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Se han encontrado 23 poemas con la palabra disco

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Alfonsina Storni

Faro en la noche

-- de Alfonsina Storni --

Esfera negra el cielo
y disco negro el mar.

Abre en la costa, el faro,
su abanico solar.

¿A quién busca en la noche
que gira sin cesar?

Si en el pecho me busca
el corazón mortal.

Poema Faro en la noche de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonso Reyes

para un mordisco

-- de Alfonso Reyes --

Propio camaleón de otros cielos mejores,
a cada nueva aurora mudaba de colores.
Así es que prefiriera a su rubor primero
el tizne que el oficio deja en el carbonero.
Quiero decir (me explico): la mudanza fue tal,
que iba del rojo al negro lo mismo que stendhal.
Luego, un temblor de púrpura casi cardenalicio
(que viene a ser también el tizne de otro oficio)
se quebró en malva y oro con bandas boreales,
que ni el disco de newton exhibe otras iguales.
Es muy de juan ramón esto de malvas y oros,
o del traje de luces de un matador de toros.
Y no sé si atreverme, en cosa tan sencilla,
a decir que hubo una primavera amarilla ,
con unas vetas verdes, con unos jaspes grises
en olas circunflejas como en el mar de ulises.
¡Ulises yo, que apenas de caribdis a escila
de un vértice a un escollo saciaba la pupila!
porque como es efímero todo lo que es anhelo,
el color se evapora y otra vez sube al cielo,
y ya sabemos que poco a poco se va
aun la marca de fuego de la infidelidá.
Y se acabó la historia tal era la mordida
que lucía en el anca mi querida.

Poema para un mordisco de Alfonso Reyes con fondo de libro

Amado Nervo

Doctrinando

-- de Amado Nervo --

«Ya que de Dios en conversar te empeñas,
ya que desprecia tu cerebro helado
el amor que te di por el que sueñas,
háblame de ese Dios, mi bien amado!»

Y el teólogo de faz de crucifijo,
de gran melena y de mirar profundo,
feliz de doctrinar, «¡Oh! Blanca, dijo,
Dios es el alma inmaterial del mundo».

«Existe dondequiera en vario modo:
per se, por su virtud y su presencia;
per se, ya que lo invade y llena todo,
penetrándolo todo de su esencia»;

«por su virtud también, que sometidos
a Dios están y su mandato arguyen,
Favonio blando si columpia nidos
o Boreas y Aquilón si los destruyen»;

«y en presencia, porque es omnividente:
su pupila equilátera fulgura
en el disco del sol indeficiente,
en Arturo, en Capella, en Cinosura».

«¿Qué, no adivinas con instinto infuso
de su eterna mirada el embeleso
alumbrando tu espíritu confuso?»

Y respondió: -«Tu Dios es muy abstruso,
yo prefiero tus labios... ¡Dame un beso!»

Poema Doctrinando de Amado Nervo con fondo de libro

Leopoldo Lugones

Plegaria de carnaval

-- de Leopoldo Lugones --

¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.

Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.

Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.

En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.

Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.



Jaime Torres Bodet

méxico canta en la ronda de mis canciones

-- de Jaime Torres Bodet --

Canta
en la ronda de mis canciones

méxico está en mis canciones,
méxico dulce y cruel,
que acendra los corazones
en finas gotas de miel.

Lo tuve siempre presente
cuando hacía esta canción;
¡su cielo estaba en mi frente,
su tierra en mi corazón!

méxico canta en la ronda
de mis canciones de amor,
y en la guirnalda con la ronda
la tarde trenza su flor.

Lo conoceréis un día,
amigos de otro país:
¡tiene un color de alegría
y un acre sabor de anís!

es tan fecundo que huele
como vainilla en sazón
¡y es sutil! para que vuele
basta un soplo de oración...

En la duda arcana y terca,
méxico quiere inquirir:
un disco de horror lo cerca...
Cómo será el porvenir?

¡el porvenir! ¡no lo espera!
prefiere, mientras, cantar,
que toda la vida entera
es una gota en el mar;

una gota pequeñita
que cabe en el corazón:
dios la pone, dios la quita...
(¡Cantemos nuestra canción!)



Javier del Granado

la vicuña

-- de Javier del Granado --

Esbelta y ágil la gentil vicuña
rauda atraviesa por la hirsuta loma,
y en su nervioso remo de paloma,
las graníticas rocas apezuña.

El sol de gemas, en su disco acuña,
la testa erguida que al abismo asoma,
y en sus pupilas de obsidiana doma
la catarata que el alfanje empuña.

Su grácil cuello como un signo alarga,
interrogando ansiosa a la llanura,
y envuelta en el fragor de una descarga,
huye veloz por el abrupto monte
y se pierde rumiando su amargura,
como un dardo a través del horizonte.



Jorge Isaacs

Las hadas

-- de Jorge Isaacs --

Soñé vagar por bosques de palmeras
cuyos blondos plumajes, al hundir
su disco el Sol en las lejanas sierras,
cruzaban resplandores de rubí.

Del terso lago se tiñó de rosa
la superficie límpida y azul,
y a sus orillas garzas y palomas
posábanse en los sauces y bambús.

Muda la tarde ante la noche muda
las gasas de su manto recogió;
del indo mar dormido en las espumas
la luna hallóla y a sus pies el sol.

Ven conmigo a vagar bajo las selvas
donde las Hadas templan mi laúd;
ellas me han dicho que conmigo sueñas,
que me harán inmortal si me amas tú.



Jorge Luis Borges

a una moneda

-- de Jorge Luis Borges --

Fría y tormentosa la noche que zarpé de montevideo.
Al doblar el cerro,
tiré desde la cubierta más alta
una moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas,
una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla.
Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable,
de agregar a la historia del planeta
dos series incesantes, paralelas, quizá infinitas:
mi destino, hecho de zozobra, de amor y de vanas vicisitudes,
y el de aquel disco de metal
que las aguas darían al blando abismo
o a los remotos mares que aún roen
despojos del sajón y del fenicio.
A cada instante de mi sueño o de mi vigilia
corresponde otro de la ciega moneda.
A veces he sentido remordimiento
y otras envidia,
de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberinto
y que no lo sabes.



Delmira Agustini

Ceguera

-- de Delmira Agustini --

Me abismo en una rara ceguera luminosa,
un astro, casi un alma, me ha velado la Vida.
¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa,
o en su disco de luz he quedado prendida?

No sé...
Rara ceguera que me borras el mundo,
estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo.
¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo!



Julián del Casal

mi padre

-- de Julián del Casal --

Rostro de asceta en que el dolor se advierte
como el frío en el disco de la luna,
mirada en que al amor del bien se aduna
la firme voluntad del hombre fuerte.
Tuvo el alma más triste que la muerte
sin que sufriera alteración alguna,
ya al sentir el favor de la fortuna,
ya los rigores de la adversa suerte.
Abrasado de férvido idealismo,
despojada de sombras la conciencia,
sordo del mundo a las confusas voces,
en la corriente azul del misticismo
logró apagar, al fin de la existencia,
su sed ardiente de inmortales goces.



Julián del Casal

sourinomo

-- de Julián del Casal --

Como rosadas flechas de aljabas de oro
vuelan los bambúes finos flamencos,
poblando de graznidos el bosque mudo,
rompiendo de la atmósfera los níveos velos.
El disco anaranjado del sol poniente
que sube tras la copa de arbusto seco,
finge un nimbo de oro que se desprende
del cráneo amarfilado de un bonzo yerto.
Y las ramas erguidas de los juncales
cabecean al borde de los riachuelos,
como el soplo del aura sobre la playa
los mástiles sin velas de esquifes viejos.



Pedro Antonio de Alarcón

Al Amanecer

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

LANDO céfiro mueve sus alas
Empapadas de fresco rocío...
De la noche el alcázar sombrío
Dulce alondra se atreve a turbar...
Las estrellas, cual sueños, se borran...
Sólo brilla magnífica una...
¡Es el astro del alba! La luna
Ya desciende, durmiéndose, al mar.

Amanece: en la raya del cielo
Luce trémula cinta de plata
Que, trocada en fulgente escarlata.
Esclarece la bóveda azul;
Y montañas, y selvas, y ríos,
Y del campo la mágica alfombra,
Roto el negro capuz de la sombra,
Muestran nieblas de cándido tul.

¡Es de día! Los pájaros todos
Lo saludan con arpa sonora,
Y arboledas y cúspides dora
El intenso lejano arrebol.
El oriente se incendia en colores...
Los colores en vivida lumbre...
¡Y por cima del áspera cumbre
Sale el disco inflamado del sol!



Pedro Antonio de Alarcón

El amanecer

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Blando céfiro mueve sus alas
empapadas de fresco rocío...
De la noche el alcázar sombrío
dulce alondra se atreve a turbar...
Las estrellas, cual sueños se borran...
Sólo brilla magnífica una...

¡Es el astro del alba! La luna
ya desciende, durmiendose, al mar.

Amanece: en la raya del cielo
luce trémula cinta de plata
que, trocada con fulgente escarlata,
esclarece la bóveda azul;
y montañas y selvas y ríos,
y del campo la mágica alfombra,
roto el negro capuz de la sombra,
muestra nieblas de cándido tul.

¡Es de día! Los pájaros todos
lo saludan con arpa sonora,
y arboledas y cúspides dora
el intenso lejano arrebol.

El Oriente se incendia en colores...;
Los colores en vívida lumbre...,
¡Y por encima del áspera cumbre
sale el disco inflamado del sol!



La durmiente (Somoza)

-- de José Somoza --

La Luna, mientras duermes, te acompaña;
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña,
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la Luna refulgente
dichoso he de seguir, o Amor me engaña.

He de entrar, cual la Luna, en tu aposento;
cual ella, al lecho en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme.

Cual ella, respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



La luna mientras duermes te acompaña

-- de José Somoza --

La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme;

cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



Antonio Machado

El sol es un globo de fuego

-- de Antonio Machado --

El sol es un globo de fuego,
la luna es un disco morado.
Una blanca paloma se posa
en el alto ciprés centenario.
Los cuadros de mirtos parecen
de marchito velludo empolvado.
¡El jardín y la tarde tranquila!...
Suena el agua en la fuente de mármol.



Miguel Ángel Corral

La mañana (Corral)

-- de Miguel Ángel Corral --

El tenue resplandor del sol naciente
poco a poco los cielos ilumina,
y al fresco soplo de vital ambiente
va huyendo presurosa la neblina.

En los árboles húmedos resbalan
trémulos visos de carmín y de oro,
y aleteando los pájaros exhalan
en trino alegre su cantar sonoro.

La flor, que el aura revolando toca,
entreabre su pétalo fragante,
como una virgen su olorosa boca
al casto beso de su tierno amante.

Y mil murmullos pueblan armoniosos
de músicas errantes el espacio,
mientras el sol en rayos luminosos
ostenta ya su disco de topacio.

Y en medio de tan plácido concierto,
lleno de pena, y de ilusión desnudo,
en mi pecho infeliz ¡ay! casi muerto
sólo mi corazón palpita mudo.

Y ya el sol despejado se levante
por entre un cielo de purpúreo raso,
o luzca su diadema vacilante,
suspenso en los abismos del ocaso,

¡nada me importa a mí! Su rayo ardiente
que el sauce tiñe y dora la arirumba,
viene a quebrarse, pálido, en mi frente
como en la triste piedra de una tumba.



Juan Zorrilla de San Martín

Tu y yo (Zorrilla)

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

Perfume de una flor que, al desprenderse,
ni una hoja de sus pétalos lastima;
tibio efluvio de luna de verano
que en el disco plateado se destila;
calor de una mirada de ternura
que atraviesa inocente unas pupilas;
roce de un alma que, buscando otra alma,
en sí misma sin ruido se desliza:

Lágrima que oscilando sobre el alma,
se evapora al color del dolor mío;
rumor de oleaje que, en desierta orilla,
rueda mugiendo entre escarpados riscos;
ave que huye y, al volar llorando,
quiebra la rama en que dejó a sus hijos;
nota que, al desprenderse de una cuerda
deja al pobre laúd, temblando, herido:



Julio Herrera Reissig

Invierno

-- de Julio Herrera Reissig --

El invierno embalsama, con sugestión de faustos
emolientes, las cosas... Ebria por el ventisco,
la luna sesga en postuma decrepitud su disco
de azogue, que hipnotiza los predios inexhaustos.

La casa se reposa... Se oye el balar arisco,
como una pesadilla de clamores infaustos,
en duelo de quién sabe qué antiguos holocaustos
que lloran en el alma cristiana del aprisco.

Riendo ante la bella Neith que su prez modula,
el viejo una gloriosa lágrima disimula...
Por fin, la besa y luego que solemne la escruta,

úngela de tabaco, y su dicha completa
picándola en su barba las mejillas de fruta,
que aterciopela un vello brumoso de violeta...



Julio Herrera Reissig

la granja

-- de Julio Herrera Reissig --

Monjas blancas y lilas de su largo convento,
las palomas ofician vísperas en concilio,
y ante el sol que, custodia regia, bruñe el idilio,
arrullan el milagro vivo del sacramento...

Una vil pesadumbre, solemne en su aspaviento
suntuoso, ubica el pavo: gran sultán en exilio.
El disco de los cisnes sueña renacimiento,
mármoles y serenos éxtasis de virgilio.

Con pulida elegancia de tenorio en desplante,
un aramís erótico, fanfarrón y galante,
el gallo erige... ¡Oh, huerto de la dicha sin fiebre!

no faltan más que el agua bendita y el hisopo,
para mugir las cándidas consejas del pesebre
y cacarear en ronda las fábulas de esopo.



Ramón López Velarde

Disco de Newton

-- de Ramón López Velarde --

Omnicromía de la tarde amena...
El alma, a la sordina,
y la luz, peregrina,
y la ventura, plena,
y la Vida, una hada
que por amar esta desencajada.

Firmamento plomizo.
En el ocaso, un rizo
de azafrán.
Un ángel que derrama su tintero.
La brisa, cual refrán
lastimero.
En el áureo deliquio del collado,
hálito verde, cual respiración
de dragón.
Y el valle fascinado
impulsa al ósculo a que se remonte
por los tragaluces del horizonte.

Tiempo confidencial,
como el dedal
de las desahuciadas bordadoras
que enredan su monólogo fatal
en el ovillo de las huecas horas.

Confidencia que fuiste
en la mano de ayer
veta de rosicler,
un alpiste
y un perfume de Orsay.

Tarde, como un ensayo
de dicha, entre los pétalos de mayo;
tarde, disco de Newton, en que era
omnícroma la primavera
y la Vida una hada
en un pasivo amor desencajada...



Ramón López Velarde

Mi corazón amerita

-- de Ramón López Velarde --

Mi corazón leal, se amerita en la sombra.
Yo lo sacara al día, como lengua de fuego
que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz;
y al oírlo batir su cárcel, yo me anego
y me hundo en ternura remordida de un padre
que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Placer, amor, dolor... Todo le es ultraje
y estimula su cruel carrera logarítmica
sus ávidas mareas y su eterno oleaje.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Es la mitra y la válvula... Yo me lo arrancaría
para llevarlo en triunfo a conocer el día,
la estola de violetas en los hombros del alba,
el cíngulo morado de los atardeceres,
los astros, y el perímetro jovial de las mujeres.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Desde una cumbre enhiesta yo lo he de lanzar
como sangriento disco a la hoguera solar.
Asi extirparé el cáncer de mi fatiga dura,
seré impasible por el Este y el Oeste,
asistiré con una sonrisa depravada
a las ineptitudes de la inepta cultura,
y habrá en mi corazón la llama que le preste
el incendio sinfónico de la esfera celeste.



Ricardo Güiraldes

Luna (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Luna que haces ulular a los perros y los poetas.

Faro de tiza

astro en camisa.

Disco, casco y guadaña, colgada al hombro de la noche, representante de muerte.

Impotente

intermitente.

Parásito luminoso del sol, chinchorro giratorio de nuestra barca sideral.

Ronda vejiga

pálida miga.

Surtidora de falsas purezas. Frígido ovillo.

Pulcro botón de calzoncillo.

Nadie te teme; todos te quieren. Inofensivo bollo de harina sin importancia.

Blanca jactancia.

Sudario de azoteas. Velador de noctámbulos.

Orgullo hinchado

de trasnochado.

Luna, muerte, maleficio

gorda madama del precipicio.

Ojalá se ahogue dentro de un charco,

tu ojo zarco.

Ángel caído en frialdad, per-in-eternum.

Mundo maldito,

me importa un pito.

Buenos Aires, 1916.



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Ariiba