Buscar Poemas con Fiereza


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Se han encontrado 21 poemas con la palabra fiereza

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Lope de Vega

si gasta el mar la endurecida roca

-- de Lope de Vega --

Si gasta el mar la endurecida roca
con el curso del agua tierna y blanda,
si el español, que entre los indios anda,
con largo trato a su amistad provoca;
si al ruego el áspid la fiereza apoca,
si el fuego al hierro la fiereza ablanda,
no yerra amor, cuando esperar le manda
un imposible a mi esperanza loca.
Que el tiempo que las rocas enternece,
indios, áspides, hierros, bien podría
sirviendo, amando cuanto amor concede,
por más que mi desdicha os endurece,
señora, enterneceros algún día,
que un inmortal amor todo lo puede.

Poema si gasta el mar la endurecida roca de Lope de Vega con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

A Antonio

-- de Adelardo López de Ayala --

Grande llaman, Antonio, -¡qué simpleza!-
a los que mueren por la patria cara...
¿Ves qué manera tan inculta y rara
tiene la plebe de adquirir grandeza?

Mete por esos hierros la cabeza;
derriba la columna, rompe el ara;
si te falta valor, vuelve la cara;
que, de espaldas, asusta tu fiereza.

¡Murieron de arrojados e inexpertos!...
Y ¿han de estar por tan fútiles motivos,
de grandeza y honor siempre cubiertos?

¡Acaben los recuerdos aflictivos!
¿Qué importan las cenizas de los muertos
a quien vende la sangre de los vivos?

Poema A Antonio de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Aviso a mi persona

-- de Adelardo López de Ayala --

Adelardo, sutiliza;
investiga; inquiere; vela;
tu fiereza martiriza...
¡Mira que el odio te cela;
mira que la envidia atiza
la leña de su candela!

¡Nada importa que te estés
encerrado en tu aposento,
si allí te entregas después
a uno y otro pensamiento....
Y al empeño en que te ves
no te dedicas atento!

¡Aunque te encierres un mes,
ese desvanecimiento
no es trabajar!... ¡Antes es
holgar sin remordimiento!

Poema Aviso a mi persona de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Lope de Vega

Divino labrador, honor de España

-- de Lope de Vega --

Divino labrador, honor de España,
que, a pesar de la bárbara fiereza,
trujistes en las manos la cabeza,
por no morir en la heredad extraña,
el ejército muerto, la montaña
de cuerpos, troncos, tanta fortaleza
admira, y da lugar a la riqueza
del vuestro, insigne por tan alta hazaña.
Muertos responden a quien habla muerto,
y la patria de tales ciudadanos
de muro a muro a ser sepulcro viene.
Dichosa Zaragoza por Lamberto,
que tiene su cabeza por sus manos,
y ella su cuerpo por cabeza tiene.



Manuel del Palacio

Bebamos

-- de Manuel del Palacio --

Si de Baco el licor en mi cabeza
Sus vapores dulcísimos derrama,
No busco más honores ni más fama;
Todo lo tengo, amor, gloria, riqueza.

Con un cantar disipo la tristeza,
Hallo en el césped deliciosa cama,
Y de mi inspiración bajo la llama
Del destino me burlo y su fiereza.

Ame el guerrero la acerada ropa;
Yo gusto combatir en campo abierto
Con la botella sólo y con la copa.

Echad vino otra vez, que eso es lo cierto;
Y pues pasa la vida viento en popa,
Yacer quiero borracho ántes que muerto.



Manuel del Palacio

La bandera española

-- de Manuel del Palacio --

De rojo y amarillo está partida;
Dice el rojo del pueblo la fiereza;
El amarillo copia la riqueza
Con que su fértil suelo nos convida.

Plegada alguna vez, jamás rendida,
Ningún borrón consiente su pureza:
Y aun al mirarla doblan la cabeza
Los que á su sombra fiel hallan cabida.

Si hoy, como en otra edad, al mundo entero
Leyes no dicta desde polo á polo,
Ni el sol la manda su fulgor primero,

Cuando con vil traición ó torpe dolo
Pisarla intente audaz el extranjero,
¡Teñida la vereis de un color solo!



Duque de Ribas

Ojos divinos

-- de Duque de Ribas --

Ojos divinos, luz del alma mía,
por la primera vez os vi enojados;
¡y antes viera los cielos desplomados,
o abierta ante mis pies la tierra fría!

Tener, ¡ay!, compasión de la agonía
en que están mis sentidos sepultados,
al veros centellantes e indignados
mirarme, ardiendo con fiereza impía.

¡Ay!, perdonad si os agravié; perderos
temí tal vez, y con mi ruego y llanto
más que obligaros conseguí ofenderos;

tened, tened piedad de mi quebranto,
que si tornáis a fulminarme fieros
me hundiréis en los reinos del espanto.



Julián del Casal

galatea

-- de Julián del Casal --

En el seno radioso de su gruta,
alfombrada de anémonas marinas,
verdes algas y ramas coralinas,
galatea, del sueño el bien disfruta.
Desde la orilla de dorada ruta
donde baten las ondas cristalinas,
salpicando de espumas diamantinas
el pico negro de la roca bruta,
polifemo, extasiado ante el desnudo
cuerpo gentil de la dormida diosa,
olvida su fiereza, el vigor pierde,
y mientras permanece, absorto y mudo,
mirando aquella piel color de rosa,
incendia la lujuria su ojo verde.



Rafael María Baralt

A Cristóbal Colón

-- de Rafael María Baralt --

¿Quién La fiereza insulta de mis olas?
¿Quién del rumbo apartado y de la orilla,
entre cielos y abismos hunde la quilla
de tristes naves, náufragas y solas?

Las banderas triunfantes que enarbolas,
en la mojada arena con mancilla
miedo al mundo serán, no maravilla
y el casco de tus naves española.

Rugiendo el mar clamó; pero sonora
¡Colón! dijo una voz, y al fuerte acento
inclina la cerviz, besa la prora.

Cruje el timón, la lona se hincha al viento
y, Dios guiando, el nauta sin segundo
a los pies de Isabel arroja un mundo.



Juan de Arguijo

Psíquis a Cupido

-- de Juan de Arguijo --

A tu divina frente ¡oh poderoso
Niño! una venda con trabajo y arte
Teji de oro y colores, donde parte
Dibujé de tu triunfo glorioso;

En ella se ve atado al vitorioso
Carro el gran Febo, que la luz reparte,
Preso Mercurio, encadenado Marte,
Y Vulcano con muestras de celoso.

No se pudo librar con las reales
Insignias Jove; mal pudiera Psique
Resistir, si á estos rindes la fiereza.

Agraven mi prision mayores males,
Pues es fuerza que á un niño sacrifique
Mi firme amor, y á un ciego mi belleza.



Gutierre de Cetina

dórida, hermosísima pastora

-- de Gutierre de Cetina --

Cortés, sabia, gentil, blanda y piadosa,
¿cuál suerte desigual, fiera, rabiosa,
pone a mi libertad nueva señora?
el corazón que te ama y que te adora,
¿quién lo puede forzar que ame otra cosa?
¿amarílida es más sabia o hermosa
que tú? no sé. Contempla esta alma ahora.
¿Fue jamás de amarílida tratado
tan bien como de ti, tan sin fiereza?
¿no me acordabas tú si yo te amaba?
pues sin mudarme yo, ¿quién me ha mudado?
respondió el eco: «yo, que en tanta alteza
mucho tiempo tan dulce ser duraba».



Gutierre de Cetina

el tiempo es tal que cualquier fiera agora

-- de Gutierre de Cetina --

Ama su igual y por él llora o canta;
muestra el ciervo en bramar fiereza tanta,
mas a la cierva es dulce y la enamora;
la ronca voz del cuervo de hora en hora
cualquier dureza de su par quebranta;
y el triste ruiseñor su amiga espanta,
por lo cual se lamenta, aflige y llora.
Si yo me quejo, la razón me sobra,
pues ni tener respeto al ser constante
vale, ni tanto amar a ser amado.
Amor lo hace, y muestra bien ser obra
suya hacer que valga un ignorante
dichoso más que un cuerdo desdichado.



Hernando de Acuña

Cierto escogí bien peligrosa vía

-- de Hernando de Acuña --

Cierto escogí bien peligrosa vía
cuando primero en vos los ojos puse,
pues a pasar tal vida me dispuse
cual vos, señora, veis que ahora es la mía.

Para más no vivir viví aquel día
y, porque el veros todo bien pospuse,
ni sé a quién acusar ni a quién excuse,
ni hallo parte en mí del que solía.

Mas tomar tanto gusto en muerte ajena,
contra tanta humildad tal aspereza,
y obras a muerte tan enderezadas,

sin dar jamás alivio a tanta pena,
ved vuestras manos, que de tal fiereza
por fuerza se han de ver ensangrentadas.



Salvador Díaz Mirón

a ti

-- de Salvador Díaz Mirón --

Portas al cuello la gentil nobleza
del heráldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
¡y en los ojos abismos de belleza!

hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

¡quiero pugnar con el amor; y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano!

humillas mi elación y mi fiereza;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

xalapa. El 25 de mayo de 1901.



Salvador Díaz Mirón

A ti (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Portas al cuello la gentil nobleza
del heráldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
y en los ojos abismos de belleza.

Hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano,
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.

Quiero pugnar con el amor, y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano.

Humillas mi elación y mi fiereza;
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.



A Filis (Estébanez Calderón)

-- de El Solitario --

¿Quién tu rostro divino, Fili hermosa,
que en esplendor venciera el claro día,
intentó marchitar con mano impía
sembrando gualda en su azucena y rosa?

Tus ojos de paloma cariñosa,
que do quieran llevaban la alegría,
¿quién los pudo eclipsar, di, vida mía,
empañando su gloria luminosa?

Venus fue la que en cólera y fiereza
ajó tu flor con pecho vengativo,
envidiando tu lumbre y gentileza.

Pero Amor, que es tu guarda compasivo
te volvió con un beso tu belleza,
aumentando con otro tu atractivo.



Julia de Burgos

el hombre y mi alma

-- de Julia de Burgos --

¡qué caricia larga de acción me sube por las venas
anchas de recorrerme!

me veo inmóvil de carne esperando la lucha
entre el hombre y mi alma,
y me siento invencible,
porque mi ahora es fuerte columna de avanzada
en la aurora que apunta,
es grito de corazón vacío en la nave del mundo,
es esfuerzo de ola tendido en playa firme
para arrasar calumnias de las conciencias rotas.

Entre el hombre y mi alma
se ha cruzado la espada...
(La mente es una intérprete que traduce la fuerza
en ideas que avanzan.)

De mi lado se bate la conciencia del hombre
en un sol de principios sobre el soy de las almas.

En la mano del hombre se defiende la hueca
escultura de normas sobre el tiempo moldeada.

Ha sonado la lucha...
Y me siento intocada...
Estoy sobre los siglos con fiereza de olas...
¡Nadie palpe la sombra que mi impulso ahuyentara!



Evaristo Carriego

De la tregua

-- de Evaristo Carriego --

Un instante no más. Vengo a cantarte
la canción del laurel ¡Alza la frente
que es la única digna del presente
que, en mi salutación, voy a dejarte!

Tendrá el orgullo de tu sentimiento,
hoy, otra vez, el soñador cansado
que se acerca a buscar aquí, a tu lado,
el generoso olvido de un momento.

Y en la tregua fugaz, mientras se asoma
tu sol a mi pesar indefinido,
consentirá el león, agradecido,
que peine su melena una paloma.

Una ausencia gentil de mi fiereza,
cortés claudicación admirativa,
te dejará anunciarme, imperativa,
la altivez inmortal de tu belleza.



Evaristo Carriego

En el barrio

-- de Evaristo Carriego --

Ya los de la casa se van acercando
al rincón del patio que adorna la parra,
y el cantor del barrio se sienta, templando,
con mano nerviosa la dulce guitarra.

La misma guitarra, que aun lleva en el cuello
la marca indeleble, la marca salvaje
de aquel despechado que soñó el degüello
del rival dichoso tajeando el cordaje.

Y viene la trova: rimada misiva,
en décimas largas, de amante fiereza,
que escucha insensible la despreciativa
moza, que no quiere salir de la pieza...

La trova que historia sombrías pasiones
de alcohol y de sangre, castigos crüeles
agravios mortales de los corazones
y muertes violentas de novias infieles...



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 84

-- de Francisco de Quevedo --

Caín, por más bien visto, tu fiereza
quitó la vida a abel, porque ofrecía
a dios el mejor fruto que tenía,
como tú lo peor de tu riqueza.
A quien hizo mayor naturaleza,
hizo la envidia sólo alevosía
que a la sangre dio voz, y llanto al día;
a ti, condenación, miedo y tristeza.
Temblado vives, y el temblor advierte
que aunque mereces muerte por tirano,
que tiene en despreciarte honra la muerte.
La quijada de fiera, que en tu mano
sangre inocente de tu padre vierte,
la tuya chupará sobre tu hermano.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 71

-- de Francisco de Quevedo --

Cuando escribiste en el sagrado cerro,
con tu dedo, la ley en la dureza
que nos comunicó naturaleza,
y enternece piedad de tu destierro,
bajó moisés, y, viendo en el becerro
la adoración debida a su grandeza,
celoso nos rompió y, en su fiereza,
con los castigos advirtió su yerro.
Dividionos en piezas enojado;
mas como desde entonces ley tenemos,
contigo nos preciamos de tenella.
Y así, nosotras mismo nos rompemos
sin el profeta: que es dolor doblado
ver despreciar la ley y al dador de ella.



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