Buscar Poemas con Enfermedad


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Se han encontrado 23 poemas con la palabra enfermedad

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Juan Gelman

necesidades

-- de Juan Gelman --

El individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad
suele ser calificado de insano acusado de enfermedad mental y
perseguido como enfermo
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
el individuo que ve piernas azules de mujer volar
arbolitos cantar el mundo heder
es encerrado golpeado con electricidad insulina médicos
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
¿necesidades del volar o cantar?
¿necesidades del individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad y es
calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como
enfermo?
¿otras necesidades?
¿necesidades del individuo que no difiere de sus pares
que no perturba o escandaliza a su familia o sociedad
que no es calificado de insano acusado de enfermedad mental ni
perseguido como enfermo?
¿piernas azules de mujer volar no?
¿ni arbolitos cantar ni mundo heder?
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
los jabalíes de oro se están comiendo a yvonne

Poema necesidades de Juan Gelman con fondo de libro

Hernando de Acuña

La grave enfermedad que en Silvia vía

-- de Hernando de Acuña --

La grave enfermedad que en Silvia vía
lloraba triste su pastor Silvano,
cuando, mirando en la siniestra mano,
le vio un agudo hierro que tenía,

así diciendo: «De la furia mía
guárdese todo corazón humano».
¿Y qué hará con alegre gesto y sano
la que doliente y tal esto hacía?

Mostró que, pues peligro descubierto
tan claro desengaña al que le viere,
huyan todos la muerte conocida,

porque el daño mayor está encubierto,
que el triste que a quererla se atreviere
harto más aventura que la vida.

Poema La grave enfermedad que en Silvia vía de Hernando de Acuña con fondo de libro

Leopoldo Lugones

Plegaria de carnaval

-- de Leopoldo Lugones --

¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.

Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.

Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.

En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.

Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.

Poema Plegaria de carnaval de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

Parca, ¿tan de improviso, airada y fuerte

-- de Lope de Vega --

Parca, ¿tan de improviso airada y fuerte
siegas la vega donde fui nacido
con la guadaña de tu fiero olvido,
que en seco polvo nuestra flor convierte?

¿Ni vale el nombre ni el valor se advierte?
Cárcel de enfermedad no ha precedido,
ni información de haberla merecido,
y, ¿sin proceso le condenas, Muerte?

Oh tribunal, a donde no hay reparo,
¿en un hora del mundo se destierra
a quién Félix nació, sin que lo fuese?

Mas justo fue, que siendo sol tan claro,
se pusiese al ocaso de la tierra,
y al oriente del cielo amaneciese.



Manuel del Cabral

letra

-- de Manuel del Cabral --

Letra:
esqueleto de mi grito,
pongo mi corazón sobre tu muerte,
pongo mis más secretas cualidades de pétalo,
pongo...
La novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,
mi enfermedad de ángel con cuchillo,
mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,
y el niño que hay en mí, el niño
que sale en cierto día, el día
en que la mano casi no trabaja,
el día en que sencillos
mis pies pisan los duendes que están en el rocío
haciendo el oro joven del domingo.

Todo lo pongo en ti,
y tu siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.

Todo,
todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.

La letra no me entiende.

Sin embargo...



Julián del Casal

tras una enfermedad

-- de Julián del Casal --

Ya la fiebre domada no consume
el ardor de la sangre de mis venas,
ni el peso de sus cálidas cadenas
mi cuerpo débil sobre el lecho entume.
Ahora que mi espíritu presume
hallarse libre de mortales penas,
y que podrá ascender por las serenas
regiones de la luz y del perfume,
haz, ¡oh, dios!, que no vean ya mis ojos
la horrible realidad que me contrista
y que marche en la inmensa caravana,
o que la fiebre, con sus velos rojos,
oculte para siempre ante mi vista
la desnudez de la miseria humana.



Gutierre de Cetina

como el que enfermedad de muerte tiene II

-- de Gutierre de Cetina --

Del cuidado mayor, que más quería,
un sospiro secreto en que abscondía
la hermosa ocasión de su tormento,
todo cuanto favor, cuanto contento
tuvo jamás, cuanto tener podría,
vandalio, pastor bético, ofrecía
al amor, muy lloroso y descontento.
«Señor dijo al fin si el sacrificio
miras cuál puede ser que mayor sea,
si a la intención tú sabes bien mi historia,
»sólo te pido, en premio del servicio,
la salud de amarílida: no vea
el mundo así perder su mayor gloria».



Gutierre de Cetina

como el que enfermedad de muerte tiene I

-- de Gutierre de Cetina --

Que está de su salud desconfiado,
ni se puede alegrar del mal pasado,
ni gozo entero haber del bien que viene;
pensando en el morir, si se detiene,
es porque el plazo cierto no ha llegado,
de cuya causa el mejorar de estado
ni lo asegura ya, ni lo entretiene;
tal el triste vandalio en la estrecheza,
envuelto en un temor con mil temores,
a la bella amarílida decía:
«poca seguridad, menos firmeza,
no me dejan gozar vuestros favores;
que un recelo mortal me los desvía».



Santiago Montobbio

hiriente y absoluta

-- de Santiago Montobbio --

Hiriente y absoluta
en la soledad hiriente y absoluta a la que no he conseguido
nunca darle nombres y entre
sus sábanas que tantas veces
recuerdo son del miedo hay
todavía una arrolladora, inexplicable, casi
vergonzosa ternura que creo
que me asalta los ojos y quizá
en ellos me devora. Pero me es difícil su sonido,
por profundo. Nació acaso en mi luz primera
y sé que estará también en mi noche última:
luz y noche, esos polos simples del rincón
estúpido que es mi vida, luz, noche y torsos
sin cuerpo y con ternura
que es quizá recuerdo
de la que por ella tuve y de la que por mí
quizá ella tuvo, este quedo alambre sobre el tono
de una roñosa canción de radio o a través
de los silencios que en los versos se respiran
luz y noche y la enfermedad extraña
que en mis ojos nacen telares sin sonido
y por la que jamás me bastó el mundo
y por la que siempre estuve
como suspenso en vida.



Antonio García Gutiérrez

Carta a Filena

-- de Antonio García Gutiérrez --

Aunque siempre fuí cobarde
Contigo, amoroso alarde
Hacer de un recuerdo quiero:
Era á mitad de Febrero;
Era á mitad de una tarde.

Con el alma de amor llena,
Buscando alivio á la pena
Que mi corazón traspasa,
Llamé á tu puerta, Filena,
Y estabas solita en casa.

No sé si aliviar quisiste
Mis amantes desvarios:
Ello es que viéndome triste
Enternecida pusiste
Tus labios sobre los mios.

Sin duda fué caridad:
Sin duda fué solo un medio
De mostrarme tu piedad;
Pero ¡ay! que ha sido el remedio
Peor que la enfermedad.

Mira, Filena querida,
Si hay desdicha parecida
A esta mi desdicha fuerte:
Lo que á tantos da la vida
A mi me ha dado la muerte.



Rosalía de Castro

Aún otra amarga gota en el mar sin orillas

-- de Rosalía de Castro --

Aún otra amarga gota en el mar sin orillas,
Donde lo grande pasa de prisa y lo pequeño
Desaparece o se hunde, como piedra arrojada
De las aguas profundas del estancado légamo.

Vicio, pasión, o acaso enfermedad del alma,
Débil a caer vuelve siempre en la tentación.
Y escribe corno escriben las olas en la arena,
El viento en la laguna y en la neblina el sol.

Mas nunca nos asombra que trine o cante el ave,
Ni que eterna repita sus murmullos el agua;
Canta, pues, ¡oh poeta!, canta, que no eres menos
Que el ave y el arroyo que en ondas se desata.

En incesante encarnizada lucha,
En pugilato eterno,
Unos tras otros al palenque vienen
Para luchar, seguidos del estruendo



Miguel de Cervantes

Busco en la muerte la vida

-- de Miguel de Cervantes --

Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido,
que, pues lo imposible pido,
lo posible aún no me den.



Miguel Unamuno

Me destierro a la memoria

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma-libro,
hombre-mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Miguel Unamuno

Me destierro

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma?libro,
hombre?mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Juan Gelman

arte poética

-- de Juan Gelman --

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del, alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.
A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.
Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.



Evaristo Carriego

Residuo de fábrica

-- de Evaristo Carriego --

Hoy ha tosido mucho. Van dos noches
que no puede dormir; noches fatales,
en esa oscura pieza donde pasa
sus más amargos días, sin quejarse.

El taller la enfermó, y así, vencida
en plena juventud, quizás no sabe
de una hermosa esperanza que acaricie
sus largos sufrimientos de incurable.

Abandonada siempre, son sus horas
como su enfermedad: interminables.
Sólo, a ratos, el padre se le acerca
cuando llega borracho, por la tarde...

Pero es para decirla lo de siempre,
el invariable insulto, el mismo ultraje:
¡le reprocha el dinero que le cuesta
y la llama haragana, el miserable!



Francisco de Quevedo

contiene una elegante enseñanza

-- de Francisco de Quevedo --

Falleció césar, fortunado y fuerte;
ignoran la piedad y el escarmiento
señas de su glorioso monumento:
porque también para el sepulcro hay muerte.
Muere la vida, y de la misma suerte
muere el entierro rico y opulento;
la hora, con oculto movimiento,
aun calla el grito que la fama vierte.
Devanan sol y luna, noche y día,
del mundo la robusta vida, y lloras
las advertencias que la edad te envía!
risueña enfermedad son las auroras;
lima de la salud es su alegría:
licas, sepultureros son las horas.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 65

-- de Francisco de Quevedo --

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado;
es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado;
es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño amor, éste es su abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 86

-- de Francisco de Quevedo --

Si de vos pasa el cáliz de amargura,
¿quién le podrá endulzar, para que sea
bebida alegre, que salud posea
contra la enfermedad antigua y dura?
bebed el cáliz vos, pues os apura
amor del alma por la culpa fea,
que en vos le beberá (después que os vea
líquido dios en sangre) la criatura.
Pase por vos, y así será triaca,
mas no pase de vos, pues, ofendido,
mi culpa sus castigos os achaca.
Bebiendo sanaréis lo que he comido:
bebed cáliz que tanta sed aplaca
de ser en cáliz inmortal bebido.



Francisco de Quevedo

parnaso español 48

-- de Francisco de Quevedo --

Que los años por ti vuelen tan leves,
pides a dios, que el rostro sus pisadas
no sienta, y que a las greñas bien peinadas
no pase corva la vejez sus nieves.
Esto le pides, y, borracho, bebes
las vendimias en tazas coronadas
y para el vientre tuyo las manadas
que apulia pasta con bocados breves.
A dios le pides lo que tú te quitas:
la enfermedad y la vejez te tragas,
y estar de ellas exento solicitas.
Pero en rugosa piel la deuda pagas
de las embriagueces que vomitas
y en la salud que, comilón, estragas.



José Cadalso

A la peligrosa enfermedad de Filis

-- de José Cadalso --

Si el cielo está sin luces,
el campo está sin flores,
los pájaros no cantan,
los arroyos no corren,
no saltan los corderos,
no bailan los pastores,
los troncos no dan frutos,
los ecos no responden...
Es que enfermó mi Filis
y está suspenso el orbe.



Carolina Coronado

amistad de la luna

-- de Carolina Coronado --

Esa oscura enfermedad
que llaman melancolía
me trajo a la soledad
a verte, luna sombría.
Ya seas amante doncella,
ya informe, negro montón
de tierra que en forma bella
nos convierte la ilusión,
ni a sorprender tus amores
mis tristes ojos vinieron
ni a saber si esos fulgores
son tuyos o te los dieron.
Ni a mí me importa que esté
tu luz viva o desmayada,
ni cuando te miro sé
si eres roja o plateada.
Yo busco tu compañía
porque al fin, muda beldad,
es tu amistad menos fría
que otra cualquiera amistad.
Sé bien que todo el poder
de tu misterioso encanto
no alcanzará a detener
una gota de mi llanto.
Mas yo no guardo consuelos
para este mal tan profundo,
fijo la vista en los cielos
porque me importuna el mundo...
¡Vergüenza del mundo es
si tiene mi pensamiento,
que ir a buscarte al través
de las nubes y del viento,
y llevar hasta tu esfera
mi solitaria armonía
para hallar la compañera
que escuche la pena mía!
mas, pues no me da fortuna
otra más tierna amistad,
vengo con mis penas, luna,



Ramón López Velarde

Gavota

-- de Ramón López Velarde --

Señor, Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo, pasajero
más que la espuma del mar.

Ni me des enfermedad larga
en mi carne, que fue la carga
de la nave de los hechizos,
del dolor el aposento
y la genuflexión verídica
de tu trágico pavimento.

No me hieras ningún costado,
no me castigues a mi cuerpo
por haber vivido endiosado
ante la Naturaleza
y junto a los vertebrales
espejos de la belleza.

Yo reconozco mi osadía
de haber vivido profesando
la moral de la simetría.

Amé los talles zalameros
y el virginal sacrificio;
amé los ojos pendencieros
y las frentes en armisticio.

No tengo miedo de morir,
porque probé de todo un poco,
y el frenesí del pensamiento
todavía no me vuelve loco.

Mas con el pie en el estribo
imploro rápida agonía
en mi final hostería.

Para que me encomiende a Dios,
en la hostería, una muchacha,
con su peinado de bandós,
y que de ir por los caminos
tenga la carne de luz
de los peroles cristalinos.
Y que en sus manos, inundadas
de luz, mi vida quede rota
en un tiempo de gavota.



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