Buscar Poemas con Durante


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 18 poemas con la palabra durante

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Amado Nervo

¡reyes!

-- de Amado Nervo --

¡oh reyes, me trajisteis hace un año un presente
excepcional: un gran dolor!
fuisteis conmigo pródigos, cual monarcas de
oriente,
baltasar, gaspar y melchor.
Durante las tristísimas horas de vuestra noche,
terribles horas de expiación,
mi solo bien, mi frágil azucena, su broche
plegaba ya sin remisión.
Todo fue inútil: llanto, plegarias. Y al siguiente
día vi agostarse mi flor.
Fuisteis conmigo pródigos, monarcas del oriente;
vuestros tres dromedarios trajéronme el presente
más grande, ¡oh baltasar, oh gaspar, oh melchor!

Poema ¡reyes! de Amado Nervo con fondo de libro

Manuel de Zequeira

Las mujeres aman a los hombres

-- de Manuel de Zequeira --

Verás amigo un burro alivolante,
a un buey tocar la flauta dulcemente,
correr una tortuga velozmente
y hacer de volatín un elefante:

En requesones vuelto el mar de Atlante,
y de Guadiana el agua en aguardiente,
el Ebro, y Duero y Tajo con corriente
de generoso vino de Alicante:

Verás durante el sol lucir la luna,
verás de noche el sol claro y entero,
verás parar su rueda la fortuna:

Estos portentos, sí, verás primero
que puedas encontrar mujer alguna
que quiera al hombre falto de dinero.

Poema Las mujeres aman a los hombres de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Jaime Sabines

te quiero a las diez de la mañana

-- de Jaime Sabines --

Día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, enlas tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuandome pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o enel trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiartesordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estáshecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla ytu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugaren donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienestoda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemosen la boca de dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay díastambién, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena comola mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraenmis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves.¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

Poema te quiero a las diez de la mañana de Jaime Sabines con fondo de libro

Jorge Riechmann

verwisch die spuren

-- de Jorge Riechmann --

Me han hablado del poeta
que se arroja ácido a la cara durante los recitales
y escribe en el cielo preprogramado de california
con humo de aeroplanos
y me impresiona la calidad de esta ética laboral
tan a la altura
de nuestros tiempos de paleocapitalismo posmoderno:
todo por la patria
por el patrón
por el poder
por la poesía...
Pero me temo
que ni siquiera con tanto sacrificio
consigue durar más de diez segundos en los telediarios.
Prefiero
otra estrategia lateral, contraria:
escribir en la arena
y hablar en voz muy baja
para que tú me oigas.
Borrar las huellas.



César Vallejo

al fin, un monte

-- de César Vallejo --

Al fin, un monte
detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo
alrededor, durante un rostro fijo.
Monte en honor del pozo,
sobre filones de gratuita plata de oro.
Es la franja a que arrástranse.
Seguras de sus tonos de verano,
las que eran largas válvulas difuntas;
el taciturno marco de este arranque
natural, de este augusto zapatazo,
de esta piel, de este intrínseco destello
digital, en que estoy entero, lúbrico.
Quehaceres en un pie, mecha de azufre,
oro de plata y plata hecha de plata
y mi muerte, mi hondura, mi colina.
¡Pasar
abrazado a mis brazos,
destaparme después o antes del corcho!
monte que tántas veces manara
oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;
monte bajo, compuesto de suplicantes gradas
y, más allá, de torrenciales torres;
niebla entre el día y el alcohol del día,
caro verdor de coles, tibios asnos
complementarios, palos y maderas;
filones de gratuita plata de oro.



Oliverio Girondo

río de janeiro

-- de Oliverio Girondo --

La ciudad imita en cartón, una ciudad de pórfido.
Caravanas de montañas acampan en los alrededores.
El pan de azúcar basta para almibarar toda la bahía...
El pan de azúcar y su alambre carril, que perderá elequilibrio por no usar una sombrilla de papel.
Con sus caras pintarrajeadas, los edificios saltan unos encima de otrosy cuando están arriba, ponen el lomo, para que las palmeras lesden un golpe de plumero en la azotea.
El sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres, madura las perasde la electricidad, sufre un crepúsculo, en los botones deópalo que los hombres usan hasta para abrocharse la bragueta.
¡Siete veces al día, se riegan las calles con agua dejazmín!
hay viejos árboles pederastas, florecidos en rosas té; yviejos árboles que se tragan los chicos que juegan al arco enlos paseos. Frutas que al caer hacen un huraco enorme en la vereda;negros que tienen cutis de tabaco, las palmas de las manos hechas decoral, y sonrisas desfachatadas de sandía.
Sólo por cuatrocientos mil reis se toma un café, queperfuma todo un barrio de la ciudad durante diez minutos.



Gaspar María de Nava Álvarez

Razón de no hacer versos durante la guerra

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Cupido, como niño, se estremece
del temeroso son del bronce herido,
y en las faldas de Venus escondido,
mientras dura la guerra no aparece.

Como el numen, que el pecho me enardece,
a sus blancos halagos lo he debido,
con el bélico afán está abatido,
con el continuo susto se enflaquece.

Pues tiembla y huye de la lid el ciego,
pues sin él no hay ardor ¿por qué me afano?
¿Por qué en pos de las musas no sosiego?

No más versos, no más hasta que Jano
a la Discordia apague el turbio fuego,
y la graciosa Paz nos de la mano.



Gerardo Diego

palabras proféticas poemas adrede (1941 1943)

-- de Gerardo Diego --

Homenaje a san juan de la cruz
arrastrar largamente la cola del desmayo
sin miedo a una posible rebelión de fragancia
dejarse florecer durante el mes de mayo
de alelíes las manos los ojos de distancia
perdonar a la lluvia su vocación profunda
su amor de las estatuas su modelado egregio
perdonarla aunque luego sepamos que se inunda
de torsos mutilados el jardín del colegio
olvidar los perfumes que lloran los colores
merecer los escorzos que renuevan el aire
dimitir abdicar coronas y esplendores
corbatas fabulosas perdidas al desgaire
porque querido amigo ya todo se compensa
mis deudas tus jazmines trastornos siderales
el muerto que se estira el caracol que piensa
y el ala de la tórtola prolongando hospitales



Santiago Montobbio

capítulo i

-- de Santiago Montobbio --

Capítulo i
desde siempre nací contra el poder y más aún
contra el poder de mí mismo, y esto explicaba, segúncreía,
no sólo una pronta ignorancia de las normas y el especialempeño
que puse siempre en transgredirlas sino también
mi sostenida inseguridad y torpeza en tantas cosas
y hasta quizá incluso el triste modo
en que durante estos años he jugado
a quererte y a perderte.
Yaunque no lo pensaba con orgullo
quizá sí que en el fondo me consolaba
el creer que además de un doloroso tormento
la inseguridad y la torpeza podían ser
una extraña forma de decencia.
Peroahora
que reconsidero estas cosas siento
que mi incapacidad acaso no era más que un no atreverse
a encajar lo que la vida va trayendo
y que detrás de todo no dormían sino disfraces
y burdos modos de esconderse.
Que,bien mirado,
quizá sí que ha podido ser
el vivir mi cobardía.
Peromis poemas
jamás. Ni su soledad
herida.



Santiago Montobbio

para una teología del insomnio

-- de Santiago Montobbio --

Para una teología del insomnio
minuciosamente sueño a dios durante el día
para por la noche poder creer que me perdona.
Desde la culpa de no ser feliz, de no haberlo sido,
desencuaderno mis ojos huecos y de sobras sé
que no dormir es un rastro del infierno.



Angel González

todo amor es efímero

-- de Angel González --

Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
mi vida entera.
Ángel gonzález



Marilina Rébora

de la segunda venida de cristo

-- de Marilina Rébora --

De la segunda venida de cristo
durante aquella hora, quien se halle en el terrado
no retorne a buscar sus muebles bajo el techo,
pues de dos en un campo uno será librado
y el otro abandonado. (O de dos en el lecho.)
Dos mujeres moliendo, bien que trabajen juntas,
una será elegida, la otra rechazada.
Huelgan disquisiciones e inútiles preguntas
porque el señor lo ha dicho: su palabra está dada.
(Soñamos el milagro: la que elige el señor
apresa de la mano por llevarla consigo
a la otra en abandono, y pone tal fervor
en librar aquel ser del eterno castigo,
que dios, al verla, dice: la ha salvado tu amor.
Puedes venir con ella. Y ella venir contigo.)
Lucas 17, 31, 34, 35.



Mario Benedetti

hombre que mira la luna

-- de Mario Benedetti --

Es decir la miraba porque ella
se ocultó tras el biombo de nubes
y todo porque muchos amantes de este mundo
le dieron sutilmente el olivo
con su brillo reticente la luna
durante siglos consiguió transformar
el vientre amor en garufa cursilínea
la injusticia terrestre en dolor lapizlázuli
cuando los amantes ricos la miraban
desde sus tedios y sus pabellones
satelizaba de lo lindo y oía
que la luna era un fenómeno cultural
pero si los amantes pobres la contemplaban
desde su ansiedad o desde sus hambrunas
entonces la menguante entornaba los ojos
porque tanta miseria no era para ella
hasta que una noche casualmente de luna
con murciélagos suaves con fantasmas y todo
esos amantes pobres se miraron a dúo
dijeron no va más al carajo selene
se fueron a su cama de sábanas gastadas
con acre olor a sexo deslunado
su camanido de crujiente vaivén
y libres para siempre de la luna lunática
fornicaron al fin como dios manda
o mejor dicho como dios sugiere.



Nicanor Parra

resurrección

-- de Nicanor Parra --

Una vez en un parque de nueva york
una paloma vino a morir a mis pies
agonizó durante algunos segundos
y murió
pero lo que nadie me va a creer
es que resucitó de inmediato
sin darme tiempo para reaccionar
y emprendió el vuelo
como si nunca hubiera estado muerta
y yo me quedé mirándola zigzaguear
entre los edificios de departamentos
y me quedé pensando tantas cosas
era un día de otoño
pero que parecía primavera



Julio Herrera Reissig

la zampoña

-- de Julio Herrera Reissig --

Lux no alisa el corpiño, ni presume en la moña;
duda y calla cruelmente, y en adustos hastíos
sus encantos se apagan con dolientes rocíos,
y su alma en precoces desalientos, otoña.

Job también hace tiempo receloso emponzoña
sus ariscos afectos con presuntos desvíos.
Y a la luna y durante los ocasos tardíos,
da en contar sus dolencias a la buena zampoña.

En casa, las amigas de lux le hacen el santo,
la obsequian y la adulan... Bulle la danza, en tanto
lux ríe. Su hermosura esa noche destella...

¡Mas de pronto se vuelve con nervioso desvelo,
la cabeza inclinada y los ojos al cielo,
pues ha oído que llora la zampona por ella!



Julio Herrera Reissig

el guardabosque

-- de Julio Herrera Reissig --

La mesnada que aúlle o la sierpe se enrosque,
vela impávido, y sólo que un mal sueño lo exija,
suspicaz corno un gato, duérmese el guardabosque
con su brazo de almohada y el buen sol por cobija...

Él se mira en su selva como un padre en su hija.
Y aunque cruja la nieve y aunque el cielo se enfosque
la primera instantánea del oriente lo fija
como a un genio hierático, sacerdote del bosque.

Los domingos visita la cocina del noble,
y al entrar, en la puerta deja el palo de roble.
De jamón y pan duro y de lástimas toscas,

cuelga al hombro un surtido y echa a andar taciturno;
del cual comen, durante la semana, por turno
él, los gatos y el perro, la consorte y las moscas...



Evaristo Carriego

El aniversario

-- de Evaristo Carriego --

La casa amaneció triste, callada.
Un aire melancólico se advierte
en los rostros: la pena es resignada.
No se oye reir ni se habla fuerte.
Los muchachos faltaron a la escuela,
y desde muy temprano, con incierto
y sombrío fulgor, arde la vela
en la que fuera habitación del muerto.
El recuerdo luctuoso les alcanza
a todos por igual.
Durante el día
unas cuantas visitas de confianza
estuvieron a hacerles compañía;
pero, entrada la noche, los amigos
al fin se despidieron, y la pena
contenida en presencia de testigos
extraños, fué a la hora de la cena



Evaristo Carriego

Los viejos se van

-- de Evaristo Carriego --

¿No te da tristeza? Bueno,
a mí no sé qué me da...
¡Se van los viejos! Los pobres
poquito a poco se van.
Y se van tan despacito
que ni lo sienten, ¿será
el consuelo de saber
que se habrán de ir en paz?
¡Ah, todo es inútil: nada
los detendrá. ¿Pasarán
este otoño, o el invierno
otra vez los hallará
contándonos por las noches
cosas de la mocedad?
Y cuando no estén, ¿durante
cuánto tiempo aún se oirá



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba