Buscar Poemas con Diligencia


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra diligencia

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Alfonso Reyes

la señal funesta

-- de Alfonso Reyes --

i
si te dicen que voy envejeciendo
porque me da fatiga la lectura
o me cansa la pluma, o tengo hartura
de las filosofías que no entiendo;
si otro juzga que cobro el dividendo
del tesoro invertido, y asegura
que vivo de mi propia sinecura
y sólo de mis hábitos dependo,
cítalos a la nueva primavera
que ha de traer retoños, de manera
que a los frutos de ayer pongan olvido;
pero si sabes que cerré los ojos
al desafío de unos labios rojos,
entonces puedes darme por perdido.

Ii
sin olvidar un punto la paciencia
y la resignación del hortelano,
a cada hora doy la diligencia
que pide mi comercio cotidiano.
Como nunca sentí la diferencia
de lo que pierdo ni de lo que gano,
siembro sin flojedad ni vehemencia
en el surco trazado por mi mano.
Mientras llega la hora señalada,
el brote guardo, cuido del injerto,
el tallo alzo de la flor amada,
arranco la cizaña de mi huerto,
y cuando suelte el puño del azada
sin preguntarlo me daréis por muerto.

Poema la señal funesta de Alfonso Reyes con fondo de libro

Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 13

-- de Jorge Manrique --

Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!
↑ pronta
↑ cautiva

Poema coplas por la muerte de su padre 13 de Jorge Manrique con fondo de libro

Emilio Bobadilla

El aviador

-- de Emilio Bobadilla --

Inventaste una máquina ligera
imitando del pájaro las alas;
con tu capricho sólo por frontera,
por el espacio a tu placer resbalas.

Admiro tu industriosa diligencia,
tu audacia y tu desprecio de la muerte.
Todo lo vence al cabo la paciencia
y el curso cambia de la misma suerte.

Minúsculo sin duda el universo
aparece a tus ojos cuando subes.
Eres del metafísico el reverso,

cuyo pensar por los espacios rueda:
tu cuerpo se remonta hasta las nubes,
pero en tierra tu espíritu se queda.

Poema El aviador de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Sor Juana Inés de la Cruz

soneto cxlv a su retrato

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.



Sor Juana Inés de la Cruz

Soneto CXLV - A su retrato

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

Éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

Es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

Es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.



Tomás de Iriarte

Del oro, como muchos, no dependo

-- de Tomás de Iriarte --

Del oro, como muchos, no dependo,
Fabio, pues ni le guardo ni codicio;
ni dependo jamás del vulgar juicio,
pues dar a luz mis obras no pretendo.

Del sexo mujeril casi no pendo,
pues amo por placer, no por oficio;
y aun menos de la corte y su bullicio,
pues de fingir y de adular no entiendo.

Solamente dependo de la muerte,
ya que discurso no hay ni diligencia
que de su despotismo nos liberte.

Mas la espero sin miedo y con paciencia,
vivo sin desearla; y de esta suerte,
amigo, se acabó la dependencia.



Medardo Ángel Silva

En provincia

-- de Medardo Ángel Silva --

En province, dans la largueur matutinale

G. RODENBACK

Dulzuras maternales de la hora matutina...
Bajo cielos que evocan los caprichos de Goya,
mueven los frescos árboles su ropa esmeraldina
que el sol de primavera fastuosamente enjoya...

Suenan voces de niños... Cristales de agua clara...
Trina el mirlo... En la calle, cruje la diligencia...
En esta hora parece que del azul bajara
una sedosa lluvia de paz y de inocencia...



Francisco de Aldana

Hase movido, dama, una pasión

-- de Francisco de Aldana --

Hase movido, dama, una pasión
entre Venus, Amor y la Natura
sobre vuestra hermosísima figura,
en la cual todos tres tienen razón;

buscan quien les absuelva esta quistión
con viva diligencia y suma cura,
y es tan alta, tan honda y tan oscura
que no hay quien dalle pueda solución

Ponen estas querellas contra vos:
Venus, que le usurpáis su sacrificio,
Amor, que no lo conocéis por dios,

Natura dice, y jura por su oficio,
que de vuestra impresión nunca hizo dos
y que ingrata le sois del beneficio.



Francisco de Quevedo

conoce la diligencia con que se acerca la muerte

-- de Francisco de Quevedo --

Ya formidable y espantoso suena,
dentro del corazón, el postrer día;
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena
la muerte, en traje de dolor, envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
«Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias anudado?
llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.



Francisco de Quevedo

parnaso español 7

-- de Francisco de Quevedo --

Descortésmente y cauteloso el hado,
vuestro valor, ¡oh duque esclarecido!,
solícito envidioso y, atrevido,
logró apenas lo mal intencionado.
Por derribaros, de soberbia armado,
diligencia en que estrellas han perdido
la silla, el animal enfurecido
más alabanza os dio que os dio cuidado.
Poca le pareció su valentía
al toro, presunción de la ribera,
para desalentar vuestra osadía.
Vuestro caballo os duplicó la fiera;
mas en vos vencen arte y valentía,
juntas a la que os lleva y os espera.



Clemente Althaus

Marta y María

-- de Clemente Althaus --

De Jesús en servicio, todo el día
pena la activa diligente Marta;
mas, absorta escuchándole, María
de sus divinos pies nunca se aparta.

Dice Marta al Señor: «¿Bien no sería
que entre ambas el trabajo se reparta?»
Jesús responde: «En complacencia mía
mucho es tu afán, tu diligencia es harta:

tu respetuosa actividad me agrada;
pero cesa importuna de quejarte
de la que yace ante mis pies postrada:

Magdalena eligió la mejor parte,
la cual por nadie le será quitada,
y nada habrá que de su bien la aparte».



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