Buscar Poemas con Fosa


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Se han encontrado 31 poemas con la palabra fosa

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Antonio Machado

En el entierro de un amigo

-- de Antonio Machado --

Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura,
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco.
De los gruesos cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros...
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio.
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra caja se rompían
los pesados terrones polvorientos...
El aire se llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos...
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero.

Poema En el entierro de un amigo de Antonio Machado con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

aantifona

-- de Luis Gonzaga Urbina --

En mi angustia, callada y escondida,
sé tú como enfermera bondadosa,
cuya mano ideal viene y se posa,
llena de suave bálsamo, en la herida.

Ríe en mi tedio sepulcral guarida
como un rayo de sol en una fosa;
perfuma, como un pétalo de rosa,
el fango y la impureza de mi vida.

Del corazón en el silencio, canta;
entre las sombras de mi ser, fulgura;
mi conturbado espíritu levanta;

enciende la razón en mi locura,
¡tengo hambre y sed de bien!... Dame una santa
limosna de piedad y de ternura.....

Poema aantifona de Luis Gonzaga Urbina con fondo de libro

Manuel del Palacio

Sobre un sepulcro de mujer

-- de Manuel del Palacio --

Mira. Recien cavada está la fosa:
Y sobre el mármol funeral caida
Una guirnalda de ciprés tejida,
Ofrenda de una mano cariñosa.

Los negros caractéres de la losa
Todo el secreto encierran de la vida;
Lee, y de un alma para el bien nacida
Aprenderás la historia dolorosa.

— Antemia soy; en Gnido tuve cuna;
Esposa fui de Eufrone, y dos gemelos
Le di para su gloria y mi fortuna:

No faltarán á su vejez consuelos,
Que uno le queda, de su noche luna,
Y otro en mis brazos se elevó á los cielos.

Poema Sobre un sepulcro de mujer de Manuel del Palacio con fondo de libro

Jaime Sabines

no es nada de tu cuerpo

-- de Jaime Sabines --

No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.



Jaime Torres Bodet

continuidad I

-- de Jaime Torres Bodet --

No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra
donde una parte de tu ser reposa
sepultaron los hombres, no te encierra;
porque yo soy tu verdadera fosa.
Dentro de esta inquietud del alma ansiosa
que me diste al nacer, sigues en guerra
contra la insaciedad que nos acosa
y que, desde la cuna, nos destierra.
Vives en lo que pienso, en lo que digo,
y con vida tan honda que no hay centro,
hora y lugar en que no estés conmigo;
pues te clavó la muerte tan adentro
del corazón filial con que te abrigo
que, mientras más me busco, más te encuentro.



Julián del Casal

rondeles

-- de Julián del Casal --

i
de mi vida misteriosa,
tétrica y desencantada,
oirás contar una cosa
que te deje el alma helada.
Tu faz de color de rosa
se quedará demacrada,
al oír la extraña cosa
que te deje el alma helada.
Mas sé para mí piadosa,
si de mi vida ignorada,
cuando yo duerma en la fosa,
oyes contar una cosa
que te deje el alma helada.
Ii
quizás sepas algún día
el secreto de mis males,
de mi honda melancolía
y de mis tedios mortales.
Las lágrimas a raudales
marchitarán tu alegría,
si a saber llegas un día
el secreto de mis males.
Iii
quisiera de mí alejarte,
porque me causa la muerte
con la tristeza de amarte
el dolor de comprenderte.
Mientras pueda contemplarte
me ha de deparar la suerte,
con la tristeza de amarte
el dolor de comprenderte.
Y sólo ansío olvidarte,
nunca oírte y nunca verte,
porque me causa la muerte
con la tristeza de amarte
el dolor de comprenderte.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad i

-- de Octavio Paz --

A rafael vega albela,
que aquí padeció
devora el sol restos ya inciertos;
el cielo roto, hendido, es una fosa;
la luz se atarda en la pared ruinosa;
polvo y salitre soplan sus desiertos.
Se yerguen más los fresnos, más despiertos,
y anochecen la plaza silenciosa,
tan a ciegas palpada y tan esposa
como herida de bordes siempre abiertos.
Calles en que la nada desemboca,
calles sin fin andadas, desvarío
sin fin del pensamiento desvelado.
Todo lo que me nombra o que me evoca
yace, ciudad, en ti, yace vacío,
en tu pecho de piedra sepultado.



Oliverio Girondo

el puro no

-- de Oliverio Girondo --

El puro no
el no
el no inóvulo
el no nonato
el noo
el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan
y nooan
y plurimono noan al morbo amorfo noo
no démono
no deo
sin son sin sexo ni órbita
el yerto inóseo noo en unisolo amódulo
sin poros ya sin nódulo
ni yo ni fosa ni hoyo
el macro no ni polvo
el no más nada todo
el puro no
sin no



Pedro Antonio de Alarcón

Al vino «Abolengo» de las bodegas de Misa (Jerez)

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Deténte Pasajero! Aquí reposa
el Adán de los vinos jerezanos,
padre de tantos ínclitos ancianos
como duermen en torno de su fosa.

¡Enterrado está el sol bajo esta losa!
Pero no se lo comen los gusanos,
sino que vida y alma los humanos
aun piden a su llama generosa.

«Abolengo» se llama aqueste vino,
y en cada gota concentrado encierra
de mil generaciones el destino...

Si las cuitas del mundo te hacen guerra,
cátalo media vez, ¡oh peregrino!
y jurarás que el cielo está en la tierra.



Pedro Antonio de Alarcón

La campana de agonía

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡La una!... ¡Paz a ti! -Todo reposa,
La noche aduerme al mundo... Mas yo velo,
dando en los libros a mi loco anhelo
pábulo ardiente y expansión briosa.

La voz de una campana pavorosa
cruza los aires con remoto vuelo...
Adiós de un alma que se eleva al cielo:
aye de un cuerpo que se hundió en la fosa.

Feliz mortal, que huyes de esta vida,
¿quién eres? ¿quién has sido? ¿qué has hallado
en el mundo que dejas? Tu partida,

¿a qué nueva región te ha encaminado?
¿Sombras o luz? ¿Comprendes algo ahora?
¡Ah! ¡Dime tú lo que este libro ignora!



José Ángel Buesa

epílogo

-- de José Ángel Buesa --

Di que mi amor ha muerto de una forma habitual,
aunque tú, por la espalda, le clavaste un puñal.
Lo enterraremos juntos, sin pesar ni alegría,
aunque yo sólo sepa que vive todavía.
Pero no intentes nunca remover esa fosa:
déjala abandonada; déjala silenciosa...
Pues si un día la abrieras, tu mano desleal
no hallaría otra cosa que tu propio puñal.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?
cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?
cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
¿Quién vendar a llorar?
¿quién en fin al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?



Antonio Machado

Amada, el aura dice...

-- de Antonio Machado --

Amada, el aura dice
tu pura veste blanca...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
El viento me ha traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
En las sombrías torres
repican las campanas...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
Los golpes del martillo
dicen la negra caja;
y el sitio de la fosa,
los golpes de la azada...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!



Antonio Machado

El hospicio

-- de Antonio Machado --

Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano,
el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas
en donde los vencejos anidan en verano
y graznan en las noches de invierno las cornejas.
Con su frontón al Norte, entre los dos torreones
de antigua fortaleza, el sórdido edificio
de agrietados muros y sucios paredones
es un rincón de sombra eterna. ¡El viejo hospicio!
Mientras el sol de enero su débil luz envía,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el día,
algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos,
a contemplar los montes azules de la sierra;
o, de los cielos blancos, como sobre una fosa,
caer la blanca nieve sobre la fría tierra,
sobre la tierra fría la nieve silenciosa...



Manuel Reina

El sauce y la flor

-- de Manuel Reina --

Al lado de la fosa
de la preciosa joven ha brotado
una encendida rosa;
y junto a la hermosura está enterrado
su amante enamorado.
Sobre esta tumba un sauce corpulento
su triste frente inclina,
y a veces, agitado por el viento,
besa la flor divina.



Rosalía de Castro

En la altura los cuervos graznaban

-- de Rosalía de Castro --

En la altura los cuervos graznaban,
Los deudos gemían en torno del muerto,
Y las ondas airadas mezclaban
Sus bramidos al triste concierto.

Algo había de irónico y rudo
En los ecos de tal sinfonía,
Algo negro, fantástico y mudo
Que del alma las cuerdas hería.

Bien pronto cesaron los fúnebres cantos;
Esparcióse la turba curiosa;
Acabaron gemidos y llantos
Y dejaron al muerto en su fosa.

Tan sólo a lo lejos, rasgando la bruma,
Del negro estandarte las orlas flotaron,
Como flota en el aire la pluma
Que al ave nocturna los vientos robaron.



Miguel Moreno

Reposo

-- de Miguel Moreno --

¡Me asusto de mí mismo!
¡Yo quisiera esconderme en un abismo
más profundo que el mar!
¿La fosa, el polvo inerte?...
¡Mi muerte no es remedio de su muerte;
ansío más, aún más!

Mi mal imponderable
pide de amor un piélago insondable;
pero éste, ¿en dónde está?...
¡Me arrastro, casi muerto,
en tu costado, por mi dicha, abierto,
Jesús, a descansar!...



Juan Ramón Molina

Postrera súplica

-- de Juan Ramón Molina --

Si muero joven; si el dolor me mata
y en la terrible fosa me derrumba,
te ruego que no vayas, dulce ingrata,
con otro amante a visitar mi tumba;
porque al sentir vuestros iguales pasos
romper la paz que para siempre anhelo,
levantaré los descarnados brazos
para pedirle que me vengue al cielo.



Juana de Ibarbourou

vida garfio

-- de Juana de Ibarbourou --

Amante: no me lleves, si muero al camposanto
a flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente

a flor de tierrra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo se que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que seimpre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raices vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados.



Julio Flórez

A un niño (Flórez)

-- de Julio Flórez --

Poem

Dime, niño adorado de los labios de rosa, de ojos grandes y verdes como el verde del mar: De qué estrella caíste y en qué trágica fosa: Tan bello eres que, al verte, dan ganas de llorar.

Tal vez porque al mirarte con tan hondo cariño, pienso en el mal del mundo, pienso en tu porvenir ¡Los niños tan hermosos como tú, dulce niño, no debieran ser hombres, se debieran morir.



Julio Flórez

Boda negra

-- de Julio Flórez --

Poem

Oye la historia que contome un día el viejo enterrador de la comarca: Era un amante a quien por suerte impía, su dulce bien le arrebató la Parca.

Todas las noches iba al cementerio a visitar la tumba de la hermosa; la gente murmuraba con misterio: Es un muerto escapado de la fosa.

En una horrible noche hizo pedazos el mármol de la tumba abandonada, cavó la tierra y se llevó en sus brazos el rígido esqueleto de la amada.

Y allá en su triste habitación sombría, de un cirio fúnebre a la llama incierta, sentó a su lado la osamenta fría y celebró sus bodas con la muerta.

Ató con cintas los desnudos huesos, el yerto cráneo coronó de flores, la horrible boca le cubrió de besos y le contó sonriendo sus amores.

Llevó la novia al tálamo mullido, se acostó junto a ella enamorado, y para siempre se quedó dormido al esqueleto rígido abrazado.



Julio Flórez

Es media noche

-- de Julio Flórez --

Poem

Es media noche. En medio del recinto está solo el cadáver de la hermosa y en la pared, desmantelada y fría, de su cara proyéctase la sombra.

El seductor se acerca, y en los labios del cadáver aquel su labio posa; y en la pared, sobre la sombra aquella, hace lo mismo su callada sombra.

Y murmura: —Quizás mañana mismo, cuando yo ruede a la profunda fosa, como en esa pared en el infierno se besarán nuestras malditas sombras!



Julio Flórez

Fue en tiempo de borrascas...

-- de Julio Flórez --

Poem

Fuë en tiempo de borrascas, en una selva oscura bajo una vieja acacia, somnífera y hojosa; tus grandes ojos verdes sufrían la tortura quemante de los besos de mi boca golosa: Tus ojos, impregnados de miedo y de ternura, tus ojos, esmeraldas que me robó la fosa!

Se ennegrecía el cielo; ¡cómo olvidar las horas que pasaron entonces, cuando en mis brazos presa, al morderte los labios —no másque me devoras!— decías, y agregabas: —me has hecho sangre!besa más pasito!— y sangraban como picadas moras tus labios, ¡ay!...Rubíes que me robó la huesa.

Después, lloraste muchoLa borrasca rugía; de pronto vibró un trueno y —¿oyes cómo retumba la voz de Dios? —dijiste, y agregaste: —¡alma mía! es que el cielo indignado sobre mí se derrumba! ¡Perdón! ¡Perdón! —yo en tanto tus lágrimas bebía, tus lágrimas, diamantes que me robó la tumba!



Francisco Sosa Escalante

A Juárez

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sombra del héroe que el mejor escudo
Fué del Anáhuac, y esplendente gloria,
Cuando esquiva mostróse la victoria
De la invasión ante el empuje rudo,

A tu excelsa mansión llegue el saludo
De eterna gratitud, que á tu memoria
Un pueblo eleva al repasar tu historia
Que el negro olvido sepultar no pudo.

La noble juventud y sus mayores,
Tu fosa que es altar bendito y santo
De Patria y Libertad, cubren de flores;

Te ofrece el bardo su armonioso canto,
Plácida niñez dice tus loöres
Y la fama te da su regio manto.



Francisco Sosa Escalante

En el panteón (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

En vano el triste funeral tañido
Con que puebla los aires la campana,
Convoca á la oración; corre liviana
La humanidad tras el placer mentido.

Allí en las tumbas, cuanto sér querido
Embellece la vida y la engalana,
El esposo, y los padrrs, y la hermana,
Duermen el sueño del eterno olvido.

Los cirios arden, y de hermosas flores
Se cubren los sepulcros, y ostentosa
Se mira á la riqueza en los mejores.

Mas nadie llora aquí; solo en la fosa
Del fruto angelical de sus amores
Raudales vierte madre cariñosa.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo XIII

-- de Francisco Villaespesa --

Todas las noches a la cita vienes,
no sé de dónde, lívido el semblante
los cabellos pegados a las sienes,
cual los cabellos de un agonizante.
Descorres las cortinas, y te paras
en el umbral, inmóvil, silenciosa,
llena de tierra, como si acabaras
de alzarte de las piedras de tu fosa.
Ni a respirar ante tu faz me atrevo,
y en tan profundos éxtasis me sumo,
que ni siquiera las pestañas muevo...
Mi ilusión se conforma con mirarte
temiendo que, cual ráfaga de humo,
pudiera con mi aliento disiparte.



José Asunción Silva

estrellas fijas

-- de José Asunción Silva --

Cuando ya de la vida
el alma tenga, con el cuerpo, rota,
y duerma en el sepulcro
esa noche, más larga que las otras,
mis ojos, que en recuerdo
del infinito eterno de las cosas,
guardaron sólo, como de un ensueño,
la tibia luz de tus miradas hondas,
al ir descomponiéndose
entre la oscura fosa,
verán, en lo ignorado de la muerte,
tus ojos, ... Destacándose en las sombras.



José Asunción Silva

Estrellas fijas (Asunción)

-- de José Asunción Silva --

Cuando ya de la vida
el alma tenga, con el cuerpo, rota,
y duerma en el sepulcro
esa noche, más larga que las otras,

mis ojos, que en recuerdo
del infinito eterno de las cosas,
guardaron sólo, como de un ensueño,
la tibia luz de tus miradas hondas,

al ir descomponiéndose
entre la oscura fosa,
verán, en lo ignorado de la muerte,
tus ojos, ... Destacándose en las sombras.



Ramón López Velarde

un lacónico grito...

-- de Ramón López Velarde --

Un lacónico grito...
Yo te digo: «alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males».
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.
Mi corazón te dice: «rosa intacta,
vas dibujada en mí con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo».
Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.
Siempre que inicio un vuelo
por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.
Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



Ramón López Velarde

Un lacónito grito

-- de Ramón López Velarde --

Yo te digo: "Alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males."
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.

Mi corazón te dice: "Rosa intacta,
vas dibujada en mi con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo."

Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.

Siempre que inicio un vuelo por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.

Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



Rosario de Acuña

La muerte (Acuña)

-- de Rosario de Acuña --

¿Es dormir sin ensueños y en la hundida
fosa quedar en eternal reposo?
O ¿es despertar del sueño pavoroso
que el hombre llama, en sus delirios, vida?

La obra del alma ¿quedará perdida,
deshecha, en el abismo tenebroso?
O ¿tendrá su empezar esplendoroso
cuando sintamos la postrera herida?

¡Qué importa lo que fuere! Si es el sueño
sin ensueño, el no ser, dormir sin tasa...
¡Es posible lograr mayor ventura!

Y si es el despertar del triste ensueño
del vivir terrenal, que al alma abrasa...
¡Hay dicha más gloriosa y más segura!



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