Buscar Poemas con Espléndida


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Se han encontrado 20 poemas con la palabra espléndida

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José Martí

una virgen espléndida

-- de José Martí --

Una virgen espléndida morada
de un sol de amor que por sus negros ojos
brota, pregunta, abraza y acaricia
versos me pide, versos de mujeres.
¡Arrullos de paloma,
murmullos de sunsunes,1
suspiros de tojosas!
yo podré, en noche ardiente,
trovando amor al pie de su ventana,
en tal aura envolverla,
con tal fuego besarla,
que al nuevo amanecer, nadie vería
en su cutis la flor que lo teñía.
¡Calla, mi amigo amor! que nadie sepa
que yo llevo en los labios la flor roja
que su mejilla cándida lucía,
y el candor, y la flor, y el frágil vaso,
mío es todo, puesto que ella es mía.
Y la madre amorosa,
de sagrado temor y amor movida,
dijérale a la pálida ¿y la rosa
de tu mejilla fresca dónde es ida?

Poema una virgen espléndida de José Martí con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

A una bañista

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Quién fuera el mar, que enamorado espera
que tu cuerpo interrumpa su llanura
y rodear tu espléndida hermosura
de un abrazo y a un tiempo toda entera!

Si yo en tus aguas infundir pudiera
el alma ardiente que adorarte jura,
en muestra de mi amor y mi ventura
te alzara en triunfo a la celeste esfera.

Y, al descender con mi tesoro, ufano,
convirtiendo la líquida montaña
en olas que anunciaran mi alegría,

en las costas del reino lusitano,
y en áfrica, y América, y Bretaña,
mi grito de placer resonaría.

Poema A una bañista de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

A una dama (Tapia y Rivera)

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Con gozo mi pluma escribe
en tu libro de memorias
estos versos, que aunque humildes,
sinceros del alma brotan.
Mujer bendita del cielo
del cielo bendita esposa,
mujer que diste por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Tú has debido ser tan bella
como la espléndida aurora,
mecerse debió tu cuna
entre perfumes y aromas,
ser debió tu primavera,
como ninguna, señora,
puesto que has dado por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Las flores en tu himeneo
darte debieron coronas,
hicieron tu epitalamio
las dulces aves cantoras,
porque solo así pudieras
(tú la más bella entre todas)
dar a natura por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Que premie el cielo tu unión
con el esposo que adoras,
que te celebren los genios
cual bella madre de hermosas,
y natura agradecida
al ver que tú, bienhechora
con un ramo de primores
has ornado su corona,
proclame que das por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Poema A una dama (Tapia y Rivera) de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

redención

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita;

te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;

porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;

porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;

porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.

Te quiero; nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.

¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas!



Luis Muñoz Rivera

patriota

-- de Luis Muñoz Rivera --

Con las ropas en bello desorden,
la frente marmórea de rizos poblada,
balbuciendo los trémulos labios
confusas palabras,
un niño dormía
soñando una patria.

Oh! ¡qué hermosa, riente y espléndida,
altiva y heroica, viril y gallarda
la veía surgir de las ondas
rugientes y bravas,
con su veste de espumas cubiertos
el torso de ninfa, las formas de estatua!

corrieron los años;
el niño, en su tierra, creció como un paria;
vio la fusta estallar implacable
del siervo en la espalda;
mirar pudo en el rostro del césar
sonrisas de lástima;
la sangre, rebelde,
subió a sus mejillas en brusca oleada;
y después... En sus noches de insomnio,
evocando a la ninfa soñada
¡qué mezquina, qué pobre, qué triste
solía mirarla!

¡ay! el sueño... ¡Qué dulce y alegre!
la verdad... ¡Qué desnuda y amarga!
por eso el mancebo
pensando en la patria,
sintió muchas veces sus ojos marchitos
llenarse de lágrimas.



Manuel del Palacio

La flor de mi esperanza

-- de Manuel del Palacio --

Yo vi en una mañana
Serena y deliciosa,
Brillar en la pradera fresca rosa
Espléndida y galana.
Sus hojas de colores
Al albo Sol hería,
Era la reina de las otras flores,
Era la flor de la esperanza mía.

Las amorosas brisas la mecieron
Llenando de perfume su capullo,
Vida y color la dieron,
Yo lozana la ví del prado orgullo;
Mis ayes de quebranto
Sólo ella cariñosa comprendía,
¡Cuántas veces mi llanto
Regó la flor de la esperanza mia!

Yo la conté mis sueños,
La historia le expliqué de mis amores,
Ella feliz rió de mis ensueños,
Y lloró desgraciada mis dolores.



Puro y Luciente sol

-- de Dionisio de Solís --

Puro y Luciente sol, ¡oh, qué consuelo
al alma mía en tu presencia ofreces,
cuando con rostro cándido esclareces
la oscura sombra del nocturno velo!

¡Oh, cómo animas el marchito suelo
con benéfica llama! Y ¡cómo creces
inmenso y luminoso, que pareces
llenar la tierra, el mar, el aire, el cielo!

¡Oh sol! Entra en la espléndida carrera
que te señala el dedo omnipotente,
al asomar por las etéreas cumbres;

y tu increado Autor piadoso quiera,
que desde oriente a ocaso eternamente
pueblos felices en tu curso alumbres!



Efraín Huerta

buenos días a diana cazadora

-- de Efraín Huerta --

Muy buenos días, laurel, muy buenos días, metal, bruma y silencio.
Desde el alba te veo, grandiosa espiga, persiguiendo a la niebla,
y eres, en mi memoria, esencia de horizonte, frágil sueño.
Olaguíbel te dio la perfección del vuelo y el inefable encanto de estar quieta,
serena, rodilla al aire y senos hacia siempre, como pétalos
que se hubiesen caldo, mansamente, de la espléndida rosa de toda adolescencia.

Muy buenos días, oh selva, laguna de lujuria, helénica y ansiosa.
Buenos días en tu bronce de violetas broncíneas, y buenos días, amiga,
para tu vientre o playa donde nacen deseos de espinosa violencia.
¡Buenos días, cazadora,.Flechadora del alba, diosa de los crepúsculos!
dejo a tus pies un poco de anhelo juvenil y en tus hombros, apenas,
abandono las alas rotas de este poema.



Pablo Neruda

soneto liv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Espléndida razón, demonio claro
del racimo absoluto, del recto mediodía,
aquí estamos al fin, sin soledad y solos,
lejos del desvarío de la ciudad salvaje.
Cuando la línea pura rodea su paloma
y el fuego condecora la paz con su alimento
tú y yo erigimos este celeste resultado!
razón y amor desnudos viven en esta casa.
Sueños furiosos, ríos de amarga certidumbre
decisiones más duras que el sueño de un martillo
cayeron en la doble copa de los amantes.
Hasta que en la balanza se elevaron, gemelos,
la razón y el amor como dos alas.
Así se construyó la transparencia.



José Tomás de Cuellar

A la luna (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

CELESTE luminar, muda viajera
Que cruzas por la esfera
Inundando de luz el ancho mundo.
Al admirarte en tu tranquilo vuelo,
El entusiasmo ardiente
Arranca del laúd dulce sonido,
Y á tí se eleva mi abatida frente.

¡Salve, espléndida Luna,
Misterioso fanal que suspendido
Por la mano de Dios en las alturas,
Lanzas tu luz en rayos plateados
Del adormido mundo á las criaturas.



José Tomás de Cuellar

En la caverna de Cacahuamilpa

-- de José Tomás de Cuellar --

¡ESPLÉNDIDA mansión, recinto umbroso
De silencio y de paz augusto templo:
De tu imponente majestad ansioso,
Extático y absorto te contemplo!

Asiento ya mi planta en tus umbrales,
Ávido de gozar, negra caverna;
Y huyendo las visiones mundanales,
Medito solo en tu tíniebla eterna....

La mente se consagra enajenada
De tu esencia al misterio sorprendente;
Tu sublime quietud, tu calma helada
Imprimen el terror sobre mi frente.



Salvador Díaz Mirón

En el álbum de la señorita Ana Markoe

-- de Salvador Díaz Mirón --

Espléndida rosa de mágico prado
que entreabre sus hojas al sol del amor,
eso eres, Anita. Yo soy, a tu lado,
la espina en la rosa, la nube en el sol.

Dejé mis riberas, mi nido de palma,
colgado de un árbol dejé mi rabel;
tendí en el espacio las alas de mi alma
y llego y murmuro mi nombre a tus pies.

Es flor de los cielos la pálida estrella,
es flor de las ondas la espuma del mar,
es flor del recuerdo mi dulce querella,
es flor que se muere si en tu alma no está.



Antonio-Plaza-Llamas

a una actriz

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

A una actriz
intérprete feliz del pensamiento.
Ángel que brillas en la gloria humana,
ciñéndole a tu frente soberana
la espléndida corona del talento.
Heroína del noble sentimiento,
no me admira el laurel que te engalana;
porque sé que en la tierra mexicana
el genio tiene su mejor asiento.
Sigue de gloria con tu sueño santo
y conquista renombre sin segundo
en la futura edad, que yo entretanto,
al aplaudirte con afán profundo,
diré orgulloso en atrevido canto:
nada envidias, ¡oh patria!, al viejo mundo.
Antonio plaza llamas



Manuel Reina

Canción árabe

-- de Manuel Reina --

Lejos está la hermosa de la gentil garganta
y de ojos centelleantes.
Corcel, vuela conmigo; condúceme a su planta;
por ella te he comprado la peregrina manta
de raso y de brillantes.

Por ella de preciosos regalos te he colmado
que valen un tesoro;
tus bridas son de plata; tu silla, de brocado,
y en tus ijares nunca tu dueño te ha clavado
el espolín de oro.

Por ella están tus crines rizadas y sedosas,
y brilla tu herradura,
y está por manos hábiles, en sedas muy lujosas,
bordada de guirnaldas, de pájaros y rosas,
tu espléndida montura.

Por ella todo el mundo te admira y te decanta;
por ella soy tu amigo;
corcel, corcel ligero, condúceme a su planta;
por ella te he comprado tu peregrina manta.
¡Corcel, vuela conmigo!



Mario Benedetti

el silencio

-- de Mario Benedetti --

Qué espléndida laguna es el silencio
allá en la orilla una campana espera
pero nadie se anima a hundir un remo
en el espejo de las aguas quietas
mario benedetti



Miguel Ángel Corral

Junto a un sepulcro

-- de Miguel Ángel Corral --

Bello está el día. El sol resplandeciente
suspenso en la mitad de su carrera,
inundando de luz toda la esfera
trémula, lanza su mirada ardiente.

Al reflejo del éter transparente,
el árbol, nacarado, reverbera,
y el ámbar de su hojosa cabellera
el campo llena de oloroso ambiente.

Mas ¿qué me importa a mí la luz del día,
qué su espléndida pompa y galanura,
si cubierta de luto el alma mía

al eclipse mortal de tu hermosura,
llevo en perpetua y fúnebre agonía
el corazón repleto de amargura?



Juan Nicasio Gallego

A Lesbia en su cumpleaños

-- de Juan Nicasio Gallego --

Del nacarado Oriente a los umbrales
entre ráfagas bellas de oro y grana
torna a lucir la espléndida mañana
que al mundo abrió tus ojos celestiales.

Pura brille y feliz: huyan los males
de ti, divina Lesbia, como vana
niebla al sol estival, o cual ufana
disipas la aridez si al campo sales.

Meció tu cuna en la estación amena
el arrullo del céfiro, y más flores
que sus halagos con tu aliento crías.

Arda a tus pies la juventud de amores,
y tu lozana edad goza sin pena,
que cuanto gracias da, no aumenta días.



Francisco de Quevedo

parnaso español 25

-- de Francisco de Quevedo --

Próvida dio campania al gran pompeo
piadosas, si molestas, calenturas;
la salud le abundó de desventuras
y le usurpó a sus glorias el trofeo.
¿Quién podrá disculpar nuestro deseo
si en el cerco del sol camina a oscuras?
sobráranle en campania sepulturas;
fáltanle de su muerte en el rodeo.
Si mario la alma espléndida exhalara,
opima con los triunfos de la guerra,
lagos, destierro y cárcel ignorara.
Mucha tiniebla y grande noche cierra
cuanto destina el hombre, y todo para
en pretendida muerte y poca tierra.



Francisco de Quevedo

parnaso español 49

-- de Francisco de Quevedo --

A quien la buena dicha no enfurece,
ninguna desventura le quebranta;
camino, fabio, por la senda santa,
que no en despeñaderos permanece.
Huye el camino izquierdo, que florece
con el engaño de tu propia planta;
pues cuanto en curso alegre se adelanta,
tanto en mentidas lumbres te anochece.
Huye la multitud descaminada;
deja la culpa espléndida, y, seguro,
a virtud dará el fin de la jornada.
Y si al engaño, en la opulencia oscuro,
aplicas luz, harás que te persuada
que el oro es cárcel con blasón de muro.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 87

-- de Francisco de Quevedo --

Si mereciendo sillas juan y diego,
dice cristo que erraron en pedillas,
al que sin merecellas pide sillas,
más le valiera ser mudo que ciego.
En la atención de dios, humano ruego
no puede por sí solo conseguillas:
hanse de conquistar con maravillas
de amor nacido de divino fuego.
Sólo se sienta quien el cáliz bebe;
la cruz el trono en la pasión dispensa;
el descanso al tormento se le debe.
Y en la bondad espléndida y inmensa,
la culpa gracia, como sangre, llueve,
y la satisfacción está en la ofensa.



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