Buscar Poemas con Felices


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Se han encontrado 35 poemas con la palabra felices

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Alberto Lista

Regalo a una nueva esposa

-- de Alberto Lista --

Esta que aun lleva la encarnada espina,
gloria de su vergel, purpúrea rosa,
y esta blanca azucena y olorosa
bañada de la lluvia matutina.

Un pastorcillo a tu beldad divina
ofrece, pobre don a nueva esposa;
y no mal te dispone, Lesbia hermosa,
cuando a adornar tu seno las destina.

Del virgíneo carmín la rosa llena
retrata tu candor, y en sus albores
tu casta fe la cándida azucena;

y ese mirto que enlaza las dos flores
en felices esposos la cadena
con que os ensalza el Dios de los amores.

Poema Regalo a una nueva esposa de Alberto Lista con fondo de libro

Manuel Bretón de los Herreros

Los dos padres

-- de Manuel Bretón de los Herreros --

Padres los dos felices algún día
de dos hermosas vírgenes, al cielo
plugo arrancarlas del humano suelo
que tan sublime don no merecía.

Guarda a la tuya austera celosía,
candado eterno, religioso velo,
y a la antorcha imperial ¡ay desconsuelo
súbita muerte arrebató la mía!

Tú al menos de su voz tierna y piadosa
el son puedes oír cabe el sagrado
inaccesible muro que la esconde;

yo al frío mármol, do mi bien reposa
corro en amargas lágrimas bañado;
llamo, torno a llamar... ¡Nadie responde!

Poema Los dos padres de Manuel Bretón de los Herreros con fondo de libro

Manuel de Zequeira

El destino

-- de Manuel de Zequeira --

Del grueso tronco del mejor madero,
suele arbitrariamente el artesano,
hacer que salga de su docta mano
el asiento que ocupa un zapatero:

Toma otras veces este mismo obrero
una porción del leño más villano,
y forma con instinto soberano
el busto de una diosa o un guerrero.

El destino también inicuamente
al artífice imita en sus deslices,
haciendo venturoso al delincuente;

y aquellos que debieran ser felices
por sus nobles virtudes, inclemente
los deja miserables e infelices.

Poema El destino de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Manuel del Palacio

La guerra de dos pueblos

-- de Manuel del Palacio --

Eran ayer hermanos: de la ciencia
Los dos propagadores se llamaban,
Y la industria y el arte cultivaban
Felices en la paz y la opulencia.
Un hombre, en hora de fatal demencia
Irritó sus pasiones que callaban,
Y hoy con mares de sangre quizá lavan
El impuro borron de su conciencia.
¡Madres! Mañana al despuntar la aurora
No busqueis del hogar en los confines
Al que vuestras venturas atesora.
¿El eco no escuchais de los clarines?
¡Tras ellos va la furia asoladora
De esta maldita raza de Caínes!



Jorge Guillén

ya se acortan las tardes

-- de Jorge Guillén --

Ya se acortan las tardes
ya se acortan las tardes, ya el poniente
nos descubre los más hermosos cielos,
maya sobre las apariencias velos
pone, dispone, claros a la mente.
Ningún engaño en sombra ni en penumbra,
que a los ojos encantan con matices
fugitivos, instantes muy felices
de pasar frente al sol que los alumbra.
Nos seduce este cielo de tal vida,
el curso de la gran naturaleza
que acorta la jornada, no perdida
si hacia la luz erguimos la cabeza.
Siempre ayuda la calma de esta hora,
lenta en su inclinación hasta lo oscuro,
y se percibe un ritmo sobre el muro
que postrero fulgor ahora dora.
Este poniente sin melancolía
nos sume en el gran orden que nos salva,
preparación para alcanzar el alba,
también serena aunque mortal el día.



Puro y Luciente sol

-- de Dionisio de Solís --

Puro y Luciente sol, ¡oh, qué consuelo
al alma mía en tu presencia ofreces,
cuando con rostro cándido esclareces
la oscura sombra del nocturno velo!

¡Oh, cómo animas el marchito suelo
con benéfica llama! Y ¡cómo creces
inmenso y luminoso, que pareces
llenar la tierra, el mar, el aire, el cielo!

¡Oh sol! Entra en la espléndida carrera
que te señala el dedo omnipotente,
al asomar por las etéreas cumbres;

y tu increado Autor piadoso quiera,
que desde oriente a ocaso eternamente
pueblos felices en tu curso alumbres!



Dolores Veintimilla

Sufrimiento

-- de Dolores Veintimilla --

Pasaste, edad hermosa
En que rizó el ambiente
Las hebras del cabello por mi frente
Que hoy anubla la pena congojosa.
Pasaste, edad de rosa,
De los felices años,
Y contigo mis gratas ilusiones....
Quedan en su lugar los desengaños
Que brotó el huracán de las pasiones.

Entonces ay! entonces, madre mía,
Tus labios enjugaban
Lágrimas infantiles que surcaban
Mis purpúreas mejillas....Y en el día
¡Ay de mí! no estás cerca para verlas....
¡Son del color alquitaradas perlas....

Madre! madre! no sepa la amargura
Que aqueja el corazón de tus Dolores,
Saber mi desventura
Fuera aumentar tan solo los rigores
Con que en ti la desgracia audaz se encona.
En mi nombre mi sino me pusiste!
Sino, madre, bien triste!
Mi corona nupcial, está en corona
De espinas ya cambiada....
Es tu Dolores ay! tan desdichada!!!



Enrique González Martínez

porque ya mis tristezas...

-- de Enrique González Martínez --

Porque ya mis tristezas son como los matices
sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;

porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;

porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como enantes el pájaro y la estrella
(el pájaro que un día me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió),

y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este día con otra piedra blanca. . .



Pablo Neruda

soneto lv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lv
espinas, vidrios rotos, enfermedades, llanto
asedian día y noche la miel de los felices
y no sirve la torre, ni el viaje, ni los muros:
la desdicha atraviesa la paz de los dormidos,
el dolor sube y baja y acerca sus cucharas
y no hay hombre sin este movimiento,
no hay natalicio, no hay techo ni cercado:
hay que tomar en cuenta este atributo.
Y en el amor no valen tampoco ojos cerrados,
profundos lechos lejos del pestilente herido,
o del que paso a paso conquista su bandera.
Porque la vida pega como cólera o río
y abre un túnel sangriento por donde nos vigilan
los ojos de una inmensa familia de dolores.



Pedro Calderón de la Barca

Del rey

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

Alcázares poseo levantados,
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan
los cielos atenciones más felices.

Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.



José Ángel Buesa

tercer poema de la despedida

-- de José Ángel Buesa --

Llamarada de ayer, ceniza ahora,
ya todo será en vano,
como fijar el tiempo en una hora
o retener el agua en una mano.
Ah, pobre amor tardío,
es tu sombra no más lo que regresa,
porque si el vaso se quedó vacío
nada importa que esté sobre la mesa.
Pero quizás mañana,
como este gran olvido es tan pequeño,
pensaré en ti, cerrando una ventana,
abriendo un libro o recordando un sueño...
Tu amor ya está en mi olvido,
pues, como un árbol en la primavera,
si florece después de haber caído,
no retoña después de ser hoguera;
pero el alma vacía
se complace evocando horas felices,
porque el árbol da sombra todavía,
después que se han secado sus raíces;
y una ternura nueva
me irá naciendo, como el pan del trigo:
pensar en ti una tarde, cuando llueva,
o hacer un gesto que aprendí contigo.
Y un día indiferente,
ya en olvido total sobre mi vida,
recordaré tus ojos de repente,
viendo pasar a una desconocida...



Gabriel Celaya

la vida es tan sencilla...

-- de Gabriel Celaya --

La vida es tan sencilla...
La vida es tan sencilla que se explica por sí misma,
se basta a sí misma.
¡Mira! todo está hecho. Todo está ya dado.
Nos basta aceptar
o quizá somos humanos alabar
y cantar
a lo que nos maquina sin dejarse pensar.
Todo está aquí. ¿No lo ves?
no hay razón ni más allá.
¡Somos felices! vivimos los instantes explosivos
de alegría o de dolor, de rabia o de amor,
y si no
es que estamos distraídos, aburridos.
No hay nada que esperar. No hay nada que temer.
También la muerte
llegará cuando nos sea fielmente necesaria
y la recibiremos con verdadera ansia.
Desde que nacimos
nos estamos preparando para que nos consuma.



Idea Vilariño

tarde

-- de Idea Vilariño --

Cuerpos tendidos, cuerpos
infinitos, concretos, olvidados del frío
que los irá inundando, colmando poco a poco.

Cuerpos dorados, brazos, anudada tibieza
olvidando la sombra ahora estremecida,
detenida, expectante, pronta para emerger
que escuda la piel ciega.

Olvidados también los huesos blancos
que afirman que no es un sueño cada vida,
más fieles a la forma que la piel,
que la sangre, volubles, momentáneas.

Cuerpos tendidos, cuerpos
sometidos, felices, concretos,
infinitos...

Surgen niños alegres, húmedos y olorosos,
jóvenes victoriosos, de pie, como su instinto,
mujeres en el punto más alto de dulzura,
se tienden, se alzan, hablan,
habla su boca, esa un día disgregada,
se incorporan, se miran, con miradas de eternos.



A los retratos de Generalife

-- de El Solitario --

Mira, español, tus ínclitos abuelo,
que mostrando lo heroico de su cuna
libraron de la altiva media luna
estos palacios y felices suelos:

Estos son los que en bélicos desvelos
no dejaron región ni playa alguna
sin que rindiese el cuello a la fortuna
que a España dieron los piadosos cielos.

Dechados del valor y la hidalguía,
y sin par en lo fiel y lo constante,
su Rey por ellos venerar se hacía.

A virtud tan heroica y triunfante
compara tu menguada bizarría,
y espira de vergüenza en el instante.



Sor Juana Inés de la Cruz

ante la ausencia

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte



Vicente Aleixandre

los besos

-- de Vicente Aleixandre --

No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
en tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?
entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan. Revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.



Vicente Gallego

descabalada ciencia

-- de Vicente Gallego --

Descabalada ciencia misteriosa
nuestra felicidad:
esta brisa tranquila bajo el sol del espíritu,
breve tregua del alma con los cielos azules
que fomentan acaso el inmortal anhelo
de una alada conciencia más allá de la muerte.
Dulce engaño del cuerpo que ha gozado
su alto vuelo de sal sobre otro cuerpo,
y ligero se siente, y sus alas procuran
espantar un instante su condición orgánica
para soñarse un día
corrompida la fruta
sabor agradecido, aroma al menos,
ingrávida memoria de la dicha
que es ahora en la tarde.
Parece hoy suficiente salvación
albergar la esperanza
de una muerte que sea duermevela,
cansancio vespertino en el verano
satisfecho y redondo de haber sido,
contemplativo exilio, amortiguado eco
lejano y cadencioso de nosotros.
Firmamento irisado de los días felices,
quién pudiera salvarte,
como imagen cumplida del trayecto,
en la hueca retina del no ser,
o siquiera preñar el negativo
estricto de la nada que seremos
con el polen de luz de esta alegría.



Vicente Wenceslao Querol

A un árbol

-- de Vicente Wenceslao Querol --

El día en que yo vi la luz primera,
plantó mi padre en su risueño huerto
ese árbol que admiráis en primavera,
de tiernas hojas y de flor cubierto.

Yo entré en la sociedad, donde hoy batallo,
con la esperanza audaz de los mancebos,
cuando él ennoblecía el fuerte tallo
cada nueva estación con ramos nuevos.

Yo abandoné, buscando horas felices,
mi pobre hogar por la mansión extraña,
y él, inmutable, ahondaba sus raíces
junto al arroyo que sus plantas baña.

Hoy, rugosa la frente y seca el alma,
cuando hasta el eco de mi voz me asombra,
vengo a encontrar la apetecida calma
del tronco amigo a la propicia sombra.

Y evoco las memorias indecisas
de la edad juvenil, sueños perdidos,
mientras juegan sus ramas con las brisas
y al alegre rumor cantan los nidos.

Mi vida agosta ese dolor interno
con que los ojos y la frente enluto:
él abre en mayo su capullo tierno
y da en octubre el aromado fruto.



Antonio Machado

Abel Martín

-- de Antonio Machado --

La mujer
es el universo del ser.

(Página 22)

Sin el amor, las ideas
son como mujeres feas,
o copias dificultosas
de los cuerpos de las diosas.

(Página 59)

Sin mujer
no hay engendrar ni saber.

(Página 125)

Y otras sentencias menos felices aunque no menos interesantes, como ésta:

...Aunque a veces sabe Onán
mucho que ignora Don Juan

(Página 207)



Manuel José Quintana

A un amigo (Quintana)

-- de Manuel José Quintana --

No con vana lisonja y blando acento
Me quieras engañar, huésped del prado;
Yo no soy lo que fui: rigor del hado
Me condena por siempre al escarmiento.

Nunca lozana a su primer contento
La planta vuelve que truncó el arado,
Por más que al cielo le merezca agrado
Y que amoroso la acaricie el viento.

Anda, pasa adelante; en otras flores
Más ricas de fragancia y más felices
Pon tu dulce cuidado y tus amores:

Que es ya en mí por demás cuanto predices,
Pues el aire del sol con sus ardores
Quemó hasta la esperanza en mis raíces.



Mario Benedetti

la historia

-- de Mario Benedetti --

Dijo cervantes que la historia
es el depósito de las acciones
y yo salvadas las distancias creo
que es un nomenclátor de expectativas
el historiador era para schlegel
apenas un profeta que miraba hacia atrás
y yo salvadas las distancias creo
que suele ser estrábico y a veces hipermétrope
por su parte el saber congelado sostiene
que los pueblos felices nunca tienen historia
y como en realidad todos la tienen
vaya sacando usted las conclusiones
a menudo la historia se vale de utopías
algunos aprovechan para erigirle estatuas
y luego es consagrada como infancia del mundo
o como fotocopia del futuro
la historia colecciona pálidos nomeolvides
lápidas de homenaje con hollines y mugre
y en su amplio muestrario de desdenes
figura hasta el humilde que vivió sin codicia
la historia está maltrecha quebrantada
hace dos o tres siglos que no ríe
que no llora no habla acaso porque ahora
ya no hay quien le peine las mentiras



Mario Benedetti

una mujer desnuda y en lo oscuro

-- de Mario Benedetti --

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda
una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan
una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo
una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.



Juan Meléndez Valdés

de mi niñeces oda xv

-- de Juan Meléndez Valdés --

Siendo yo niño tierno,
con la niña dorila
me andaba por la selva
cogiendo florecillas,
de que alegres guirnaldas,
con gracia peregrina
para ambos coronarnos,
su mano disponía.
Así en niñeces tales
de juegos y delicias
pasábamos felices
las horas y los días.
Con ellos poco a poco
la edad corrió de prisa,
y fue de la inocencia
saltando la malicia.
Yo no sé; mas, al verme
dorila se reía,
y a mí de sólo hablarla
también me daba risa.
Luego al darle las flores
el pecho me latía,
y al ella coronarme
quedábase embebida.
Una tarde tras esto
vimos dos tortolitas
que con trémulos picos
se halagaban amigas,
y de gozo y deleite,
cola y alas caídas,
centellantes sus ojos,
desmayadas gemían.
Alentonos su ejemplo,
y entre honestas caricias
nos contamos turbados
nuestras dulces fatigas;
y en un punto, cual sombra
voló de nuestra vista
la niñez, mas en torno
nos dio el amor sus dichas.



Juan Meléndez Valdés

De mi niñeces: Oda XV

-- de Juan Meléndez Valdés --

Siendo yo niño tierno,
con la niña Dorila
me andaba por la selva
cogiendo florecillas,

de que alegres guirnaldas,
con gracia peregrina
para ambos coronarnos,
su mano disponía.

Así en niñeces tales
de juegos y delicias
pasábamos felices
las horas y los días.

Con ellos poco a poco
la edad corrió de prisa,
y fue de la inocencia
saltando la malicia.

Yo no sé; mas, al verme
Dorila se reía,
y a mí de sólo hablarla
también me daba risa.

Luego al darle las flores
el pecho me latía,
y al ella coronarme
quedábase embebida.

Una tarde tras esto
vimos dos tortolitas
que con trémulos picos
se halagaban amigas,

y de gozo y deleite,
cola y alas caídas,
centellantes sus ojos,
desmayadas gemían.

Alentonos su ejemplo,
y entre honestas caricias
nos contamos turbados
nuestras dulces fatigas;

y en un punto, cual sombra
voló de nuestra vista
la niñez, mas en torno
nos dio el Amor sus dichas.



Julio Herrera Reissig

Meridiano durmiente

-- de Julio Herrera Reissig --

Frente a la soporífera canícula insensata,
la vieja sus remiendos monótonos frangolla;
y al son del gluglutante rezongo de la olla
inspírase el ambiente de bucólica beata...

En el sobrio regazo de la cocina grata,
su folletín la cándida maledicencia empolla,
hasta que la merienda de hogaza y de cebolla
abre un dulce paréntesis a la charla barata.

Afuera el aire es plomo... Casiopea y Melampo,
turban sólo el narcótico gran silencio del campo.
Ella, la muy maligna, finge torpes enredos,

como le habla al oído de divinos deslices...
Y así el tiempo resbala por sus almas felices,
como un rosario fácil entre unos bellos dedos.



Fernando de Herrera

De la luz en que espira amor herido

-- de Fernando de Herrera --

De la luz en que espira amor herido
al corazón altivo y desdeñoso
paso, rompiendo el rayo glorioso
la sombra, en que dormía, del olvido.

Doliome entonces mucho haber perdido
un punto y vi, en mi mal dolor dudoso,
gloria cierta, afán breve, bien dichoso,
y el deseo en sus votos ya vencido.

De hoy más amo y adoro cuantos daños,
celoso de mi suerte, Amor procura,
bienes viendo exhalar sus ojos bellos.

Eternos corran mis felices años,
y a mi alma abrasada en llama pura
siempre enlace la red de sus cabellos.



Francisco de Quevedo

parnaso español 30

-- de Francisco de Quevedo --

Si gobernar provincias y legiones
ambicioso pretendes, ¡oh licino!,
procura que el favor que desatino
aseguren de infames tus acciones.
No merezca ninguno las prisiones
mejor que tú, pues cuanto más vecino
al suplicio te vieres, el destino
más te apresurará las elecciones.
Felices son y ricos los pecados:
ellos dan los palacios suntuosos,
llueve el oro, adquieren los estados.
Alábense los hombres virtuosos;
mas, para los que viven alabados,
quien los alaba elige los viciosos.



Francisco Sosa Escalante

A la soledad (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tregua buscando al anhelar que siento
A tí un refugio, soledad, te pido;
Rueden mis horas en quietud y olvido,
Halle descanso en tí mi pensamiento.

Los que gozan de dicha y de contento
Disfrutando el amor de un sér querido,
Los que felices son, entre el rüido
Del mundo, vivirán sin mi tormento.

Mas yo que miro conjurarse airadas
Las penas todas contra el alma mía,
Busco tus horas tristes y calladas.

Amable soledad, oculta pía
Mis lágrimas que corren desbordadas;
Que de ellas nadie por mi mal se ría.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita III

-- de Francisco Villaespesa --

Hay rosas que se abren en selvas misteriosas
y mustias languidecen, nostálgicas de amores,
sin que haya quien aspire sus púdicos olores...
¡Hay almas que agonizan lo mismo que esas rosas!
las mariposas tienden sus alas temblorosas
y en alegría loca de luces y colores,
ebrias de amor expiran en tálamos de flores...
¡Hay vidas que se acaban como esas mariposas!
¡oh, púdicas vestales! ¡oh, locas meretrices!
¿quiénes son más hermosas? ¿quiénesson más felices?
los hombres preguntaron, en una edad lejana,
a un fauno que en las frondas oculto sonreía...
Hace ya muchos siglos... Y en la conciencia humana
el fauno, a esa pregunta, sonríe todavía.



José Alonso y Trelles

Cantares (Alonso y Trelles)

-- de José Alonso y Trelles --

Las avispas del deseo
Son -al verte ráir- felices,
Porque roban a tu boca
La miel pa sus camoatises.

Pa saber si te he querido
Vení a verme lo que muera,
Y campiando en mis pupilas
Verás tu retrato en eyas.

Perezosos son mis ojos
Pa abrirse cuando está lejos,
Porque te encuentran cerquita
Con sólo mirar pa dentro.

Cuando oigás que estoy muriendo
Por compasión vení a verme;
Porque estando vos con migo
No he de ver yegar la muerte.

Era rumbiar pa tu rqancho
Y alegrarse mi overito,
¿Por qué será qur hoy se empaca
Y no va si no lo hostigo?

Me engañastes y juré
Odiarte dende aquel día;
Pero el querer es mañero
Y yo te quiero entuavía.



José Asunción Silva

crepúsculo I

-- de José Asunción Silva --

Tableau mistérieux que la
vue offre à la pensée.
Charles nodier
es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlanlas tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados ylos bosques,
y el ángel de la tarde a dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblassin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros devisiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatosinformes
tornan a las estancias de los niños
los duendesprotectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicasvoces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el almatorna
a los felices días de la infancia
que pasaronveloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagosrumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de lanoche.



José Asunción Silva

Crepúsculo2

-- de José Asunción Silva --

Es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del Ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlan las tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados y los bosques,
y el ángel de la tarde a Dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblas sin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros de visiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatos informes
tornan a las estancias de los niños
los duendes protectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicas voces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el alma torna
a los felices días de la infancia
que pasaron veloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagos rumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de la noche.



José Martí

áraba

-- de José Martí --

Sin pompa falsa ¡oh árabe! saludo
tú libertad, tu tienda y tu caballo.
Como se ven desde la mar las cumbres
de la tierra, tal miro en mi memoria
mis instantes felices: sólo han sido
aquellos en que, a solas, a caballo
vi el alba, salvé el riesgo, anduve el monte,
y al volver, como tú, fiero y dichoso
solté las bridas, y apuré sediento
una escudilla de fragante leche.
Los hombres, moro mío,
valen menos que el árbol que cobija
igual a rico y pobre, menos valen
que el lomo imperial de tu caballo.
Sombra da el árbol, y el caballo asiento:
el hombre, como el guao,
padre a los que se acogen a su sombra.
Oh, ya no viene el verso cual solía
corno un collar de rosas, o a manera
de caballero de la buena espada
toda de luz vestida la figura:
viene ya corno un buey, cansado y viejo
de halar de la pértiga en tierra seca.



José Martí

en un campo florido...

-- de José Martí --

En un campo florido en que retoñan
al sol de abril las campanillas blancas,
un coro de hombres jóvenes espera
a sus novias gallardas.
Tiembla el ramaje, canta y aletean
los pájaros: las silvias de su nido
salen, a ver pasar las lindas mozas
en sus blancos vestidos.
Ya se van en parejas por lo oscuro
susurrando los novios venturosos:
volverán, volverán dentro de un año
más felices los novios.
Sólo uno, el más feliz, uno sombrío,
con un traje más blanco que la nieve,
para nunca volver, llevaba al brazo
la novia que no vuelve.



Clemente Althaus

Deseo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Pláceme contemplar desde la playa
el infinito mar que me convida
a que del patrio suelo me despida
y a otras riberas venturosas vaya.

Del lejano horizonte tras la raya,
al umbral de otro mundo parecida,
tal vez mas dulce placentera vida
y mas felices moradores haya.

Oh naves que a la aurora, al occidente,
al sur partís y al septentrión, ¡quién fuera
con vosotras! Mas ¡ay! que solamente

me es dado vuestra rápida carrera
seguir con la mirada y con la mente:
¡Y la dicha tal vez allá me espera!



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