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Se han encontrado 35 poemas con la palabra dones

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Mis cuatro madrinas

-- de Vicenta Castro Cambón --

LA única hermana de mi padre, un día
que fué de contento para la familia,
su nombre me impuso, jurando en la pila
que yo del rebaño de Cristo sería.

Con vestidos blancos de encajes y cintas
me adornó el cariño de aquella madrina.

Más tarde, juguetes y mil cosas lindas
gracias a los mimos tuve de Rosita,
la que a confirmarme en la fe divina
me llevó una fiesta de la Pura y Limpia.

Hoy, con sólo verme, la gente adivina
que pródiga en dones que el tiempo no quita
tengo en la Desgracia celosa madrina.
Por esta constante compañera mía
mi planta conoce todas las espinas.

Y por todas partes, con Desgracia en riña,
a mi encuentro viene mi cuarta madrina.
Bondad es su nombre; mil almas amigas
me alcanzan los dones con que ella me mima.

De Bondad los dones son rosas suavísimas
que a tus pies deshojo, madre Poesía.

Poema Mis cuatro madrinas de Vicenta Castro Cambón con fondo de libro

Juan Bautista Arriaza

mis deseos

-- de Juan Bautista Arriaza --

Si dios omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.
Si un sublime talento me bastara
para vivir feliz, yo lo eligiera:
¿mas qué de sabios recordar pudiera
a quién su misma ciencia costó cara?
yo sólo pido al todopoderoso
me conceda propicio estos tres dones,
con que vivir en paz y ser dichoso:
un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso,
y un juicio, en fin, que rija mis acciones.

Poema mis deseos de Juan Bautista Arriaza con fondo de libro

Juan Bautista Arriaza

Mis deseos (Arriaza)

-- de Juan Bautista Arriaza --

Si Dios omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.

Si un sublime talento me bastara
para vivir feliz, yo lo eligiera:
¿Mas qué de sabios recordar pudiera
a quién su misma ciencia costó cara?

Yo sólo pido al Todopoderoso
me conceda propicio estos tres dones,
con que vivir en paz y ser dichoso:

un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso,
y un juicio, en fin, que rija mis acciones.

Poema Mis deseos (Arriaza) de Juan Bautista Arriaza con fondo de libro

Lope de Vega

Al rey Nino, Semíramis famosa

-- de Lope de Vega --

Al rey Nino, Semíramis famosa
por último pidió de tantos dones
el cetro, que tan bárbaras naciones
redujo a paz y a sujeción forzosa.

Rendida pues la mano victoriosa
a la lasciva, humillan sus blasones
los capitanes, y entre mil pendones
corona de laurel su frente hermosa.

«Pasadle el pecho, dijo, pues ya reino,
con una flecha de una persa aljaba,
que no quiere el gobierno compañía».

Perdiendo Nino, en fin, vida, honor, reino,
dijo muriendo: «Justamente acaba
con muerte vil quien de mujer se fía».



Luis Gonzaga Urbina

dones

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
ingenua; su ironía
amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
-el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
quien me ha dado el secreto de la paz interior.

A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.



Manuel del Palacio

Semblanzas: VII

-- de Manuel del Palacio --

Há tiempo entró á servir, y hoy es el amo;
Tiene de aduladores un enjambre;
Á unos quita el honor, á otros el hambre,
Y no sé qué les da, pero me escamo.

De sus necios proyectos al reclamo
Hizo á muchos bailar en el alambre,
Y de un amor antiguo ya fiambre,
Siervo es, y aun algo más que no le llamo.

Coco le juzga quien le trata poco;
Cuco, quien le conoce desde chico;
Caco, quien mártir fué de su descoco;

Quico, quien con sus dones se hizo rico;
Y yo que ni le miro ni le toco,
Coco le encuentro, y cuco, y caco, y Quico.



Emilio Bobadilla

¡Al fin!

-- de Emilio Bobadilla --

¡Al fin tu sueño se realiza, Francia:
vuelven a ti la Alsacia y la Lorena,
vencida del tudesco la arrogancia!
¡Patriótico entusiasmo tu alma llena!

¡Cuánto luchar y cuánto sacrificio
y cada vez más lejos la quimera!
Y hoy, rota en sol, aromas y bullicio,
te prodiga sus dones primavera.

Tierra de amor lascivo y poesía
—tu cielo dulce y plañidero canta
de las cosas la irónica elegía—

tus triunfos saborea, aunque te atriste
tanto luto: en el Rhin tienes la planta,
¡tú que la planta del teutón sufriste!



Fray Diego González

A la paz

-- de Fray Diego González --

La guerra por un caso inevitable
invadió la Española Monarquía,
juzgando que aceptada, acabaría
de una vez con la gente miserable,

y rehusada, al Monarca respetable
la gloria militar rebajaría.
El pueblo frece a Carlos a porfía
dones mil del tesoro inagotable

de su amor; y por Carlos negociada,
viene la paz con palma de victoria.
La guerra cruel corriendo apresurada

tantos despojos deja en nuestra tierra,
que Carlos de la paz saca la gloria
y el pueblo la abundancia de la guerra.



José María Blanco White

La revelación interna

-- de José María Blanco White --

¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
o en especial un cielo favorito?

"¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?",
dice una voz interna. «Aunque difundo
mi ser y en vida el universo inundo,
mi sagrario es un pecho sin delito.

"Cesa, mortal, de fatigarte en vano
tras rumores de error y de impostura,
ni pongas tu virtud en rito externo;

no abuses de los dones de mi mano,
no esperes cielo para un alma impura
ni para el pensar libre fuego eterno."



Julián del Casal

a la primavera

-- de Julián del Casal --

Rasgando las neblinas del invierno
como velo sutil de níveo encaje,
apareces envuelta en el ropaje
donde fulgura tu verdor eterno.
El cielo se colora de azul tierno,
de rojo el sol, de nácar el celaje,
y hasta el postrer retoño del boscaje
toma también tu verde sempiterno.
¡Cuán triste me parece tu llegada!
¡qué insípidos tus dones conocidos!
¡cómo al verte el hastío me consume!
muere al fin, creadora ya agotada,
o brinda algo de nuevo a los sentidos...
¡Ya un color, ya un sonido, ya un perfume!



Pablo Neruda

soneto lxxxii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Amor mío, al cerrar esta puerta nocturna
te pido, amor, un viaje por oscuro recinto:
cierra tus sueños, entra con tu cielo en mis ojos,
extiéndete en mi sangre como en un ancho río.
Adiós, adiós, cruel claridad que fue cayendo
en el saco de cada día del pasado,
adiós a cada rayo de reloj o naranja,
salud oh sombra, intermitente compañera!
en esta nave o agua o muerte o nueva vida,
una vez más unidos, dormidos, resurrectos,
somos el matrimonio de la noche en la sangre.
No sé quién vive o muere, quién reposa o despierta,
pero es tu corazón el que reparte
en mi pecho los dones de la aurora.



Pablo Neruda

soneto xxxvii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Oh amor, oh rayo loco y amenaza purpúrea,
me visitas y subes por tu fresca escalera
el castillo que el tiempo coronó de neblinas,
las pálidas paredes del corazón cerrado.
Nadie sabrá que sólo fue la delicadeza
construyendo cristales duros como ciudades
y que la sangre abría túneles desdichados
sin que su monarquía derribara el invierno.
Por eso, amor, tu boca, tu piel, tu luz, tus penas,
fueron el patrimonio de la vida, los dones
sagrados de la lluvia, de la naturaleza
que recibe y levanta la gravidez del grano,
la tempestad secreta del vino en las bodegas,
la llamarada del cereal en el suelo.



Pablo Neruda

el inconstante

-- de Pablo Neruda --

El inconstante
los ojos se me fueron
detrás una morena
que pasó.
Era de nácar negro,
era de uvas moradas,
y me azotó la sangre
con su cola de fuego.
Detrás de todas
me voy.
Pasó una clara rubia
como una planta de oro
balanceando sus dones.
Y mi boca se fue
como con una ola
descargando en su pecho
relámpagos de sangre.
Detrás de todas
me voy.
Pero a ti, sin moverme,
sin verte, tú distante,
van mi sangre y mis besos,
morena y clara mía,
alta y pequeña mía,
ancha y delgada mía,
mi fea, mi hermosura,
hecha de todo el oro
y de toda la plata,
hecha de todo el trigo
y de toda la tierra,
hecha de toda el agua
de las olas marinas,
hecha para mis brazos,
hecha para mis besos,
hecha para mi alma.



Pablo Neruda

soneto xl cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Era verde el silencio, mojada era la luz,
temblaba el mes de junio como una mariposa
y en el austral dominio, desde el mar y las piedras,
matilde, atravesaste el mediodía.
Ibas cargada de flores ferruginosas,
algas que el viento sur atormenta y olvida,
aún blancas, agrietadas por la sal devorante,
tus manos levantaban las espigas de arena.
Amo tus dones puros, tu piel de piedra intacta,
tus uñas ofrecidas en el sol de tus dedos,
tu boca derramada por toda la alegría,
pero, para mi casa vecina del abismo,
dame el atormentado sistema del silencio,
el pabellón del mar olvidado en la arena.



Pablo Neruda

soneto iv cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Recordarás aquella quebrada caprichosa
a donde los aromas palpitantes treparon,
de cuando en cuando un pájaro vestido
con agua y lentitud: traje de invierno.
Recordarás los dones de la tierra:
irascible fragancia, barro de oro,
hierbas del matorral, locas raíces,
sortílegas espinas como espadas.
Recordarás el ramo que trajiste,
ramo de sombra y agua con silencio,
ramo como una piedra con espuma.
Y aquella vez fue como nunca y siempre:
vamos allí donde no espera nada
y hallamos todo lo que está esperando.



Pablo Neruda

soneto xlvi cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

De las estrellas que admiré, mojadas
por ríos y rocíos diferentes,
yo no escogí sino la que yo amaba
y desde entonces duermo con la noche.
De la ola, una ola y otra ola,
verde mar, verde frío, rama verde,
yo no escogí sino una sola ola:
la ola indivisible de tu cuerpo.
Todas las gotas, todas las raíces,
todos los hilos de la luz vinieron,
me vinieron a ver tarde o temprano.
Yo quise para mí tu cabellera.
Y de todos los dones de mi patria
sólo escogí tu corazón salvaje.



Pablo Neruda

soneto lxxii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxii
amor mío, el invierno regresa a sus cuarteles,
establece la tierra sus dones amarillos
y pasamos la mano sobre un país remoto,
sobre la cabellera de la geografía.
Irnos! hoy! adelante, ruedas, naves, campanas,
aviones acerados por el diurno infinito
hacia el olor nupcial del archipiélago,
por longitudinales harinas de usufructo!
vamos, levántate, y endiadémate y sube
y baja y corre y trina con el aire y conmigo
vámonos a los trenes de arabia o tocopilla,
sin más que trasmigrar hacia el polen lejano,
a pueblos lancinantes de harapos y gardenias
gobernados por pobres monarcas sin zapatos.



José Ángel Buesa

el árbol viejo

-- de José Ángel Buesa --

Buen árbol que perdiste bruscamente los dones
de la flor y del fruto, bajo la racha fría:
tu pesadumbre austera se parece a la mía,
y así, como tus hojas, volarán mis canciones.
Pero, tarde o temprano, vendrá la primavera,
y, al rejuvenecerse tu tronco envejecido,
tendrás la flor y el fruto, y el follaje, y el nido...
Y yo, en cambio, no tengo tu esperanza siquiera.
Cien veces me ofreciste tu sombra en el verano;
cien veces tu perfume fue a visitar mi casa,
buen árbol que floreces mientras la vida pasa,
acaso porque ignoras que nunca pasa en vano.
Mi niñez te recuerda casi como un amigo,
aunque ya se agrietaba tu ancianidad de abuelo.
Y hoy, al ver cómo creces todavía hacia el cielo,
ni aun me queda el consuelo de envejecer contigo.
Pues, aunque nos agobian idénticos otoños,
sobre tus hojas secas crecen hojas lozanas,
y así, algún día, el viento despeinará miscanas,
trayéndome el perfume de tus nuevos retoños...



Juan de Arguijo

Al Guadalquivir, en una avenida

-- de Juan de Arguijo --

Tú, á quien ofrece el apartado polo,
Hasta donde tu nombre se dilata,
Preciosos dones de luciente plata,
Que invidia el rico Tajo y el Pactolo;

Para cuya corona, como á solo
Rey de los rios, entreteje y ata
Pálas su oliva con la rama ingrata
Que contempla en tus márgenes Apolo;

Clara Guadalquivir, si impetuoso
Con crespas ondas y mayor corriente
Cubrieres nuestros campos mal seguros,

De la mejor ciudad, por quien famoso
Alzas igual al mar la altiva frente,
Respeta humilde los antiguos muros.



Juan de Arguijo

Las estaciones (Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

Vierte alegre la copia en que atesora
Bienes la primavera, da colores
Al campo y esperanza á los pastores
Del premi ode su fe la bella Flora;

Pasa ligero el sol adonde mora
El cancro abrasador, que en sus ardores
Destruye campos y marchita flores,
Y el orbe de su lustre descolora;

Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
Adornar Baco de sus dones quiere;
Luego el invierno en su rigor se extrema.

¡Oh variedad comun, mudanza cierta!
¿Quién habrá que en sus males no te espere?
Quién habrá que en sus bienes no te tema?



Juan de Tassis y Peralta

descripción de toledo

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Loca justicia, muchos alguaciles,
cirineos de putas y ladrones
seis caballeros y seiscientos dones
argentería de linajes viles;
doncellas despuntadas por sutiles,
dueñas para hacer dueñas intenciones,
necios a pares y discretos nones,
galanes con adornos mujeriles;
maridos a corneta ejercitados,
madres que acedan hijas con el vino,
bravos de mancomún y común miedo;
jurados contra el pueblo conjurados,
amigos como el tiempo de camino,
las calles muladar: esto es toledo.



Salvador Novo

1961

-- de Salvador Novo --

Gracias, señor, porque me diste un año
en que abrí a tu luz mis ojos ciegos;
gracias porque la fragua de tus fuegos
templó en acero el corazón de estaño.

Gracias por la ventura y por el daño
por la espina y la flor; porque tus ruegos
redujeron mis pasos andariegos
a la dulce quietud de tu rebaño.

Porque en mí floreció tu primavera;
porque tu otoño maduró mi espiga
que el invierno guarece y atempera.

Y porque, entre tus dones, me bendiga
-compendio de tu amor- la duradera
felicidad de una sonrisa amiga.



Salvador Novo

gracias, señor

-- de Salvador Novo --

Gracias, señor, porque me diste un año
en que abrir a tu luz mis ojos ciegos;
gracias porque la fragua de tus fuegos
templó en acero el corazón de estaño.

Gracias por la ventura y por el daño
por la espina y la flor; porque tus ruegos
redujeron mis pasos andariegos
a la dulce quietud de tu rebaño.

Porque en mí floreció tu primavera;
porque tu otoño maduró mi espiga
que el invierno guarece y atempera.

Y porque, entre tus dones, me bendiga
-compendio de tu amor- la duradera
felicidad de una sonrisa amiga.



Salvador Novo

un año más

-- de Salvador Novo --

Un año más sus pasos apresura;
un año más nos une y nos separa;
un año más su término declara
y un año más sus límites augura.

Un año más diluye su amargura;
un año más sus dones nos depara;
un año más, que con justicia avara
meció una cuna, abrió una sepultura.

¡Oh! dulce amigo, cuya mano clara
en cifra de cariño y de ternura
la mía tantas veces estrechara!

un año más el vínculo asegura
de su noble amistad, alta y preclara.
¡Dios se lo otorgue lleno de ventura!



Juan León Mera

Mi fortuna

-- de Juan León Mera --

Siempre avara conmigo la fortuna
de mi alcance sus dones ha alejado;
a perpetua pobreza condenado
por un capricho fui desde la cuna.

Mis locas esperanzas, una a una,
cual seductores sueños han pasado;
pero nunca en mis ansias he llevado
al pie de esa deidad queja importuna.

Con otro don divino estoy contento,
no comparable a material tesoro:
mi noble corazón y mi talento.

De mi Patria a la gloria éste dedico,
y a la tierna beldad a quien adoro
mi corazón entero sacrifico.



Juan Nicasio Gallego

A Ofelia en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Una vez, y no más, Ofelia mía,
una vez y no más plugo al destino
que a tu lado me hallase el matutino
plácido ambiente de tu fausto día.

Fortuna entonces a mi amor reía:
feliz gozaba tu mirar divino,
y al eco de tu labio purpurino
nadaba el pecho en célica alegría.

¡Todo cambió! Por términos extraños
funestos dones debo a la venganza:
mofa, pobreza, canas, desengaños.

Sólo en mi corazón no hallo mudanza,
que el poder de las penas y los años
en él tu imperio a destruir no alcanza.



Francisco Sosa Escalante

A Luisa

-- de Francisco Sosa Escalante --

El cielo con sus dones te engalana,
Lisonjas te prodigan los cantores,
Te brinda la riqueza sus favores,
Y vives, niña, de tu suerte ufana.

Altiva como egregia soberana
El mundo cruzas desdeñando amores,
Y pasas como pasa entre las flores
La brisa juguetona en la mañana.

Mas ay! ignoras que la dicha dura
Lo que el aroma de la flor que luce
En el prado sus galas y hermosura.

Y en medio al esplendor que te seduce
Olvidas por tu mal la desventura
A que la loca vanidad conduce.



Francisco Sosa Escalante

La escuela (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Oid! en dulce y argentino coro
Parece que se elevan á la altura
Palabras mil y mil que el onda pura
Lleva en sus alas con rumor sonoro.

Los niños allí están; allí el tesoro
Se encierra ¡oh patria! que en edad futura
Formará tu grandeza y tu ventura
Y la prenda será de tu decoro,

¡Bendito el templo do la Ciencia ofrece
Al niño, con amor, sus ricos dones,
Y la razón sublime resplandece!

Funda en la Escuela, Anáhuac, tus blasones,
Que solo al pueblo do el saber florece
Contemplan con respeto las naciones.



José Gautier Benítez

ella y yo

-- de José Gautier Benítez --

Ella tiene la gracia seductora
que a mí me enloqueció.
Ella tiene, en los ojos, del lucero
la limpia irradiación.

Ella tiene un hoyuelo en la mejilla
que amante le dejó
al besarla, prendado de sus gracias
el travesuelo dios.

Ella tiene en su límpida mirada
tesoros de pasión,
la diosa del talento, generosa,
sus dones le cedió.
Ella tiene muchísimos encantos...
¡No tiene corazón!

yo no tengo riquezas fabulosas
que halaguen su ambición,
ni en el libro glorioso de la fama
mi nombre se grabó.

Yo no tengo el poder de los magnates,
su altiva posición;
yo vivo pobre, solitario y triste
luchando con mi amor.

Yo no tengo siquiera versos suaves
que formen su ilusión;
todo, todo me falta en esta vida...
¡Me sobra corazón!



Carlos Pellicer

recinto XV

-- de Carlos Pellicer --

x
ya nada tengo yo que sea mío:
mi voz y mi silencio son ya tuyos
y los dones sutiles y la gloria
de la resurrección de la ceniza
por las derrotas de otros días.
La nube
que me das en el agua de tu mano
es la sed que he deseado en todo estío,
la abrasadora desnudez de junio,
el sueño que dejaba pensativas
mis manos en la frente
del horizonte... Gracias por los cielos
de indiferencia y tierras de amargura
que tanto y mucho fueron. Gracias por
las desesperaciones, soledades.
Ahora me gobiernas por las manos
que saben oprimir las claras mías.
Por la voz que me nombra con el nombre
sin nombre... Por las ávidas miradas
que el inefable modo sólo tienen.
Al fin tengo tu voz por el acento
de saber responder a quien me llama
y me dice tu nombre
mientras en los pinares se oye el viento
y el sol quiere ser negro entre las ramas.



Carolina Coronado

un otro con igual asunto

-- de Carolina Coronado --

Abrid los ojos, célica maría,
más que la luna del enero, claros,
abrid los ojos y mirad cuán raros
son los dones que dios tierno os envía:
el serafín más bello que tenía
entre sus dulces serafines caros
coronado de rayos celestiales
coloca en vuestros brazos virginales.
¡Mirad quién se os estrecha a la garganta,
mirad qué labio os busca con anhelo,
mirad, que por el santo rey del cielo
qué gozosa estaréis con dicha tanta!
al ser que a vuestro pecho se amamanta
velad; señora, con ardiente celo,
¡que ya desesperado y moribundo
dél solo espera salvación el mundo!



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad vii

-- de Claudio Rodríguez --

vii
¡sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!
ritual arador en plena madre
y en pleno crucifijo de los campos,
¿tú sabías?: llegó, como en agosto
los fermentos del alba, llegó dando
desalteradamente y con qué ciencia
de la entrega, con qué verdad de arado.
Pero siempre es lo mismo: halla otros dones
que remover, la grama por debajo
cuando no una cosecha malograda.
¡Arboles de ribera lavapájaros!
en la ropa tendida de la nieve
queda pureza por lavar. ¡Ovarios
trémulos! yo no alcanzo lo que basta,
lo indispensable para mis dos manos.
Antes irá su lunación ardiendo,
humilde como el heno en un establo.
Si nos oyeran...Pero ya es lo mismo.
¿Quién ha escogido a este arador, clavado
por ebria sembradura, pan caliente
de citas, surco a surco y grano a grano?
abandonado así a complicidades
de primavera y horno, a un legendario
don, y la altanería de mi caza
librando esgrima en pura señal de astros...
¡Sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!



Clemente Althaus

Al mismo (Colón)

-- de Clemente Althaus --

Gloria suprema del linaje humano,
que al griego excedes y al valor latino,
Oh tú en quien plugo al Hacedor divino
juntar sus dones con profusa mano:

¡Oh grande vencedor del océano,
y vencedor más grande del destino,
descubridor de un mundo y adivino,
tipo ideal del héroe y del cristiano!

Sin duda el mundo ante grandezas tantas
absorto, y grato a tan heroicas penas,
del orbe el cetro colocó a tus plantas...

Mas ¡ay! de asombro y de dolor me llenas,
cuando indignadas tus cenizas santas
agitan en la tumba tus cadenas!



Ramón López Velarde

Del seminario

-- de Ramón López Velarde --

Hoy que la indiferencia del siglo me desola
sé que ayer tuve dones celestes de continuo,
y con los ejercicios de Ignacio de Loyola
el corazón sangraba como al dardo divino.

Feliz era mi alma sin que estuviese sola:
había en torno de ella pan de hostias, el vino
de consagrar, los actos con que Jesús se inmola
y tesis de Boecio y de Tomás de Aquino.

¿Amor a las mujeres? Apenas rememoro
que tuve no sé cuáles sensaciones arcanas
en las misas solemnes, cuando brillaba oro

de casullas y mitras, en aquellas mañanas
en que vi muchas bellas colegialas: el coro
que a la iglesia traían las monjas Teresianas.



Roque Dalton García

algunas nostalgias

-- de Roque Dalton García --

Encallecido privilegio este orgulloso sufrir,
no se rían.
Yo, que he amado hasta tener sed de agua, luz sucia;
yo que olvidé los nombres y no las humedades,
ahora moriría fieramente por la palabrita de consuelo de unángel,
por los dones cantables de un murciélago triste,
por el pan de la magia que me arrojara un brujo
disfrazado de reo borracho en la celda de al lado...



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