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Se han encontrado 28 poemas con la palabra eleva

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Francisco Villaespesa

por tierras de sol y sangre ix. el generalife

-- de Francisco Villaespesa --

ix. El generalife
en las aristas de las altas cumbres
la última brasa de la tarde humea.
Un silencio de paz duerme en la aldea,
que eleva entre los huertos sus techumbres
y al corazón aquieta una saudade
de beatitud, mientras la sombra oscura,
con su mudo oleaje de pavura,
la soledad de mi aposento invade.
Entre un fresco perfume de jazmines
surtidor de cristal se eleva una
voz, que es como la voz de los jardines,
donde la luna su fulgor destella...
¡Y el ruiseñor y el rayo de la luna
me hicieron sollozar, pensando en ella!

Poema por tierras de sol y sangre ix. el generalife de Francisco Villaespesa con fondo de libro

Leopoldo Lugones

valse noble

-- de Leopoldo Lugones --

En la tarde suave y cálida,
desde el diván carmesí,
alzas fielmente hasta mí
tus lentos ojos de pálida.

Con la espectral ilusión
de la hora que te importuna
un vago pavor de luna
te acerca a mi corazón.

Por el cielo angelical
se ahonda en místico ascenso
la soledad de un inmenso
plenilunio inmaterial;

que encantando los jardines
viene casi lastimero,
delirado en un ligero
frenesí de violines.

En escena baladí,
te infunde su poesía
tan dulce melancolía,
que quieres morir así.

Con el mimo de estar triste,
buscas mi arrullo más blando,
y te sorprendes llorando
lágrimas que no sentiste.

(....)

Algo eleva nuestro ser,
y la calma de la luna,
nos embarga como una
blanca nave ... A no volver.

Poema valse noble de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Manuel del Palacio

Entre salvajes

-- de Manuel del Palacio --

En dos troncos de verde manzanillo
Tengo mi hamaca de cordel tendida,
Y por el aire de la mar mecida
Fresco lecho me dá grato y sencillo.

Más feliz que el cacique de Luquillo
En nada pienso y nada me intimida;
Hallo en el bosque sombra apetecida,
Dulce jugo en el plátano amarillo.

Absorta el alma, y sin hallar su centro,
Aquí cual nunca al Hacedor se eleva,
Pura satisfacción llevando dentro.

¡Gozo en un nuevo mundo vida nueva;
Y si no es el Edén donde me encuentro,
Es porque soy Adán, pero sin Eva!

Poema Entre salvajes de Manuel del Palacio con fondo de libro

Julián del Casal

el sueño en el desierto

-- de Julián del Casal --

cuando el hijo salvaje del desierto
ata su blanca yegua enflaquecida
al fuerte tronco de gigante planta.
Y, tregua dando a su mortal fatiga,
cae en el lecho de tostada arena
donde la luz reverberar se mira;
sueña en los verdes campos anchurosos
en que se eleva la gallarda espiga
dorada por el sol resplandeciente;
en la plácida fuente cristalina
que le apaga la sed abrasadora;
en la tribu que forma su familia;
en el lejano oasis misterioso
cuya frescura a descansar convida;
y en el harén, poblado de mujeres
bellas como la luz del mediodía,
que entre nubes de aromas enervantes,
prodigan al sultán dulces caricias.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pero al salir del sueño venturoso
sólo ve, dilatadas las pupilas.
Desierto, el arenal ilimitado;
roja, la inmensa bóveda vacía.



Pedro Antonio de Alarcón

El cigarro

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Lío tabaco en un papel; agarro
lumbre y lo enciendo, arde ya medida
que arde, muere; muere y enseguida
tiro la punta, bárrenla... Y al carro!

Un alma envuelve Dios en frágil barro,
y la enciende en la lumbre de la vida,
chupa el tiempo y resulta en la partida
un cadáver. El hombre es un cigarro.

La ceniza que cae es su ventura;
el humo que se eleva su esperanza;
lo que arderá después su loco anhelo.

Cigarro tras cigarro el tiempo apura;
colilla tras colilla al hoyo lanza,
pero el aroma... ¡Piérdese en el cielo!



Pedro Antonio de Alarcón

La campana de agonía

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡La una!... ¡Paz a ti! -Todo reposa,
La noche aduerme al mundo... Mas yo velo,
dando en los libros a mi loco anhelo
pábulo ardiente y expansión briosa.

La voz de una campana pavorosa
cruza los aires con remoto vuelo...
Adiós de un alma que se eleva al cielo:
aye de un cuerpo que se hundió en la fosa.

Feliz mortal, que huyes de esta vida,
¿quién eres? ¿quién has sido? ¿qué has hallado
en el mundo que dejas? Tu partida,

¿a qué nueva región te ha encaminado?
¿Sombras o luz? ¿Comprendes algo ahora?
¡Ah! ¡Dime tú lo que este libro ignora!



Rafael Carvajal

A una poetisa

-- de Rafael Carvajal --

Ni el dulce murmurar del arroyuelo
que se desliza con variado encanto,
ni el triste arrullo con que eleva al cielo
la tórtola afligida su quebranto,

ni al descorrer el misterioso velo
natura ufana con su rico manto,
me ofrecieron jamás ese consuelo
que ofrecen las dulzuras de tu canto.

Canta feliz, de un cielo bonancible
hija privilegiada, que tu lira
te muestra hermosa cuanto más sensible.

¡Por Dios! canta, otra vez y el alma inspira
de un triste trovador que en su amargura
halla en tus versos celestial ternura.



José Tomás de Cuellar

A la luna (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

CELESTE luminar, muda viajera
Que cruzas por la esfera
Inundando de luz el ancho mundo.
Al admirarte en tu tranquilo vuelo,
El entusiasmo ardiente
Arranca del laúd dulce sonido,
Y á tí se eleva mi abatida frente.

¡Salve, espléndida Luna,
Misterioso fanal que suspendido
Por la mano de Dios en las alturas,
Lanzas tu luz en rayos plateados
Del adormido mundo á las criaturas.



José Ángel Buesa

soneto (de luis de camões)

-- de José Ángel Buesa --

Entre el ramaje en flor del limonero
está un ave dulcísima escondida,
rimando un blando verso sin medida
que fluye de su pico lastimero.
Pero un cruel cazador, desde el sendero,
eleva su ballesta distendida,
y el ave cae, mortalmente herida,
ensartada en el dardo traicionero.
Así, mi corazón, que libre andaba,
se sintió, donde menos lo esperaba
y donde menos lo temía, herido;
que el ciego cazador por mí temido,
para tomarme por sorpresa, estaba
en vuestros claros ojos escondido.



Gaspar María de Nava Álvarez

A un oficial en campaña

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Entrégate al reposo ya en buen hora,
que cesaron del burro los roznidos,
y en dulce paz descansan tus oídos
de su música atroz altisonora.

Vendrá riendo la fragante Aurora,
los montes se verán del Sol heridos
y mostrarán tus miembros aún dormidos
que el placer tras la pena se mejora.

Juzguen otros feliz al que, cercado
de pompa, eleva su orgullosa frente
sobre un pueblo a sus plantas humillado,

o al que apura de Amor la copa ardiente,
que yo te juzgo a ti, pues has logrado
librarte de un borrico impertinente.



Salvador Díaz Mirón

rimas

-- de Salvador Díaz Mirón --

El día con su manto
de vívidos colores,
inspira cosas dulces:
la risa y la ilusión.
Entonces la mirada
se inclina hacia las flores...
Las flores son los versos
¡que el prado canta al sol!

la noche con su sombra,
que deja ardientes rastros,
inspira cosas graves:
la angustia y la oración.
Entonces la mirada
se eleva hacia los astros...
Los astros son los versos
¡que el cielo canta a dios!

qué pliegue su ala de oro
la tarde en el vacío;
que pasen por mi mente
las ondas del cedrón;
que caiga de la nube
la gota de rocío;
¡que radien las estrellas,
que trine el ruiseñor!



Vicente Aleixandre

el cuerpo y el alma

-- de Vicente Aleixandre --

Pero es más triste todavía, mucho más triste.
Triste como la rama que deja caer su fruto para nadie.
Más triste, más. Como ese vaho
que de la tierra exhala depués la pulpa muerta.
Como esa mano que del cuerpo tendido
se eleva y quiere solamente acariciar las luces,
la sonrisa doliente, la noche aterciopelada y muda.
Luz de la noche sobre el cuerpo tendido sin alma.
Alma fuera, alma fuera del cuerpo, planeando
tan delicadamente sobre la triste forma abandonada.
Alma de niebla dulce, suspendida
sobre su ayer amante, cuerpo inerme
que pálido se enfría con las nocturnas horas
y queda quito, solo, dulcemente vacío.
Alma de amor que vela y se separa
vacilando, y al fin se aleja tiernamente fría.



Vicente Gallego

¿dónde

-- de Vicente Gallego --

A franciso díaz de castro
donde ya no hay palabras,
donde sopla el silencio su cristal
y lo afina en la copa del consuelo;
donde el llanto se rinde, desoído en su fe,
a su duro esqueleto de alegría;
donde el hueso y la carne,
donde el dolor y el miedo callan sordos;
donde se vio atendida
un instante en su afán nuestra plegaria.
Sobre la misma muerte,
en su podrida turba, en su fermento oscuro,
donde arraiga, carnívora,
la fiera flor solar de estar con vida.
En el ciego entusiasmo, en la pureza:
donde tan sólo fuimos
¿dónde?
pobres almas de dios,
sólo polvo feliz
que la tormenta eleva sobre el mundo,
suplicante
relámpago
de amor,
eléctrica belleza sin custodio.



Vicente Gallego

septiembre, 27

-- de Vicente Gallego --

He releído hoy la historia antigua
que tú me regalaste, las batallas
entre griegos y persas, las conquistas
innumerables de alejandro,
el fuego y la pasión que ahora parecen
un absurdo derroche
que no acierto a entender. Quizá, los tiempos...
El curso de esta tarde tan alejada y lenta,
sin afanes y solo,
esta tarde tranquila en la que amar
lo gris, lo no tan brusco ni glorioso:
perderme en mi interior sin ambiciones,
asumir la penumbra y deslizarme.
Reflexiono en mi cuarto
mientras llueve, parece innecesaria
cualquier exaltación.
Las cosas, lo que exigen.
Me ejercito
en la absoluta calma,
escucho los sonidos que producen
la cisterna, el desagüe, la anticuada
fontanería de esta casa,
y examino los dedos de mis pies.
Es sólo el tiempo lento, el oleaje
que me eleva despacio hacia mí mismo,
un dejarse arrastrar por la marea.
Existir: todo y nada,
este instante tan mío que ahora habito.



Vicente Gerbasi

bosque de música

-- de Vicente Gerbasi --

Mi ser fluye en tu música,
bosque dormido en el tiempo,
rendido a la nostalgia de los lagos del cielo.
¿Cómo olvidar que soy oculta melodía
y tu adusta penumbra voz de los misterios?
he interrogado los aires que besan la sombra,
he oído en el silencio tristes fuentes perdidas,
y todo eleva mis sueños a músicas celestes.
Voy con las primaveras que te visitan de noche,
que dan vida a las flores en tus sombras azules
y me revelan el vago sufrir de tus secretos.
Tu sopor de luciérnagas es lenta astronomía
que gira en mi susurro de follaje en el viento
y alas da a los suspiros de las almas que escondes.
¿Murió aquí el cazador, al pie de las orquídeas,
el cazador nostálgico por tu magia embriagado?
oh, bosque: tú que sabes vivir de soledades
¿adonde va en la noche el hondo suspirar?



Antonio Machado

En medio de la plaza y sobre tosca piedra

-- de Antonio Machado --

En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
el agua brota y brota. En el cercano huerto
eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,
alto ciprés, la mancha de su ramaje yerto.
La tarde está cayendo frente a los caserones
de la ancha plaza en sueños. Relucen las vidrieras
con ecos mortecinos de sol. En los balcones
hay formas que parecen confusas calaveras.
La calma es infinita en la desierta plaza,
donde pasea el alma su traza de alma en pena.
El agua brota y brota en la marmórea taza.
En todo el aire en sombra no más que el agua suena.



Mariano Melgar

A Silvia

-- de Mariano Melgar --

Bien puede el mundo entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura,
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mí armarse.

Bien puede el tiempo rápido cebarse
en la gracia y primor de su hermosura,
para que cual si fuese llama impura
pueda el fuego de amor en mí acabarse.

Bien puede en fin la suerte vacilante,
que eleva, abate, ensalza y atropella,
alzarme o abatirme en un instante;

Que el mundo, al tiempo y a mi varia estrella,
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella».



Miguel Hernández

13

-- de Miguel Hernández --

13
mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.
Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón y es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.
Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.
Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.



Julio Flórez

mística

-- de Julio Flórez --

Cuando bajo la comba de la nave,
del vasto templo, rezas con fervor,
y tu oración se eleva, como un ave,
del órgano al gemido vibrador,
desde un rincón oscuro te contemplo,
fijos los ojos en el viejo altar,
en tanto que en los ámbitos del templo
el órgano parece sollozar.
Mientras se va tu espíritu del mundo,
de la infinita claridad en pos,
exclamo a solas con dolor profundo:
¡ah, si me amara a mí... Como ama a dios!
julio flórez



Julio Zaldumbide Gangotena

América y Bolívar - de primer centenario de Simón Bolívar

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Himnos no canta América este día
a un crudo engendro de la horrenda guerra,
en quien no tiene qué admirar la tierra,
sino la ira de Dios, que se lo envía.

Sea en buena hora pasmo y ufanía
de un mundo siervo aquel que al orbe aterra
con su ambición, hasta que el Cielo atierra
en él de otro Luzbel la alta osadía.

Que la América libre es templo inmenso
que sólo al alma Libertad endiosa,
purgada el ara de servil incienso.

Hoy de la ardiente llama esplendorosa
perfume eleva, de loores denso,
al mayor hijo de la altiva Diosa.



Francisco Sosa Escalante

A Juárez

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sombra del héroe que el mejor escudo
Fué del Anáhuac, y esplendente gloria,
Cuando esquiva mostróse la victoria
De la invasión ante el empuje rudo,

A tu excelsa mansión llegue el saludo
De eterna gratitud, que á tu memoria
Un pueblo eleva al repasar tu historia
Que el negro olvido sepultar no pudo.

La noble juventud y sus mayores,
Tu fosa que es altar bendito y santo
De Patria y Libertad, cubren de flores;

Te ofrece el bardo su armonioso canto,
Plácida niñez dice tus loöres
Y la fama te da su regio manto.



Francisco Sosa Escalante

A la invención del telégrafo eléctrico

-- de Francisco Sosa Escalante --

De las corrientes de la mar sonora,
Del rayo de la luz que baña el suelo,
Del águila caudal que eleva el vuelo
A los espacios do la nube mora;

Del eco del cañon que aterradora
Llama vomita derramando el duelo;
De cuanto el hombre concibió en su anhelo
De poder, eres tú la vencedora.

¡Quién igualarte puede, mensajera
Que cruzas el espacio, y el profundo
Abismo de la mar airada y tiera!

Prodigio entre prodigios sin segundo,
Consuelo das al que anhelante espera
Y eres lazo de amor que liga el mundo.



Francisco Sosa Escalante

La mañana (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del sol la luz esplendorosa baña
Del monte altivo la argentada nieve;
La rubia espiga del trigal se mueve
Los vientos al llegar de la montaña;

El ágil labrador de su cabaña
Al campo sale tras descanso breve
Que no ha turbado torcedor aleve:
Pues que nada ambiciona y nada extraña;

La verde grama que tapiza el suelo
Ostenta, con orgullo, del rocío
Las blancas perlas que lloró la noche;

Se eleva el ave hasta el azul del cielo,
Gozoso corre murmurando el río
Y la rosa gentil abre su broche.



Francisco Sosa Escalante

Los terremotos

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sordo rugido, cual rumor lejano
Del bravo mar que la ribera azota,
Se escucha resonar; su causa ignota
Pretende el hombre descubrir en vano.

Y crece más y más, y al soberano
Impulso que las aguas alborota,
La madre tierra se abre, y de ella brota
En negras espirales humo insano.

Clamor inmenso que traduce el ruego,
El llanto, y el pavor, y la agonía
De un pueblo todo, hasta el Señor se eleva.

Un rayo brilla de esperanza, y luego
Renuévase el temblor, con saña impía
Volviendo á difundir angustia nueva.



José Asunción Silva

Humo

-- de José Asunción Silva --

Bajo los árboles viejos
cuya sombra el suelo baña
miro perdida a lo lejos
una pequeña cabaña.
Todo en quietud allí vese,
la ventana no está abierta
y el musgo grisoso crece
sobre el umbral de la puerta.
Cual tibio aliento aromado
que el frío condensa en nube
humo tenue y azulado
en espiral de ella sube.
Del alma que allí reposa
noticias a Dios le lleva
el humo que de la choza
en espirales se eleva.

20 De Abril de 1883.



Ramón López Velarde

eucaristía

-- de Ramón López Velarde --

Eucarística
de la mañana el resplandor incierto,
cuando el órgano eleva sus cantares,
te he visto comulgar entre azahares
de la iglesia en el ángulo desierto.
Así también mi corazón ya muerto
llega de tu piedad a los altares,
implorando les des a mis pesares
la comunión de tu cariño yerto.
Pero tú te resistes, hostia ingrata,
a venir al enfermo peregrino,
y aunque tu eterna negación me mata
aguardo humildemente, amada mía,
de rodillas al borde del camino
la luz de mi radiosa eucaristía.



Rubén Darío

prólogo ii

-- de Rubén Darío --

Juntos hemos visto el mal
y en el mundano bullicio,
cómo para cada vicio,
se eleva un arco triunfal.
Vimos perlas en el lodo,
burla y baldón a destajo,
el delito por debajo
y la hipocresía en todo.
Bondad y hombría de bien,
como en el mar las espumas,
y palomas con las plumas
recortadas a cercén.
Mucho tigre carnicero,
bien enguantadas las uñas,
y muchísimas garduñas
con máscaras de cordero.
La poesía con anemia,
con tisis el ideal
bajo la capa el puñal
y en la boca la blasfemia.
La envidia, que desenrosca
su cuerpo y muerde con maña;
y en la tela de la araña
a cada paso la mosca...
¿Eres artista? te afeo.
¿Vales algo? te critico.
Te aborrezco si eres rico,
y si pobre te apedreo.
Y de la honra haciendo el robo
e hiriendo cuanto se ve,
sale cierto lo de que
el hombre del hombre es lobo.



Rubén Darío

Prólogo II (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Juntos hemos visto el mal
y en el mundano bullicio,
cómo para cada vicio,
se eleva un arco triunfal.
Vimos perlas en el lodo,
burla y baldón a destajo,
el delito por debajo
y la hipocresía en todo.
Bondad y hombría de bien,
como en el mar las espumas,
y palomas con las plumas
recortadas a cercén.
Mucho tigre carnicero,
bien enguantadas las uñas,
y muchísimas garduñas
con máscaras de cordero.
La poesía con anemia,
con tisis el ideal
bajo la capa el puñal
y en la boca la blasfemia.
La envidia, que desenrosca
su cuerpo y muerde con maña;
y en la tela de la araña
a cada paso la mosca...
¿Eres artista? Te afeo.
¿Vales algo? Te critico.
Te aborrezco si eres rico,
y si pobre te apedreo.
Y de la honra haciendo el robo
e hiriendo cuanto se ve,
sale cierto lo de que
el hombre del hombre es lobo.



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