Buscar Poemas con Floreciente


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Se han encontrado 7 poemas con la palabra floreciente

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Alberto Lista

La ausencia

-- de Alberto Lista --

Nace la aurora y el hermoso día
brilla de rojas nubes coronado;
en mi pecho, de penas abrumado,
la sonrosada luz es noche umbría.

De las aves la plácida armonía
es para mí graznido malhadado,
y estruendo ronco y son desconcertado
el blando ruido de la fuente fría.

Brotan rosas el soto y la ribera;
para mí solo, triste y dolorido,
espinas guarda el mayo floreciente.

Que esta es, oh niño dios, tu ley primera;
no hay mal para el amor correspondido,
no hay bien que no sea mal para el ausente.

Poema La ausencia de Alberto Lista con fondo de libro

Juan de Tassis y Peralta

bellísima sirena deste llano

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Estrella superior de esfera ardiente,
animado cometa floreciente,
con rayos negros serafín humano;
sol que a la lumbre de tu luz en vano
resistir puede el lince más valiente,
fénix que, peregrina, únicamente
logra región de cluma soberano.
Aunque la envidia exhale los alientos
de tu veneno, el mérito seguro
luce en símbolo claro de constancia.
Revuélvanse ambiciosos elementos,
que el cielo es siempre cielo, siempre puro,
y accidentes no alteran su sustancia.

Poema bellísima sirena deste llano de Juan de Tassis y Peralta con fondo de libro

Gabino Alejandro Carriedo

ite misa est

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Becerro herido
la sangre del agnus dei
qui tollis pecata mundi.
Sus blandos ojos hondos musitan
plegarias
miserere nobis.
Sus manos blancas se asemejan
al ruido de las lianas
miserere nobis.
Su linda boca tierna informe
recuerda el parto
miserere nobis.
Su alegre piel peluda
se parece al almendro floreciente
ome nobis pacem.
Noble becerro herido
vientre desventrado
tonto cordero defenestrado.
Oh el agnus dei pecata
qui tollis mundi,
plegaria o ruido de lianas.
El agnus pecata dei
mundi en el parto
tuerce la boca informe.
El mundi qui tollis agnus
como piel del almendro
miserere pacem.
Y ahora nobis afonía
de malherido animal
que algún día lloraremos.

Poema ite misa est de Gabino Alejandro Carriedo con fondo de libro

Marcelino Menéndez y Pelayo

Soneto-dedicatoria

-- de Marcelino Menéndez y Pelayo --

A ti, de ingenio y luz raudal hirviente,
De las helenas Gracias compañera,
De mis cantos daré la flor primera:
Gane hermosura al adornar tu frente.

No de otro modo en bosque floreciente
Rudo y sin desbastar el leño espera,
O el mármol encerrado en la cantera,
El sabio impulso de escultor valiente.

Llega el artista, y la materia rinde;
Levántase a forma vencedora
Del mármol que el cincel taja y escinde.

Corra, en la piedra, de la vida el río;
Tú serás el cincel, noble Señora,
Que labre el mármol del ingenio mío.



Fernando de Herrera

Probó atento el artífice dichoso

-- de Fernando de Herrera --

Probó atento el artífice dichoso
a la imagen impresa y forma pura
hacer no inferior la hermosura,
por quien Betis va al piélago pomposo.

La gracia dio, dio el resplandor hermoso
que en la nieve la púrpura figura,
lumbre que a la tiniebla vence oscura,
mas que todos osado y temeroso;

pero la majestad de la belleza
tierna, y serena gloria de la frente,
y ojos dulces do el blando amor se cría,

no pudo, y justo fue que su rudeza
vuestra beldad no alcance floreciente,
sola entre tantas, ¡oh ínclita María!



Carlos Pellicer

soneto

-- de Carlos Pellicer --

A un amigo incomparable, regalándole un reloj
el tiempo que nos une y nos divide
frutal nocturno y floreciente día
hoy junto a ti, mañana lejanía,
devora lo que olvida y lo que pide.
Cuidar en él lo que al volar descuide
será internarse en su relojería;
y minuto a minuto y día a día,
sin quererlo, aunque poco, nos olvide.
Olvidados del tiempo, esos instantes,
serán de eternidad; los deslumbrantes
momentos del instante de lo eterno.
Junio en tus manos su belleza afina;
el otoño es su dócil subalterno.
Tiempo y eternidad tu alma combina.



Clemente Althaus

A las orillas del mar

-- de Clemente Althaus --

A***

Ven conmigo a la playa tranquila,
mientras tiende la tarde su velo:
¿No parece camino del cielo
la dormida llanura del mar,
y que el cielo, cual margen opuesta,
de la mar la llanura termina?
¿No parece que a playa divina
azul senda nos puede llevar?
¡Quién pudiera en blandísima nave,
por aligeras brisas llevada,
arribar a celeste ensenada,
floreciente de eterno verdor!
¡Quién allí donde vive perenne
el afecto del alma serena,
a la ley de mudanza terrena
quién pudiera arrancar nuestro!



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