Buscar Poemas con Especie


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra especie

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Ernesto Cardenal

sobre el mojado camino en el que las muchachas con sus cántaros van y vienen

-- de Ernesto Cardenal --

Sobre el mojado camino en el que las muchachas con sus cántarosvan y vienen,
cortado en gradas en la roca,
colgaban como cabelleras o como culebras
las lianas de los árboles.
Y una especie de superstición flotaba en todas partes.
Y abajo:
la laguna de color de limón,
pulida como jade.
Subían los gritos del agua
y el ruido de los cuerpos de color de barro contra el agua.
Una especie de superstición...
Las muchachas iban y venían con sus cántaros
cantando un antigua canto de amor.
Las que subían iban rectas como estatuas,
bajo sus frescas áncoras rojas con dibujos
los cuerpos frescos de figura de ánfora.
Y las que bajaban
iban saltando y corriendo como ciervas
y en el viento se abrían sus faldas como flores.

Poema sobre el mojado camino en el que las muchachas con sus cántaros van y vienen de Ernesto Cardenal con fondo de libro

Alfonsina Storni

Cara copiada

-- de Alfonsina Storni --

Es la cara de un niño transparente, azulosa,
Como si entre los músculos y la piel de la cara
Una napa de leche lentamente rodara.
En ella solamente la boca es una rosa.

Y detrás de ese cutis de lavada azucena
Otra cara se esconde, fuertemente esculpida;
Es aquella del hombre que le ha dado la vida
Y se mueve en sus rasgos y los gestos le ordena:

Mira con inocencia y es dura su mirada.
Su sonrisa es tranquila y en el fondo es taimada:
Hay huellas en la fresca ternura de su pulpa.

Ya en la boca se pinta la blandura redonda
Que dan los besos largos y en su nariz la honda
Codicia de la especie. ¡Y carece de culpa!

Poema Cara copiada de Alfonsina Storni con fondo de libro

A Dios (Arroyal)

-- de León de Arroyal --

Quando alzando los ojos miro el cielo
adornado de estrellas refulgentes,
de luna y sol las vueltas diferentes,
y de los orbes el constante vuelo:

Y tornando á baxarlos, veo el suelo
regado con los rios y las fuetnes,
henchido de hombres, brutos y vivientes,
que procrean su especie con anhelo:

Al contemplar de todo la hermosura,
y el inmutable órden, que en sí tiene,
y observa la feraz naturaleza;

Á tí elevo mi alma con fe pura,
ó eterno Criador; y qual conviene
bendigo en altas voces tu grandeza.

Poema A Dios (Arroyal) de León de Arroyal con fondo de libro

Delmira Agustini

El vampiro (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

En el regazo de la tarde triste
yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
¡Sentirte el corazón! Palideciste
hasta la voz, tus párpados de cera.

Bajaron...Y callaste...Pareciste
oír pasar la muerte...Yo que abriera
tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-
¡Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente
tu corazón herido mortalmente;
por la cruel daga rara y exquisita
de un mal sin nombre, ¡Hasta sangrarlo en llanto!
y las mil bocas de mi sed maldita
tendí a esa fuente abierta en tu quebranto

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
que come llagas y que bebe el llanto?



Enrique Álvarez Henao

Gota de agua

-- de Enrique Álvarez Henao --

Penetra el viejo sabio al gabinete
a recordar su ciencia micrográfica,
y sobre el transparente porta-objeto
coloca una brillante gota de agua.

La somete al examen microscópico
y la escudriña con febril mirada,
y torna a ver lo que en antiguos tiempos:
monstruos enormes de figuras raras.

Y remira esa hambrienta turbamulta
de infusorios de formas tan fantásticas,
y ve que unos a otros se devoran
como en los mares de la especie humana.

Abandona de pronto el microsopio
y murmura, calándose las gafas:
¡ cuántos monstruos se irán también matando
ocultos en el fondo de una lágrima!...



Oliverio Girondo

me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo

-- de Oliverio Girondo --

Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo,con una violenta viscosidad de molusco. Una secreción pegajosame iba envolviendo, poco a poco, hasta lograr inmovilizarme. De cadauno de sus poros surgía una especie de uña que meperforaba la epidermis. Sus senos comenzaban a hervir. Unaexudación fosforescente le iluminaba el cuello, las caderas;hasta que su sexo lleno de espinas y de tentáculos seincrustaba en mi sexo, precipitándome en una serie de espasmosexasperantes.
Era inútil que le escupiese en los párpados, en lasconcavidades de la nariz. Era inútil que le gritara mi odio y midesprecio. Hasta que la última gota de esperma no se medesprendía de la nuca, para perforarme el espinazo como una gotade lacre derretido, sus encías continuaban sorbiendo midesesperación; y antes de abandonarme me dejaba sus millones deuñas hundidas en la carne y no tenía otro remedio quepasarme la noche arrancándomelas con unas pinzas, para poderecharme una gota de yodo en cada una de las heridas...
¡Bonita fiesta la de ser un durmiente que usufructúa de lapredilección de los súcubos!



Miguel Hernández

13

-- de Miguel Hernández --

13
mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.
Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón y es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.
Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.
Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.



Juan Gelman

la muchacha del balcón

-- de Juan Gelman --

La tarde bajaba por esa calle junto al puerto
con paso lento, balanceándose, llena de olor,
las viejas casas palidecen en tardes como ésta,
nunca es mayor su harapienta melancolía
ni andan más tristes de paredes,
en las profundas escaleras brillan fosforescencias como de mar,
ojos muertos tal vez que miran a la tarde como si recordaran.
Eran las seis, una dulzura detenía a los
desconocidos,
una dulzura como de labios de la tarde, carnal,
carnal,
los rostros se ponen suaves en tardes como ésta,
arden con una especie de niñez
contra la oscuridad, el vaho de los dancings.
Esa dulzura era como si cada uno recordara a una mujer,
sus muslos abrazados, la cabeza en su vientre,
el silencio de los desconocidos
era un oleaje en medio de la calle
con rodillas y restos de ternura chocando
contra el new inn , las puertas, los umbrales de
color abandono.
Hasta que la muchacha se asomó al balcón
de pie sobre la tarde íntima como su cuarto con
la cama deshecha
donde todos creyeron haberla amado alguna vez
antes de que viniera el olvido.



Juan Gelman

el cuchillo

-- de Juan Gelman --

Mi mano sobre tus pechos la cocina
en reposo a esa hora el café
que hirvió el hablar en voz baja
para no molestar a la dulzura de nuestros
cuerpos
que temblaban o brillaban
con una especie de luz como el cuchillo que
usaste
mientras estaba en tu mano



Juan Gelman

gotán

-- de Juan Gelman --

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.



Rosario Castellanos

agonía fuera del muro

-- de Rosario Castellanos --

Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren , cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean, devoran
y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.



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