Buscar Poemas con Doncella


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Se han encontrado 38 poemas con la palabra doncella

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Anónimo

Yo me levantara, madre...

-- de Anónimo --

Yo me levantara, madre,
mañanica de San Juan,
vide estar una doncella
ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce,
sola tiende en un rosal;
mientras los paños se enjugan
dice la niña un cantar:
-¿Dó los mis amores, dó los,
¿dó los andaré a buscar?
Mar abajo, mar arriba,
diciendo iba el cantar,
peine de oro en las sus manos
por sus cabellos peinar:
-Dígasme tú, el marinero,
sí, Dios te guarde de mal,
si los viste mis amores,
si los viste allá pasar.

Derivación

Yo me levantara, madre,
mañanica de San Juan,
vide estar una doncella
ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce,
sola tiende en un rosal;
mientras los paños s'enjugan
dice la niña un cantar:
-¿Dó los mis amores, dó los,
¿dónde los iré a buscar?
Mar abajo, mar arriba,
diciendo iba un cantar,
peine de oro en las sus manos
por sus cabellos peinar:
-Dígasme tú, el marinero,
sí, Dios te guarde de mal,
si los viste mis amores,
si los viste allá pasar.

Poema Yo me levantara, madre... de Anónimo con fondo de libro

Leopoldo Lugones

Al jorobado

-- de Leopoldo Lugones --

Sabio jorobado, pide a la taberna,
Comadre del diablo, su teta de loba.
El vino te enciende como una linterna
Y en turris ebúrnea trueca tu joroba,
Porque de nodriza tuviste una loba
Como los gemelos de Roma la Eterna.

Sabio jorobado, tu pálida mueca
Tiene óxidos de odio como los puñales,
Y los dados sueltos de tu risa seca
Con los cascabeles disuenan rivales.
Tu risa amenaza como los puñales,
Como un moribundo se tuerce tu mueca.

Sabio jorobado, la pálida estrella
Que tú enamorabas desde una cornisa,
Como blanca novia, como astral doncella,
Del balcón del cielo cuelga su camisa.
Un gato me ha dicho desde la cornisa,
Sabio jorobado, que duermes con ella.

Demanda a la luna tu disfraz de boda
Y en íntimo lance finge a Pulcinela.
Pulula en el río tanta lentejuela
Para esos brocatos a la última moda,
Que en su fondo debes celebrar tu boda
Tal como un lunólogo dandy a la alta escuela.

Poema Al jorobado de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

Pleitos, a vuestros dioses procesales

-- de Lope de Vega --

Pleitos, a vuestros dioses procesales
confieso humilde la ignorancia mía;
¿cuándo ser de vuestro fin el día?
Que sois, como las almas, inmortales.

Hasta lo judicial, perjudiciales;
hacéis de la esperanza notomía:
que no vale razón contra porfía
donde sufre la ley trampas legales.

¡Oh monte de papel y de invenciones!
Si pluma te hace y pluma te atropella,
¿qué importan Dinos, Baldos y Jasones?

¡Oh justicia, oh verdad, oh virgen bella!,
¿cómo entre tantas manos y opiniones
puedes llegar al tálamo doncella?

Poema Pleitos, a vuestros dioses procesales de Lope de Vega con fondo de libro

Líber Falco

En un baldío

-- de Líber Falco --

En un baldío,
cinco muchachos juegan a la pelota.
Un hombre pasa.
Lleva una carretilla. Pasa.
Un aire suave
abanica el rostro de la tarde.
A lo lejos, allá...
Los palacios del Centro
muestran su espalda al Sol.
La tarde se va.
Lleva un aire de doncella defraudada.

En un baldío,
cinco muchachos juegan a la pelota.
Montevideo vive.
No sueña. No espera nada.
Vive.
Lejos suena una bocina.
Qué triste es todo.
Y sin embargo, qué bello es verlo,
mirarlo, oírlo y verlo.



Manuel Acuña

Por eso

-- de Manuel Acuña --

Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.

Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.

Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.

Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;

por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.

Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!

Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos
palpita sobre mi boca.

Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.



Manuel del Palacio

Despedida

-- de Manuel del Palacio --

Cual deja el ruiseñor la enamorada
Doncella de quien fué cautivo un día,
Trocando por el valle en que vivía
Tiernos halagos y prisión dorada:

Tal dejo yo vuestra amistad preciada,
Dulce consuelo de la pena mia,
Mi libertad buscando y mi alegría,
Únicos bienes de mi edad cansada.

Pronto entre brumas al perder el puerto
Soñaré con el puerto suspirado
De las iras del mar término incierto:

¡Voy á partir! Los que me habeis amado
Recibid estas lágrimas que vierto;
¡No tiene más que dar el desterrado!



Manuel del Palacio

Semblanzas: XII

-- de Manuel del Palacio --

Jóven era, muy jóven, casi un chico
Y ya apedreaba perros en Granada;
Se dió después á manejar la espada
Y cíen batallas alcanzó... De pico.

Enamorado y sucio como un mico,
Ni respetó doncella ni casada,
Y cual Dios hizo al mundo, de la nada,
Le hizo la suerte poderoso y rico.

¡Hoy pese á sus arrugas y á sus años
Es un matón del género grotesco,
Curtido más que en lides en engaños;

Un Mambrú trasnochado y quijotesco,
Que acostumbra gastar con los extraños
Lo que saca de aquí, dinero fresco!



César Vallejo

al cavilar en la vida, al cavilar

-- de César Vallejo --

Al cavilar en la vida, al cavilar
despacio en el esfuerzo del torrente,
alivia, ofrece asiento el existir,
condena a muerte;
envuelto en trapos blancos cae,
cae planetariamente
el clavo hervido en pesadumbre; cae!
(acritud oficial, la de mi izquierda;
viejo bolsillo, en sí considerada, esta derecha).
¡Todo está alegre, menos mi alegría
y todo, largo, menos mi candor,
mi incertidumbre!
a juzgar por la forma, no obstante, voy de frente,
cojeando antiguamente,
y olvido por mis lágrimas mis ojos (muy interesante)
y subo hasta mis pies desde mi estrella.
Tejo; de haber hilado, héme tejiendo.
Busco lo que me sigue y se me esconde entre arzobispos,
por debajo de mi alma y tras del humo de mi aliento.
Tal era la sensual desolación
de la cabra doncella que ascendía,
exhalando petróleos fatídicos,
ayer domingo en que perdí mi sábado.
Tal es la muerte, con su audaz marido.



César Vallejo

Absoluta

-- de César Vallejo --

Color de ropa antigua. Un julio a sombra,
y un agosto recién segado. Y una
mano de agua que injertó en el pino
resinoso de un tedio malas frutas.

Ahora que has anclado, oscura ropa,
tornas rociada de un suntuoso olor
a tiempo, a abreviación... Y he cantado
el proclive festín que se volcó.

Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,
contra el límite, contra lo que acaba?
¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,
cómo se entreabre y huele a miel quemada!

Oh unidad excelsa! Oh lo que es uno
por todos!
¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
un solo ritmo: ¡Dios!

Y al encogerse de hombros los linderos
en un bronco desdén irreductible,
hay un riego de sierpes
en la doncella plenitud del 1.
¡Una arruga, una sombra!



Dulce María Loynaz

el madrigal de la muchacha coja

-- de Dulce María Loynaz --

Era coja la niña.

Y aquella
su cojera
era
como un ondulamiento
de viento
en un trigal...

Era coja la doncella,
trazaba eses de plata sobre el viento,
hecha a no sé qué curva sideral...

Cristal quebrado era la niña... Mella
de rosas, por el pie quebrada
(¡y sin cristal que la tuviera alzada!...):
Una rosa cortada
que cae al suelo y que el que pasa huella.

La niña cojeaba
y su cojera en una sonrisa recataba
sin acritud de llanto ni querella:

como la noche sella
su honda herida de luz-alba o centella-,
así sellaba
ella
la herida que en su pie se adivinaba...

Nadie la hallara bella;
pero había en ella
como una huella
celeste... Era coja la niña:

se hincó el pie con la punta de una estrella.



Julián del Casal

coquetería

-- de Julián del Casal --

En el verde jardín del monasterio,
donde los nardos crecen con las lilas,
pasea la novicia sus pupilas
como princesa por su vasto imperio.
Deleitan su sagrado cautiverio
los chorros de agua en las marmóreas pilas,
el lejano vibrar de las esquilas
y las místicas notas del salterio.
Sus rizos peina el aura del verano,
mas la doncella al contemplarlos llora
e, internada en el bosque de cipreses,
piensa que ha de troncharlos firme mano
como la hoz de ruda segadora
las espigas doradas de las mieses.



Pablo Neruda

por qué no recuerdan los viejos

-- de Pablo Neruda --

Por qué no recuerdan los viejos
las deudas ni las quemaduras?
era verdad aquel aroma
de la doncella sorprendida?
por qué los pobres no comprenden
apenas dejan de ser pobres?
dónde encontrar una campana
que suene adentro de tus sueños?



Pedro Bonifacio Palacios

A la primavera

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

¡Salud, primavera, princesa encantadora!
saludo engrandecido las gasas de tu velo;
ya orlan tus vestidos el argentino suelo.
¡Salud, reina galana que el trópico atesora!
En la triunfal carroza que llegas, soñadora,
viene la diosa áurea con perfumado vuelo.
¡Quién sabe de qué mundo! ¡quién sabe de qué cielo!
¡salud, gentil doncella! ¡tu túnica enamora!
De tus joyas de virgen, los rizos nacarados
se extienden tiernamente con sin igual candor;
por las grandes ciudades, por los desiertos prados,
tus tintes de armonías, tus ecos sublimados,
encierran luengas páginas de ensueños y de amor.
¡Salud, reina que llegas de mundos ignorados!



Pedro Salinas

la concha

-- de Pedro Salinas --

Tersa, pulida, rosada
¡cómo la acariciarían,
sí, mejilla de doncella!
entreabierta, curva, cóncava,
su albergue, encaracolada,
mi mirada se hace dentro.
Azul, rosa, malva, verde,
tan sin luz, tan irisada,
tardes, cielos, nubes, soles,
crepúsculos me eterniza.
En el óvalo de esmalte
rectas sutiles, primores
de geometría en gracia,
la solución le dibujan,
sin error, a aquel problema
propuesto
en lo más hondo del mar.
Pero su hermosura, inútil,
nunca servirá. La cogen,
la miran, la tiran ya.
Desnuda, sola, bellísima
la venera, eco de mito,
de carne virgen, de diosa,
su perfección sin amante
en la arena perpetúa.



Juan de Arguijo

Andrómeda y Perseo

-- de Juan de Arguijo --

Expuesta en firme escollo al mar insano
La no culpada hija de Cefeo,
Mueve á piedad el reino de Nereo,
Remedio á su dolor pidiendo en vano,

Cuando rompiendo el aire con liviano
Vuelo se muestra el vencedor Perseo,
Que con el gran despojo meduseo
Orna glorioso la triunfante mano.

De la doncella el llanto y la hermosura
Enviaron á un tiempo al pecho fuerte
De lástima y amor agudas flechas.

Del mar la libra y de la bestia dura,
Trocando en vida la temida muerte,
Y en nupciales cantares las endechas.



Gerardo Diego

giralda

-- de Gerardo Diego --

Giralda
giralda en prisma puro de sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.
Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples ay, narcisa, en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.
Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.
Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura.



Gutierre de Cetina

remedio incierto que en el alma cría

-- de Gutierre de Cetina --

La ponzoña que da vida al tormento,
madrastra del cuitado sufrimiento,
de nuestros años robadora arpía;
obscura luz que por tinieblas guía,
falso esfuerzo del loco pensamiento,
dificultoso bien del sentimiento,
peligroso manjar de la porfía;
sierpe fiera con rostro de doncella,
fuego que blandamente nos consume,
jarabe dulce de alargar los males,
bien do el daño mayor se anida y sella.
¿Quién será tal que tus maldades sume?
¡oh mísera esperanza de mortales!



Gutierre de Cetina

cual doncella hermosa y delicada

-- de Gutierre de Cetina --

Que en verde prado está, de flores lleno,
el ánimo del mal de amor ajeno
tejiendo una guirnalda, descuidada,
estando en su labor toda ocupada,
fría serpiente se le entró en el seno,
y apenas se apercibe del veneno,
que en el alma la siente atravesada,
descuidada se andaba el alma mía,
recreándose sola entre las flores
que en el prado de amor había cogido,
cuando turbarse vio la fantasía
y entrar helado entre el ardor de amores
un áspide celoso en el sentido.



Salvador Díaz Mirón

Dentro de una esmeralda

-- de Salvador Díaz Mirón --

Junto al plátano sueltas, en congoja
de doncella insegura, el broche al sayo.
La fuente ríe, y en el borde gayo
atisbo el tumbo de la veste floja.

Y allá, por cima de tus crenchas, hoja
que de vidrio parece al sol de mayo,
toma verde la luz del vivo rayo,
y en una gema colosal te aloja.

Recatos en la virgen son escudos;
y echas en tus encantos, por desnudos,
cauto y rico llover de resplandores.

Despeñas rizos desatando nudos;
y melena sin par cubre primores
y acaricia con puntas pies cual flores.



Tomás de Iriarte

La semana adelantada

-- de Tomás de Iriarte --

Un tío enfermo y en edad anciana
casó con su sobrina (¡muy mal hecho!),
doncella alegre, joven y lozana,
pronta a cobrar el marital derecho.

Díjola el novio: «Te prevengo, Juana,
ya que vas a estrenar el nupcial lecho,
que yo sólo una vez cada semana
podré servirte en algo de provecho.»

Conformose la ninfa; y recibiendo
en singular aquel tributo frío,
repetía entre sí: «Peor es nada.»

Mas llamado el anciano reverendo
le instaba humilde: «Vaya, tío mío,
siquiera una semana adelantada.»



Antonio Ros de Olano

Regalando una botella de vino añejo

-- de Antonio Ros de Olano --

De ésta que envío, anciana generosa,
frágil tapada, indúbita doncella,
cuanto de más edad, mucho más bella,
rival temible a la mujer hermosa,

No queda en el origen ni aun la hojosa
vid de que fue racimo y es botella:
¡Quiso el deleite, hasta saciarse en ella,
tenerla en claustro por gozarla añosa!

Profana, amigo, su recinto escaso;
que a sensual Naturaleza plugo
en breves bordes provocar a exceso...

La boca femenina es chico vaso,
y allí embriaga el amoroso jugo
que vierte el labio al recibir un beso.



Anónimo

En las almenas de Toro...

-- de Anónimo --

En las almenas de Toro,
allí estaba una doncella,
vestida de negros paños,
reluciente como estrella;
pasara el rey don Alonso,
namorado se había de ella,
dice: -Si es hija de rey
que se casaría con ella,
y si es hija de duque
serviría por manceba.
Allí hablara el buen Cid,
estas palabras dijera:
-Vuestra hermana es, señor,
vuestra hermana es aquella.
-Si mi hermana es, dijo el rey,
fuego malo encienda en ella.
Llámenme mis ballesteros,
tírenle sendas saetas,
y aquel que la errare
que le corten la cabeza.
Allí hablara el buen Cid,
de esta suerte respondiera:
-Mas aquel que la tirare,
pase por la misma pena.
-Ios de mis tiendas, Cid,
no quiero que estéis en ellas.
-Pláceme, respondió el Cid,
que son viejas, y no nuevas;
irme he yo para las mías
que son de brocado y seda,
que no las gané holgando,
ni bebiendo en la taberna,
ganélas en las batallas
con mi lanza y mi bandera.



Anónimo

Romance del rey don Juan de Navarra

-- de Anónimo --

Los aires andan contrarios,
el sol eclipse hacía,
la luna perdió su lumbre,
el norte no parecía,
cuando el triste rey don Juan
en la su cama yacía,
cercado de pensamientos,
que valer no se podía.
-¡Recuerda, buen rey, recuerda,
llorarás tu mancebía!
¡Cierto no debe dormir
el que sin dicha nacía!
¡Quién eres tú, la doncella?
dímelo por cortesía.
-A mí me llaman Fortuna,
que busco tu compañía.
-¡Fortuna, cuánto me sigues,
por la gran desdicha mía,
apartado de los míos,
de los que yo más quería!
¡Qué es de ti, mi nuevo amor,
qué es de ti, triste hija mía?
que en verdad hija tú tienes,
Estella, por nombradía.
¿Que es de ti, Olite y Tafalla?
¿qué es de mi genealogía?
¡Y ese castillo de Maya
que el duque me lo tenía!
Pero si el rey no me ayuda,
la vida me costaría.



Anónimo

Bien se pensaba la reina...

-- de Anónimo --

Bien se pensaba la reina
que buena hija tenía.
Que del conde don Galván
tres veces parido había,
que no lo sabía ninguno
de los que en la corte había,
si no fuese una doncella
que en su cámara dormía,
por un enojo que hubiera
a la reina lo decía.
La reina se la llamaba
y en su cámara la metía,
y estando en este cuidado
de palabras la castiga:
-Ay, hija, si virgen estáis,
reina seréis de Castilla;
hija, si virgen no estáis,
de mal fuego seáis ardida.
-Madre, tan virgen estoy
como el día que fui nacida;
por Dios os ruego, mi madre,
que no me dedes marido,
doliente soy de mi cuerpo,
que no soy para servirlo.



Anónimo

Romance del conde Lombardo

-- de Anónimo --

En aquellas peñas pardas,
en las sierras de Moncayo
fue do el rey mandó prender
al conde Grifos Lombardo,
porque forzó una doncella
camino de Santiago,
la cual era hija de un duque,
sobrina del Padre Santo.
Quejábase ella del fuerzo,
quéjase el conde del grado;
allá van a tener pleito
delante de Carlo Magno,
y mientras el pleito dura
al conde han encarcelado
con grillones a los pies,
sus esposas en las manos,
una gran cadena al cuello
con eslabones doblados;
la cadena era muy larga,
rodea todo el palacio,
allá se abre y se cierra
en la sala del rey Carlos.
Siete condes la guardaban,
todos se han juramentado
que si el conde se revuelve,
todos serán a matarlo.
Ellos estando en aquesto,
cartas habían llegado
para que casen la infanta
con el conde encarcelado.



Anónimo

Tiempo es, el caballero...

-- de Anónimo --

-Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas a otras,
no hacen sino reír;
vergüenza he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
-Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,
mi madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
-¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!
-No os maldigáis vos, señora,
no os queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,
señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora, para os servir.



Marilina Rébora

quiero pintar la luna

-- de Marilina Rébora --

Quiero pintar la luna
madre, ¿puedo pintar la luna de escarlata?
¿o con vestido rosa, orlado de violeta?
¡pues, noche a noche, sale insulsa y timorata,
sin nada de color que la avive, coqueta!
¿por qué será la luna, siempre luna de plata,
camafeo de hielo, el pálido planeta,
la doncella de nieve a la que se retrata
en blanco, si pintor, o argento, si poeta?
quisiera iluminarla con cálido amaranto,
encendidos reflejos carmín o solferino,
inventarla morena, con luminoso manto,
y no alba y exangüe, con veste de platino.
¡Quiero pintar la luna de tono colorado,
en creciente o menguante, de cara y de costado!



Miguel Hernández

rosario, dinamitera

-- de Miguel Hernández --

Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.
Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, rosario.
Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!
rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.



Miguel Unamuno

Te da en la frente el sol de la mañana

-- de Miguel Unamuno --

Te da en la frente el sol de la mañana
recién nacido, pálida doncella,
misteriosa visión, fugaz estrella,
que te derrites en la luz. Hermana

de la que nace cuando la campana
tocando a la oración doliente sella
la fatiga de un día más, la mella
que sume el alma en la mortal desgana.

El alba y el ocaso cruzan manos,
y así, a la silla de la reina, al día
ya la noche, rendidos soberanos,

Los llevan a enterrar. Triste sería
que al despertar de nuestros sueños varios
luz y sombra lucharán a porfía.



Juan Nicasio Gallego

A los ferrocarriles

-- de Juan Nicasio Gallego --

Más quiero estar rollizo como un sollo
sin montar en borrico ni en caballo,
que andar diez leguas mientras canta un gallo
metido en un cajón hecho un repollo.

Tengo presente aquel fatal embrollo
que en Versalles pasó y otros que callo:
de aquí no he de moverme aunque eche tallo:
un hijo mío no ha de ser criollo.

En un ferrocarril sálvese un pillo
que a una doncella deshojó el capullo,
o de alguna prisión forzó el rastrillo;

que yo prefiero al plácido murmullo
de un arroyo roncar como un chiquillo,
y llámenme, si quieren, Pero Grullo.



Federico García Lorca

cautiva

-- de Federico García Lorca --

Por las ramas
indecisas
iba una doncella
que era la vida.
Por las ramas
indecisas.
Con un espejito
reflejaba el día
que era un resplandor
de su frente limpia.
Por las ramas
indecisas.
Sobre las tinieblas
andaba perdida,
llorando rocío,
del tiempo cautiva.
Por las ramas
indecisas.
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cautiva
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José Gautier Benítez

enfermo (a mi hija maría)

-- de José Gautier Benítez --

Un noble marino anciano,
del viento y del sol curtido
abandonó, ya rendido
los embates de la mar;

y no de las ondas lejos,
en la cercana ribera,
alzó la quinta, y la era,
y el jardín, y el palomar.

En su báculo apoyado
llegó luego a la vecina
aldea, la noble ruina
que retaba al aquilón;

y allí pidió balbuciente
a un pobre y rudo aldeano,
de una doncella la mano,
de una niña el corazón.

Ya olvida entre dulces lazos
sus pasados sinsabores
y de sus tardos amores
brotan los frutos al fin;

ya hay manecillas y gritos
que asustan a las palomas;
quien rompa flores y pomas
corriendo por el jardín.

Pero es muy tarde, y emprende
su viaje para el cielo
el que cruzó con anhelo
las llanuras de la mar.

.....

¿Dejaré, como el marino,
el bien, apenas logrado?...
¿Habré tarde levantado
quinta, huerto y palomar?



José Martí

es verdad...

-- de José Martí --

Es verdad. Si la máscara discreta
oculta su tormento al corazón:
nadie sabe el abismo que el poeta
en los dinteles de la vida vio.
De verde fue, magnifico y sencillo
a un suave amor su cuerpo sacudir,
y tenderse, cruzado pajecillo,
como en un nido fresco un colibrí.
De verle fue, con férvida elocuencia,
ruiseñor vocinglero, arrebatar
y luego, junto al libro de la ciencia,
¡perdonar, sonreír, aletear!
fue la pública fama su riqueza,
un martirio celeste su blasón,
y más que oro brillaba su pureza
a la luz de aquel sol que es más que sol.
Dicen que la malvada baila en fiestas
y en calma escucha el sueño de macbeth;
dicen que rompe al son de las orquestas
su corona primera de mujer:
crece a la par de la gentil doncella
el árbol puro del primer amor:
pero, sépalo al fin la infame aquella:
la pureza no da más que una flor.
El pobre mozo, los heroicos labios
pliega, como quien quiere sonreír
y en pie, volviendo a sus infolios sabios
¡adiós! llorando dice al mes de abril.



José Martí

árbol de mi alma

-- de José Martí --

Como un ave que cruza el aire claro
siento hacia mí venir tu pensamiento
y acá en mi corazón hacer su nido.
Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas
como los labios frescos de un mancebo
en su primer abrazo a una hermosura:
cuchichean las hojas: tal parecen
lenguaraces obreras y envidiosas,
a la doncella de la casa rica
en preparar el tálamo ocupadas:
ancho es mi corazón, y es todo tuyo:
todo lo triste cabe en él, y todo
cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
de hojas secas, y polvo, y derruidas
ramas lo limpio: bruño con cuidado
cada hoja, y los tallos: de las flores
los gusanos del pétalo comido
separo: oreo el césped en contorno
y a recibirte, oh pájaro sin mancha
apresto el corazón enajenado!



Baltasar del Alcázar

Dios nos guarde

-- de Baltasar del Alcázar --

De la que a nadie despide
y al que la pide a las nueve
a las diez ya no le debe
nada de lo que la pide:
De la que así se comide
como si no hubiera tarde
Dios nos guarde
De la que no da esperanza,
porque no consiente medio
entre esperanza y remedio,
que el uno al otro no alcanza;
de quien desde su crianza
siempre aborreció dar tarde
Dios nos guarde
De la que en tal punto está
que de todo se adolece,
y al que no la pide ofrece
lo que al que le pide da;
de quien dice al que se va
sin pedirla, que es cobarde,
Dios nos guarde.
De la que forma querella
de quien en su tierna edad
le impidió la caridad
y los ejercicios de ella;
de la que si fue doncella
no se acuerde por ser tarde,
Dios nos guarde



Carolina Coronado

amistad de la luna

-- de Carolina Coronado --

Esa oscura enfermedad
que llaman melancolía
me trajo a la soledad
a verte, luna sombría.
Ya seas amante doncella,
ya informe, negro montón
de tierra que en forma bella
nos convierte la ilusión,
ni a sorprender tus amores
mis tristes ojos vinieron
ni a saber si esos fulgores
son tuyos o te los dieron.
Ni a mí me importa que esté
tu luz viva o desmayada,
ni cuando te miro sé
si eres roja o plateada.
Yo busco tu compañía
porque al fin, muda beldad,
es tu amistad menos fría
que otra cualquiera amistad.
Sé bien que todo el poder
de tu misterioso encanto
no alcanzará a detener
una gota de mi llanto.
Mas yo no guardo consuelos
para este mal tan profundo,
fijo la vista en los cielos
porque me importuna el mundo...
¡Vergüenza del mundo es
si tiene mi pensamiento,
que ir a buscarte al través
de las nubes y del viento,
y llevar hasta tu esfera
mi solitaria armonía
para hallar la compañera
que escuche la pena mía!
mas, pues no me da fortuna
otra más tierna amistad,
vengo con mis penas, luna,



Clemente Althaus

La virgen María

-- de Clemente Althaus --

¿Qué digna lengua la alabanza entona
de la que, siendo madre, fue doncella?
La adora el ángel, y se mira en ella
cada divina liberal Persona.

Es diamante sin par de su corona
cada más pura rutilante estrella;
luna y sol su triunfante planta huella,
y es el arco Iris su listada zona.

Alégrate y espera, estirpe humana
que Ésta, del cielo reina poderosa,
de los nobles querubes soberana;

Esta, madre de Dios, de Dios esposa,
no ángel, nació mujer y nuestra hermana,
y en rogar por nosotros no reposa.



Ricardo Güiraldes

Leyenda (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

El río dijo al sauce: «Yo soy la vida y, en mi incesante correr, renuevo emociones».

El sauce dijo al río: «Yo soy el poeta, ¿no ves como te embellezco, rezando sobre ti las estrofas de mis ramas?»

Dijo el río: «Pues ven conmigo, tú me darás la belleza de tu canto, yo el encanto de nuevas bellezas».

Y aceptó el sauce; pero en la primer caída, la frágil armazón de verdura se desgarró sobre las toscas.

Y dijo el sauce: «Déjame, que si bien soy un momento de alegría en tu carrera, no puedo, sin romperme, seguirte todo el tiempo».

Y el río, para quien el sauce empezaba a ser carga, le depositó en un rincón sereno.

El sauce ha reverdecido y sus hojas besan el agua.

El río sigue su brutal correr, mas al pasar frente al poeta, amansa su delirio, y las aguas, acariciando las raíces, han labrado el remanso.

Un encanto fatal, envuelve aquel sitio dormido. La doncella que pasa, no debe ceder al llamado tranquilo.

«La Porteña», 1913.



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