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-- de Félix María Samaniego --
Reprendía un abad a un perezoso
monje que a los maitines no asistía,
y con ásperas voces le decía:
- ¿Qué efecto, hermano, tan escandaloso
producirá en cualquiera religioso
su negligencia? Copie lo que hacía
todo un rey, un David. ¡Con qué alegría,
con qué afecto tan tierno y fervoroso
a medianoche el lecho abandonaba
para orar al Señor! —-Sí, bueno, bravo;
no hay diferencia,—— el monje replicaba.
—Y cuál?, —ninguna. ¡La pregunta alabo!
¿Cuál?, que David volvía y se encontraba
con Micol, yo me encuentro con mi nabo.
Poema "El abad y el monje" de Félix María Samaniego
-- de Salvador Díaz Mirón --
En la rama el expuesto cadáver se pudría,
como un horrible fruto colgante junto al tallo,
rindiendo testimonio de inverosímil fallo
y con ritmo de péndola oscilando en la vía.
La desnudez impúdica, la lengua que salía
y alto mechón en forma de una cresta de gallo,
dábanle aspecto bufo; y al pie de mi caballo
un grupo de arrapiezos holgábase y reía.
Y el fúnebre despojo, con la cabeza gacha,
escandaloso y tumido en el verde patíbulo
desparramaba hedores en brisa como racha.
Mecido con solemnes compases de Turíbulo.
Y el sol iba en ascenso por un azul sin tacha,
y el campo era figura de una canción de Tíbulo.
Poema "Ejemplo" de Salvador Díaz Mirón
-- de Francisco de Quevedo --
¿cuando, licino, di, contento viste
hombre con un pecado solamente,
si quien merece pena es suficiente,
y el inculpable, inútil yace triste?
¿quién al mayor delito se resiste?
¿qué cortesano habrá que no se afrente
de que le exceda en vida delincuente
el que a los ojos, que pretende, asiste?
¡oh ingenio del pecado escandaloso!
pues licas (habitado de serenos
áspides el espíritu ambicioso)
todos los malos quieren que sean buenos,
para que a su maldad el poderoso,
por sola, comunique sus venenos.
Poema "parnaso español 34" de Francisco de Quevedo