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Se han encontrado 25 poemas con la palabra entusiasmo

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Luis Palés Matos

sabado de gloria

-- de Luis Palés Matos --

Esta mañana loca de campana,
y una como alegría retozona,
rebosa rica limpidez cristiana
en su franca pureza de madona.

¡Cristo, cristo! resuena en la pradera
la elocuencia de abril. Toma estas flores;
colna me las brindó en la primavera
y ellas pueblan de triunfo mis ardores...

Cristo mira las almas sonriendo;
en sus sonrisas inquietantes, mudas,
un calor de entusiasmo se deslíe;

mientras todo ridículo, corriendo
sobre un pellejo hecho pollino, judas
al verse tan estúpido, se ríe.

Poema sabado de gloria de Luis Palés Matos con fondo de libro

Manuel del Palacio

A una niña

-- de Manuel del Palacio --

Si un ave fuera yo le celebrara
En dulcísimos cantos noche y día:
Si fuera flor colores pediria
A los lindos colores de tu cara.

Si blanda brisa fuera, siempre avara
De tu frente en redor ondularía,
Y si fuera perfume, vertería
Donde pisaras tú mi esencia rara.

Demostrarle pretendo á dónde llega
De mi entusiasmo juvenil el brio
Que en amoroso fuego me consume:

Mas, ¡ay! ¡el brillo de tu luz me ciega!
Y no soy en mi ardiente desvarío
Ni ave, ni flor, ni brisa, ni perfume.

Poema A una niña de Manuel del Palacio con fondo de libro

Manuel del Palacio

Dos amores

-- de Manuel del Palacio --

Te amé cuando en la senda de la vida
Flores no más hollabas con tu planta;
Te vuelvo á amar en esta que te encanta
Edad de sueños para mí perdida.

No es el amor que á la virtud mentida
Himnos de gloria y de ventura canta,
Ni la pasión consoladora y santa
Al dulce soplo de la fé nacida.

Es ese afán que en su entusiasmo loco
Funde lo deleznable con lo eterno,
Que trueca en oro la mundana escoria,

Que hasta su misma dicha tiene en poco,
Y que si en un dolor copia el infierno,
Da en un placer la imágen de la gloria.

Poema Dos amores de Manuel del Palacio con fondo de libro

Manuel del Palacio

Dos amores (Melodías íntimas)

-- de Manuel del Palacio --

Te amé cuando en la senda de la vida
Flores no más hollabas con tu planta;
Te vuelvo á amar en esta que te encanta
Edad de sueños para mí perdida.

No es el amor que á la virtud mentida
Himnos de gloria y de ventura canta,
Ni la pasión consoladora y santa
Al dulce soplo de la fé nacida.

Es ese afán que en su entusiasmo loco
Funde lo deleznable con lo eterno,
Que trueca en oro la mundana escoria,

Que hasta su misma dicha tiene en poco,
Y que si en un dolor copia el infierno,
Da en un placer la imágen de la gloria.



Manuel del Palacio

Mi lira

-- de Manuel del Palacio --

En cada corazon hay una lira,
Cuya voz nos aflige ó nos encanta:
Cuando la pulsa el entusiasmo, canta;
Cuando la hiere la maldad, suspira.

Ruge al contacto de la vil mentira;
El choque de la duda la quebranta,
Y al soplo del amor y la fe santa
Himnos entona con que al mundo admira.

Yo la mia probé, y estoy contento:
¡Bendito tú, Señor, que me la diste
Templada en la bondad y el sentimiento,

Y las cuerdas en ella no pusiste
Del necio orgullo, del afan violento,
Del ódio ruin y de la envidia triste!



Manuel del Palacio

Semblanzas: XIX

-- de Manuel del Palacio --

Cuando su arpada lengua se desata
Y brota de su labio la armonía,
Yo, que jamás contengo mi alegría,
Esto se llama, digo, hablar en plata.

Viene después la reflexión ingrata
Que de la mente el entusiasmo enfria,
Y encuentro en su brillante algarabía
Junto al águila real la garrapata.

Sensible corazón, gallardo estilo,
Arte, elegancia, erudición, dulzura,
De todo tiene cuando suelta el hilo.

Oyéndole se goza la ventura,
Y dice mi compadre don Camilo
Que no le falta nada... Para cura.



Jorge Debravo

este es mi amor

-- de Jorge Debravo --

Este es mi amor, hermanos, este esfuerzo
denso, maduro, alto,
estos dedos agónicos y este
manojo de entusiasmo.

Yo no os amo dormidos:
yo os amo combatiendo y trabajando,
haciendo hachas deicidas,
libertando.

Amo lo que de dioses se os revela
ante el miedo y el látigo,
lo que suda, viviente y guerrillero,
en el fondo del hueso americano,
lo que es amor no siendo más que carne,
lo que es lucha no siendo más que paso,
lo que es fuego no siendo más que grito,
lo que es hombre no siendo más que árbol.



Emilio Bobadilla

¡Al fin!

-- de Emilio Bobadilla --

¡Al fin tu sueño se realiza, Francia:
vuelven a ti la Alsacia y la Lorena,
vencida del tudesco la arrogancia!
¡Patriótico entusiasmo tu alma llena!

¡Cuánto luchar y cuánto sacrificio
y cada vez más lejos la quimera!
Y hoy, rota en sol, aromas y bullicio,
te prodiga sus dones primavera.

Tierra de amor lascivo y poesía
—tu cielo dulce y plañidero canta
de las cosas la irónica elegía—

tus triunfos saborea, aunque te atriste
tanto luto: en el Rhin tienes la planta,
¡tú que la planta del teutón sufriste!



Enrique Lihn

destiempo

-- de Enrique Lihn --

Nuestro entusiasmo alentaba a estos dias que corren
entre la multitud de la igualdad de los días.
Nuestra debilidad cifraba en ellos
nuestra última esperanza.
Pensábamos y el tiempo que no tendría precio
se nos iba pasando pobremente
y estos son, pues, los años venideros.
Todo lo íbamos a resolver ahora.
Teníamos la vida por delante.
Lo mejor era no precipitarse.



Julián del Casal

paisaje espiritual

-- de Julián del Casal --

Perdió mi corazón el entusiasmo
al penetrar en la mundana liza,
cual la chispa al caer en la ceniza
pierde el ardor en fugitivo espasmo.
Sumergido en estúpido marasmo
mi pensamiento atónito agoniza
o, al revivir, mis fuerzas paraliza
mostrándome en la acción un vil sarcasmo.
Y aunque no endulcen mi infernal tormento
ni la pasión, ni el arte, ni la ciencia,
soporto los ultrajes de la suerte,
porque en mi alma desolada siento,
el hastío glacial de la existencia
y el horror infinito de la muerte.



Pablo Neruda

cuando veo de nuevo el mar

-- de Pablo Neruda --

Cuando veo de nuevo el mar
el mar me ha visto o no me ha visto?
por qué me preguntan las olas
lo mismo que yo les pregunto?
y por qué golpean la roca
con tanto entusiasmo perdido?
no se cansan de repetir
su declaración a la arena?



José Tomás de Cuellar

Sol de amor

-- de José Tomás de Cuellar --

NO sé por qué vacila tu albedrío
Entre una sombra negra y mis amores;
Hay un crespón que vela los albores
De tu pasión al entusiasmo mío,

No marchite tu loco desvarío
Con torva duda, de ilusión las flores,
Ni me ofrezcas un cáliz de dolores
Cuando en amarte mi ventura fío.

¿Por qué mostrarse tu pasión recela,
Si tu mirar en sus divinas llamas
Todo un mundo de amores me revela?

Pues si eres sol de amor, y tanto me amas,
Rompe el celaje que tu luz me vela
Y abrásame en el fuego en que te inflamas.



José Tomás de Cuellar

A la luna (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

CELESTE luminar, muda viajera
Que cruzas por la esfera
Inundando de luz el ancho mundo.
Al admirarte en tu tranquilo vuelo,
El entusiasmo ardiente
Arranca del laúd dulce sonido,
Y á tí se eleva mi abatida frente.

¡Salve, espléndida Luna,
Misterioso fanal que suspendido
Por la mano de Dios en las alturas,
Lanzas tu luz en rayos plateados
Del adormido mundo á las criaturas.



José Tomás de Cuellar

El poeta y la mujer

-- de José Tomás de Cuellar --

CON visiones risueñas en la mente
Y con robusta voz en la garganta,
Alta y serena la espaciosa frente,
Lo que el poeta siente,
Lleno de fé con entusiasmo canta.

Acaso dura ley irresistible
Con su lira no más y sus dolores
Lanzole enmedio de borrasca horrible,
Y el corazón sensible
Espinas encontró buscando flores.

Enmedio de sus sueños infantiles
Un edén le mostró su mente loca;
Pero pasaron presto los abriles



Salvador Rueda

sonetos VIII

-- de Salvador Rueda --

Silencio; es la cigarra, la doctora,
la que enseñó a virgilio la poesía
y dio a las viñas griegas su armonía
cual bordón inmortal de luz cantora.

Aun pasa con su lira triunfadora
ardiendo en entusiasmo y energía;
encerrado en sus élitros va el día,
escuchad su canción abrasadora.

Ser en la roja siesta enardecido,
es un ascua del sol hecha alarido
que a su propio calor fundirse quiere.

Quema al cantar su real naturaleza,
canta por el amor a la belleza,
canta a las almas, y cantando muere.

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Santiago Montobbio

mujer de poeta (mascarilla)

-- de Santiago Montobbio --

Mujer de poeta (mascarilla)
para la verdadera dignidad la sociedad no tiene asiento;
pero eso se comprueba luego, y así primero fueron
los inexistentes triunfos pequeños, el manso ruido
de la colaboración diaria, esperanzadoras señales todasdel inicio
de una tan gloriosa como inevitable carrera literaria que nacía
de un extraño entusiasmo por las cosas
y también de las mordidas
lagunas de la sombra. Y aunque nunca
entendiste esas cosas con exceso
estuviste cerca, silenciosa columna
fuiste del sigilo y para navegar
por esas aguas de tu corazón
día a día hiciste pan muy blanco.
Pero para tu escondido quehacer diario
al cabo de los años resulta muy poco
y muy pobre el contrapeso del regalo aburrido
además de ocasional de algunos libros,
como recalentados ya los dedicados versos
y aún menos tolerable te parece el valor
de unos pretendidamente dolorosos
insomnios a destiempo. Y así dichoso,
de verdad dichoso será el día
en que comprendas todo eso y te decidas
a dejar ya para siempre abandonado
a tan miserable y estúpido sujeto.



Vicente Gallego

¿dónde

-- de Vicente Gallego --

A franciso díaz de castro
donde ya no hay palabras,
donde sopla el silencio su cristal
y lo afina en la copa del consuelo;
donde el llanto se rinde, desoído en su fe,
a su duro esqueleto de alegría;
donde el hueso y la carne,
donde el dolor y el miedo callan sordos;
donde se vio atendida
un instante en su afán nuestra plegaria.
Sobre la misma muerte,
en su podrida turba, en su fermento oscuro,
donde arraiga, carnívora,
la fiera flor solar de estar con vida.
En el ciego entusiasmo, en la pureza:
donde tan sólo fuimos
¿dónde?
pobres almas de dios,
sólo polvo feliz
que la tormenta eleva sobre el mundo,
suplicante
relámpago
de amor,
eléctrica belleza sin custodio.



Vicente Gallego

una historia vulgar

-- de Vicente Gallego --

Qué extraño es de repente todo esto
cuando te pasa a ti: que se arruine la carne,
que el entusiasmo falle, esos dos baluartes
que jamás se rindieron, ni siquiera
cuando todo tembló en algún momento.
La realidad te alcanza, y el mundo te parece
un chicle masticado que molesta
retener en la boca sin sabor. Vas llegando
donde jamás pensaste que llegaras,
porque no piensa el joven seriamente
y ése ha sido el regalo más grande de la vida
que su destino sea el deterioro.
Es vulgar esta historia como aquellas
que leías distante en los versos ajenos:
otro hombre comprende que ha gastado
para siempre la parte más hermosa
y también la más breve de su tiempo.
Es vulgar esta historia,
y al mundo no le importa.
Lo que tiene de nuevo es que por fin
ese hombre eres tú.



Marilina Rébora

el muñeco roto

-- de Marilina Rébora --

El muñeco roto
en el entusiasmo del dulce embeleco,
nunca imaginara que tal vez un día,
con peluca suelta quedara el muñeco,
los ojos ausentes, la testa vacía.
Sin fondo, un abismo, semejaba el hueco
del cráneo desierto, y en esa agonía,
a pesar de todo, resonaba el eco
del tierno «mamá», que se repetía.
La imagen, por siempre, del pequeño exánime
viva en mi memoria subsistió obstinada
era yo tan tierna y tan pusilánime,
pero, temerosa de algún alboroto,
le pedí a mi madre no dijera nada;
y nunca nombramos el muñeco roto.



Francisco Sosa Escalante

A Fabio (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Oh! cuál me indigna, Fabio, la arrogancia
Con que pretende el hombre que su idea
Domine por do quier y pauta sea,
Porque lo quiere así su intolerancia!

Infalible se juzga en su jactancia;
Las obras de otro ingenio, ¡cuál afea!
Y cómo con las propias se recrea
Con entusiasmo y sin igual constancia!

Que adores á su Dios; que la hermosura
De la mujer ensalces que él admira,
Y casta llames á quien llama él pura;

¿No es necio pretender? ¡Oh Fabio! mira
Si puede ser mayor la desventura
Del que por santa libertad suspira.



Francisco Sosa Escalante

Cuauhtemoc

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cuando el imperio por Tenoch fundado
Miró llegar desde el lejano Oriente
Como tremenda tempestad rugiente
Al invasor inícuo y desalmado,

De patriotismo y de valor dechado,
Con sed de gloria y entusiasmo ardiente,
Sublime te opusiste á aquel torrente
Y Anáhuac tuvo su mejor soldado.

¡Oh prócer inmortal! cómo fulgura
Tu nombre ilustre, de la patria gloria,
Tan grande cual tu propia desventura!

Los siglos al pasar, de tu memoria
No el brillo opacan, porque eterno dura
El libro sacrosanto de la historia.



José Joaquín de Mora

El tachonado y puro firmamento

-- de José Joaquín de Mora --

El tachonado y puro firmamento
con todas sus lumbreras inmortales,
esa luz que nos vierte sus raudales,
más sutil, más veloz que el pensamiento.

El misterioso y grave movimiento
de sus revoluciones desiguales,
¡qué de goces intensos, celestiales,
no dan al atrevido entendimiento!

¡Y está serena el alma, y no palpita
rápido el corazón! ¡Ni estalla el labio,
cediendo al entusiasmo que lo agita!

Hombre, suelta el compás y el astrolabio;
mentido es tu saber, siente y medita:
quien más medita y siente es el más sabio.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Clemente Zenea

Adiós (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

¿Qué te puedo ofrecer? –De un alma inquieta
un suspiro de amor desesperado,
mis pálidos laureles de poeta
y mis sueños de mártir emigrado!

Vengo a brindarte una esperanza tierna
para pagarle a mi pasión tributo,
y a pronunciar mi despedida eterna
vistiendo el arpa con crespón de luto.

Amargo adiós entre mis labios vaga,
como rueda en el aire el eco incierto
del gemido de un hombre que naufraga
cuando corta el bajel ondas del puerto.

¡Ya no más te veré! –Ronco murmullo
levanta mi conciencia, y yo indignado
imponiendo cadenas a mi orgullo
perdón te pido por haberte amado!

¡Perdón! ¡Perdón! –No pienses, inhumana,
que mi tormento y mi dolor mitiga
la promesa de hallar en ti una «hermana,»
o el pensamiento de llamarte «amiga.»

Olvida el loco afán y el entusiasmo
con que tu imagen adoré de hinojos,
y no pagues con risas de sarcasmo
las gotas más acerbas de mis ojos.

Olvida si es posible, las pasadas
noches, en que al cruzar junto a tus rejas
blanquearon mis cabellos las nevadas,
y el viento se llevó mis tristes quejas!



Ramón López Velarde

La estrofa que danza

-- de Ramón López Velarde --

Ya brotas de la escena cual guarismo
tornasol, y desfloras el mutismo
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
las multánimes giros de una sola quimera.

Ya tus ojos entraron al combate
como dos uvas de un goloso uvate;
bajo tus castañuelas se rinden los destinos
y se cuelgan de ti los sueños masculinos,
cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.
Ya te adula la orquesta con servil
dejo libidinoso de reptil,
y danzando lacónica, tu reojo me plagia;
y pisas mi entusiasmo con una cruel magia
como estrofa danzante que pisa una hemorragia.

Ya vuelas como un rito por los planos
limítrofes de todos los arcanos;
las almas que tu arrullo va limpiando de escoria
quisieran renunciar su futuro y su historia,
por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.

Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:
tu rítmica y eurítmica cintura
nos roba a todos nuestra flama pura;
y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo
por la tangente dócil de un celaje profundo,
se llevan mis holgorios el azul pudibundo.



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