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Se han encontrado 88 poemas con la palabra frío

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Fernando de Herrera

A vuestro grave y muerto hielo frío

-- de Fernando de Herrera --

A vuestro grave y muerto hielo frío,
temiendo el niño ciego su aspereza,
opuso con inútil rustiqueza
el leve y vivo ardiente fuego mío.

Su nieve muestra y llama el fuego y frío,
y reluchando esfuerza su grandeza;
el fuego al frío ablanda su dureza
y dispone veloz cual suelto río.

Quedó Amor del asalto glorioso,
y vos y yo contentos nos hallamos,
pero todo mi bien turbose luego;

que por un triste caso y lastimoso
con mi afrenta y dolor ambos quedamos,
con mayor frío vos, yo con más fuego.

Poema A vuestro grave y muerto hielo frío de Fernando de Herrera con fondo de libro

Manuel María Flores

frío

-- de Manuel María Flores --

La tarde era triste,
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubría;
ni un ave volaba,
ni oíase rumor.

Apenas la nieve
dejando su huella,
pasaba muy triste,
muy pálida y bella,
la niña que ha sido
del valle la flor.

Llevaba en el cinto
su pobre calzado;
su hermano pequeño
que marcha a su lado
le dice: - no sienten
la nieve tus pies?

mis pies nada sienten
responde con calma
el frío que yo siento
lo llevo en el alma;
y el frío de la nieve
más duro no es .

Y dice el pequeño
que helado tirita:
- ¡más frío que el de nieve!...
¿Cuál es, hermanita?
¡no hay otro que pueda
decirse mayor!...

- Aquel que de muerte
las almas taladre;
aquel que en el alma
me puso mi madre
el día que a mi esposo
me unió sin amor .

Poema frío de Manuel María Flores con fondo de libro

César Vallejo

despedida recordando un adiós

-- de César Vallejo --

Al cabo, al fin, por último,
tomo, volví y acábome y os gimo, dándoos
la llave, mi sombrero, esta cartita para todos.
Al cabo de la llave está el metal en que aprendiéramos
a desdorar el oro, y está, al fin
de mi sombrero, este pobre cerebro mal peinado,
y, último vaso de humo, en su papel dramático,
yace este sueño práctico del alma.
¡Adiós, hermanos san pedros,
heráclitos, erasmos, espinosas!
¡adiós, tristes obispos bolcheviques!
¡adiós, gobernadores en desorden!
¡adiós, vino que está en el agua como vino!
¡adiós, alcohol que está en la lluvia!
¡adiós también, me digo a mí mismo,
adios, vuelo formal de los milígramos!
¡también adiós, de modo idéntico,
frío del frío y frío del calor!
al cabo, al fin, por último, la lógica,
los linderos del fuego,
la despedida recordando aquel adiós.

Poema despedida recordando un adiós de César Vallejo con fondo de libro

Juan Gelman

hace frío en esta zona del país...

-- de Juan Gelman --

Hace frío en esta zona del país
donde tu cuerpo no está y hace falta
el calor de tu cuerpo y no vivo
dolorido o arrepentido o triste sino
solo nomás
hemos aprendido a tenernos
hemos aprendido a perdernos
¿por qué hace tanto frío mi dios?
no comprendo qué pasa los cosmonautas
rajan la noche por encima de aquí
y nosotros
que no hemos salido al espacio
que no hemos salido a tocar las estrellas
que ni siquiera hemos salido de esta casa
temblamos como locos crepitábamos
como cegados por el sol
desnudos puros sin hablar como bestias
o mundos
girando en la paciencia universal



Julio Herrera Reissig

Julio (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

¡Frío, frío, frío!
Pieles, nostalgias y dolores mudos.

Flota sobre el esplín de la campaña
una jaqueca sudorosa y fría,
y las ramas celebran en la umbría
una función de ventriloquia extraña.

La Neurastenia gris de la montaña
piensa, por singular telepatía,
con la adusta y claustral monomanía
del convento senil de la Bretaña.

Resolviendo una suma de ilusiones,
como un Jordán de cándidos vellones,
la majada eucarística se integra;

y a lo lejos el cuervo pensativo
sueña acaso en un Cosmos abstractivo
como una luna pavorosa y negra.



Alejandro Sux

Feliz tú, hermano mío

-- de Alejandro Sux --

Al espíritu fraternal de Arturo Borja

Poeta, hermano mío,
que como yo sufriste,
el frío del vacío
y la grandeza triste
de saberte una nube en prisión de rocío;

tu buen hermano en lira,
en rosa, azul y luna
que inspira la mentira
de la verde laguna,
sabe envidiar tu suerte porque tu suerte admira.

Lloro tu vida breve
por lo que dado hubieras,
pero la leve nieve
de tus quimeras
en nube se transforma y desde lo alto llueve.

Poeta, hermano mío,
ya no estarás más triste,
ni el frío del vacío
sentirás que sentiste...
Ya no eres una nube encerrada en rocío;
después de que partiste
tu lluvia se hizo un río
que da savia a tu rosa y a tu bulbul alpiste...
¡Feliz tú, hermano mío!



Amado Nervo

el hielo

-- de Amado Nervo --

Para cubrir los peces del fondo, que agonizan
de frío, mis piadosas ondas se cristalizan,
y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil
es variar, enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil.
¡Ah! tú no sabes como padezco nostalgia
de sol bajo esa sábana siempre fría.
Tú no sabes la angustia de la ola que inmola
sus ritmos ondulantes de mujer su sonrisa
al frío, y que se vuelve mujer de loth banquisa:
ser banquisa es ser como la estatua de la ola.
Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo,
y ansiosa de que todo en mi dios sea loado,
desprendo radiaciones al bloque de mi hielo,
y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.
Mis crestas en la noche del polo con fanales,
reflejo el rosa de las auroras boreales,
la luz convaleciente del sol, y con deleites
de seraphita, yergo mi cristalina roca
por donde trepan lentas las morsas y la foca,
seguidas de lapones hambrientos de su aceite...
¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo?
y yo recé: ¡loemos a dios, hermano hielo!



Amado Nervo

De vuelta

-- de Amado Nervo --

-Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río.
¡Vengo chinita de frío!

¡De la escarcha entre el aliño,
era el dormido caudal
como un sueño de cristal
en un edredón de armiño!
(Emblema de mi cariño).

Alegre estaba, señor,
junto a la margen del río,
alegre en medio del frío:
Es que me daba calor
dentro del alma tu amor.

Te vi al tornar, mi regreso
esperando en la ventana,
¡y echó a correr tu Damiana
por darte más pronto un beso!
-¿Por eso? -¡No más por eso!



Amado Nervo

Increpación

-- de Amado Nervo --

Que a aquél que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que mis tristezas, alce la voz y me reproche...
Job, Jeremías, Cristo, Daniel, en vuestra noche
toda llena de angustias de redención, había
un astro, el astro de una ideal teoría:
Dios vino hasta vosotros, Dios besó vuestra frente;
Dios abrió en vuestro cielo la brecha reluciente
de una ilusión...

En mi alma todo es sombra y en ella
jamás ¡jamás! titilan los oros de una estrella;
mi alma es como la higuera por el Señor maldita,
que no presta ni fruto ni sombra, que no agita
sus abanicos de hojas; sus ramas, ¡ay! desnudas,
servirán a la desesperación de algún Judas,
¡de algún ideal tránsfuga que me besó con dolo
y que por fin se ahorca desamparado y solo!

Que aquel que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que las mías, levante su voz de trueno. ¿En dónde
están los grandes tristes? ¡Ninguno me responde!
La eternidad es muda y el enigma cobarde...

Hermana, tengo frío, el frío de la tarde.



Leopoldo Lugones

Las horas doradas

-- de Leopoldo Lugones --

Cuatro bellezas tiene el año,
Cuatro bellezas como tú,
Que me enumera el bonzo extraño
Con su puntero de bambú.

Es la primera, al desperezo
De un amor todavía leve,
La temprana flor del cerezo
Que se mezcla a la última nieve.

La segunda es el sol del estío,
Que en el kaki de fuego y miel,
Pinta al amante desvarío
La mordedura dulce y cruel.

Cuando el amor se acendra en lloro
Y el otoño agobia la rama,
La tercera es la luna de oro
Sobre el lejano Fuziyama.

Y la belleza del invierno
Es el frío, el frío sutil
Que refugia en mi pecho tierno
Tus lentas manos de marfil.

Mas se equivoca el bonzo extraño
Con su doctrina y su bambú.
Cuatro bellezas tiene el año,
Pero ninguna como tú.



Lope de Vega

Océano mar, que desde el frío Arturo

-- de Lope de Vega --

Océano mar, que desde el frío Arturo
las antárticas márgenes combates,
así con vientos prósperos dilates
las ondas de tu campo crespo y puro,

que a la Armada Católica seguro
una laguna de cristal retrates;
vuelve a don Félix que dejó su Acates
salvo a lo menos a su patrio muro.

Y tú, que con la espada en el Piamonte,
Castilla, Portugal, Italia y Flandes,
Girón, que entre los rayos del sol vive;

y con la pluma en el Castalio monte
has hecho hazañas de valor tan grandes,
sé César español, vence y escribe.



Líber Falco

Última cita

-- de Líber Falco --

Ya por el aire navega tu memoria
y todo viene a mí como fue entonces.
Oh! sueño, ensueño, tiempo y tiempo
para siempre y siempre detenido.

Monstruosamente múltiple
se alza
se alzaba el mar sobre los malecones
mordiendo los costados de la tierra.
Y tú tuviste miedo, frío, amor tuviste.
Y amor hubo, miedo, amor, en nuestros corazones.

Cuando entonces por eso
se puebla el mar a tu conjuro
y un aire conocido dispone sus fantasmas,
y yo estoy solo, y la furia del mar puebla la tierra,
seres de niebla, blancos, se sientan a mi lado
y conmigo conversan como hermanos.

Luego vienes tú, flotando como harina.
Y silenciosa y blanca, fina y fría
vas diciendo tu nombre, hermana mía,
y en el aire derramas tu aire triste.

Mas, ya no basta tu nombre y su dulzura
cuando ahora, el recuerdo de todo me golpea.
Tú del mar venida, hecha de bruma acaso,
o de los sueños acaso rescatada,
vete y déjame solo.

Deja morir lo que ha muerto.
Lo que hemos dejado morir,
muerto de frío
del otro lado de sus sueños, sueña.
Del otro lado está, y para siempre,
en un aterdecer de mar y olvido.



Jaime Sabines

vieja la noche...

-- de Jaime Sabines --

Vieja la noche, vieja,
largo mi corazón antiguo.

¡Qué de brazos adentro
del pecho, fríos,
se mueven y me buscan,
viejo amor mío!

la noche, vieja, cae
como un lento martirio,
sombra y estrella, hueco
del pecho mío.

Y yo entretanto, ausente
de mi martirio,
entro en la noche, busco
su cuerpo frío.

No hay luna, locos,
desde hace siglos.
Sólo un breve milagro
cuando hace frío.



César Vallejo

¡de puro calor tengo frío

-- de César Vallejo --

¡de puro calor tengo frío,
hermana envidia!
lamen mi sombra leones
y el ratón me muerde el nombre,
¡madre alma mía!
¡al borde del fondo voy,
cuñado vicio!
la oruga tañe su voz,
y la voz tañe su oruga,
¡padre cuerpo mío!
¡está de frente mi amor,
nieta paloma!
de rodillas, mi terror
y de cabeza, mi angustia,
¡madre alma mía!
hasta que un día sin dos,
esposa tumba,
mi último hierro dé el son
de una víbora que duerme,
¡padre cuerpo mío!



Pablo Neruda

piedras antárticas

-- de Pablo Neruda --

Allí termina todo
y no termina:
allí comienza todo:
se despiden los ríos en el hielo,
el aire se ha casado con la nieve,
no hay calles ni caballos
y el único edificio
lo construyó la piedra.
Nadie habita el castillo
ni las almas perdidas
que frío y viento frío
amedrentaron:
es sola allí la soledad del mundo,
y por eso la piedra
se hizo música,
elevó sus delgadas estaturas,
se levantó para gritar o cantar,
pero se quedó muda.
Sólo el viento,
el látigo
del polo sur que silba,
sólo el vacío blanco
y un sonido de pájaros de lluvia
sobre el castillo de la soledad.



Pedro Bonifacio Palacios

El soñador

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Le aserraron el cráneo;
le estrujaron los sesos,
y el corazón ya frío
le arrancaron del pecho.
Todo lo examinaron
los oficiales médicos
mas no hallaron la causa
de la muerte de Pedro;
de aquel soñador pálido
que escribió tantos versos,
como el espacio azules
y como el mar acerbos.
¡Oíd! Cuando yo muera,
cuando sucumba, ¡oh, médicos!
ni me aserréis el cráneo
ni me estrujéis los sesos,
ni el corazón ya frío
me arrebatéis del pecho,
que jamás hasta el alma,
llegó vuestro escalpelo.
Y mi mal es el mismo,
es el mismo de Pedro;
de aquel soñador pálido
que escribió tantos versos,
y como el espacio azules
y como el mar acerbos.



José María Hinojosa

campo canción de los aceituneros

-- de José María Hinojosa --

A josé maría chacón
aceituneros del pío-pío,
muertos de hambre
y muertos de frío.
El zagalejo encarnado,
ciñe tu cuerpo arrecido.
¿Mocita, quieres bailar
en medio de los olivos?
yo cogeré tu tarea
y tu bailarás conmigo.
¡Vente chiquilla hacia los olivos!
hoy cuando demos de mano,
quisiera bailar contigo.
¿Mocita, quieres cantar
debajo de los olivos?
yo tocaré la guitarra
y tú cantarás bajito.
¡Vente chiquilla hacia los olivos!
aceituneros del pío-pío,
muertos de hambre
y muertos de frío.



Juan Bautista Arriaza

La flor temprana

-- de Juan Bautista Arriaza --

Suele tal vez, venciendo los rigores
del crudo invierno y la opresión del hielo,
un tierno almendro desplegar al cielo
la bella copa engalanada en flores.

Mas, ay, que en breve vuelve a sus furores
el cierzo frío, y con funesto vuelo
del ufano arbolillo arroja al suelo
las delicadas hojas y verdores.

Si tú lo vieras, Silvia, «¡oh pobre arbusto
-dijeras con piedad-, la suerte impía
no te deja gozar ni un breve gusto!»

Pues repítelo, ingrata, cada día;
que el cierzo frío es tu rigor injusto,
y el triste almendro, la esperanza mía.



Santiago Montobbio

memorial para mi único agravio

-- de Santiago Montobbio --

Memorial para mi único agravio
haber perdido la vida ya muy pronto,
y en cualquier esquina; haber sentido
cómo escapaba poco a poco
el agua de los ojos,
haber tenido tanto miedo y tanto frío
como para acabar siendo nada más
que miedo y frío. Haber tenido
sombra y garganta seca, haber
tenido o no haber tenido
y no haber sido nunca nada fuera de unos dedos,
no haber, no, no haber conseguido jamás salir
de esta ciudad oscura y siendo sólo
que de la derrota el heredero
únicamente arrepentirme por no haber compuesto,
cuando sobraba el tiempo, un poema que no tuviera
cristal en exceso, un poema sencillo y sin motivo
pero en el cual vaciara el agua su sentido
y que una vez enviado por el invisible correo de los huesos
pudieras para siempre ya tenerlo como olvidado amigo
o azulado perro que te diera
buenas noches con la irreprochable
puntualidad de las ausencias.



Ayer, cuando leías

-- de Vicenta Castro Cambón --

¿SIENTES frío? me dijiste.
No te lo pude negar:
lo leías en mi rostro
y hasta en mi acento quizás.

Tú también sentías frío.
Pude verlo no en tu faz:
tu alma está para la mía
como en urna de cristal.

¡Cierren la puerta! ordenaste.
Yo pensé: lo que cerrar
debiéramos es el libro...
Era aquel libro el glacial.



Angel González

son las gaviotas, amor

-- de Angel González --

Las lentas, altas gaviotas.
Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.
Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.



Federico García Lorca

Canción de jinete

-- de Federico García Lorca --

En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

...Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra,
sangraba el costado
de Sierra Morena.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

La noche espolea
sus negros ijares
clavándose estrellas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?



Fernando de Herrera

Betis, que en este tiempo solo y frío

-- de Fernando de Herrera --

Betis, que en este tiempo solo y frío
escuchas mi dolor, del hondo asiento,
acoge en tu quieto movimiento
los últimos suspiros que yo envío;

y, si tiene valor tu sacro río,
dame que en árbol verde mi tormento
lamente transformado, que ya siento
débil la voz, cual cisne, al canto mío;

porque con nuevas ramas tu corriente
cercaré coronando, y destilado
iré en tu luengo curso y extendido;

que mi luz ceñirá su bella frente
de mis hojas, o en llanto desatado,
seré en sus blancas manos recogido.



Fernando de Herrera

El fuego que en mi alma se alimenta

-- de Fernando de Herrera --

El fuego que en mi alma se alimenta,
y consume al estéril duro frío,
da vida al casi muerto pecho mío,
y en virtud de sus llamas me sustenta.

Justo es que muera y viva en él y sienta
la gloria de mi dulce desvarío,
porque de mis trabajos yo confío
la esperanza del premio en quien me alienta.

Como en inmenso frío junta espira
inmensa oscuridad, cuya tristeza
ocupa el corazón con grave pena:

Así con el excelso ardor conspira
excelsa luz, que deja en su belleza
mi alma de alegría y de bien llena.



Fernando de Herrera

Ya que nublosa sombra cubre, y frío

-- de Fernando de Herrera --

Ya que nublosa sombra cubre, y frío,
la blanca frente de este monte alzado,
y del grave Aquilón aliento helado
retarda el lento curso al hondo río,

siento de ingrata mano al pecho mío
nieve arrojada, y siento desmayado
mi fuego, y culpo mi deseo osado
y de Amor el tirano señorío;

que por un vano bien, que huye luego
y me deja dolor eterno, pierdo
de libertad amada la nobleza.

Mas ¡oh que acierta mal quien nada ciego!
y el que cuida, Fernando, ser más cuerdo,
descubre en tal hazaña más flaqueza.



Roque Dalton García

hora de la ceniza

-- de Roque Dalton García --

finaliza septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.
Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.
Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que eligió la esperanza.
Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.
Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.



Rosario Castellanos

la velada del sapo

-- de Rosario Castellanos --

Sentadito en la sombra
-solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(en apariencia, al menos, debido a la hinchazón
de los párpados); frío,
frío de repulsiva sangre fría.

Sentadito en la sombra miras arder la lámpara

en torno de la luz hablamos y quizá
uno dice tu nombre.

(En septiembre. Ha llovido)

como por el resorte de la sorpresa, saltas
y aquí estás ya, en medio de la conversación,
en el centro del grito.

¡Con qué miedo sentimos palpitar
el corazón desnudo
de la noche en el campo!



Alberti

A FEDERICO GARCÍA LORCA

-- de Alberti --

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.



Alberti

funerales

-- de Alberti --

¡pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!

lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.

¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!

¡marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!

¡sal hortelana del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda, para llorar
por el marinero muerto!

llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.

¡Funerales de las olas!
¡el viento, en los arenales!
entre apagadas farolas
se hunden mis funerales.



Alfonsina Storni

Olvido

-- de Alfonsina Storni --

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.



Amado Nervo

perlas negras - ¡ven acércate más! el campo umbrío

-- de Amado Nervo --

¡ven acércate más! el campo umbrío,
el cielo torvo y el ambiente frío,
predisponen el alma a la tristeza.
Ven, apoya en mi hombro tu cabeza;
así, juntos, muy juntos, dueño mío.
Hablemos de tu amor; ¡de aquel soñado
amor! cuando el invierno desolado
reina doquier, y pálidas se ahuyentan
la ilusión y la fe, ¡cómo calientan
los recuerdos benditos del pasado!
ven, acércate más, mi dulce dueño . . .
Y en tanto agita con tenaz empeño
la niebla gris su colosal cimera,
sobre nosotros vuelque la quimera
el ánfora impalpable del ensueño.



Amado Nervo

¡qué bien están los muertos!

-- de Amado Nervo --

¡qué bien están los muertos,
ya sin calor ni frío,
ya sin tedio ni hastío!
por la tierra cubiertos,
en su caja extendidos,
blandamente dormidos...
¡Qué bien están los muertos
con las manos cruzadas,
con las bocas cerradas!
¡con los ojos abiertos,
para ver el arcano
que yo persigo en vano!
¡qué bien estás, mi amor,
ya por siempre exceptuada
de la vejez odiada,
del verdugo dolor...;
Inmortalmente joven,
dejando que te troven
su trova cotidiana
los pájaros poetas
que moran en las quietas
tumbas, y en la mañana,
donde la muerte anida,
saludan a la vida!



Amado Nervo

ródeuse

-- de Amado Nervo --

Si te toman pensativa los desastres de las hojas
que revuelan crepitando por el amplio bulevar;
si los cierzos te insinúan no sé qué vagas congojas
y nostalgias imprecisas y deseos de llorar;
si el latido luminoso de los astros te da frío;
si incurablemente triste ves al sena resbalar,
y el reflejo de los focos escarlatas sobre el río
se te antoja que es la estela de algún trágiconavío
donde llevan los ahogados de la morgue a sepultar;
¡pobrecita! ven conmigo: deja ya las puentes yermas.
Hay un alma en estas noches a las tísicas hostil,
y un vampiro disfrazado de galón que busca enfermas,
que corteja a las que tosen y que, a poco que te duermas,
chupará con trompa inmunda tus pezones de marfil.



Amado Nervo

brahma no piensa...

-- de Amado Nervo --

Ego sum qui sum.
Brahma no piensa: pensar limita.
Brahma no es bueno ni malo, pues
las cualidades en su infinita
substancia huelgan. Brahma es lo que es.
Brahma, en un éxtasis perenne, frío,
su propia esencia mirando está.
Si duerme, el cosmos torna al vacío;
¡mas, si despierta, renacerá!



Amado Nervo

perlas negras - amiga, mi larario está vacío

-- de Amado Nervo --

Amiga, mi larario está vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de argamasa
y tapiz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! su gemido
ya no vibra en los ámbitos desiertos;
los nocturnos y scherzos han huido...
¡Pobre jaula sin aves! ¡pobre nido!
¡misterioso ataúd de trinos muertos!
¡ah, si vieras tu huerto! ya no hay rosas,
ni lirios, ni libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡muerta!
el cierzo pasa, suspirando: ¡llora!



Amado Nervo

Brahma no piensa

-- de Amado Nervo --

Ego sum quo sum.

Brahma no piensa: pensar limita.
Brahma no es bueno ni malo, pues
las cualidades en su infinita
substancia huelgan. Brahma es lo que es.

Brahma, en un éxtasis perenne, frío,
su propia esencia mirando está.
Si duerme, el Cosmos torna al vacío:
mas si despierta renacerá!



Amós de Escalante

Medir mi pobre espíritu no sabe

-- de Amós de Escalante --

Medir mi pobre espíritu no sabe
la vasta inmensidad del cristal frío,
ni en el menguado pensamiento mío
¡oh mar! la suma de tus leyes cabe.

Ciencia no alcanzo que en mi mente grabe
de pueblos, nautas en tu azul bravío,
el nombre, historia, lengua y poderío,
su henchida vela y carenada trabe.

Ansia de contemplarte no vencida,
en lid sañuda o reposo inerte,
tráeme a tu ribera entristecida;

y halagan mi ilusión sin comprenderte
tus hondas voces, aye de la vida,
tu augusta paz, silencio de la muerte.



Lope de Vega

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras

-- de Lope de Vega --

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿qué interés se te sigue, jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡qué extraño desvarío
si de mi ingratitud de hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡cuántas veces el ángel me decía:
«alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»
¡y cuántas, hermosura soberana,
«mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!



Lope de Vega

Atada al mar, Andrómeda lloraba

-- de Lope de Vega --

Atada al mar, Andrómeda lloraba,
los nácares abriéndose al rocío,
que en sus conchas cuajado en cristal frío,
en cándidos aljófares trocaba.
Besaba el pie, las peñas ablandaba
humilde el mar, como pequeño río,
volviendo el sol la primavera estío,
parado en su cénit la contemplaba.
Los cabellos al viento bullicioso,
que la cubra con ellos le rogaban,
ya que testigo fue de iguales dichas,
y celosas de ver su cuerpo hermoso,
las nereidas su fin solicitaban,
que aún hay quien tenga envidia en las desdichas.



Lope de Vega

¡Ay cuantas horas de contento llenas

-- de Lope de Vega --

¡Ay cuántas horas de contento llenas
pensé tener, oh alegre prado mío!
mas, ¡quién se gobernó por desvarío
que las gozase de menguante ajenas?

Nazcan en vos claveles y azucenas
al seco fin del sagitario frío,
pues que pasaste del olvido el río,
volviendo en gloria un Ángel vuestras penas.

Que estén tan juntos una vega y prado,
yo en nieve y vos en flor, ¿a quién no ofende?
¡oh qué distinto, aunque es un propio estado!

¿Mas qué milagro, si su margen tiende
de aquellos pies angélicos pisado,
y que me hiele a mí quien no me enciende?



Lope de Vega

Cesen tus aguas, conjurado cielo

-- de Lope de Vega --

Cesen tus aguas, conjurado cielo,
que está doliente por tu causa el mío;
sigue tu curso, nieva, haz tiempo frío,
cubre el campo de plata, escarcha y hielo.

Si es por vengar al sol, sol tiene el suelo,
que será su Faetón con mayor brío:
¡ay rompan los suspiros que te envío
de tantas nubes el oscuro velo!

Deja reinar a la serena boca
cuyos dientes esconden los enojos
de esta humildad, que a envidia os atribuyo.

Amaina el tiempo que su mal provoca,
salga tu sol en ti, y en mí sus ojos.
Tendrá salud mi cielo, y arco el tuyo.



Lope de Vega

Del corazón los ojos ofendidos

-- de Lope de Vega --

Del corazón los ojos ofendidos
hacen batalla sobre cuál me mata.
El corazón con agua los maltrata,
que los quiere cegar por atrevidos.

Los ojos, por quien entran encendidos
espíritus de amor, que amor dilata,
dan fuego al corazón porque los trata
con tanto mal, en tanto bien perdidos.

Ojos, si el corazón con llanto os ciega,
corazón, si los ojos con el fuego,
un contrario abrasado, y otro frío,

sin duda que mi fin de acerca y llega,
que no puede durar ni hallar sosiego
reino tan dividido como el mío.



Lope de Vega

El galán de la linda bigotera

-- de Lope de Vega --

El galán de la linda bigotera,
que dicen que sin ella os enamora,
no es como vos 1e imagináis agora,
pero como quisiérades que fuera.

Platos suelen estar en espetera,
y espadas en recámara, señora,
y así la bigotera mistifora,
pues no se queda en tres a la primera.

Debe de ser que agora es joven tierno;
pero si no, mandad, si sois servida,
que la traiga de noche por invierno.

Para el frío será cosa escogida:
que bigotera en un lampiño eterno
es poner parche donde no hay herida.



Lope de Vega

Juana, para sufrir tu armado brío

-- de Lope de Vega --

Juana, para sufrir tu armado brío
ya no hay defensa en Bártulo ni en Baldo;
Juana ¿qué olla te vertí, qué caldo,
que tratas como a perro el amor mío?

Juana si tus estampas sigo al río
cargas de piedras el honesto enfaldo;
Juana, antenoche te pedí aguinaldo,
y me llamaste licenciado frío.

Cruel naturaleza en nieve pura
la fábrica exterior del cuerpo informa,
alma tan criminal, áspera y dura:

que mal el cuerpo al alma se conforma,
pues fue, de tan hermosa arquitectura,
la materia cristal, bronce la forma.



Lope de Vega

Oh quién muriera por tu amor ardiendo

-- de Lope de Vega --

¡Oh quién muriera por tu amor, ardiendo
en vivas llamas, dulce Jesús mío,
y que las aumentara aquel rocío
que viene de los ojos procediendo!
¡Oh quien se hiciera un Etna despidiendo
vivas centellas deste centro frío,
o fuera de su sangre el hierro impío
de un africano bárbaro cubriendo!
Este deseo, que a morir se atreve,
recibe Tú, pues la ocasión venida,
bien sabes que no fuera intento aleve
¿Y qué mucho que amor la muerte pida?
Pues no era muerte, sino puente breve
que me pasara a ti, mi eterna vida



Lope de Vega

Por convidado un sátiro tenía

-- de Lope de Vega --

Por convidado un sátiro tenía
un hombre, a cuyo rostro estando atento,
consideró que con un mismo aliento
calienta el frío y la comida enfría.

A las fieras después, «Guardaos decía
de un animal que con diverso intento,
trocando solamente el movimiento,
varios efectos de una causa cría.

Tal es la lengua, si aborrece o ama,
que lo que ama alaba y engrandece,
y vitupera aquello que desama.

Julio, ¿a qué fiera Antandro se parece,
que porque no se envidia no se infama,
y porque no se ve no se aborrece?



Lope de Vega

Si de la muerte rigurosa y fiera

-- de Lope de Vega --

Si de la muerte rigurosa y fiera
principios son la sequedad y el frío,
mi duro corazón, el hielo mío
indicios eran que temer pudiera
Mas si la vida conservarse espera
en el calor y humidad, formen un río
mis ojos que a tu mar piadoso envío,
divino autor de la suprema esfera
Calor dará mi amor, agua mi llanto,
huya la sequedad, déjeme el hielo,
que de la vida me apartaron tanto.
Y tú, que sabes ya mi ardiente celo,
dame los rayos de tu fuego santo
y los cristales de tu santo cielo.



Lope de Vega

Tu ribera apacible, ingrato río

-- de Lope de Vega --

Tu ribera apacible, ingrato río,
y las orillas que en tus ondas bañas,
se vuelven peñas cóncavas y extrañas,
y fuego tu licor sabroso y frío.

Abrase un rayo tu frescor sombrío,
los rojos lirios y las verdes cañas,
niéguente el agua sierras y montañas,
y sólo te acompañe el llanto mío.

Hasta la arena, que al correr levantas
se vuelvan fieros áspides airados;
mas, ¡ay!, ¡cuán vana maldición espera!,

que cuando en ti mi sol baño sus plantas,
con ofenderla tú, dejó sagrados
lirios, orilla, arena, agua y riberas.



Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

-- de Lope de Vega --

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!



Luis Cañizal de la Fuente

tocan el clave con el carrick puesto

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Y parados en pie. Tocan el clave
como el que elige con sonrisa y manos entre
la vasta gama de la pesebrera.
Lo que escogen es prisma de anisados,
lascivo desperezo
de humo azul en pijama,
niebla constituida
y olor de lumbre abril.
Mientras tanto, ya el clave
rompe a trotar haciendo trenzas de agua,
remolinos minúsculos,
cantos ensimismados, como si no fueran
los hombres de estremoz los que consiguen
que se ponga talar hasta las barbas,
a semejanza de ellos
y de ciertos envueltos de tabaco
para insistir revolcándose en los graves.
Salen transfigurados del café:
campaneando como cruz alzada
y embarrancados en la culpa, al tiempo
que redimidos de ella. No sé si me explico.
Todo por obra y gracia
de unas hidroterapias al clave bien tostado.
Salen al implacable frío de las placetonas
anegadas de niebla,
y no saben si han muerto en una de ésas
y andan vagando por el trascastillo
como por el alfoz helado de la muerte.
Todo por obra y gracia
de un café al autoclave tomado en estremoz
un lunes de pasión.
Segunda feira,
onze de abril de mil e novecentos
e setenta e seis.



Góngora

Ni en este monte, este aire, ni este río

-- de Góngora --

Ni en este monte, este aire, ni este río
corre fiera, vuela ave, pece nada,
de quien con atención no sea escuchada
la triste voz del triste llanto mío;

y aunque en la fuerza sea, del estío,
al viento mi querella encomendada,
cuando a cada cual dellos más le agrada
fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,

a compasión movidos de mi llanto,
dejan la sombra, el ramo, y la hondura,
cual ya por escuchar el dulce canto

de aquel que, de Estrimón en la espesura,
los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
puede mi mal, y pudo su dulzura!



Líber Falco

Alba

-- de Líber Falco --

Yo he visto a esta mujer. Yo la conozco.
La he sentido latir entre mi sangre.
Frente de harina. Pan sin nombre.
Yo he visto a esta mujer
como a mi madre misma.

Mujer, ¿quién levantó tu carne desde dentro,
para hacerte tan tierna la mejilla,
tan como lirio bueno,
como flor de ternura?

Yo he visto a esta mujer,
a esta mi madre.
En aquel rancho de arrabal en que nací,
calentaba el frío de los vientos.
Hoy va al frente de la columna en marcha.
Miseria, bondad, mirada de la ausencia.
Amor.

Pliegue de la bandera.
Frente de harina. Pan sin nombre.
Yo he visto a esta mujer.
Como a mi madre misma,
la he sentido latir entre mi sangre.



Líber Falco

Noche (Falco)

-- de Líber Falco --

Vuelto a tu casa por la madrugada,
con un portazo descortés y frío
dejas la noche afuera,
y te acuestas solo con tu pensamiento.

"Qué grande el mundo, y qué pequeño,
qué lejos los amigos, y qué cerca".

Y sigues solo con tu pensamiento.
Pero para dormir no lo precisas.
Y puesto que es así, ¿por qué no duermes?
¡Duerme!



Manuel Bretón de los Herreros

Los dos padres

-- de Manuel Bretón de los Herreros --

Padres los dos felices algún día
de dos hermosas vírgenes, al cielo
plugo arrancarlas del humano suelo
que tan sublime don no merecía.

Guarda a la tuya austera celosía,
candado eterno, religioso velo,
y a la antorcha imperial ¡ay desconsuelo
súbita muerte arrebató la mía!

Tú al menos de su voz tierna y piadosa
el son puedes oír cabe el sagrado
inaccesible muro que la esconde;

yo al frío mármol, do mi bien reposa
corro en amargas lágrimas bañado;
llamo, torno a llamar... ¡Nadie responde!



Jaime Sabines

xxiii

-- de Jaime Sabines --

Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma,tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme, tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!



Jaime Sabines

doña luz xvii

-- de Jaime Sabines --

Doña luz xvii
lloverás en el tiempo de lluvia,
harás calor en el verano,
harás frío en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.
Florecerás cuando todo florezca.
No eres nada, nadie, madre.
De nosotros quedará la misma huella,
la semilla del viento en el agua,
el esqueleto de las hojas en la tierra.
Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras,
en el corazón de los árboles la palabra amor.
No somos nada, nadie, madre.
Es inútil vivir
pero es más inútil morir.



Jaime Sabines

soy mi cuerpo

-- de Jaime Sabines --

Dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas lascosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenmeencima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunospapeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya misoledad.
Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido nome hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagande cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hastael día de la resurrección.
Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.



Jaime Sabines

te desnudas igual

-- de Jaime Sabines --

Te desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

te pones a flirtearme como a un desconocido
y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y cómo nos queremos entonces en la risa
de hallarnos solos en el amor prohibido!

(después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento escalofrío.)



Jaime Torres Bodet

dédalo

-- de Jaime Torres Bodet --

Menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.
Quevedo
enterrado vivo
en un infinito
dédalo de espejos,
me oigo, me sigo,
me busco en el liso
muro del silencio.
Pero no me encuentro.
Palpo, escucho, miro.
Por todos los ecos
de este laberinto,
un acento mío
está pretendiendo
llegar a mi oído...
Pero no lo advierto.
Alguien está preso
aquí, en este frío
lúcido recinto,
dédalo de espejos...
Alguien, al que imito.
Si se va, me alejo.
Si regresa, vuelvo.
Si se duerme, sueño.
«¿Eres tú?», me digo...
Pero no contesto.
Perseguido, herido
por el mismo acento
-que no sé si es mío-
contra el eco mismo
del mismo recuerdo,
en este infinito
dédalo de espejos
enterrado vivo.



Jaime Torres Bodet

octubre

-- de Jaime Torres Bodet --

Ya empiezas a dorar, octubre mío,
con las cimas del huerto, ésas distantes
del pensamiento a cuyas frondas fío
la sombra de mis últimos instantes.
Corazón y jardín tuvieron, antes,
cada cual a su modo, su albedrío;
pero deseos y hojas tan brillantes
necesitaban, para arder, tu frío.
Aterido el vergel, desierta el alma,
más luz entre los troncos que despojas
a cada instante, envejeciendo, veo.
Y en el cielo ulterior, de nuevo en calma,
cuando terminen de caer las hojas
miraré, al fin desnudo, mi deseo.



Jaime Torres Bodet

continuidad v

-- de Jaime Torres Bodet --

Porque no es la muerte orilla clara,
margen visible de invisible río;
lo que en estos momentos nos separa
es otro litoral, aun más sombrío.
Litoral de la vida. Tierra avara
en cuyo negro polvo ávido y frío,
del naufragio que en ti me desampara
inútilmente busco un resto mío.
Es tu presencia en mí la que me impide
recuperar la realidad que tuve
sólo en tu corazón, cuando latía.
Por eso la existencia nos divide
tanto más cuanto más tiempo en mi alma sube
la vida en que tu muerte se confía.



Jorge Guillén

estatua ecuestre

-- de Jorge Guillén --

Permanece el trote aquí,
entre su arranque y mi mano.
Bien ceñida queda así
su intención de ser lejano.
Porque voy en un corcel
a la maravilla fiel:
inmóvil con todo brío.
¡Y a fuerza de cuánta calma
tengo en bronce toda el alma,
clara en el cielo del frío!



Jorge Isaacs

En la noche callada

-- de Jorge Isaacs --

Ay! cuántas veces en las lentas horas
De la noche callada, antes que el sueño
Venga á cerrar mis párpados, recorre
Mi memoria tenaz los bellos días
De lloros y de risas infantiles
A que siguieron tan hermosos años!
Sus palabras de amor entonces oigo,
Sus votos de constancia...No cumplidos,
Y vuelvo á ver la luz de esa mirada
Que hundióse en el Ocaso de la vida
Para ya no lucir...Ay! para siempre!
Ay! cuántas veces los amigos caros
Al corazón desde la infancia unidos,
Que ya no existen...Mi memoria evoca,
Y hallo en torno de mí sólo sus tumbas,
A do bajaron, como al soplo frío
Del invierno, las hojas macilentas...
Imagínome entonces que recorro
Un salón de banquete ya desierto,
Do algunas luces oscilando mueren...
Donde se ven aquí y allá dispersas
Las guirnaldas marchitas... Lo han dejado
Todos, excepto yo; y así en la vida
Ay! cuántas veces me contemplo solo!



Jorge Luis Borges

brunanburh, 937 a. d.

-- de Jorge Luis Borges --

Nadie a tu lado.
Anoche maté a un hombre en la batalla.
Era animoso y alto, de la clara estirpe de anlaf.
La espada entró en el pecho, un poco a la izquierda.
Rodó por tierra y fue una cosa,
una cosa del cuervo.
En vano lo esperarás, mujer que no he visto.
No lo traerán las naves que huyeron
sobre el agua amarilla.
En la hora del alba,
tu mano desde el sueño lo buscará.
Tu lecho está frío.
Anoche maté a un hombre en brunanburh.
Nota del autor: brunanburgh. Son las palabras de un sajón que se ha batido en la victoria que los reyes de wessex alcanzaron sobre una coalición de escoceses, daneses y britanos, comandados por anlaf (olaf) de irlanda. En el poema hay ecos de la oda contemporánea que tennyson tan admirablemente tradujo.



Jorge Luis Borges

un lobo

-- de Jorge Luis Borges --

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de inglaterra.
Odín y thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en américa. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.



Jorge Luis Borges

spinoza

-- de Jorge Luis Borges --

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de aquel que es todas sus estrellas.



Jorge Luis Borges

fragmento

-- de Jorge Luis Borges --

Una espada,
una espada de hierro forjado en el frío del alba
una espada con runas
que nadie podrá desoír ni descifrar del todo,
una espada que los poetas
igualarán al hielo y al fuego,
una espada que un rey dará a otro rey
y este rey a un sueño,
una espada que será leal
hasta una hora que ya sabe el destino,
una espada que iluminará la batalla.
Una espada para la mano
que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres,
una espada para la mano
que enrojecerá los dientes del lobo
y el despiadado pico del cuervo,
una espada para la mano
que prodigará el oro rojo,
una espada para la mano
que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro,
una espada para la mano
que ganará un reino y perderá un reino,
una espada para la mano
que derribará la selva de lanzas.
Una espada para la mano de beowulf.



Jorge Riechmann

1

-- de Jorge Riechmann --

He vivido en la superficie de las cosas.
Mas viví también por fortuna
en las palabras. Ellas iban
incorporándome a la lentitud
penetrando las estaciones de mi piel
dilatando la malla amarga de los días
rastreando el frío y el calor en los seres
zambulléndose en el amor hasta salir al tedio
en el tedio hasta dar en la esperanza
en la esperanza hasta emerger en el asombro
sin yo quererlo o porque lo quería.
Las palabras
maravillosamente
incapaces de compromiso.
No soy un juglar de la descomposición. Acaso
amo sobre todas las cosas
el lugar del canto del pinzón
la aérea ebriedad de las mimosas
y el minuto con memoria del beso de los amantes.
Pero hay que ir hasta el fondo
correr el riesgo
de abrasarse en la resistencia de las cosas
para sacar acaso la cabeza
al otro lado del espejo
o en el frescor de un nuevo meridiano.



Jorge Riechmann

26

-- de Jorge Riechmann --

Para ina y antonio
lo pueden hacer muchos,
pero nadie lo hace: entonces hazlo.
Si no lo puedes hacer más que tú,
artesano, tus manos me dan frío.
Enseña a hacerlo a otros.
Que no enmudezca tu casa.
Que la memoria zumbe sobre rosas y asfódelos.
Si se rompe ese hilo
está perdido todo.



César Vallejo

Trilce: XXXII

-- de César Vallejo --

999 calorías
Rumbbb...Trrrapprrr rrach...Chaz
Serpentínica u del dizcochero
engirafada al tímpano.

Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.

1,000 Calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.

Remeda al cuco: Roooooooeeeis...
Tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.

Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor ( Mejor
no digo nada.

Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.

Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.



César Vallejo

Trilce: LIX

-- de César Vallejo --

La esfera terrestre del amor
que rezagóse abajo, da vuelta
y vuelta sin parar segundo,
y nosotros estamos condenados a sufrir
como un centro su girar.

Pacifico inmóvil, vidrio, preñado
de todos los posibles.
Andes frío, inhumanable, puro.
Acaso. Acaso.

Gira la esfera en el pedernal del tiempo,
y se afila,
y se afila hasta querer perderse;
gira forjando, ante los desertados flancos,
aquel punto tan espantablemente conocido,
porque él ha gestado, vuelta
y vuelta,
el corralito consabido.

Centrífuga que sí, que sí,
que Sí,
que sí, que sí, que sí, que sí: NO!
Y me retiro hasta azular, y retrayéndome
endurezco, hasta apretarme el alma!



César Vallejo

999 calorías

-- de César Vallejo --

xxxii
999 calorías
rumbbb... Trrraprrrr rrach... Chaz
serpentínica u del bizcochero
engirafada al tímpano.
Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.
1,000 Calorías
azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.
Remeda al cuco; roooooooeeeis...
Tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.
Aire, aire! hielo!
si al menos el calor (mejor
no digo nada.
Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.
Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.



César Vallejo

nervazón de angustia

-- de César Vallejo --

Nervazón de angustia
dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor...
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!
regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos!:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas fieras de longinos!
desclávame mis clavos, oh nueva madre ,mía,
sinfonía de olivos, escancia tu llorar!
y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!
pasas..., Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.
Son las ocho de la mañana de un crema brujo...
Hay frío... Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue... Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apaguél
y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café...!



César Vallejo

piensan los viejos asnos

-- de César Vallejo --

Ahora vestiríame
de músico por verle,
chocaría con su alma, sobándole el destino con mi mano,
le dejaría tranquilo, ya que es un alma a pausas,
en fin, le dejaría
posiblemente muerto sobre su cuerpo muerto.
Podría hoy dilatarse en este frío,
podría toser; le vi bostezar, duplicándose en mioído
su aciago movimiento muscular.
Tal me refiero a un hombre, a su placa positiva
y, ¿por qué nó? a su boldo ejecutante,
aquel horrible filamento lujoso;
a su bastón con puño de plata con perrito,
y a los niños
que él dijo eran sus fúnebres cuñados.
Por eso vestiríame hoy de músico,
chocaría con su alma que quedóse mirando a mi materia...
¡Mas ya nunca veréle afeitándose al pie de sumañana;
ya nunca, ya jamás, ya para qué!
¡hay que ver! ¡qué cosa cosa!
¡qué jamás de jamases su jamás!



César Vallejo

esto

-- de César Vallejo --

Esto
sucedió entre dos párpados; temblé
en mi vaina, colérico, alcalino,
parado junto al lúbrico equinoccio,
al pie del frío incendio en que me acabo.
Resbalón alcalino, voy diciendo,
más acá de los ajos, sobre el sentido almíbar,
más adentro, muy más, de las herrumbres,
al ir el agua y al volver la ola.
Resbalón alcalino
también y grandemente, en el montaje colosal del cielo.
¡Qué venablos y harpones lanzaré, si muero
en mi vayna; daré en hojas de plátano sagrado
mis cinco huesecillos subalternos,
y en la mirada, la mirada misma!
(dicen que en los suspiros se edifican
entonces acordeones óseos, táctiles;
dicen que cuando mueren así los que se acaban,
¡ay! mueren fuera del reloj, la mano
agarrada a un zapato solitario).
Comprendiéndolo y todo, coronel
y todo, en el sentido llorante de esta voz,
me hago doler yo mismo, extraigo tristemente,
por la noche, mis uñas;
luego no tengo nada y hablo solo,
reviso mis semestres
y para henchir mi vértebra, me toco.



César Vallejo

la esfera terrestre del amor

-- de César Vallejo --

lix
la esfera terrestre del amor
que rezagóse abajo, da vuelta
y vuelta sin parar segundo,
y nosotros estamos condenados a sufrir
como un centro su girar.
Pacífico inmóvil, vidrio, preñado
de todos los posibles.
Andes frío, inhumanable, puro.
Acaso. Acaso.
Gira la esfera en el pedernal del tiempo,
y se afila,
y se afila hasta querer perderse;
gira forjando, ante los desertados flancos,
aquel punto tan espantablemente conocido,
porque él ha gestado, vuelta
y vuelta,
el corralito consabido.
Centrífuga que sí, que sí,
que sí,
que sí, que sí, que sí, que sí: no!
y me retiro hasta azular, y retrayéndome
endurezco, hasta apretarme el alma!



César Vallejo

un hombre pasa con un pan al hombro

-- de César Vallejo --

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿voy a escribir, después, sobre mi doble?
otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila,mátalo
¿con qué valor hablar del psicoanálisis?
otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿hablar luego de sócrates al médico?
un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿voy, después, a leer a andré bretón?
otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿cabrá aludir jamás al yo profundo?
otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿cómo escribir, después del infinito?
un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿innovar, luego, el tropo, la metáfora?
un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿hablar, después, de cuarta dimensión?
un banquero falsea su balance
¿con qué cara llorar en el teatro?
un paria duerme con el pie a la espalda
¿hablar, después, a nadie de picasso?
alguien va en un entierro sollozando
¿cómo luego ingresar a la academia?
alguien limpia un fusil en su cocina
¿con qué valor hablar del más allá?
alguien pasa contando con sus dedos
¿cómo hablar del no-yó sin dar un grito?



César Vallejo

Aldeana

-- de César Vallejo --

Lejana vibración de esquilas mustias
en el aire derrama
la fragancia rural de sus angustias.
En el patio silente
sangra su despedida el sol poniente
El ámbar otoñal del panorama
toma un frío matiz de gris doliente!

Al portón de la casa
que el tiempo con sus garras torna ojosa,
asoma silenciosa
y al establo cercano luego pasa,
la silueta calmosa
de un buey color de oro,
que añora con sus bíblicas pupilas,
oyendo la oración de las esquilas,
su edad viril de toro!

Al muro denla huerta
aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta,
cual dos gotas de llanto,
tiemblan sus ojos en la tarde muerta!

Lánguido se desgarra
en la vetusta aldea
el dulce yaraví de una guitarra,
en cuya eternidad de hondo quebranto
la triste voz de un indio dondonea,
como un viejo esquilón de camposanto.

De codos yo en el muro,
cuando triunfa en el alma el tinte oscuro
y el viento reza en los ramajes yertos
llantos de quenas, tímidos, inciertos,
suspiro una congoja,
al ver que la penumbra gualda y roja
llora un trágico azul de idilios muertos!



César Vallejo

Idilio muerto

-- de César Vallejo --

Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.

Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir;
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir.

Qué será de su falda de franela; de sus
afanes; de su andar;
de su sabor a cañas de mayo del lugar.

Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!»
y llorará en las tejas un pájaro salvaje.



César Vallejo

Nervazon de angustia

-- de César Vallejo --

Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor....
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!
Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas... Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de una mañana en crema brujo....
Hay frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue....Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café....!



Delmira Agustini

Una viñeta

-- de Delmira Agustini --

Tarde sucia de invierno. El caserío,
como si fuera un croquis al creyón,
se hunde en la noche. El humo de un bohío,
que sube en forma de tirabuzón;

mancha el paisaje que produce frío,
y debajo de la genuflexión
de la arboleda, somormuja el río
su canción, su somnífera canción.

Los labradores, camellón abajo,
retornan fatigosos del trabajo,
como un problema sin definición.

Y el dueño del terruño, indiferente,
rápidamente, muy rápidamente,
baja en su coche por el camellón.



Delmira Agustini

Desde lejos

-- de Delmira Agustini --

En el silencio siento pasar hora tras hora,
como un cortejo lento, acompasado y frío...
¡Ah! Cuando tú estás lejos, mi vida toda llora,
y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío.

Yo sé que volverás. Que brillará otra aurora
en mi horizonte, grave como un ceño sombrío;
revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
que los cruzaba alegre como el cristal de un río.

Un día, al encontrarnos tristes en el camino,
yo puse entre tus manos pálidas mi destino
¡y nada de más grande jamás han de ofrecerte!

Mi alma es frente a tu alma como el mar frente al cielo:
pasarán entre ellas, tal la sombra de un vuelo,
¡la Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte!



Dulce María Loynaz

la marcha

-- de Dulce María Loynaz --

Camino hacia la sombra.
Voy hacia la ceniza mojada-fango de
la muerte...-, Hacia la tierra.
Voy caminando y dejo atrás el cielo,
la luz, el amor... Todo lo que nunca fue mío.

Voy caminando en línea recta; llevo
las manos vacías, los labios sellados...
Y no es tarde, ni es pronto,
ni hay hora para mí.

El mundo me fue ancho o me fue estrecho.
La palabra no se me oyó o no la dije.
Ahora voy caminando hacia el polvo,
hacia el fin, por una recta
que es ciertamente la distancia
más corta entre dos puntos negros.

No he cogido una flor, no he tocado una piedra.
Y ahora me parece que lo pierdo
todo, como si todo fuera mío...

¡Y más que el sol que arde el día entero
sobre ella, la flor sentirá el frío
de no tener mi corazón que apenas tuvo!..

El mundo me fue estrecho o me fue ancho.
De un punto negro a otro
-negro también...-Voy caminando...



Dulce María Loynaz

la balada del amor tardío

-- de Dulce María Loynaz --

Amor que llegas tarde,
tráeme al menos la paz:
amor de atardecer, ¿por qué extraviado
camino llegas a mi soledad?

amor que me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más:
la palabra que vas a decirme
o la que yo no digo ya...

Amor... ¿No sientes frío? soy la luna:
tengo la muerte blanca y la verdad
lejana... -No me des tus rosas frescas;
soy grave para rosas. Dame el mar...

Amor que llegas tarde, no me viste
ayer cuando cantaba en el trigal...
Amor de mi silencio y mi cansancio,
hoy no me hagas llorar.



Dulce María Loynaz

soneto

-- de Dulce María Loynaz --

Quiere el amor feliz -el que se posa
poco...- Arrancar un verso al alma oscura:
¿cuándo la miel necesitó dulzura?
¿quién esencia de pomo echa en la rosa?

quédese en hojarasca temblorosa
lo que no pudo ser fruta madura:
no se rima la dicha; se asegura
desnuda de palabras, se reposa...

Si el verso es sombra, ¿qué hace con el mío
la luz?... Si es luz..., La luz ¿por qué lo extraña?
¡quién besar puede, bese y deje el frío

símbolo, el beso escrito!... ¡En la maraña
del mapa no está el agua azul del río,
ni se apoya en su nombre la montaña!...



Emilio Bobadilla

El despertar de la trinchera

-- de Emilio Bobadilla --

Unos soldados hablan en voz muy queda;
se desperezan otros que dormitaban;
otros miran al cielo velado; tiemblan
de frío y se arrebujan luego en sus mantas.

Ladra al silencio un perro como alma en pena;
y agorero a lo lejos un gallo canta;
van corriendo las nubes y el sol empieza
a sonrojar los lindes de la distancia.

Un vapor tenue humea de la llanura
y en la bruma de un valle duerme un villorrio.
Lívidos los soldados, las caras sucias,

del alba a los plomizos, tristes reflejos,
sorprendidos se miran unos a otros:
¡no saben si están vivos o si están muertos!



Emilio Bobadilla

El valor de la vida

-- de Emilio Bobadilla --

Del frío y de la nieve con temor te resguardas
y al amago tan sólo de una fiebre benigna,
llamas de prisa al médico, cual si fuese maligna,
y arropado hasta el cuello, cama afligido guardas.

Si te roban o atentan a tu vida, castigan
a presidio o al palo al audaz delincuente,
y si cualquiera en público te grita o te desmiente
le mandas los padrinos y a batirse le obligan.

Aun en defensa propia matar a alguien te aterra.
En la guerra, al contrario, matar es un deporte:
no es lo mismo la vida en la paz que en la guerra.

Qué más da que te maten, que caigas prisionero,
o que un médico ignaro una pierna te corte...
En la paz eres alguien; en la guerra eres cero...



Emilio Bobadilla

Modernismo bélico

-- de Emilio Bobadilla --

Llanuras y llanuras, hoscas, desiertas,
que se alargan y alargan como un bostezo;
las horas tienen algo de cosas muertas;
son lentas y monótonas como un rezo.

A lo lejos el humo de un estampido,
como guiño de un ojo de humo y de llamas,
y unos cuervos que vuelan dando un graznido
y se esconden posándose en unas ramas.

¡Un campo de batalla! ¡Quién lo diría!
¿Dónde están los guerreros con sus fusiles,
dónde está de la guerra la poesía?

Metidos en las zanjas se tirotean.
De frío y no de bala, mueren a miles....
¿Son topos o son hombres los que pelean?



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