Buscar Poemas con Eso


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Se han encontrado 66 poemas con la palabra eso

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Manuel Acuña

Por eso

-- de Manuel Acuña --

Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.

Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.

Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.

Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;

por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.

Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!

Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos
palpita sobre mi boca.

Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.

Poema Por eso de Manuel Acuña con fondo de libro

Agustina Andrade

Después del triunfo

-- de Agustina Andrade --

A eso llaman triunfar: palmas y gritos,
algunos ramos de venal laurel,
y después... ¡El silencio y el olvido!
¿Y después? ¡Oh, qué horrible es el después!

Abrir el corazón, verter sin tasa
el perfume y la miel;
arrostrar la mirada indiferente
de las turbas sin fe!

Todo eso, ¿para qué? ¡Para que algunos,
con grosera avidez,
le claven los anteojos a la autora
y la aplaudan después!

¡Si eso es triunfar, la gloria es el martirio,
la gloria es la embriaguez!
¡Vale más la sonrisa de mi madre
que el más rico laurel!

Poema Después del triunfo de Agustina Andrade con fondo de libro

Alfredo Espino

Un rancho y un lucero

-- de Alfredo Espino --

Un dia, ¡primero Dios!
Has de quererme un poquito
yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Qué mas pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor.

Y entre aroma de saúcos,
un zezontle que cantara
y una poza que copiara
parajitos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "Te quiero"
y huele a sendas en flor...

Poema Un rancho y un lucero de Alfredo Espino con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xliv cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Sabrás que no te amo y que te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.
Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.
Te amo y no te amo como si tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.
Mi amor tiene dos vidas para armarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.



José María Pemán

oración a la luz

-- de José María Pemán --

Oración a la luz
señor: yo sé que en la mañana pura
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa
porque todo tuviera su figura.
Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos en la altura.
Por eso te celebro yo en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto
y en la ribera sin temblor del río:
por eso yo te adoro, mudo y quieto:
y por eso, señor, el dolor mío
por llegar a ti se hizo soneto.



José Ángel Buesa

poema de la espera

-- de José Ángel Buesa --

Yo sé que tú eres de otro. Y, a pesar de eso, espero.
Y espero sonriente, porque yo sé que un día,
como en amor el último vale más que el primero,
tú tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro, pero eso no me importa,
porque nada es de nadie, si hay alguien que lo ansía,
y mi amor es tan largo, y la vida es tan corta,
que tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro pero la sed se sacia
solamente, en el fondo de la copa vacía;
y, como la paciencia puede más que la audacia,
tú tendrás que ser mía.
Por eso, en lo profundo de mis sueños despiertos,
yo seguiré esperando, porque sé que algúndía
buscarás el refugio de mis brazos abiertos,
y tendrás que ser mía.



Gabriel Celaya

biografía

-- de Gabriel Celaya --

Biografía
no cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está tanganika? ¿qué añonació cervantes?
le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.
¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
la cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.
No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.



José Gautier Benítez

oriental

-- de José Gautier Benítez --

Hermosísima sultana
de los jardines de hiram,
sonrisa de la mañana,
por mirarte a la ventana
diera su reino un sultán;

sus jardines orientales,
sus alfombras y pebetes,
ruiseñores y turpiales,
sus cachemiras y chales,
sus zegríes y zenetes;

diera sus galas y flores,
sus esclavas y su harén,
sus sueños embriagadores
y la existencia de amores
prometida en el edén.

Mas, ¡ah!, maldice su oro,
y su pompa, y su esplendor:
no puede el monarca moro
pagar, con todo un tesoro,
una sonrisa de amor.

Por eso lanza su gente
en algara a la frontera,
por eso nubla su frente
y va buscando impaciente
una lanza que lo hiera.

Por eso el monarca moro
quiere morir con honor,
pues ha tornado a desdoro
que no alcance su tesoro
para pagarte su amor.



Blanca Andreu

el día tiene el don de la alta seda

-- de Blanca Andreu --

El día tiene el don de la alta seda,
pétalos desandados por el pie de la noche,
monedas en corolas, eso dije.
Pero se izó la nube de magnolia hasta llegar al núcleoahogado,
estambre eléctrico y pistilo triturado de amor,
monedas deshojadas por el terrible cheque templario,
o bien las brujas vírgenes prudentes
y la plomiza nada milenaria.
El día tuvo el don de la alta seda,
amor mío, amor mío, y por eso aún escúchame,
por eso te repito el perdido poema,
amor mío, amor mío, tu voz que amé y que cruza
las pupilas moradas de los puentes.
Y tu olor habitado, azul, y todo
lo que ahora abandono y abandonas
no sé con qué propósito,
ni sé de qué manera clandestina,
ahora, mientras yo rompo
la idea de tu rostro
y continúo ignorando
qué invierno,
qué arteria barroca del diciembre aquél,
qué orden despierto es el tuyo
mientras yo vivo sola, y duermo, y te detesto.



Alfonsina Storni

Pudiera ser

-- de Alfonsina Storni --

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
No fuera más que aquello que nunca pudo ser,
No fuera más que algo vedado y reprimido
De familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente,
medido estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...

A veces en mi madre apuntaron antojos
De liberarse, pero se le subió a los ojos
Una honda amargura, y en la sombra lloró.

Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo lo he libertado yo



Amado Nervo

una flor en el camino

-- de Amado Nervo --

La muerta resucita cuando a tu amor me asomo,
la encuentro en tus miradas inmensas y tranquilas,
y en toda tú... Sois ambas tan parecidas como
tu rostro, que dos veces se copia en mis pupilas.
Es cierto: aquélla amaba la noche radiosa,
y tú siempre en las albas tu ensueño complaciste.
(Por eso era más lirio, por eso eres más rosa).
Es cierto, aquélla hablaba; tú vives silenciosa,
y aquélla era más pálida; pero tú eresmás triste...



Amado Nervo

De vuelta

-- de Amado Nervo --

-Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río.
¡Vengo chinita de frío!

¡De la escarcha entre el aliño,
era el dormido caudal
como un sueño de cristal
en un edredón de armiño!
(Emblema de mi cariño).

Alegre estaba, señor,
junto a la margen del río,
alegre en medio del frío:
Es que me daba calor
dentro del alma tu amor.

Te vi al tornar, mi regreso
esperando en la ventana,
¡y echó a correr tu Damiana
por darte más pronto un beso!
-¿Por eso? -¡No más por eso!



Jacinto de Salas y Quiroga

Yo te amo

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

Angelito, dame un beso;
dame un beso y un abrazo,
que tu padre está en la guerra
hace ya más de dos años,
y de entonces nada basta
para darme buenos ratos
sino una voz de tu boca,
sino un beso de tus labios.
¡Pobrecillo!... ¡Cuántos lloros
a mí mísera has costado!
De tu padre, ángel del cielo,
eres el vivo retrato.
Esas mejillas de rosa,
esos ojos azulados
que respiran solo amor...
Eso todo, no hay dudarlo,
eso todo es de mi Antonio...
Aprende, niño adorado,
a decir como tu madre:
«Yo te amo, yo te amo».
Mamá, mamá, ¿por qué quieres
que suspire al pronunciarlo?
-Hijo mío, dame un beso.
-Mamá mía, yo te amo.
Vino luego de la guerra
el militar suspirado,
y al darle un abrazo tierno,
fuera de sí, enajenados,
hijo y madre repetían:
«Yo te amo, yo te amo».



Jorge Debravo

prevalecer

-- de Jorge Debravo --

Cuando el cielo os absorba las entrañas
y quiera avergonzaros comparándose
con el cielo animal de la mirada,
volved los ojos hacia la infinitud
que lleváis escondida debajo de los párpados.
Volved los ojos hacia los ojos mismos.
Con eso basta.

Y cuando el viento os quiera avergonzar
comparando sus manos infinitas
con vuestras dos sencillas, tiernas manos,
hundid las manos en el amor, echadlas
a madurar en pura sangre humana.
Echad las manos entre las manos mismas.
Con eso basta.



César Vallejo

Setiembre(Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... Hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás.. . Y para eso
yo no sé por qué fui triste..., Tan triste...!

Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia. De Dios... Y te fui dulce!

Y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.



César Vallejo

setiembre

-- de César Vallejo --

Setiembre
aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... Hasta dolerme!
yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.
Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás.. . Y para eso
yo no sé por qué fui triste. . . , Tan triste...!
Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de magdala, toda
la distancia. De dios... Y te fui dulce!
y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.



César Vallejo

Setiembre (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... Hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás.. . Y para eso
yo no sé por qué fui triste..., Tan triste...!

Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia. De Dios... Y te fui dulce!

Y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.



Dulce María Loynaz

precio

-- de Dulce María Loynaz --

Toda la vida estaba
en tus pálidos labios...
Toda la noche estaba
en mi trémulo vaso...

Y yo cerca de ti,
con el vino en la mano,
ni bebí ni bese...

Eso pude: eso valgo.



Enrique Lihn

la desaparición de este lucero

-- de Enrique Lihn --

La desaparición de este lucero
lo puso ferozmente en evidencia
no era venus, la estrella vespertina
no era venus, la estrella matutina
era una lucecilla intermitente
no nacida del cielo ni del mar
y yo era sólo un náufrago en la tierra
no era siquiera una mujer fatal
bella, si, pero espuma del oleaje
un simulacro de la diosa ausente
ni de pie sobre el mar: en la bañera
ni espuma: algo de carne, algo de hueso
un pajarillo, y eso, de mujer
dócil al aire pero desalado
y desolado, pues volar podía
tan sólo cuando el viento lo soplaba
ni tuvo el mar por mítico escenario
en la ciudad más fea de la tierra
se hizo humo a la hora de los quiubos
era fulana, y eso, simplemente
y yo, el imbécil que escribió este libro.



Ernesto Cardenal

epigrama XXXXI

-- de Ernesto Cardenal --

¿no has leído amor mío,
en novedades:
centinela de la paz
genio del trabajo
paladín de la democracia
en américa
defensor del catolicismo
en américa
el protector del pueblo
el benefactor...?
Le saquean al pueblo
su lenguaje.
Y falsifican las palabras
del pueblo.
(Exactamente como el
dinero del pueblo)
por eso los poetas
pulimos tanto un poema
y por eso
son tan importantes
mis poemas de amor.



Pedro Salinas

sin voz, desnuda

-- de Pedro Salinas --

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.
Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana»y «cuando»,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
fría, invencible, eterna
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.



José Tomás de Cuellar

Sin verte

-- de José Tomás de Cuellar --

HUNDIDO en el ocaso
El sol tras de los montes;
No ver sinó tinieblas
Y negros horizontes;
No oír del ave amante
Los tímidos murmullos,
Ni notas, ni armonías,
Ni plácidos arrullos.
Sinó ansias, tedio, enojos,
En malestar atroz,
Eso es no ver tus ojos.
Eso es no oír tu voz.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.
Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte, te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul.
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento.
Del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.
¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día
yo, que incansable como demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!



Hernando de Acuña

Demóclito y Heráclito

-- de Hernando de Acuña --

De tu tristeza, Heráclito, me espanto,
y de nuevo me admiro cada hora
que, viendo el mundo y lo que pasa ahora,
ya no hayas convertido en risa el llanto.

Heráclito

Yo me admiro, Demócrito, que cuanto
en este triste siglo que empeora
crecen más las miserias de hora en hora,
más crece tu placer tu risa y canto.

Demócrito

¿Pues quién no reirá si, en paz o en guerra,
el gobierno del mundo y del consejo
es todo desconciertos y locura?

Heráclito

Lo que a ti te da risa a mí me aterra,
eso me tienen ya doliente y viejo,
y eso me llevará a la sepultura.



Santiago Montobbio

escena

-- de Santiago Montobbio --

Escena
nosotros esperábamos jinetes, jinetes no sabíamos de quién,
jinetes quizá de nadie. Alguien tenía que enviar jinetes,
eso nos dijeron, por eso los esperábamos. En calmar llagas
con vendas de silencio
matábamos el tiempo. Así
esperábamos jinetes. Pero
ya no esperamos. Porque en esto
se nos fue la vida, pueden
reírse, en esta escena.
Todo
era un engaño.



Santiago Montobbio

sombra

-- de Santiago Montobbio --

Sombra
tras los llantos o el último gesto del sol
nada queda. Nada tras los llantos, los versos,
los retratos. Y una sombra dice que fue ella.
(Las sombras, ya se sabe, no quieren tener la culpa
de ser sombras y por eso buscan amantes, asesinas).
Una sombra dice que fue ella, sin cesar lo dice.
Al mismo sol, al papel mismo, a quien lo escuche.
Pero quizá no fue nadie y quizá fue nada.
Tras los llantos, versos y retratos quizá
fue sólo eso. Un nombre triste que se hizo pequeño.
Un nombre sin padres a quien extravió la vida.
Un nombre solo, no vaya a preocuparse nadie,
si fue la sombra de un nombre, la pobrecita,
la sombra de la nada aquella. Mas si nada fue,
y lugar no tuvo, dice que no quiere últimas patrias,
hechas con epitafios de yeso, la sombra ésta.
La sombra que en cada espejo con mi rostro aún veo,
la pobre y ésta que aborrece los epitafios y el yeso,
la que nada fue y la que nada pide. Nada.
Sólo nada. ¿No lo oís? dejadla quieta.



Santiago Montobbio

vida sentimental

-- de Santiago Montobbio --

Vida sentimental
demasiados modos de interpretar la lluvia
ofrecen las películas; demasiados modos, demasiados ojos
y del todo excesiva esa facilidad como de postal ridícula
con que a medias entre copa y cigarrillo
los maquillados gestos de una imagen
sopesan, trituran, absorben y administran
distancia de muchacha; excesiva y también ridícula, eso,
más o menos eso es lo que me digo
cuando repaso el manual de adioses de mi vida
y desde él comprendo que es del todo cierto aquello
de que no suicidarme es algo que siempre me dio mucho trabajo,
que no suicidarme ausencia, clínica y demás patéticos
retratos desbocados en verdad ha sido para mí
la diaria gran tarea
y que por causa del afónico equipaje
que ha tenido a bien irme imponiendo el tiempo
a estas alturas ya sólo podría doctorarme
con una absurda colección de vaguedades que intentara hacer ver
a qué ruinosos extremos puede llevarnos la torpeza
si desde siempre ha dominado
la expresión de los afectos.



Santiago Montobbio

mujer de poeta (mascarilla)

-- de Santiago Montobbio --

Mujer de poeta (mascarilla)
para la verdadera dignidad la sociedad no tiene asiento;
pero eso se comprueba luego, y así primero fueron
los inexistentes triunfos pequeños, el manso ruido
de la colaboración diaria, esperanzadoras señales todasdel inicio
de una tan gloriosa como inevitable carrera literaria que nacía
de un extraño entusiasmo por las cosas
y también de las mordidas
lagunas de la sombra. Y aunque nunca
entendiste esas cosas con exceso
estuviste cerca, silenciosa columna
fuiste del sigilo y para navegar
por esas aguas de tu corazón
día a día hiciste pan muy blanco.
Pero para tu escondido quehacer diario
al cabo de los años resulta muy poco
y muy pobre el contrapeso del regalo aburrido
además de ocasional de algunos libros,
como recalentados ya los dedicados versos
y aún menos tolerable te parece el valor
de unos pretendidamente dolorosos
insomnios a destiempo. Y así dichoso,
de verdad dichoso será el día
en que comprendas todo eso y te decidas
a dejar ya para siempre abandonado
a tan miserable y estúpido sujeto.



Santiago Montobbio

hospital de inocentes

-- de Santiago Montobbio --

Hospital de inocentes
el papel en blanco jamás es sólo el papel en blanco:
hablar de eso es hablar fácil, mas no el decir y es cierto
que la página en la soledad más profunda consumida
es la vida sin versos o llena de los poemas que nadie,
de los que eres tú, ha de poder escribir nunca.
Porque puede quedarme un amor, una sombra y un olvido,
y más que eso ha de quedarme un modo
de hacerme daño, hasta el fin y en la noche
un modo de afilar la puntería
para arruinarme y perseguirme
a través de la agotadora y muy extraña cacería
en que soy arma, a la vez presa.



Marilina Rébora

dice la niña

-- de Marilina Rébora --

Dice la niña
«las madres las hicieron miles de blancanieves,
cientos de cenicientas y alguna rapunzel;
y por eso son lindas y de pisadas leves,
y tienen la frescura de la col en la piel.
»Las madres las hicieron... O rubias o morenas,
sus cabellos oscuros alféizar de ventana
o con trenzas de oro; pero siempre tan llenas
de besos en los labios, de noche y de mañana.
»Las madres las hicieron las buenas hadas juntas
con la varita puesta sobre sus corazones,
por eso nos contestan difíciles preguntas
y todo lo adivinan, y a todo dan razones.
Las madres las hicieron de esta manera, así,
con la varita mágica: ¡como te han hecho a ti!»



Mario Benedetti

pequeñas muertes

-- de Mario Benedetti --

Los sueños son pequeñas muertes
tramoyas anticipos simulacros de muerte
el despertar en cambio nos parece
una resurrección y por las dudas
olvidamos cuanto antes lo soñado
a pesar de sus fuegos sus cavernas
sus orgasmos sus glorias sus espantos
los sueños son pequeñas muertes
por eso cuando llega el despertar
y de inmediato el sueño se hace olvido
tal vez quiera decir que lo que ansiamos
es olvidar la muerte
apenas eso



Mario Benedetti

eso dicen

-- de Mario Benedetti --

Eso dicen
que al cabo de diez años
todo ha cambiado
allá
dicen
que la avenida está sin árboles
y no soy quién para ponerlo en duda
¿acaso yo no estoy sin árboles
que según dicen
ya no están?



Miguel Unamuno

La manifestación antiliberal

-- de Miguel Unamuno --

Válanos el Señor y nos socorra
ante esta energuménica avalancha,
y quién los ilumina y los engancha?
que ya no es la paloma, es una zorra.

Ni eso tampoco es cruz, Es cachiporra
que rompiendo cabezas las ensancha
y en bautismo de sangre así las mancha;
ni evangelio eso es, si no camorra.



Miguel Unamuno

Y ¿qué es eso?

-- de Miguel Unamuno --

Y ¿qué es eso del Infierno?
me dirás.
Es el revés de lo eterno,
nada más.

Que yacer en el olvido
del Señor
es el infierno temido
del Amor.



Nicolás Guillén

josé ramón cantaliso

-- de Nicolás Guillén --

José ramón cantaliso,
¡canta liso!, canta liso,
josé ramón.
Duro espinazo insumiso:
por eso es que canta liso
josé ramón cantaliso,
josé ramón.
En bares, bachas, bachatas,
a los turistas a gatas,
y a los nativos también,
a todos, el son preciso
josé ramón cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.
Voz de cancerosa entraña.
Humo de solar y caña,
que es nube prieta después:
son de guitarra madura,
cuya cuerda ronca y dura
no se enreda en la cintura,
ni prende fuego en los pies.
El sabe que no hay trabajo,
que el pobre se pudre abajo.
Y que tras tanto luchar,
el que no perdió el resuello,
o tiene en la frente un sello,
o está con el agua al cuello
sin poderlo remediar.
Por eso de fiesta en fiesta
con su guitarra protesta,
que es su corazón también,
y a todos el son preciso,
josé ramón cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.



Carolina Coronado

en otro III

-- de Carolina Coronado --

Un doctor muy afamado
mandó hacer una sangría
y después que hubo pasado
¿se ha sangrado usted, decía?
sí, señor, ya me he sangrado.
Que se repita mayor.
Repuso, y volvió después,
se repitió sí señor,
pues otra larga hasta tres
y calmará ese dolor.
Cuando volvió al otro día
le preguntó al enfermero
¿cómo está su señoría?
descansa bien, eso quiero.
Que le den otra sangría.
Se le dará sin temor,
mas no está en eso el misterio,
¿diga usted, el sangrador
querrá ir al cementerio
a sangrar a mi señor?



Agustina Andrade

Nuestras almas

-- de Agustina Andrade --

Dos suspiros que se juntan
en el camino del cielo,
porque brotan de dos pechos
que sienten el mismo anhelo;

Dos blancas perlas del alba
que en el cáliz de las flores
se buscan, para volverles
sus perfumes y colores;

Dos azules nubecillas
que se unen allá en los cielos
para contemplar la luna
y envolverla entre sus velos;

Dos arpas que alegres riman
de amor iguales poemas,
y tristes si una está triste,
buscan siempre iguales temas;

Dos aves que a un tiempo cantan,
dos arroyos que murmuran,
¡eso son nuestras dos almas,
que eterna dicha se auguran!



Alfonsina Storni

Balada arrítmica para un viajero

-- de Alfonsina Storni --

Yo tenía un amor,
un amor pequeñito,
y mi amor se ha ido.
Feliz viaje, mi amor, feliz viaje!

No era muy grande mi amor:
no era muy alto;
nunca lo vi en traje de baño;
pero debía tener un cuerpo
parecido al de Suárez.
Mejor dicho, al de Dempsey.

Tampoco era un genio;
se reía siempre, eso sí;
le gustaban los árboles;



Amado Nervo

perlas negras 1

-- de Amado Nervo --

En las noches de abril, mansas y bellas,
en tanto que recuerdas o meditas,
ascienden al azul las margaritas
y se truecan en pálidas estrellas.
Cuando el sol en las mares infinitas
del orto, desparrama sus centellas,
descienden a los campos las estrellas
y se truecan en blancas margaritas.
Por eso, cuando llena de rubores
deshojas margaritas de alabastros,
auguran el olvido y los amores;
presienten el futuro: ¡han sido astros!
comprenden el amor: ¡han sido flores!



Amado Nervo

eso me basta

-- de Amado Nervo --

Este libro tiene muchos precedentes¹,
tantos como gentes
habrán sollozado
por un bien amado,
desaparecido,
por un gran amor extinguido.
Tal vez muchos otros lloraron mejor
su dolor que yo mi inmenso dolor,
quizá (como eran poetas mayores)
había en sus lágrimas muchos más fulgores...
Yo en mis tristes rimas no pretendo nada:
para mí es bastante
con que mi adorada
para siempre ida,
detrás de mi hombro las lea anhelante
y diga: este sí que es un buen amante
que nunca me olvida .



Amado Nervo

transmigración

-- de Amado Nervo --

Mmmm ant. Christ.
Mdccc post christ.
A veces, en sueños, mi espíritu finge
escenas de vidas lejanas:
yo fui
un sátrapa egipcio de rostro de esfinge,
de mitra dorada, y en menfis viví.
Ya muerto, mi alma siguió el vuelo errático,
ciñendo en solima, y a osiris infiel,
la mitra bicorne y el éfod hierático
del gran sacerdote del dios de israel.
Después, mis plegarias alcé con el druida
y en bosque sagrado velleda me amó.
Fui rey merovingio de barba florida;
corona de hierro mi sien rodeó.
Más tarde, trovero de nobles feudales.
Canté sus hazañas, sus lances de honor,
yanté a la su mesa, y en mil bacanales
sentime beodo de vino y de amor.
Y ayer, prior esquivo y austero los labios
al dios eucarístico, temblando acerqué:
por eso conservo piadosos resabios,
y busco el retiro siguiendo a los sabios
y sufro nostalgias inmensas de fe.



Amado Nervo

después - te odio con el odio de la ilusión marchita

-- de Amado Nervo --

Te odio con el odio de la ilusión marchita:
¡retírate! he bebido tu cáliz, y por eso
mis labios ya no saben dónde poner su beso;
mi carne, atormentada de goces, muere ahíta.
Safo, crisis, aspasia, magdalena, afrodita,
cuanto he querido fuiste para mi afán avieso.
¿En dónde hallar espasmos, en dónde hallar exceso
que al punto no me brinde tu perversión maldita?
¡aléjate! me invaden vergüenzas dolorosas,
sonrojos indecibles del mal, rencores francos,
al ver temblar la fiebre sobre tus senos rosas.
No quiero más que vibre la lira de tus flancos:
déjame solo y triste llorar por mis gloriosas
virginidades muertas entre tus muslos blancos.



Amado Nervo

Tú vienes con el alba

-- de Amado Nervo --

Tú vienes con el alba, por eso eres rosada;
tus ojos, que se acuerdan del trópico,
son dos gemelos del ensueño... Mi almita enamorada,
que la ilusión te mime, ¡que te bendiga Dios!

Mi verso fue paloma, paloma querellosa;
mas hoy turba es de abejas que giran en tropel,
buscando tus perfumes, ¿acaso no eres rosa?
libando en tus pistilos, ¿acaso no eres miel?

Un hada, mi madrina risueña y leve, un hada
que tuvo por alcázar el cáliz de una flor,
bendijo nuestras nupcias en fresca madrugada.
Yo me llamé Tristeza, me llamo hoy Alborada;
tú te llamaste Infancia, ¡te llamas hoy Amor!



Lope de Vega

Amor por ese sol divino jura

-- de Lope de Vega --

Amor por ese sol divino jura,
siendo negro color vuestros despojos,
quizá por luto, más que por enojos,
de muchos que mató vuestra hermosura.

Ojos, que un negro túmulo procura
al alma que de vos tuviere antojos;
tal fuera mi ventura, hermosos ojos,
que yo quiero tener negra ventura.

Ojos, no me guardé, que por honrados,
mirándoos de color negro vestidos,
fuistes de mis sospechas estimados.

Robásteme por eso los sentidos,
pero también quedastes engañados,
pues fuistes en el hurto conocidos.



Lope de Vega

Meliso, Amor no es calidad ni elige

-- de Lope de Vega --

Meliso, Amor no es calidad ni elige,
ni de la sangre ni el valor se informa;
él dura, donde el alma se conforma,
con ley de no escuchar quien le corrige.

A sólo conservarse Amor dirige
la materia amorosa de su forma,
y, si el que ama en lo amado se transforma,
Amor sin calidad a nadie aflige.

Quiérome a mí, queriendo lo que quiero;
es lo que soy, luego mi amor no es culpa;
y si pueden vencerse las estrellas,

las de unos ojos no; por eso espero
que entrambas me darán justa disculpa
éstas por fuerza, y por belleza aquéllas.



Lope de Vega

No espanta al sabio ni ha de ser temida

-- de Lope de Vega --

No espanta al sabio, ni ha de ser temida
la muerte que amenazan varios casos,
y por la brevedad de nuestros pasos
no puede estar muy lejos de la vida.
El sueño es una muerte, aunque fingida,
que tiene como el sol tantos ocasos;
de tierra son nuestros mortales vasos:
con poco golpe quedará rompida.
La vida fue muy justo que estuviese
en esta suspensión, porque en concierto
el temor de la muerte nos pusiese.
Por eso hizo nos Dios su fin incierto
para que mientras más incierto fuese,
más cerca nos parezca de ser cierto.



Luis Cañizal de la Fuente

el cielo de nuestra cabeza es un pavés

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Wir setzen uns mit trnen de la matthus-passion de bach.
El cielo de nuestra cabeza es un pavés
de plata (ceniza) malhumorada.
Con él hemos vivido desde que nacimos,
y nada más se manifiesta
cuando las nubes bajas lo deprimen.
*
O haupt voll blut und wunden, ibidem.
Se nos abre la cabeza, oh dios,
de dolor a naranja
como se abre una puerta giratoria aullando
para dar paso a la luz:
pero por eso mismo hay esperanza:
nos cae la catarata
del dolor como un baño lustral
y nos quedamos llanos pecho a tierra
en una conformidad de lava color sesos.
(Madrid, 27 de marzo 2004. Trepanación voluntaria por las víctimas del once de marzo en madrid. Hemos percibido ahora que la humanidad huele al mismo



Luis Cañizal de la Fuente

más poemas en prosa:

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Me hiciste perder el sentido moral de todo en todo. Lo que desde siempre era malo moralmente, con el andar de los años descubrió su interior blanco y rosado como la oreja de un gato. ¡Todo el mundo predicando que lo moralmente bueno es el exterior de la oreja del gato: almendrada, peludilla, acariciable pero nunca a redropelo! mas he aquí que ya de adolescente hiciste tus escarceos de volverle del revés las dos orejas al gato, y, como eso era perverso, ya el mismo animalito te lo indicaba con un agitar de cabeza que se las dejaba en su ser. Y al cabo de muchas duras y maduras, cualquiera estima bellísimo el tinte de la oreja gatuna por dentro. Anda y fíate de la opinión ajena y sus bandazos.



Luis Muñoz Rivera

patriota

-- de Luis Muñoz Rivera --

Con las ropas en bello desorden,
la frente marmórea de rizos poblada,
balbuciendo los trémulos labios
confusas palabras,
un niño dormía
soñando una patria.

Oh! ¡qué hermosa, riente y espléndida,
altiva y heroica, viril y gallarda
la veía surgir de las ondas
rugientes y bravas,
con su veste de espumas cubiertos
el torso de ninfa, las formas de estatua!

corrieron los años;
el niño, en su tierra, creció como un paria;
vio la fusta estallar implacable
del siervo en la espalda;
mirar pudo en el rostro del césar
sonrisas de lástima;
la sangre, rebelde,
subió a sus mejillas en brusca oleada;
y después... En sus noches de insomnio,
evocando a la ninfa soñada
¡qué mezquina, qué pobre, qué triste
solía mirarla!

¡ay! el sueño... ¡Qué dulce y alegre!
la verdad... ¡Qué desnuda y amarga!
por eso el mancebo
pensando en la patria,
sintió muchas veces sus ojos marchitos
llenarse de lágrimas.



Líber Falco

Última cita

-- de Líber Falco --

Ya por el aire navega tu memoria
y todo viene a mí como fue entonces.
Oh! sueño, ensueño, tiempo y tiempo
para siempre y siempre detenido.

Monstruosamente múltiple
se alza
se alzaba el mar sobre los malecones
mordiendo los costados de la tierra.
Y tú tuviste miedo, frío, amor tuviste.
Y amor hubo, miedo, amor, en nuestros corazones.

Cuando entonces por eso
se puebla el mar a tu conjuro
y un aire conocido dispone sus fantasmas,
y yo estoy solo, y la furia del mar puebla la tierra,
seres de niebla, blancos, se sientan a mi lado
y conmigo conversan como hermanos.

Luego vienes tú, flotando como harina.
Y silenciosa y blanca, fina y fría
vas diciendo tu nombre, hermana mía,
y en el aire derramas tu aire triste.

Mas, ya no basta tu nombre y su dulzura
cuando ahora, el recuerdo de todo me golpea.
Tú del mar venida, hecha de bruma acaso,
o de los sueños acaso rescatada,
vete y déjame solo.

Deja morir lo que ha muerto.
Lo que hemos dejado morir,
muerto de frío
del otro lado de sus sueños, sueña.
Del otro lado está, y para siempre,
en un aterdecer de mar y olvido.



Manuel Acuña

Porque dejaste el mundo de dolores

-- de Manuel Acuña --

Porque dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.

Porque en pos de otro mundo y otras flores
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.

Yo te vengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;

que aunque cruel y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es ajena
mejor es el sepulcro que la vida.



Manuel Acuña

Pobre flor

-- de Manuel Acuña --

-¿Por qué te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En dónde están las galas de tu vida
y el color?
Díme, ¿por qué tan triste te consumes,
dulce bien?
¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco
de un amor,
que me fue consumiendo poco a poco
de dolor!
Porque amando con toda la ternura
de la fe
a mí no quiso amarme la criatura
que yo amé
Y por eso sin galas me marchito
triste aquí,
siempre llorando en mi dolor maldito,
¡Siempre así!
¡Habló la flor!...
Yo gemí... Era igual a la memoria
de mi amor.



Manuel del Palacio

A varios amigos

-- de Manuel del Palacio --

¿Sabéis lo que es, amigos, el garrote?
Pues es un aparato muy sencillo,
En que un hombre sentado en un banquillo
Siente como le aprietan el cogote.

Despues el alma vá de bote en bote
Y salva de los cielos el rastrillo,
Quedando el cuerpo en tierra ¡pobrecillo!
Donde gusanos mil sacan su escote.

De esa felicidad el gran presente
Hoy os ofrece la persona augusta
Á quien la historia llamará clemente.

¡Oh! ¡sacra majestad tierna y robusta!
No al garrote acostumbres á la gente,
Que eso en cabeza propia nunca gusta.



Manuel del Palacio

Alla Egregia Artista

-- de Manuel del Palacio --

¡Sí, te conozco! De la patria vienes
Donde el arte inmortal hizo su asiento,
Y ternura, y pasión, y sentimiento
En el alma y la voz y el rostro tienes.

Ora finjas halagos ó desdenes,
Ora expreses placer, ora tormento,
¿Qué corazón no inundas de contento?
¿Qué ojos hay que de lágrimas no llenes?

¡De nuestro amor has hecho la conquista;
Por eso, si laureles ambicionas
Y pueblo que á tu yugo no resista,

No olvides que en la tierra que abandonas,
Siempre habrá para tí, sublime artista,
Llanto, aplausos, recuerdos y coronas!



Manuel del Palacio

Bebamos

-- de Manuel del Palacio --

Si de Baco el licor en mi cabeza
Sus vapores dulcísimos derrama,
No busco más honores ni más fama;
Todo lo tengo, amor, gloria, riqueza.

Con un cantar disipo la tristeza,
Hallo en el césped deliciosa cama,
Y de mi inspiración bajo la llama
Del destino me burlo y su fiereza.

Ame el guerrero la acerada ropa;
Yo gusto combatir en campo abierto
Con la botella sólo y con la copa.

Echad vino otra vez, que eso es lo cierto;
Y pues pasa la vida viento en popa,
Yacer quiero borracho ántes que muerto.



Manuel del Palacio

Tierra

-- de Manuel del Palacio --

Envuelta en los celajes de la tarde
Oh, tierra codiciada, al fín te miro,
Y brota de mis labios un suspiro
Y se dilata el corazón cobarde.

¡Tierra que siempre amé, que Dios te guarde!
Y ora tumba me ofrezcas ó retiro,
Haz que la dulce brisa que respiro
El fuego temple que en mis venas arde.

Dicha, esperanza, amor, en tí se encierra
Cuanto el humano corazón ansía,
Cuanto nos da placer, encanto y guerra;

Por eso lloro al verte de alegría:
Y pues te llaman todos madre tierra,
¡Recíbeme en tus brazos, madre mia!



Jaime Sabines

¡qué costumbre tan salvaje

-- de Jaime Sabines --

¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! es tratarlosalevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.
Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompanel ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?
por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la cajan, laintroducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletadatras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahíte quedas, de aquí ya no sales.
Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados.Es una burla: ¿para qué lo enterraron?, ¿por quéno lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos desu muerte? ¿o por qué no quemarlo, o darlo a los animales,o tirarlos a un río?
había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada,limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cadadía, se levantarían a vivir.



Jaime Sabines

el peatón

-- de Jaime Sabines --

El peatón
se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunosenterados, que jaime sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta.O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
Le llega la noticia a jaime y éste se alegra: ¡quémaravilla! ¡soy un poeta! ¡soy un poeta importante!¡soy un gran poeta!
convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero enla calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta.¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, oun resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?
¡dios mío!, dice jaime. Tengo que ser papá o marido,o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera,de peatón.
¡Eso es!, dice jaime. No soy un poeta: soy un peatón.
Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulcey tranquila.



Jaime Sabines

si hubiera de morir

-- de Jaime Sabines --

Palabras: árbol del pan y de la miel, ruibarbo, cocacola, zonite,cruz gamada. Y me echaría a llorar.
Uno puede llorar hasta con la palabra «excusado» si tiene ganas de llorar.
Y esto es lo que hoy me pasa. Estoy dispuesto a perder hasta las uñas,a sacarme los ojos y exprimirlos como limones sobre la taza de café.(«Te convido a una taza de café con cascaritas de ojo, corazónmío»).
Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de quese raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de cuero,quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy, por este hígadoestupendo que me dejó comer todas tus rosas, el día que entréa tu jardín oculto sin que nadie me viera.
Lo recuerdo. Me llené el corazón de diamantes que sonestrellas caídas y envejecidas en el polvo de la tierra y lo anduvesonando como una sonaja mientras reía. No tengo otro rencor queel que tengo, y eso porque pude nacer antes y no lo hiciste.
No pongas el amor en mis manos como un pájaro muerto.



Jaime Sabines

sitio de amor

-- de Jaime Sabines --

Sitio de amor, lugar en que he vivido
de lejos, tú, ignorada,
amada que he callado, mirada que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:

(ésta es la última vez que yo te quiero.
En serio te lo digo.)

Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.

En ti creció mi corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.

(Cuando miro tus ojos
pienso en un hijo.)

Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente
que todo te lo digo.

Tu corazón a flor de piel, tus manos,
tu sonrisa perdida alrededor de un grito,
ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo,
ese tu andar buscándome por donde yo no he ido:

todo eso que tú haces y no haces a veces
es como para estarse peleando contigo.

Niña de los espantos, mi corazón caído,
ya ves, amada, niña, qué cosas dijo.



Jaime Sabines

allí había una niña

-- de Jaime Sabines --

Allí había una niña.
En las hojas del plátano un pequeño
hombrecito dormía un sueño.
En un estanque, luz en agua.
Yo contaba un cuento.

Mi madre pasaba interminablemente
alrededor nuestro.
En el patio jugaba
con una rama un perro.
El sol -qué sol, qué lento-
se tendía, se estaba quieto.

Nadie sabía qué hacíamos,
nadie, qué hacemos.
Estábamos hablando, moviéndonos,
yendo de un lado a otro,
las arrieras, la araña, nosotros, el perro.
Todos estábamos en la casa
pero no sé por qué. Estábamos. Luego el silencio.

Ya dije quién contaba un cuento.
Eso fue alguna vez porque recuerdo
que fue cierto.



Jaime Torres Bodet

en abril. tú y yo

-- de Jaime Torres Bodet --

Palabra musical y enternecida,
sonrisa de la luz entre las lágrimas
eso, mi poesía...
¡Y más alto tu alma!



Jaime Torres Bodet

continuidad v

-- de Jaime Torres Bodet --

Porque no es la muerte orilla clara,
margen visible de invisible río;
lo que en estos momentos nos separa
es otro litoral, aun más sombrío.
Litoral de la vida. Tierra avara
en cuyo negro polvo ávido y frío,
del naufragio que en ti me desampara
inútilmente busco un resto mío.
Es tu presencia en mí la que me impide
recuperar la realidad que tuve
sólo en tu corazón, cuando latía.
Por eso la existencia nos divide
tanto más cuanto más tiempo en mi alma sube
la vida en que tu muerte se confía.



Jaime Torres Bodet

madrigal

-- de Jaime Torres Bodet --

Eres, como la luz, un breve pacto
que de colores fragua su blancura;
y en iris como a ella te figura
de la nieve menor el prisma abstracto.
Dejas, como la luz, un sordo impacto
de sombra en la retina y, por la oscura
huella que de su tránsito perdura,
recuerdo el esplendor de tu contacto.
El cristal te deshace, no el acero;
aunque, más que el cristal, la geometría,
pues transparencias sin aristas nunca
lograron traducir tu ser ligero.
Y, por eso tal vez, el alma mía
te descompone cuando no te trunca.



Jaime Torres Bodet

la doble

-- de Jaime Torres Bodet --

Era de noche tan rubia
como de día morena.
Cambiaba, a cada momento
de color y de tristeza,
y en jugar a los reflejos
se le iba la existencia,
como el niño que, en el mar,
quiere pescar una estrella
y no la puede tocar
porque su mano la quiebra.
De noche, cuando cantaba,
olía su cabellera
a luz, como un despertar
de pájaros en la selva,
y si cantaba en el sol
se hacía su voz tan lenta,
tan íntima, tan opaca,
que apenas iluminaba
el sitio que, entre la yerba,
alumbra al amanecer
el brillo de una luciérnaga.
¡Era de noche tan rubia
y de día tan morena!
suspiraba sin razón
en lo mejor de las fiestas
y, puesta frente a la dicha,
se equivocaba de puerta.
No se atrevía a escoger
entre el oro de la mies
y el oro de la hoja seca,
y tal vez por eso no
supe jamás entenderla,
porque de noche era rubia
y de mañana morena...



Javier del Granado

el horno

-- de Javier del Granado --

Combando el cielo en olorosa tierra
alza su nido el laborioso hornero,
que convierte las pajas en lucero,
y en miel, el barro que su pico aferra.

Por eso el hombre que en su ser encierra
todo el saber del universo entero,
con gran acierto lo imitó al hornero,
y horneó en el horno, el trigo de la sierra.

Bendice dios, la casa en que se amasa,
y en el hogar hay un calor de nido,
si a cada niño se le da su hogaza.

Y si natalio brinda a su familia
pascual cordero y pan recién cocido,
¡canta el horno en campanas de vigilia!



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Ariiba