Buscar Poemas con Fines


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Amado Nervo

Mi verso

-- de Amado Nervo --

Querría que mi verso, de guijarro,
en gema se trocase y en joyero;
que fuera entre mis manos como el barro
en la mano genial del alfarero.

Que lo mismo que el barro, que a los fines
del artífice pliega sus arcillas,
fuese cáliz de amor en los festines
y lámpara de aceite en las capillas;

que, dócil a mi afán, tomase todas
las formas que mi numen ha soñado,
siendo alianza en el rito de las bodas,
pastoral en el índex del prelado;

lima noble que un grillo desmorona
o eslabón que remata una cadena,
crucifijo papal que nos perdona
o gran timbre de rey que nos condena;

que fingiese a mi antojo, con sus claras
facetas en que tiemblan los destellos,
florones para todas las tiaras
y broches para todos los cabellos;

emblemas para todos los amores,
espejos para todos los encantos
y coronas de astrales resplandores
para todos los genios y los santos.

Yo trabajo, mi fe no se mitiga,
y, troquelando estrofas con mi sello,
un verso acuñaré del que se diga:
Tu verso es como el oro sin la liga:
radiante, dúctil, poliforme y bello.

Poema Mi verso de Amado Nervo con fondo de libro

Jorge Riechmann

7

-- de Jorge Riechmann --

Nunca, jamás me vuelva a decir nadie
que el fin justifica los medios
o sintiéndolo mucho no respondo de mis fines
ni de mis medios
ni muchísimo menos de mis actos.
*
Cierto que hay ansias de pureza
neuróticas. Seguro
que lo son casi todas las ansias de pureza.
Pero no lo es menos que la mierda mancha.

Poema 7 de Jorge Riechmann con fondo de libro

Emilio Bobadilla

Derroche nocivo

-- de Emilio Bobadilla --

Millones y millones derrochas en cañones
—¡con qué placer te aprestas a matar al vecino!—
y en tus vicios derrochas millones y millones
porque naciste loco, criminal, libertino.

Haces el bien a gritos porque lo sepan todos;
en lo privado, injusto; en público, altruísta;
para lograr tus fines ¡qué variedad de modos!
y siéndolo, no quieres pasar por egoísta.

Las fachadas ¡qué limpias y lo interno qué sucio!
¿Por qué en engañarte y engañarnos te aferras,
tú, que invocas lo bueno de un Cristo o de un Confucio?

¡Cuánto de paradójico tu pensamiento tiene:
siempre tienes dinero para vicios y guerras;
nunca tienes dinero para escuelas e higiene!

Poema Derroche nocivo de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Pedro Salinas

versos 1237 a 1265

-- de Pedro Salinas --

Versos 1237 a 1265
lo que eres
me distrae de lo que dices.
Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.



Juan Ramón Jiménez

con las rosas

-- de Juan Ramón Jiménez --

No, esta dulce tarde
no puedo quedarme;
esta tarde libre
tengo que irme al aire.
Al aire que ríe
abriendo los árboles,
amores a miles,
profundo, ondeante.
Me esperan las rosas
bañando su carne.
¡No me claves fines;
no quiero quedarme!



Evaristo Carriego

El suicidio de esta mañana

-- de Evaristo Carriego --

En medio del gentío ya no hay quien pueda
pasar, pues andan sueltos los pisotones
que han promovido algunas serias cuestiones
entre los ocupantes de la vereda.

En la puerta, un travieso chico remeda
la jerga de un vecino que a manotones
logró llegar al grupo de los mirones
que, una vez en el patio, formaran rueda.

Una buena comadre, casi afligida,
cuenta a una costurera muy vivaracha
que, a estar a lo que dicen, era el suicida

— un borracho perdido, según oyó
el marido de aquella pobre muchacha
que a fines de este otoño lo abandonó



Fernando de Herrera

Yerto y doblado monte, y tú, luciente

-- de Fernando de Herrera --

Yerto y doblado monte, y tú, luciente
río de mi zampoña conocido,
cuando de los pastores el gemido
canté y mi mal con cítara doliente;

si nunca en vuestra cima y pura fuente
de oír se deja mi dolor crecido,
y si por el camino que han seguido
otros, su afán llorando, voy presente,

dos bellos ojos y un semblante honesto
son causa; que cantar bien deseara
el principio y los fines de las cosas.

El tiempo a todo pone en ser perfeto;
espero pues -si me es la edad no avara-
mostrar cuán varias son y cuán hermosas.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 80

-- de Francisco de Quevedo --

Señor, si es el reinar se escupido,
y en tu cara lo muestran los escribas,
¿qué rey se librará de las salivas,
si las padece el hombre y dios ungido?
tan coronado estás como herido,
pues que tu frente suda venas vivas;
golpes y afrentas quieren que recibas,
y que des gloria al pueblo endurecido.
Llámante rey, y véndante los ojos,
hieren tu faz, y dicen que adivines,
y en tu sangre descansan sus enojos.
Si tal hacen con dios vasallos ruines,
¿en cuál corona faltarán abrojos?
¿qué cetro habrá seguro de estos fines?



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