Buscar Poemas con Esclavo


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Se han encontrado 22 poemas con la palabra esclavo

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César Vallejo

¿y bien ¿te sana el metaloide pálido

-- de César Vallejo --

¿y bien? ¿te sana el metaloide pálido?
¿los metaloides incendiarios, cívicos,
inclinados al río atroz del polvo?
esclavo, es ya la hora circular
en que en las dos aurículas se forman
anillos guturales, corredizos, cuaternarios.
Señor esclavo, en la mañana mágica
se ve, por fin,
el busto de tu trémulo ronquido,
vense tus sufrimientos a caballo,
pasa el órgano bueno, el de tres asas,
hojeo, mes por mes, tu monocorde cabellera,
tu suegra llora
haciendo huesecillos de sus dedos,
se inclina tu alma con pasión a verte
y tu sien, un momento, marca el paso.
Y la gallina pone su infinito, uno por uno;
sale la tierra hermosa de las humeantes sílabas,
te retratas de pie junto a tu hermano,
truena el color oscuro bajo el lecho
y corren y entrechócanse los pulpos.
Señor esclavo ¿y bien?
¿los metaloides obran en tu angustia?

Poema ¿y bien ¿te sana el metaloide pálido de César Vallejo con fondo de libro

Pedro Bonifacio Palacios

Piu Avanti

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!

Poema Piu Avanti de Pedro Bonifacio Palacios con fondo de libro

Lope de Vega

Si verse aborrecido el que era amado

-- de Lope de Vega --

Si verse aborrecido el que era amado
es de amor la postrera desventura,
¿qué espera en vos, señora, que procura
el que cayó de tan dichoso estado?

En vano enciendo vuestro pecho helado,
pues lo que ahora con violencia dura
ya no es amor, es natural blandura
con tibio gusto de un amor forzado.

Cuando vos me seguisteis, iba huyendo;
huir ahora vos, cuando yo os sigo:
si es amor, ya le tengo y no le entiendo.

Ya huyo como esclavo del castigo;
guardaos que ya me voy y, al fin partiendo,
no sé qué haré de vos pues vais conmigo.

Poema Si verse aborrecido el que era amado de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Palacio

Semblanzas: XIV

-- de Manuel del Palacio --

Tradujo á Beranger cuando era mozo,
Y una historia escribió de cabo á rabo;
Para tomar las once toma un pavo,
Se duerme andando, y ronca sin rebozo.

Tiene la anchura del brocal de un pozo,
Imita en su resuello á un toro bravo,
Y de fijo tuviera á ser esclavo
La caldera del gas por calabozo.

Nadie hay que por su genio no le inciense;
Mas dió un drama del Príncipe á la escena,
Y se oyeron los gritos en Orense;

De lo cual yo deduzco, no sin pena,
Que no existe un autor que mejor piense
Sumando lo que come y lo que cena.



Joaquín Nicolás Aramburu

A Dios (Aramburu)

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

¿En dónde está ese Dios que no me oído
cuando mil y mil veces le he llamado
con gritos de dolor desesperado,
en el naufragio de mi bien perdido?

¿En qué lugar del mundo se ha escondido
que en vano por doquiera le he buscado,
y en la lucha indefenso me ha dejado,
del mal esclavo, de la duda herido?

¿Arriba estás? Pues ve desde la altura
esta contienda desigual y horrible
que el mismo tiempo que mi vida dura.

Y si aún me juzgas corazón sensible,
amante y resignado en mi amargura,
pedirás, con ser Dios, un imposible.



Delmira Agustini

Tu amor

-- de Delmira Agustini --

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte,
en el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medias noches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en mi acerbidad;

crisálida de un vuelo del futuro
es tu abrazo magnífico y oscuro
torre embrujada de mi soledad.



Pedro Bonifacio Palacios

intima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar,
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi... Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe dios,
o acaso, el que roba tus caricias,
tiene en el cielo mas poder que yo!

otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura:
yo te diré mi amada!
ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras,
ellos son elocuentes porque esperan;
¡y yo no espero nada!

¡yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y yo se que un esclavo de rodillas
más que todos alcanza!...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras;
yo seré más audaz, pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



Pedro Bonifacio Palacios

A tus pies

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Nocturno canto de amor
que ondulas en mis pesares,
como en los negros pinares
las notas del ruiseñor.

Blanco jazmín entre tules
y carnes blancas perdido,
por mi pasión circuído
de pensamientos azules.

Coloración singular
que mi tristeza iluminas,
como al desierto y las ruinas
la claridad estelar.

Nube que cruzas callada
la extensión indefinida,
dulcemente perseguida
por la luz de mi mirada.

Ideal deslumbrador
en el espíritu mío,
como el collar del rocío
con que despierta la flor.

Sumisa paloma fiel
dormida sobre mi pecho,
como si fuera en un lecho
de mirtos y de laurel.

Música, nube, ideal,
ave, estrella, blanca flor,
preludio, esbozo, fulgor
de otro mundo espiritual.

Aquí vengo, aquí me ves,
aquí me postro, aquí estoy,
como tu esclavo que soy,
abandonado a tus pies.



Pedro Bonifacio Palacios

Íntima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi...Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
o acaso el que me roba tus caricias
tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura,
yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡y yo no espero nada!
Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras,
yo seré más audaz pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



Rafael María Baralt

A una señorita con motivo de haber entrado en religión

-- de Rafael María Baralt --

En la cándida frente el sacro velo
muestras como señal de la victoria
que sobre el mundo y su falaz memoria
consiguió tu virtud, hija del cielo.

Así burlaste mi amoroso anhelo
palma inmortal labrándote de gloria;
cuando, ausente de ti, será mi historia
llamarte en vano y sin cesar con duelo.

¡Espíritu feliz! de la clausura
del cuerpo desatado, alegre, altivo,
libre de tu prisión miras la altura;

Mientras con mi pasión el alma enclavo
en este oscuro suelo, donde vivo
del ya imposible amor mísero esclavo.



Rafael María Baralt

El mar

-- de Rafael María Baralt --

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime.



José Tomás de Cuellar

Libertad (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

TRISTE como el esclavo gemebundo,
Muda como la víctima inocente,
Mi patria, al peso de dolor profundo,
Al férreo yugo doblegó la frente.

Mas una voz que conmoviera el mundo
Oyen los hijos de Anahuac doliente,
Y ¡gloria! gritan en seguro puerto.
Libres como las aves del desierto.



Gutierre de Cetina

como en cera imprimir sello podría

-- de Gutierre de Cetina --

Lo mismo que en aquel fuese esculpido,
de aquel anillo, que en señal ha sido
dado de la fe vuestra a la fe mía,
el nombre me quedó que en él tenía,
desde el dedo en el alma así imprimido
que en el mismo metal fue convertido
el corazón, que mal se defendía.
Bien fue que fuese así, porque mudado
en oro el corazón siempre se vea
mientras se abrasa más, más afinado.
Vencerme otra beldad ninguno crea:
que nadie compra esclavo señalado
do el nombre del señor escrito sea.



Vicente García de la Huerta

Soneto segundo del caballero

-- de Vicente García de la Huerta --

Ponderarte el ardor, que violento
por mi abrasado pecho se derrama,
no es empeñarte, Fili, en que a su llama
ni tus desprecios sirvan de alimento.

Sin esperanzas mi pasión aliento,
que con los imposibles más se inflama;
advierte, Fili, bien si nadie llama
en el mundo ambición lo que es tormento.

Y aunque mi amor confieso que es altivo,
pues blasona en la tierra sin segundo,
por milagro de la naturaleza,

ser tu esclavo es blasón más excesivo;
mira, mi bien, si quien te diera el mundo
pensará esclavizar a tu belleza.



Medardo Ángel Silva

Soneto (Silva, 2)

-- de Medardo Ángel Silva --

Llamé a tu corazón y no me has respondido
Pedí a drogas fatales sus mentiras piadosas
¡En vano! Contra ti nada puede el olvido:
¡he de seguir esclavo a tus plantas gloriosas!

Invoqué en mi vigilia la imagen de la Muerte
y del Werther germano, el recuerdo suicida
¡Y todo inútilmente! ¡El temor de perderte
siempre ha podido más que mi horror a la vida!

Bien puedes sonreír y sentirte dichosa:
el águila a tus plantas se ha vuelto mariposa;
Dalila le ha cortado a Sansón los cabellos;

mi alma es un pedestal de tu cuerpo exquisito;
y las alas, que fueron para el vuelo infinito,
¡como alfombra de plumas están a tus pies bellos!



Miguel Unamuno

Irresignación

-- de Miguel Unamuno --

No me resignaré, no, que mi lote
bregar es sin espera de victoria
y sucumbir en busca de la gloria
de palizas cual las de Don Quijote.

Mientras mi terco anhelo no se agote
defenderé aun la absurda, la ilusoria
creencia que da vida, y no á la noria
del saber triste con esclavo trote



Julio Herrera Reissig

decoración heráldica

-- de Julio Herrera Reissig --

Señora de mis pobres homenajes,
débote amar aunque me ultrajes.
Góngora

soñé que te encontrabas junto al muro
glacial donde termina la existencia,
paseando tu magnífica opulencia
de doloroso terciopelo oscuro.

Tu pie, decoro del marfil más puro,
hería, con satánica inclemencia,
las pobres almas, llenas de paciencia,
que aún se brindaban a tu amor perjuro.

Mi dulce amor que sigue sin sosiego,
igual que un triste corderito ciego,
la huella perfumada de tu sombra,

buscó el suplicio de tu regio yugo,
y bajo el raso de tu pie verdugo
puse mi esclavo corazón de alfombra.



Francisco de Quevedo

parnaso español 26

-- de Francisco de Quevedo --

Quitar codicia, no añadir dinero,
hace ricos los hombres, casimiro:
puedes arder en púrpura de tiro
y no alcanzar descanso verdadero.
Señor te llamas; yo te considero,
cuando el hombre interior que vives miro,
esclavo de las ansias y el suspiro,
y de tus propias culpas prisionero.
Al asiento del alma suba el oro;
no al sepulcro del oro l'alme baje,
ni le compita a dios su precio al lodo.
Descifra las mentiras del tesoro;
pues falta (y es del cielo este lenguaje)
al pobre, mucho; y al avaro, todo.



José Martí

el rayo surca, sangriento

-- de José Martí --

xxx
el rayo surca, sangriento,
el lóbrego nubarrón:
echa el barco, ciento a ciento,
los negros por el portón.
El viento, fiero, quebraba
los almácigos copudos;
andaba la hilera, andaba,
de los esclavos desnudos.
El temporal sacudía
los barracones henchidos:
una madre con su cría
pasaba, dando alaridos.
Rojo, como en el desierto,
salió el sol al horizonte:
y alumbró a un esclavo muerto,
colgado a un seibo del monte.
Un niño lo vio: tembló
de pasión por los que gimen:
¡y, al pie del muerto, juró
lavar con su vida el crimen!



José Martí

señor, aún no ha caído

-- de José Martí --

Señor, aún no ha caído
el roble, a padecer por ti elegido;
aún suena por su fibra
rota el eco del golpe: aún tiembla y vibra
dentro el tronco el acero, al aire el cabo:
aún es por la raíz del suelo esclavo:
señor, el hacha fiera
blande y retiemble, y este roble muera.



Clemente Althaus

El eco y la sombra

-- de Clemente Althaus --

Dios con el hombre a quien ama
siempre liberal y bueno,
un eco le dio a su voz
y dio una sombra a su cuerpo;
queriendo así que, aunque huelle
los más desnudos desiertos,
del todo solo no vaya
y lleve dos compañeros.
Al uno mudo contempla
ir a sus pies en el suelo,
su movimiento ajustando
a su mismo movimiento.
Al otro invisible escucha
que responde a sus acentos,
repitiendo a la distancia
sus sonidos postrimeros.
La sombra a los ojos sirve
de compañía y consuelo,
y es consuelo y compañía
de los oídos el eco.
De la sombra se imagina
el solitario viajero
que sus pasos acompaña
taciturno esclavo negro;
y del eco se figura
que amigo invisible genio
con él a solas conversa,
su largo viaje siguiendo.



Ramón López Velarde

A la traición de una hermosa

-- de Ramón López Velarde --

Tú que prendiste ayer los aurorales
Fulgores del amor en mi ventana;
Tú, bella infiel, adoración lejana
Madona de eucologios y misales:

Tú, que ostentas reflejos siderales
En el pecho enjoyado, grave hermana,
Y en tus ojos, con lumbre sobrehumana,
Brillan las tres virtudes teologales:

No pienses que tal vez te guardo encono
Por tus nupcias de hoy. Que te bendiga
Mi señor Jesucristo. Yo perdono

Tu flaqueza, y esclavo de tu hechizo
De tu primer hijuelo, dulce amiga,
Celebraré en mis versos el bautizo.



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