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Se han encontrado 17 poemas con la palabra giro

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Leopoldo Lugones

El picaflor

-- de Leopoldo Lugones --

Run ... Dun, run ... Dun ... Y al tremolar sonoro
Del vuelo audaz y como un dardo, intenso,
Surgió de pronto, ante una flor suspenso,
En vibrante ascua de esmeralda y oro.

Fue color... Luz... Color... A un brusco giro,
Un haz de sol lo arrebató al soslayo;
Y al desaparecer con aquel rayo,
Su ascua fugaz carbonizó en zafiro.

Poema El picaflor de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

metamorfosis

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

Poema metamorfosis de Luis Gonzaga Urbina con fondo de libro

Manuel del Palacio

A una mujer de moda

-- de Manuel del Palacio --

La vez primera que te ví en la calle
Ibas con tu mamá por el Retiro,
Y á mi labio robaron un suspiro
Tus dulces ojos, y tu esbelto talle.

Te ví despues en el florido valle
Que el Arno riega en caprichoso giro,
Y, ¡ay! desde entónces por asir deliro
Del timón de tu pecho el gobernalle.

¿Deliro? dije mal; he visto el tarro
Con que una vez te tiñes cada dia,
La huella entre tus dientes del cigarro,

El miriñaque que mujer creia,
Y para amar un ídolo de barro
Me lo ofrece mejor la alfarería.

Poema A una mujer de moda de Manuel del Palacio con fondo de libro

Manuel José Othón

angelus domini

-- de Manuel José Othón --

Sobre el tranquilo lago, occiduo el dia,
flota impalpable y misteriosa bruma
y a lo lejos vaguísima se esfuma
profundamente azul, la serranía.

Del cielo en la cerúlea lejanía
desfallece la luz. Tiembla la espuma
sobre las ondas de zafir, y ahúma
la chimenea gris de la alquería.

Suenan los cantos del labriego; cava
la tarda yunta el surco postrimero.
Los últimos reflejos de luz flava

en el límite brillan del potrero
y, a media voz, la golondrina acaba
su gárrulo trinar, bajo el alero.

Ii

ondulante y azul, trémulo y vago,
el ángel de la noche se avecina,
del crepúsculo envuelto en la neblina
y en los vapores gráciles del lago.

Del septentrión al murmurante halago
los pliegues de su túnica divina
se extienden sobre el valle y la colina,
para librarlos del nocturno estrago.

Su voz tristezas y consuelo vierte.
Humedecen sus ojos de zafiro
auras de vida y ráfagas de muerte.

Levanta el vuelo en silencioso giro
y, al llegar a la altura, se convierte
en oración, y lágrima, y suspiro.



Pablo Neruda

cantares

-- de Pablo Neruda --

La parracial rosa devora
y sube a la cima del santo:
con espesas garras sujeta
el tiempo al fatigado ser:
hincha y sopla en las venas duras,
ata el cordel, pulmonar, entonces
largamente escucha y respira.
Morir deseo, vivir quiero,
herramienta, perro infinito,
movimiento de océano espeso
con vieja y negra superficie.
Para quién y a quién en la sombra
mi gradual guitarra resuena
naciendo en la sal de mi ser
como el pez en la sal del mar?
ay, qué continuo país cerrado,
neutral, en la zona del fuego,
inmóvil, en el giro terrible,
seco, en la humedad de las cosas.
Entonces, entre mis rodillas,
bajo la raíz de mis ojos,
prosigue cosiendo mi alma:
su aterradora aguja trabaja.
Sobrevivo en medio del mar,
solo y tan locamente herido,
tan solamente persistiendo,
heridamente abandonado.



José Tomás de Cuellar

Ayer

-- de José Tomás de Cuellar --

POR siempre huyó!... Fantasma vaporoso
De mi perdido ayer, adios: tu giro
Sigue doquiera entre tinieblas densas
De mi laúd el fúnebre gemido....
¡Adios! ¡adios!... Hundístete liviano
En las horas que fueron: el abismo
Se presentó ante tí: raudo volaste
Como un ave que cruza en el vacío....



José Tomás de Cuellar

Las nubes (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

NUBES flotantes, húmedos vapores,
Viajeras incansables del espacio,
Que vestís los colores
Del rubí, del zafír y del topacio!
Veros me place; el sol os ilumina
Y le tendeis magnífica cortina.

¡Las nubes! silenciosas mensajeras
De las azules cóncavas alturas,
Que destendeis vistosas
En el éter flotantes colgaduras;
¡Oh! ¡cuánto goza el corazón si miro
Vuestro voluble é incesante giro!



Juan Abel Echeverría

El avión

-- de Juan Abel Echeverría --

Águila real que en el cenit admiro,
pasmo del genio creador, invento
que en ti llevas, como alma, el pensamiento,
que al éter te lanzó con raudo giro;

lumbre de ciencias en tus alas miro,
que te hacen navegar señor del viento,
y eres bajo el cerúleo firmamento,
cruz de nácar en fondo de zafiro.

Se encumbra, al par de ti, la inteligencia,
y al corazón agita tu presencia,
con temblor de ansias y bullir de anhelos,

y en éxtasis el alma, a lo infinito
vuela de adoración su ardiente grito:
¡Gloria a Dios en la altura de los cielos!



Vicente Wenceslao Querol

Al tiempo que pasa

-- de Vicente Wenceslao Querol --

¡Huye el tiempo veloz! Rápido avanza
llevando en raudo vuelo
la ilusión, la hermosura y la esperanza,
el grato afán, y el incansable anhelo.
¡Huye el tiempo veloz! ¿Quién su carrera
podrá atajar? ¡Ni el ruego, ni el suspiro
del amor o el dolor! La primavera
llega, y en veloz giro
pasa ya, y los ardores del verano
huyen con el retoño
del árbol tierno, cuando anuncia cano
al triste invierno, el moribundo otoño.



Marilina Rébora

miedo a la vida

-- de Marilina Rébora --

Miedo a la vida
tengo miedo, señor, pero no de la noche,
tampoco de la sombra, menos de la tiniebla;
es miedo de la aurora refulgente derroche
como miedo del mundo, cuando el mundo se puebla.
Tengo miedo, señor, no por valerme sola
ni por triste aislamiento o apartado retiro,
tengo miedo a la gente, a la imponente ola,
el vaivén de los seres en asfixiante giro.
Tengo miedo, señor, de enfrentarme a la vida
con tantas exigencias, compromisos, deberes;
de no cumplir contigo, no ser agradecida,
dejándome llevar de errados procederes.
Y temiendo en el día naturales contiendas,
te ruego: oye mi voz para que me defiendas.



Francisco Sosa Escalante

A un niño (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Mezcla indefinible de tristeza
Y de íntimo placer, al verte, siento
Cuando sigues feliz el movimiento
De ave pintada que á volar empieza.

Si de la flor en la gentil belleza,
¡0h niño! encuentras plácido contento,
Henchido de temor mi pensamiento
Al porvenir oscuro se endereza

En el ave y la flor encantadora
La fiel imagen de tu vida miro
Hoy que disfrutas de la edad temprana:

Artero cazador, mano traidora
La muerte les dará; y á ti en su giro
Las tristes penas de la vida humana.



Francisco Sosa Escalante

En el álbum de la Sra. R. B. de H.

-- de Francisco Sosa Escalante --

Yo ví correr de tu niñez florida
A la sombra del bien las gratas horas,
Y ví cómo, despues, tus seductoras
Gracias, crecieron con tu dulce vida.

Te ví al amparo de celeste egida
Aprender las virtudes que atesoras,
Y ví tu puro amor en sus auroras
Cuando eras solo hermosa prometida.

Hoy que contemplo en tu serena frente
Que nunca el tiempo marchitó en su giro,
De esposa la diadema refulgente,

¡Oh Rosa amiga! con placer te miro,
Ensalzo tus bondades reverente,
Te doy mi canto y tu virtud admiro.



José Cadalso

a la muerte de filis II

-- de José Cadalso --

En lúgubres cipreses
he visto convertidos
los pámpanos de baco
y de venus los mirtos;
cual ronca voz del cuervo
hiere mi triste oído
el siempre dulce tono
del tierno jilguerillo;
ni murmura el arroyo
con delicioso trino;
resuena cual peñasco
con olas combatido.
En vez de los corderos
de los montes vecinos
rebaños de leones
bajar con furia he visto;
del sol y de la luna
los carros fugitivos
esparcen negras sombras
mientras dura su giro;
las pastoriles flautas,
que tañen mis amigos,
resuenan como truenos
del que reina en olimpo.
Pues baco, venus, aves,
arroyos, pastorcillos,
sol, luna, todos juntos
miradme compasivos,
y a la ninfa que amaba
al infeliz narciso,
mandad que diga al orbe
la pena de dalmiro.



José Eustasio Rivera

en la estrellada noche...

-- de José Eustasio Rivera --

En la estrellada noche de vibración tranquila
descorre ante mis ojos sus velos el arcano,
y al giro de los orbes en el cenit lejano
ante mi absorto espíritu la eternidad desfila.

Ávido de la pléyade que en el azul rutila,
sube con ala enorme mi numen soberano,
y alta de ensueño, y libre del horizonte humano,
mi sien, como una torre, la inmensidad vigila.

Mas no se sacia el alma con la visión del cielo:
cuando en la paz sin límites al cosmos interpelo,
lo que los astros callan mi corazón lo sabe;

y luego una recóndita nostalgia me consterna
al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe,
es insondable al vuelo de mi ambición eterna.



José Martí

isla famosa

-- de José Martí --

Isla famosa
aquí estoy, solo estoy, despedazado.
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran,
y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
los vapores del mar la roca ciñen:
sacra angustia y horror mis ojos comen:
a qué, naturaleza embravecida,
a qué la estéril soledad en torno
¿de quién de ansia de amor rebosa y muere?
¿dónde, cristo sin cruz, los ojos pones?
¿dónde, oh sombra enemiga, dónde el ara
digna por fin de recibir mi frente?
¿en pro de quién derramaré mi vida?
rasgóse el velo; por un tajo ameno
de claro azul, como en sus lienzos abre
entre mazos de sombra díaz famoso,
el hombre triste de la roca mira
en lindo campo tropical, galanes
blancos, y venus negras, de unas flores
fétidas y fangosas coronados:
¡danzando van: a cada giro nuevo
bajo los muelles pies la tierra cede!
y cuando en ancho beso los gastados
labios sin lustre ya, trémulos juntan,
sáltanles de los labios agoreras
aves tintas en hiel, aves de muerte.



Carolina Coronado

en otro. traducido de pastorini

-- de Carolina Coronado --

Si con tranquila faz, génova mía
tu bello cuerpo destrozado miro,
no es por ingratitud, es que un suspiro
me parece en tus hijos cobardía.
Trofeos de constancia y valentía
en tus ruinas orgullosa admiro,
pues dondequiera que la vista giro,
encuentro en tu peligro tu osadía.
Más que el triunfo valió tu sufrimiento,
y te vengaste bien del que te infama.
Quedando destruida hasta el cimiento:
así la libertad gozosa exclama
tus reliquias besando en las arenas:
ruinas... Sí; pero jamás cadenas.



Clemente Althaus

El año y la vida humana

-- de Clemente Althaus --

El cano Invierno con rigor impera
sobre campiñas desoladas ya;
mas de nuevo la joven Primavera
con blandísimo cetro reinara.

Es el Año una imagen de la vida
desde la infancia hasta la edad senil;
muere en tumba de hielo, y en florida
cuna renace en el risueño Abril.

Mas si del Año en giro sempiterno
sucede nueva infancia a la vejez,
del hombre frágil tras el mustio invierno
no ríe Abril por la segunda vez.



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