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Se han encontrado 9 poemas con la palabra encubierto

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Fray Luis de León

oda xviii en la ascensión

-- de Fray Luis de León --

¿y dejas, pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero, airado?
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

Poema oda xviii en la ascensión de Fray Luis de León con fondo de libro

Gutierre de Cetina

bastar debiera, ¡ay, dios!, bastar debiera

-- de Gutierre de Cetina --

Señora, el ser cruel, áspera y dura,
sin que por adornar la hermosura
que al mundo es hoy un sol, tal nombre os diera.
Bastar debiera, ¡ay, dios!, mostraros fiera
siempre a la obstinación de mi locura,
sin que por el color mi desventura
de nueva crueldad temor tuviera.
Si queréis que a entender me dé el vestido
cuál es la condición esquiva y dura,
volverlo del revés y será cierto:
lo encarnado cruel quede escondido,
mostrad lo blanco que es limpieza pura;
será el engaño así más encubierto.

Poema bastar debiera, ¡ay, dios!, bastar debiera de Gutierre de Cetina con fondo de libro

Gutierre de Cetina

un nuevo sol vi yo en humano gesto

-- de Gutierre de Cetina --

Que en la tierra nos muestra un paraíso;
una boca vi yo que sólo un riso
en perpetuo llorar me tiene puesto;
de dos ojos salió un mirar honesto
que el ánimo del alma trae diviso;
de entre perlas salió encubierto aviso
que me hace el vivir menos molesto.
No supe a quién quejarme del engaño,
que el amor era ya desapartido
cuando caí en la cuenta de mi daño.
Pedí socorro al alma, y el sentido
me respondió por ella, ¡ay, caso extraño!:
«¿no ves que la razón la ha ya rendido?»

Poema un nuevo sol vi yo en humano gesto de Gutierre de Cetina con fondo de libro

Gutierre de Cetina

cosa es cierta, señora, y muy sabida

-- de Gutierre de Cetina --

Aunque el secreto de ella está encubierto,
que lanza de sí sangre un cuerpo muerto
si se pone a mirarlo el homicida.
Así yo, aunque vivo, estoy sin vida
siendo visto de vos, que me habéis muerto;
con mi sangre mostré lo que más cierto
mostráis vos con mostraros desabrida.
Pero si no fue así, fue que corriendo
la sangre al corazón para valerle,
por saliros a ver erró el camino;
salvo si no fue el alma, que sintiendo
su agravio, así ante vos quiso ponerle
con señal tan costoso y tan divino.



Hernando de Acuña

La grave enfermedad que en Silvia vía

-- de Hernando de Acuña --

La grave enfermedad que en Silvia vía
lloraba triste su pastor Silvano,
cuando, mirando en la siniestra mano,
le vio un agudo hierro que tenía,

así diciendo: «De la furia mía
guárdese todo corazón humano».
¿Y qué hará con alegre gesto y sano
la que doliente y tal esto hacía?

Mostró que, pues peligro descubierto
tan claro desengaña al que le viere,
huyan todos la muerte conocida,

porque el daño mayor está encubierto,
que el triste que a quererla se atreviere
harto más aventura que la vida.



Anónimo

Romance de la gentil dama y el rústico pastor

-- de Anónimo --

Estáse la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:
-Ven acá, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es del mediodía,
que ya es hora de comer,
si querrás tomar posada
todo es a tu placer.
-Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer e hijos,
y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra,
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
-Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadica en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada
como rosa en el rosel,
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver,
las teticas agudicas,
que el brial quieren romper,
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
-Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.



Marilina Rébora

yo me pregunto, madre...

-- de Marilina Rébora --

Yo me pregunto, madre...
Yo me pregunto, madre: ¿no se gasta la pila
que la sutil luciérnaga para alumbrarse tiene?
¿y tampoco concluye cuando la araña hila
el misterioso ovillo que encubierto mantiene?
¿en qué forma se ensartan anillos las orugas;
bolitas coloradas por ojos los conejos;
abrigos con recuadros se buscan las tortugas,
y en lerda marcha atrás se mueven los cangrejos?
¡saber! ¡saber! ¡saber! si es cuello de algodón
el que se anuda el cóndor o si usa de almidón;
si el parlanchín lenguaje de la locuaz cotorra
es remedo del nuestro; si la pícara zorra
es tan inteligente como sabio mi padre
aunque calla, y tú cuentas cuánto pregunto, madre!



Fernando de Herrera

Cuán bien, oscura noche, al dolor mío

-- de Fernando de Herrera --

Cuán bien, oscura noche, al dolor mío
conformas, y resuenas a mi llanto,
murmurando con sordo y triste canto
entre estas duras peñas, alto río.

Óigame este desnudo cielo frío
si tanto con mis quejas me levanto;
mas, pues no espero bien en daño tanto,
vana es la queja y mal en que porfío.

Rompa del corazón más tierna parte
mi gran pesar, acábese encubierto,
y a tal agravio falte la memoria;

que no es justo que en esta u otra parte
se diga que perdí, sin culpa muerto,
las debidas promesas de mi gloria.



Fernando de Herrera

En este que prosigo, espacio incierto

-- de Fernando de Herrera --

En este que prosigo, espacio incierto,
armado con los riscos y espantoso,
descubro estrecho paso y afanoso,
dudosa salud siempre y daño cierto.

Huyendo entre las peñas del desierto,
dilato el rastro del dolor penoso;
resuena áspero el viento, y el hermoso
cielo yace en tinieblas encubierto.

Ya corro despeñándome sin tiento,
ya doy en las espinas con los ojos,
y no hallo algún fin en mi camino.

Cánsase y desespera el sufrimiento,
y no teme el peligro y los abrojos
cuanto llevar presente el mal contino.



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