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Se han encontrado 77 poemas con la palabra final

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Miguel Hernández

soneto final

-- de Miguel Hernández --

Soneto final
por desplumar arcángeles glaciales,
la nevada lilial de esbeltos dientes
es condenada al llanto de las fuentes
y al desconsuelo de los manantiales.
Por difundir su alma en los metales,
por dar el fuego al hierro sus orientes,
al dolor de los yunques inclementes
lo arrastran los herreros torrenciales.
Al doloroso trato de la espina,
al fatal desaliento de la rosa
y a la acción corrosiva de la muerte
arrojado me veo, y tanta ruina
no es por otra desgracia ni por otra cosa
que por quererte y sólo por quererte.

Poema soneto final de Miguel Hernández con fondo de libro

Juan Ramón Jiménez

cancioncillas intelectuales acción final (34 años y goethe)

-- de Juan Ramón Jiménez --

acción final
(34 años y goethe)
no sé con qué decirlo,
porque aún no está hecha
mi callada palabra.

Poema cancioncillas intelectuales acción final (34 años y goethe) de Juan Ramón Jiménez con fondo de libro

Julio Flórez

En el cementerio

-- de Julio Flórez --

Poem

Cuando todos se alejaron de la blanca tumba aquella, donde sola, muda y fría se quedaba ella ella!... La adorada muerta mía!

Al ver toda su hermosura para siempre desligada de mi vida y escondida en la callada sepultura,

con terrible voz, que aún oigo, grité: «Muerte despiadada! Dime, toda su belleza tornaráse en polvo? Dime, para el ser que implora y gime, al final qué queda entonces de esta trágica jornada!»

Pero nadie respondía; solo el eco repetía el final de aquella frase: nada! nada! nada! nada!

Poema En el cementerio de Julio Flórez con fondo de libro

Amado Nervo

predestinación

-- de Amado Nervo --

Para ciro b. Ceballos.
Grabó sobre mi faz descolorida
su mane thecel phares el dios fuerte,
y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un temor infinito de la muerte.
¿Ves cómo tiendo en rededor los ojos?
¡ay, busco abrigo con esfuerzos vanos...!
¡En medio de mi ruta, sólo abrojos!
¡al final de mi ruta, sólo arcanos!
¿qué hacer cuando la vida me repela
si la pálida muerte me acobarda?
digo a la vida: ¡sé piadosa, vuela...!
Digo a la muerte: ¡sé piadosa, tarda...!
¡Estaba escrito así! no más te afanes
por borrar de mi faz el torvo estigma;
impélenme furiosos huracanes,
y voy, entre los brazos de abrimanes,
a las fauces hambrientas del enigma.



Amado Nervo

ofrecimiento

-- de Amado Nervo --

Señor, tú regaste los campos de flores
que llenan el aire de aroma y frescor,
cubriste los cielos de inmensos fulgores
y diste a los mares su eterno rumor.
Doquier resplandece tu amor sin segundo;
la tierra proclama tu gloria doquier;
y en medio a esos himnos que brotan del mundo,
yo quiero elevarte mi voz de placer.
Nota: «esta composición debe ser la final» (amado nervo)



Amado Nervo

El celaje

-- de Amado Nervo --

¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!

¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.

Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.



Amado Nervo

En paz

-- de Amado Nervo --

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas.

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!



Lope de Vega

¿Será bien aguardar, cuerpo indiscreto

-- de Lope de Vega --

¿Será bien aguardar, cuerpo indiscreto,
al tiempo que, perdidos los sentidos
escuchen, y no entiendan los oídos,
por la flaqueza extrema del sujeto?
¿Será bien aguardar a tanto aprieto,
que ya los tenga el final hielo asidos,
o en la vana esperanza divertidos,
que no siendo virtud no tiene efeto?
¿Querrá el jüez entonces ser piadoso?
¿Admitirá la apelación, si tiene
tan justas quejas, y es tan poderoso?
Oh vida, no aguardéis que el curso enfrene
el paso de la muerte riguroso:
que no es consejo el que tan tarde viene.



Luis Lloréns Torres

el drama del olvido

-- de Luis Lloréns Torres --

El- la historia de nuestro amor,
que aún sahúma tu memoria,
fue breve como la historia
de la abeja con la flor.

Prisionera de la flor,
la abeja sabe libar
en su cárcel de azahar.

Y cuando liba la esencia,
recobra su independencia
y se vuelve al colmenar.

Ella- te di el libro de mi vida,
para que tú lo leyeras,
y en sus páginas primeras
te deslumbraste en seguida.

Tu curiosidad herida
quiso el final conocer.

Y hoy lo cierras sin saber
que entre sus hojas extremas
hay los más bellos poemas
que dejaste sin leer.



Líber Falco

Destino (Falco, 1942)

-- de Líber Falco --

Bajo un cielo de Juicio Final,
de espejos rebelados,
he de llegar al mar
para la muerte mía.
Me levantaré así en la ola más alta
y me hundiré para siempre.
Acaso sí, yo sé,
con una risa helada buscaré mi origen.
Sin manos y sin ojos, ay!
buscando una sombra que es sombra de la nada.
Ya olvidado de todos
y de mí mismo,
que apenas me conociera un día,
he de llegar al mar para la muerte mía.



Jaime Sabines

no es nada de tu cuerpo

-- de Jaime Sabines --

No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.



Jaime Torres Bodet

nocturno

-- de Jaime Torres Bodet --

I
cierra, punto final, única estrella
del firmamento claro todavía,
la estrofa de silencio de este día
en que tu voz, por tácita, descuella.
Desde el alba lo azul te prometía,
última gota en ignición tan bella
que sólo ardiendo como el lacre sella
y sólo sella al tiempo que se enfría.
Ser el adiós ue un cielo sin querella
igual que tú mi espíritu quería
y que, como tu luz, la poesía
cristalizara en mí diáfana estrella,
más transparente cuanto más sombría
fuese la oscuridad en torno de ella.



Jaime Torres Bodet

final

-- de Jaime Torres Bodet --

Vuelvo de andar, a solas, por la orilla de un río.
Estoy lleno de músicas, como un árbol al viento.
He dejado correr mi pensamiento
viendo, en el agua, el paso de una nube de estío...
Traigo tejido al alma el olor de una rosa.
En lo blando del césped, puse, al andar, mi huella...
He vivido, ¡he vivido!... Y voy, como la estrella
a perderte en el mar de un alba silenciosa.



Jorge Guillén

los nombres

-- de Jorge Guillén --

Albor. El horizonte
entreabre sus pestañas,
y empieza a ver. ¿Qué? nombres.
Están sobre la pátina
de las cosas. La rosa
se llama todavía
hoy rosa, y la memoria
de su tránsito, prisa.
Prisa de vivir más.
A lo largo amor nos alce
esa pujanza agraz
del instante, tan ágil
que en llegando a su meta
corre a imponer después.
Alerta, alerta, alerta,
yo seré, yo seré.
¿Y las rosas? pestañas
cerradas: horizonte
final. ¿Acaso nada?
pero quedan los nombres.



Jorge Guillén

muerte a lo lejos

-- de Jorge Guillén --

Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.
Valéry
alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza
la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? no, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya lo descorteza.
...Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatando el inminente
poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.



Jorge Luis Borges

el testigo

-- de Jorge Luis Borges --

Desde su sueño el hombre ve al gigante
de un sueño que soñado fue en bretaña
y apresta el corazón para la hazaña
y le clava la espuela a rocinante.
El viento hace girar las laboriosas
aspas que el hombre gris ha acometido.
Rueda el rocín; la lanza se ha partido
y es una cosa más entre las cosas.
Yace en la tierra el hombre de armadura;
lo ve caer el hijo de un vecino,
que no sabrá el final de la aventura
y que a las indias llevará el destino.
Perdido en el confín de otra llanura
se dirá que fue un sueño el del molino.



Jorge Luis Borges

afterglow

-- de Jorge Luis Borges --

Siempre es conmovedor el ocaso
por indigente o charro que sea,
pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumbra la llanura
cuando el sol último se ha hundido.
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,
esa alucinación que impone al espacio
el unánime miedo de la sombra
y que cesa de golpe
cuando notamos su falsía,
como cesan los sueños
cuando sabemos que soñamos.



César Vallejo

Trilce: XXXIII

-- de César Vallejo --

Si lloviera esta noche, retiraríame
de aquí a mil años.
Mejor a cien no más.
Como si nada hubiese ocurrido, haría
la cuenta de que vengo todavía.

O sin madre, sin amada, sin porfía
de agacharme a aguaitar al fondo, a puro
pulso,
esta noche así, estaría escarmenando
la fibra védica,
la lana védica de mi fin final, hilo
del diantre, traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana.

Haga la cuenta de mi vida
o haga la cuenta de no haber aún nacido
no alcanzaré a librarme.

No será lo que aún no haya venido, sino
lo que ha llegado y ya se ha ido,
sino lo que ha llegado y ya se ha ido.



César Vallejo

si lloviera esta noche, retiraríame

-- de César Vallejo --

xxxiii
si lloviera esta noche, retiraríame
de aquí a mil años.
Mejor a cien no más.
Como si nada hubiese ocurrido, haría
la cuenta de que vengo todavía.
O sin madre, sin amada, sin porfía
de agacharme a aguaitar al fondo, a puro
pulso,
esta noche así, estaría escarmenando
la fibra védica,
la lana védica de mi fin final, hilo
del diantre, traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana.
Haga la cuenta de mi vida
o haga la cuenta de no haber aún nacido
no alcanzaré a librarme.
No será lo que aún no haya venido, sino
lo que ha llegado y ya se ha ido,
sino lo que ha llegado y ya se ha ido.



César Vallejo

Ascuas

-- de César Vallejo --

Para Domingo Parra del Riego

Luciré para Tilia, en la tragedia,
mis estrofas en ópimos racimos;
sangrará cada fruta melodiosa,
como un sol funeral, lúgubres vinos.
Tilia tendrá la cruz
que en la hora final será de luz!

Prenderé para Tilia, en la tragedia,
la gota de fragor que hay en mis labios;
y el labio, al encresparse para el beso,
se partirá en cien pétalos sagrados.
Tilia tendrá el puñal,
el puñal floricida y auroral!

Ya en la sombra, heroína, intacta y mártir,
tendrás bajo tus plantas a la Vida;
mientras veles, rezando mis estrofas,
mi testa, como una hostia en sangre tinta!
Y en un lirio, voraz,
mi sangre, como un virus, beberás!



César Vallejo

Heces

-- de César Vallejo --

Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su “No seas así!”

Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con. Óleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!



Diego Hurtado de Mendoza

Salid, lágrimas mías, ya cansadas

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Salid, lágrimas mias, ya cansadas
De estar en mi paciencia detenidas;
Y siendo por mis pechos esparcidas,
Serán mis penas tristes mitigadas.

De mil suspiros vaís acompañadas,
Y por tan gran razon seréis vertidas,
Que si mi vida dura por mil vidas,
Jamás espero veros acabadas.

Y si despues, llegado el final dia
Do por la muerte dejaré de veros,
Hallase algun lugar mi fantasia,

La alma, que aun en la muerte ha de quereros,
A solas sin el cuerpo lloraria
Lo que en vida ha llorado sin moveros.



Enrique Lihn

de todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor

-- de Enrique Lihn --

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y ladesesperación de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
recuerdo a un amigo de otros años él huía de nochede su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenadoen el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor porellas, condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra delamanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.



Ernesto Noboa y Caamaño

Hastío

-- de Ernesto Noboa y Caamaño --

Vivir de lo pasado por desprecio al presente,
mirar hacia el futuro con un hondo terror,
sentirse envenenado, sentirse indiferente,
ante el mal de la Vida y ante el bien del Amor.

Ir haciendo caminos sobre un yermo de abrojos
mordidos sobre el áspid de la desilusión,
con la sed en los labios, la fatiga en los ojos
y una espina dorada dentro del corazón.

Y por calmar el peso de esta existencia extraña,
buscar en el olvido consolación final,
aturdirse, embriagarse con inaudita saña,

con ardor invencible, con ceguera fatal,
bebiendo las piedades del dorado champaña
y aspirando el veneno de las flores del mal.



Anastasio Pantaleón a unas fiestas

-- de Anastasio Pantaleón de Ribera --

Rompio, Clori, tres astas en el toro
Gauiria el moço tan de lleno en lleno,
que dexó desluçida en el terreno
qualquier lanzada del izquierdo moro.
Fue de las fiestas con igual decoro
explorado el taladro y el barreno,
la Beatitud de Bonifaçio onçeno,
cuyo tremendo pie postrado adoro.
Erraronse las cañas, y con ellas
su caracol a justiçiar fue visto
en la plaça sin misas y sin credos.
Estas cañitas, Clori, son aquellas
que en llegando a madrid el antichristo,
incará por las yemas de los dedos.
Despues de tantos miedos
de este impuro vestiglo,
tendra final consumaçion el siglo.
Paciencia, yemas mias,
que ello se an de cumplir las profeçias.»



Oliverio Girondo

islas sólo de sangres

-- de Oliverio Girondo --

Islas sólo de sangre
serán videntes demasiado nadie
colindantes opacos
orígenes del tedio al ritmo gota
topes digo que ingieren el desgano con distinta apariencia
son borra viva cato descompases tirito de la sangre
un poco nubecosa entre sienes de ensayo
y algo mucho por cierto indiscernible esqueleteando el aire
dados ay en derrumbe hacia el final desvío de ya herbosos durmientesparalelos
son estertores malacordes óleos espejismos terrenos
milagro intuyo vermes
casi llanto que rema
de la sangre
sus remordidas grietas
laxas fibras orates en desparpada fiebre musito por mi doble
son pedales sin olas
huecos intransitivos entre burbujas madres
grifosones infiero aunque me duela
islas sólo de sangre



Oliverio Girondo

recién entonces

-- de Oliverio Girondo --

Recién entonces
si el engaste
el subsobo
los trueques toques topos
las malacras
el desove
los topes
si el egohueco herniado
el covaciarse a cero
los elencos del asco
las acreencias
los finitos afines pudiesen menos
si no expudieran casi los escarbes vitales
el hartazgo en cadena
lo posmascado pálido
si el final torvo sorbo de luz niebla de ahogo no antepudiese tanto
ah
el verdever
el todo ver quizás en libre aleo el ser
el puro ser sin hojas ya sin costas ni ondas locas ni recontras
sólo su ámbito solo
recién
quizás
recién entonces



Pablo Neruda

soneto xxiii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Fue luz el fuego y pan la luna rencorosa,
el jazmín duplicó su estrellado secreto,
y del terrible amor las suaves manos puras
dieron paz a mis ojos y sol a mis sentidos.
Oh amor, cómo de pronto, de las desgarraduras
hiciste el edificio de la dulce firmeza,
derrotaste las uñas malignas y celosas
y hoy frente al mundo somos como una sola vida.
Así fue, así es y así será hasta cuando,
salvaje y dulce amor, bienamada matilde,
el tiempo nos señale la flor final del día.
Sin ti, sin mí, sin luz ya no seremos:
entonces más allá del la tierra y la sombra
el resplandor de nuestro amor seguirá vivo.



Pablo Neruda

qué significa persistir

-- de Pablo Neruda --

Qué significa persistir
en el callejón de la muerte?
en el desierto de la sal
cómo se puede florecer?
en el mar del no pasa nada
hay vestido para morir?
cuando ya se fueron los huesos
quién vive en el polvo final?



Pablo Neruda

alianza (sonata)

-- de Pablo Neruda --

De miradas polvorientas caídas al suelo
o de hojas sin sonido y sepultándose.
De metales sin luz, con el vacío,
con la ausencia del día muerto de golpe.
En lo alto de las manos el deslumbrar de mariposas,
el arrancar de mariposas cuya luz no tiene término.
Tú guardabas la estela de luz, de seres rotos
que el sol abandonado, atardeciendo, arroja a las iglesias.
Teñida con miradas, con objeto de abejas,
tu material de inesperada llama huyendo
precede y sigue al día y a su familia de oro.
Los días acechando cruzan el sigilo
pero caen adentro de tu voz de luz.
Oh dueña del amor, en tu descanso
fundé mi sueño, mi actitud callada.
Con tu cuerpo de número tímido, extendido de pronto
hasta cantidades que definen la tierra,
detrás de la pelea de los días blancos de espacio
y fríos de muertes lentas y estímulos marchitos,
siento arder tu regazo y transitar tus besos
haciendo golondrinas frescas en mi sueño.
A veces el destino de tus lágrimas asciende
como la edad hasta mi frente, allí
están golpeando las olas, destruyéndose de muerte:
su movimiento es húmedo, decaído, final.



Pedro Antonio de Alarcón

A Pompeya

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Cuando amanezca el iracundo día
que en la mente de Dios leyó el Profeta,
y, al agrio son de la final trompeta,
abandone de Adán la raza impía,

ora el sosiego de l ahuesa fría,
ora los lares de la vida inquieta,
y pase el JUICIO extremo, y el del Planeta
quede la extensa faz muda y vacía,

no será tan horrendo y pavoroso
encontrar por doquier huellas del hombre
y ni un hombre en campiñas ni ciudades,

como verte, sin vida ni reposo,
desierta y mancillada por tu nombre,
expiar ¡oh Pompeya! tus maldades.



Pedro Salinas

versos 702 a 739

-- de Pedro Salinas --

Versos 702 a 739
¡sí, todo con exceso:
la luz, la vida, el mar!
plural todo, plural,
luces, vidas y mares.
A subir, a ascender
de docenas a cientos,
de cientos a millar,
en una jubilosa
repetición sin fin,
de tu amor, unidad.
Tablas, plumas y máquinas,
todo a multiplicar,
caricia por caricia,
abrazo por volcán.
Hay que cansar los números.
Que cuenten sin parar,
que se embriaguen contando,
y que no sepan ya
cuál de ellos será el último:
¡qué vivir sin final!
que un gran tropel de ceros
asalte nuestras dichas
esbeltas, al pasar,
y las lleve a su cima.
Que se rompan las cifras,
sin poder calcular
ni el tiempo ni los besos.
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregamos a ciegas
¡exceso, qué penúltimo!
a un gran fondo azaroso
que irresistiblemente
está
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
«eso no es nada, aún.
Buscaos bien, hay más.»



Pedro Salinas

versos 1108 a 1138

-- de Pedro Salinas --

Versos 1108 a 1138
horizontal, sí, te quiero.
Mírale la cara al cielo,
de cara. Déjate ya
de fingir un equilibrio
donde lloramos tú y yo.
Ríndete
a la gran verdad final,
a lo que has de ser conmigo,
tendida ya, paralela,
en la muerte o en el beso.
Horizontal es la noche
en el mar, gran masa trémula
sobre la tierra acostada,
vencida sobre la playa.
El estar de pie, mentira:
sólo correr o tenderse.
Y lo que tú y yo queremos
y el día ya tan cansado
de estar con su luz, derecho
es que nos llegue, viviendo
y con temblor de morir,
en lo más alto del beso,
ese quedarse rendidos
por el amor más ingrávido,
al peso de ser de tierra,
materia, carne de vida.
En la noche y la trasnoche,
y el amor y el trasamor,
ya cambiados
en horizontes finales,
tú y yo, de nosotros mismos.



Pedro Salinas

versos 201 a 236

-- de Pedro Salinas --

Versos 201 a 236
«mañana». La palabra
iba suelta, vacante,
ingrávida, en el aire,
tan sin alma y sin cuerpo,
tan sin color ni beso,
que la dejé pasar
por mi lado, en mi hoy.
Pero de pronto tú
dijiste: «yo, mañana...»
Y todo se pobló
de carne y de banderas.
Se me precipitaban
encima las promesas
de seiscientos colores,
con vestidos de moda,
desnudas, pero todas
cargadas de caricias.
En trenes o en gacelas
me llegaban agudas,
sones de violines
esperanzas delgadas
de bocas virginales.
O veloces y grandes
como buques, de lejos,
como ballenas
desde mares distantes,
inmensas esperanzas
de un amor sin final.
¡Mañana! qué palabra
toda vibrante, tensa
de alma y carne rosada,
cuerda del arco donde
tú pusiste, agudísima,
arma de veinte años,
la flecha más segura
cuando dijiste: «yo...»



Pedro Salinas

el poema

-- de Pedro Salinas --

Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquéllos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
en esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.



José María Hinojosa

poemas para alguien canción final

-- de José María Hinojosa --

A rafael alberti
y qué se me importa a mí,
que la helada se deshiele.
Y qué se me importa a mí,
que los pájaros no vuelen.
Y que los barcos mas barcos,
solo por la mar naveguen.
Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve.



José Ángel Buesa

soneto con sed

-- de José Ángel Buesa --

Leyendo un libro, un día, de repente,
hallé un ejemplo de melancolía:
un hombre que callaba y sonreía,
muriéndose de sed junto a una fuente.
Puede ser que, mirando la corriente,
su sed fuera más triste todavía;
aunque acaso aquel hombre no bebía
por no enturbiar el agua transparente.
Y no sé más. No sé si fue un castigo,
y no recuerdo su final tampoco
aunque quizás lo aprenderé contigo;
yo, enamorado, soñador loco,
que me muero de sed y no lo digo,
que estoy junto a la fuente y no la toco.



José Ángel Buesa

ya era muy viejecita

-- de José Ángel Buesa --

Ya era muy viejecita... Y un año y otro año
se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.
Se fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.
Se fue quedando sola, sola... Sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel «hasta pronto» que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.
Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
ni su hijo guillermo, ni su hijo fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.



José Ángel Buesa

lluvia final

-- de José Ángel Buesa --

Mañana será nunca para todos los días.
Y lloverá en un sueño, sin lluvia y sin soñar.
Y yo iré alguna noche por las calles vacías
mientras tú vas con otro por la orilla del mar.
Ya casi estás ausente. Qué importa este momento,
aunque llueve en la tarde, para ti y para mí;
porque las hojas secas que se van en el viento
nos dicen que hay amores que se fueron así...
Mañana estaré solo. Dios no querrá que llueva,
porque estaré más solo si llueve y tú noestás.
Después, serás el nudo de una corbata nueva,
o una esquina de menos, o una cana de más.
Así será. Qué importa si lo callo o lo digo.
Pero cuando no llueva, lloverá en mi canción.
Y al pensar que mañana ya no estarás conmigo,
van cayendo hojas secas sobre mi corazón...



José Ángel Buesa

poema del libro

-- de José Ángel Buesa --

Entre todos mis libros, es éste el que prefiero
éste que un día dejé a medio leer
lo cerré de repente, lo puse en el librero,
y ya lo cubre el polvo del ayer.
Recuerdo que era un libro de una belleza
era como si en cada frase floreciera un rosal
pero temí de pronto que me desencantara
si seguía leyendo hasta el final.
Y ahí está en el librero, donde lo puse un día
tal vez un poco triste por lo que no leí,
pues recordé, muchacha, que casi fuiste mía,
y al guardar aquel libro, pensé en ti...



José Ángel Buesa

poema final por nosotros

-- de José Ángel Buesa --

Está bien, vas con otro, y me apeno y sonrío,
pues recuerdo las noches que temblaste en mi mano,
como tiembla en la hoja la humedad del rocío,
o el fulgor de la estrella que desciende al pantano.
Te perdono, y es poco. Te perdono, y es todo,
yo que amaba tus formas, más amaba tu amor,
y empezó siendo rosa lo que luego fue lodo,
a pesar del perfume y a pesar del color.
Hoy prefiero mil veces sonreír aunque pierda,
mientras pierda tan solo el derecho a tu abrazo,
y no ser el que olvida, mientras él quien recuerda,
y tú bajes el rostro y él lo vuelva si paso.
Quien te lleva no sabe que pasó mi tormento,
y me apena su modo de aferrarse a lo vano,
él se aferra a la rosa, pero olvida que el viento,
todavía dirige su perfume a mi mano.
Y por ser quien conozco tus angustias y anhelos,
te perdono si pasas y si no me saludas,
pues prefiero el orgullo de perderte con celos,
a la angustia que él siente de tenerte con dudas.
Y mañana quien sabe, no sabré si fue rubia,
si canela, o si blanca la humedad de esta pena,
y quizás te recuerde si me adentro en la lluvia,
o tal vez me dé risa si acaricio la arena.



Juan de Tassis y Peralta

a los presagios del día del juicio

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Cenizas que aguardáis aquella trompa
para unir las especies desatadas
con que al juicio final serán llamadas
las almas puras con gloriosa pompa,
cuando la voz de dios, abriendo, rompa
los mármoles y losas más pesadas,
porque salgáis unidas y apuradas
en forma a quien el tiempo no corrompa.
No puede estar ya lejos, pues es cierta
aquella confusión, cuya agonía
los dormidos espíritus despierta.
Antes, en este caso juzgaría
que ver cosa inmortal, sin tiempo, muerta,
es ya de los prodigios de aquel día.



Santiago Montobbio

capítulo vii

-- de Santiago Montobbio --

Capítulo vii
nunca fui un neurótico y si al final lo fui
jamás tuve vocación de serlo. Así que si he hablado
de túneles, balcones y otras despedidas
que marcaban el suspenso de un corazón
a quien el recuerdo de ventanas carcomía
no ha sido por una especial propensión hacia estas cosas
sino porque se canta lo que se muerde y así
palabra es sólo lo que ama y lo que duele y lo que pasa
del mismo exacto modo que resulta
vivir injusto
o sufrir inútil.
Masaunque se canta
lo que se muerde
algunas veces pienso
que en vez de ir levantando acta
de lo que con el tiempo va muriendo
quizá debería haber intentado
con nostalgias y fulgores construir
unos tapices lo suficientemente amables
como para que pudiera por ellos pasearse
sin congojas la mirada.
¿Pero a quién pueden interesarle las mentiras?
lejos de la grata compañía que dicen que dan las otrasvoces,
hecha con lo que tuve cerca o con lo que pude y nada más
que por no perder la dignidad del todo, mi poesía
sólo puede valer lo que mi vida.



Santiago Montobbio

única edad

-- de Santiago Montobbio --

Única edad
porque alguien fue un instante hermoso
y de antiguos, nunca escritos libros rescató
palabras parecidas a piedad o casi tan extrañas
ante la impasibilidad estéril de los muros
como en un final cualquiera comprendimos
que la única edad del hombre es la que calla.



Santiago Montobbio

huecograbado

-- de Santiago Montobbio --

Huecograbado
igual que no es ningún genio quien sospecha
que la lentitud venenosa de un otoño
tiene por testigo final a cualquier calle
la tinta de este papel también es la tinta última
y en la improbable forma con que consiga
abrazarme a su mentira jamás podrá
ser más cierta la vida. Pues no
porque se repitan hasta la fatiga
dejo de saber que mis poemas no son más
que los retratos de unos penúltimos suicidios,
el puño que si se abre todas las llagas
de la sombra tiene y también el corazón que suspira
por la sigilosa huida que se transfigura en las ventanas.
Que juntos quizá forman un instante solo y tenso
en lo rojo o en la noche, un pobre tiempo fiero
en el que el corazón aprieta y muerde para que después
la vida se descanse y con igual tristeza
retome mi cintura; instantes de derrotas
y de muros, desangelados arañazos o torpes ensayos
que con insistente timidez anuncian despedidas
estos mis ocres versos en silencio sabedores
de que si de la noche salgo no estoy
en ningún sitio.



Vicente Aleixandre

el olvido

-- de Vicente Aleixandre --

no es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.
Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.



Vicente Huidobro

marca registrada

-- de Vicente Huidobro --

Las células amenazan el pensamiento
amenazan el jardín endiosado
la mano donde empieza el mundo
donde se escriben los acontecimientos
a través de la sangre de los sexos y los bosques
los días se levantan retratando a los hijos
y mueren en su esencia
sin vacilar de frase
en la fecha exacta
van y mueren por su suprema esencia
en sus nervios orgullosos
a flor de pensamiento
a flor de flor
a flor de sentimiento
a flor de tristeza
todo es tiempo final
como la selva que cree en los embrujos
y se atormenta de rayos
y grandes gotas hirvientes que caen como el cielo
todo es tiempo sin fin
como los arroyos en el sueño
y el calor demasiado rápido
de las lágrimas huyendo
a través de las edades
las células amenazan el pensamiento
donde correspondía un paisaje afiebrado
donde ya no hay frontera
ni mano que escriba la última palabra



Vicente Huidobro

cantar de los cantares

-- de Vicente Huidobro --

Cantar
todos los días
cantar
ella vendrá tan rápida
que su sombra se quedará olvidada
sin poder encontrar
en el camino
las nubes hidrófilas
se rasgan en las cimas de las hojas
la lluvia
detrás del agua
el sol
al final de una canción
alguien doblará los años
y caerá en mis brazos.



Antonio Machado

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma

-- de Antonio Machado --

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.
Luz en sueños. ¿No tiemblas, andante peregrino?
Pasado el llano verde, en la florida loma,
acaso está el cercano final de tu camino.
Tú no verás del trigo la espiga sazonada
y de macizas pomas cargado el manzanar,
ni de la vid rugosa la uva aurirrosada
ha de exprimir su alegre licor en tu lagar.
Cuando el primer aroma exhalen los jazmines
y cuando más palpiten las rosas del amor,
una mañana de oro que alumbre los jardines,
¿no huirá, como una nube dispersa, el sueño en flor?
Campo recién florido y verde, ¡quién pudiera soñar aún
largo tiempo en esas pequeñitas
corolas azuladas que manchan la pradera,
y en esas diminutas primeras margaritas!



Marilina Rébora

con ojos de niña

-- de Marilina Rébora --

Con ojos de niña
señor, siempre te veo con los ojos de niña:
primero en el pesebre, aureolado de ovejas;
en lo alto, la estrella, que sus reflejos guiña
sobre el burro y el buey al mover las orejas.
Hombre, vas por montaña, y por valle y campiña,
curando enfermos graves que bordan las callejas,
la triste multitud que al oírte se apiña,
y encima de las aguas caminando te alejas.
Al final, te imagino, arriba, entre las nubes,
centro de los arcángeles con extendidas alas;
en macizo de flores azucenas y calas
se abren las estrellas, por donde al cielo subes.
Aunque me ves en casa, jugando sobre el piso
y sonriendo desciendes hacia mí, de improviso.



Mario Benedetti

futuro cada vez más jíbaro

-- de Mario Benedetti --

A medida que la distancia
entre el presente y el final se acortan
y el futuro se aclara y se enaniza
y se está un poco harto
de husmear en los residuos del pasado
uno valora y hasta mitifica
la fusión con el cuerpo del amor
y una que otra mirada que atravesó la niebla
aquellos que se aman o se amaron
saben que allí estaba la clave
la negación del acabóse
y por supuesto la vacuna
contra el maldito desamparo
en el futuro cada vez más jíbaro
no figuran feriados ni esperanzas
menos aún llegan explicaciones
de por qué cómo dónde cuándo
el borde lejos ya está cerca
el borde cerca es un despeñadero
hay que aprender a sentir vértigo
como si fuese sed o hambre



Mario Benedetti

peros

-- de Mario Benedetti --

Las circunstancias tiempo en carne viva
ponen a nuestro alcance pena y goces
pero
más de una vez nos llevan a remolque
amor es más que un juego o un diluvio
es el cuerpo y el alma a la intemperie
pero
si se va la lujuria ya no vuelve
el trabajo es un bálsamo un compás
gracias a él lidiamos con las horas
pero
hay un ocio final que no perdona
la vida puede ser un vendaval
que sacude mis sueños y tus duendes
pero
la vida tiene obligación de muerte



Mario Benedetti

grafiti sin muros

-- de Mario Benedetti --

Las modas pasan, los escombros quedan.
*
De todos los ismos sólo queda el abismo.
*
Los parricidas son huérfanos precoces.
*
Yankee stay home.
*
Más vale estar vivo que mal acompañado.
*
Preciso abogado para defensa en juicio final.
*
El ombligo es un hit.
*
Lo grave no es el pecado original sino las fotocopias.
*
Hacer la venia es pecado venial.
*
Libertad o suerte.
*
Los únicos ángeles de que recelo son los demonios disidentes.
*
Best seller of paradise: who's who in hell?
*
aggiornamento: sésamo instaló portero eléctrico.
*
Peor que el stress es cuatro.



Mario Benedetti

sobre cartas de amor

-- de Mario Benedetti --

Amor vendimia
las circunstancias tiempo en carne viva
ponen a nuestro alcance pena y goces
pero
más de una vez nos llevan a remolque
amor es más que un juego o un diluvio
es el cuerpo y el alma a la intemperie
pero
si se va la lujuria ya no vuelve
el trabajo es un bálsamo un compás
gracias a él lidiamos con las horas
pero
hay un ocio final que no perdona
la vida puede ser un vendaval
que sacude mis sueños y tus duendes
pero
la vida tiene obligación de muerte



Mauricio Bacarisse

Nisus

-- de Mauricio Bacarisse --

Este noble deleite de sudar y esforzarme
para luego morir, sin querer recompensa...
Ebrio de dinamismo, no me disperso nunca.
Mi vida es simple y lineal.

He donado mis tierras; he quemado mis ropas.
Con mi mandil de cuero, en mi gruta, en mi fragua
martillando en el yunque, junto a una fresca fuente
puedo a mi gusto jadear.

Soy más casto que el gneis. Agonizó la Amada.
Un enjambre de avispas acribilló sus senos
como manzanas núbiles. Me libré del castigo
del Sexo estúpido y cruel.

Desprecio las contiendas de Ahrimán y de Ormuz
y los considerandos del Gran Juicio Final,
las leyes del Areópago y de la soldadesca
y los Dioses borrosos...

Le he arrancado ya todos los denominadores
a la ecuación del mundo. Idéntico y sencillo
en mi labor penosa de terco Demiurgo
encuentro mi finalidad.

Contra el tremendo espanto de presumir los noúmenos
golpeo los fenómenos, machaco la apariencia;
cada diástole mía es una gran plegaria
de rebeldía y voluntad.



Medardo Ángel Silva

En el umbral de la noche

-- de Medardo Ángel Silva --

Infinito deseo de alas,
continuas nostalgias de vuelo:
corazón mío que te exhalas
como grano de mirra al cielo.

Beso, rosa, mujer y lira:
ya sé la vanidad de todo;
sé de la sierpe que conspira
contra la estrella, desde el lodo;

de la penumbra en que su flecha
aguza deidad vengativa;
del ojo del caos que acecha
nuestra miseria fugitiva.

¡Oh, la ternura permanente
de caminar, ciego, en la sombra,
y el temor de ver de repente
la faz de la que no se nombra!

Aquella angustia deliciosa
de esperar —sin hora ni día—
a la Emperatriz Silenciosa
que viene en la barca sombría.

¡Pues la fatal Guadañadora
tan recatada y dulce llega,
que no se ve la Segadora,
sino la siega!...

Feliz quien hizo, sin saber,
la mísera ofrenda mortal:
pues no tuvo que conocer
la espantosa angustia final.

¡Bienaventurado el infante
de clara pupila serena,
que miró la vida un instante...
Y se retiró de la escena!

¡No conocieron la tortura
de temer lo que ha de llegar,
este dolor, esta amargura
de esperar siempre, de esperar!



Medardo Ángel Silva

Fantasía nocturna

-- de Medardo Ángel Silva --

En la penumbra florida,
la luna llena de enero
da el valor de nuestra vida:
cero.

Por el estrellado allá,
gris, piruetea la Luna;
y el reloj suspira
la una.

Algo de nosotros mismos
sube a buscar en el cielo
el ilusorio consuelo
de los azules abismos.

Bajo el dombo de zafir,
que hacia Dios simula un puente,
más que nunca el alma siente
la vanidad de vivir.

¡Ah, si quedaran siquiera
de nuestra vida los rastros,
como un polvillo de astros
del cielo de primavera!

¡Ah, si el ensueño inefable,
si el delirar amoroso
no tuvieran el dudoso
Trans-vida siempre inmutable!

¡Si no fuera por extraña
razón, final de la duda,
la respuesta de la muda
Señora de la Guadaña!

Pues Ella todo ha medido,
y cura el ánima inquieta
con su oportuna receta
de larga dosis de olvido.



Medardo Ángel Silva

La libertadora

-- de Medardo Ángel Silva --

Desde mi torre de marfil
miro la vida que discurre.
Mi alma romántica y sutil
suspira, sonríe y se aburre.

Hay un jardín de negras rosas,
hay un jardín de blancos lirios:
son mis tristezas negras rosas,
mis ilusiones blancos lirios.

A veces en el aire azul,
solloza el viento un miserere,
huye un ave de alas de tul:
es algún lirio que se muere.

Y tantos son los que se han muerto,
calladamente, uno por uno,
que el jardín va a quedar desierto
y pronto no ha de haber ninguno.

Ya queda de mi Primavera
sólo un olor a rosa seca...
Y mi alma espera, espera, espera,
hilando sueños de su rueca.

Espera oír en el confín,
al dulce final de su suerte,
la voz aguda del clarín
de la Muerte.

Caerán las duras cadenas,
se abrirá la puerta de hierro:
y, entre un perfume de azucenas,
¡el alma saldrá de su encierro!



Medardo Ángel Silva

Él (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Él empieza donde acaban
Espacio y Tiempo: su faz
ve lo que es y lo que ha sido
y lo que siempre será.

La luz que hace su palabra
ningún viento apagará.
La mar le llama su brida
y su rienda el huracán.

Él solo, fuera del círculo
de todo vivir, está,
siendo final y comienzo,
razón y letra inicial.

Sus manos hilan los tiempos,
y su profunda verdad
—invisible al ojo humano—
siempre tiene un más allá.

Cuando atravieses los nueve
círculos de lo mortal,
hasta su presencia, todo
en ti será eternidad.



Meira Delmar

de paso

-- de Meira Delmar --

No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas
apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como u hilo de agua
entre los dedos.
!--Img



Meira Delmar

huésped sin sombra

-- de Meira Delmar --

Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.
Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.
No volverán mis ojos, renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.
Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.
Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.
Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.
A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.
!--Img



Meira Delmar

instante

-- de Meira Delmar --

Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.
Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.
Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.
!--Img



Miguel Hernández

14

-- de Miguel Hernández --

14
silencio de metal triste y sonoro,
espadas congregando con amores
en el final de huesos destructores
de la región volcánica del toro.
Una humedad de femenino oro
que olió puso en su sangre resplandores,
y refugió un bramido entre las flores
como un huracanado y vasto lloro.
De amorosas y cálidas cornadas
cubriendo está los trebolares tiernos
con el dolor de mil enamorados.
Bajo su piel las furias refugiadas
son en el nacimiento de sus cuernos
pensamientos de muerte edificados.



Miguel Unamuno

Sueno final

-- de Miguel Unamuno --

Alzame al Padre en tus brazos, Madre de Gracia
y ponme en los de El para que en ellos duerma
el alma que de un dormir está ya enferma,
su fe, con los insomnios de la duda, lacia.

Haz que me dé, á su amado, sueño que no sacias
y á su calor se funda mi alma como esperma,
pues tan sólo en el sueño, á su calor se merma
de este vano vivir la diabólica audacia.



Juan Ramón Jiménez

su sitio fiel

-- de Juan Ramón Jiménez --

Las nubes y los árboles se funden
y el sol les trasparenta su honda paz.
Tan grande es la armonía del abrazo,
que la quiere gozar también el mar,
el mar que está tan lejos, que se acerca,
que ya se oye latir, que huele ya.
El cerco universal se va apretando,
y ya en toda la hora azul no hay más
que la nube, que el árbol, que la ola,
síntesis de la gloria cenital.
El fin está en el centro. Y se ha sentado
aquí, su sitio fiel, la eternidad.
Para eso hemos venido. (Cae todo
lo otro, que era luz provisional.)
Y todos los destinos aquí salen,
aquí entran, aquí suben, aquí están.
Tiene el alma un descanso de caminos
que han llegado a su único final.



Juan Ramón Jiménez

voces de mi copla y ix a los siglos

-- de Juan Ramón Jiménez --

y ix - a los siglos
¡venid, siglos venideros,
tened! y ahora, huid, volad,
que ya os volveré a cojer
antes de vuestro final.



Juan Ramón Jiménez

la copa final

-- de Juan Ramón Jiménez --

Contra el cielo inespresable,
el álamo, ya amarillo,
instala la alta belleza
de su éstasis vespertino.
La luz se recoje en él
como en el nido tranquilo
de su eternidad. Y el álamo
termina bien en sí mismo.



Juan Ramón Jiménez

la muerte es una madre nuestra antigua

-- de Juan Ramón Jiménez --

Nuestra primera madre, que nos quiere
a través de las otras, siglo a siglo,
y nunca, nunca nos olvida;
madre que va, inmortal, atesorando
para cada uno de nosotros sólo
el corazón de cada madre muerta;
que esta más cerca de nosotros,
cuantas más madres nuestras mueren;
para quien cada madre sólo es
un arca de cariño que robar
para cada uno de nosotros sólo;
madre que nos espera,
como madre final, con un abrazo inmensamente abierto,
que ha de cerrarse, un día, breve y duro,
en nuestra espalda, para siempre.



Federico García Lorca

Remanso, canción final

-- de Federico García Lorca --

Ya viene la noche.

Golpean rayos de luna
sobre el yunque de la tarde.

Ya viene la noche.

Un árbol grande se abriga
con palabras de cantares.

Ya viene la noche.

Si tú vinieras a verme
por los senderos del aire.

Ya viene la noche,

Me encontrarías llorando
bajo los álamos grandes.
¡Ay morena!
bajo los álamos grandes.



Francisco Acuña de Figueroa

Adivinanza (Figueroa)

-- de Francisco Acuña de Figueroa --

(Esta poesía es en realidad una adivinanza para resolver; la solución al final de la página)

Tomarás primeramente

la cabeza de un marqués,

después la de un duque, y luego

la de tres condes también.

Añadirás la cabeza

o la cola de un lebrel,

y en aritméticas cifras

pondrás en línea a las seis.

Si la metáfora adviertes,

podrás entonces leer

la data en que yo escribí

el enigma que aquí ves.

Solución: MDCCCL



Francisco Villaespesa

vorrei morire

-- de Francisco Villaespesa --

Sentir intensamente la vida. Haber amado
y haber sufrido mucho, tener el alma ciega
esperando en la sombra una luz que no llega
o empeñada en dar vida a un sueño ya pasado.
Amar lo fugitivo. Enamorarse de una
sonrisa, de una sombra... Sentir la poesía
de alguna melancólica y lejana armonía
que, de un balcón abierto, vuela bajo la luna.
Despreciar lo mezquino. Hacer con loco empeño
del ensueño la vida y de la vida ensueño...
Extenuarse en una larga caricia loca;
y al final de una tarde magnífica y florida,
esfumarse en el cielo, abandonar la vida
con un sonoro verso de amores en la boca.



Francisco Villaespesa

sara es viciosa...

-- de Francisco Villaespesa --

Sara es viciosa. Su pupila oscura
de incitantes promesas es venero...
Bebe como un tudesco, y fuma y jura
con el canalla argot de un marinero.
Su placer es violento. Besa, muerde
y grita, y al final de la batalla,
muere su voz y hasta la vista pierde
y en nerviosos ataques se desmaya.
¡Oh, jilguero embriagado de alegría,
nadie te vio llorar!... ¡Tan sólo un día
furtivo llanto se asomó a tus ojos
y tu mirada se perdió en el cielo,
viendo dos hilos de tu sangre rojos
temblando en la blancura de un pañuelo!...



José Hierro

viento de otoño alegría (1947)

-- de José Hierro --

Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento
gloria final a las hojas doradas.
Arder, fundirse el monte en llamaradas
crepusculares, trágico y sangriento.
Gira, asciende, enloquece, pensamiento.
Hoy da el otoño suelta a sus manadas.
¿No sientes a lo lejos sus pisadas?
pasan, dejando el campo amarillento.
Por esto, por sentirnos todavía
música y viento y hojas, ¡alegría!
por el dolor que nos tiene cautivos,
por la sangre que mana de la herida
¡alegría en el nombre de la vida!
somos alegres porque estamos vivos.



José Martí

pues a vivir venimos...

-- de José Martí --

Pues a vivir venirnosy es la ofrenda
esta existencia que los hombres hacen
a su final purezaaunque el veneno
de un cruel amor la ardiente sangre encienda,
aunque a su indómita bestia arnés echemos
de ricas piedras persas recamado,
aunque de daga aguda el pecho sea
con herida perenne traspasado
vengan daga, y corcel, y amor que mate:
¡eso es al fin vivir!
el bardo, como un pájaro, recoge
pajas para su nidode las voces
que pueblan el silencio, de la triste
vida común, en que las almas luchan
como animadas perlas en los senos
enclavadas de un monte lucharían.



Clemente Althaus

El juicio final

-- de Clemente Althaus --

Ya en el postrero universal jüicio
del Juez supremo a la presencia me hallo,
y aguardo el justo inapelable fallo
que eterno espera a la virtud y al vicio.

Mas ¡ay! ¿adverso me será o propicio?
¿de Cristo o de Satán seré vasallo?
En duda tan crüel, temblando callo,
mas digno que de premio de suplicio.

Ya las turbas el Juez ha separado,
y el rostro favorable o enemigo
al diestro vuelve y al siniestro lado:

pero yo, justo Dios ¿a quienes sigo,
cuando a la Virtud abras y al Pecado
los palacios del premio y del castigo?



Clemente Althaus

Liras

-- de Clemente Althaus --

La dulce final hora
de mi vivir anhelo, cual anhela
el rayo de la aurora
cansado centinela
que en larga noche solitario vela.
O cual la patria ansía
el desterrado, el puerto el marinero,
el fin del lento día
rendido jornalero,
la cara libertad el prisionero.
Fiero insomnio es mi vida,
largo viaje, durísima faena,
prisión aborrecida
en cruda tierra ajena,
mar borrascosa de peligros llena.
Mi llanto doloroso
la noche implora, el sueño, la llegada:
dadme, dadme el reposo,
dadme la patria amada,
la dulce libertad tan suspirada.



Ramón López Velarde

El ancla

-- de Ramón López Velarde --

Antes de echar el ancla en el tesoro
del amor postrimero, yo quisiera
correr el mundo en fiebre de carrera,
con juventud, y una pepita de oro
en los rincones de me faltriquera.

Abrazar a una culebra del Nilo
que de Cleopatra se envuelva en la clámide,
y oír el soliloquio intranquilo
de la Virgen María en la Pirámide.

Para desembarcar en mi país,
hacerme niño y trazar con mi gis,
en la pizarra del colegio anciano,
un rostro de perfil guadalupano.

Besar al Indostán y a la Oceanía,
a las fieras rayadas y rodadas,
y echar el ancla a una paisana mía
de oreja breve y grandes arracadas.

Y decir al Amor: "De mis pecados,
los mas negros están enamorados;
un miserere se alza en mis cartujas
y va hacia ti con pasos de bebé.
Como el cándido islote de burbujas
navega por la taza de café.
Porque mis cinco sentidos vehementes
penetraron los cinco Continentes,
bien puedo, Amor final, poner la mano
sobre tu corazón guadalupano..."



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Ariiba