria
entregó de mi alma a vuestros ojos.



Fernando de Herrera

Si el fuego idalio el tierno canto inspira

-- de Fernando de Herrera --

Si el fuego idalio el tierno canto inspira,
y en tu pecho, Amalteo, algún cuidado
la estrella infunde ya que en mar turbado
te guía, osa herir tu culta lira.

Por ti Betis humilde al Tebro admira,
Tebro, mayor que el Arno celebrado,
y entre lucientes astros colocado,
envidioso Erídano lo mira.

Contigo calla el coro de Elicona,
que baña el cuerpo en su cristal corriente,
y pierde el dulce niño los despojos;

que del materno mirto la corona
teje para ceñir tu sabia frente,
o canta o cierre siempre Amor sus ojos.



Francisco de Aldana

A Cosme de Aldana, su hermano

-- de Francisco de Aldana --

Cual sin arrimo vid, cual planta umbrosa
viuda del ruiseñor que antes solía
con dulce canto, al parecer del día,
invocar de Titón la blanca esposa;

cual navecilla en noche tenebrosa
do el gobierno faltó que la regía,
cual caminante que perdió su guía
en selva oscura, horrible y temerosa;

cual nube de mil vientos combatida,
cual ave que atajó la red su vuelo,
cual siervo fugitivo y cautivado,

cual de peso infernal alma afligida,
o cual quedó tras el diluvio el suelo:
tal quedé yo sin vos, hermano amado.

Notas:

↑ La blanca esposa de Titón es Eos, o Aurora, que personifica el amanecer.



Francisco de Aldana

Ya te vas Tirsis

-- de Francisco de Aldana --

«¿Ya te vas, Tirsis?» «Ya me voy, luz mía.

«¡Ay, muerte!» «¡Ay, Galatea, qué mortal ida!»
«Tirsis, mi bien, ¿do vas?» «Do la partida
halle el último fin de mi alegría.»

«Luego ¿en saliendo el sol?» «Saliendo el día.»

«¿Te vas sin dilatar?» «Me voy sin vida.»
«¡Ay, Tirsis mío!» «¡Ay, gloria mía perdida!»
«¡Mi Tirsis!» «¡Galatea, mi estrella y guía

«¿Quién tal podrá creer?» «No hay quien tal crea.»

«¡Oh, muerte!» «Acabaré yo mis enojos.»
«¡Ay, grave mal! ¡Ay, mal grave y profundo!»

«Tirsis, adiós.» «Adiós, mi Galatea.»

«Tirsis, adiós.» «Adiós, luz de mis ojos.»
«¡Oh, lástima!» «¡Oh, piedad, sola en el mundo!»



Francisco Sosa Escalante

Morelos

-- de Francisco Sosa Escalante --

Como se lanza el águila altanera
Del insondable espacio á las regiones,
Cual su melena agitan los leones
Cuando se aprestan á la lucha fiera,

Así Morelos al mirar la hoguera
En que Hidalgo inflamó los corazones,
Se lanza á combatir, y á sus pendones
Nada se opone en la triunfal carrera.

El génio brilla en su inspirada frente
Como en el éter claridad del día,
Y al fulgor de su acero prepotente

Y al mirar su indomable bizarría,
La victoria le sigue reverente
Y á la gloria inmortal sus pasos guía.



Carolina Coronado

para un obelisto en honor de la princesa de asturias

-- de Carolina Coronado --

Hoy princesa inocente el bravo marte,
en holocausto a tu brillante suerte
como ha sido el primero en anunciarte,
es también el primero en protegerte.
El cañón que resuena al aclamarte
sólo sabrá sonar por defenderte,
que sin temer sus rayos en la tierra
segura estás en paz, segura en guerra.
De una reina adorada en el regazo
dormita en paz, angélica maría,
mientras tu nave la gobierna y guía
del buen piloto el incansable brazo.
Unido al trono con estrecho lazo
en su lealtad tu porvenir confía,
que bogando por ti con rumbo cierto
ya no descansa hasta llevarte al puerto.



Carolina Coronado

oración a la virgen que cantan los niños en una escuela

-- de Carolina Coronado --

Hazme buena, madre mía,
dame paciencia y virtud,
porque tú santa maría
has de ser la mejor guía
que tenga mi juventud.
Del corazón inocente
protege tú los amores,
y antes que empañen mi frente,
que me cieguen de repente
tus divinos resplandores.
Consuélame, madre mía,
cuando a tus plantas me veas,
porque yo no dejo un día
de decir «santa maría»
«¡bendita en el cielo seas!»



Carolina Coronado

¡Oh, cuál te adoro!

-- de Carolina Coronado --

¡Oh, cuál te adoro! con la luz del día
tu nombre invoco apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aun te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se concentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando tu amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;

Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.



Invocación

-- de Clementina Isabel Azlor --

¡Oh Divino Pastor de las canciones!
Guía serás de mi rebaño lírico.
Confío más en tu saber empírico
que en el acierto de mis previsiones.
Estoy cansada ya de estas laderas,
y siento que mi vida se quebranta...
Para mí el manantial ¡gime!... ¡No canta!
Llévanos, ¡oh Pastor!, donde tú quieras.
¡Lejos, lejos!... Allá cerca del cielo
donde su vuelo audaz el cóndor tiende...
¡Oh! ¡Nada habrá que mi fervor no ofrende
por el goce instantáneo de mi anhelo!...
¿Riesgos?... ¡Avanza! Mi inquietud flamea,
y al paso seguirá mi mansedumbre,
sabiendo que un momento allá en la cumbre,
ebria de luz retozará la Idea.



Cristóbal de Castillejo

sonetos - gentes en estas partes tan extraña

-- de Cristóbal de Castillejo --

Gentes en estas partes tan extraña,
¿cómo habéis venido a nuestra españa
tan nuevas y hermosas clavellinas?

o ¿quién os ha traído a ser vecinas
del tajo, de sus montes y campaña?
o ¿quién es el que os guía y acompaña
de tierras tan ajenas peregrinas?-

-don diego de mendoça y garcilaso
nos truxeron, y boscán y luis de haro
por orden y favor del dios apolo.

Los dos llevó la muerte paso a paso,
solimán el uno y por amparo
nos queda don diego, y basta solo.

3



Roberto Juarroz

un caos lúcido

-- de Roberto Juarroz --

Un caos lúcido,
un caos de ventanas abiertas.
Una confusión de vértigos claros
donde la incandescencia se construye
con el movimiento total de la ruptura.
Viajar por las líneas
que se quiebran a cada instante
y rodar como un émbolo sin guía
hacia los núcleos aleatorios
de las cancelaciones primigenias.
Tocar las vértebras sin eje,
los círculos sin centro,
las particiones sin unidad,
los choques sin contacto,
las caídas sin escuadra,
los pensamientos sin quien piense,
los hombres sin más rostro que su dolor.
Y recoger allí la ley de lo casual,
la norma de lo imposible:
cada forma es un borde cortante del caos,
un ángulo perplejo de sus ojos abiertos,
los únicos abiertos.
Porque el caos es la tregua de la nada,
la lucidez sin compromiso,
la intersección aguda
de un espacio sin interés por los objetos
y de un tiempo pensante.



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