Buscar Poemas con Espantoso


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra espantoso

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Leandro Fernández de Moratín

soneto. a la muerte de joaquín murat

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Ese que yace en la sangrienta arena
espantoso cadáver destrozado
fue siervo obscuro intrépido sold
caudillo de las águilas del sena.
Por él la gran madrid de horrores
su celo y su valor vio castigado
cuando ministro de un feroz malvado
los nudos de amistad trocó en cadena.
Rey se llamó en parténope, su intento
fue del apóstol trastornar la silla
y alcanzar de los césares victoria.
Vedle añadir al mundo un escarmiento,
ved como el cielo su soberbia humilla
y confunde en oprobio su memoria.

Poema soneto. a la muerte de joaquín murat de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Líber Falco

Tres apuntes

-- de Líber Falco --

I

¿Era aquel un hombre?
Me acerqué y le dije:
¿Ha visto que tiene usted
la cara de papel?
Me miró con odio,
pero alzó una mano; allí.

¡Ah! Oí crujir su rostro,
quebrársele la nariz
y rodar sus ojos por el suelo.

Quedó detrás del mostrador;
espantoso!
Yo me fui,
triste.

II

El hombre me miró de costado.
Como viese que era yo
lo que era, lo que soy,
me miró de costado...
Luego de frente, y me dijo:
Váyase!
Retrocedí.
Dí contra una pared.
Reboté hacia él
y desesperadamente,
le escupí mi asco.

Ahora...
Ando calles.

III

No parecía que aquel ojo viese.
Pero estaba ahí, mirándome.
Sin brillo, sin sentido.
Ojo de perro muerto.
De cosa que Dios no ha creado.
De bestia inédita.

Estaba el hombre mirándome.
Abrió su boca, rió.
Y con sus dientes de oro
mascó mi corazón,
como si fuese un trapo.

Poema Tres apuntes de Líber Falco con fondo de libro

Julio Flórez

Cuando a la media noche...

-- de Julio Flórez --

Poem

Cuando a la media noche me despierta el medroso aullido de mi perro que, acaso mal dormido en el umbral oscuro de mi puerta, de los trasnochadores el rüido oye en la calle lóbrega y desierta, o El alerta del gallo que en las hondas tinieblas sumergido cela, ampara y vigila su serrallo, me incorporo en el lecho, me incorporo y medito en el daño espantoso que me has hecho! en el mal infinito que me causó tu amor¡amor maldito que arrancar no he logrado de mi pecho!

Y abro los ojos en la sombra entonces, mientras que a mis oídos llegan los melancólicos tañidos de los lejanos bronces.

Y evoco, soñoliento, los recuerdos queridos que llenaron de luz mi pensamiento: Recuerdos, ¡ay! de las difuntas horas en que bebí el fulgor de tus pupilas negras, pero brillantes como auroras!

¡Por qué os fuisteis tan presto, horas tranquilas! ¡Muertas encantadoras!

Poema Cuando a la media noche... de Julio Flórez con fondo de libro

Julio Herrera Reissig

El entierro

-- de Julio Herrera Reissig --

Cuatro rudos gañanes, sobre el hombro herculoso
sustentan el humilde féretro descubierto.
El cura ronca el salmo del eterno reposo,
y redobla la esquila desde el valle hasta el huerto.

Las melenas volcadas de dolor, con incierto
ritmo tardo y solemne adelantan al foso...
Y los torvos ancianos, con la vista en el muerto,
se arrodillan en medio de un silencio espantoso.

"Adiós, alma bendita, paloma de los cielos",
reza el cura. Y unánimes desdoblan los pañuelos...
Por fin, sobre la caja, con íntimo reproche,

cada cual un puñado de tierra vil derrumba...
Todo duerme. A intervalos lastiman en la noche,
los aullidos del perro que vela ante la tumba.



Fernando de Herrera

A Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
sublime Carlo, el bárbaro africano,
y el espantoso a todos otomano
la altiva frente inclina quebrantada.

Italia en propia sangre sepultada,
el invencible, el áspero germano
y del francés osado el pecho ufano
al yugo rinde la cerviz cansada.

Alce España los arcos en memoria,
y en columnas a una y otra parte
despojos y coronas de victoria;

que ya en tierra y en mar no queda parte
que no sea trofeo de tu gloria
ni resta más honor al fiero Marte.



Fernando de Herrera

En este que prosigo, espacio incierto

-- de Fernando de Herrera --

En este que prosigo, espacio incierto,
armado con los riscos y espantoso,
descubro estrecho paso y afanoso,
dudosa salud siempre y daño cierto.

Huyendo entre las peñas del desierto,
dilato el rastro del dolor penoso;
resuena áspero el viento, y el hermoso
cielo yace en tinieblas encubierto.

Ya corro despeñándome sin tiento,
ya doy en las espinas con los ojos,
y no hallo algún fin en mi camino.

Cánsase y desespera el sufrimiento,
y no teme el peligro y los abrojos
cuanto llevar presente el mal contino.



Francisco de Quevedo

conoce la diligencia con que se acerca la muerte

-- de Francisco de Quevedo --

Ya formidable y espantoso suena,
dentro del corazón, el postrer día;
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena
la muerte, en traje de dolor, envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
«Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias anudado?
llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.



José Martí

vino el amor mental

-- de José Martí --

Vino el amor mental: ese enfermizo
febril, informe, falso amor primero,
¡ansia de amar que se consagra a un rizo,
como, si a tiempo pasa, al bravo acero!
vino el amor social: ese alevoso
puñal de mango de oro oculto en flores
que donde clava, infama: ese espantoso
amor de azar, preñado de dolores.
Vino el amor del corazón: el vago
y perfumado amor, que al alma asoma
como el que en bosque duerme, eterno lago,
la que el vuelo aún no alzó, blanca paloma.
Y la púdica lira, al beso ardiente
blanda jamás, rebosa a esta delicia,
como entraña de flor, que al alba siente
de la luz no tocada la caricia.



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