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-- de Carolina Coronado --
De tus ojos, bella flora,
muy bella será la llama,
cuando aquí llega la fama
de su brillo y su beldad,
y cuando yo desdeñando
de la envidia los enojos,
la hermosura de tus ojos
celebro en mi soledad.
Yo declaro, aunque no he visto
la belleza de tu cara,
que ninguna estrella clara
tiene tanto resplandor,
y que el mismo sol ardiente
con tener matices rojos,
si se presentan tus ojos
pierde al mirarte el color.
Y yo sin verte declaro,
por solo presentimiento,
que eres de gracias portento,
un tesoro de bondad,
y que faltando a mi mente
una musa protectora,
invoco en mis versos, flora,
por numen a tu deidad.
¡Ay! yo quisiera decirte
cuánto tu rostro merece...
Pero, flora, son ya trece
los álbumes que hoy firmé;
y de mi numen escaso
gasté tantos consonantes,
que las perlas y brillantes
de su tesoro agoté.
¡Ojalá que tú primero
me dieras el álbum, flora,
y no me encontrara ahora
tan exhausta para ti!;
mas tú serás la postrera
ya que la suerte lo quiere;
para los álbumes muere
quien pone su firma aquí.
Poema "en el álbum de una dama para la cual se pidan elogios sin conocerla" de Carolina Coronado
-- de Jacinto de Salas y Quiroga --
La indiferente y bella Flora
del amor ciego se burlaba,
sin experiencia a toda hora
la pobrecilla así cantaba:
«No temo, amor, tu poderío,
a pesar de toda tu saña,
libre seré de tu albedrío;
tu buena cara no me engaña».
«Me lo han dicho mis compañeras,
los hombres son muy inconstantes;
si con ellos somos severas
suelen mostrarse muy amantes;
si nos rendimos, los bribones
nos abandonan cruelmente;
¡ay! Quien se fía de tal gente
merece males a millones».
Pero el amor lo vence todo,
y a su poder se rindió Flora;
pronto, humilde, y de mejor modo
así cantaba a toda hora:
Amor, me rindo... ¡Qué dulzura
sobre mi pecho has esparcido!
¡Por qué tan tarde he conocido
tu dulce imperio y mi locura!
Poema "La indiferente (Salas y Quiroga)" de Jacinto de Salas y Quiroga
-- de Alfonso Reyes --
Florit, la primavera se desborda
y vuelca flora el azafate henchido,
y la naturaleza en cada nido
lanza un temblor y hace la vista gorda,
¿qué pasa entonces, cuando el viento asorda
y el campo es todo asombro y todo ruido,
y aun el más recatado y retraído
toma el alma y la echa por la borda?
¿qué arcaico rito o gresca dionisíaca,
que endiablada, o mejor, paradisiaca
celebración de las celebraciones?
es que el poeta cumple el mandamiento:
hacer razones con el sentimiento
y dar en sentimiento las razones.
Poema "a eugenio florit" de Alfonso Reyes
-- de Lope de Vega --
De la abrasada eclíptica que ignora
intrépido corrió las líneas de oro
mozo infeliz, a quien el verde coro
vió sol, rayo tembló, difunto llora.
Centellas, perlas no, vertió el aurora,
llamas el pez austral, bombas el toro,
etnas la nieve del Atlante moro,
la mar incendios y cenizas Flora.
Así me levanté, y a la presencia
llegué de un sol; así también me asombra
cayendo en noche eterna de su ausencia.
Así a los dos el Po Faetontes nombra,
pero muertos con esta diferencia,
que él quiso ser el sol y yo la sombra.
Poema "De la abrasada eclíptica que ignora" de Lope de Vega
-- de Góngora --
Raya, dorado Sol, orna y colora
del alto monte la lozana cumbre,
sigue con agradable mansedumbre
el rojo paso de la blanca Aurora;
suelta las riendas a Favonio y Flora,
y usando al esparcir tu nueva lumbre
tu generoso oficio y real costumbre,
el mar argenta, las campañas dora,
para que de esta vega el campo raso
borde, saliendo Flérida, de flores;
mas si no hubiere de salir acaso,
ni el monte rayes, ornes ni colores,
ni sigas de la Aurora el rojo paso,
ni el mar argentes ni los campos dores.
Poema "Raya, dorado Sol, orna y colora" de Góngora
-- de Manuel de Zequeira --
Rompe en oriente sus prisiones Eolo,
Tiende sus alas, y con blando aliento
Bate en la concha del neptúneo carro
Lleno de Pompa.
Siguen su rumbo los tritones, siguen
Cándidas ninfas sus etéreos pasos
Liras templando de cristal sonoro
Dulces sirenas.
Bajo sus alas el campeón ibero
Llega a regiones peregrinas donde
Guarda su gloria y su memoria el ancho
Valle de Otumba.
Sobre tapices de esmeralda Ceres
Dulces placeres con Pomona parte
Cuando reparte la risueña brisa
Gratos aromas.
Puesto a la sombra del abeto, entonces
Oigo los mirtos y laureles santos
Cómo conversan con el aire, y cómo
Flora se anima.
La ave de Venus con amante pico
Llama al consorte de su nido ausente,
Dando al ambiente el parabién, y dando
Tiernos arrullos.
Todo se mueve con festivo enlace,
Driades y Faunos en sus verdes templos
Danzan los unos, y los otros tocan
Rudos silbatos.
Cuando tú soplas oh sagrada brisa,
Todo revive con tu aliento, y cuando
Vienes se alegra la fecunda en oro
Tórrida zona.
Poema "A la brisa" de Manuel de Zequeira
-- de César Vallejo --
Esta vez, arrastrando briosa sus pobrezas
al sesgo de mi pompa delantera,
coteja su coturno con mi traspié sin taco,
la primavera exacta de picotón de buitre.
La perdí en cuanto tela de mis despilfarros,
juguéla en cuanto pomo de mi aplauso;
el termómetro puesto, puesto el fin, puesto el gusano,
contusa mi doblez del otro tia,
aguardéla al arrullo de un grillo fugitivo
y despedía uñoso, somático, sufrido.
Veces latentes de astro,
ocasiones de ser gallina negra,
entabló la bandida primavera
con mi chusma de aprietos,
con mis apocamientos en camisa,
mi derecho soviético y mi gorra.
Veces las del bocado lauríneo,
con símbolos, tabaco, mundo y carne,
deglusión translaticia bajo palio,
al són de los testículos cantores;
talentoso torrente el de mi suave suavidad,
rebatible a pedradas, ganable con tan sólo suspirar...
Flora de estilo, plena,
citada en fangos de honor por rosas auditivas...
Respingo, coz, patada sencilla,
triquiñuela adorada... Cantan... Sudan...
Poema "primavera tuberosa" de César Vallejo
-- de Diego de Torres Villarroel --
Nace el sol derramando su hermosura,
pero pronto en el mar busca el reposo,
¡oh condición instable de lo hermoso,
que en el cielo también tan poco dura!
Llega el estío, y el cristal apura
del arroyo que corre presuroso;
mas, ¿qué mucho, si el tiempo, codicioso
de sí mismo, tampoco se asegura?
Que hoy eres sol, cristal, ángel, aurora,
ni lo disputo, niego, ni lo extraño;
mas poco ha de durarte, bella Flora;
que el tiempo, con su curso y con su engaño,
ha de trocar la luz que hoy te adora
en sombras, en horror y en desengaño.
Poema "A una dama (Torres Villarroel)" de Diego de Torres Villarroel
-- de Dionisio de Solís --
Canta blanco palomo, y de la aurora
el róseo carro con ti acento llama;
que atenta escucha en la mullida cama
la esposa a quien tu cántico enamora.
Canta y anuncia la estación de Flora
y el delicioso incendio que te inflama,
mientras sentado en la frontera rama
otro palomo solitario llora.
¡Felice tú que puedes con tu canto
al alma penetrar por el oído
del ave amante en que tu bien se funda!
Y ¡mísero de mí, que la triste llanto
en que a solas me miras consumido,
sin fruto el rostro y sin cesar me inunda!
Poema "Canta blanco palomo" de Dionisio de Solís
-- de Manuel José Othón --
Oid la campanita, cómo suena,
el toque del clarín, cómo arrebata,
las quejas en que el viento se desata
y del agua el rodar sobre la arena.
Escuchad la amorosa cantilena
de favonio rendido a flora ingrata
y la inmensa y divina serenata
que pan modula en la silvestre avena.
Todo eso hay en mis cantos. Me enamora
la noche; de los hombres soy delicia
y paz, y entre los árboles cubierto,
sólo yo alcé mi voz consoladora,
como una blanda y celestial caricia,
cuando jesús agonizó en el huerto.
Poema "el ruiseñor" de Manuel José Othón
-- de Pedro Soto de Rojas --
Tras el desdén de las que argenta escamas,
goza el amante del vellón que dora;
pasó el rigor del yelo y ya de Flora
es el campo galán en mil retamas.
El pajarillo entre las dulces ramas
corresponde a la voz que le enamora;
el tierno amante, aljófar del aurora,
blancas flores abraza y verdes gramas.
¡Oh, todos venturosos amadores,
a quien asignan los piadosos cielos,
para un rigor, sin número favores!
¿Cuándo saldrá mi sol de tantos yelos?
¿Cuándo se oirá esta voz? ¿Cuándo habrá flores?
¿Cuándo tendrán reposo mis desvelos?
Poema "Envidia dulce" de Pedro Soto de Rojas
-- de Pedro Soto de Rojas --
Saca, Genil, de tu nevada gruta
los corvos cuernos de cristal luciente;
alza con los remansos la corriente
y echa la vista en tu ribera enjuta:
a Flora en flores y a Pomona en fruta
coronando verás tu anciana frente,
y a la ninfa que es menos obediente
tus pies besando, humilde más que astuta.
En tu arena verás mi ingrata hermosa,
pomposa causa de tu honor florido,
y dirásle mi herida lastimosa.
Mi herida... Y guarda si te niega oído:
del pie veloz la estampa rigurosa
será consuelo de mi amor perdido.
Poema "Lisonjea al Genil porque tercie en su amor" de Pedro Soto de Rojas
-- de Juan Bautista Aguirre --
En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuanto en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz altiva.
De nacarado incendio es llama viva
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.
Rosas, escarmentad: no presurosas
anheléis a este ardor, que si autoriza,
aniquila también el sol, ¡oh rosas!
Naced y vivir lentas; no en la prisa
os confundáis, floridas mariposas,
que es anhelar arder, buscar ceniza.
II
De púrpura vestida ha madrugado
con presunción de sol la rosa bella,
siendo sólo una luz, purpúrea huella
del matutino pie de astro nevado.
Más y más se enrojece con cuidado
de brillar más que la encendió su estrella,
y esto la eclipsa, sin ser ya centella
que golfo de la luz inundó al prado.
¿No te bastaba, oh rosa, tu hermosura?
Pague eclipsada, pues, tu gentileza
el mendigarle al sol la llama pura;
y escarmienta la humana en tu belleza,
que si el nativo resplandor se apura,
la que luz deslumbró para en pavesa.
Poema "A una rosa (Aguirre)" de Juan Bautista Aguirre
-- de Juan de Arguijo --
Vierte alegre la copia en que atesora
Bienes la primavera, da colores
Al campo y esperanza á los pastores
Del premi ode su fe la bella Flora;
Pasa ligero el sol adonde mora
El cancro abrasador, que en sus ardores
Destruye campos y marchita flores,
Y el orbe de su lustre descolora;
Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
Adornar Baco de sus dones quiere;
Luego el invierno en su rigor se extrema.
¡Oh variedad comun, mudanza cierta!
¿Quién habrá que en sus males no te espere?
Quién habrá que en sus bienes no te tema?
Poema "Las estaciones (Arguijo)" de Juan de Arguijo
-- de Gutierre de Cetina --
Cual en la deseada primavera
suelen venir a nos favonio y flora,
cual se suele mostrar la bella aurora
ante el rector de la celeste esfera,
cual en aquella dulce edad primera
diana en selva se mostró a deshora,
tal vos, excelentísima señora,
parecéis a este pueblo que os espera.
Alégrate hora, pues, liguria mía,
que si grande ocasión para gozarte
deseabas hallar, hoy es el día.
Si de dolor te queda alguna parte,
sea por no haber visto en compañía
de la nueva diana el nuevo marte.
Poema "a la marquesa del vasto" de Gutierre de Cetina
-- de Gutierre de Cetina --
De menalca pastor la ninfa flora
lloraba el duro caso extraño y fuerte,
y del hermoso rostro, ¡ay, dura suerte!
las rosas escurece y descolora.
Ya se hace llorar, ya vuelve y llora
y en gruesas perlas su llorar convierte,
ya queda muerta y fría, y si la muerte
la deja respirar, dice algún hora:
«parca si de mi bien te enamoraste,
cortarás de mi vida el hilo incierto,
gozarás del pastor, yo del engaño.
»Mas, ¡ay!, qué digo yo que no acertaste:
que por matarle a él, a mí me has muerto;
el golpe has hecho en él, yo siento el daño».
Poema "a una dama que lloraba un su servidor muerto" de Gutierre de Cetina
-- de Andrés Bello --
Nunca más bella iluminó la aurora
de los montes el ápice eminente
ni el aura suspiró más blandamente,
ni más rica esmaltó los campos Flora.
Cuanta riqueza y galas atesora,
hoy la Naturaleza hace patente,
tributando homenaje reverente
a la deidad que el corazón adora.
¿Quién no escucha la célica armonía
que con alegre estrépito resuena
del abrasador sur al frío norte?
¡Oh Juana! Gritan todos a porfía;
jamás la Parca triste, de ira llena,
de tu preciosa vida el hilo corte.
Poema "A un artista (Bello)" de Andrés Bello
-- de Antonio Machado --
Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.
........................................
Como sonreía la rosa mañana,
al sol del oriente abrí mi ventana;
y en mi triste alcoba penetró el oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.
Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfumes de rosas, doblar de campanas...
Doblar de campanas lejanas, llorosas,
süave de rosas aromado aliento...
...¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
......................................
Pregunté a la tarde de abril que moría:
—¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonrió: —La alegría
pasó por tu puerta-y luego, sombría—:
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.
Poema "Era una mañana y abril sonreía" de Antonio Machado
-- de Medardo Ángel Silva --
Vimos los laberínticos senderos interiores
—ideas como larvas y monstruos roedores—:
toda la fauna y flora que nutren el Espanto
y la Locura...
El aire sabía a sangre y llanto.
Y llegamos al círculo postrer de condenados,
y yo dije:
—Maestro: ¿y esos puños crispados?
¡Y esos ojos de vértigo cuya mirada brilla
como la del felino que guarda su caverna?
¿Y aquella faz exangüe de fiebre y pesadilla?...
Y Él: —Es un buscador de la Verdad Eterna.
Poema "Fragmento inédito de La divina comedia" de Medardo Ángel Silva
-- de Fernando de Herrera --
Sol, que con alas de oro vas luciente,
y al Euro tu primer ardor colora,
mostrando al blanco cerco de la aurora
la fogosa corona y roja frente;
cuando el ondoso claustro de occidente
entrares, donde reina alegre Flora,
si la luz que esté ausente amante adora
vieres, lleva esta triste voz doliente:
«Después que vos dejé, mis bellos ojos,
y en puras perlas hebras enlazadas,
la noche oscureció al sereno día;
el bien me falta, y sobran los enojos,
y en horas de tristeza mal contadas
ningún lugar me queda de alegría».
Poema "Sol, que con alas de oro vas luciente" de Fernando de Herrera
-- de Francisco de Quevedo --
Más de bronce será que tu figura
quien la mira en el bronce, si no llora,
cuando ya el sentimiento, que te adora,
hará blando al metal la forma dura.
Quiere de tu caballo la herradura
pisar líquidas sendas, que la aurora
a su paso perfuma, donde flora
ostenta varia y fértil hermosura.
Dura vida con mano lisonjera
te dio en florencia artífice ingenioso,
y reinas en las almas y en la esfera.
El bronce, que te imita, es virtuoso.
¡Oh cuánta de los hados gloria fuera,
si en años le imitaras numeroso!
Poema "parnaso español 2" de Francisco de Quevedo
-- de Francisco de Quevedo --
Aquella frente augusta que corona
cuanto el mar cerca, cuanto el sol abriga
(pues lo que no gobierna lo castiga
dios con no sujetarlo a su persona),
pudo, vistiendo a flora y a pomona,
mandar que el tiempo sus colores siga,
haciendo que el invierno se desdiga
de los yelos y nieves que blasona.
Pudo al sol que a diciembre volvió mayo
volverle, de envidioso, al occidente,
la luz con ceño, el oro con desmayo.
Correr galán y fulminar valiente
pudo; la caña en él, ser flecha y rayo;
pudo lope cantarle solamente.
Poema "parnaso español 19" de Francisco de Quevedo
-- de José Cadalso --
Ya no verán, ¡oh tormes!,
tus áridas orillas
los manes de galeno
y del estagirita.
Alza la anciana frente
tanto tiempo oprimida,
y esparce por el campo
desde hoy jovial la vista.
¿No ves como se acercan
con música festiva
a tus arenas sacras
el gusto y la alegría?
en torno de ellas vuelan
los juegos y las risas,
cerca vienen las musas,
del gran febo seguidas.
En medio de aquel coro,
¿no ves cómo camina
un joven, de quien tiene
ganímedes envidia?
¿no escuchas que al acento
de su süave lira
las nueve musas cantan
y el verde prado pisan?
para adornar sus sienes
y cabellos, que brillan
más que el oro, tributo
de las lejanas indias,
tejiendo van guirnaldas;
y de flora las ninfas,
para traer las flores,
van y vienen a prisa.
Pues ese mismo joven
es por quien tus orillas
verán llegar las gracias,
el gusto y la alegría,
huyendo de sus voces
y célica armonía
los manes de galeno
y del estagirita.
-- de José Cadalso --
Ya veis cuál viene, amantes, mi pastora
de bulliciosos céfiros cercada,
la rubia trenza suelta, y adornada
por sacras manos de la misma flora.
Ya veis su blanco rostro que enamora
su vista alegre y sonreír que agrada
su hermoso pecho, celestial morada
del corazón a quien el mío adora.
Oís su voz, y el halagüeño acento;
y al ver y oír que sólo a mí me quiere,
con envidia miráis la suerte mía.
Ni veis ni oís el mísero tormento
con que mil veces su rigor me hiere,
la envidia en compasión se trocaría.
Poema "idilio anacreóntico a batilo I" de José Cadalso
-- de José Cadalso --
Ya no verán, oh tormes,
tus áridas orillas
los manes de galeno
y del estagirista.
Alza la anciana frente
tanto tiempo oprimida,
y esparce por el campo
desde hoy jovial la vista.
¿No ves como se acercan
con música divina
a tus arenas sacras
el gusto y la alegría?
en torno de ellas vuelvan
los juegos y las risas,
cerca vienen las musas,
del gran febo seguidas.
En medio de aquel carro,
¿no ves cómo camina
un joven, de quien tiene
ganímedes envidia?
¿no escuchas que al acento
de su süave lira
las nueve musas cantan
y el verde prado pisan?
para adornar sus sienes
y cabellos que brillan
más que el oro que llega
de las lejanas indias,
tejiendo van guirnaldas;
y de flora las ninfas
para tejerle flores
van y vienen a prisa.
Pues ese mismo joven
es por quien tus orillas
verán llegar las gracias,
el gusto y la alegría,
huyendo de sus voces
y célica armonía
los manes de galeno
y del estagirista.
Poema "idilio anacreóntico a batilo II" de José Cadalso
-- de José Cadalso --
Ya veis cual viene, amantes, mi pastora
de bulliciosos céfiros cercada,
la rubia trenza suelta, y adornada
por manos sacras de la misma Flora.
Ya veis su blanco rostro que enamora;
su vista alegre y sonreír que agrada,
su hermoso pecho, celestial morada
del corazón a quien el mío adora.
Oís su voz y el halagüeño acento
y al ver y oír que sólo a mí me quiere,
con envidia miráis la suerte mía.
Mas si vierais el mísero tormento
con que mil veces su rigor me hiere
la envidia en compasión se trocaría.
Poema "Ya veis cual viene, amantes, mi pastora" de José Cadalso
-- de José de Diego --
A una coqueta
una leyenda, tu azarosa vida;
tu espíritu voluble, una dolora;
tu boca un madrigal es que atesora
la dulzura en sus frases escondida.
Es de tu frente la risueña aurora
idilio tierno que al amor convida
y en tu faz palpitante y encendida
una égloga de flores puso flora.
De una armonía celestial emblema,
tienen tus ojos la cantante llama
que alumbre y da la inspiración suprema.
¡Y todo en ti es poesía y todo ama!
¡y no eres un magnifico poema
porque eres un magnifico epigrama!
Poema "arte poética" de José de Diego
-- de José Eustasio Rivera --
Grabando en la llanura las pisadas,
y ambos, uncida al yugo la cabeza,
dos bueyes de humillada fortaleza
pasan ante las tímidas vacadas.
Por el pincho las pieles torturadas
fruncen con una impávida entereza;
y al canto del boyero, con tristeza
revuelven las pupilas agrandadas.
Mientras flora la rueda, el correaje
chirría en los cuernos, y la ruta queda
bordada, a trechos, de espumoso encaje;
y ellos, bajo el topacio vespertino,
parecen en la errante polvareda
dos tardas pesadumbres del camino.
Poema "grabando en la llanura" de José Eustasio Rivera
-- de Ricardo Güiraldes --
Es un camino. Debe ser en Grecia vieja.
Para un lado, va el valle enriqueciendo su flora, para el otro, la tierra, árida, se enferma. Son el lado del campo; el lado del pueblo.
Algo: dos sombras, dos almas, corren en dirección opuesta.
Con pequeño esfuerzo vese mejor.
El que viene del campo, es un viejo; va despacio y parece llevar una carga. El que sale al campo es joven, va rápidamente y algo parece aletear entre sus brazos.
Al encontrarse el muchacho, impaciente, habla primero:
-¿Qué llevas, viejo, que tanto te encorva?
-Siete verdades llevo, que he arrancado a mi alma para dar al mundo.
Y a su vez pregunta:
-Y tú ¿qué llevas que caminas tan alado?
-Una belleza llevo, que he arrancado al mundo, para dar a mi alma.
Ambos siguen sus caminos diferentes; el viejo, los ojos bajos, el paso lento; el muchacho, la frente alta, el correr ligero. Uno pensando, el otro sintiendo.
Más el viejo, cansado, descarga sus verdades, y un momento se vuelve para mirar al muchacho, cuya mancha vivaz va empequeñeciéndose hacia el horizonte.
Buenos Aires, 1918.
Poema "Siete verdades y una belleza" de Ricardo Güiraldes