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Vese: duda Sansón, y duda el lazo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Vese: duda Sansón, y duda el lazo
lo que él; duda Sansón, duda y procura
hurtarse fuerte en vano a la atadura,
ella tiembla temor y fuerza el brazo.

Aquel valiente, aquel que de un abrazo
puso puertas a un monte y su espesura,
flaca para él, un tiempo, ligadura
es a su libertad fuerte embarazo.

Llega el fiero juez, condena a muerte
los ojos. Y él, risueño y sosegado,
dijo (más que su fuerte brazo, fuerte):

«Si tres veces de Dálila burlado
sus engaños no vi, juez, advierte
que ya de ellos estaba despojado».

Poema Vese: duda Sansón, y duda el lazo de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

César Vallejo

tengo fe en ser fuerte

-- de César Vallejo --

xvi
tengo fe en ser fuerte.
Dame, aire manco, dame ir
galoneándome de ceros a la izquierda.
Y tú, sueño, dame tu diamante implacable,
tu tiempo de deshora.
Tengo fe en ser fuerte.
Por allí avanza cóncava mujer,
cantidad incolora, cuya
gracia se cierra donde me abro.
Al aire, fray pasado. Cangrejos, zote!
avístase la verde bandera presidencial,
arriando las seis banderas restantes,
todas las colgaduras de la vuelta.
Tengo fe en que soy,
y en que he sido menos.
Ea! buen primero!

Poema tengo fe en ser fuerte de César Vallejo con fondo de libro

Ernesto Noboa y Caamaño

Vox Clamans

-- de Ernesto Noboa y Caamaño --

Oigo en la sombra, a veces, una voz que me advierte:
Poeta, entre tus ruinas, yérguete vencedor:
deja la flauta débil de tu canción inerte,
y alza el himno a la vida, al orgullo, al vigor.

Acalla tu secreto, sé fuerte con la muerte,
Y oigo otra voz que clama: fuerte como el amor.
(En mi conciencia íntima no sé cuál es más fuerte,
si el gesto de la vida o el gesto destructor).

De súbito, en tumulto, cual luminosas teas,
en el cerebro atónito se encienden las ideas,
mas, cuando de su foco, como de ardiente pira,

va a levantar las notas del vigoroso canto,
como una flauta débil el corazón suspira;
y la canción se trueca por un raudal de llanto.

Poema Vox Clamans de Ernesto Noboa y Caamaño con fondo de libro

Hernando de Acuña

Un novillo feroz y un fuerte toro

-- de Hernando de Acuña --

Un novillo feroz y un fuerte toro
lidian delante su becerra amada,
y mirábalos Silvia descuidada,
de gracia y de beldad rico tesoro,

cuando por la ribera un sacro coro
de ninfas ve venir, y en su llegada
fue de ellas mi pastora coronada
de flores, que eran perlas sobre el oro.

Y como el fuerte vencedor furioso
dio alegre fin a la obstinada empresa,
zampoña no quedó que no tocase,

diciendo: «¡Oh bien nacido y venturoso
Silvano, si tu llanto, que no cesa,
con fin tan venturoso se acabase».



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo I

-- de Francisco Villaespesa --

Igual que en un sepulcro me he encerrado
en tu eterno recuerdo, y en él vivo,
la frente entre las manos, pensativo,
evocando las glorias del pasado.
¿Será posible que un amor tan fuerte
se haya para mi amor desvanecido?
¡el amor es más fuerte que la muerte,
y la muerte más fuerte que el olvido!
largas horas de espera... Eternidades
que llenan de ansiedad mis soledades.
Solo y soñando con tu amor me tienes;
solo y soñando con tu vuelta muero...
Si nunca has de venir, ¿por qué te espero?
y si te espero aún, ¿por qué no vienes?



Adelardo López de Ayala

El sueño (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Sueño, que lento y pesado
mis sentidos acometes,
y uno a uno los sometes
a tu imperio dilatado:

tú en prisión pones la vista
y gusto y tacto en olvido:
pierde el olfato la pista,
y, aunque el último, el oído
también cede a tu conquista

Y así dominas el fuerte,
y dejas de guarnición
la eficaz respiración
para que impida a la muerte
quitarte su posesión.

Ya sé que al cuerpo te agrada
ver en nada transformado...
¡Y el cuerpo vil es muy dado
a transformarse en la nada!

Mas, cuando pones en calma
el corpachón, que es más fuerte,
dime, tití de la muerte:
¿en qué se entretiene el alma?



Amado Nervo

impotencia

-- de Amado Nervo --

Señor, piedad de mí porque no puedo
consolarme... Lo intento, mas en vano.
Me sometí a tu ley porque eras fuerte:
¡el fuerte de los fuertes!... Pero acaso
es mi resignación sólo impotencia
de vencer a la muerte, cuyo ácido
ósculo corrosivo,
royendo el corazón que me amó tanto,
royó también mi voluntad de acero...
¡La muerte era titánica; yo, átomo!
señor, no puedo resignarme, no!
¡si te digo que ya estoy resignado,
y si murmuro fiat voluntas tua,
miento, y mentir a dios es insensato!
¡ten piedad de mi absurda rebeldía!
¡que te venza, señor, mi viril llanto!
¡que conculque tu ley tu piedad misma!...
Y revive a mi muerta como a lázaro
o vuélveme fantasma como a ella,
para entrar por las puertas del arcano
y buscar en el mundo de las sombras
el deleite invisible de sus brazos.



Lope de Vega

La blanca en el valor, venida a España

-- de Lope de Vega --

La blanca en el valor, venida a España,
y en Francia y en el mundo, más preciosa,
vertiendo hielo marchitó la rosa
de las mejillas que llorando baña.

Del fuerte Pedro, armado en la campaña,
vencido de otro amor, está quejosa,
y aunque no la de oír con voz piadosa,
movió la lengua propia en lengua extraña:

«Amor, sangre conforme, estrella, trato,
faltando todo en mí, pudo hallar modo
que amase, y me olvidase Pedro ingrato».

«Amo, aborrece; pido, niega en todo;
su sombra adoro, y huye mi retrato;
yo tierna, él fuerte; yo francesa, él godo».



Lope de Vega

Parca, ¿tan de improviso, airada y fuerte

-- de Lope de Vega --

Parca, ¿tan de improviso airada y fuerte
siegas la vega donde fui nacido
con la guadaña de tu fiero olvido,
que en seco polvo nuestra flor convierte?

¿Ni vale el nombre ni el valor se advierte?
Cárcel de enfermedad no ha precedido,
ni información de haberla merecido,
y, ¿sin proceso le condenas, Muerte?

Oh tribunal, a donde no hay reparo,
¿en un hora del mundo se destierra
a quién Félix nació, sin que lo fuese?

Mas justo fue, que siendo sol tan claro,
se pusiese al ocaso de la tierra,
y al oriente del cielo amaneciese.



César Vallejo

Trilce: XVI

-- de César Vallejo --

Tengo fe en ser fuerte.
Dame, aire manco, dame ir
galoneándome de ceros a la izquierda.
Y tú, sueño, dame tu diamante implacable,
tu tiempo de deshora.

Tengo fe en ser fuerte.
Por allí avanza cóncava mujer,
cantidad incolora, cuya
gracia se cierra donde me abro.

Al aire, fray pasado. Cangrejos, zote!
Avístase la verde bandera presidencial,
arriando las seis banderas restantes,
todas las colgaduras de la vuelta.

Tengo fe en qué soy,
y en que he sido menos.

Ea! Buen primero!



Delmira Agustini

Ofrendando el libro

-- de Delmira Agustini --

Porque haces tu can de la leona
más fuerte de la Vida, y la aprisiona
la cadena de rosas de tu brazo.

Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo
esencial de los troncos discordantes
del placer y el dolor, plantas gigantes.

Porque emerge en tu mano bella y fuerte,
como en broche de míticos diamantes
el más embriagador lis de la Muerte.

Porque sobre el espacio te diviso,
pueste de luz, perfume y melodía,
comunicando infierno y paraíso
-con alma fúlgida y carne sombría...



Hernando de Acuña

En respuesta del pasado

-- de Hernando de Acuña --

Bien os puedo decir, considerando
lo que pruebo del mundo y lo que siento,
que, siendo los trabajos de él sin cuento,
se pueden los descansos ir contando;

mas el fuerte varón, no desmayando,
esfuerza con valor el sufrimiento,
y al sabio da el saber un nuevo aliento
con quien puesto que teme, va esperando.

Y si hay fortuna en el humano estado,
no es justo que ninguno desespere,
pues todo a su mudanza está sujeto;

mas de remedio estar desconfiado
no se sufre, señor, en el que fuere,
cual sabemos que sois, fuerte y discreto.



Antonio Machado

A don Miguel de Unamuno

-- de Antonio Machado --

Este donquijotesco
don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,
lleva el arnés grotesco
y el irrisorio casco
del buen manchego. Don Miguel camina,
jinete de quimérica montura,
metiendo espuela de oro a su locura,
sin miedo de la lengua que malsina.
A un pueblo de arrieros,
lechuzos y tahúres y logreros
dicta lecciones de caballería.
Y el alma desalmada de su raza,
que bajo el golpe de su férrea maza
aun duerme, puede que despierte un día.
Quiere enseñar el ceño de la duda,
antes de que cabalgue, al caballero;
cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda
cerca del corazón la hoja de acero.
Tiene el aliento de una estirpe fuerte
que soñó más allá de sus hogares,
y que el oro buscó tras de los mares.
El señala la gloria tras la muerte.
Quiere ser fundador y dice: Creo;
Dios y adelante el ánima española...
Y es tan bueno y mejor que fue Loyola:
sabe a Jesús y escupe al fariseo.



Fernando de Herrera

Qué bello nudo y fuerte me encadena

-- de Fernando de Herrera --

¿Qué bello nudo y fuerte me encadena
con tierno ardor, en quien amor airado
me enciende el corazón, y en un cuidado
duro y terrible siempre me enajena?

El oro que al Gange indo en su ancha vena
luciente orna, y en hebras dilatado,
con luengo cerco y terso ensortijado,
gentil corona en blanca frente ordena.

¡Oh vos, que al sol vencido, prestáis fuego,
en quien mi pensamiento no medroso
las alas metió libre, y perdió el vuelo!

Lazos que me estrecháis, mi pecho ciego
abrasad, porque en prez del mal penoso
segura mi fe rinda su recelo.



Carolina Coronado

en el álbum de la señorita armiño

-- de Carolina Coronado --

Existe entre ti y mi alma
una dulce inteligencia,
mitad cariño en su esencia
y celos la otra mitad,
yo no sé, niña graciosa,
cuál de entrambas es más fuerte:
sé que las dos de igual suerte
dominan mi voluntad.
Bástame para quererte
que en una planta nacida
estés por el tallo unida
a una flor que adoro yo;
mas te envidio, niña bella,
que el señor, desde la cuna,
te diera la gran fortuna
que a mi existencia negó,
porque tú ves la sonrisa
de mi adorada cantora,
sus lágrimas cuando llora,
su imagen, todo lo ves,
pero yo nunca la veo
sino allá como entre nubes
soñamos ver los querubes
de los cielos al través.
Y por eso hay entre ambas
una dulce inteligencia,
mitad cariño en su esencia
y celos la otra mitad;
yo no sé, niña graciosa,
cuál de entrambas es más fuerte,
¡sé que las dos de igual suerte
dominan mi voluntad!



Ricardo Güiraldes

Proa

-- de Ricardo Güiraldes --

Hace mar fuerte... ¿Fuerte?... Los egocultores decimos así a lo que nos vence y no es el caso.

El mar arrea cordilleras renovadas, que columpian al vapor en cuya proa frenetizo de borrasca.

Busco una metáfora pluriforme e inmensa; algo como fijar el alma caótica, que se empenacha de pedrería.

¿Cómo decir?... Mar... Mar... Y mientras insuflo el cráneo de espacio para cantarle mi visión, el insolente me escupió la cara.

«Regina Elena», 1914.



Abraham Valdelomar

Ofertorio (Valdelomar)

-- de Abraham Valdelomar --

Cuando el rojo crepúsculo en la aldea ponía
la silenciosa nota de su melancolía,
desde la blanca orilla iba a mirar el mar.
Todo lo que él me dijo aún en mi alma persiste:
–«mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar»–

A veces, en la sombra, la vaguedad marina
cruzaba el blanco triángulo de una vela latina
y se esfumaba en el confín;
desgranaba las lágrimas de su espuma una ola
y una ave en el espacio se deslizaba sola
hacia la costa curva y gris.

El faro como un cíclope con el ojo encendido,
buscaba entre las sombras algún buque perdido,
–desnudo y fuerte como un pescador–,
ofreciendo su estela como un pródigo brazo
y sus férreas escalas como un duro regazo:
tal a los reyes magos la estrella del Señor...

Hoy, con mi barca débil navegando en la ignota
inmensidad brumosa, la blanca vela rota,
tu espíritu bueno me sepa guiar.
Tú, blanca, dulce, triste, pensativa, adorada,
recuerda y pon en estas palabras tu mirada
amorosa y profunda como el cielo y el mar...



Alfonsina Storni

Pasión

-- de Alfonsina Storni --

Unos besan las sienes, otros besan las manos,
otros besan los ojos, otros besan la boca.
Pero de aquél a éste la diferencia es poca.
No son dioses, ¿qué quieres?, son apenas humanos.

Pero, encontrar un día el espíritu sumo,
la condición divina en el pecho de un fuerte,
el hombre en cuya llama quisieras deshacerte
¡como al golpe de viento las columnas de humo!

La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda,
haga noble tu pecho, generosa tu falda,
y más hondos los surcos creadores de tus sesos.

¡Y la mirada grande, que mientras te ilumine
te encienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine
hasta el seco ramaje de los pálidos huesos!



Alfonsina Storni

Pasión (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Unos besan las sienes, otros besan las manos,
otros besan los ojos, otros besan la boca.
Pero de aquél a éste la diferencia es poca.
No son dioses, ¿qué quieres?, son apenas humanos.

Pero, encontrar un día el espíritu sumo,
la condición divina en el pecho de un fuerte,
el hombre en cuya llama quisieras deshacerte
¡como al golpe de viento las columnas de humo!

La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda,
haga noble tu pecho, generosa tu falda,
y más hondos los surcos creadores de tus sesos.

¡Y la mirada grande, que mientras te ilumine
te encienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine
hasta el seco ramaje de los pálidos huesos!



Reverso de la medalla antecedente

-- de Alfonso Verdugo Castilla --

Al fuerte patriarca la primera
Raquel a larga senectud redujo;
al victorioso Alfonso, torpe indujo
la segunda a manchar su gloria entera.

La mental, la canora, la tercera,
al grande Ulloa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
fatal aun en las copias persevera!

Mas ya de la beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y soberano
que en nueva copia el nombre antiguo emplea.

Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel fea.



Amado Nervo

predestinación

-- de Amado Nervo --

Para ciro b. Ceballos.
Grabó sobre mi faz descolorida
su mane thecel phares el dios fuerte,
y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un temor infinito de la muerte.
¿Ves cómo tiendo en rededor los ojos?
¡ay, busco abrigo con esfuerzos vanos...!
¡En medio de mi ruta, sólo abrojos!
¡al final de mi ruta, sólo arcanos!
¿qué hacer cuando la vida me repela
si la pálida muerte me acobarda?
digo a la vida: ¡sé piadosa, vuela...!
Digo a la muerte: ¡sé piadosa, tarda...!
¡Estaba escrito así! no más te afanes
por borrar de mi faz el torvo estigma;
impélenme furiosos huracanes,
y voy, entre los brazos de abrimanes,
a las fauces hambrientas del enigma.



Amado Nervo

via, veritas et vita

-- de Amado Nervo --

Ver en todas las cosas
de un espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar
en las diáfanas noche misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas...
¡Esperar!
¡esperar!
¿qué? ¡quién sabe! tal vez una futura
y no soñada paz... Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte.
Mientras, amarlo todo, y no amar nada,
sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;
cuidar de que en el áspera jornada
no se atrofien las alas, ni oleada
de cieno vil ensucie nuestras plumas.
Alma: tal es la orientación mejor,
tal es el instintivo derrotero
que nos muestra un lucero
interior.
Aunque nada sepamos del destino,
la noche a no temerlo nos convida.
Su alfabeto de luz, claro y divino,
nos dice: «ven a mí: soy el camino,
la verdad y la vida».



Amado Nervo

cuando dios lo quiera

-- de Amado Nervo --

Santa florecita, celestial renuevo,
que hiciste mi alma una primavera,
y cuyo perfume para siempre llevo:
¿cuándo en mi camino te hallaré de nuevo?
¡cuándo dios lo quiera, cuando dios lo quiera!
¡qué abismo tan hondo! ¡qué brazo tan fuerte
desunirnos pudo de tan cruel manera!
mas ¡qué importa! todo lo salva la muerte
y en otra ribera volveré yo a verte...
¡En otra ribera..., Sí! ¡cuando dios quiera!
corazón herido, corazón doliente,
mutilada entraña: si tan tuya era
(carne de tu carne, mente de tu mente,
hueso de tus huesos), necesariamente
has de recobrarla... ¡Sí, cuando dios quiera!



Amado Nervo

¡cuántos desiertos interiores!

-- de Amado Nervo --

¡cuántos desiertos interiores!
heme aquí joven, fuerte aún,
y con mi heredad ya sin flores.
Némesis sopló en mis alcores
con bocanadas de simún.
De un gran querer, noble y fecundo,
sólo una trenza me quedó...
¡Y un hueco más grande que el mundo!
obra fue todo de un segundo.
¿Volveré a amar? ¡pienso que no!
sólo una vez se ama en la vida
a una mujer como yo amé;
y si la lloramos perdida
queda el alma tan malherida
que dice a todo: ¡para qué!
su muerte fue mi premoriencia,
pues que su vida era razón
de ser de toda mi existencia.
Pensarla es ya mi sola ciencia...
¡Resignación! ¡resignación!



Amado Nervo

bienaventurados

-- de Amado Nervo --

¡bienaventurados,
los dignificados
por la dignidad glacial de la muerte;
los invulnerables ya para los hados,
una y misma cosa ya con el dios fuerte!
¡bienaventurados!
bienaventurados los que destruyeron
el muro ilusorio de espacio y guarismos;
los que a lo absoluto ya por fin volvieron;
los que ya midieron todos los abismos.
Bienaventurada, dulce muerta mía,
a quien he rezado como letanía
de fe, poesía
y amor, estas páginas... Que nunca leerás.
Por quien he vertido, de noche y de día,
todas estas lágrimas... Que no secarás.



Amado Nervo

renunciación

-- de Amado Nervo --

¡oh, siddharta gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada, dondequiera está bien.
El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
quien bebe como el cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al arcano,
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano...
Y no hay paz comparable con su perenne paz!



Amado Nervo

si tú me dices «¡ven!»

-- de Amado Nervo --

Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo
que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.
Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡oh cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!



Amado Nervo

Si tú me dices: ¡Ven!

-- de Amado Nervo --

Si tú me dices: "¡ven"!, Lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada,
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo,

que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta en el más intimo recodo,
del ser, levante el alma de su lodo,
y hiera el corazón como una espada.

Si tú me dices: "¡ven!", Todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;

mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome, ¡oh, Cristo!, Como un nardo
de perfume sutil, ¡ante tu altar!



Amado Nervo

Azrael

-- de Amado Nervo --

Azrael, abre tu ala negra, y honda,
cobíjeme su palio sin medida,
y que a su abrigo bienhechor se esconda
la incurable tristeza de mi vida.

Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte,
ángel de redención, ángel sombrío,
ya es tiempo que consagres a la muerte
mi cerebro sin luz: altar vacío...

Azrael, mi esperanza es una enferma;
ya tramonta mi fe; llegó el ocaso,
ven, ahora es preciso que yo duerma...
¿Morir..., Dormir..., Dormir...? ¡Soñar acaso!



Amado Nervo

Deidad

-- de Amado Nervo --

Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.

Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...



Amós de Escalante

Nuestro soldado

-- de Amós de Escalante --

Roto, descalzo, dócil a la suerte,
cuerpo cenceño y ágil, tez morena,
a la espalda el morral, camina y llena
el certero fusil su mano fuerte.

Sin pan, sin techo, en su mirar se advierte
vívida luz que el ánimo serena,
la limpia claridad de un alma buena
y el augusto reflejo de la muerte.

No hay su duro pie risco vedado;
sueño no ha menester, treguas no quiere;
donde le llevan va; jamás cansado

ni el bien le asombra ni el desdén le hiere:
sumiso, valeroso, resignado
obedece, pela, triunfa y muere.



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - rumbo mejor, licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Rumbo mejor, licino,
seguirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad oscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
alcázar, de oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres, con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en la aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora,
febo, animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente;
y si el viento tu nave
sopla serenamente,
la hinchada vela cogerás prudente.



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - más seguro ¡oh! licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Más seguro ¡oh! licino
vivirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad obscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
albergue en oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en su aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora
febo animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente
y si el viento tu nave
sopla serenamente
la hinchada vela cogerás prudente.



Lope de Vega

píramo triste, que de tisbe mira

-- de Lope de Vega --

Píramo triste, que de tisbe mira
teñido en sangre el negro manto, helose;
vuelve a mirar, y sin morir muriose,
esfuérzase a llorar, tiembla y suspira.
Ya llora con piedad y ya con ira;
al fin para que el alma en paz repose,
sobre la punta de la espada echose
y, sin partir el alma, el cuerpo espira.
Tisbe vuelve y le mira apenas, cuando
arroja el blanco pecho al hierro fuerte,
más que de sangre de piedad desnudo.
Píramo, que su bien mira espirando,
diose prisa a morir, y así la muerte
juntó los pechos, que el amor no pudo.



Lope de Vega

perderá de los cielos la belleza

-- de Lope de Vega --

Perderá de los cielos la belleza
el ordinario curso, eterno y fuerte;
la confusión, que todo lo pervierte,
dará a las cosas la primer rudeza.
Juntaránse el descanso y la pobreza;
será el alma inmortal sujeta a muerte;
hará los rostros todos de una suerte
la hermosa en varïar, naturaleza.
Los humores del hombre, reducidos
a un mismo fin, se abrazarán concordes;
dará la noche luz y el oro enojos.
Y quedarán en paz eterna unidos
los elementos, hasta aquí discordes,
antes que deje de adorar tus ojos.



Lope de Vega

Amor, no se engañaba el que decía

-- de Lope de Vega --

Amor, no se engañaba el que decía
que eres monstruo engendrado de la tierra,
que de los elementos eres guerra,
luz de la noche, escuridad del día,

dios por temor, y rey por tiranía,
hijo de Marte, que la paz destierra,
y de una errada, por quien siempre yerra,
vencida la razón de tu porfía.

No te espantes de ver que te adoramos:
que de gentiles a temor sujetos,
la Muerte fue adorada por dios fuerte.

Así como a la muerte, altar te damos,
pues todos dicen, viendo tus efetos,
que eres hijo del tiempo y de la muerte



Lope de Vega

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra

-- de Lope de Vega --

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra,
y sobre piedra fuerte está fundada,
y con sangre por ella derramada
de tantos huesos su cimiento en piedra;
aunque con tantos Sacramentos medra,
en gracia y fe con Cristo desposada,
y tantas ramas de su Cruz sagrada
tienen sus muros firmes como yedra;
mientras que la persiguen militante,
a defenderla con sus rayos viene
la luz que al mismo fuego tuvo impreso.
Que aunque partido Cristo por Atlante
quedó la piedra que la tuvo y tiene,
carga en los hombros de Domingo el peso.



Lope de Vega

Dulce Señor, mis vanos pensamientos

-- de Lope de Vega --

Dulce Señor, mis vanos pensamientos
fundados en el viento me acometen,
pero por más que mi quietud inquieten
no podrán derribar tus fundamentos.
No porque de mi parte mis intentos
seguridad alguna me prometen
para que mi flaqueza no sujeten,
ligera más que los mudables vientos.
Mas porque si a mi voz, Señor, se inclina
tu defensa y piedad, ¿qué humana guerra
contra lo que Tú amparas será fuerte?
Ponme a la sombra de tu cruz divina,
y vengan contra mí fuego, aire, tierra,
mar, yerro, engaño, envidia, infierno y muerte.



Lope de Vega

Encaneció las ondas con espuma

-- de Lope de Vega --

Encaneció las ondas con espuma
Argos, primera nave, y sin temellas
osó tocar la gavia las estrellas,
y hasta el cerco del sol volar sin pluma.
Y aunque Anfitrite airada se consuma,
dividen el cristal sus ninfas bellas,
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,
por más que el viento resistir presuma.
Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.



Lope de Vega

Engaño es grande contemplar de suerte

-- de Lope de Vega --

Engaño es grande contemplar de suerte
toda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.
Con excepción se dio, puesto que es fuerte,
de morir el vivir, mas ya vencida
no deja que temer, si prevenida
mientras vivimos, en morir se advierte.
Al que le aconteció nacer, le resta
morir; el intervalo, aunque pequeño,
hace la diferencia manifiesta.
La muerte, al fin de cuanto vive dueño,
está de dos imágenes compuesta:
el tiempo, antes de nacer, y el sueño.



Lope de Vega

Humíllense a tu sacro mausoleo

-- de Lope de Vega --

Humíllense a tu sacro Mausoleo
fuerte David y Salomón prudente,
el rebelde gigante del Oriente
y el idolatra del contrario polo;

y a tu pendón crucígero, que solo
fue del África y Asia rayo ardiente,
cuantos beben la bárbara corriente
de Eúfrates, Nilo, Ganges y Pactolo.

La religión y la justicia lloren,
¡oh pacífico Numa, oh gran Torcato!,
España, Italia y Francia enternecida.

Y todos juntos nuevamente adoren
encima de tus aras tu retrato,
tercero entre tu muerte y nuestra vida.



Lope de Vega

Muere la vida, y vivo yo sin vida

-- de Lope de Vega --

Muere la vida, y vivo yo sin vida,
ofendiendo la vida de mi muerte.
Sangre divina de las venas vierte,
y mi diamante su dureza olvida.
Está la majestad de Dios tendida
en una dura cruz, y yo de suerte
que soy de sus dolores el más fuerte,
y de su cuerpo la mayor herida.
¡Oh duro corazón de mármol frio!,
¿tiene tu Dios abierto el lado izquierdo,
y no te vuelves un copioso río?
Morir por él será divino acuerdo,
mas eres tú mi vida, Cristo mío,
y como no la tengo, no la pierdo.



Lope de Vega

No me quejara yo de larga ausencia

-- de Lope de Vega --

No me quejara yo de larga ausencia
sí, como todos dicen, fuera muerte;
mas pues la siento, y es dolor tan fuerte,
quejarme puedo sin pedir licencia.

En nada del morir tiene apariencia,
que si el sueño es su imagen y divierte
la vida del dolor, tal es mi suerte
que aun durmiendo no he visto su presencia.

Con más razón la llamarán locura,
efeto de la causa y accidente,
si el no dormir es el mayor testigo.

¡Oh ausencia peligrosa y mal segura,
valiente con rendidos, que un ausente
en fin vuelve la espalda a su enemigo!



Lope de Vega

Pasos de mi primera edad, que fuistes

-- de Lope de Vega --

Pasos de mi primera edad, que fuistes
por el camino fácil de la muerte,
hasta llegarme al tránsito más fuerte
que por la senda de mi error pudistes;
¿qué basilisco entre las flores vistes
que de su engaño a la razón advierte?
Volved atrás, porque el temor concierte
las breves horas de mis años tristes.
¡Oh pasos esparcidos vanamente!
¿qué furia os incitó, que habéis seguido
la senda vil de la ignorante gente?
Mas ya que es hecho, que volváis os pido:
que quien de lo perdido se arrepiente,
aun no puede decir que lo ha perdido.



Lope de Vega

Pedro, una vez que de la escuela vino

-- de Lope de Vega --

Pedro, una vez que de la escuela vino,
como tierno David, tejió de suerte
la honda de su fe divina y fuerte,
que hizo de tres lazos y de un lino,
qe cuando Goliat en el camino
pensó rendirle con violenta muerte,
de los rubíes, que en la tierra vierte,
honró su frente círculo divino.
Al paso de Milán salió el gigante
contra el pastor, que sin tenerle miedo,
le puso el pecho y la verdad delante.
Bajó la sangre a confesar el ''Credo'',
y fue Pedro escribiendo tan constante,
que pudo derribarle con un dedo.



Lope de Vega

Picó atrevido un átomo viviente

-- de Lope de Vega --

Picó atrevido un átomo viviente
los blancos pechos de Leonor hermosa,
granate en perlas, arador en rosa,
breve lunar del invisible diente.
Ella dos puntas de marfil luciente,
con súbita inquietud bañó quejosa,
y torciendo su vida bulliciosa,
en un castigo dos venganzas siente.
Al expirar la pulga, dijo: "¡Ay, triste,
por tan pequeño mal dolor tan fuerte!"
"¡Oh pulga!", dije yo, "¡dichosa fuiste...!
Detén el alma, y a Leonor advierte
que me deje picar donde estuviste,
y trocaré mi vida con tu muerte".



Lope de Vega

Yacen en este mármol la blandura

-- de Lope de Vega --

Yacen en este mármol la blandura,
la tierna voz, la enamorada ira,
que vistió de verdades la mentira
en toda acción de personal figura;

la grave del coturno compostura,
que ya de celos, ya de amor suspira,
y con donaire, que, imitado, admira,
del tosco traje la inocencia pura.

Fingió toda figura de tal suerte,
que, muriéndose, apenas fue creída
en los singultos de su trance fuerte.

Porque como tan bien fingió en la vida,
lo mismo imaginaron en la muerte,
porque aun la muerte pareció fingida.



Lope de Vega

Yo dormiré en el polvo, y si mañana

-- de Lope de Vega --

Yo dormiré en el polvo, y si mañana
me buscares, Señor, será posible
no hallar en el estado convenible
para tu forma la materia humana.
Imprime agora, ¡oh fuerza soberana!,
tus efetos en mí, que es imposible
conservarse mi ser incorruptible,
viento, humo, polvo y esperanza vana.
Bien sé que he de vestirme el postrer día
otra vez estos huesos, y que verte
mis ojos tienen, y esta carne mía.
Esta esperanza vive en mí tan fuerte,
que con ella no más tengo alegría,
en las tristes memorias de la muerte.



Lope de Vega

Al triunfo de Judit

-- de Lope de Vega --

Cuelga sangriento de la cama al suelo
el hombro diestro del feroz tirano,
que opuesto al muro de Betulia en vano,
despidió contra sí rayos al cielo.

Revuelto con el ansia el rojo velo
del pabellón a la siniestra mano,
descubre el espectáculo inhumano
del tronco horrible, convertido en hielo.

Vertido Baco, el fuerte arnés afea
los vasos y la mesa derribada,
duermen las guardas, que tan mal emplea;

y sobre la muralla coronada
del pueblo de Israel, la casta hebrea
con la cabeza resplandece armada.



Lope de Vega

Si el padre universal de cuanto veo

-- de Lope de Vega --

Si el padre universal de cuanto veo
en la naturaleza nuestra humana,
despreció la sentencia soberana,
obedeciendo un femenil deseo;

si un rey David y un nazareno hebreo,
a Bersabé y a Dálida tirana,
la fuerza y la vitoria rinde llana,
que no pudo el león ni el filisteo,

¿en qué valor mis ojos se fiaron,
y presumió mi ingenio saber tanto
que no le hiciera tu hermosura agravio?

Pues con fuerza, virtud y ciencia erraron
Adán el primer hombre, David santo,
Sansón el fuerte y Salomón el sabio.



Lava el soberbio mar del sordo cielo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Lava el soberbio mar del sordo cielo
la ciega frente, cuando airado gime
agravios largos del bajel que oprime,
bien que ya roto, su enojado velo;

hiere, no solo nubes, mas al suelo,
porque su brazo tema e imperio estime.
Olas, no rayos, en su playa imprime;
tiembla otro Deucalión su igual recelo.

Envidia —-cuando, fuerte y espantosa,
la mar la rota nave ya presenta
ya al cielo, ya a la arena, de su seno—-

al rústico el piloto vida exenta.
Yo así en mis celos, libertad dichosa,
no cuando alegre, cuando en ellos peno.



Luisa de Carvajal y Mendoza

A la ausencia de su dulcísimo señor en la Sagrada Comunión

-- de Luisa de Carvajal y Mendoza --

¡Ay soledad amarga y enojosa,
causada de mi ausente y dulce amado;
dardo eres en el alma atravesado,
dolencia penosísima y furiosa!
Prueba de amor terrible y rigurosa
y cifra del pesar más apurado,
cuidado que no sufre otro cuidado,
tormento intolerable y sed ansiosa.
Fragua que en vivo fuego me convierte,
de los soplos de amor tan avivada,
que aviva mi dolor hasta la muerte.
Bravo mar, en el cual mi alma engolfada,
con tormenta camina dura y fuerte
hasta el puerto y ribera deseada.



Luisa de Carvajal y Mendoza

Espiritual de afectos de amor encendidísimo y deseos de martirio

-- de Luisa de Carvajal y Mendoza --

Esposas dulces, lazo deseado,
ausentes trances, hora victoriosa,
infamia felicísima y gloriosa,
holocausto en mil llamas abrasado.
Di, amor, ¿por qué tan lejos apartado
se ha de mí aquesta suerte venturosa,
y la cadena amable y deleitosa
en dura libertad se me ha trocado?
¿Ha sido por ventura haber querido
que la herida que al alma penetrada
tiene con dolor fuerte, desmedido,
no quede socorrida ni curada,
y el afecto aumentado y encendido,
la vida a puro amor sea desatada?



Lupercio Leonardo de Argensola

Al sueño (Argensola)

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Imagen espantosa de la muerte,
sueño cruel, no turbes más mi pecho,
mostrándome cortado el nudo estrecho,
consuelo solo de mi adversa suerte.

Busca de algún tirano el muro fuerte,
de jaspe las paredes, de oro el techo,
o el rico avaro en el angosto lecho
haz que temblando con sudor despierte.

El uno vea popular tumulto
romper con furia las herradas puertas,
o al sobornado siervo el hierro oculto;

el otro, sus riquezas descubiertas
con llave falsa o con violento insulto:
y déxale al amor sus glorias ciertas.



Líber Falco

Evocación y apóstrofe

-- de Líber Falco --

¿Únicamente en playas de cenizas
escribiré tu nombre?

Para siempre el Otoño se ha posado en tus
ojos.
Tus ojos,
¿desde dónde se mueven?
¿desde dónde crucifican mi anhelo?

Entre pinares vas
entre piadosas sombras vas
sonámbula y astral, sólo atenta a la noche.
Y he de decirte:
Ya me estraba tu imágen, que acaso
de mi bilis se nutre en los humores...

Sabios de egregia estirpe,
decídnoslo más fuerte que la vida es un pan.
Y ya no habrá pinares
que vuelquen sombras vanas
y sí, flores del ceibo en el día
y ventanas.



Ignacio María de Acosta

Mi temor

-- de Ignacio María de Acosta --

No me espanta el rigor ni la porfia
del secreto poder de adversa suerte;
ni la cadena que con mano fuerte
en el cuello me ató su tiranía.

No me aterra pensar que llega el día
que impasible vendrá la torva muerte
y a su voz funeral, en polvo inerte
caeré deshecho ante su faz sombría:

Avezado a sufrir de mi fortuna
la dura mano y el rigor extremo
con que oprime mi ser desde la cuna,

qué puedo ya temer...? ¡Oh bien supremo!
de la tropa infernal que me importuna,
Iselia, solo tus enojos temo.



Jaime Sabines

xxiii

-- de Jaime Sabines --

Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma,tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme, tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!



Jorge Guillén

más verdad

-- de Jorge Guillén --

Sí, más verdad,
objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? yo recojo
la verdad impaciente,
esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? sí, cumbre
dulcemente continua hasta los valles:
un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
hacia mí se abalanza, me atropella.
Más sol,
venga ese mundo soleado,
superior al deseo
del fuerte,
venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!



Jorge Luis Borges

un lobo

-- de Jorge Luis Borges --

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de inglaterra.
Odín y thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en américa. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.



Jorge Luis Borges

el ápice

-- de Jorge Luis Borges --

No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora;
no eres los otros y te ves ahora
centro del laberinto que tramaron
tus pasos. No te salva la agonía
de jesús o de sócrates ni el fuerte
siddharta de oro que aceptó la muerte
en un jardín, al declinar el día.
Polvo también es la palabra escrita
por tu mano o el verbo pronunciado
por tu boca. No hay lástima en el hado
y la noche de dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.



Jorge Luis Borges

a una espada en york minster

-- de Jorge Luis Borges --

En su hierro perdura el hombre fuerte,
hoy polvo de planeta, que en las guerras
de ásperos mares y arrasadas tierras
lo esgrimió, vano al fin, contra la muerte.
Vana también la muerte. Aquí está el hombre
blanco y feral que de noruega vino,
urgido por el épico destino;
su espada es hoy su símbolo y su nombre.
Pese a la larga muerte y su destierro,
la mano atroz sigue oprimiendo el hierro
y soy sombra en la sombra ante el guerrero
cuya sombra está aquí. Soy un instante
y el instante ceniza, no diamante,
y sólo lo pasado es verdadero.



Jorge Luis Borges

edgar allan poe

-- de Jorge Luis Borges --

Pompas del mármol, negra anatomía
que ultrajan los gusanos sepulcrales,
del triunfo de la muerte los glaciales
símbolos congregó. No los temía.
Temía la otra sombra, la amorosa,
las comunes venturas de la gente;
no lo cegó el metal resplandeciente
ni el mármol sepulcral sino la rosa.
Como del otro lado del espejo
se entregó solitario a su complejo
destino de inventor de pesadillas.
Quizá, del otro lado de la muerte,
siga erigiendo solitario y fuerte
espléndidas y atroces maravillas.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 14

-- de Jorge Manrique --

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.



Jorge Manrique

glosa a su mote que dice «ni miento ni me arrepiento»

-- de Jorge Manrique --

I
ni miento ni me arrepiento,
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento,
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me venzo ni porfío,
ni espero ni desespero.
Ii
fin
conmigo solo contiendo
en una fuerte contienda,
y no hallo quién me entienda
ni yo tampoco me entiendo;
entiendo y sé lo que quiero,
mas no entiendo lo que quiera
quien quiere siempre que muera
sin querer creer que muero.



Jorge Manrique

esparza pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda dios
que pierda miedo y cometa
a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



Jorge Manrique

Esparza: Pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda Dios
que pierda miedo y cometa

a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



Jorge Manrique

Glosa: A su mote que dice: «ni miento ni me arrepiento»

-- de Jorge Manrique --

I

Ni miento ni me arrepiento,
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento,
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me venzo ni porfío,
ni espero ni desespero.

II

FIN

Conmigo solo contiendo
en una fuerte contienda,
y no hallo quién me entienda
ni yo tampoco me entiendo;
entiendo y sé lo que quiero,
mas no entiendo lo que quiera
quien quiere siempre que muera
sin querer creer que muero.



César Vallejo

Trilce: XXVII

-- de César Vallejo --

Me da miedo ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.

No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cantor.

Qué contenido, el de esta casa encantada,
me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.

El chorro que no sabe a cómo vamos,
dame miedo, pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.



César Vallejo

el libro de la naturaleza

-- de César Vallejo --

Profesor de sollozo he dicho a un árbol
palo de azogue, tilo
rumoreante, a la orilla del mame, un buen alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
entre el agua evidente y el sol falso,
su tres de copas, su caballo de oros.
Rector de los capítulos del cielo,
de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos;
rector de honda ignorancia, un mal alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
el hambre de razón que le enloquece
y la sed de demencia que le aloca. .
Técnico en gritos, árbol consciente, fuerte,
fluvial, doble, solar, doble, fanático,
conocedor de rosas cardinales, totalmente
metido, hasta hacer sangre, en aguijones, un alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
su rey precoz, telúrico, volcánico, de espadas.
¡Oh profesor, de haber tánto ignorado!
¡oh rector, de temblar tánto en el aire!
¡oh técnico, de tánto que te inclinas!
¡oh tilo! ¡oh palo rumoroso junto al marne!



César Vallejo

me da miedo ese chorro

-- de César Vallejo --

xxvii
me da miedo ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.
No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cantor.
Qué contenido, el de esta casa encantada,
me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.
El chorro que no sabe a cómo vamos,
dame miedo, pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.



César Vallejo

El tálamo eterno

-- de César Vallejo --

Sólo al dejar de ser, Amor es fuerte!
Y la tumba será una gran pupila,
en cuyo fondo supervive y llora
la angustia del amor, como en un cáliz
de dulce eternidad y negra aurora.

Y los labios se encrespan para el beso,
como algo lleno que desborda y muere;
y, en conjunción crispante,
cada boca renuncia para la otra
una vida de vida agonizante.

Y cuando pienso así, dulce es la tumba
donde todos al fin se compenetran
en un mismo fragor;
dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita universal de amor.



César Vallejo

Heces

-- de César Vallejo --

Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su “No seas así!”

Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con. Óleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!



César Vallejo

Los heraldos negros

-- de César Vallejo --

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!.

Son pocos; pero son Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... ¡Pobre... Pobre!. Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

Poema siguiente: Deshojacion sagrada



Delmira Agustini

Elegías dulces

-- de Delmira Agustini --

Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
muda como una lágrima he mirado hacia atrás.
Y tu voz, de mi lejos, con un olor de muerte,
vino a aullarme al oído un triste «¡Nunca más!»

Tan triste, que he llorado hasta quedar inerte...
¡Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás!
No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
Almas, hermanas mías, nunca miréis atrás!

Los pasados se cierran como los ataúdes;
al otoño las hojas en dorados aludes
ruedan... Y arde en los troncos la nueva floración...

Las noches son caminos negros de las auroras...
Oyendo deshojarse tristemente las horas
dulces, hablemos de otras flores al corazón.



Delmira Agustini

Mi aurora

-- de Delmira Agustini --

Como un gran sol naciente iluminó mi vida
y mi alma abrió a beberlo como una flor de aurora;
¡Amor! ¡Amor! bendita la noche salvadora
en que llamó a mi puerta tu mamita florida.

Mi alma vibro en la sombra como arpa sorprendida,
las aguas del silencio ya abiertas, en la aurora
cantó su voz potente misteriosa y sonora.
¡Mi alma lóbrega era una estrella dormida!

Hoy toda la esperanza que yo llorara muerta
surge a la vida alada del ave que despierta
ebria de una alegría fuerte como el dolor;

y todo luce y vibra, todo despierta y canta,
como si el palio rosa de su luz viva y santa
abriera sobre el mundo la aurora de mi amor.



Delmira Agustini

Tu amor

-- de Delmira Agustini --

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte,
en el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medias noches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en mi acerbidad;

crisálida de un vuelo del futuro
es tu abrazo magnífico y oscuro
torre embrujada de mi soledad.



Delmira Agustini

La barca milagrosa

-- de Delmira Agustini --

Preparadme una barca como un gran pensamiento...
La llamarán "La Sombra" unos; otros, "La Estrella".
No ha de estar al capricho de una mano o de un viento;
Yo la quiero consciente, indomable y bella.

La moverá en gran ritmo de tu corazón sangriento
De vida sobrehumana; he de sentirme en ella
Fuerte como en los brazos de Dios. ¡En todo viento,
En todo mar templadme su ropa de centella!

La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
Iré como la rota corola de un nelumbo
Por sobre el horizonte líquido de la mar...

Barca, alma hermana: ¿Hacia qué tierras nunca vistas,
de hondas revelaciones, de cosas imprevistas
Irémos?...Yo ya muero de vivir y soñar...



Diego de Torres Villarroel

al amor

-- de Diego de Torres Villarroel --

Ente chismoso, fábula, quimera,
diosecillo infernal, diablo cojuelo,
yo por ti ni un suspiro, ni un desvelo;
el diantre me llevará si tal diera
si filis con sus ojos no viniera
guardándote a mi rabia picaruelo
cuando tu arpón o tu carcaj o anzuelo
de haberme herido blasonar pudiera
si quieres ver al libre ceño mío
burlar el fuerte impulso de tus botes
sin filis ven conmigo a desafío
que sin más que mirarme a los bigotes
arañado saldrás de mi albedrío
y te daré muchísimos azotes.



Diego de Torres Villarroel

pago que da el mundo a los poetas

-- de Diego de Torres Villarroel --

Dícese de quevedo que fue claro
y que en algunas coplas está obsceno;
góngora puede ser que fuese bueno,
pero ya sus comentos le hacen raro.
El calderón, que nos lo venden caro,
sólo de lo amatorio fue muy lleno
y nos dejó en lo cómico un veneno
que nos hemos bebido sin reparo.
La idea de juan pérez fue abatida,
de solís intrincada. ¡Infeliz suerte,
oh ciencia pobre, facultad perdida!
¡mundo borracho, que al varón más fuerte
después de ajarlo miserable en vida
predicas estas honras en su muerte!



Emilio Bobadilla

Horas fatídicas

-- de Emilio Bobadilla --

¡Ni un momento de paz! El sueño, inquieto,
y la vigilia, de temores llena:
todo, amenaza, furibundo reto
que el vivir por minutos envenena!

Batallas sin cuartel en que a pedazos
sucumbe el hombre y en el mar que brota
purpúreo de la riña, abiertos brazos,
—armisticio que pide la derrota! —

Horas cardiacas de violencia y odio:
el bravo, el pusilánime y el fuerte,
rodando van en tumultuoso brodio.

¡Instantes de estupor y horror supremos:
el aire huele a pólvora y a muerte
y sabe a sangre el agua que bebemos...!



Julián del Casal

mi padre

-- de Julián del Casal --

Rostro de asceta en que el dolor se advierte
como el frío en el disco de la luna,
mirada en que al amor del bien se aduna
la firme voluntad del hombre fuerte.
Tuvo el alma más triste que la muerte
sin que sufriera alteración alguna,
ya al sentir el favor de la fortuna,
ya los rigores de la adversa suerte.
Abrasado de férvido idealismo,
despojada de sombras la conciencia,
sordo del mundo a las confusas voces,
en la corriente azul del misticismo
logró apagar, al fin de la existencia,
su sed ardiente de inmortales goces.



Julián del Casal

el sueño en el desierto

-- de Julián del Casal --

cuando el hijo salvaje del desierto
ata su blanca yegua enflaquecida
al fuerte tronco de gigante planta.
Y, tregua dando a su mortal fatiga,
cae en el lecho de tostada arena
donde la luz reverberar se mira;
sueña en los verdes campos anchurosos
en que se eleva la gallarda espiga
dorada por el sol resplandeciente;
en la plácida fuente cristalina
que le apaga la sed abrasadora;
en la tribu que forma su familia;
en el lejano oasis misterioso
cuya frescura a descansar convida;
y en el harén, poblado de mujeres
bellas como la luz del mediodía,
que entre nubes de aromas enervantes,
prodigan al sultán dulces caricias.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pero al salir del sueño venturoso
sólo ve, dilatadas las pupilas.
Desierto, el arenal ilimitado;
roja, la inmensa bóveda vacía.



Pablo Neruda

las vidas

-- de Pablo Neruda --

Las vidas
ay qué incómoda a veces
te siento
conmigo, vencedor entre los hombres!
porque no sabes
que conmigo vencieron
miles de rostros que no puedes ver,
miles de pies y pechos que marcharon conmigo,
que no soy,
que no existo,
que sólo soy la frente de los que van conmigo,
que soy más fuerte
porque llevo en mí
no mi pequeña vida
sino todas las vidas,
y ando seguro hacia delante
porque tengo mil ojos,
golpeo con peso de piedra
porque tengo mil manos
y mi voz se oye en las orillas
de todas las tierras
porque es la voz de todos
los que no hablaron,
de los que no cantaron
y cantan hoy con esta boca
que a ti te besa.



Pedro Bonifacio Palacios

Avanti

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura

que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!



Pedro Calderón de la Barca

Del rey

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

Alcázares poseo levantados,
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan
los cielos atenciones más felices.

Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.



Pedro Soto de Rojas

Ausencia triste

-- de Pedro Soto de Rojas --

¿De qué te quejas, corazón? Resiste
los golpes duros de la ausencia fuerte,
pues dejaste la vida por la muerte,
cuyo triunfo en tu dolor consiste.

Mas, ay, que tanto la memoria asiste
-guerrero vigilante- en ofenderte,
que es fuerza que mi amor para valerte
en llanto te desate, en llanto triste.

Muda ya en mares, pues, los ojos míos
y este mi pecho en fuego: fuertes luchen
el agua y fuego con mi pecho roto;

viva muriendo en abrasados fríos,
donde los ecos de su voz escuchen
ausente Fénix y presente Cloto.



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