Buscar Poemas con Estragos


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra estragos

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Emilio Bobadilla

Mayo catastrófico

-- de Emilio Bobadilla --

¡Mayo! ¿Esto es Mayo? ¿Dónde está su brillo?
¿Y dónde su fragancia? La ventisca
ha tornado lo verde en amarillo
y dado al campo una expresión arisca.

El desconcierto añade de su odio
al desconcierto natural el hombre
y no parece el mundo sino brodio
de locura y catástrofes sin nombre.

¡Oh días tenebrosos, días aciagos
de indescriptibles, punzadores dramas,
de heroicas cobardías y de estragos!

¿En dónde refugiarse? ¡El cielo en guerra,
epiléptico el mar, el aire en llamas
y en fragorosa convulsión la tierra!

Poema Mayo catastrófico de Emilio Bobadilla con fondo de libro

El huracán

-- de Vicenta Castro Cambón --

DERRIBAR, deshacer: ¡ese es mi afán!
No sin razón se teme al huracán.
Más de un ave, su nido y su polluelo,
a mi paso ha rodado por el suelo.
¡Ah! cerréis las ventanas y las puertas?
Cerrad no más: me ensañaré en las huertas.
Del árbol más coposo y más gigante
yo abato la arrogancia en un instante.
¡Mirad, los que cuidáis de los frutales,
cómo trato a la vid y a los perales!
De mi saña no escapa ni un arbusto.
Deshacer... Derribar... ¡Ese es mi gusto!
Infeliz del transefinte retrasado:
¡qué cara su demora habrá pagado!
A muchos he dejado sin vivienda,
y he causado de estragos en la hacienda...!
Interrumpo trabajos y placeres...
¡Como lloran de miedo las mujeres!...
Y cómo las asustan mis zumbidos!...
Me divierto imitando sus gemidos...
Me voy apacigüando: estoy cansado.
Es tanta la extensión que he azotado...
Es suerte no sentir remordimiento
ante el mal que he causado en un momento.
Bien puedo mi obra contemplar con calma:
yo no soy como el hombre, no tengo alma.
¡Bah! más mal hace un alma sin conciencia
y se pasa tan calma la existencia...!

Poema El huracán de Vicenta Castro Cambón con fondo de libro

Juan Nicasio Gallego

A una señorita que me pidió versos

-- de Juan Nicasio Gallego --

Del padre Tajo el agua cristalina
con su puñal sacrílego ensangrienta,
de estragos siempre y lágrimas sedienta,
civil discordia en la nación vecina.

La ambición, que a dos príncipes fascina,
de Montiel los escándalos ostenta
a la asombrada Europa; y muda y lenta
peste voraz sus pueblos extermina.

¡Ay, que ya el monstruo la comarca huella
de los hijos del Betis, que a millares
abandonan su hogar despavoridos!

¿No escuchas sus lamentos, Dina bella?
¡Y ahora me pides himnos y cantares!
Pídeme llanto, indignación, gemidos.

Poema A una señorita que me pidió versos de Juan Nicasio Gallego con fondo de libro

Julio Herrera Reissig

otoño

-- de Julio Herrera Reissig --

La druídica pompa de la selva se cubre
de una gótica herrumbre de silencio y estragos;
y cibeles esquiva su balsámica ubre,
con un hilo de lágrimas en los párpados vagos...

Sus cabellos de místico azafrán llora octubre
en los lívidos ojos de muaré de los lagos.
Las cigüeñas exodan. Y los búhos aciagos
ululúan la mofa de un presagio insalubre...

Tras de la cabalgata de metal, las traíllas
ladran a las casacas rojas y a las hebillas...
El cuerno muge. Todo ríe de austera corte.

El abuelo silencio trémulo se solaza...
Y zumba la leyenda ecuestre de la caza
en medio de un hierático crepúsculo del norte.



José Joaquín de Olmedo

Parodia épica

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿Ves cuál se precipita en ígneo sulco,
de la ominosa nube desprendido
, el rayo asolador, de ronco trueno
y luz deslumbradora precedido;
y de las enriscadas, desiguales
sierras derroca las enormes masas
de portentosa, horrible pesadumbre,
que desraigando los añosos robles,
fuertes encinas y sublimes pinos,
en derredor los valles asordando,
con fracaso espantable por las faldas
ásperas y fragosas saltan, ruedan
y allá en el hondo abismo se despeñan;
y a un tiempo los soberbios capiteles,
que entre nubes de lejos se divisan,
y valles y collados señorean,
que el tiempo respetó, con mil estragos
se desploman y en polvo se deshacen:
templos, casas, alcázares, palacios,
do en asiática pompa el lujo ríe,
la altiva frente rinden, y deshechas
el suelo besan que antes desdeñaban,
y sus vastas ruinas portentosas
grandes, pequeños, ricos, pobres, buenos,
malos, fuertes y débiles sepultan;
grito de muerte a las esferas sube,
un silencio de muerte le sucede?...
En tanto... En tanto... ¡Oh descripción amiga,
ya el aliento me falta; otro te siga!



Clemente Althaus

Noticias de la patria

-- de Clemente Althaus --

Es dulce a quien habita tierra ajena
nuevas sabe su país nativo,
que engaña de la ausencia la gran pena;
mas yo, que ausente de mi patria vivo,
consuelo ni alegría sentir suelo
con lo que a todos es grato y festivo.
Antes me oprime grave desconsuelo;
llanto vierten los ojos, hechos fuente,
y me lamento al poderoso cielo.
Pero ¿cómo alegrarme? ¿cómo ardiente
no derramar inconsolable lloro?
Si es fuerza siempre que la fama cuente
que el dulce patrio suelo a quien adoro,
y de quien sus miradas Dios aparta,
hijos pierde, virtud, honra y tesoro;
sin que jamás un punto de él se parta
la atroz Discordia, como siempre ayuna,
nunca de presas y de estragos harta.
Tal vez, por excusar tan importuna
pena, estar anhelé do no pudiera
de mi patria saber nueva ninguna.
¡Dichoso el hombre que la luz primera
ver alcanzó de la bondad divina
en tierra que en sosiego y paz prospera,
ni a sí propia se labra la rüina!



Ramón López Velarde

tema ii

-- de Ramón López Velarde --

Tema ii
a fuerza de quererte
me he convertido, amor,
en alma en pena.
¿Por qué, fuensanta mía,
si mi pasión de ayer está ya muerta
y en tu rostro se anuncian los estragos
de la vejez temida que se acerca,
tu boca es una invitación al beso
como lo fue en lejanas primaveras?
es que mi desencanto nada puede
contra mi condición de ánima en pena
si a pesar de tus párpados exangües
y las blancuras de tu faz anémica,
aún se tiñen tus labios
con el color sangriento de las fresas.
A fuerza de quererte
me he convertido, amor, en alma en pena,
y en el candor angélico de tu alma
seré una sombra eterna...



Ramón López Velarde

Alma en pena

-- de Ramón López Velarde --

A fuerza de quererte
Me he convertido, Amor, en alma en pena.

¿Por qué, Fuensanta mía,
si mi pasión de ayer está ya muerta
y en tu rostro se anuncia los estragos
de la vejez temida que se acerca,
tu boca es una invitación al beso
como lo fue en lejanas primaveras?

Es que mi desencanto nada puede
Contra mi condición de ánima en pena
Si a pesar de tus párpados exangües
Y las blancuras de tu faz anémica,
Aun se tiñen tus labios
Con el color sangriento de las fresas.

A fuerza de quererte
Me he convertido, Amor, en alma en pena,
Y con el candor angélico de tu alma
Seré una sombra eterna.



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