Buscar Poemas con Entro


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra entro

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Lope de Vega

Entro en mí mismo para verme, y dentro

-- de Lope de Vega --

Entro en mí mismo para verme, y dentro
hallo, ¡ay de mí!, con la razón postrada,
una loca república alterada,
tanto que apenas los umbrales entro.
Al apetito sensitivo encuentro,
de quien la voluntad mal respetada
se queja al cielo, y de su fuerza armada
conduce el alma al verdadero centro.
La virtud, como el arte, hallarse suele
cerca de lo difícil, y así pienso
que el cuerpo en el castigo se desvele.
Muera el ardor del apetito intenso,
porque la voluntad al centro vuele,
capaz potencia de su bien inmenso.

Poema Entro en mí mismo para verme, y dentro de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Si es tanta gloria estar a los umbrales

-- de Lope de Vega --

Si es tanta gloria estar a los umbrales
de tu puerta, mi Dios, el estar dentro
¿cómo será, pues en tan alto centro
se deben gozar las celestiales
Yo estoy entre los términos mortales
con tanto bien, que me parece que entro,
sino que al cuerpo en el camino encuentro
cargado de estorbos desiguales.
Miro por los resquicios los dichosos
que caminan a Ti perdido el miedo
a los trances del mundo peligrosos.
Y como caminar tanto no puedo,
baño en llanto mis ojos envidiosos
de ver que van delante y yo me quedo.

Poema Si es tanta gloria estar a los umbrales de Lope de Vega con fondo de libro

Jaime Sabines

vieja la noche...

-- de Jaime Sabines --

Vieja la noche, vieja,
largo mi corazón antiguo.

¡Qué de brazos adentro
del pecho, fríos,
se mueven y me buscan,
viejo amor mío!

la noche, vieja, cae
como un lento martirio,
sombra y estrella, hueco
del pecho mío.

Y yo entretanto, ausente
de mi martirio,
entro en la noche, busco
su cuerpo frío.

No hay luna, locos,
desde hace siglos.
Sólo un breve milagro
cuando hace frío.

Poema vieja la noche... de Jaime Sabines con fondo de libro

César Vallejo

sombrero, abrigo, guantes

-- de César Vallejo --

Enfrente a la comedia francesa, está el café
de la regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.
Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.
Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.
Importa oler a loco postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz latortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante elcuándo!



Diego Hurtado de Mendoza

Pedis, Reina, un soneto; ya le hago

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Pedis, Reina, un soneto; ya le hago;
Ya el primer verso y el segundo es hecho;
Si el tercero me sale de provecho,
Con otro verso el un cuarteto os pago.

Ya llego al quinto; ¡España! ¡Santiago!
Fuera, que entro en el sexto. ¡Sus, buen pecho!
Si del sétimo salgo, gran derecho
Tengo á salir con vida deste trago.

Ya tenemos á un cabo los cuartetos;
¿Que me decis, Señora? ¿No ando bravo?
Mas sabe Dios si temo los tercetos.

Y si con bien este soneto acabo,
Nunca en toda mi vida mas sonetos;
Ya deste, gloria á Dios, he visto el cabo.



Gutierre de Cetina

más fácil es, señora, el abstenerse

-- de Gutierre de Cetina --

De desear, a un hombre enamorado,
que después que algún tiempo ha deseado,
medida al desear pueda ponerse.
Puede uno rehusar, puede tenerse
de no entrar en lugar que viere helado,
mas si una vez entro, después de entrado,
no es en él esperar ni detenerse.
Bien pudiera no os ver cuando no os vía,
no viéndoos no os amara, y no os amando
no deseara el bien que ahora deseo.
Mas después de sujeta el alma mía,
amor, que me sostiene deseando,
no consiente poner freno al deseo.



Miguel Hernández

8

-- de Miguel Hernández --

8
por tu pie, la blancura más bailable,
donde cesa en diez partes tu hermosura,
una paloma sube a tu cintura,
baja a la tierra un nardo interminable.
Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura,
perro sembrado de jazmín calzable.
A tu pie, tan espuma como playa,
arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.
Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.



Juan Pablo Forner

Definición de una niña de moda

-- de Juan Pablo Forner --

Yo soy de poca edad, rica y bonita;
tengo lo que suelen llamar salero,
y toco, y canto, y bailo hasta el bolero,
y ando que vuelo con la ropa altita;

si entro en ella, revuelvo una visita,
y más si hay militar o hay extranjero;
voy a tertulia, y hallo peladero;
a paseo, y me llevo la palmita;

soy marcial: hablo y trato con despejo;
a los lindos los traigo en ejercicio,
y dejo y tomo a mi placer cortejo;

visto y peino con gracia y artificio...
Pues ¿qué me falta?... Oyola un tío viejo,
y le dijo gruñendo: «Loca, el juicio.»



Francisco Villaespesa

yo sé que la esperanza está viva, y que dentro

-- de Francisco Villaespesa --

Yo sé que la esperanza está viva, y que dentro
del corazón su lámpara dulcemente ilumina;
¡mas ya sin entusiasmos y sin fuerzas me encuentro
para arrancarle nuevos tesoros a la mina!...
En el jardín, a veces, de mis recuerdos entro
y encanezco de angustia mirando tanta ruina...
¡Cipreses y naranjos marchitos, y en el centro
una fuente que nunca de sollozar termina!...
Yo sé que lindaraja con sus besos pudiera
dar a mi otoño un nuevo frescor de primavera...
Pero está tan remota, ¡y es tan largo el sendero!...
¡Y me encuentro tan pobre, tan triste y tan rendido,
que a buscarla de nuevo por la vida, prefiero
soñar eternamente que jamás ha existido!...



José Joaquín de Mora

Acta de una sesión

-- de José Joaquín de Mora --

Cotorreando en mórbidos sillones,
diez leguleyos de cerebro vano,
acerca de si Ticio es ciudadano,
ensartaron horrendas sinrazones.

Seco el jugo vital de los pulmones,
y agotado el idioma chabacano,
estas palabras dirigió un hermano,
a todos los demás santos varones:

Padres conscriptos, que el profano sea
civil o ciudadano, es una idea
que acaso pueda interesar a otros.

Yo en tan grave cuestión ni entro ni salgo
lo que importa saber es, si ese hidalgo
es tan grave animal como nosotros.



Clemente Althaus

Al recogerme

-- de Clemente Althaus --

En triste noche, como yo sombría,
vuelvo con lento paso a la morada
alegre ayer, hoy muda y desolada
desde que no la habitas, madre mía.

¡A nadie le parece ya tardía
mi vuelta, ni conoce mi pisada,
ni con amor sonríe a mi llegada,
ni me pregunta en qué pasé mi día!

Entro: silencio donde quier profundo
hallo; voy a tu estancia, y tu desierto
callado lecho en lágrimas inundo:

¡ningún consuelo en mi dolor advierto,
y al sentirme tan sólo en este mundo,
quisiera, oh madre, como tú, haber muerto!



Rubén Darío

de invierno

-- de Rubén Darío --

En invernales horas, mirad a carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de alençón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de parís.
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Rubén Darío

De invierno (Darío)

-- de Rubén Darío --

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta con su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.



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