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Se han encontrado 68 poemas con la palabra genio

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Lope de Vega

Pluma, las musas, de mi genio autoras

-- de Lope de Vega --

-Pluma, las musas, de mi genio autoras,
versos me piden hoy. -Alto; a escribillos!
-Yo solo escribiré, señor Burguillos,
estas que me dictó rimas sonoras.

-¿A Góngora me acota a tales horas?
Arrojaré tijeras y cuchillos,
pues en queriendo hacer versos sencillos
arrímese dos musas cantimploras.

Dejemos la campaña, el monte, el valle,
y alabemos señores. -No le entiendo.
¿Morir quiere de hambre? -Escriba y calle.

-A mi ganso me vuelvo en prosiguiendo,
que es desdicha, después de no premialle,
nacer volando y acabar mintiendo.

Poema Pluma, las musas, de mi genio autoras de Lope de Vega con fondo de libro

Pedro Bonifacio Palacios

Apóstrofe

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Victimario de mujeres más heroicas

de los barcos de tu escuadra embotellada;-
más heroicas que tu ejército de topos;-
inventor de laberintos y tuneles,

que rehúye los encuentros singulares,

suerte a suerte, genio a genio, faz a faz.

Poema Apóstrofe de Pedro Bonifacio Palacios con fondo de libro

Gabriel García Tassara

A Dante

-- de Gabriel García Tassara --

Sagrado Homero de la antigua Europa
Que apuraste en tu ardor hasta las heces
De la suprema inspiración la copa;

Dante inmortal que con los siglos creces
Y al rudo son de tu salvaje canto
A las generaciones estremeces;

Tú, que en las alas de tu genio santo
El Cielo recorriste y el Infierno,
Mansiones de la luz y del espanto;

¿Por qué la voz del hombre es ese interno
Lamento de dolor, hondo, infinito,
Inenarrable, inacabable, eterno?

¿Por qué la voz del genio es ese grito
Que resuena del mundo en la memoria
Como el ¡ay! de Luzbel al ser maldito?

Poema A Dante de Gabriel García Tassara con fondo de libro

Vicente Wenceslao Querol

El genio (Querol)

-- de Vicente Wenceslao Querol --

«Quien coja audaz el fruto de la ciencia
perderá el Paraíso.»
Tal fue del cielo eterna la sentencia.
¡Ay!, ¡infeliz de aquel a quien consume
la llama de su genio! ¡Ay de quien quiso
ceñir laurel amargo y sin perfume!
Que hoy no evita la frente que lo lleva,
cual otro tiempo, el rayo; hoy es la fama
un crimen: ¡ay del que a su altar se atreva!
Quien roba el fuego a Dios, gime protervo
atado a estéril roca: en él se ceba,
buitre voraz, el infortunio acerbo.
¡Funesto don! ¡Llorad los que en el alma
ansia sentís de tan fugaz victoria!
Cuerdos los hombres dieron igual palma,
que al martirio, a la gloria.



Carolina Coronado

una fiesta dedicada a la reina gobernadora

-- de Carolina Coronado --

Ya el enemigo de la patria mía,
el genio de la guerra destructora
dobla rabioso la falange impía
ante la paz gloriosa y vencedora.
Cesó el llanto y la sangre y la agonía
que derramó la espada vengadora
y tras del triste y pavoroso día
luce risueña suspirada aurora.
Ya de cristina el genio prepotente
venció de carlos la arrogancia altiva,
que doblegando la orgullosa frente
el ramo ofrece de apacible oliva;
cantemos, o cristina, la victoria,
que a españa da la paz, y a vos la gloria.



Ricardo Güiraldes

Póstuma

-- de Ricardo Güiraldes --

Fue grande. La muerte empero le cayó encima.

Como una cima,

que se derrumba

sobre su tumba.

Fue genio. Sus concepciones desertaron su cráneo.

Como el estaño,

que se derrama,

bajo la llama.

Fue hombre. Amor pulsó dentro su pecho.

Ahora deshecho

por la ponzoña

de su carroña.

Blanco será y puro

cuando sus huesos, duros,

solos estén.

Y su alma de grande,

su cráneo de genio,

su forma de hombre,

yazcan sin nombre,

santificados por el olvido.

Eterno nido,

de eterna gloria,

fuera de historia.

Buenos Aires, 1915.



Alberto Lista

A la amistad

-- de Alberto Lista --

La ilusión dulce de mi edad primera,
del crudo desengaño la amargura,
la sagrada amistad, la virtud pura
canté con voz ya blanda, ya severa.

No de Helicón la rama lisonjera
mi humilde genio conquistar procura;
memorias de mi mal y mi ventura,
robar al triste olvido sólo espera.

A nadie, sino a ti, querido Albino,
debe mi tierno pecho y amoroso
de sus afectos consagrar la historia.

Tú a sentir me enseñaste, tú el divino
canto y el pensamiento generoso:
Tuyos mis versos son y esa es mi gloria.



Alfonsina Storni

Balada arrítmica para un viajero

-- de Alfonsina Storni --

Yo tenía un amor,
un amor pequeñito,
y mi amor se ha ido.
Feliz viaje, mi amor, feliz viaje!

No era muy grande mi amor:
no era muy alto;
nunca lo vi en traje de baño;
pero debía tener un cuerpo
parecido al de Suárez.
Mejor dicho, al de Dempsey.

Tampoco era un genio;
se reía siempre, eso sí;
le gustaban los árboles;



Amado Nervo

restitución

-- de Amado Nervo --

¿encontrará la ciencia las almas de los muertos
un día, y a la angustia y el llanto que los van
buscando, del enigma por los limbos inciertos,
responderá la boca del abismo: aquí están ?
¿descubriremos ondas etéreas que transmitan
a los desaparecidos la voz de nuestro amor,
y habrá para lo que ellos decirnos necesitan
algún maravilloso y oculto receptor?
¡oh milagro, tu sola perspectiva nos pasma!
pero ¿qué hay imposible para la voluntad
del hombre, que a su antojo tenaz todo lo plasma?
¡ante el imperativo del genio, mi fantasma
tendrás que devolverme por fuerza, eternidad!



Leandro Fernández de Moratín

soneto. para el retrato de felipe blanco primer gracioso del teatro de barcelona 1816

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿me veis que serio estoy? pues no os espante
la adusta gravedad de mi persona,
que adentro tengo el alma retozona
diverso de mi genio es mi semblante.
Prosa o verso me dicten elegante
los que trepan al cerro de helicona,
mis gracias aseguran su corona
cuando animo la crítica picante.
Los que quieren gemir y dar suspiros,
y sus lágrimas compran con dinero,
lloren, oyendo heroicidades tristes;
mas si queréis vosotros divertiros,
venid a mí: que el amargor severo
de la verdad os disimulo en chistes.



Lope de Vega

Si entré, si vi, si hablé, señora mía

-- de Lope de Vega --

Si entré, si vi, si hablé, señora mía,
ni tuve pensamiento de mudarme,
máteme un necio a puro visitarme,
y escuche malos versos todo un día.

Cuando de hacerlos tenga fantasía,
dispuesto el genio, para no faltarme
cerca de donde suelo retirarme,
un menestril se enseñe a chirimía.

Cerquen los ojos, que os están mirando,
legiones de poéticos mochuelos,
de aquellos que murmuran imitando.

¡Oh si os mudasen de rigor los cielos!
Porque no puede ser (o fue burlando)
que quien no tiene amor pidiese celos.



Manuel del Palacio

A un artista

-- de Manuel del Palacio --

¡Partes, adiós! del Sena turbulento
Ó del Arno feliz por la ribera,
Dejas la patria que en tu edad primera
Madre amorosa te enseñó su acento.

Flotando quedan en el vago viento
Los ecos de tu voz dulce ó severa,
Y el alma que tu canto conmoviera
Lágrimas dá otra vez al sentimiento.

Tal es del genio la misión sublime;
De dichas y placer raudal fecundo,
Las glorias canta, y las miserias gime:

Lo quiere Dios en su saber profundo;
El mundo por el arte se redime,
Y el arte tiene como patria el mundo!



Manuel del Palacio

A un artista al abandonar su país

-- de Manuel del Palacio --

¿Partes? ¡adiós! Del Sena turbulento
O del Arno feliz por la ribera,
Dejas la patria que en tu edad primera
Madre amorosa te enseñó su acento.

Flotando quedan en el vago viento
Los ecos de tu voz dulce ó severa,
Y el alma que tu canto conmoviera
Lágrimas da otra vez al sentimiento.

Tal es del genio la misión sublime;
De dichas y placer raudal fecundo,
Las glorias canta, y las miserias gime:

Lo quiere Dios en su saber profundo;
El mundo por el arte se redime,
Y el arte tiene como patria el mundo!



Manuel del Palacio

En una función

-- de Manuel del Palacio --

Pasaron ya los venturosos dias
En que con rica vena no agotada,
Esta de inspiración sacra morada
Llenaste con tus dulces armonías.

Aun resuena en las anchas galerías
El ¡bravo! de la gente entusiasmada;
Aun ansiosa te busca la mirada
Donde tu imágen ostentar solías.

¡Bárbara y triste ley de la natura!
Ruin desenlace de la humana historia,
Así el dolor concluye y la ventura;

Pero si es esta vida transitoria,
Algo hay en ella que subsiste y dura:
¡La eternidad del genio y de la gloria!



Manuel del Palacio

La Vénus de Médicis

-- de Manuel del Palacio --

Por la fuerza del genio concebida,
En un delirio de placer creada,
Eres la imágen del amor soñada
Que á la ventura celestial convida.

Nada te falta para ser querida;
Hermosura, candor, juventud, nada:
¡Ay! ¡quién al mármol de que estás formada
Llevar pudiera el fuego de la vida!

Más de una vez, cuando al pasar te veo
Del pedestal queriendo desprenderte
Buscando á tu belleza digno empleo,

Los brazos vuelvo á tí para cogerte:
¡Aberracion sublime del deseo
Que cura pronto el hielo de la muerte!



Manuel del Palacio

Semblanzas: XIV

-- de Manuel del Palacio --

Tradujo á Beranger cuando era mozo,
Y una historia escribió de cabo á rabo;
Para tomar las once toma un pavo,
Se duerme andando, y ronca sin rebozo.

Tiene la anchura del brocal de un pozo,
Imita en su resuello á un toro bravo,
Y de fijo tuviera á ser esclavo
La caldera del gas por calabozo.

Nadie hay que por su genio no le inciense;
Mas dió un drama del Príncipe á la escena,
Y se oyeron los gritos en Orense;

De lo cual yo deduzco, no sin pena,
Que no existe un autor que mejor piense
Sumando lo que come y lo que cena.



Manuel Gutiérrez Nájera

a salvador díaz mirón

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Tienes en tu laúd cuerdas de oro
que el soplo del espíritu estremece,
y tu genio, como un alto sicomoro,
entre borrascas y huracanes crece.
No te brinda la musa sus favores
entre mirtos y rojas amapolas:
cuando quieres gozar de sus amores
la acechas, la sorprendes y la violas.
Tu verso no es el sonrosado efebo
que en la caliente alcoba se afemina:
vigoroso como hércules mancebo
acomete, conquista y extermina.
El mar es como tú: con su rüido
de tus estrofas la cadencia iguala;
refleja el cielo cuando está dormido
y en sus momentos de furor lo escala.
Manuel gutiérrez nájera, 1886



Joaquín Nicolás Aramburu

Plácido

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Tranquila el alma, la mirada quieta,
inocente, sin miedo y resignado,
llega al suplicio, a muerte condenado,
el gran mestizo, Plácido el poeta.

Rota la lira que cantó discreta
las glorias de su pueblo infortunado,
yace bajo las plantas de un soldado
que ni talento ni virtud respeta.

Ya cae el buen cubano sin mancilla;
Dios no ha escuchado su dolor profundo
por más que le invocara en la capilla.

Pero del genio que brillo fecundo
aún repite la voz en nuestra Antilla:
¡Ay, que me llevo en la cabeza un mundo!



César Vallejo

una mujer...

-- de César Vallejo --

Una mujer de senos apacibles, ante los que la lengua de la vacaresucita una glándula violenta. Un hombre de templanza,mandibular de genio, apto para marchar de dos a dos con los goznes delos cofres. Un niño está al lado del hombre, llevando porel revés, el derecho animal de la pareja.
¡Oh la palabra del hombre, libre de adjetivos y de adverbios quela mujer decline en su único caso de mujer, aun entre las milvoces de la capilla sixtina! ¡oh la falda de ella, en el puntomaternal donde pone el pequeño las manos y juega a los pliegues,haciendo a veces agrandar las pupilas de la madre, como en lassanciones de los confesionarios!
yo tengo mucho gusto de ver así al padre, al hijo y alespiritusanto, con todos los emblemas e insignias de sus cargos.



Ernesto Cardenal

epigrama XXXXI

-- de Ernesto Cardenal --

¿no has leído amor mío,
en novedades:
centinela de la paz
genio del trabajo
paladín de la democracia
en américa
defensor del catolicismo
en américa
el protector del pueblo
el benefactor...?
Le saquean al pueblo
su lenguaje.
Y falsifican las palabras
del pueblo.
(Exactamente como el
dinero del pueblo)
por eso los poetas
pulimos tanto un poema
y por eso
son tan importantes
mis poemas de amor.



Julián del Casal

juana borrero

-- de Julián del Casal --

Tez de ámbar, labios rojos,
pupilas de terciopelo
que más que el azul del cielo
ven del mundo los abrojos.
Cabellera azabachada
que, en ligera ondulación,
como velo de crespón
cubre su frente tostada.
Ceño que a veces arruga,
abriendo en sus alma una herida,
la realidad de la vida
o de una ilusión la fuga.
Mejillas suaves de raso
en que la vida fundiera
la palidez de la cera,
la púrpura del ocaso.
¿Su boca? rojo clavel
quemado por el estío,
mas donde vierte el hastío
gotas amargas de hiel.
Seno en que el dolor habita
de una ilusión engañosa,
como negra mariposa
en fragante margarita.
Manos que para el laurel
que a alcanzar su genio aspira,
ora recorren la lira,
ora mueven el pincel.
¡Doce años! mas sus facciones
veló ya de honda amargura
la tristeza prematura
de los grandes corazones.



Julián del Casal

a un amigo (enviándole los versos de leopardi)

-- de Julián del Casal --

A un amigo
(enviándole los versos de leopardi)
¿eres dichoso? si tu pecho guarda
alguna fibra sana todavía,
reserva el don que mi amistad te envía,
¡el tiempo de apreciarlo nunca tarda!
mas si cruel destino te acobarda
y tu espíritu, hundido en la agonía,
divorciarse del cuerpo sólo ansía
porque ya nada de la vida aguarda,
abre ese libro de inmortales hojas,
donde el genio más triste de la tierra
águila que vivió presa en el lodo
te enseñará, rimando sus congojas,
todo lo grande que el dolor encierra
y la infinita vanidad de todo.



Pedro Antonio de Alarcón

Epitafio

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Llorad aquí los que en veloz huida
cruzáis el tiempo que a la muerte os lanza.
Contemplad en ceniza convertida
cuanta ventura a desear se alcanza;
belleza, juventud, virtudes, vida,
dicha, gracias, amor, genio, esperanza,
amiga, hermana, hija, madre, esposa...
¡Todo desvanecido aquí reposa!



José Tomás de Cuellar

La primavera (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

YA viene la estación de los amores,
Ya las escarchas del invierno crudo,
Del sol á los ardientes resplandores,
En vaporosas formas se levantan
É invaden la región del firmamento.
Huye y reposa proceloso viento
Y repliega las alas que agitaron
Las hojas del vergel, la rosa, el lirio,
Cesa ya, cesa, genio airado,
De arrasar con tu impulso seco y rudo
Los campos donde ayer fueron las flores
Á engalanar el valle y la pradera
Sitios ¡ay! de mis férvidos amores.



Juan Abel Echeverría

El avión

-- de Juan Abel Echeverría --

Águila real que en el cenit admiro,
pasmo del genio creador, invento
que en ti llevas, como alma, el pensamiento,
que al éter te lanzó con raudo giro;

lumbre de ciencias en tus alas miro,
que te hacen navegar señor del viento,
y eres bajo el cerúleo firmamento,
cruz de nácar en fondo de zafiro.

Se encumbra, al par de ti, la inteligencia,
y al corazón agita tu presencia,
con temblor de ansias y bullir de anhelos,

y en éxtasis el alma, a lo infinito
vuela de adoración su ardiente grito:
¡Gloria a Dios en la altura de los cielos!



Gabino Alejandro Carriedo

alvar aalto

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Alvar aalto
alvar aalto: una vez más
con tus maderas alabeadas
y tus sillas de sentar.
Alvar aalto: nos conmueve
la pura serenidad
de las cubiertas angulares
de tu casa boreal.
Alvar aalto: es que quizás
el vuelo alado de tus pájaros
se reproduce intemporal,
puro elemento de arte lírica
triangular.
Alvar aalto: esta hermenéutica
de meta filosofal
y erectos pinos rojos,
vendrá ¿o no vendrá?,
con sus pulidos paramentos
a ser retablo popular.
Alvar aalto: en el impar
lienzo del lago húmedo
el bosque humano está detrás.
Así tu genio bate
un mudo abeto en el cristal
y se hace pura geofonía
en el paisaje dominical.
Alvar aalto: el arquitecto
del más vecino más allá.
Tu poesía escandinava
de colectiva intimidad
aún es intacta y blanca nieve,
aún es materia intacta, albar.
La arquitectura de alvar aalto,
textura de arco en alto altar.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima vii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡ay! -pensé-, ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como lázaro, espera
que le diga: “levántate y anda”!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxvi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Voy contra mi interés al confesarlo;
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡ladridos de los perros a la luna!
tú sabes y yo se que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xcv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

La gota de rocío que en el cáliz
duerme de la blanquísima azucena,
es el palacio de cristal en donde,
vive el genio feliz de la pureza.
Él le da su misterio y poesía;
él, su aroma balsámico le presta.
¡ Ay de la flor, si de la luz al beso
se evapora esa perla!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
la luz, el aire
y el pensamiento!
cuando se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
la fama, el oro,
la gloria, el genio!
cuando enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.



Gutierre de Cetina

si el celeste pintor no se extremara

-- de Gutierre de Cetina --

En haceros extremo de hermosura,
si cuanto puede dar beldad natura
tan natural en vos no se mostrara,
ni el retrato imperfecto se juzgara,
ni me quejara yo de mi ventura,
porque correspondiera la pintura
al vivo original do se sacara.
Pero, dama, pues ya no vive fidia,
ni humano genio basta a retrataros,
sin que quede confusa o falsa el arte,
debéis, para que no mueran de invidia
las menos que vos bellas, contentaros
con ver de lo que sois sola esa parte.



Salvador Díaz Mirón

El predestinado

-- de Salvador Díaz Mirón --

Bajo el ronco motín que grita muerte,
el sagrado bajel cruje de suerte
que semeja reír - El genio es fuerte;

Y aún ante indicio, de locura o dolo,
no culpa de falaz a Marco Polo,
y se obstina en creer, inmenso y solo.

Su fe suele medrar cuando vacila...
¡Así la llama del hachón oscila
al viento, y es mayor por intranquila!

En el ignoto piélago la nave
sigue al azar el ímpetu de un ave.
¿A dónde va? ¡Ni el Genovés lo sabe!

A la esperanza el mísero se aferra,
como a la tabla el náufrago que yerra
en la furia del mar. La noche cierra.

Bien luego magnífica su corona...
Y es que Dios con su soplo hincha la lona,
¡desde los astros de la nueva zona!

Voz que nace al timón sube a la caña...
¡El Ponto bulle con cadencia extraña
y parece que dice: ¡Viva España!

Colón, en pie sobre la proa mira...
¡Y en el cordaje un hálito respira
Y canta, como un estro en una lira!

Franja de luna por el agua riela...
¡Y al grande hombre simula rica estela,
rastro de victoriosa carabela!



Salvador Rueda

sonetos VII

-- de Salvador Rueda --

Ved el ave inmortal, es su figura;
la antigüedad un silfo la creía,
y la vio su extasiada fantasía
cual hada, genio, flor o llama pura.

Su plumaje es la luz hecha locura,
un brillante hervidero de alegría
donde tiembla 1a ardiente sinfonía
de cuantos tonos casa la hermosura.

Su cola real, colgando en catarata;
y dirigida al sol, haz que desata
vivo penacho de arcos cimbradores.

Curvas suelta la cola sorprende,
y al aire lanza cual tazón de fuente
un surtidor de palmas de colores.

4



Santiago Montobbio

huecograbado

-- de Santiago Montobbio --

Huecograbado
igual que no es ningún genio quien sospecha
que la lentitud venenosa de un otoño
tiene por testigo final a cualquier calle
la tinta de este papel también es la tinta última
y en la improbable forma con que consiga
abrazarme a su mentira jamás podrá
ser más cierta la vida. Pues no
porque se repitan hasta la fatiga
dejo de saber que mis poemas no son más
que los retratos de unos penúltimos suicidios,
el puño que si se abre todas las llagas
de la sombra tiene y también el corazón que suspira
por la sigilosa huida que se transfigura en las ventanas.
Que juntos quizá forman un instante solo y tenso
en lo rojo o en la noche, un pobre tiempo fiero
en el que el corazón aprieta y muerde para que después
la vida se descanse y con igual tristeza
retome mi cintura; instantes de derrotas
y de muros, desangelados arañazos o torpes ensayos
que con insistente timidez anuncian despedidas
estos mis ocres versos en silencio sabedores
de que si de la noche salgo no estoy
en ningún sitio.



Al propio asunto

-- de El Solitario --

Un cachidiablo toro, el vil Patillas,
a un alma salva atájale el camino,
tizón en asta, en furia torbellino,
por ojos y narices cuatro hornillas.

El aire troncha en átomos y astillas,
según derrota en fiero desatino,
mas el genio tremola en blanco lino,
con púrpuras orladas las orillas.

Gallea a lo galán de arrastre y vuelo,
y Patillas con él un rudo topo;
lo tronza, lo quebranta y rinde al suelo.

«Cáscaras -dijo el diablo alzando el hopo-,
este es Montes, me cuco y vaya al cielo,
que temo más su capa que un hisopo.»



Antonio-Plaza-Llamas

a una actriz

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

A una actriz
intérprete feliz del pensamiento.
Ángel que brillas en la gloria humana,
ciñéndole a tu frente soberana
la espléndida corona del talento.
Heroína del noble sentimiento,
no me admira el laurel que te engalana;
porque sé que en la tierra mexicana
el genio tiene su mejor asiento.
Sigue de gloria con tu sueño santo
y conquista renombre sin segundo
en la futura edad, que yo entretanto,
al aplaudirte con afán profundo,
diré orgulloso en atrevido canto:
nada envidias, ¡oh patria!, al viejo mundo.
Antonio plaza llamas



Manuel Machado

La Sonrisa de Franco resplandece

-- de Manuel Machado --

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de paz la tierra que conquista.

Sabe vencer y sonreír. Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria
seguro y firme. Y para hacer Historia
Dios quiso darle mucho más: el genio.

Inspira fe y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,

para un mañana, que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!



Manuel Reina

A media noche (Reina)

-- de Manuel Reina --

Choca tu dulce boca con la mía,
mujer deslumbradora;
y brotará la ardiente poesía
que mi mente atesora.

Deja, deja que rompa ese lujoso
traje de terciopelo
que oculta, como amante cariñoso,
de tu belleza el cielo.

Quiero una bacanal regia y grandiosa;
que el dios de los amores
en ella cubra tu cabeza hermosa
de perfumadas flores.

Un banquete de dioses, una orgía
tan rica y deslumbrante,
que exceda a la más bella fantasía
del genio más gigante.

Que esté el salón cubierto de brocados,
y telas suntuosas;
la mesa, de manjares delicados
y de divinas rosas.

Y que haya esos licores deliciosos
coronados de llamas,
que engendran en la mente luminosos
y bellos panoramas.

Los generosos vinos espumantes
dejemos al olvido;
¡quiero beber en copa de brillantes
el oro derretido!

Y cuando de estos goces y delicias
esté mi pecho lleno,
expirar entre besos y caricias,
reclinado en tu seno.



Manuel Reina

En un álbum (Reina)

-- de Manuel Reina --

-Los dioses se van, ha dicho
un eminente filósofo;
-El cielo es un cementerio
azulado -grita otro.
-El Cristo ya se desploma
-escribe un genio coloso,
y la multitud exclama:
-Los templos están ruinosos.

Yo sé que las religiones
ruedan tristes en el polvo,
y sé que ante la razón
todos se postran de hinojos;
no obstante, querida mía,
yo sigo siendo católico,
y es porque la Virgen tiene,
¡Oh hermosa!, tu mismo rostro.



Manuel Reina

La estatua (Reina)

-- de Manuel Reina --

En medio del jardín yérguese altiva,
en riquísimo mármol cincelada,
la figura de un dios de ojos serenos,
cabeza varonil y formas clásicas.
En el invierno, la punzante nieve
y el viento azotan la soberbia estatua;
pero ésta, en su actitud noble y severa,
sigue en el pedestal, augusta, impávida.
En primavera, el aureo sol le ofrece
un manto de brocado; las arpadas
aves con sus endechas la saludan;
los árboles le tejen con sus ramas
verde dosel; el cristalino estanque
la refleja en sus ondas azuladas,
y los astros colocan en su frente
una diadema de bruñida plata.
Mas la estatua impasible está en su puesto
sin cambiar la actitud ni la mirada.
¡Así el genio inmortal, dios de la tierra,
siempre blanco de envidias o alabanzas,
impávido, sereno y arrogante,
sobre las muchedumbres se levanta!



Mariano Melgar

Figurarme solía un magistrado

-- de Mariano Melgar --

Figurarme solía un magistrado
que hoy sostuviese a la nación entera:
¡qué luces, qué virtudes no exigiera
un empeño tan grande y elevado!

Sólo el poder de un Dios a tanto grado
las prendas de un mortal llevar pudiera;
mas ya en nuestras desdichas ¿quién espera
un prodigio tan raro y acabado?

Dije: y «miradlo aquí», contesta ufano,
señalándome el gran Vista - Florida,
el genio tutelar del pueblo indiano;

la América no más será oprimida
con este Consejero, y el hispano
a este patricio deberá la vida.



Marilina Rébora

el cristo de dalí

-- de Marilina Rébora --

El cristo de dalí
siempre desde abajo pudimos mirarle
y aun de nuestra altura miramos a cristo,
mas nunca hasta ahora pudo contemplarle
alguien de lo alto, ni de allá fue visto.
Pero así el artista consiguió pintarle,
en tremendo escorzo con genio imprevisto,
mirando de arriba, y supo evocarle
de terreno ambiente al fin desprovisto.
Brazos y cabeza en un primer plano
provocan sorpresa por su recio encuadre
y el extraordinario grandor del proyecto.
El cuerpo en su fuga termina lejano,
el estar arriba nos acerca al padre
y de arriba vemos el terrible aspecto.



Marilina Rébora

no me llames poeta...

-- de Marilina Rébora --

No me llames poeta un nombre con laurel
porque mi voz apenas para cantar acierta;
acaso suavizada por amorosa miel,
tal vez unos acentos armoniosos concierta.
Puede sí que me escurra por el alto dintel
hacia regiones mágicas tras mi azulada puerta,
o que salve los mares en barco de papel
para poblar de trinos la comarca desierta.
Mi voz no fuera el tono para belleza tanta
ni tienen mis adentros un germen de tal genio,
el prodigio se opera por la fe simplemente,
lo mismo que madura la minúscula planta
a los rayos del sol, milagroso convenio
de la abeja y la flor, del ave con la fuente.



Rosalía de Castro

Predestinados

-- de Rosalía de Castro --

Es el abismo el que le atrae
desde su fondo más oscuro,
para que deje esta vida tan triste
que él ve cubierta de eterno luto.

No bien una sombra se disipa
otra se agranda... Se agranda y le envuelve
sin que adivine por qué ha venido,
por qué le busca, ni qué le quiere,
pero le aterra y le acobarda
y a donde va le sigue siempre.

Si algún dolor abandona su alma,
otro más vivo y más intenso,
en sus entrañas haciendo el nido,
para él inventa nuevos tormentos,
mucho más hondos y más terribles
siempre los últimos que los primeros.

Un mal espíritu, algún demonio
de cuantos hay el más cruel
ha presidido su nacimiento
y oculto guía siempre su pie
hacia los bordes de la alta sima
a ver si puede verle caer.

Vacila su planta ya... Y sus ojos
vagos se fijan en lo infinito,
que él cree imagen de la nada;
pero le atrae... Le atrae el vacío
en donde flotas, genio invisible,
siempre llamándole hacia el abismo.

Y cae al fin... Y nadie sabe,
ni nadie pregunta por qué ha caído.



Miguel Unamuno

A la esperanza

-- de Miguel Unamuno --

Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
á tu hija la fé con siete llaves

y que ante la razón no te acobardas
si no haces á los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mi no cabes,



Miguel Unamuno

Incidente doméstico

-- de Miguel Unamuno --

Traza la niña toscos garrapatos,
de escritura remedo,
me los presenta y dice
con un mohín de inteligente gesto:

"¿Qué dice aquí, papá?"

Miro unas líneas que parecen versos.
"¿Aquí?" "Si, aquí; lo he escrito yo; ¿qué dice?
porque yo no sé leerlo..."
"¡Aquí no dice nada!", le contesté al momento.

"¿Nada?", y se queda un rato pensativa
-o así me lo parece, por lo menos,
pues ¿está en los demás o está en nosotros
eso a que damos en llamar talento?-.

Luego, reflexionando, me decía:
¿Hice bien revelándole el secreto?
-no el suyo ni el de aquellas toscas líneas,
el mío, por supuesto-.

¿Sé yo si alguna musa misteriosa,
un subterráneo genio,
un espíritu errante que a la espera
para encarnar está de humano cuerpo,
no le dictó esas líneas
de enigmáticos versos?

¿Sé yo si son la gráfica envoltura
de un idioma de siglos venideros?
¿Sé yo si dicen algo?
¿He vivido yo acaso de ellas dentro?

No dicen más los árboles, las nubes,
los pájaros, los ríos, los luceros ...
¡No dicen más y nos lo dicen todo!
¿Quién sabe de secretos?



Juan Nicasio Gallego

Soneto improvisado en broma

-- de Juan Nicasio Gallego --

Ya no reina en las tablas Marco Antonio,
César, Yogurta ni el patrón de Plinio.
El trágico puñal perdió el dominio,
opio se emplea, arsénico, antimonio.

Cruces, horcas, fantasmas el telonio
te ofrece si haces de él fiel escrutinio:
de crímenes atroces vaticinio
es hoy la bendición del matrimonio.

El delirio, el furor se llaman genio;
ya Diana no es más que un plenilunio;
sólo se usa en el gálico Cilenio:

y en los teatros en diciembre o junio
tiemblan de horror los arcos del proscenio
de sólo presenciar tanto infortunio.



Julio Flórez

A Víctor Hugo (Flórez)

-- de Julio Flórez --

Poem

Preguntaba una noche entristecido: —¿En dónde están, en dónde, ¡oh genio santo! Los grandes pensamientos que murieron sin nacer, en el fondo de tu cráneo?

Y la noche me dijo: —¡Míralos— Aquí están en mi regazo. Alcé los ojos y miré ¡Dios mío! ¡Cómo hervían los astros!



Julio Herrera Reissig

El ama (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Erudita en lejías, doctora en la compota
y loro en los esdrújulos latines de la misa,
tan ágil viste un santo, que zurce una camisa,
en medio de una impávida circunstancia devota...

Por cuanto el señor cura es más que un hombre, flota
en el naufragio unánime su continencia lisa...
Y un tanto regañona, es a la vez sumisa,
con los cincuenta inviernos largos de su derrota.

Hada del gallinero. Genio de la despensa.
Ella en el paraíso fía la recompensa...
Cuando alegran sus vinos, el vicario la engríe

ajustándole en chanza las pomposas casullas...
Y en sus manos canónicas, golondrinas y grullas
comulgan los recortes de las hostias que fríe.



Julio Herrera Reissig

El genio de los campos

-- de Julio Herrera Reissig --

Por donde humea el último arado en los cultivos,
agrias interjecciones el eco desentona.
De tarde en tarde el ámbito trasunta en su bordona
la égloga que sueñan los campos subjetivos.

Alamos oxidados y sauces compasivos...
Aldeanas con cestos de fruta. Una amazona...
El silencio en la inerte Cartuja congestiona
de mística Edad Media los panoramas vivos.

Insinúase un vaho de fresales maduros,
con sabrosas resinas y violentos sulfuros...
Bajo el vetusto puente, clásica linfa corre,

holgándose entre vegas de ópalo y de raso;
mientras, muecín sonámbulo, la esquila de la torre
traspasa de ultratumba y de Dios el ocaso.



Julio Herrera Reissig

El abrazo pitagórico

-- de Julio Herrera Reissig --

Bajo la madreselva que en la reja
filtró su encaje de verdor maduro,
me perturbaba en el claroscuro
de la ilusión, en la glorieta añeja...

Cristalizaba un pájaro su queja...
Y entre el húmedo incienso de sulfuro
la luna de ámbar destacó al bromuro
el caserío de rosada teja...

¡Oh, Sumo Genio de las cosas! Todo
tenía un canto, una sonrisa, un modo...
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,

nos sumó a modo de una doble ola,
y en forma de «uno», en una sombra sola,
los dos crecimos en la noche grave...



Julio Herrera Reissig

el domingo

-- de Julio Herrera Reissig --

Te anuncia un ecuménico amasijo de hogaza,
que el instinto del gato incuba antes que el horno.
La grey que se empavesa de sacrílego adorno
te sustancia en un módico pavo real de zaraza...

Un rezongo de abejas beatifica y solaza
tu sopor, que no turban ni la rueca ni el torno...
Tú irritas a los sapos líricos del contorno;
y plebeyo te insulta doble sol en la plaza...

¡Oh domingo! la infancia de espíritu te sueña,
y el pobre mendicante que es el que más te ordeña...
Tu genio bueno a todos cura de los ayunos,

la misa te prestigia con insignes vocablos,
¡ y te bendice el beato rumiar de los vacunos
que sueñan en el tímido bethlem de los establos!...



Julio Herrera Reissig

el guardabosque

-- de Julio Herrera Reissig --

La mesnada que aúlle o la sierpe se enrosque,
vela impávido, y sólo que un mal sueño lo exija,
suspicaz corno un gato, duérmese el guardabosque
con su brazo de almohada y el buen sol por cobija...

Él se mira en su selva como un padre en su hija.
Y aunque cruja la nieve y aunque el cielo se enfosque
la primera instantánea del oriente lo fija
como a un genio hierático, sacerdote del bosque.

Los domingos visita la cocina del noble,
y al entrar, en la puerta deja el palo de roble.
De jamón y pan duro y de lástimas toscas,

cuelga al hombro un surtido y echa a andar taciturno;
del cual comen, durante la semana, por turno
él, los gatos y el perro, la consorte y las moscas...



Julio Herrera Reissig

iluminación campesina

-- de Julio Herrera Reissig --

Alternando a capricho el candor de sus prosas,
ruth sugiere a la cítara tan augustos momentos!
y fanor en su oboe de aterciopelamientos
plañe bajo el ocaso de oro y de mariposas...

Ante el genio enigmático de la hora, sedientos
de imposible y quimera, en el aire de rosas,
ponen largo silencio sobre los instrumentos,
para soñar la eterna música de las cosas.

Largas horas, en trance de eucarísticos miedos,
amortiguan los ojos y se enlazan los dedos...
«¡Dulce amigo!» ella gime. Y fanor: «¡oh mi amada!»

y la noche inminente lame sus mansedumbres...
De pronto, como bajo la varilla de un hado,
fuegos, por todas partes, brotan sobre las cumbres.



Evaristo Carriego

Funerales báquicos

-- de Evaristo Carriego --

Ayer en la taberna, tristemente,
un borracho, pontífice del vino,
decía a otro borracho impenitente,
bebiendo el primer vaso matutino:

Yo llevo en mi interior un silencioso
Genio o Poder que nunca me abandona:
Enemigo ignorado y fastidioso
que mis heridas de placer encona,
volcando el agua fuerte
del Odio y del Pesar. (Esa agua abunda
en las foscas riberas de la Muerte
y es en el riego del dolor fecunda.)

Por eso mismo tengo indefinibles
rebeldías de lucha delirante
que sólo me hacen ver los imposibles
donde cae el Esfuerzo a cada instante,
torturado y vencido



Evaristo Carriego

La muerte del cisne (Evaristo Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

En un largo alarido de tristeza
los heraldos, sombríos, la anunciaron,
y las faunas errantes se aprontaron
a dejar el amor de la aspereza.

Con el Genio del bosque a la cabeza,
una noche y un día galoparon,
y cual corceles épicos llegaron
en un tropel de bárbara grandeza.

Y ahí están. Ya salvajes emociones,
rugen coros de líricos leones...
Cuando allá, en los remansos de lo Inerte.

Como surgiendo de una pesadilla,
¡grazna un ganso alejado de la orilla
la bondad provechosa de la Muerte!



Evaristo Carriego

Las manos (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

A todas las evoco. Pensativas,
cual si tuvieran alma, yo las veo
pasar, como teorías que viniesen
en las estancias líricas de un verso.

Las buenas, las cordiales, generosas
madrecitas de olvidos en los duelos,
las buenas, las cordiales, que ya nunca
las volvimos a ver, ni en el recuerdo.

Las manos enigmáticas, las manos
con vagos exotismos de misterio,
que ocultan, como en libros invisibles,
las fórmulas vedadas del Secreto.

Las manos que coronan los designios,
las manos vencedoras del Silencio,
en las que sueña, a veces, derrotado,
un tardío laurel de luz el genio.



José Joaquín de Olmedo

A Eliza

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿No ves cuán pronto por la azul esfera
el vuelo de las horas se desliza?,
¿no ves, amable Eliza,
marchitarse al nacer las tiernas flores
de la fugaz y alegre primavera?
Pues ¡ay!, con más presteza
nacen, desaparecen los amores,
las gracias de la edad y la belleza.
Feliz en todas partes
quien con el grato estudio de las artes
mezclando las lecciones
de virtud y piedad, engaña, burla
del tiempo y de sus hijas estaciones
la ciega rapidez y la inconstancia.

Así cuando la bella primavera
pierde su gala y virginal sonrisa
y se retira triste
de tu jardín, Eliza,
huyendo del invierno los enojos,
al fuego de tu genio y de tus ojos
con sus vivos colores y fragancia
bajo de tu pincel nace en tu estancia.

En tu estancia feliz que yo contemplo
será con tu presencia
el más hermoso templo
del gusto, la piedad y la inocencia,
a cuyo culto y plácidos misterios
vestal sacerdotisa
con tu graciosa hermana será Eliza.



José Joaquín de Olmedo

En el álbum de la señorita Grimanesa Althaus

-- de José Joaquín de Olmedo --

Díceme un dios que dentro el pecho siento,
que al nacer se me dio fuego divino,
sólo porque cantara ¡oh Grimanesa!,
las gracias, la virtud y la belleza.
Yo cumplí, no sin gloria, mi destino,
cuando mi corazón y el alma mía
en vivo amor y juventud ardía.

Y en premio de haber sido
siempre fiel al dulce ministerio,
el Dios, a cuyo imperio
se rinden voluntarios,
la tierra, el cielo, el mar, ha concedido
su antiguo ardor, su inspiración divina,
a un genio que fallece oscurecido,
como el sol que a su ocaso se avecina.

Y he podido cantar como solía...
Tuyo es este portento, amiga mía.
¡Qué gloria para mí! Ver que este día
la más graciosa y bella no rehúsa
ser la corona de mi anciana musa.



Carolina Coronado

en el álbun de una señora que pedía versos largos y cortos

-- de Carolina Coronado --

Los versos más largos y aquéllos más cortos
que tengan del arte las reglas concisas,
señora, aunque sean horribles abortos
decís que queréis en letras precisas;
vos
ni
dios
a
mi musa ignorante de tales hazañas
inspiran, señora, el grande talento
de hacer en el álbum, con formas extrañas,
la rara poesía del genio portento
que
yo
no
sé.



Carolina Coronado

en el álbum de una señora que quería que acabasen los consonantes en ío y en ía

-- de Carolina Coronado --

Señora, un álbum cuando yo me río
por la extraña y ridícula manía,
de escribir en los álbumes poesía
teniendo tan mal genio como el mío;
ya que no encuentre consonante en ío,
ya que no acierte a rematarlo en ía,
un dolor soberano de cabeza
me ha costado escribir esta simpleza.



Carolina Coronado

¡ay!, transportad mi corazón al cielo

-- de Carolina Coronado --

Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del oriente,
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.
A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.
Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.
Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.
¡Ay!, transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
¡destrozadme en los aires y bendigo



Carolina Coronado

en un álbum de una dama con genio y sin pretensión

-- de Carolina Coronado --

De ti, señora, me contó la fama
que con ingenio vivo y alma inquieta
renuncias a la gloria del poeta
por no arriesgar el de modesta dama:
pero dicen también que el dios del arte
al verte abandonar su templo santo
sintió la ausencia de tu ingenio tanto
que a los poetas ordenó cantarte.
Uno por uno con afán, señora,
de apolo te transmiten los favores,
y yo también aunque infeliz cantora
vengo a ofrecer a tu corona flores.
Admite entre el laurel y la violeta
este ramo no más de siemprevivas;
aunque por ser modesta nada escribas,
siempre tendrás renombre de poeta.



Carolina Coronado

a mi tío don pedro romero

-- de Carolina Coronado --

Si para entrar en tan difícil vía
el aliento a mi numen no faltara,
ya de la patria nuestra lamentara
los males en tristísima elegía.
Ya la virtud, ya el genio cantaría,
ya el vicio a deprimir me consagrara;
pero mi voz de niña desmayara
y desmayara endeble el arpa mía.
Mas quiero humilde abeja, aquí en el suelo
vagar de flor en flor siempre ignorada,
que al águila siguiendo arrebatada
con alas cortas remontar mi vuelo.
Canto las flores que en los campos nacen;
cántolas para ti, que a ti te placen.



Carolina Coronado

para el álbum poético. a la memoria del sr. d. nicolás de azara

-- de Carolina Coronado --

Corona ciñe el triunfador guerrero
¡ay! ¡más corona a las naciones cara
es ésa que la gloria le prepara
con la punta sangrienta de su acero!
tú, modelo del noble caballero,
orgullo y honra de tu estirpe clara,
tú has hecho que tu nombre, ilustre azara,
venere el español y el extranjero.
Pero no porque el grito de la guerra
hiciste resonar con loca sana,
difundiendo el espanto en nuestra tierra,
sino por dar a la infeliz españa,
genio de diplomático eminente,
paz al furor de su irritada gente.



Clemente Althaus

El eco y la sombra

-- de Clemente Althaus --

Dios con el hombre a quien ama
siempre liberal y bueno,
un eco le dio a su voz
y dio una sombra a su cuerpo;
queriendo así que, aunque huelle
los más desnudos desiertos,
del todo solo no vaya
y lleve dos compañeros.
Al uno mudo contempla
ir a sus pies en el suelo,
su movimiento ajustando
a su mismo movimiento.
Al otro invisible escucha
que responde a sus acentos,
repitiendo a la distancia
sus sonidos postrimeros.
La sombra a los ojos sirve
de compañía y consuelo,
y es consuelo y compañía
de los oídos el eco.
De la sombra se imagina
el solitario viajero
que sus pasos acompaña
taciturno esclavo negro;
y del eco se figura
que amigo invisible genio
con él a solas conversa,
su largo viaje siguiendo.



Ramón de Campoamor

El cielo de Leopardi

-- de Ramón de Campoamor --

¡Genio infeliz! En su postrer momento

a su amiga la muerte le decía:

-Dame la nada, esa región vacía

en que no hay ni placer ni sufrimiento.

Donde se halla la vida está el tormento.

Dame la paz en la nada -repetía-

y mata con el cuerpo el alma mía,

esta amarga raíz del pensamiento.

Al oírle implorar de esta manera,

consolando al filósofo afligido,

la muerte le responde: -Espera, espera;

que, en pago de lo bien que me has querido,

mañana te daré la muerte entera

y volverás al ser del que no ha sido.



Ramón de Campoamor

La vida humana

-- de Ramón de Campoamor --

Velas de amor en golfos de ternura
vuela mi pobre corazón al viento
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura,

viviendo en esta humana sepultura
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.

¡Ay! en la vida ruin que al loco embarga,
y que al cuerdo infeliz de horror consterna,
dulce en el nombre, en realidad amarga,

sólo el dolor con el dolor alterna,
y si al contarla a días es muy larga,
midiéndola por horas es eterna.



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Ariiba